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viernes, 19 de diciembre de 2014

FELIZ NAVIDAD



Con motivo de una lesión, el autor de este blog dejará de publicar en principio hasta finales de Enero de 2015.

FELIZ NAVIDAD Y UN PRÓSPERO AÑO 2015.

viernes, 12 de diciembre de 2014

DEMASIADO CERCA.....

Hoy toca el último capítulo (IV) de esta historia que se ha convertido en la peor de las pesadillas para Domingo, un relato espeluznante que según cuentan, está basado en la realidad.


Y ahora...................

DEMASIADO CERCA DEL MAS ALLA
Pedro Fuentes

Capítulo  IV

A las seis y media, cuando ya había oscurecido, llegó Antonio Fernández, fue a la tienda directamente, allí esperaron la llamada del doctor y quedaron en verse en el hostal.
Cuando se encontraron, después de las presentaciones, Don Julián, el médico, sacó un sobre del bolsillo de la chaqueta y les dio a los dos:
No hay nada raro, algo bajo en hierro y vitamina C, normal en glóbulos rojos y leucocitos, pero nada importante, parece como si estuviese totalmente extenuado, ¿Saben si últimamente ha hecho más esfuerzos de lo normal o ha tenido una actividad frenética, incluso en el plano sexual? ¿Es posible que consumiese drogas o bebiese y fumase de una manera desmedida?
No, doctor, dijo Antonio, yo soy compañero de trabajo y a la vez amigo y es una persona bastante metódica e incluso se cuida físicamente, hace tenis y vamos a correr dos o tres días por semana, pero de una forma prudente.
Yo le conozco menos pero no he oído nunca nada raro de él.
Cuando llegaron a la habitación, llamaron a la puerta, como no abría avisaron a la dueña del hostal y ésta les abrió con otra llave.
Los cuatro, cuando se acostumbraron a la semi oscuridad, se quedaron atónitos, en la cama no había nadie, miraron en el cuarto de baño y tampoco estaba, Maribel, más observadora dijo: La ropa que llevaba esta mañana y que cambió por el pijama está en la silla, doblada tal como la dejó y el pijama no está por aquí. No parece faltar nada del equipaje.
No puede estar muy lejos, en pijama y con el tranquilizante que le inyecté, además de su estado, no puede estar muy lejos. Dijo D. Julián.
¿Sabes, Maribel, dónde está el coche?
Si, está en la parte de detrás del hostal, muy cerca de la tienda, de hecho hemos pasado por allí ahora cuando veníamos, pero no me he fijado.
Bajaron a la calle y fueron hasta el sitio indicado por Maribel, allí no estaba el coche.
¿Dónde está la Guardia Civil? Preguntó Antonio.
Por aquí detrás, a tres manzanas está el cuartelillo, contestó Maribel.
¡Vamos!
D.  Julián dijo:
Vayan ustedes, ya me dirán algo.
Antonio y Maribel, a buen paso se dirigieron al cuartelillo, hablaron con el sargento y éste tomó nota, luego llamó por radio a las dos patrullas que estaban de guardia y les dio la descripción del coche y de Domingo.
Uno de los agentes contestó enseguida
Ese coche estaba detenido cerca de la carretera el otro día, al amanecer, cerca de la curva de la “dama blanca” y estaba dentro, durmiendo el sujeto que han descrito, estamos bastante cerca del sitio.
Vayan hacia allí y vigilen los caminos que dan a la carretera norte. Dijo el sargento.
¿Qué es eso de la “dama blanca”? Dijo Antonio.
Bueno, esa es una leyenda urbana, que dice que en una curva que hay muchos accidentes se aparece una mujer con una túnica blanca avisando del peligro. Chorradas de pueblo. Sentenció el sargento.
Muchos dicen que la han visto, del pueblo y forasteros. Dijo Maribel ligeramente enfadada, es más, mi tío Anselmo dice que la vio.
Si mujer, si, como la Santa Compaña. Dijo el sargento sonriendo.
No habían pasado ni diez minutos cuando la emisora hizo un chasquido característico y se oyó la voz del agente:
Mi sargento, estamos en el sitio, el coche está aquí, totalmente  cerrado pero no hay nadie dentro ni por los alrededores.
No se muevan de ahí, vamos para allá. Dijo el sargento, dio órdenes a un agente para que se quedase en el cuartelillo y él, otro agente de conductor y Antonio y Maribel montaron en un todo terreno y salieron por la carretera del norte, llovía abundantemente.
Cuando llegaron al lugar, no pudieron ver nada, las posibles huellas habían sido borradas por la lluvia.
Dio órdenes el sargento para que la patrulla se quedase vigilando hasta que fuese otra a relevarles y ellos cuatro fueron carretera arriba, hasta el siguiente pueblo, no vieron nada, cuando llegaron eran más de las diez y no se veía un alma por la calle, solamente había luz en un bar en la plaza Mayor, entraron, en el mostrador estaba un hombre, el dueño, apoyada la barbilla y una cara de aburrimiento en una mano cuyo codo y antebrazo la sujetaban apoyado en la barra, parecía escuchar a un hombre medio borracho que sentado en la mesa más cercana, con un vaso en la mano  y que no paraba de decir, lo que el alcohol le dejaba:
Te juro que la he visto, era la Santa Compaña, pasaba cerca de la curva de la “Dama Blanca”.
Domingo no apareció hasta tres meses después, un hombre que recogía leña lo encontró en medio del bosque, vestía una túnica que en su día fue blanca, era un esqueleto con piel, a su alrededor se adivinaban gotas de cera, ni las alimañas se acercaron para comer los despojos.

FIN


viernes, 5 de diciembre de 2014

DEMASIADO CERCA.......... (CAPÍTULO III)

¿Qué está pasando?¿Puede ser verdad esta tremenda historia? ¿Es una leyenda urbana?¿Será quizás un mal sueño?¿Alguien intenta destruir algo importante?
Lee este tercer capítulo pero no te duermas inmediatamente, puedes tener pesadillas.
Y ahora.............

DEMASIADO CERCA DEL MAS ALLA
Pedro Fuentes

Capítulo  III


Al amanecer un gallo le despertó con su canto. Se sentó al borde de la cama, al incorporarse para ir al baño, las piernas no resistieron, cayó de rodillas en el suelo, se encontraba totalmente agotado, ojos los tenía irritados, las ojeras parecían más grandes y negras que el día anterior, se metió en la ducha, puso el agua todo lo caliente que pudo resistir, luego cambió a lo más frío posible, repitió la operación cuatro o cinco veces, al principio se despejó algo, pero cuando bajó a desayunar parecía que se iba a caer por los escalones.
Antes de ir a la tienda de Maribel, fue hasta el estanco a comprar tabaco, para ello tuvo que pasar al lado del coche aparcado en una calle lateral de la plaza donde se encontraba el hostal, cuando lo vio, quedó sorprendido, tenía las ruedas llenas de barro y los bajos todos sucios, aunque lo había lavado el día anterior, abrió la puerta y se sentó al volante, la alfombrilla estaba manchada  de barro, el mismo barro que había en las ruedas, le pareció, no estaba muy seguro, de que el cuenta kilómetros tenía más kilómetros, daba la impresión de que alguien había utilizado el vehículo.
Salió de nuevo, se aseguró de apuntar los kilómetros y poner el contador parcial a cero, luego cerró la puerta con la llave y se marchó a por el tabaco a un bar ya que era fiesta y el estanco estaba cerrado,  también aprovechó para tomar otro café.
Cuando llegó a la tienda, Maribel estaba subiendo la persiana metálica.
¡Qué mala cara traes! ¿No has podido dormir o has estado de juerga? Le dijo.
Domingo le contestó:
No, me acosté temprano y me dormí, no me he despertado en toda la noche y estoy cansado como si hubiese estado corriendo desde ayer.
¿No estarás malo? ¿Tienes fiebre? Aquí tenemos vigorizantes, te voy a preparar uno y el resto te lo tomas tres veces al día.
Domingo, sonriendo le dijo: ¿Ya estás intentando vender el producto sin haber inaugurado y en día de fiesta?
A la una salieron, quedaron en tomar algo y luego tomar el resto del día de fiesta.
Por todo el pueblo se veían, sobre todo mujeres con pañuelos negros y vestidos de luto con ramos de gladiolos y crisantemos que caminaban hacia el cementerio.
¡Maribel! Dijo una señora de unos cincuenta años que pasó por su lado. ¿Sabes que tío Anselmo está mucho mejor? Se ha levantado y todo, el doctor dice que no sabe qué ha pasado, que él no cree en milagros, pero lo parece. Yo pienso que lo mismo son aquel preparado que le llevaste el otro día.
No sabes cuánto me alegro, esta tarde iré a verlo.
¿Sabes, Domingo? Le di el mismo preparado que te he hecho a ti. Las brujas del lugar, que haberlas ahílas, dicen que lo tenía cogido la “Santa Compaña”, cosas de pueblo, lo que tenía era una anemia galopante, últimamente comía como un pajarito. Le preparé aquel combinado que tenemos en la tienda a base de hierro, fósforo, potasio y vitamina C y D. Lo mismo que a ti.
Bueno, bueno, parece que te podremos dejar sola, pero ojo, no te enemistes con el médico, procura darle la razón aunque solamente sea de cara a las gentes del pueblo.
Se despidieron a las dos y Domingo se fue al hostal donde comió e intentó dormir, como no pudo se puso a trabajar hasta la hora de cenar, luego bajó al restaurant y cenó copiosamente, luego se tomó la tercera toma del preparado, subió a la habitación, preparó un buen vaso de whisky y se metió en la cama, cerró los ojos y perdió la conciencia.
Al amanecer abrió los ojos y se encontró en la cama, casi no podía incorporarse, lentamente se deslizó hasta el borde de la cama y haciendo un giro sobre su costado izquierdo, sacó la pierna derecha de debajo de las sábanas, apoyó el pie en el suelo y así pudo incorporarse, le dolía todo el cuerpo, llegó hasta el cuarto de baño y se metió debajo de la ducha, primero bien fría, luego, poco a poco fue abriendo el agua caliente hasta que no pudo resistir el calor, cerró el grifo caliente y abrió de golpe el frío hasta que los huesos le dolieron, volvió al caliente y luego reguló a unos treinta grados, así estuvo un buen rato, luego salió de la ducha y fue a afeitarse, con la toalla limpió el vaho del espejo y se sobresaltó, allí apareció la cara del ser que había visto guiando la procesión de los fantasmas.
 No, ¡¡era él!! ¡Sus ojos eran dos bolas de cristal dentro de unos grandes cuencos!, con la delgadez del rostro sus orejas parecían inmensamente grandes, sus piezas dentales se marcaban debajo de la piel, luego se fijó en su cuello, largo y estrecho, sus hombros parecían una percha vacía, su pecho hundido dejaba ver el esternón como un puñal entre sus costillas.
Tan pronto como pudo vestirse, llamó a Maribel y le dijo que por favor fuese con el médico lo antes posible.
Cuando llegaron, Maribel se asustó, el médico no tanto porque no lo conocía de antes.
Maribel, al verlo, le comentó al doctor sin que Domingo se enterase:
Parece mi tío Anselmo antes de curarse.
El galeno le sacó unas muestras de sangre y luego le puso una inyección.
Hasta la tarde, a última hora no tendremos los análisis, mientras tanto, le he puesto una inyección para que duerma por lo menos hasta entonces. Sería conveniente que Maribel llame a su familia para que en el momento que puedan, mejor después de los análisis, le lleven a su casa o al Hospital General.
No tengo familia cercana, dijo Domingo, llama, por favor a la empresa y dile lo que me pasa a Antonio Fernández de mi Departamento, él vendrá a buscarme, somos buenos amigos.
En diez minutos fue perdiendo la conciencia, lo metieron en la cama, con la inyección quedó relajado y dormido, el médico le tomó el pulso, vio que era correcto, lo auscultó y todo parecía normal.
Nos podemos marchar, le dijo a Maribel, dormirá todo el día, cuando estén los análisis la llamaré y vendremos a verle, mientras tanto llame a su amigo a la empresa para que preparen el traslado, ahora, mientras más duerma más se recuperará, no sé lo que puede tener, diría que es un virus, igual que su tío Anselmo. No se han dado más casos, pero hay que estar preparados.
Marcharon y dejaron a Domingo descansando.

