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jueves, 15 de noviembre de 2012

SAN BORONDON IV Y LA HUELGA (R)

Hoy terminamos la historia de San Borondón, espero que os guste, entra dentro de la serie "RELATOS PALMEROS" pero no es el último de estos, hay varios más escritos y otros pendientes de terminar, lo digo porque he visto que se han incorporado lectores de Venezuela que por la gran cantidad de emigrantes canarios y sobre todo de La Palma, nosotros, los de aquí a Venezuela le llamamos "La Octava Isla" aunque también así llamamos a San Borondón.

Un saludos para todos vosotros.

El relato antiguo de esta semana se llama "La Huelga". Este se escribió con motivo de la huelga general del 27 de Marzo de este año, no he quitado ni puesto ninguna coma, está como se publicó aquel día.

Espero que la de ayer sea la última en mucho tiempo y nos pongamos a trabajar por sacar de la crisis a este pais al que nadie llama España.

EL NAUFRAGO DE SAN BORONDON
Pedro Fuentes
Capítulo IV

 El doctor D. Benigno, le dijo al náufrago que le llamaría Diego a partir de entonces, se lo llevó a su casa y lo puso a su servicio, según lo hablado con Diego, D. Benigno llegó a la conclusión de que tendría unos setenta y dos años, una vez cortado el pelo y las barbas, y curadas las llagas del sol, parecía otra persona, además, estaba delgado y musculoso, por lo que parecía más joven.
Cada tarde, cuando el doctor dejaba de trabajar se reunía con Diego y éste le explicaba cómo era su vida en San Borondón.
El doctor, que siempre dijo que San Borondón era un espejismo, empezó a creer en el mito, incluso empezó a tomar notas y publicó algunos relatos basados en las vivencias de Diego.
Una tarde, D. Benigno le preguntó: ¿Cómo hiciste la canoa en la que viniste y que tenemos guardada  en el cobertizo?
No la hice, la encontré en una cueva, al lado de la que caí, era más grande y accesible, estaba tapada con hojas de unos helechos gigantes que había en la isla, el cuero de que está hecha, no es de cabra, es de vaca y por allí no hay, además, está forrada con brea, que tampoco hay por allí. Al lado de donde estaba había como un altar con una cruz en medio, parecía un altar y había unas  inscripciones en un idioma que yo no conocía. Las maderas parecían tener cientos de años, pero allí, en esa cueva parecía que todo se conservaba bien, incluso encontré unos frutos que me hicieron sospechar que había alguien más en la isla y que me hizo estar un tiempo escondido vigilando la cueva.
Don Benigno se fue a la biblioteca y rebuscó por todos lados hasta encontrar un libro con grabados de la leyenda de San Brandán, luego encontró unas escrituras y signos celtas, se lo enseñó todo a Diego y éste reconoció parte como los grabados del altar, eran celtas y latín.
El doctor ya no tuvo dudas, alguien había estado en la isla mucho antes y todo hacía parecer que la leyenda de San Brandán que daba nombre a la isla, por lo menos era auténtica.
Otro día, le preguntó si había explorado más cuevas y Diego le contó:
Al costado de donde estaba el altar, había una cueva cuya entrada era muy estrecha, Diego, notando que por allí entraba mucho aire y que se veía luz, ayudado por palos y piedras, ensanchó la entrada, una vez pasada ésta, se fue agrandando y llegó a una gran nave, en el fondo había un pequeño lago, era agua salada, Diego se tiró a nadar en él y vio unas piedra blancas, no pudo coger ninguna porque parecían sujetas al fondo, por la marca en las orillas del lago, se dio cuenta de que allí dentro también había fuertes mareas, por lo cual concluyó que estaba comunicado con el mar abierto.
No tuvo más que esperar a que bajase la marea, cuando ocurrió vio las piedra al completo, eran blancas y brillantes, muy pulidas, la mayoría eran columnas, había a cientos, eran como una iglesia pero rodeadas de gradas, también de aquel material blanco brillante.
Don Benigno buscó otros libros y le enseñó a Diego un grabado de la Grecia clásica.
Si, así era todo, dijo Diego.
El doctor dio un  respingo de alegría, había descubierto la existencia de la Atlántida.

