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jueves, 21 de noviembre de 2013

Y NO ESTABA MUERTA Capítulo VII y Epílogo

Hoy se termina, con el Capítulo VII y un Epílogo Y NO ESTABA MUERTA, espero que sea de vuetro agrado.

La semana que viene comenzamos con un nuevo relato.

Y ahora................

Y NO ESTABA MUERTA
                                                                                                                  
Pedro Fuentes

Capítulo  VII

Eran las diez de la mañana cuando a 500 kilómetros sonó el teléfono móvil de un viejo conocido.
¿Si, dígame?
¡Ricardo! ¡Hola!, ¿Me conoces?
Si, claro, ahora si, José Miguel, ¿Has vuelto a la costa?
No, no, estoy en Madrid, te llamo por dos razones, la primera es saber cómo estáis tú y Pedro, y la segunda es porque quería consultarte algo.
Si, estamos bien, con Pedro de vez en cuando vamos a pescar y está bien ¿Y tú qué tal andas?
Bien, con mucho trabajo pero bien, de eso quería hablarte, tengo un asunto sobre la mesa del despacho que no tiene mucha importancia, se trata de un posible accidente, pero es tan claro, tan perfecto, tan limpio que antes de darle carpetazo y cerrarlo quería comentártelo.
José Miguel le explicó a su amigo el caso de Gertrudis y luego le dijo:
¿Por qué no te vienes a Madrid y vamos a hacer una última inspección del caso?
Bueno, en realidad ahora no hago nada y no me vendría mal un paseo por la capital.
Coméntaselo a Pedro y os venís los dos y así de camino nos vemos y pasamos unos días juntos.
Bueno, te diré algo sobre Pedro y si dice que sí marchamos mañana mismo. Ahora con el AVE es un paseo.
Ricardo habló con Pedro y asintió rápidamente, aquella misma tarde, después de avisar al comisario se fueron a Valencia y desde allí cogieron el tren hasta Madrid.
Llegaron y José Miguel les estaba esperando para irse a cenar.
Bueno, José Miguel, dijo Ricardo, dices que en la casa la mujer oyó una llamada de teléfonos y al correr tropezó y cayó por las escaleras, ¿Desde dónde llamaron?
Desde un móvil de prepago, ya sabéis, estos teléfonos en principio tienen que estar identificados, pero hay varias trampas para ponerlos a nombre falso y éste es uno de ellos.
Esa es una de las causas que hay para sospechar, ¿Se habían recibido más llamadas de este número? Preguntó Ricardo
Si, algunas pero siempre sin ser contestadas, pudiese ser de esos teléfonos que últimamente todo el mundo recibe llamadas, no hay denuncias, pero a veces pasa.
Después de cenar los tres amigos aprovecharon para irse al teatro y luego Ricardo y Pedro se fueron al hotel y quedaron en que a las 10 los recogería José Miguel con el coche e irían a visitar la casa del accidente.
A las diez en punto de la mañana siguiente José Miguel entró en el hotel a recoger a sus amigos cuando estos estaban dejando las llaves en recepción.
Buenos días, dijo el comisario, el coche nos espera.
Subieron al coche y marcharon hacia Chamartin, al barrio de Ciudad Jardín-Prosperidad, localizaron el chalet, una casa ya antigua pero bien cuidada con un jardín muy arreglado. En el porche una mujer, en una silla de ruedas eléctrica tomaba el sol.
Llamaron al timbre y del interior, cuya puerta estaba abierta salió una mujer de unos treinta y pocos años, alta y esbelta.
¿Qué desean? Dijo la mujer a dos metros de la puerta de hierro forjado donde estaban parados los tres amigos.
José Miguel sacó su placa y se la enseñó mientras decía:
Soy el comisario José Miguel Martínez y venimos a terminar un formulismo sobre el accidente que sufrió la señora Gertrudis.
Fina miró a Gertrudis y ésta asintió con la mirada para que abriese la puerta.
Una vez en el jardín se dirigió a Gertrudis y le preguntó si era ella, Fina intervino y le dijo:
No habla, solamente le puede responder por señas, moviendo los párpados, una vez para decir si, dos para no, varias veces para decirle que no sabe o no comprende. Si conoce el alfabeto para sordos con las manos también le puede decir alguna cosa corta.
Bien, gracias, intentaremos entendernos, suponemos que usted es la señorita de compañía, ¿Vivía en la casa cuando ocurrió el accidente?
No, yo fui contratada después, cuando salió del hospital.
¿Está el marido de la señora?
No, está trabajando, no vendrá hasta la tarde.
Bueno, puede retirarse, luego querremos hacerle unas preguntas a usted, ¿La señora nos entiende bien?
Si, contestó Fina a la vez que Gertrudis parpadeó una vez.
Fina se alejó hacia el interior y los tres amigos se sentaron en unas sillas que movieron hasta ponerlas enfrente de la silla de ruedas.
¿Se llama usted Gertrudis?
Esta asintió
Según el informe, usted se encontraba en el piso superior de la casa cuando sonó un teléfono en el recibidor, llamó a su marido que estaba aquí en el porche y no le oyó, quiso bajar por las escaleras y tropezó con algo y cayó por las escaleras.
Gertrudis iba afirmando mientras José Miguel leía el informe.
¿Sonaba el teléfono más veces así?
Si.
¿Cuándo contestaban decían algo?
No.
¿Respondía también el teléfono su marido? Preguntó Ricardo.
Si.
¿A él le decían algo?
La mujer parpadeó una vez, hizo una pausa y parpadeó dos veces mientras que abriendo la mano derecha movió los dedos pulgar y meñique arriba y abajo.
¿Quiere decir que a veces si y a veces no?
Si.
¿Cuándo cogía el teléfono su marido se equivocaban?
Parpadeó una sola vez mientras volvía a mover la mano.
¿Tiene usted teléfono móvil? Preguntó Pedro mientras iba anotando cosas en una libreta
No.
¿Y su marido?
Si.
¿Habla mucho por él?
Si.
¿Más que por el fijo?
Si.
¿Perdió el conocimiento cuando cayó?
La mujer expresó duda.
¿Oía algo?
Si.
¿Vio algo?
Si.
Empleando el abecedario para sordos dijo:
L U Z - T U N E L.
¿Quiere decir que vio un túnel en el que al fondo se veía una luz blanca y cegadora? Preguntó Pedro.
Si, si, si.
¿Cuándo dejó de verla?
La mujer dudó, luego otra vez con las manos dijo:
A M B U L A N C I A.
¿Le importaría que viésemos la escalera? Dijo José Miguel.
La mujer, con un movimiento de las manos hizo girar la silla sobre sí misma y recorrió el espacio hacia la puerta.
Los tres amigos la siguieron. Una vez en el recibidor vieron el teléfono, la puerta como quedaba abierta, subieron por la escalera, en el descansillo de arriba, cubierto por moqueta, Ricardo recorrió el espacio entre la habitación de matrimonio y la escalera, comprobó que la moqueta estaba bien sujeta, pegada al suelo, luego recorrió todos los bordes de ésta.
Ricardo le dijo algo a Pedro y éste bajó hasta el porche, sonó el teléfono fijo y Fina salió de la cocina a descolgarlo.
¡Diga! ¡Dígame! ¿Quién es? Nada, no responde nadie. Dijo Fina y colgó de nuevo.
Pedro entró en la casa y cerrando la mano derecha, dejó el dedo pulgar hacia arriba, José Miguel sonrió y empezó a bajar por las escaleras seguido de Ricardo.
Abajo les esperaba Gertrudis.
Por la puerta de la calle apareció un hombre de estatura media, delgado, con gafas y una barba espesa pero arreglada.
¿Se puede pasar? Preguntó.
Ricardo le preguntó:
¿Es usted el esposo de la señora Gertrudis?
No, no, soy el psicólogo y vengo una o dos veces por semana, hoy no tocaba venir, pero he ido a un recado aquí cerca y me he acercado pero solamente de visita.
Soy el comisario y hemos venido a hacer una visita rutinaria para poder cerrar el caso, pero ya que está usted aquí, me interesaría consultarle unas cosillas, ¿Le importa que salgamos al jardín y hablemos un momento?
En absoluto, estoy a su disposición.
Y salieron los dos. Ricardo le preguntó a Fina:
¿A qué hora suele venir el esposo?
Depende, normalmente sobre las cuatro o cinco de la tarde, pero a veces viene más tarde pero suele avisar, cuando ha sonado el teléfono pensé que sería él.