jueves, 27 de noviembre de 2014

DEMASIADO CERCA DEL MAS ALLA II

Seguno capítulo de este relato espeluznante donde Domingo se ha visto envuelto sin saber ni cómo ni por qué. ¿A dónde le llevará esta especie de pesadilla? ¿Que ocurre en esos bosques de media montaña cuando la niebla hace su aparición? ¿Qué peligros nos esconden?

Y ahora.................


DEMASIADO CERCA DEL MAS ALLA
Pedro Fuentes

Capítulo  II

El ser que estaba a su lado le miró fijamente, sus ojos, dentro de aquellas órbitas parecían perderse, estaba tan demacrado que se adivinaban en la piel las encías con las piezas dentares. Con una voz seca y firme, pero que parecía de ultratumba me dijo:
¡Pon en marcha el coche y sal a la carretera hacia la izquierda!
Como un autómata le hizo caso, se había quedado como si le hubiesen quitado el alma, era incapaz de pensar, conducía por una carretera estrecha, con muchos árboles a los lados y una niebla espesa que no dejaba ver los márgenes ni la cuneta, pero no importaba, el coche parecía seguir un camino marcado por un piloto automático.
Después de dos curvas, hay una tercera a la izquierda muy peligrosa, allí se han salido muchos coches y han muerto varias personas, tómala con sumo cuidado, luego, a la derecha hay un pequeño llano, entra en él y para el coche. Dijo aquella figura cadavérica que no sabría cómo describir.
Paró  el coche, se apoyó en el volante y se quedó dormido.
Le despertaron unos golpes en la ventanilla, sobresaltado, dio un salto y miró fuera.
Dos hombres, con el uniforme de la Guardia Civil miraban desde el exterior, bajó la ventanilla y les dijo: ¿Sucede algo, guardia?
Eso nos lo tendrá que decir usted. Contestó el mayor de los dos detrás de un bigote negro y de grandes proporciones.
No, no sucede nada, venía desde Villadiego del Monte donde estuve trabajando y se me hizo muy tarde, tenía sueño y me paré a dar una cabezadita y veo que debí dormir más de la cuenta porque ya ha amanecido, voy para la capital. Les contestó Domingo.
Pues va usted en dirección contraria, ha salido de Villadiego hacia el norte en lugar de al sur.
No sabía lo que le estaba pasando, no recordaba nada, las últimas imágenes de su mente eran las del cartel de final de Villadiego.
Me debí perder, gracias por haberme despertado, tengo que volver al pueblo para asearme y desayunar, luego  volveré a la capital. Siguió diciendo Domingo.
Bueno, si ya ha descansado, puede salir, pero hacia la derecha, Villadiego está en dirección contraria a la que llevaba pero a unos treinta kilómetros, y tenga cuidado, a unos ciento cincuenta metros, a la derecha, hay una curva muy mala en la que han muerto varias personas, aunque el peligro de verdad es de noche y con niebla.
Llegó a la población a las ocho y media, aparcó en la plaza, cerca de la tienda de Maribel y se fue a un hostal de la misma plaza, solicitó una habitación, quería ducharse y cambiarse, por suerte, siempre llevaba en el maletero del coche una pequeña maleta con ropa, ya que muchas veces, por su profesión, a menudo tiene que quedarse fuera de casa sin tenerlo previsto.
Desde el hostal llamó a la empresa para comunicarles que no iría o lo haría por la tarde, que había tenido problemas en la carretera la noche anterior y aprovecharía para terminar algunas cosas en la tienda de Maribel, luego la llamó a ella y quedó en la tienda a partir de las once.
Después de desayunar y ducharse, puso el despertador para las once menos cuarto y se metió en la cama. No logró dormir, intentó repasar lo ocurrido en la última noche, no hubo forma, desde que entraba en la carretera con la niebla hasta que le despertó el Guardia Civil del bigote, no recordaba nada. Era como si la niebla hubiese borrado todo.
A las diez y media, puesto que no había podido dormir, se duchó de nuevo, bajó a la calle, entró en un bar y tomó un café doble. No estaba nervioso, pero parecía que no hubiese dormido en toda la noche, pero eso no era posible, el guardia le despertó y dormía profundamente.
A las once en punto llegó a la tienda donde ya le esperaba Maribel. En lugar de saludo,  preguntó directamente:
¿Qué pasó? ¿Tuviste algún accidente?
Domingo le contestó:
No lo sé, salí del pueblo porque vi el cartel de final del Municipio, pero he despertado en el coche a  treinta y tantos kilómetros de aquí, pero en dirección contraria, estaba fuera de la carretera y dormido, me despertó la Guardia Civil, pero parece que no haya dormido y estoy cansado, me he metido en la cama del hostal y no he podido ni cerrar los ojos. He llamado a la empresa y les he dicho que estaba aquí, así que terminaremos lo que dejamos a medias en la tienda, de todas las formas, podré hacer mi trabajo por internet.
Si, más vale que te quedes aquí, además, recuerda que mañana es jueves y fiesta de Todos los Santos y podrás hacer puente, porque la verdad es que tienes una cara terrible.
Pasó la mañana lo mejor que pudo, se conectó a internet, resolvió los problemas que tenía en la oficina y se dedicó a terminar los asuntos de la tienda de Maribel.
¿Quieres que vayamos a comer juntos? Me preguntó Maribel.
No, no puedo, tengo tanto sueño que voy a comer ligero y me echaré a dormir hasta las cinco, que vendré a la tienda para que organicemos los stocks y hablar con la central por si hay cosas pendientes, además, antes quiero ir a lavar el coche que huele a demonios. Dijo Domingo.
Así lo hizo, a la una fue a la gasolinera donde hay también un lavadero de coche, lo primero fue lavar el asiento del conductor, entonces vio que el olor procedía de orines, igual que pantalones y ropa interior cuando se los quitó por la mañana, pero no sabía qué había pasado, supuso que dormido en el coche y debido al frío o la postura, se le había escapado algo de orina, pero no recordaba nada.
Cuando terminó, fue al hostal y les comunicó que se quedaría hasta el domingo, luego pasó al restaurant y tomó un buen caldo bien caliente y un entrecot no muy grande, no tomó café y se fue a la habitación a dormir. Decidió ponerse el pijama y meterse en la cama con todas las luces apagadas y la persiana cerrada, puso el despertador a las cinco menos veinte, faltaban dos horas y media.
Imposible, cuando sonó el despertador, estaba en el pequeño balcón de la habitación y se había fumado medio paquete de tabaco.
El resto de la tarde, lo pasó en la tienda con el ordenador, por dos ocasiones se quedó adormilado delante del teclado, a las ocho salieron a la calle y le dijo a Maribel:
Vamos a tomar algo, pero antes quiero comprar tabaco y una botella de whisky, esta noche dormiré como sea.
Tomaron varias cervezas con unas tapas, con aquello ya no pensaba ni cenar, a las nueve y media se despidió de Maribel y fue para el hostal, subió a la habitación, se sirvió medio vaso de whisky y lo bebió mientras fumaba tres cigarrillos y se ponía el pijama, se metió en la cama, apagó la luz y los párpado cayeron sobre los ojos como pesadas persianas metálicas.

viernes, 21 de noviembre de 2014

DEMASIADO CERCA DEL MAS ALLA

¿Cuando se está cerca o lejos del más allá?
¿Estamos a salvo alguna vez?
¿Dónde termina "cerca" y empieza "más allá?
Cuidado, a la vuelta de cualquier esquina podemos encontra lo que no queremos.

Hoy publico un caso que dicen ocurrió alguna vez en un lugar no muy lejano.

Y ahora............

