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jueves, 18 de abril de 2013

EL ASESINO ESTA SUELTO "El afilador" Capítulo II

Ya estamos entrando en materia, la cosa se va poniendo seria.
Vereis que hay referencias a "El viaje I, II y III" Los hechos que se relatan esn "El afilador" y varis de sus personajes son los mismos, si seguís este relato, ya os dareis cuenta de por qué esas referencias.
Espero que os guste y que no descubrais hasta el final quien es el asesino suelto, se lo haceis, me gustaría que me lo contáseis en los comentarios de este blog.
Un saludo a todos y ahora..........

EL AFILADOR

Pedro Fuentes

CAPITULO  II

Tal y como es costumbre, a eso de las siete y media, Trouvé suele saltar sobre la cama y me despierta para ir a pasear, así que me toca levantarme, arreglarme, tomar un café con leche y salir a la calle.
Aquella mañana, como tantas otras nos fuimos hacia el río, por lo que llamamos familiarmente “la ruta del colesterol” a esas horas hay muchas personas corriendo, otros simplemente andando, muchos siendo paseados por sus perros, uno de ellos, un mastín gigantesco y amigo de Trouvé. Como seguíamos el mismo camino, Rodolfo, su dueño y yo decidimos seguir mientras charlábamos de todo como casi cada día que nos vemos.
Cuando llegamos al río, soltamos a los perros y se dedicaron a perseguirse y jugar. Por lo general Trouvé sale revolcado varias veces, incluso a veces se  mosquea y le gruñe a Pibe el  mastín, el cual no le hace ni caso.
Después de jugar un rato, Trouvé, seguido de Pibe, se adentró por entre la vegetación y a los dos o tres minutos nos sobresaltaron con los ladridos, cosa que no suelen hacer, corrimos hacia donde estaban pensando que no se hubiesen encontrado con alguna alimaña.
Cuando llegamos a donde estaban, nos quedamos parados de golpe, lo que allí vimos era terrible, en el suelo, semi desnuda y cosida a puñaladas había una mujer, su cabeza parecía separada del cuello y un gran tajo corría de oreja a oreja.
Cogimos rápidamente a nuestros perros y los separamos.
Sin hablar cogí el teléfono móvil y llamé a la policía.
Nos separamos del lugar sin mirar aquello.
Yo había visto varios casos de accidentes, y muertes violentas pero aquello me dejó tan mal que me desplacé hacia el río y estuve vomitando hasta que llegó la policía,
A partir de aquel momento empezó a aparecer gente, los que iban llegando al río y veían lo que allí pasaba se quedaron. Siempre me ha horrorizado lo macabra que es la gente cuando hay alguna cosa de estas.
La policía local, rodeó la zona con una cinta de plástico, al poco rato llegó la policía científica, el juez para el levantamiento del cadáver, una ambulancia y varias docenas de personas a las que la policía local trataba de dispersar.
Se hicieron mediciones, se buscaron restos o pistas.
 Rodolfo y yo tuvimos que contar lo ocurrido varias veces, nos hicieron fotos del calzado, ya que aquella noche había llovido algo y había huellas en el barro.
Alguien, de los que miraban comentó:
En mi pueblo dicen que cuando se oye el silbato del “afilaor”, anuncia una muerte.
Otra dijo:
Pues en el mío dicen que va a llover y anoche llovió.
Sí, pero también hubo muerte, replicó otra.
Se nos acercaron varias personas y nos preguntaron si conocíamos a la víctima.
No, no podemos hablar, nos ha dicho la policía que no podemos hablar con nadie.
Al fin, después de varias horas de interrogatorios, tanto “in situ” como en el ayuntamiento, donde habían habilitado un despacho para la policía judicial que había venido de la capital.
Por la tarde, por separado, tuvimos que ratificar las declaraciones tanto Rodolfo como yo.
Cuando llegué allí, otra vez me tomaron todos los datos referentes a nombre, domicilio, carné de identidad, etc. Luego me sacaron tres folios escritos a máquina y un policía me dijo:
¡Firme aquí!
Con mucho gusto, pero antes permítame que lea el escrito. Le contesté.
Ya empezamos mal si no se fía de nosotros. Me dijo.
Oiga, perdone, yo me fio de todo el mundo, pero esto es una cosa muy seria y cualquiera se puede equivocar, así que si no le importa, leeré primero estas hojas, y si no le gusta, avise a su superior y se lo diré a él. Le contesté ya con un tono seco y serio.
Bueno, bueno, ¡Léalo!
Después de leer lo firmé, era mi declaración, igual desde el primer momento.
Bueno, ya puede irse, pero no se marche de la población sin nuestro consentimiento.
Buenas tardes, dije y me apresuré a salir de la habitación.
Ya en la puerta principal, al salir me crucé con el afilador que entraba custodiado por dos agentes.
Aquella noche ni siquiera cené, tenía el estómago bastante revuelto, me metí en la cama, pasé la noche en un duerme vela lleno de pesadillas y escenas del cuerpo cosido a puñaladas, me vinieron a la mente las muertes violentas ocurridas hacía algún tiempo en Menorca y Porto Pino. Trouvé notó mi nerviosismo, saltó sobre la cama y se puso a dormir a mi lado.
Por la ventana, a través de los cristales apareció una luna llena esplendorosa, por mi columna vertebral corrió un escalofrío y empecé a temblar, alargué la mano hacia donde notaba a Trouvé y este me lamió la mano como muestra de cariño.
Los recuerdo pasaron por mi cabeza, todo aquello quedaba atrás, cuanto tiempo parecía haber transcurrido y sin embargo solamente había pasado un año de los hechos relatados en “El viaje I, II y III”.

 

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