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viernes, 15 de agosto de 2014

LA HERENCIA

Esta semana, publico completo el relato "La Herencia" será el último hasta el 24 de septiembre que volveré con nuevas historias, hasta entonces, me voy de vacaciones.
Hasta la vuelta, amigos,

LA HERENCIA

Pedro Fuentes

CAPITULO I
Don Cipriano cumplió los 86 años cuando por primera vez en la vida se sintió mal, algo no andaba bien en su interior, no era un hipocondriaco, vio que no tiraba, que se cansaba, le faltaba el aire y sentía una presión en el pecho, así que como vivía solo y además no tenía más familiar que un sobrino segundo, hijo de su primo hermano por parte de padre, decidió llamarlo para decirle que había avisado al portero para que por favor le acompañase a urgencias del hospital de la Seguridad Social, que no estaba muy lejos, le dijo que por favor le acompañase por lo que le dijese el médico.
El señor Cipriano era soltero, toda la vida trabajó de funcionario, persona culta y estudiosa, su único vicio era la lectura, de vez en cuando iba al cine y al bar del hogar del jubilado, allí, además de tomar un cortado, jugaba unas partidas de billar francés con algún antiguo compañero de la Delegación de Hacienda, donde trabajó toda su vida.
Leandro llegó a urgencias justo cuando la enfermera llamaba a Cipriano a la consulta.
 Quiso pasar con su tío pero la enfermera le dijo que no, que primero entraba solo y si acaso lo avisarían luego.
Dos largas horas después, por los altavoces lo llamaron, primero vio a su tío que le dijo que se encontraba bien pero cansado, luego un médico lo llamó y entraron ambos en un pequeño despacho, allí el doctor sin rodeos le dijo:
Su tío ha tenido un infarto de miocardio, esto quiere decir que por un espacio de tiempo más o menos prolongado, ha tenido falta de oxígeno por el bloqueo del flujo sanguíneo hacia el músculo cardiaco.
Esto puede ser motivado por una serie de factores, como el colesterol elevado, el consumo de bebidas alcohólicas, una vida sedentaria, o hereditario, por lo que me ha dicho su tío, es de vida ordenada, seguramente será hereditaria o que al vivir solo, la cuestión alimentaria no sea tan ordenada como él cree.
Todo esto será motivo de estudio por el especialista cardiólogo al que le voy a enviar.
 A partir de ahora, tendrá que llevar una vida más ordenada, andar mucho, no fumar, nada de beber, nada de ejercicios exagerados, una vida reposada y tranquila.
Mi tío vive solo, ¿Usted cree que sería conveniente que viviese con nosotros o en una residencia, o quizás ponerle alguien que lo cuide? Preguntó Leandro.
Una de las tres cosas antes que estar solo, pero la ideal es que viviese con su familia, no es que esté grave, pero si se volviese a repetir el ataque, si está solo podría ser fatal, contestó el doctor.
¿Cree conveniente que conozca su estado?
No tiene importancia, sí es conveniente que sepa que se tiene que cuidar, pero sin decirle la gravedad de la situación, deben decirle las cosas pero sin darle disgustos.
Le voy a hacer un informe para su médico de familia y la recomendación para que le envíen al especialista en cardiología, hasta entonces, le recetaré unas pastillas que debe tomar.
 Esta vez ha sido un ataque leve y cogido muy a tiempo, lo dejaremos en planta uno o dos días para ver cómo reacciona y luego lo enviaremos a casa, mientras tanto pueden irlo preparando.
Creo que nos lo llevaremos a casa, tengo dos habitaciones libres desde que dos de mis hijos se han casado, pero antes lo hablaré con mi mujer y mi otro hijo que ya tiene 23 años.