DEMASIADO CERCA DEL MAS ALLA
Pedro Fuentes
Capítulo  I
La noche era fría y húmeda, por motivo de trabajo, Domingo había tenido que ir a aquel pueblo a setenta y cinco kilómetros de la ciudad, fue para revisar el montaje una de las tiendas de la cadena para la que trabaja.
El trabajo de Domingo es ese y  además formar a las personas que o bien porque adquieren la franquicia o porque la empresa titular los contrata para abrir una tienda y necesitan asesorar al personal.
Allí había ido porque por los estudios de mercado hechos, decían que sería un buen negocio ya que no existía ni en la población, de veinte mil habitantes, ni en las dos poblaciones  que distan seis o siete kilómetros, una al norte y otra al sur, más pequeñas pero en una comarca con alto poder adquisitivo, una tienda de dietética.
Una empleada de la firma, en la capital, natural de Villadiego del Monte, que así se llama el pueblo, dio la idea, se hicieron los estudios de mercado y se vio que era una buena plaza.
La familia de la empleada, Maribel, además tenían en la calle Mayor, muy cerca del ayuntamiento y justo antes de entrar en la plaza de la iglesia, un local que reunía las condiciones deseadas.
Se le dio la oportunidad a Maribel de ser ella la que se hiciese cargo de la tienda, la pusiese en marcha y luego seguir con ella o buscar una persona de confianza para poner al frente del negocio.
Como ya estaba próxima la apertura,  había ido a inspeccionarlo todo y poner en marcha toda la cuestión informática.
En un principio  había acabado a las ocho el trabajo, pero Maribel, a la que Domingo conocía de la central, una muchacha de veintitantos años, cerca de los treinta, con un encanto bastante especial aunque no una gran belleza pero si agradable y simpática, le invitó a cenar, ya que a partir de entonces no se verían hasta la inauguración.
Aceptó la invitación por cortesía pero le fastidiaba un poco volver a casa de noche, en aquel tiempo de otoño y por una carretera comarcal de montaña de unos cincuenta kilómetros hasta llegar a la general.
No había peligro de heladas en aquel tiempo, pero al ser una carretera bordeada por bosques, la humedad había dejado una capa de agua en el asfalto y una ligera neblina  parecía salir  de entre los árboles hacia la carretera, eran cerca de las doce de la noche y la música del CD del coche le acompañaba.
La niebla iba en aumento, los árboles, a ambos lados de la carretera parecían figuras fantasmagóricas  extendiendo su largos brazos sobre la carretera, avanzaba lentamente y cada vez se hacía más largo el camino, todavía faltaban unos treinta kilómetros hasta la general y empezó a tener ganas de orinar, así que aprovechando un estrecho camino que salía de la carretera hacia el bosque,  con sumo cuidado de no empotrar el coche contra ninguna piedra ni caer en una cuneta profunda, salió de la carretera, paró y apagó el motor y las luces para no despistar a ningún posible  conductor.
Salió del coche y se adentró unos cinco metros en el camino.
De pronto, a la derecha, a unos veinte metros dentro del bosque y por entre los árboles le pareció ver luces que se movían, al acostumbrarse sus ojos a la oscuridad, vio lo que parecía una larga fila de antorchas o velas, un aire fresco que se levantó le traía olor a cera de velas encendidas.
Distinguió unas voces pero no adivinaba a oír ni comprender las palabras, parecían salmos pero no entendía las palabras, a veces  parecía latín y otras castellano antiguo e incluso gallego o portugués, otras veces eran canciones, pero también ininteligibles.
Domingo se consideraba más bien miedoso, no en demasía, pero no le gustaba enfrentarme a las cosas que no conoce o le parecen del más allá, pero aquello llamaba su atención, se acercó sigilosamente un poco más para intentar ver con algo de claridad, al fin pudo distinguir que la persona que iba al frente, estaba vestido con una especie de hábito franciscano pero de color blanco y con capucha, pero pese a llevar la capucha puesta le vio la cara, era alargada y demacrada, por un momento pensó  que le había visto, porque le pareció que aquellos ojos que parecían flotar dentro de las cuencas, se cruzaron con su mirada cosa improbable  porque la noche era muy oscura y la niebla cada vez era más espesa, pero de igual forma que él lo había visto, el fraile blanco también lo pudo ver a él.
El de la cara demacrada llevaba una cruz en una mano y uno especie de acetre con su isopo. Detrás le seguían como unas veintitantas figuras, repartidas en dos filas y digo figuras porque no se podía distinguir las facciones de ninguna, parecían no tener rasgos, pese a que la especie de sábanas blancas que llevaban por encima no les tapaban sino la parte de atrás de las cabezas, lo único que se veía o más bien se adivinaban, eran las cuencas vacías de los ojos.
De pronto se di cuenta de una cosa que le sobresaltó, no pisaban el suelo, parecían flotar como a unos treinta centímetros del suelo y según pasaban, un viento frío se levantaba, pero éste no movía la llama de las velas, ni la niebla parecía desplazarse, pero llegaba el olor de la cera quemada y el aire en la cara.
Cuando terminó de pasar la procesión, dio la vuelta, lo más sigilosamente posible y llegó al coche, mirando más para detrás por si alguien o algo le seguía,  abrió la puerta, miró otra vez hacia los “fantasmas” y se sentó en el asiento.
El grito que dio fue espeluznante, el corazón pareció saltársele del pecho, en ese momento recordó de que aunque bajó del coche para orinar, no lo había hecho, un líquido caliente corrió por la entrepierna de su helado cuerpo.
En el asiento de al lado,  estaba sentado el “fraile” encapuchado, con su cruz y su acetre, era más pálido y cadavérico que cuando lo había visto presidiendo la procesión.
Se sujetó al volante con las dos manos e inclinó la cabeza hacia delante y apoyándola entre las manos lloró de pánico. Su cuerpo temblaba como una hoja en un vendaval.

La próxima semana el segundo capítulo, no te lo pierdas.


viernes, 14 de noviembre de 2014

ROJO SOBRE NEGRO

El relato de esta semana, como en él se indica, fue escrito a finales de los años 60, qué raro me suema poner lo "del siglo pasado"

Este relato fue en principio un guión para un corto, pero bueno, ya se explica en el prólogo de dicho relato, así que pasamos directamente a la historia de hoy.

Y ahora...................

                                                            ROJO SOBRE NEGRO

Pedro Fuentes

(Nota del autor)

Este relato fue escrito en torno a 1968, tiempo en el que se escribió “El tercer yo”, obra de teatro, en colaboración entre Vicente Fisac y yo mismo y que se publicó en Editorial Bubok. *  
Es muy posible que  en la presente obra, haya habido una colaboración de los dos amigos, pero no logramos recordarlo. Se escribió  como guión para un corto rodado en 8 mm.
La cinta desapareció, el guión, a través del tiempo ha aparecido en una vieja carpeta junto con otros escritos y recuerdos de aquellos tiempos.
Escena  I

Carlos camina solo y triste en el atardecer.
Sus pasos titubean y se resienten en su lucha contra el asfalto.
Tiene la vista perdida en la lejanía que le impiden los grandes árboles.
Sus ojos, mojados, vagamente difuminan todas las cosas.
A su lado siente pasar ráfagas de viento.
De vez en cuando retumban en sus sienes unos ruidos…..una música estúpida y cambiante.
Va cerniéndose la noche en un revoloteo silencioso sobre su cabeza.
Escena  II
Isabel lo miraba con sus tiernos ojos.
Ella dejó sobre la mesa el contacto frío del vaso.
La mano de Carlos seguía acercándose imperceptiblemente.
De pronto ambos sintieron el contacto de una mano ajena.
Sin decir nada, mirando simplemente aquellas manos, fueron estrechándolas cada vez con más fuerza.
Escena III
Carlos camina lenta y fatigosamente.
Sus pasos se aceleran cada vez que una persona pasa a su lado.
Se diría que huye.
Pero no, nadie le sigue.
Acaso sea su sombra que nunca se aparta de su lado.
Y ante él todo está turbio y extrañado.
No conoce aquella larga avenida, interminable.
Está fatigado, cansado de andar tanto por ese mismo camino, tan recto, sin final.
Escena  IV
¿Cómo es que vienes solo?; le preguntó Antonio mientras le tendía la mano.
“No ha podido venir”, dijo Carlos insensiblemente.
No había podido ir, pero. “No te preocupes”, le había respondido Antonio.
Efectivamente no tenía por qué preocuparse, allí estaba Inés.
Escena  V
Carlos, sin saber por qué ha consultado su reloj.
Son las ocho y media.
Sigue caminando.
El sol rojizo y tenue ilumina su cara.
Escena  VI
¿No te molesta esa luz? Dijo Inés.
Un poco, ¿Por qué? Respondió aun ignorante Carlos.
Sin hablar, en un instante confuso, Carlos se sintió arrastrado al interior de la casa.
Allí no les molestaría aquella tenue luz rojiza.
Entonces no hizo falta que ninguno de los dos comprendiera nada.
Una fuerza superior a ellos los arrastró a un mundo incomprensible de contactos leves.
Escena  VII
Carlos está fatigado y siente un frio mortal que invade su cansado cuerpo.
En un instante aquella avenida se ha transformado en un puente.
El se asoma apoyándose trémulo en la frágil barandilla.
El paisaje de abajo no es distinto.
Coches de diversos colores pasan más deprisa que sus reflejos.
El, torpe, siente de pronto una revelación en su interior.
Su alma quiere volar por el vacío, pero sus manos se aferran brutalmente a aquella barandilla.
En un esfuerzo incomprensible, se da la vuelta y corre atravesando la negra calzada.
Escena  VIII
Solo son unos instantes y su cuerpo vacilante se detiene.
Una ráfaga se acerca hacia él.
Intenta correr, huir.
¡Solo son dos pasos a la acera!
Sin embargo Carlos ha dudado de nuevo y aquella ráfaga continúa hacia su incierto  futuro.
Escena  IX
Volvía Carlos, alegre, a su casa.
Mas cuando ya se disponía a entrar, su vista se posó bruscamente en un cuerpo de mujer: ¡Isabel!
¿Qué haces aquí? Dijo sin titubear Carlos.
Su cerebro marcado por el alcohol no acertaba a reaccionar debidamente.
Ella lo miraba fijamente.
Se observaba en sus ojos una extraña maraña de sensaciones.
Era amor, era desprecio, era…… todo menos indiferencia o asombro.
Escena  X
Al final comprendió Carlos lo que aquellos ojos le decían, o mejor lo intuyó.
Se lanzó loco hacia ella y prorrumpió en gritos o gemidos,
“Yo no he sido, ¿comprendes?
No hice nada.
No tuve la culpa”
Pero ella callaba.
Entonces la presión de las manos de Carlos sobre los hombros de ella se hizo más leve.
Cuando ésta fue ya casi imperceptible, se alejó lentamente.
Las manos que antes aprisionaban sus hombros colgaban ahora muertas de sus brazos y su rostro se alzaba impotente al verla desaparecer.
Escena  XI
Caros yace tendido en el asfalto.
Respira lentamente, con torpeza.
Instintivamente se lleva la mano a la frente y en los dedos siente el caliente líquido.
Se estremece.
Sacando entonces fuerzas de donde no las tiene delante de sus ojos, está manchada con el carmín de la muerte.
Carlos trata de incorporarse y cae pesadamente al negro asfalto de nuevo. Está muerto.

