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viernes, 9 de marzo de 2012

EL TONTO, LA AMANTE Y EL IDIOTA

Hoy os traigo una historia cruel como la vida misma, pero antes quiero deciros una cosa, el otro día, cuando conté la historia del gato, recibí una crítica y quiero subsanarla.

Mi hija Marina, a la que dediqué la historia, juntamente con su gato Félix me ha dicho:

Vale, muy bonito, ahora todo el mundo se va a creer que mi gato es drogadicto y eso no es verdad, ni come marihuana ni yo tengo plantada en el balcón.

Lo siento, Marina, y dile a Félix que me perdone.

Ahora la historia de hoy, pero antes quiero darle la bienvenida a los nuevos lectores.

EL TONTO, LA AMANTE Y EL IDIOTA
Pedro Fuentes
Todo empezó cuando los vecinos que teníamos desde hacía años, se separaron. En el acuerdo económico, decidieron que como no tenían hijos y todo lo que habían comprado durante el matrimonio fue el piso, del que quedaba por pagar algo menos de la mitad y el ajuar, acordaron venderlo todo y repartir lo que dieran por ello.
Después de varios intentos fracasados de venta, el ex marido, que en principio se quedó a vivir allí hasta que se vendiese, empezó a utilizarlo de picadero los fines de semana.
Después de varias semanas vimos que la chica era la misma, al cabo de otras seis semanas, entró a vivir en el piso. Llegó a un trato con el dueño, para comprar el medio piso de la ex esposa, él se quedó con toda la hipoteca y ella le pagaba la mitad, por lo que se hizo copropietaria
Al  cabo de dos semanas más ella se trajo a vivir a sus dos hijas, de padres diferentes y a un hermano que no estaba del todo bien de la cabeza y que se dedicaba a espiar a escondidas a las vecinas.
 Como no lo dejaban fumar en la casa, se pasaba el día en el descansillo de las escaleras fumando y tirando colillas y cenizas por los suelos. Fue denunciado a la comunidad y ésta le llamó la atención y puso carteles. Inútil, primero arrancó los carteles, después se metía en el ascensor a fumar y luego echaba un espray ambientador que nadie supo decir qué olía peor.
Este personaje, que cobraba una pensión, no sabemos por qué razón, había recibido una pequeña herencia de sus padres, era el que pagaba la mitad de la hipoteca.
El dueño de la otra mitad de la casa, encontró un trabajo en otra población, por lo que de lunes a viernes vivía fuera. Cuando llegaba el fin de semana, como todas las habitaciones estaban cubiertas por la amante, las dos hijas y el idiota, al tonto se le habilitó un sofá cama en el salón y no se podía acostar hasta que los demás dejaban de ver la televisión y se iban a dormir.
La verdad es que a partir de todo esto, todos los vecinos podían dormir, ya que se habían acabado todos los ruidos de la pareja que ya no decidían “divertirse”.
Las peleas de los tres adultos eran de todos contra todos, aunque a veces se aliaban los dos hermanos contra el copropietario.
 Las hijas iban a su bola, éstas se pasaban el día hablando por teléfono y entre semana, a veces, venían sus respectivos padres, no juntos, que no eran desconocidos, a visitarlas.
El idiota, seguía sus fumeteos en el descansillo, entre un piso y otro, primero llamaba el ascensor, lo dejaba parado en la planta y si veía que alguien lo llamaba, se escondía entre dos pisos, si alguien abría una puerta de algún piso, corría, se metía en el ascensor  y bajaba a la calle antes de que nadie lo viese.
Los vecinos de enfrente, tenían perro y cuando salía a fumar, el animal ladraba y lo tenía marcadísimo.
La amante, al tonto, que era esquizofrénico, le tenía controlado en cuanto a la toma de medicamentos e incluso cuidaba para que no bebiese alcohol, pero de vez en cuando, se pasaba y llegaba a casa el viernes con alguna copa de más, entonces se ponía muy violento, aunque solamente de palabra. Los vecinos de alrededor, intuían que allí podía pasar cualquier cosa y lo denunciaron al presidente de la comunidad, que en su vida laboral era policía nacional. Este, conocía al copropietario y le había comentado o apercibido de las consecuencias que podían tener más denuncias conociendo sus antecedentes, pero no llegó a presenta denuncia formal.
La situación siguió, pero a medida que pasaba el tiempo se iba empeorando, los vecinos decidieron pasar de ellos, además se acostumbraron a humos, ruidos y al espray ambientador.
Las peleas cada vez eran más descontroladas, incluso se llegó a oír algún guantazo, pero pareció que la cosa no pasó a mayores, al idiota le advertía su hermana de que no fumase en las escaleras ni en el ascensor, e incluso el padre de una cría de unos catorce años que vivía en la escalera, lo cogió un día en la escalera y lo agarró por la camisa y le dijo que si volvía a acercarse o tan solo mirar a su hija, le iba a rebanar el cuello. Luego vio al tonto y le apercibió de su “cuñado”.
La pelotera que se oyó aquella noche, un viernes, fue grande, pero a la noche siguiente, que no estaban las crías, porque se las habían llevado sus respectivos padres, fue corta pero intensa, al poco rato apareció la policía  y una ambulancia, se llevó la policía al tonto, la ambulancia se llevó el cadáver de la amante y el idiota se quedó en casa fumando.
La explicación de la policía fue que en plena discusión, el tonto que con los jaleos no se había medicado y además dado positivo de alcohol, apuñaló a su compañera, el idiota se desentendió de la bronca y se fue a su habitación.
De las crías se hicieron cargo sus padres, al tonto lo internaron en un siquiátrico.
Desde entonces el idiota vive solo, fuma lo que quiere dentro del piso y ya no mira a las vecinas, ahora, de vez en cuando, se trae compañía femenina.

FIN

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