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jueves, 25 de julio de 2013

APARECE LA MOTO DEL ASESINO (El afilador Capítulo XVI)

La moto del presunto asesino aparece.
 Ricardo estrecha el cerco.
El lo tiene bastante claro.
Pedro sabe que Ricardo es como un sabueso, cuando huele la pista ya no la abandona. En su cabeza ya hay un esquema de lo que ha pasado, todas las piezas del puzzle ya las tiene, ahora solo hay que unirlas.
¿Conseguirá el asesino consumar un cuarto asesinato?
¿Lo ha cometido ya?
¿Dónde está el camarero?
¿Es quizás él una victima más?

Y ahora...........


EL AFILADOR

Pedro Fuentes

CAPITULO XVI

Al día siguiente Ricardo fue a recoger a Pedro y se dirigieron a la comisaría, pero antes, mientras le contaba lo sucedido el día anterior.
Antes de ir a ver a José Miguel, vamos a ver en par de sitios donde sospecho que pudiese estar la moto.
Ricardo se dirigió por la carretera de la costa y fue parando por todos aquellos sitios en los que pasa justo por el borde del mar o hay playa como en la que apareció la moto del camarero, no dio resultado, así que se dirigió a  un puente que pasa la carretera general por encima, siguiendo la riera hacia arriba, ahora sin agua, andando recorrieron como cosa de mil metros, allí era utilizado por la gente para deshacerse de cualquier cosa vieja y por donde ahora iban negros que se dedicaban a recoger chatarra para venderla.
Allí, debajo de unos cuantos hierros y un somier encontró la moto a la que previamente le habían prendido fuego.
Desde allí mismo llamó al policía y le dijo:
José Miguel, he encontrado la moto, estoy en el sitio.
Le indicó el lugar y a los diez minutos apareció con dos especialistas en huellas.
Efectivamente era la moto, o más bien lo que quedaba de ella.
Las muestras de barro pegado a las ruedas y radios coincidían con el barro del bosque y  además  encontraron los restos de los cables de las luces cortados, de huellas dactilares u otras huellas no había.
Si seguís buscando por aquí seguramente encontrareis restos de ropa y calzado quemados.
José Miguel no dejaba de sorprenderse y al fin le dijo a Ricardo:
Voy a tenerte que poner en la lista de sospechosos, sabes demasiado, tanto casi como el asesino.
Pedro, que no dejaba de tomar notas le dijo:
De aquí me va a salir una novela, lo malo es que nadie se va a creer las aventuras de éste y señaló a Ricardo.
Ya sabes lo que yo he dicho siempre, “la cabeza se ha hecho para pensar, no para separar las orejas” Como dijo Hércules Poirot “hay que usar la materia gris”
Bueno, bueno, son puras deducciones que han tenido suerte, dijo José Miguel riendo y dándole una palmada en la espalda a su amigo.
Cuando terminaron allí era ya  casi el medio día, por  lo que marcharon a comisaría para esperar a la mujer de la noche anterior y ver si se acordaba de algo más.
¿Cuál crees que debe ser el próximo paso? Dijo el comisario.
Yo esperaría los informes de la Interpol y trataría de encontrar al  camarero, vivo o muerto. También hay que saber si el afilador estuvo en el pueblo.
Una vez en comisaría, encontraron que ya había llegado el informe de Interpol, negativo, por ese nombre no aparecía nada del tal Dominic o Domingo, lo cual podía ser por dos motivos, o no estuvo nunca en Francia o si estuvo sería con otra documentación, se seguían analizando las huellas dactilares y en principio, si no tenía antecedentes no se podría detectar nada, en cuanto a ADN, era una técnica muy moderna y no existían archivo todavía, salvo delitos muy graves y muy recientes.
El policía contrariado comentó a sus amigos:
Hay que averiguar más, o su identidad actual es falsa o entró en Francia con otra documentación.
Dijo que había sido marino mercante, quizás por ahí se podría buscar algo, tanto en Francia como en España, aquí, en el Ministerio de Fomento, que es a donde pertenece la Marina Mercante, estamos todos los marinos profesionales o deportivos inscritos, comentó Ricardo.