FIN

martes, 11 de noviembre de 2014

¿CATALUNYA TRIONFANT?

SIN QUE SIRVA DE PRECEDENTE


¿REFEQUÉ?
Si del censo legal, sin descontar los mayores de 16 y menores de 18, (901.097) e incluidos los inmigrantes, han votado 1.861.753, un  35,26 por ciento, SI y SI,  al resto, no le ha importado un bledo el "referéndum". 
Han votado SI y SI 1.861.753 autómatas, ¿Dónde coño está que el pueblo de Cataluña quiere la independencia? ¿A quién quieren engañar los independentistas?

jueves, 6 de noviembre de 2014

EL PRIMER VIAJE DEL SOLITARIO IV

Hoy termina el primer viaje del "Solitario", un relato de la vida de Ricardo, anterior a la trilogía de "El Viaje", espero que os agrade.
La semana que viene empezaremos con una nueva historia.

Y ahora.....................

EL PRIMER VIAJE DEL SOLITARIO

Pedro Fuentes


Capítulo  IV


Pasó la semana como un suspiro, cuando volvimos a cala´n Pit agosto llegaba a su fin, cada día se notaba como los días se iban acortando, iban desapareciendo los agobios del turismo del verano, ahora todo era más apacible.
Llegó septiembre y ya se adivinaba el ambiente de las Fiestas de Gracia en Mao del 6 al 9. Lo mismo que pasa con las de S. Joan en Ciudadela, las de Gracia en Mao hay que vivirlas, por lo menos una vez en la vida, son inigualables.
¡Ricardo! Ya pronto tengo que empezar a ir al colegio, a partir de primeros de mes iré algún día que otro para las reuniones de preparación, luego, aunque en Alaior no son fiestas, como los maestros somos de fuera, sobre todo de Mao, los cuatro días de fiestas, los hacemos.
Bueno, estaré por aquí hasta que comiences las clases, que supongo que serán como en todos los sitios para el 15, luego pondré rumbo a Benicarló y me dedicaré a preparar viajes con las agencias, además había pensado hacer propaganda por aquí y sobre todo por Ibiza que me pilla más cerca, si la cosa no va muy bien,  siempre me puedo desplazar hasta las islas.
Hay muchas personas que quieren hacer prácticas de navegación, una forma es enrolarse en un barco como el mío para hacer travesías. Eso puede ser un dinero extra, luego por aquella zona hay muchos buceadores que quieren ir a la s Islas Columbretes en fin de semana.
De todos modos, según como esté todo, lo mismo hago un pensamiento para trasladarme a Menorca, aquí hay más oportunidades pero también más competencia. Ya veremos qué hacemos.
El resto del tiempo transcurrió apaciblemente, pero Gracia y yo nos mirábamos con algo de tristeza, aquel verano tan maravilloso que el destino nos había brindado, llegaba a su fin,  seguíamos con nuestra felicidad, pero en el fondo notábamos que la rutina del invierno y del trabajo nos estaba alcanzando.
Cuando Gracia empezó a ir al colegio, decidimos quedarnos en la casa de cala´n Pit, está cerca de Alaior y yo mientras me dedicaba al barco, otras veces llevaba a Gracia al colegio y luego me dedicaba a ir a Ciudadela y Mao a entrevistarme con gentes de las agencias de viajes y a dejarles propaganda.
Biel se llevó su barco a Ciudadela y Ernesto y Teresa con los hijos viajaron para Alicante, María Cinta se fue a su casa de Mao.
Cala´n Pit se iba quedando solitaria, solamente quedaban algunos turistas rezagados y personas  mayores que residían allí todo el año.
Llegaron las fiestas y las vivimos con toda la intensidad que pudimos, ya se sabe que son fiestas para la gente joven, Gracia es una persona joven todavía y yo me siento rejuvenecer a su lado y no me importan los comentarios que a veces oímos por culpa de esos veintitantos años que nos separan.
Cuando terminaron las fiestas y Gracia empezó las clases, yo me preparé para marchar, había decidido hacer el viaje de una tirada, rumbo directo a Benicarló, unas ciento cincuenta millas, con buen viento unas treinta horas, aprovecharía a que las previsiones fuesen buenas.
El dieciséis de septiembre, ya comenzadas las clases Gracia me dijo:
¡Amor!, mira, el viernes que viene, por la tarde no tengo clase porque hasta octubre no empezamos todo el día, si lo deseas, podemos salir rumbo a Benicarló los dos y el domingo por la tarde vuelvo en avión, será el último viaje del verano. ¿Te parece bien?
Claro que sí, pero me sabe mal, será una paliza para ti, llegaríamos sobre las diez de la noche del sábado y al día siguiente ir a Barcelona a coger el avión, y el lunes a las clases, terminarías rendida.
¿Me has visto alguna vez cansada de navegar? Además merece la pena si estamos todo el fin de semana juntos, mañana mismo reservo el billete de avión para la tarde del domingo y seguro que Biel o mi madre me irán a recoger al aeropuerto.
Las previsiones son de levante, podremos salir sobre la una y media o las dos y si todo va bien y tenemos un buen viento quizás estemos a media tarde del sábado en Benicarló.
El viernes, a la una ya tenía el barco pertrechado y las velas preparadas para izarlas en cuanto saliésemos de las rocas de Addaia, efectivamente el viento era de levante y las previsiones eran de fuerza 4 bajando algo de cara a la noche y la mar rizada.
Perfecto, sería una buena y tranquila travesía, solamente tendríamos que vigilar a la Transmediterránea y los mercantes rumbo a las islas que sobre todo nos vendrían por estribor y cuando la noche fuese más cerrada, aunque al estar la luna en cuarto creciente y por popa tendríamos buena visión.
A la una y media llegó Gracia, saltó al barco y entonces se dio cuenta de que María Cinta había venido a despedirnos, nos dio un beso y un abrazo y saltó a tierra esperando a soltarnos las amarras de proa cuando le avisásemos.
Nos hicimos a la mar, ya fuera de la ría, izamos velas y nos dirigimos a faro Caballería, una vez a su altura pusimos rumbo al 275, conectamos el piloto automático y nos acurrucamos en la bañera el uno al  lado del otro, llegamos a coger puntas de 7,5 nudos, el barco iba a todo trapo, decidimos sacar el espi y seguir así hasta que entrase la noche.
Todo salió a la perfección, el sábado a media tarde entramos en Benicarló. Llegamos a casa y ya no salimos para nada hasta el domingo a las doce, cogimos el coche y marchamos a Barcelona al aeropuerto, a las seis Gracia cogió el avión para Menorca.
Entró el otoño y siempre que podíamos o yo iba a Menorca o ella venía a Barcelona. Así pasó medio otoño. A mediados de noviembre, el día 15, a las diez de la mañana recibí una llamada de teléfono.
¡Ricardo! Soy Biel, ven a Menorca urgentemente, Gracia ha tenido esta mañana un accidente con el coche y está grave. Dime a qué hora llegas y te mandaré un coche al aeropuerto.
No pude decir sino ¡Voy! Salí corriendo. No dejé ni siquiera una nota para Hortensia, la señora que me arregla el apartamento, cogí el coche y marché a Barcelona sin importarme ni multas ni nada, dejé el coche en el aparcamiento y conseguí un billete para Mao alegando extrema gravedad.
Cuando llegué, un amigo de Biel me estaba esperando, me llevó al hospital en Mao, estaba toda la familia, María Cinta lloraba y la sujetaban sus dos hijos, al verme se abrazó a mí y me dijo:
¡Ricardo! Está muy mal, no creen que llegue hasta la noche, dada la extrema gravedad incluso nos dejan entrar, está en coma, pasa conmigo a verla.
Entré, yacía en una cama rodeada de goteros y vías, solamente se notaba que respiraba porque tenía un aparato de respiración asistida, la llamé, le hablé le dije que la quería, que no me dejase, en el fondo sabía que no me oía ni me sentía, me puse de rodillas al lado de la cama y le cogí una mano que me llevé a los labios y murmuraba, ¡Señor! ¡Qué te he hecho para que me trates así, parece que me persigas toda la vida!, ¡Llévame a mí también! ¡No puedo más! ¡Siempre te llevas a mis personas queridas!
María Cinta lloraba a mi lado e intentaba dentro de su dolor consolarme.
Falleció dos horas después, en mi cabeza martilleaba “Tristesse” de Frederick Copín, siempre que la oigo recuerdo a mis grandes amores y mi vida.
El funeral fue multitudinario, ella y su familia son muy conocidas en la isla, fue incinerada tal como quería ella.
Al día siguiente fuimos con el barco de un amigo de la familia de cala’n Pit a las rocas de Addaia y esparcimos sus cenizas en aquellas rocas y aquel mar que tanto amaba.
Pocos días después recibí otro mazazo de la vida, la autopsia reveló que estaba embarazada.

