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viernes, 27 de enero de 2012

EN BUSCA DE LA PUERTA DEL INFIERNO

Hoy vuelve a ser viernes, ¡qué barbaridad! ¡Como pasan las semanas!
El capítulo III de la historia de hoy es cortito, pero es un poco de transición y de conocimiento de Ricardo, para saber el presente, hay que conocer el pasado.

Me han llegado noticias de varios países en los que se leen estos relatos, así que hoy, antes de nada, quiero agradecerles a todos ellos en su propia lengua que me lean, si hay alguna nota que contenga errores, ruego me disculpen.

Gracias por leer mis relatos
Thanks for reading my stories
Спасибо за чтение моей истории
Danke fürs Lesen meiner Geschichten
Merci de lire mes histoires
私の記事読んでいただきありがとうございます
Paldies par rīdinga manu stāstu

Y ahora:

EL VIAJE II
(EN BUSCA DE LA PUERTA DEL  INFIERNO)

CAPITULO  III
Era de noche cuando aterrizó en Barcelona, difícil mente iba a encontrar hotel para dormir yendo con perro, así que se dirigió a la estación de Sanz para esperar al primer tren para Vinaroz o Benicarló. Una vez en la estación dio agua y comida al perro, se fue a una cafetería de la estación abierta y pidió un bocadillo y una cerveza, luego se fue a una máquina expendedora de billetes y sacó uno para un media distancia que salía a las ocho y media de la mañana, luego buscó un banco cerca de las entradas a los andenes y echó una cabezadita hasta la hora de salir.
A su hora cogió el Alaris. Ya en Benicarló se dirigió primero a su casa donde se duchó, comió algo, miró la correspondencia  y se fue al puerto acompañado de su perro Trouvé, la historia era que se lo habían regalado unos franceses en Italia porque se iban a vivir a Inglaterra y tenían verdaderos problemas para llevar al animal por los controles que hay en las Islas para introducir perros.
Una vez en el barco vio que todo estaba en regla, preguntó al contramaestre y no había habido nada raro mientras su ausencia. Luego se conectó a internet e intentó localizar el colegio donde conoció al padre Lázaro. Cuando localizó el teléfono y la dirección llamó, no eran las mejores fechas, en pleno verano, pero llamó y al fin le contestaron, con mucha cortesía le dijeron que por teléfono no le podían informar, que conocían al padre Lázaro, que no estaba en el colegio porque ya era muy mayor, pero no le podían dar las señas salvo expreso deseo de él, por lo cual tenía que hacer la solicitud y el padre superior le contestaría después de consultar al p. Lázaro.
Ricardo preguntó si lo podría hacer por internet y le contestaron que en principio si pero que hiciese constar todos sus datos y el motivo de la entrevista.
Inmediatamente se puso a ello y envió el correo esa misma mañana.
La semana siguiente se dedicó al mantenimiento del barco, dar grandes paseos con su perro y consultar en correo electrónico por si había contestación y buscar las noticias sobre los muertos en las dos noches de luna llena e intentar ver si eran las primeras o había habido ataques anteriores, según lo consultado no, algún caso sobre ataques de animales pero localizadas las bestias que los produjeron.
Cuando faltaban 14 días para la próxima luna llena llegó el correo esperado, lo citaban en Madrid en la dirección del colegio, el director era precisamente un sacerdote que había sido su profesor de latín cuando él estudiaba y tenían un buen recuerdo mutuo, llamó para confirmar la cita para dentro de dos días.
No sabía qué hacer con Trouvé, la Sra. Herminia le dio la solución, lo podía dejar en el apartamento que ella iría varias veces al día a pasearlo, además, como uno de los dos días tenía que limpiar le haría compañía. A Ricardo se le erizaron los cabellos pensando que podría pasar algo, pero el animalito se llevaba bien con ella y faltarían once días cuando él volviese.
Como la cita era por la mañana del segundo día, por la tarde, después de comer se fue con su coche hasta Valencia y cogió el último Ave para Madrid, no sabía dónde iba a estar el padre Lázaro, pero esperó que sería en Madrid o en ciudad cercana.
Se alojó en Madrid muy cerca del centro y aprovechó para ir aquella noche al teatro,  vio una obra de Jardiel Poncela, se acordó de aquel amigo de la juventud que le preguntó en Blanes si era Ricardo, qué pequeño es el mundo, Pedro le había aficionado al teatro, qué mala suerte haberse comportado como lo hizo en Blanes, a veces la realidad era más fuerte que la ficción, ¡Qué grupo tan bueno tenía! ¿Qué será de ellos? ¡Cuánto tiempo!  Si salía del lío en que estaba metido podría intentar encontrarlos.

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