Entraremos por ese lado, dijo José Miguel.
Al poco rato llegó la mujer atacada el día anterior. Un policía le hizo pasar al despacho.
El comisario le indicó un asiento y le preguntó:
¿Señora o señorita?
Señorita, respondió Elisabeth, soy divorciada, mi marido era inglés también, vive en un pueblo de la provincia de Valencia, yo me establecí aquí cuando el divorcio, hace quince años, monté una pequeña tienda de ropa para niños, no me va mal y vivo tranquila.
Cuéntenos qué pasó anoche.
Cuando cerré la tienda, que se me había hecho más tarde de lo normal, me cambié, me puse el chándal y las zapatillas, como sabe, vivo al principio del paseo, cuando pasé por mi casa, dejé el bolso allí, porque llevaba algo de dinero, cogí un botellín de agua y salí a correr hasta el final del paseo, normalmente al llegar a los primeros árboles me doy la vuelta, pero ayer me encontraba con ganas de correr, porque no me había movido en todo el día y me adentré un poco más, me dio la impresión de que alguien se movía detrás del árbol más grande que hay allí, pero como no temía nada, pensé que serían cosas mías. Luego, dos pasos más adelante, fue cuando me salió el hombre aquél.
¿Cómo sabe que era un hombre? Dijo Ricardo.
No, no lo sé, lo supuse porque era alto y corpulento, más que las mujeres, por lo general.
¿Habló o dijo algo?
No, creo que no, sin embargo si hizo mucho ruido y al yo gritar, salió corriendo en dirección contraria.
¿Le vio la cara?
No, ya le he dicho que no, llevaba un pasamontañas y una especie de chándal oscuro, no lo pude ver muy bien porque no había casi luz.
¿Tuvo miedo?
No, en realidad me asustó al verlo de improviso delante de mí con el cuchillo.
Usted parece muy detallista, dijo Ricardo, ¿Se fijó como llevaba el cuchillo?
Por favor, póngase de pie y mire de hacer lo que hizo el atacante. Dijo José Miguel ofreciéndole una regla de unos cuarenta centímetros que había en la mesa.
La mujer cogió la regla con su mano izquierda y la empuñó a modo de cuchillo de arriba abajo.
¿Es usted zurda? Dijo Ricardo.
No señor, soy diestra.
¿Está segura de que cogió el cuchillo de arriba a abajo?
Si, lo vi al contraluz y si hubiese cogido el cuchillo de abajo para arriba no lo hubiese visto brillar con la luz de la luna.
¿Qué pasó luego?
Me sorprendí porque no esperaba aquella reacción, pareció asustarse él de mí. Dio media vuelta y salió corriendo, no vi ninguna moto, me encontré con usted y es cuando me derrumbé, hasta entonces, salvo el susto que me dio no tuve verdadero miedo, en realidad no creo que mi vida corriese peligro.
¿Cree  que salió corriendo cuando me vio detrás de usted?
No porque yo lo vi a usted después de correr por lo menos quince pasos y él ya había desaparecido cuando yo empecé a correr.
Muy bien, señorita Elisabeth, nos ha sido de una gran ayuda, si no le importa tendrá que pasar en otro momento a firmar la declaración, ahora a la salida un compañero le tomará todos los datos y el teléfono, si se acordase de algo más, por favor avísenos.
Una vez se hubo marchado, los tres amigos se dirigieron a comer, mientras Ricardo decía:
Ya lo tengo claro.
¿Qué tienes claro? Dijo Pedro ¿Ya sabes quién es el asesino?
No, hombre, el asesino no sé quien es, pero ya se descubrirá él solo, lo que pasa es que si se mete la policía por medio (y tú perdona, dijo señalando a José Miguel) espantan la caza antes de que lleguemos los cazadores.
Ya te he dicho que a la hora de la acción nos dejes a nosotros, no te puedes poner en peligro ni interponerte a la labor de la policía.
Vale, pero como no sabéis qué hay que cazar, haré de perdiguero y os pondré la pieza a tiro.


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