FIN

lunes, 3 de noviembre de 2014

DON JUAN TENORIO



SIN QUE SIRVA DE PRECEDENTE

Hoy voy a comenzar una sección nueva para este blog, van a ser comentarios breves o no tan breves sobre algún pensamiento o noticias de actualidad, no van a tener fecha de publicación, al contrario, serán sin fecha ni horario fijo. Esto no implica nada en la publicación del relato de cada semana, que seguirá siendo el mismo, día antes o después, dependiendo de lo ocupado que esté.
Hecha esta aclaración, comienzo hoy.
El otro día, la noche del viernes 31 de Octubre y madrugada del sábado 1 de Noviembre, la conocida como noche de difuntos, estuve en Guadalajara viendo la representación del “Don Juan Tenorio” de José Zorrilla, era la XXIV edición del Tenorio Mendocino. Uno de los encantos de este Tenorio, es que se celebra en espacios naturales, aprovechando monumentos de la Familia Mendoza.
El primeo era la Capilla de Luis de Lucena, la plaza quedó convertida en La Hostería del Laurel, la previa las 19 horas, fue una especie de feria medieval en el que al cambio de 1 maravedí se podía degustar queso de la tierra, embutido alcarreño, un buen vaso de caldo calentito y vino manchego, luego, a las ocho empezó el Tenorio. Se pasó luego al Palacio de la Cotilla, Exterior de la casa de Doña Ana de Pantoja, luego al Convento de la Piedad, Celda de Doña Inés, La quinta de Don Juan, en el patio de los Leones del Palacio del Infantado, luego el Convento de La Piedad, en los jardines el Panteón de los Tenorio, el zaguán del Infantado y ya el final, nuevamente en el Palacio de La Piedad.
Total, seis horas de Don Juan Tenorio, lleno a rebosar en una noche bastante cálida para Guadalajara, creo que el caldo caliente tenía que haber acompañado hasta el final.
Todo excelente, por la obra, la interpretación y las localizaciones, falta un poco de organización a la hora de mover al público y colocarlo en zonas muy definidas, pero claro, con tal cantidad de asistentes, no es nada fácil.
Por cierto, muchos niños y gente joven que prefirieron aquello a el “halloween”.
Conozco Guadalajara bastante, ya que voy con asiduidad, es una pequeña capital de provincias, llena de sabores, con una buena cantidad de monumentos, casi todos fueron de la familia Mendoza y hoy patrimonio de la ciudad.
Cuando hace ya muchos años, quizás demasiados, me tocó cumplir el servicio militar, fui asignado como conductor al Teniente General Don Iñigo López de Mendoza, Duque del Infantado, Almirante de Aragón y otros 20 títulos nobiliarios más, estoy orgulloso de haber servido a sus órdenes y siempre digo, en plan de broma, que fui su compañero de armas durante un año de mi vida.


viernes, 31 de octubre de 2014

NOCHE DE DIFUNTOS

Hoy, sin que sirva de precedentes, publico "LA MUJER DEL CUADRO" Completo, ya que nos hemos olvidado de nuestras tradiciones de difuntos y nos hemos apuntado a la modernidad del "halloween" Cuandos nuestras tradiciones llegan a la Edad Media o antes.
Por cierto, esta noche iremos a ver el "Don Juan mendocino" que se celebra en Guadalajara en diferentes lugares, todos ellos palacion y rincones de los descendientes de los Mendoza, ya contaré en próximos relatos.

Y ahora..................
LA MUJER DEL CUADRO
Pedro Fuentes
Capítulo I

Cuando Rosendo decidió que ya estaba cansado de vivir en la gran capital, buscó una casa en un pueblo, quería algo tranquilo, pero no un pueblo muerto, tampoco quería algo que en invierno no existiera y en verano se colapsara con visitantes e hijos del pueblo que conservaban una casa y volvían cada verano, llenándose todo de gentes de la capital, con hijos que dejaban solos porque allí no pasaban los coches de la ciudad. A partir de  entonces el peligro eran las bicicletas y todos los sonidos de la naturaleza era apagados por el vociferar de los niños.
Después de mucho mirar se encontró con un pequeño pueblecito de unos ciento cincuenta habitantes y que en verano se ponía en unos quinientos, pero como el pueblo de al lado, unos siete kilómetros, estaba lleno de vida, encanto y atracciones turísticas, a Mieles del Peñón, que así se llama el pueblo, van pocos turistas.
Rosendo, que se dedica a escribir; y según él, se retira para crear su mejor libro, un relato que lleva rondando por su cerebro y que no termina de cuajar porque necesita un sitio tranquilo, al fin lo encontró en Mieles del Peñón, en el corazón del Somontano en Huesca, fue a visitar a unos amigos al pueblo de al lado y estos lo llevaron de excursión a comprar miel, queso y vino, los  producto más conocidos del pequeño pueblo.
Por casualidad vio un pequeño cartel en un balcón que decía “se vende” y un teléfono de la capital, estaba situada la casa en la pequeña plaza del pueblo, a espaldas de la iglesia. Más allá de la plaza, al final de ésta había un pequeño muro que servía de asiento y tras él la montaña y la vista del peñón que daba nombre al pueblo, más arriba una ermita y campo, mucho campo.
La casa, situada entre varias más que había en la plaza, y todas habitadas incluso en invierno fue lo que le impulsó a llamar por teléfono, además de un algo irresistible que le habían contado de aquel pueblecito, varias leyendas salidas de la más remota historia; aquel pueblo fue siempre, según las citadas leyendas, pueblo de brujas famosas en el entorno que le rodeaba, allí se celebraba incluso una fiesta tradicional de varios siglos en la que se procesionaba con calaveras y calabazas imitándolas, con velas en su interior las noches cercanas a la de difuntos, a modo de predecesor del moderno halloween.
El propietario resultó ser un señor de avanzada edad, recluido en un asilo en la capital, con sus facultades mentales reducidas y cuyo administrador era su hijo, el cual quedó con Rosendo para la semana siguiente.
Al entrar de la calle en la casa, lo primero que se encontraba era una especie de recibidor sala de estar, con una gran chimenea en su lado izquierdo, al frente una puerta que conducía a las antiguas cuadras, convertidas en pequeño apartamento con un comedor cocina sala de estar, a la izquierda un cuarto de baño con ducha y a la derecha una habitación doble pero un poco reducida por un gran armario que se apoyaba en la pared central. Tanto la sala de estar como la habitación tenían sendas ventanas que daban por la cara posterior de la casa a un pequeño patio que se diría que en sus tiempos fue una pocilga.
A la derecha del recibidor había una escalera empinada que llevaba al piso superior, al llegar a éste, tras pasar una puerta, había una sala recibidor amueblada con dos sofás y una biblioteca bastante extensa, al lado izquierdo de ésta estaba el cuarto de baño completo, a la derecha una puerta con una habitación doble en la que parecía ser dormitorio de matrimonio. Al lado derecho, inmediata a la habitación grande estaba la puerta de la cocina, con todos los servicios a la izquierda y una mesa en el centro. Al fondo una puerta franqueaba el paso a una terraza bastante grande, la mitad de la cual estaba como tendedero, la otra mitad cubierta por una  uralita, con la pica de lavar. Una barandilla por el lado ancho daba sobre la antigua pocilga de la planta baja.
Saliendo nuevamente al recibidor, a la izquierda se encontraba otra habitación doble, con una pequeña ventana sobre los antiguos chiqueros. A la derecha de la escalera había una habitación sencilla y de reducidas dimensiones. En la pared del fondo, dos puertas, la de la izquierda que lleva a un comedor y la derecha a una habitación doble ambas con un pequeño balcón a la plaza.
En la sala superior, a la altura de la puerta del cuarto de baño, se veía en el techo una trampilla que llevaba a la buhardilla, a la que se subía con la ayuda de una escalera transportable.
La casa estaba en bastante buenas condiciones y en un principio a Rosendo le agradó, tenía posibilidades para lo que él quería, podría instalar su despacho en la habitación doble de arriba. La habitación de matrimonio sería su habitación, abriría el comedor porque él no era de comer en la cocina y dejaría las otras dos habitaciones por si legaban invitados. El piso inferior lo dejaría por si estuviese más caliente en invierno al tener la chimenea cerca.
Cuando estuvo tratando con el dueño, le pareció una persona agradable y con muchas ganas de vender lo antes posible.
El precio le pareció correcto, más bien bajo. El propietario le comentó que la casa era la posible herencia de cuatro hermanos el día que su padre muriese y que ninguno de los hermanos quería vivir allí y la residencia del padre costaba mucho dinero.
El anciano vivía en el pueblo, en la casa con su mujer y su hijo mayor, que se dedicaba al cultivo de las tierras, hacía ya  25 años que su padre enviudó, y a partir de entonces se le fue un poco la cabeza, luego, cuando la mujer del hijo, veinte años más joven que él, y de buen ver, desapareció, según dicen las malas lenguas,  se marchó con un francés que había veraneado en el pueblo desde que ambos eran unos críos.
Matías, el marido abandonado, se volvió taciturno y aprovechando que un amigo suyo, también del pueblo, le dio trabajo de guarda de noche en una fábrica que tenía en la capital, dejó a su padre solo en el pueblo y marchó.
El abuelo seguía su vida, era un poco raro, pero en el pueblo todo el mundo le trataba con consideración, una vecina le iba a hacer la limpieza de la casa y él, con un poco de huerta que cultivaba y parte de la cosecha que le correspondía por los terrenos que había cedido para su cultivo a otro vecino decía:
 Yo, mientras tenga para tabaco, unos “chaticos” de vino y unas almendras, ya tengo bastante.
Pronto llegó Rosendo a un buen acuerdo con Matías y fueron al notario para cerrar el trato. Matías era el administrador de su padre desde que éste empezó a perder sus facultades mentales y fue recluido en el asilo.
Capítulo II