FIN

LA HUELGA   (R)
Pedro Fuentes

Ayer, 28 de Marzo, mi mujer y yo hablamos sobre la huelga general del día siguiente, como no estábamos de acuerdo al cien por cien, decidimos mediante el sistema de moneda al aire qué haríamos. Salió huelga sí, por lo que decidimos que habría que poner unos servicios mínimos, ya que alguien tendría que hacer las cosas.
Al no estar de acuerdo en los servicios mínimos volvimos a ser democráticos, así que recurriendo nuevamente al sistema de la moneda al aire, decidimos quién haría huelga y quién servicios mínimos.
Moneda al aire, yo pido cara, ella cruz. A mi me toca huelga, a ella servicios mínimos.
A las siete de la mañana del día 29 la perrita Linda, una caniche que lleva 14 años con nosotros, se acerca a mi lado de la cama y con su patita empieza a rascar hasta que me despierta, es la hora en que cada día me levanto para sacarla a pasear.
Linda, no, ves con tu ama, yo estoy de huelga y no me toca a mí, despiértala a ella.
Maldito el caso que me hace, se alía con mi mujer y ésta medio despierta y medio dormida zanja la cuestión de la siguiente manera.
Si no sacas a Linda como siempre no te hago comida.
No es justo, a ti te han tocado los servicios mínimos.
Linda no es un servicio mínimo, en un animalito y también tiene sus sentimientos.
Media hora más tarde Linda y yo salíamos a la calle solitaria, los bares empezaban a abrir, las basuras seguían en los portales de las casas, solamente estábamos paseando los dueños de perros. Cuando Linda se puso a hacer sus necesidades fisiológicas pensé por un momento no recogerlas, más que nada por hacer algo de huelga. Pudo más mi sentido cívico y lo recogí.
Cuando llegamos al paseo, un gracioso conocido me dijo:
Como te vea un piquete paseando al perro te va a decir que hay que hacer huelga.
Mira, le dije, mira, mi perra tiene las ideas políticas y sindicales que quiere, que para eso es libre. Además, con lo extremista que es, si no la saco, se hará sus necesidades en casa acordándose de sus amos, así que no me venga un piquete a tocarme las narices.
Una hora después llego a casa dispuesto a tumbarme a la bartola durante el resto de la mañana.
Ya era hora, dijo mi mujer, te estaba esperando porque ha llamado la niña, (treinta y pico de años) que tenía que ir a trabajar y el colegio de los niños ha hecho huelga, que tenemos que ir a quedarnos con ellos, así que vamos que los tiene la vecina pero también tiene que marchar.
Cogemos el coche y noventa kilómetros y hora y media después estamos liberando a la vecina de los niños.
Los niños muy majos y buenos, pero son tres y hay que entretenerlos con algo, además la pequeña ha decidido hacerle perrerías a la perrita, como meterle el dedo en el ojo, tirarle de las orejas, cogerle la lengua, morderle una pata, etc. Linda decide exiliarse a un balcón y permanecer lo más lejos posible de la preciosa niña.
En esta casa, normalmente al medio día no hay nadie a comer y además suelen ir a comprar el viernes por la tarde, por lo que la de los servicios mínimos decide que hay que ir a comprar algo, así que hace una lista y me dice: Ves a comprar que yo me quedo con los niños.
Voy a la tienda de al lado y está cerrada por miedo a los piquetes. Cojo el coche y me voy a una gran superficie que hay lejos de la población y a la que no llegan los piquetes.
Vuelvo a casa y mi mujer está con los niños ya arregladitos, va a ir a un parque cercano para que se entretengan, así que me toca hacer la comida para cuando lleguen coman y no se pongan nerviosos, sobre todo la pequeña que es como una carcoma.
Al medio día nos sentamos a la mesa y como tanto mi mujer como yo tenemos práctica en niños, comen bien y sin jaleos.
A las seis de la tarde llega la hija y su marido a las ocho, hacemos traspaso de poderes y niños y nos vamos.
Con las prisas, no me he dado cuenta de que la aguja de la gasolina está en reserva, bueno, a tres kilómetros hay una gasolinera.
La gasolinera, por miedo a los piquetes o por huelga, está cerrada, bueno, no importa, a cinco kilómetros hay otra. A dos el coche da tres trompicones y se queda parado, hay un poco de campo al lado y lo dejo bien aparcado.
Me pongo en la carretera a hacer señas a los coches que pasan, el que hacía el número ocho para y me lleva hasta la gasolinera que esta vez si está abierta, pido un bidón de cinco litros y vuelvo a hacer auto stop, ahora más fácil desde la misma gasolinera. Llego al coche, echo la gasolina y voy hasta la gasolinera a terminar de llenar.
A las nueve llegamos a casa, pongo la tele para ver las noticias y el éxito de la huelga. Se calcula que la ha seguido un 18% Total un fracaso.
La próxima huelga general  iré a trabajar, se lo juro ahora mismo a Méndez y Toxo y lo haré sobre todo por 3 razones.
Primera.- Si voy a trabajar puede ser que haya un piquete a la puerta del trabajo y no me dejen entrar, por lo que visto lo visto me iré con ellos a tomar cervezas.
Segunda.-Si puedo entrar, como seremos cuatro, pediremos unas pizzas y unas cervezas y nos pasaremos la mañana jugando a las cartas y fumando, ya que no habrá nadie con autoridad para prohibirnos fumar en el puesto de trabajo.
Tercera.- Porque ya estoy jubilado y solamente trabajo en casa en mi blog.
FIN


 

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