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viernes, 29 de junio de 2012

LA PRIMERA VEZ QUE VI PARIS

Hoy, 29/06/2012, una vez terminada la tercera parte de "El Viaje" volvemos a las pequeñas historias o a las grandes, la primera es una gran historia, consta de tres capítulos, al ser tan extensa, la publicaré capítulo a capítulo, si alguien está necesitado de conocer el final, no tendrá más remedio que seguirme tres semanas o contactar directamente conmigo.

Por dificultades técnicas, no me es tan fácil conectarme a Internet, ya que estoy navegando, así que es posible que tenga que cambiar de día de publicación.

Un abrazo y felices vacaciones.

Y ahora:

LA PRIMERA VEZ QUE VI PARIS
CAPITULO  I

(Pedro Fuentes)

Corría el año 1989 cuando en un viaje intercambio de música y danza, Alejandro tuvo que ir  como responsable de un grupo de chicos y chicas, estudiantes, a diferentes poblaciones de Francia.
Fue un viaje de unos cincuenta alumnos con cinco responsables.
Aquel año, acababa de cumplir los treinta y nueve años y llevaba desde Febrero separado de su mujer, seguían viviendo en la misma vivienda hasta que se pusiesen de acuerdo en el reparto de los bienes y en la custodia de la hija.
Cuando llegaron a  Burdeos, de la organización francesa, subieron al autobús una señora responsable y una intérprete.
Se dirigían a Angers, allí estarían tres días.
Angers, antigua capital de Anjou es una ciudad moderna pero a los pies de la gran ciudad medieval y unida en historia al reino de Aragón a través Yolanda de Aragón, duquesa consorte de Anjou.
Al llegar a Angers, subieron al autocar dos guías, Geraldine y Jeanette, Alfredo y Jeanette, pronto hicieron  amistad, era profesora de historia y gracias a ello, Alejandro se empapó de toda la transcendencia que tuvo Angers como capital de Anjou.
El español de Jeanette no  era muy bueno, el francés de Alejandro peor, pero lo entiende si lo hablan despacio y lo lee con alguna claridad.
Nada más llegar, con el tiempo justo para asearse y cambiarse, fueron recibidos en el Hotel du Ville junto a otros grupos participantes en el festival de danza que empezaría a celebrarse al día siguiente.
Luego los llevaron a un colegio en el centro de la ciudad, era una especie de palacio. En el piso que les tocó alojarse, el segundo, había una gran sala de estar y luego, a la derecha de la escalera un grupo de habitaciones, celdas, individuales para las mujeres y a la izquierda las de los hombres, a la entrada de estas había las duchas, los lavabos y wc, cuatro de cada, los cuales era un poco ajustados para las personas que estaban, pero en Francia, no es muy fácil encontrarse con lujos en ese sentido.

El resto de la tarde, quedó libre para poder salir a visitar la ciudad, se hicieron varios grupos y acompañados por los guías e intérpretes salieron a dar vueltas por el casco antiguo. El castillo de los Anjou se divisaba desde todos los rincones con su majestuosidad.
Alejandro y Jeanette no se separaron para nada, paseaban viendo los grandes jardines que había por todos lados y llegaron hasta el río le Maine, surcado por grandes barcazas y alguna que otra embarcación de recreo.
A la hora de la cena regresaron al colegio donde les fue ofrecida una comida no muy abundante, de todas las formas, los más jóvenes del grupo, acostumbrados a otro tipo de comida en sus casas, pasaron mucho de ésta, los responsables no se preocuparon mucho porque sabían que luego se hartarían de las galletas que llevaban.
Después, la gente joven quería salir a pasear, llegaron a las negociaciones de siempre sobre la hora de llegada. Los responsables se fueron detrás de ellos, un poco por vigilarlos y otro poco por dar una vuelta. Alejandro y Jeanette salieron juntos, Jeanette no paraba de hablar explicándole la historia de la ciudad durante la edad media, cruzaron el río y le enseñó el cartel de una calle, Yolanda d´Aragón. Le estuvo explicando la importancia de la hija de Juan I rey de Aragón.
Había refrescado un poco y Jeanette se acurrucó en el brazo derecho de Alejandro, pasaban por las calles paseando como una pareja de enamorados.
Al día siguiente fueron al lago de le Maine, un lago artificial alrededor del cual había de todo, pistas de atletismo, campos de futbol, baloncesto, canchas de tenis y de cualquier deporte que se pudiese imaginar, incluso alguna playa artificial en el mismo lago.
Actuarían allí por la tarde, en un teatro al aire libre.
Toda la mañana los danzantes y músicos estaban ocupados con ensayos y el director y coreógrafo quería estar a solas con ellos, así que Jeanette y Alejandro pudieron pasar hasta la hora de la comida juntos, luego, a la hora de las actuaciones volvieron a sentarse en unos jardines y así, velozmente pasaron las horas.
Al tercer día, por la mañana salieron de Angers hacía Chartres, pasaron por le Mans, la organización tuvo el detalle de hacer cruzar al autobús por medio de la ciudad, de unos 140.000 habitantes, para que la viésen.
Jeanette había ido en su coche, un 2 cv porque según ella, me quería dar una sorpresa.
Ya en Chartres disfrutamos paseando por la catedral y el centro de la ciudad, Patrimonio de la Humanidad.
Cuando fuimos a cenar, Jeanette le dijo a Alejandro que hablara con alguien de los responsables del grupo porque quería enseñarle algo y que quizás volverían  muy tarde.

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