Una vez comprada la casa, en quince días Rosendo se instaló allí. A partir de entonces, cuando se dedicó a charlar con los vecinos, se enteró en parte de la historia de la familia de la casa comprada.
Un vecino, de unos noventa y tantos años, que cada día, al atardecer, salía de una casa cercana a “La Castañera” que así tenía por nombre la casa que había comprado Rosendo y se sentaba en un banco de tronco que estaba adosado a la pared.
Rosendo  se presentó al anciano y éste le contaba historias.
Esta plaza, le dijo un día, era un carrascal, estaba detrás de la iglesia, último edificio del pueblo. Según decía mi bisabuelo, aquí, justo pegado a la iglesia estaba el antiguo cementerio, y toda esta fila de casas, las nuestras, eran el comienzo del carrascal.
Justo donde estaba su casa, había una encina centenaria, daba unas bellotas tan dulces que todo el mundo la llamaba “La Castañera”, esto me lo contaba mí bisabuelo, que decía que su padre lo había visto.
Terminaron cortándola porque como usted sabe, y si no ya lo sabrá, este pueblo tiene tradición de las brujas más famosas del contorno que se escondían y aun hoy dicen que se esconden en las cuevas de los barrancos.
Pues bien, en la carrasca donde hoy está su casa, que quedaba por fuera de la pared del cementerio, se reunían las brujas de los contornos y con sus hechizos, en las noches de luna y sobre todo en la de San Juan en Junio y la de San Fabián en Febrero, en las hogueras de las ánimas, a los difuntos del cementerio, a primeros de noviembre, para todos los santos, alguno de los cuales habían aparecido a la mañana siguiente con las tumbas profanadas y los lobos, que entonces había muchos, despedazando los restos.
Muchos eran los que decían que en las “fogueras” que hacían, saltaban machos cabríos a dos patas poseídos por los demonios y entre estos y las brujas y brujos procreaban íncubos y súcubos.
Muchas noches, se escuchan las campanas en toque de “alerta” dicen que guiadas por un sacristán que murió hace trescientos años en olor de santidad. Aunque yo no las he oído nunca, pero yo duermo como un tronco.
Otros vecinos le contaron que a veces, al pasar por delante de su casa habían oído lamentos, pero lo achacaban a la gran cantidad de gatos que corrían por el pueblo en los días de celo.
Al principio a Rosendo le hizo gracia que su casa fuese una casa de leyenda y esto le hacía concentrarse más en su trabajo, los artículos que mandaba vía internet a los periódicos y revistas en los que colaboraba.
Cuando flaqueaba o el trabajo, o las ganas de trabajar, buscaba por todos lados información sobre las leyendas del pueblo, cosa ardua y difícil, ya que normalmente no eran escritas y las gentes cada vez, con tanta televisión y tanta “modernidad”, no se reunían por las noches al lado de la chimenea o a la puerta de las casas a contar cosas de “brujas”, encima, cuando alguien empezaba, siempre había una madre o un padre “progre” que decía que los niños se iban a traumatizar. Sin embargo, cuando se hablaba de aquellos temas “ocultos” alguna persona mayor decía: ¡ojo! ¡Qué hay ropa tendida! Ya nadie conocía esa frase o no importaba que los niños supiesen antes de tiempo lo que no debían de saber.
Cuando la mujer de Matías se fugó con “el francés”, le contó un vecino, las campanas tocaron a “arrebato”. Matías se volvió huraño y al poco tiempo marchó del pueblo, no podía soportar las sonrisas que provocaba al pasar en algunos hombres, sin embargo, alguna mujer que otra lo quiso consolar.
Con el buen tiempo Rosendo decidió pintar la casa, para lo cual avisó a un joven que había en el pueblo que se dedicaba a estos menesteres y a chapuzas de albañilería. Decidieron empezar por la vivienda superior y según cómo, seguir por el apartamento del bajo.
Al mover todos los muebles y trastos de la casa, para retirar algunos y apartar otros, Rosendo cogió una escalera que había en la planta baja y la subió para alcanzar la trampilla de la buhardilla. Subió a ésta y allí encontró algún que otro mueble, entre ellos un buró antiquísimo y precioso que necesitaba restaurar y decidió que lo bajaría la planta baja para dedicarse en los largos días de invierno. También encontró un precioso cuadro al oleo de un rostro de mujer de unos treinta años, una mujer elegante y con una tez blanquísima. Lo apartó para bajarlo.
Con la ayuda de una mujer del pueblo, se dedicó a sacar todos los libros para poder retirar la librería y a la vez sacarle el polvo a estos.
La mayoría de los libros eran novelas y se notaba que eran típicos de mujer, por contenido romántico. Otros, los que menos, eran de historia reciente de España y el resto relatos policiacos y de misterios.
A partir de aquel trasiego, Rosendo empezó a oír sobre todo por las noches, ruidos extraños en la casa, al principio lo achacó a que al mover los muebles y pasarlos todos a la sala de estar superior, hasta pintar las habitaciones, el suelo y las vigas se quejaban. A la tercera noche, el ruido ya fue mucho mayor, salió de su habitación, la primera en ser pintada y notó que los ruidos venían de la planta inferior, se dispuso a descender y cuando iba por la mitad de la escalera notó como una corriente fría le pasaba rozando el cuello y le erizaba el vello de su cuerpo, pensó que se había abierto la puerta de la calle, pero no era así. No vio nada extraño y al subir tuvo la misma impresión pero en sentido contrario. Cuando llegó arriba, encontró la puerta de la buhardilla abierta. Pensó que había sido el aire.
No le dio importancia a los hechos y tampoco los comentó a los vecinos.

Capítulo III


Al fin quedó toda la casa pintada, el único problema fue retirar el armario de la habitación de la planta baja, hubo que hacer venir al carpintero del pueblo de al lado, ya que su padre ya estaba jubilado y era el que lo había instalado a medida.
Rosendo al final mandó también arreglar la fachada y pintarla. La casa parecía otra.
Se acercaba la noche de San Juan, la noche de las brujas como se le conoce. Rosendo llamó a una amiga suya y la invitó a pasar el puente allí, San Juan era el viernes, con lo cual, desde la víspera hasta el domingo eran casi cuatro días.
Adela aceptó, era una mujer algo más joven que Rosendo y enamorada de él desde que lo conoció. Este, decía que había vivido tanto tiempo solo que ya no deseaba compartir su mundo con nadie y menos que le intentasen cambiar su vida, pero a Adela le tenía un cierto cariño fruto de tanto tiempo de amistad. Su relación era un mutuo acuerdo, se encontraban cuatro o cinco veces al año, a veces compartían vacaciones e incluso, estando solos los dos habían acordado que en Navidad se reunían para celebrar una gran fiesta en algún balneario de lujo.
Los muchachos corrían por todo el pueblo buscando muebles viejos para quemar en la gran hoguera que se hacía para todo el pueblo en la plaza de detrás de la iglesia, donde se había hecho siempre, a la altura de lo que había sido la pared posterior del antiguo cementerio y cerca de una fuente de la que nadie bebía salvo los forasteros.
La noche de las brujas todo el pueblo bebía para evitar los hechizos y encantamientos, luego llenaban cubos y con escobas viejas y rotas para que no se pudiesen montar las brujas y con ellas, a modo de hisopo rociaban todas las casas del pueblo. El que no lo hacía padecía todos los males durante el año siguiente hasta la nueva  “foguera” de S. Juan.
Siempre se había dicho que el año en que se fugó Leonor, la mujer de Matías con el francés, no habían bendecido la casa.
La rondalla formada por los mozos, ensayaba para la ronda de aquella noche, ya hemos dicho que eran pocos los habitantes, pero para aquellas fechas, venían muchos de los que habían marchado a la capital. Incluso siempre se rumoreaba que vendría una artista de cine y teatro hija del pueblo pero que nunca había vuelto.
Los adolecentes se  disfrazaban de “Dominica la Coja” famosa bruja de los contornos quemada por la Inquisición, luego, para rememorar la historia, se despojaban del disfraz y lo lanzaban a la “foguera”. Se danzaba alrededor de las lumbres, los chicos de ocho o nueve años llevaban calabazas vacías con cortes imitando calaveras y velas encendidas dentro. Era costumbre asar en ellas patatas y cebollas que se tomaban ya al amanecer rodeadas con los buenos vinos de la zona mezclado con la famosa miel del entorno.
Adela llegó al pueblo sobre las cinco de la tarde, en su coche, aparcó justo a la puerta para descargar la maleta. Iba como siempre, recién maquillada y elegantísima, era de esas mujeres que pese a sus cincuenta años hacía volverse a los hombres y al muchas mujeres envidiosas. Rosendo bajó a recibirla y ambos se besaron suavemente en los labios, descargaron la maleta que quedó en la casa y fueron a aparcar en un campo cercano que a tal fin estaba preparado sobre todo cuando en la plaza había fiesta. Luego volvieron andando y cogidos del brazo, ella con sus finos tacones, estaba tan habituada a ellos que le daba lo mismo andar por un sembrado que por la más elegante de las pasarelas. Cuando llegaron a la casa y entraron, medio pueblo los había visto y le contaba al otro medio. Al fin y al cabo era la primera vez que veían a Rosendo con compañía femenina y ¡qué compañía!
No hubo ni qué preguntar, Adela se instaló en la habitación de matrimonio, con Rosendo.
A las nueve Rosendo tenía ya preparada una cena para dos a base de coctel de aguacate con gambas y luego unos solomillos al jerez, la noche sería larga y había que estar bien alimentados.
Después de cenar, salieron de casa con una cesta con patatas y cebollas para asar y dejaron preparado el vino con miel en la planta baja de la casa, dejaron todo preparado y fueron a tomar café al bar del pueblo, Adela se había cambiado por un conjunto más deportivo y un calzado cómodo pero seguía igual de elegante y apetecible, Rosendo la llevaba del brazo y se la presentaba a sus convecinos que quedaban más maravillados que si hubiese venido este año la famosa actriz hija del pueblo.
A las 10 de la noche se encendió la hoguera, la noche era clara y en el horizonte se veía el resplandor de las hogueras de los pueblos cercanos, cada uno pugnaba por la más grande, ese tendría menos maleficios.
Muchas persona, después de estar un rato en la hoguera, con sus cubos llenos de agua de la fuente y puestos cerca para calentar, saltaban y reían bebiendo los buenos caldos de la zona, el Somontano en esa época empezaba a comercializar sus vinos, unas buenas campañas estaban haciendo que España primero y luego el resto del mundo los conociese como los habían conocido los paisanos durante cientos de años.
Mientras los mayores esperaban para “bendecir” las casas, las parejas jóvenes se perdían por los campos cercanos buscando tréboles.
Al pasar el trébole, el trébole, el trébole,
Al pasar el trébole
La noche de San Juan.
Al pasar el trébole, el trébole, el trébole,
Al pasar el trébole
Los mis amores van.