CAPITULO II

A los tres días, don Cipriano se fue a vivir a casa de su sobrino nieto.
 Leandro y su hijo se encargaron de recoger de su piso las cosas que el anciano quería tener a mano y la ropa que él deseaba. Como la habitación que le asignaron, era bastante amplia, le llevaron también el televisor, un equipo de música y los libros que dijo.
Leandro y su mujer, Rosario, pronto hablaron seriamente con su tío y le hicieron ver lo prudente que sería por su parte que hiciese testamento. D. Cipriano a su vez les dijo que de su pensión, aportaría una parte por sus gastos y que a la vez le buscasen una cuidadora, para cuando él quisiese salir e ir al cine, le acompañase, gasto que correría a cargo también de su pensión, que era holgada.
Todo se hizo y a la semana habían contratado por horas una señora de unos cincuenta años, de bastante buen ver y de nacionalidad cubana.
Al cabo de dos meses, en un plan urdido por los padres y el hijo, empezaron a llevarse los domingos a D. Cipriano a comer fuera, cada vez las comidas eran más apetitosas, el vino no faltaba, la copita “era digestiva”.
Las veladas cada vez se alargaban más, poco rato pasaba el buen señor en su habitación, el hijo de Leandro, de veintitrés años, Alfredo, algún día lo “sacó” a pasear y lo enredó para llevárselo a una casa de mala reputación, “ya que comprendía que el abuelo tuviese sus necesidades”
 El hombre se refugió yendo al cine con su cuidadora Edelmira e incluso en lugar de unas horas paseaba cada tarde, iban al bar a tomar unas infusiones, fueron al teatro, pero cuando llegaba a casa, por las noches, las cenas eran opíparas y cada vez más tarde, luego los fines de semana había marcha para comidas y cenas en restaurantes, después, cada dos viernes por la noche el niño de la casa se lo llevaba a los lupanares.

CAPITULO III

A los siete meses, el abuelo falleció, tuvo un fuerte refriado y la lesión cardiaca, agravada por la subida de colesterol y la bajada de defensas, le jugaron una mala pasada.
De hecho fue una muerte bastante digna.
A la mañana siguiente su sobrina, cuando le llevó el desayuno, lo encontró muerto en la cama.
Después del entierro, a los quince días de llorar al abuelo amargamente, llamaron primero a Edelmira y le dijeron que como no la iban a necesitar más, en agradecimiento le pagarían una mensualidad como gratificación.
Edelmira marchó con lágrimas en los ojos.
Luego fueron el matrimonio y los tres hijos a la Notaría para declararse herederos legítimos.
El notario los recibió, les ofreció asiento y les dijo:
Señores, siento comunicarles que el Sr. Cipriano, en vida hizo donación de todos sus bienes pasados y futuros a doña Edelmira Cienfuegos de nacionalidad cubana y me entregó una carta, en sobre cerrado para que se la entregase a ustedes cuando reclamasen la herencia, aquí está, debidamente cerrada y lacrada, si me firman el recibí, con mucho gusto se la entregaré.
Firmaron y el notario les dijo: .
Les dejo solos en esta salita, por si quieren leer la carta en familia y en privado.
Leandro se sacó del bolsillo las gafas de cerca, rasgó el sobre, carraspeó un par de veces y leyó.
Mis queridísimos sobrinos:
Solamente cuatro letras para deciros que desde el primer momento me di cuenta de vuestras intenciones, me parece mal dejaros sin un céntimo ya que habéis hecho que mis últimos días estuviesen llenos de buena vida.
Cuando me di cuenta de todo, con Edelmira fui al médico, tomaba la medicación que me dabais para el corazón y las que me mandó el medico para el colesterol y para contrarrestar la “mala vida” que me hicisteis pasar, Edelmira me amó y cuidó como nadie lo había hecho,  hasta tal punto, que a ti, Alfredito, te diré que cuando me llevaste a aquellos sitios, yo pagaba otra vez a las señoritas para no hacer nada pero que luego te dijeran a ti lo bien que había ido todo, y lo hacía por respeto y amor a Edelmira, así que decidí haceros esta mala pasada.
Otra noticia, Edelmira y yo nos casamos.
Todavía estoy oyendo cuando me dijo “Sí, mi amol”.

FIN






jueves, 7 de agosto de 2014

Y NO ESTABA MUERTA (Completo)

¿Existe vida después de la vida? Este relato está basado en hechos reales, no todo es verdad ni fantasía, es una historia novelada sobre un caso real, la historia de Gertrudis es real, por ella me fue contada cuando después del coma, al cabo del tiempo relató lo que sintió y vivió en aquel mundo oscuro en el que nadie creía que sintiese ni oyese. En varias ocasiones me he encontrado con personas en coma, las que han tenido una segunda oportunidad, me han comentado que efectivamente oían, sentían y sufrieron.

