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jueves, 10 de octubre de 2013

Y NO ESTABA MUERTA (Capítulo I)

Hoy publico el capítulo I de un relato nuevo, ésta es una historia basada en la realidad, ocurrió no hace mucho pero en la prensa pasó con una pequeña reseña en un periodico.
Los nombres de las personas y algunos datos que pudiesen servir para la identificación de los protagonistas, han sido modificados y cambiados.
Espero que os guste.
Y ahora..................


Y NO ESTABA MUERTA

Pedro Fuentes

Capítulo  I

Cuando Gertrudis cayó por aquellas escaleras de su casa, pensé que se había matado, rodó desde el piso por la escalera de caracol que tan poco le gustaba, siempre decía:
Esta escalera tan retorcida y con medios escalones me va a matar, pánico le tengo cada vez que la tengo que bajar.
Yo estaba en el porche de la casa, arreglando unas plantas, la puerta estaba abierta como casi siempre y oí un gran ruido y entré corriendo, la escalera está a la izquierda de la entrada y la puerta si no está cerrada no te deja ver el resto del recibidor ni la entrada del salón cuya puerta queda a la izquierda de la escalera, por lo que tardé un momento en ver nada hasta que cerré la puerta. Al ver a mi mujer en el suelo y con el cuerpo retorcido, el brazo derecho hacia atrás dislocado del hombro, el izquierdo le había quedado debajo del cuerpo y ambos pies mirando hacia el mismo lado igual que las rodillas. Un hilo de sangre manaba de la sien derecha y toda ella inmóvil.
Corrí  a su lado y le tomé el pulso,  noté unos leves latidos en mis dedos índice y corazón, vi también que su labio inferior temblaba ligeramente, no me atreví a moverla, corrí al teléfono situado en el otro lado del recibidor y llamé al primer número que se me ocurrió, el 091, me contestó la policía y se hicieron cargo de todo, la verdad es que con lo largo que se me hizo el tiempo, solamente pasaros 5 minutos en los que yo me acerqué a Gertrudis, le levanté ligeramente la cabeza con mi palma derecha y le puse un pequeño cojín de la silla que hay enfrente de la mesita que hace de recibidor, me senté en el suelo a su lado y le cogí la mano mientras le decía:
¡Cariño! Ya he avisado, enseguida vendrán, tranquila, verás como no ha sido nada, te pondrás bien, ya verás.
Por un momento me pareció que abría el ojo derecho y me miraba.






Cuando llegó la ambulancia, el médico que venía con ellos, tomó el pulso de nuevo, midió la presión sanguínea, le miró la pupila, le pusieron una mascarilla, un par de inyecciones, no sé de qué, le inmovilizaron el cuello con una especie de collarín y la tendieron en la camilla con sumo cuidado, a la orden de tres, izaron la camilla, de la que salieron unas patas y delicadamente pero sin pausa, la trasladaron a la ambulancia, me invitaron a acompañarla y nos fuimos para el hospital con las sirenas a toda marcha.
Mientras íbamos, el médico y la enfermera hacían pruebas a Gertrudis, yo observaba sus caras y no me daban buena impresión, además, hacían entre ellos algún comentario en voz baja y lo único que capté fue que no respondía a ningún estímulo. Por un par de veces le inyectaron algo en el gotero y en el monitor que llevaba parecía como si las pulsaciones y el ritmo cardiaco aumentara.
Llegamos al hospital y lo único que me dijeron fue que me acercara al mostrador de recepción para hacer el ingreso.
Estaba  sentado en la sala de espera cuando me llamaron por el altavoz, acudí al mostrador y me indicaron un despacho para que entrase. Abrí la puerta y allí había, al frente una mesa en la que detrás, sentada había una mujer con una chaquetilla blanca y el anagrama del hospital en el lado superior izquierda de ésta. Me indicó con un gesto que me sentara y así lo hice, inmediatamente me dijo:
Cuénteme detalladamente qué pasó.
No lo sé, vivimos en una casa de dos plantas, yo estaba fuera, en el porche arreglando unos tiestos cuando oí un fuerte ruido, entré y me encontré a mi mujer tendida en el suelo. Como estaba arriba arreglando la habitación, supuse que se había caído por las escaleras. Corrí a atenderla, al ver en qué estado se encontraba, no quise tocar nada y llamé pidiendo ayuda.
¿Por qué llamó a la policía?
Porque fue el primer número que me vino a la cabeza, con tanto, que hay, me hice un lío, que si policía local, que si bomberos, que si 112, que si para el maltrato, etc, el primero que me vino fue el 091.
¿No sería el subconsciente que le hizo creer que era un delito?
No, señora, la cosa estaba clarísima.






