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jueves, 28 de noviembre de 2013

EL ULTIMO VIAJE DEL "DESTINO" Capítulo I

Hoy comienzo un relato bastante largo, quizás nos dure hasta febrero o marzo de 2014, este relato es una historia de Ricardo con su anterior velero, un Furia 25 anterior al barco que se relata en "El Viaje I".
Gracias a las charlas con Ricardo en las largas tardes de invierno, el libro de Bitácoras y las cartas que guarda Ricardo, he podido reconstruir esta historia y otra más que seguramente se publicará a continuación, espero que os guste, os recomiendo, a los que no conocen la navegación que se hagan con uno de tantos diccionarios de náutica que hay en intrenet.

Y ahora......................

EL ULTIMO VIAJE DEL “DESTINO”

Pedro Fuentes

Capítulo  I
Salí de Blanes a donde había ido porque me salió un comprador para el barco, una vez apalabrado faltaba la firma que sería a primeros de Julio. La idea era ir hasta Benicarló, mi puerto base, antes de firmar, para descargar todos los efectos personales y entregar el barco limpio, pero todavía faltaban más de dos semanas y mientras tanto, como no tenía nada que hacer, me dediqué a hacer las últimas navegadas por la Costa Brava.
Aquella tarde salí sin rumbo, deseaba despejar mi mente, había tenido un mal invierno, todo había pasado muy rápidamente, de pronto un día descubrí que nada me quedaba, el trabajo se fue al garete. No sé si como consecuencia o ya venía de antes, me encontré con una carta en la que la persona a la que estaba unido me abandonaba, todo se quedó en un vacío a mí alrededor.
Me fui al puerto, preparé  mi velero, un Furia 25, largué amarras y salí por la bocana del puerto sin rumbo a ninguna parte.
Llevaba 2 horas navegando entre través y ceñida. Dejándome llevar por la suave ventolina   que me llevaba a una velocidad de tres nudos y medio. Cuando me fijé en el rumbo de compás, 147 grados, el piloto automático parecía parado, la mar plana, la mar era un pequeño rizo que no llegaba a romper, el cielo estaba despejado y eran las cinco de la tarde, había salido a dar una vuelta, a olvidarme del mundo durante unas horas, solamente la gente de la mar sabe lo que es navegar en solitario, el cielo, el mar y tú, título de por lo menos un libro de navegación, pero es verdad, si no eres capaz de encontrarte a ti mismo en esas circunstancias, déjate de buscarte o búscate en otro lugar, no pierdas el tiempo.
Llevaba el GPS apagado, lo encendí y éste me dio un plano general de la carta, miré el compás, seguía en el 147º miré de nuevo el GPS y allá, al fondo del 147º apareció u destino:
 Faro de Faváritx en Menorca. Llevaba pertrechos como siempre a bordo del “Destino”, nombre de mi barco, y pensé:
Nadie me espera, soy un espíritu libre, tengo para veinte días antes de entregar el barco a su nuevo dueño cuando vuelva,  luego me encontraré igual de solo y rodeado de recuerdos, yo soy el  “chino cocinero” del “Destino” y de mi destino. No es la primera vez que vuelvo a empezar de nuevo, mi rumbo es 147º y allá vamos, Menorca.
No parecía que fuese a cambiar el tiempo pero de todas formas, entré en la cabina y fui preparando todo, el traje de agua cerca, encendí la emisora, canal 16 por si había algún mensaje sobre el tiempo o alguna incidencia, coloqué en la mesa de cartas la correspondiente a la zona de navegación, calculé el rumbo y la velocidad, si el viento se mantenía así o arreciaba un poco más, podría conseguir los cuatro y medio o cinco, por la hora que era y la dirección del viento era muy posible que no cambiase por la noche, además, cuando ésta llegase los terrales ya no me alcanzarían.
Fui preparando las cosas, incluida la comida para tenerlo todo más al alcance de la mano si se terciaba el tiempo.
Preparé el termo grande de café y metí unas cervezas en la nevera, comprobé la carga de baterías y las luces de navegación.
Todo esto muy pendiente de los pesqueros que a esas horas regresan a Blanes después de un día de faena y que van a toda máquina, todo era correcto, a partir de las doce pondría el motor en marcha para cargar baterías.
Por la banda de babor, a una media milla apareció un pesquero conocido. Me acerqué a la emisora, puse el canal de los pescadores y llamé:
Mar Blava, Mar Blava, Mar Blava, aquí Destino, ¿Me escuchas? Cambio.
La inconfundible voz de mi amigo Pitu LLauradó, mas conocido por “Bicicleta” me contestó:
Hola, Destino, hola, Ricardo, ¿Dónde andas? cambio.
Te tengo por proa, me voy a dar una vuelta por Menorca, ¿Te vienes? Cambio
Me c… en dena, ahora mismo me iría, si vas por Mahón tráeme un par de gorras como la mía, las encontrarás en la tienda de efectos navales del puerto de Mahón.  Cambio
De acuerdo, nos veremos a la vuelta, cambio
Buena travesía y cuidado con el gin y las hierbas. Cambio y corto.
Cuando nos cruzamos, Pitu salió de la cabina y me saludó.