Si alguno de vosotros ha tenido relación con casos similares, os ruego que me hagais llegar vuestras experiencias a este blog.

Y ahora ............

Y NO ESTABA MUERTA
Pedro Fuentes
Capítulo  I

Cuando Gertrudis cayó por aquellas escaleras de su casa, pensé que se había matado, rodó desde el piso por la escalera de caracol que tan poco le gustaba, siempre decía:
Esta escalera tan retorcida y con medios escalones me va a matar, pánico le tengo cada vez que la tengo que bajar.
Yo estaba en el porche de la casa, arreglando unas plantas, la puerta estaba abierta como casi siempre y oí un gran ruido y entré corriendo, la escalera está a la izquierda de la entrada y la puerta si no está cerrada no te deja ver el resto del recibidor ni la entrada del salón cuya puerta queda a la izquierda de la escalera, por lo que tardé un momento en ver nada hasta que cerré la puerta. Al ver a mi mujer en el suelo y con el cuerpo retorcido, el brazo derecho hacia atrás dislocado del hombro, el izquierdo le había quedado debajo del cuerpo y ambos pies mirando hacia el mismo lado igual que las rodillas. Un hilo de sangre manaba de la sien derecha y toda ella inmóvil.
Corrí  a su lado y le tomé el pulso,  noté unos leves latidos en mis dedos índice y corazón, vi también que su labio inferior temblaba ligeramente, no me atreví a moverla, corrí al teléfono situado en el otro lado del recibidor y llamé al primer número que se me ocurrió, el 091, me contestó la policía y se hicieron cargo de todo, la verdad es que con lo largo que se me hizo el tiempo, solamente pasaros 5 minutos en los que yo me acerqué a Gertrudis, le levanté ligeramente la cabeza con mi palma derecha y le puse un pequeño cojín de la silla que hay enfrente de la mesita que hace de recibidor, me senté en el suelo a su lado y le cogí la mano mientras le decía:
¡Cariño! Ya he avisado, enseguida vendrán, tranquila, verás como no ha sido nada, te pondrás bien, ya verás.
Por un momento me pareció que abría el ojo derecho y me miraba.






Cuando llegó la ambulancia, el médico que venía con ellos, tomó el pulso de nuevo, midió la presión sanguínea, le miró la pupila, le pusieron una mascarilla, un par de inyecciones, no sé de qué, le inmovilizaron el cuello con una especie de collarín y la tendieron en la camilla con sumo cuidado, a la orden de tres, izaron la camilla, de la que salieron unas patas y delicadamente pero sin pausa, la trasladaron a la ambulancia, me invitaron a acompañarla y nos fuimos para el hospital con las sirenas a toda marcha.
Mientras íbamos, el médico y la enfermera hacían pruebas a Gertrudis, yo observaba sus caras y no me daban buena impresión, además, hacían entre ellos algún comentario en voz baja y lo único que capté fue que no respondía a ningún estímulo. Por un par de veces le inyectaron algo en el gotero y en el monitor que llevaba parecía como si las pulsaciones y el ritmo cardiaco aumentara.
Llegamos al hospital y lo único que me dijeron fue que me acercara al mostrador de recepción para hacer el ingreso.
Estaba  sentado en la sala de espera cuando me llamaron por el altavoz, acudí al mostrador y me indicaron un despacho para que entrase. Abrí la puerta y allí había, al frente una mesa en la que detrás, sentada había una mujer con una chaquetilla blanca y el anagrama del hospital en el lado superior izquierda de ésta. Me indicó con un gesto que me sentara y así lo hice, inmediatamente me dijo:
Cuénteme detalladamente qué pasó.
No lo sé, vivimos en una casa de dos plantas, yo estaba fuera, en el porche arreglando unos tiestos cuando oí un fuerte ruido, entré y me encontré a mi mujer tendida en el suelo. Como estaba arriba arreglando la habitación, supuse que se había caído por las escaleras. Corrí a atenderla, al ver en qué estado se encontraba, no quise tocar nada y llamé pidiendo ayuda.
¿Por qué llamó a la policía?
Porque fue el primer número que me vino a la cabeza, con tanto, que hay, me hice un lío, que si policía local, que si bomberos, que si 112, que si para el maltrato, etc, el primero que me vino fue el 091.
¿No sería el subconsciente que le hizo creer que era un delito?
No, señora, la cosa estaba clarísima.