Muchas mujeres salían al campo buscando la verbena que tenía que ser recogida en la noche de San Juan porque las leyendas decían:

La verbena, recogida en la noche de S. Juan era febrífugo, sedante, expectorante, antiespasmódico, antirreumático, anti neurálgico, útil en cefaleas y migrañas, digestivo, estomacal, útil en dolores gástricos, depurativo, anti anémico, excelente estimulante de los intercambios metabólicos, diurético, empleado en afecciones renales o hepáticas, usos externos en gargarismos y afecciones dérmicas, astringente, aperitivo, estimulante de las contracciones uterinas en el parto. Ninguna mujer de más de cuarenta años dejaba de tener verbena en casa.

Rosendo y Adela disfrutaban del ambiente de fiesta y bailaban cuando la ronda pasaba cerca, habían sacado dos sillas de casa y junto con los demás vecinos celebraban la fiesta charlando y contado historias de la noche más famosa del año después de la Nochebuena.

Ya eran las dos de la madrugada cuando todo el pueblo en procesión recorrió casa por casa con sus escobas rotas y su agua caliente de la fuente y “bendijeron” casa por casa, luego volvieron a la plaza y se dedicaron a poner en la lumbre las patatas y cebollas.

Empezaba a refrescar y Adela se acurrucaba en el pecho de Rosendo mientras éste la envolvía con su brazo y ambos brindaban nuevamente con un vaso de vino.

Al amanecer todos esperaron para ver la Rueda de Santa Catalina, pero el horizonte estaba cubierto por nubes y no lograron verla. Se terminaron las últimas patatas y cebollas asadas, se tomaron el último vaso de vino con miel y cada cual se retiró a su casa.

Capítulo IV

Rendidos por la fiesta y el alcohol Rosendo y Adela se fueron a la cama y se durmieron apaciblemente hasta casi la una del medio día, cuando despertaron encontraron toda la ropa del armario e incluso la de la maleta de Adela esparcida por el suelo, revuelta y arrugada.

No supieron a qué achacarla, ¿Quizás a unos gamberros que vieran la puerta abierta? ¿Tal vez bebieron más de la cuenta y sin  enterarse armaron semejante revuelo? Quedaron de acuerdo en olvidar el suceso.

El día transcurrió normal, después de arreglar de nuevo la ropa salieron a dar una vuelta, fueron al pueblo de al lado a comer, hicieron turismo y ya, entrada la tarde volvieron a casa, todo estaba tranquilo y en orden, prepararon embutido y pan para cenar y luego salieron a la plaza a tomar la fresca hasta cosa de las once y media, luego entraron en casa y se fueron a la habitación entre arrumacos, cuando ya estaban acostados y abrazados el uno al otro, de pronto sintieron un frio intenso, la ventana se abrió de golpe y un viento frio les hizo apretarse contra la sábana, única ropa que tenían a mano. Rosendo se levantó a cerrar la ventana cuando se oyó un estropicio en la sala de estar.

Salieron corriendo para ver qué había pasado, abrieron la puerta y en ese mismo momento se cerró la que llevaba a las escaleras. Rosendo la abrió y salió corriendo hacia abajo sin pensar que estaba desnudo y persiguiendo a un posible ladrón.

Llegó abajo y vio que la puerta de la calles estaba cerrada por dentro, entró en el apartamento después de coger una “troza” de al lado de la chimenea y no vio nada anormal, todo estaba correcto, miró al buró que había bajado de la buhardilla y luego al cuadro de la dama que encontró y por un momento creyó ver una sonrisa socarrona en la dama representada.

Cuando subió nuevamente, Adela, envuelta en la colcha de la cama lloraba y temblaba en un ataque de pánico. Rosendo le preparó una tila y una copita del pacharán que él mismo había preparado con aguardiente de Colungo.

A la mañana siguiente, sábado, todo estaba normal en Mieles del Peñón, las gentes se preparaban para ir a la población de al lado, unos a vender sus productos en el mercado semanal y otros a comprar, podía ser un gran día por la gran afluencia de turistas que había al ser sábado y puente.

Cuando Rosendo se encontró con Gervasio, uno de los vecinos, le preguntó por el golpe de viento frío que había ocurrido. Gervasio le comentó que no había habido el tal viento, que al contrario había sido una noche bochornosa y que incluso tuvo que dormir con la ventana abierta.

Al ver a Rosendo sorprendido le dijo: ¿has visto o ha ocurrido algo raro?

Rosendo le contó lo ocurrido, Gervasio sonrió y le dijo: ¿Es la primera vez que ocurre?

Tan fuerte si, habían ocurrido pequeñas cosas pero no tan fuertes ni tan duraderas.

Por eso internaron al abuelo, decía que veía cosas y que oía gritos, susurros, lamentos, puertas que se abren y cierran con grandes corrientes de aire frío, en el pueblo había quien decía que el abuelo estaba loco y otros que achacaban los hechos a que la casa estaba encantada, siempre hubo comentarios sobre eso, la casa es una buena casa, pero nadie la quería, al final la vendió por poco dinero porque nadie se atrevía a vivir en ella.

Adela salió de la casa y Rosendo le hizo un gesto a Gervasio para que callase y le dijo: Bueno, ya hablaremos, ahora nos vamos al mercado.

Adela perfectamente maquillada no dejaba ver en su rostro la noche de perros que pasó.

Cogieron el coche de Rosendo y se marcharon de compras, se quedaron a comer en un pueblo cercano y regresaron a media tarde. Para entonces medio pueblo sabía que la casa “encantada” daba señales de su existencia. La única persona que no sabía nada era Adela, pero ésta temblaba cada vez que pensaba en la noche.

Después de cenar salieron con sendas sillas a fumar y a tomar la fresca en la plaza.

Subieron a la casa cuando era la una de la noche. Nada parecía extraño, el silencio era absoluto, nada recordaba los dos días anteriores, se fueron a dormir, Adela estaba muy cansada, se había tomado una pastilla para dormir, Rosendo un whisky con hielo, se metieron en la cama, Adela le dio un beso a Rosendo y se desearon buenas noches mientras se cogían de la mano.

Dormían profundamente cuando Adela se despertó sobresaltada, soñaba que iba deslizándose sobre una pista de hielo y un viento  helado le daba en la cara, de pronto la pista se terminaba y no podía frenar, cayó al vacío y se despertó, no sabía dónde estaba, gritó, Rosendo se despertó y encendió la luz, Adela no estaba a su lado, había caído de la cama arrastrando la ropa.

La cara de Adela era de niña enrabiada y Rosendo se echó a reír, luego ella también al ver lo ridículo de la situación, pero sus risas se helaron de golpe. De la planta baja les llegó un grito desgarrador de mujer, luego un disparo y después un silencio sepulcral.

Rosendo reaccionó al cabo de unos segundos que le parecieron horas, con el pijama corto de verano que llevaba bajó las escalera de cuatro en cuatro, la puerta de la calle estaba cerrada como él la dejó. Fue al pequeño apartamento y vio que estaba cerrada por dentro, cogió una llave que había encima de la chimenea y con ella empujó la de dentro y abrió, no había nada, fue hasta el buró y vio a los pies de éste un gran charco de sangre todavía fresca, no supo qué hacer, de pronto se volvió asustado, detrás de él algo se había movido, giró rápidamente y vio una figura de mujer envuelta en una sábana, gritó asustado, la figura también gritó, era Adela asustada por el grito de Rosendo. Se abrazaron y Rosendo le indicó donde había visto la sangre. El suelo estaba impoluto, no había ningún rastro de sangre.

Salieron a la calle por si alguien había oído el grito y el disparo, nadie parecía estar despierto, solamente un gato negro cruzó la plaza de derecha a izquierda, Adela recogió sus dedos corazón y anular bajo el pulgar y dejando el índice y meñique estirados tocó con las puntas de estos el marco de madera tres veces, luego estirando la mano de nuevo se santiguó tres veces, tiró del brazo de Rosendo que se quedó petrificado y lo hizo entrar, cerrando la puerta tras de él.

Se sentó en la cama, encima de la almohada, con las rodillas encogidas y rodeadas por sus brazos, mientras de su boca salían suspiros y gemidos, esta vez Rosendo preparó sendos whiskys bien cargados y con hielo hasta arriba del vaso largo, se fue a la habitación, se sentó al lado de Adela casi con la misma posición, brindó con un vaso en cada mano y luego pasó uno a su compañera. En la mesita de noche quedó la botella a la espera con una cubitera al lado, pocas palabras se dijeron hasta que casi al amanecer, con una botella y dos vasos vacíos cayeron rendidos, más borrachos que cansados.

Cuando despertaron a medio día, se ducharon, se dijeron pocas palabras y Adela le dijo para finalizar: Rosendo, me voy, vente conmigo, por favor.

No, no puedo ir contigo, quiero descubrir qué pasa y hacer lo que vine a hacer, escribir el libro.

No me pidas que vuelva, si quieres verme tendrá que ser muy lejos de esta casa.

Rosendo la acompañó hasta el coche, ella abrió el maletero, él puso la maleta dentro, se dieron un beso que a ambos les supo al último.