Entró José Miguel por la puerta de la calle y dirigiéndose a Gertrudis le dijo:
Bueno, señora, por ahora hemos terminado, pero tenemos que hablar con su marido, así que esta tarde volveremos sobre las cinco y media, díganle que nos espere, que solamente nos falta hablar con él para cerrar el caso.
 Puso su mano sobre la mano derecha de Gertrudis y se despidió de ella:
Encantado de conocerla, lamento que sea en estas circunstancias, pero veo que usted es muy fuerte y sabrá salir adelante.
Los tres amigos se marcharon.
Vamos a la comisaría, tenemos que hacer un poco de trabajo y luego nos vamos a comer ¿De acuerdo?
Ricardo y Pedro asintieron.
Pasaron el resto de la mañana haciendo averiguaciones y comentado varias cosas, Pedro cogió todo el expediente y lo leyó de arriba abajo, algunas veces preguntaba algo a José Miguel y otras recalcaba otras en las que no parecía haber caído Ricardo.
Ricardo y Pedro, como ya sabemos todos por otros casos, habían sido nombrados colaboradores de la policía, bueno, Pedro siempre decía que Ricardo era el colaborador, que él era solamente su biógrafo.
Cuando terminaron las averiguaciones que estaban haciendo, se marcharon a comer cerca de la comisaría, luego volvieron, dieron un nuevo repaso a los papeles y marcharon al chalet de Ramón y Gertrudis.
Llegaron a las cinco y veinte, llamaron a la puerta y Fina les abrió, entraron en el salón y allí estaban Ramón y Gertrudis, Fina se marchaba cuando José Miguel le dijo que se quedase.
Bueno, estamos aquí porque tenemos que charlar con ustedes para poder cerrar este caso, dijo José Miguel, a continuación mi compañero dará lectura al expediente, e hizo una seña a Pedro que comenzó la lectura. Cuando llegó a la llamada de teléfono paró.
Ricardo le dijo a Ramón:
Usted dice que no escuchó el timbre, sin embargo cuando declaró por primera vez dijo que estaba en el porche y con la puerta abierta, ¿Se ratifica en lo dicho entonces?
Si, no oí nada, quizás estaba muy concentrado en lo que hacía o en la calle pasó alguna moto y no escuché nada.
Sin embargo nosotros hemos hecho la prueba esta mañana y el timbre se oía perfectamente desde el porche, más que desde la habitación de matrimonio donde estaba su esposa, tampoco oyó la voz de su mujer llamándole desde arriba, pero bueno, quizás usted sea más duro de oído que todos nosotros, pero la verdad es que el teléfono suena una barbaridad. Usted, señorita Fina ¿Tiene aquí un móvil para llamar al teléfono fijo y probarlo?
Fina sacó un móvil del bolsillo del vestido y marcó. El teléfono sonó fuerte. Vale, puede colgar, dijo José Miguel y preguntó a Ramón ¿Lo ha oído bien?
Si, señor comisario, fuerte y claro.
Y usted, Srta. Fina, ¿Tiene otro móvil?
No, ninguno más.
Pedro sacó un teléfono y marcó un número.
Dentro de un bolso en la mesita de al lado del sofá cama sonó débilmente un teléfono.
Nadie se movió, Fina miró extrañada, José Miguel  preguntó ¿De quién es ese teléfono?
Fina respondió, es de una amiga mía que me  dijo que se lo guardase.
Es curioso, dijo Ricardo, ese teléfono de tarjeta prepago está a nombre de un hombre que murió hace tres años y es desde ese mismo teléfono desde donde se realizó la llamada del día del accidente.
Eso no prueba nada, dijo Ramón.
Ya, ya lo sabemos, pero desde ese teléfono se llamaba muy a menudo a su casa y a su teléfono y al teléfono de su despacho.
Sigue sin probar nada.
Si, ya lo sabemos, pero si ese teléfono está en poder de la Srta. Fina y además recibe llamadas de su móvil algo pasa, si además el curriculum de la citada señorita Fina es totalmente falso, tampoco es auxiliar de geriatría, es más trabajó de camarera hasta hace dos años que conoció a Ramón y desde entonces mantiene una relación con él. Esto tampoco prueba nada, pero las evidencias se van multiplicando.
