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jueves, 7 de marzo de 2013

LAS PALMERAS II

Por un error  el capítulo II de Las Palmeras no salió publicado, pido perdón por ello e intento corregir el fallo.

LAS PALMERAS

Pedro Fuentes
Capítulo II

Así pues, aquella noche Javier y yo aterrizamos por Las Palmeras, con el estómago lleno, preparados para ingerir lo que fuese.
El ambiente era más o menos el mismo de cada viernes noche, nos sentamos en la barra y al momento nos dimos cuenta de los cambios, una candorosa niña nueva nos vino a atender detrás de la barra.
¿Qué desean los señores? Nos dijo con toda la educación del mundo.
Javier y yo nos miramos a la cara y se nos escapó una carcajada; luego miré a la chiquilla, que tendría unos veinticinco años, joven para el sitio y la edad de los que llenábamos el local. Me pareció que una pequeña lágrima asomaba por el ojo izquierdo, que era el que más cerca tenía.
Perdona, no hemos querido ofenderte, es que nos has sorprendido con esos modales en este sitio. ¿Eres nueva aquí? Nosotros no, casi se puede decir que la noche que inauguraron este local ya estábamos nosotros sentados en estos taburetes.
Ponnos dos Dic, sin hielo y ponte tú otro, no es nuestra costumbre si no nos ganas a los dados, pero como eres nueva…  ¿Desde cuando?, porque el viernes pasado no estabas.
Sois mis primeros dos güiskises, y os agradezco la invitación, pero no puedo empezar a beber tan temprano, no estoy acostumbrada y pillaría una mona.
Primero, le contesté: ¿Cómo te llamas?  Nosotros somos Javier y Eduardo, somos casi como los hijos del dueño y el día que veas al uno sin el otro, algo muy grave ha pasado.
Consuelo, me llamo Consuelo, nos dijo.
Imposible, no te puedes llamar Consuelo en un sitio como este, con ese nombre te tomará el pelo todo el mundo. Te tienes que hacer llamar algo así como Diana.
A mi me gusta Esperanza, contestó.
¡Huy! Peor, te dirían: ¡Esperanza! Solo sabes bailar cha cha cha. Menudo pitorreo, llamaremos a Leticia y le preguntaremos. ¡¡Leticia!! Ven, por favor.
Leticia, la camarera jefe vino y Javier, que hasta el momento había estado callado le dijo:
¿Verdad Leti que aquí no se puede llamar ni Consuelo ni Esperanza ni nada parecido?
Leticia echó a reír. Si, monina, aquí esos nombres están prohibidos. Tienes que buscar un nombre de guerra.
Nosotros le hemos dicho que Diana, ¿Verdad que le sienta bien? Rubita, con cara de niña y la piel tan blanca, solamente le falta el arco, la flecha y el bambi para ser Diana la Cazadora.
La carcajada fue brutal, Consuelo-Diana ahora si hizo un mohín y se le escaparon cuatro lágrimas.
 Javier sacó un pañuelo y se lo ofreció mientras le decía:
Perdona, Consuelo, solamente era una broma, no llores, si eres muy guapa y además te lo decimos como amigos, lo que pasa es que somos unos brutos.
Y tú, Leti, dile que cuando la invitemos a whisky que tome té, como hacéis todas.
La verdad es que me sorprendió la actitud de Javier, nunca lo había visto tan tierno con nadie, y menos con una chica de una barra de un tugurio, pero no le di mayor importancia hasta que vi que se enrollaba con Diana y le invita cada vez que pedíamos una ronda nueva, luego se dedicó a enseñarle a jugar a los dados.
Yo me aparté un poco y me puse a hablar con Leticia, que me dijo:
Es una buena chica, es prima lejana del dueño, Emilio y acaba de llegar del pueblo, el hijo de un hacendado la dejó porque la preñó, los padres la largaron de casa y ella se ha venido aquí, Emilio la ha puesto en la barra y está pensando qué hacer con ella, nosotras le hemos aconsejado que se deshaga del paquete y busque trabajo, porque de aquí en un par de meses más, se le notará demasiado y nadie le dará trabajo, pero ella dice que no, que es su hijo y saldrá adelante como sea.
Tres horas más tarde salimos de allí sin comernos un rosco y artos de güiskises como decía Diana. Yo iba de un humor de perros, viernes noche, más “tumbado” que despierto, sin una mujer y camino de mi apartamento, sin nada en la nevera y menos en la cama, menuda perspectiva y encima Javier hablando por los codos, cosa rara en él que hablaba menos que un submarinista y encima contándome lo bien que lo había pasado hablando con Consuelo.
¿Te ha contado que está embarazada? Le pregunté a bocajarro.
Si, pobre chica, vaya faena, lo está pasando fatal.
Dicen que el whisky hace que la sangre circule mejor, y eso debió ser lo que me ocurrió, porque en ese momento mi cerebro se despertó y  supe sin lugar a dudas que había perdido un compañero de juergas y francachelas.
 

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