Capítulo V

Rosendo entró en la casa, se preparó un bocadillo, una cerveza y se puso a escribir unos artículos que tenía bastante retrasados, supo la hora que era cuando empezó a sentir hambre nuevamente, eran las ocho y media, dejó el portátil, subió al lavabo, se lavó un poco, se peinó y salió a la calle cerrando la puerta, cosa que casi nunca hacía, se fue al bar del pueblo, un poco más abajo y entró, allí encontró a los parroquianos de siempre y a la Sra. María que atendía la barra y la cocina.

Buenas tardes, a todo el mundo.

Buenas, le contestaron los parroquianos en general, uno le dijo: ¿Ya ha marchado la señora?

Si, tiene que trabajar, pero volverá pronto, cuando tenga fiesta de nuevo.

Gervasio que estaba por allí le dijo: ¿Ha ocurrido algo nuevo en la casa?

No, nada anormal, de vez en cuando parece oírse a las brujas del pueblo con sus risotadas, pero nada nuevo, como las escobas las tengo guardadas bajo llave y el aspirador no lo saben conducir pues bueno, aquí paz y después gloria.

Por cierto, estoy pensando buscarme un perro que me haga compañía, ¿Alguien sabe de alguien que tenga cachorros y quiera vender alguno?

En el Rincón del Vero hay un refugio de animales y hay recogidos perros de todo tipo y edades, son muchos los turistas que abandonan por los contornos.

Vale, gracias, ya me acercaré por allí.

Sra. María, ¿Me podría preparar unos huevos fritos con longaniza de Graus?

Sí, señor Rosendo, enseguida los hago. ¿Quiere vino?

Sí, claro, tinto de la tierra.

Se sentó en una mesa y se puso a leer el periódico.

Terminó de tomarse los huevos, pidió un café, se lo tomó, pagó, se despidió de los paisanos y se marchó para casa.

Cuando llegó fue directamente al cuarto de baño, cogió un bote de polvos de talco y bajó a la planta baja, entró en la habitación y abrió el armario, que siempre estuvo semi vació, esparció polvos regularmente por todo el suelo, luego fue haciendo lo mismo hasta la  puerta de la calle. Cada estancia por la que pasaba la cerraba y si tenía llave se la ponía en el bolsillo.

Subió las escaleras, quitó la bombilla que había a mitad de ésta, llegó a la puerta superior y la cerró por dentro y retiró la llave también, esparció polvos de talco en la sala y se metió en su habitación, también cerró la puerta y se metió en la cama a dormir, estaba bastante cansado y esperaba que si había jaleo, ya habría dormido y descansado algo.

Leyó un rato y al momento le entró el sueño, apagó la luz y metió debajo de la almohada una linterna, el llavero con todas las llaves recogidas y un cuchillo de grandes dimensiones.

No sabía cuánto había dormido cuando oyó un susurro y algo así como un aliento que le llamaba:

¡Rosendo, Rosendo, despierta!

Rosendo al oír aquella voz que repetía su nombre, fue despertándose muy suavemente. La voz venía como de muy lejos, pero a la vez sentía un aliento en su oído ¡Rosendo, Rosendo, despierta!

Cuando por fin se despertó, sintió que un escalofrío recorría su cuerpo, la muchacha del cuadro estaba allí, en su cama, sobre él, pero no le pesaba, solamente sentía como si una corriente de aire frío le entraba por todos los poros de su cuerpo. Rosendo quiso sujetarla por los hombros pero sus manos de hundieron en una especie de sustancia viscosa fría y repugnante.

Rosendo, Rosendo, repetía la voz de ultratumba, ¡Sígueme! La figura se levantó y cruzó la habitación flotando un palmo por encima del suelo.

Rosendo metió la mano debajo del armario, sacó el cuchillo  y lo lanzó hacia la figura, éste se clavó en la puerta y la figura desapareció a través de ella.

Cogió la linterna y las llaves y abriendo la puerta siguió a la figura que parecía esperarle y seguía llamándole:

¡Rosendo, Rosendo, sígueme!

El corazón de Rosendo parecía explotarle dentro de su pecho, le parecía oír todos los huesos de su cuerpo rozando unos contra otros y no sabía si sus rodillas le iban a resistir o bajaría las escaleras rodando, un sudor frío le inundaba la espalda.

Cuando llegó al recibidor, enfocó el suelo con la linterna, los polvos de talco estaban impolutos sobre el suelo y ni siquiera se movían al paso de la corriente de aire frío que él sentía y que salía de la figura de la mujer del cuadro... ésta traspasó la puerta del apartamento y entró, Rosendo abrió de prisa con la llave y también pasó.

La figura se dirigió a la habitación y también traspasó la entrada, se dirigió al armario y desapreció junto con la corriente de aire. Abrió Rosenda y no vio nada, solamente oía:

¡Rosendo, Rosendo, búscame, estoy aquí dentro!

Rosendo sacó toda la ropa, dejó el armario completamente vacío, pero allí no había nada. Se dio la vuelta y entonces se dio cuenta de dos cosas, en el marco del cuadro solamente había un lienzo en blanco y sobre el buró había un libro que antes no estaba, en él, en la ajada portada podía leerse en letras doradas mate ya por el paso del tiempo “Diario”. Abajo, a la derecha, escrito a mano y con tinta un nombre “Leonor”.


Capítulo VI

Cuando Rosendo vio aquello, ya no tuvo dudas, pensó que algo nuevo y extraño le estaba pasando, algo que cambiaría el curso de su vida, su corazón empezó a entrar en un estado de excitación contenida, ya no era miedo ni siquiera a lo desconocido, subió a la planta superior con el diario entre la manos, cogió una botella de whisky, una cubitera y un vaso largo, se fue a su sillón favorito, el que iba consigo a todas las casas en las que había vivido desde hacía treinta años, puso una lámpara de pie a su lado y se sentó, bebió un buen trago que degustó a lo largo y ancho de su boca antes de tragarlo, encendió un Romeo y Julieta, sopló el polvo que había en el libro, lo abrió por la primera página y leyó:

23 de Junio de 1.963.- Me llamo Leonor, tengo 15 años y me han regalado este diario que voy a escribir durante toda mi vida.

Hoy es la noche de S. Juan y esta será la primera vez que saldré por la noche con mis amigos y amigas……

Rosendo leyó y leyó el resto de la noche, cuando empezaba a amanecer preparó una cafetera grande, había terminado con un cuarto de la botella de whisky y fumado tres Romeo y Julieta, entonces se dio cuenta de la tremenda humareda que había en la sala de estar, así que cuando volvió con un termo lleno de café, abrió una ventana delante y otra detrás y creó una corriente de aire que nada tenía que ver al de las apariciones.

Cuando ya el sol de junio empezó a calentar, Rosendo cerró el diario después de leer el final.

23 de Junio de 1.985.- Hoy mi diario cumple veintidós años, le he sido tan fiel como a mi marido, mi diario me cree y mi marido no, sigue con sus tremendos celos, ha llegado un momento que me da mucho miedo, los últimos tiempos sospecha y cree que le engaño con Jean Pierre. No sé cómo decirle que no es verdad, que lo único que pasa es que Jean Pierre y yo nos conocemos desde críos, desde que empezó a venir al pueblo con sus padres a veranear, pero no hay ni ha habido jamás algo más que esa amistad, además, él volverá hoy a París para casarse con la novia de toda la vida.

Le tengo tanto miedo a mi marido que le he pedido a Jean Pierre que me lleve con él por lo menos hasta San Sebastián, porque no puedo más, no soporto los malos tratos de mi marido y ese infierno de los celos, al principio pensé que era porque me quería, pero ahora sé que no, está enfermo y no quiere curarse.

Mañana, cuando amanezca le he dicho a Jean Pierre que si decido ir con él estaré al lado de su coche para irnos, si no, que no me espere.

Hoy será el último día que te escriba, diario mío y tú, Matías, si alguna vez lees esto, quiero que sepas que te quiero y te he querido siempre desde hace veintidós años cuando salimos juntos la primera vez y cuando encontraste aquel trébol, en la noche de S. Juan me lo ofreciste y te declaraste, yo tenía quince años como en la canción y jamás ha habido otro hombre que no fueses tú.

Rosendo se duchó, se arregló y cogió el coche, se fue a Barbastro, aparcó y se fue a la comisaría, allí pidió ver al comisario, éste le recibió, luego salieron juntos, pidió su coche y un Land Rover con una dotación de cuatro hombres.

Llevaron a Rosendo hasta el aparcamiento, cogió su coche y los otros dos le siguieron hasta Mieles del Peñón, allí aparcaron delante de la casa de Rosendo y entraron, el pueblo ya se había reunido a la puerta, un policía guardaba la puerta, los demás entraron en el apartamento de la planta baja, allí retiraron el armario de la habitación, luego con dos picos y una pala empezaron a tirar la pared, era una falsa pared, cuando tuvieron un agujero de aproximadamente un metro, a la señas del comisario pararon y éste con una linterna miró en el interior. Luego, volviéndose sacó el teléfono móvil de su bolsillo e hizo una llamada.

Soy el comisario Alfredo Martínez, cursen una orden de detención contra Matías Requejo,  sospechoso de asesinato de su esposa Leonor. En la mesa de mi despacho están sus señas en Zaragoza.

EPILOGO

Rosendo siguió viviendo en su casa de Mieles del Peñón, donde escribió su libro “La mujer del cuadro” que obtuvo un rotundo éxito, luego siguió con otros de gran éxito.

Cuando se celebraron las exequias por Leonor, Jean Pierre llegó desde París con su mujer.

Adela volvió al pueblo y se instaló con Rosendo en la casa, después de pasar por la iglesia donde los casó un cura campechano, párroco y amigo del pueblo.

Rosendo y Adela cada 22 de Junio se marchan y vuelven el 26 como muy pronto. Los vecinos dicen que no se  han oído ruidos la noche de San Juan, en la casa que ya no llaman “la carrasca” sino la casa de Leonor.


FIN