En ese momento llamaron a la puerta y Pedro fue a abrir, era Jesús, el psicólogo, entró, se sentó al lado de Gertrudis y le cogió la mano, de los ojos de ella brotaron dos lágrimas.
Pedro siguió leyendo, ahora relataba cómo Gertrudis salió al descansillo superior y llamaba a Ramón.
Gertrudis, en muy pocos momentos has perdido el conocimiento, por lo que hemos hablado contigo y con tu psicólogo, ¿Recuerdas haber tropezado con algo? Preguntó Ricardo.
Gertrudis hizo señas a Jesús y éste dijo:
Dice que no había nada en el suelo, sin embargo siempre tuvo la impresión de haber tropezado.
Cuando volví a casa del hospital, revisé todo y no había nada en el suelo ni nada había rodado por la escalera con mi mujer.
Ricardo le preguntó a boca de jarro: ¿Colocó bien la alfombra?
Si, pero no tenía ninguna arruga.
Ese si parece que le delata bastante, dijo José Miguel.
No tienen ninguna prueba, solamente suposiciones, ningún juez me condenaría por tener una aventura extramatrimonial.
Pedro sacó de entre los papeles una fotografía y se la dio a Ricardo, éste se la enseñó a Ramón ¿Qué ve aquí?
Una alfombra, la de arriba.
¿Y no ve nada?
No
Si se fija, hay una marca, es la marca que dejó la pata del mueble que hay pegado a la pared, usted levantó el mueble y atrapó la alfombra para que formase una arruga, ésta es la marca de la pata del mueble y esta otra raya es la que quedó en la alfombra al doblarse.
No pueden probar nada.
¿Está seguro? Dijo José Miguel, ¡señorita Fina!, usted puede ser acusada de cómplice o solamente de engaño manifiesto al falsear los papeles y poco más, si colabora con la policía.
Yo no hice nada, es más, siempre me dijo que conseguiría traerme a casa hasta que se solucionase lo de la petición de divorcio, solamente me pidió que llamase por teléfono el día señalado a la hora indicada, para eso me dio el teléfono de tarjeta, además lo usaba para llamarme, cuando yo llamaba a la casa si cogía su mujer el teléfono colgaba, si lo cogía él, se iba al despacho y lo llamaba al móvil. No me dijo nunca lo que iba a hacer, solamente que preparaba algo importante, incluso le había hecho un seguro de vida a su mujer. El curriculum y el resto de papeles me los dio él.
¡Calla! No digas nada, ¿No ves que no tienen pruebas?
¡Ramón! Queda detenido por intento de asesinato de su mujer. Dijo José Miguel  e hizo una seña por la ventana y entraron dos policías uniformados que esposaron a Ramón y a Fina y se los llevaron.
Gertrudis lloraba a lágrima viva, hizo un esfuerzo y apretando la mano de Jesús abrió la boca y dijo:
Algo sospechaba. Hacía un par de años que no era el mismo.
Los tres amigos se despidieron de Gertrudis y de Jesús y salieron de la casa.

Epílogo
Ramón fue juzgado por intento de asesinato en primer grado y al pago de una fuerte indemnización a su esposa, además fue condenado a 18 años de prisión.
Fina consiguió un trato con la justicia por colaborar con la fiscalía, fue condenada a 4 años pero no llegó a entrar en prisión al no tener antecedentes.
José Miguel, Ricardo y Pedro después de irse a cenar para celebrarlo, quedaron en verse más a menudo pero sin investigaciones por medio, cosa que duda el policía porque allá donde van parece que llaman al delito y terminan envueltos en algún caso, cosa que Pedro agradece porque así puede seguir escribiendo, que es lo que le gusta, ya lo dice él:
Yo solo soy el biógrafo de Ricardo, que lleva toda la vida metiéndose en jaleos.
Jesús se convirtió en inseparable de Gertrudis, que no volvió a andar pero recuperó la movilidad de los miembros superiores y puede  hablar. Al cabo de un año se convirtieron en marido y mujer, cuando le fue conseguida la anulación a Gertrudis.
 FIN



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