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viernes, 28 de junio de 2013

SIGUEN LOS INTERROGATORIOS (El Afilador Capítulo XII)

Los tres amigos intentan desenmarañar el caso, nuevos interrogatorios abren otras pistas importantes, se empiezan a aclarar algunas cosas aunque no lo parezcan, no todo el mundo es lo que parece, la policía intenta descubrir donde están las verdades y donde las mentiras.
Ya faltan menos capítulos, y mientras tanto ya hay nuevas aventuras de los tres amigos,
Y ahora...........

EL AFILADOR
Pedro Fuentes

CAPITULO  XII
Al día siguiente, a las nueve ya estaban los dos amigos en la zona habilitada en el ayuntamiento como comisaría, cuando llegó José Miguel se reunieron los tres alrededor de la mesa del despacho.
¿Alguna novedad? Dijo Ricardo.
No, ninguna, no ha aparecido el camarero y en la moto no hay más huellas que las suyas, es extraño que la moto estuviese bloqueada, quizás alguien lo recogió en un coche y pensaba volver pronto a buscarla. Dijo José Miguel.
El primero de los citados a declarar fue Rodolfo, lo hicieron pasar una vez que los dos amigos habían pasado a la sala de al lado.
Buenos días, señor comisario.
Siéntese, dijo el policía sin levantar la vista de los papeles que estaba leyendo. ¿Tiene algo que declarar que no nos haya contado? Piénselo bien, no queremos que luego averigüemos algo, ya nos ha ocultado cosas de vital importancia y por su bien más vale que coopere en todo. Aquí tiene la última declaración, léala tranquilamente y si tiene algo que comentar me lo dice.
Rodolfo cogió los folios y los leyó detenidamente, luego dijo: Si, señor comisario, es todo correcto, tuve miedo al ver que conocía a la victima y actué sin pensar. ¿Dónde lo firmo?
Una vez firmada la declaración, José Miguel le dijo:
Puede marcharse, pero es posible que le tengamos que llamar de nuevo.
Una vez fuera Rodolfo, entraron los amigos en el despacho. Un policía les indicó que había llegado el afilador, hicieron la misma táctica que la vez anterior. Salieron al balcón a fumar un cigarrillo, luego entraron de nuevo, se sentaron y llamaron para que pasase el afilador.
Entró el afilador, los nervios los llevaba a flor de piel, como siempre, el despacho estaba iluminado por la luz que entraba por un gran ventanal y el sol entraba directamente e incidía sobre la silla donde lo hicieron sentarse, de espaldas al sol, al otro lado de la mesa, estaba José Miguel, al fondo de la habitación en un punto de semioscuridad, en un sillón se situaron Ricardo y Pedro, donde eran casi invisibles para el interrogado que solamente divisaba de ellos una mancha oscura en contraluz.
El comisario. Con una carpeta en la mano le preguntó a bocajarro:
El día que se descubrió el último cadáver,  usted estaba entre los curiosos, ¿Qué hacía allí?
Lo que usted dice, curiosear, vi un montón de gente y quise saber qué había pasado.
 Usted va a cada población un día y había estado el día anterior allí.
Si, pero como me quedaron pendientes varias personas volví ese día y como fue al final del pueblo donde me faltó el tiempo, pero no me acerque por allí. Ese día no fui, se aventuró a decir el interrogado.
José Miguel, lentamente, con mucha teatralidad, sacó de la carpeta dos fotos y se las colocó en la mesa al afilador acompañadas de una fuerte palmada al colocarlas.
¿Se encuentra o se lo digo yo?
Si, tiene razón, me había equivocado, no me acordaba, cuando oí en el pueblo me acerqué por curiosidad.
¿Vio a alguien conocido alguno de los dos días?
Si, a varias  clientas, al dueño del bar Hamilton y a su camarero.
¿Conoce al camarero? ¿Tiene tratos con él?
¿Quién, yo? No gracias, a mi me gustan las mujeres.
Si, quizás demasiado, tenemos una ficha suya en la que consta una acusación por malos tratos. Después tenemos que su ADN se encontró en la segunda víctima.
Los malos tratos fue la denuncia de mi ex para separarse,  siempre dije que era inocente, que me acusaron en falso y nadie me creyó, se autolesionó, yo no le pongo la mano encima a las mujeres para pegarles y con la segunda víctima ya les dije que sí, que estuvimos juntos, pero luego la dejé en el Hamilton con vida.
¿Qué relación tiene con Dominic, el dueño del bar?
Solamente profesional, le afilo los cuchillos y cuando me pilla la hora de la comida cerca voy allí a comer algo, alguna tarde noche voy a tomar algo, de vez en cuando sale algún “planillo” y cuando cae algo, lo aprovecho.
¿En la furgoneta?
Si, como cuando estoy lejos de casa trabajando o en vacaciones la tengo montada como auto caravana, no me gusta ir a las casas de ellas, no sabes nunca lo que te puedes encontrar allí.
Bueno, aquí tiene todas las declaraciones, ahora vendrá un agente y le acompañará hasta otro despacho para que las lea y firme si cree que son correctas.
Entró un agente y acompañó al afilador.
Después de otro cigarrillo en el balcón intercambiando pareceres, volvieron a sus puestos y un agente le avisó de la llegada de Dominic.
Entró éste y el policía le indicó el asiento.
Señor Dominic, usted estuvo como espectador la mañana que descubrieron el tercer cadáver y un testigo ha declarado que en el segundo también. ¿Es verdad?
Si, en el segundo, alguien me lo dijo, creo que Anselmo, el camarero y nos acercamos los dos.
¿Reconoció entonces a la víctima?
No, no la llegué a ver, luego dijeron que no sabían quién era, luego, con la tercera pasó algo semejante pero me acerqué temiendo que fuese alguna chica conocida.
¿Ha vuelto a saber algo de Anselmo?
No, nada, sigo llamando por el móvil y está apagado.
¿Vive con alguien?
No, tiene un pequeño apartamento en la carretera de la costa, me he acercado allí y está todo cerrado y la vecina no lo ha visto ni oído.
Ricardo, desde la semi penumbra le preguntó:
¿Trabajo para usted Michelle alguna vez?
Si, esporádicamente, en verano.
¿La conoció en España?
Si, me vino a pedir trabajo de camarera.
Bueno, dijo el comisario, le llamaremos de nuevo para firmar las declaraciones.
¡Oiga!, yo tengo un negocio que atender y no puedo estar de aquí para allá.
Pues piense que si le encauso por sospechoso va a perder más tiempo detenido.
Puede marcharse hasta que le avisemos.
Salió Domingo y José Miguel dijo:
Vámonos al apartamento de Anselmo, ya he pedido una orden judicial.


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