Le devolví el saludo y recordé cuantas veces había ido a pescar con él y cuantas había venido a navegar conmigo, había empezado a navegar y pescar con doce años con su padre pero no se cansaba nunca de salir a la mar.
De vuelta en la cabina, en la mesa de cartas la correspondiente, busqué en el GPS la demarcación y la hora, luego, sobre la carta anoté hora, velocidad, longitud y latitud. Había un pequeño abatimiento a sotavento, pero ya lo corregiría en la siguiente lectura si aumentaba. Dentro de dos horas anotaríamos la siguiente. La verdad es que habría que tomarla con sextante, pero me parece que eso no lo hace nadie.
Una vez visitando el Juan Sebastián Elcano, un guardiamarina me enseñaba los sextantes y  le había preguntado de broma por el GPS. Me contestó muy serio que ellos solo usaban el sextante, después me dijo:
Bueno, luego lo compruebo con el GPS por si acaso.
Subí a cubierta, preparé una línea de vida y me puse el chaleco auto hinchable, hay normas que no se pueden saltar a la torera si se navega en solitario, me preparé del termo una taza de café y me fumé el primer cigarrillo, luego cacé la mayor y el génova y el barco pareció ganar velocidad. Una gaviota seguía solitaria la estela del barco ¿Sería Juan Salvador Gaviota? No, Juan Salvador era yo, ya empezaba a sentirme libre.
Ya han pasado todos los pesqueros que vuelven, han pasado tres horas de navegación, tierra empieza a desaparecer, ya no se divisan los pueblos, el ruido de las olas al romper contra la proa del barco es el único sonido que se escucha, las velas van bien cazadas y en ningún momento flamean, los catavientos parecen flotar en el espacio.
Es extraño, no afloran recuerdos recientes, mi mente se va a la infancia, cuando vivía en un pequeño pueblo con mis padres y era monaguillo y por mi cabeza de crio de ocho años rondaba la idea de hacerme sacerdote cuando fuese mayor.
Las travesuras de crío me rondaban, solamente tenía una hermana mayor, veintidós años, se había ido a estudiar a Madrid. Allí tenía un novio con el que pensaba casarse cuando terminase los estudios de enfermera, su novio algo mayor que ella era militar.
Mis padres eran bastante mayores, Paco, mi padre, agricultor murió cuando yo tenía nueve años.
Una sonrisa vino rodeada del recuerdo de cuando intentaron poner un tiovivo en el pueblo y  terminó con uno de los hechos que marcaron a aquel pueblo para siempre, fue el hazme reír entre los pueblos de la comarca, decían: Si vas a …… ten cuidado con la corriente eléctrica.
Al poco tiempo de aquello, mi madre quedó con mi hermana que me fuese a Madrid con ella, a estudiar, decía que así tendría más futuro, luego, cuando a los seis meses murió mi madre, mi hermana supo que mi madre estaba muy enferma y no quería que yo tuviese el  recuerdo de verla morir poco a poco.
Llegué a Madrid y me encontré con el mejor de los mundos, mi hermana estaba recién casada entonces, tanto ella como su marido me trataron como un hijo, me matricularon en un colegio religioso, allí había conocido al padre Lázaro, su profesor de latín y consejero espiritual, habían hecho una buena amistad.
Cuando  mi madre murió nos acompañó a mi hermana, su marido y a mí al pueblo y nos ayudó todo lo que pudo.
Dicen que las grandes ciudades cuando llegas de un pequeño pueblo, te devoran, yo me integré perfectamente en Madrid, creo que aproveché las oportunidades que te ofrecen las ciudades sobre todo de diversidad cultural, teatros, universidades, allí hice mis mejores amigos y pasé grandes aventuras, allí conocí a mi primer amor, Enriqueta.
Un par de años antes había abandonado la idea del sacerdocio. Lo de Enriqueta fue lo más grande que me pudo pasar y el comienzo de mi peor etapa, después de Enriqueta, que duró diez meses entré en una etapa oscura en la que pasé por una crisis personal que me mal llevó por la vida y que culminó con la muerte de mi hermana y su marido en un accidente cuando iban al pueblo.
Me quedé solo en el mundo con diecisiete años, un tío de mi cuñado, militar de alta graduación asumió mi tutoría, seguí viviendo en el piso de mi hermana, que heredé y el militar, excelente persona, en todo momento se ocupó de mí, supervisó mis estudios, controló mi administración y se preocupó de todo lo que me concernía.
Me viene a la memoria el recuerdo del  padre Lázaro, al que veía de vez en cuando y se preocupaba por mis crisis de fe.
Recuerdo ahora las buenas horas pasadas con mis amigos Vicente y Pedro cuando me llevaron a la sanadora de cerca de Morata de Tajuña  para que me curase de la úlcera de estómago y tantas personas a las que conocí en aquella época.
Varias mujeres hubo en aquellos tiempos, algunas las recuerdo con cariño, otras me hirieron, pero como siempre digo, en esta vida todo te enseña y todo te hace madurar y siempre, siempre estás madurando.

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