¿En la casa hay más puertas, por detrás?
Si, en la cocina hay una que da al jardín trasero y al garaje.
¿Estaba usted solo en la casa?
Si, además de mi esposa.
¿Pudo salir alguien por detrás?
Un momento, señora, dije algo enfadado, ¿Quién es usted para someterme a este interrogatorio?
Soy la  responsable de discernir en este hospital si hay o ha habido maltratos a la mujer o a los niños.
Pues miré, señora, estoy aturdido por lo que le ha pasado a mi mujer y esperando a que me digan algo, así que déjeme en paz, coño, y si quieren interrogarme, llamen a la policía, que usted no es nadie para machacar a la gente por el mero hecho de tener un familiar herido.
Me levanté y salí de la habitación.
Una hora después me volvieron a llamar, pero esta vez era el doctor que había atendido a la mujer.
Sr. Ramón, su mujer ha sufrido un muy grave accidente, la tenemos en coma inducido hasta que podamos determinar el verdadero estado de todo, tiene dos vértebras lumbares rotas y afectada la médula, además con no tanta importancia tiene la clavícula y la pelvis rota, el húmero del brazo izquierdo, un poco más arriba del codo también está roto y una fisura de cráneo que estamos evaluando.
 No sabemos todavía qué secuelas pueden acarrear estas lesiones, en principio, una vez la saquemos del coma inducido, puede que no llegue a despertar y siga en un coma que puede ser irreversible, pero eso son suposiciones, lo que si creemos es que quedará inválida, la lesión de la médula es muy grave, es posible que pierda la movilidad de uno o dos brazos, en cuanto a la fractura de cráneo, es limpia y no ha perdido masa encefálica, quizás haya perdido la visión de un ojo, pero todavía no se puede asegurar nada, hasta que no pasen 48 horas no podemos hacer ni asegurar nada, dentro de una media hora le avisaremos para que pueda entrar un momento a verla en la Unidad de Vigilancia Intensiva, luego tendrá que salir y no podrá verla hasta mañana otro momento, así que después de la visita de hoy puede marcharse a casa, que si hubiese alguna evolución, tanto positiva como negativa, le llamaremos a su móvil.
Aquello me dejó anonadado, no sabía qué hacer ni qué pensar. Al poco rato aparecieron por la sala de espera dos vecinos que se habían enterado y venían a saber algo.




Al  cabo de una hora me avisaron para poder pasar a ver a Gertrudis, me llevaron a un cuarto anterior a la UVI, allí me hicieron descalzar, ponerme una funda en los pies, una bata verde un gorro del mismo color y una mascarilla, me hicieron lavar las manos con un desinfectante y me acompañaron por entre varias camas en las que había pacientes acostados, inmóviles y conectados a diferentes aparatos, así llegamos a la que estaba mi mujer, la pude reconocer porque me lo dijo la enfermera, además de llevar casi toda la cabeza vendada, tenía puesta una mascarilla de oxígeno y un color amoratado cubría casi toda su cara.
Acaricié sus dedos de la mano derecha con sumo cuidado ya que del dorso de ésta  le salía un catéter.
Gertrudis, estoy aquí contigo, me han dicho que no me oyes, pero yo creo que sí, solamente puedo estar un ratito contigo, luego tengo que salir, pero ellos te cuidarán, no te preocupes por nada, verás cómo te curarás pronto y todo pasará.
Cuando vino la enfermera a avisarme que tenía que marchar, le di un beso a través de la mascarilla en su mejilla y le dije: Te quiero.

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