¿En la casa hay más puertas, por detrás?
Si, en la cocina hay una que da al jardín trasero y al garaje.
¿Estaba usted solo en la casa?
Si, además de mi esposa.
¿Pudo salir alguien por detrás?
Un momento, señora, dije algo enfadado, ¿Quién es usted para someterme a este interrogatorio?
Soy la  responsable de discernir en este hospital si hay o ha habido maltratos a la mujer o a los niños.
Pues miré, señora, estoy aturdido por lo que le ha pasado a mi mujer y esperando a que me digan algo, así que déjeme en paz, coño, y si quieren interrogarme, llamen a la policía, que usted no es nadie para machacar a la gente por el mero hecho de tener un familiar herido. Me levanté y salí de la habitación.
Una hora después me volvieron a llamar, pero esta vez era el doctor que había atendido a la mujer.
Sr. Ramón, su mujer ha sufrido un muy grave accidente, la tenemos en coma inducido hasta que podamos determinar el verdadero estado de todo, tiene dos vértebras lumbares rotas y afectada la médula, además con no tanta importancia tiene la clavícula y la pelvis rota, el húmero del brazo izquierdo, un poco más arriba del codo también está roto y una fisura de cráneo que estamos evaluando. No sabemos todavía qué secuelas pueden acarrear estas lesiones, en principio, una vez la saquemos del coma inducido, puede que no llegue a despertar y siga en un coma que puede ser irreversible, pero eso son suposiciones, lo que si creemos es que quedará inválida, la lesión de la médula es muy grave, es posible que pierda la movilidad de uno o dos brazos, en cuanto a la fractura de cráneo, es limpia y no ha perdido masa encefálica, quizás haya perdido la visión de un ojo, pero todavía no se puede asegurar nada, hasta que no pasen 48 horas no podemos hacer ni asegurar nada, dentro de una media hora le avisaremos para que pueda entrar un momento a verla en la Unidad de Vigilancia Intensiva, luego tendrá que salir y no podrá verla hasta mañana otro momento, así que después de la visita de hoy puede marcharse a casa, que si hubiese alguna evolución, tanto positiva como negativa, le llamaremos a su móvil.
Aquello me dejó anonadado, no sabía qué hacer ni qué pensar. Al poco rato aparecieron por la sala de espera dos vecinos que se habían enterado y venían a saber algo.




Al  cabo de una hora me avisaron para poder pasar a ver a Gertrudis, me llevaron a un cuarto anterior a la UVI, allí me hicieron descalzar, ponerme una funda en los pies, una bata verde un gorro del mismo color y una mascarilla, me hicieron lavar las manos con un desinfectante y me acompañaron por entre varias camas en las que había pacientes acostados, inmóviles y conectados a diferentes aparatos, así llegamos a la que estaba mi mujer, la pude reconocer porque me lo dijo la enfermera, además de llevar casi toda la cabeza vendada, tenía puesta una mascarilla de oxígeno y un color amoratado cubría casi toda su cara.
Acaricié sus dedos de la mano derecha con sumo cuidado ya que del dorso de ésta  le salía un catéter.
Gertrudis, estoy aquí contigo, me han dicho que no me oyes, pero yo creo que sí, solamente puedo estar un ratito contigo, luego tengo que salir, pero ellos te cuidarán, no te preocupes por nada, verás cómo te curarás pronto y todo pasará.
Cuando vino la enfermera a avisarme que tenía que marchar, le di un beso a través de la mascarilla en su mejilla y le dije: Te quiero.

Capítulo  II
¿Qué ha pasado? No recuerdo nada, de pronto he sentido como un gran golpe que me nubla la vista, estoy como flotando, no me duele nada, pero pienso que no debo moverme, solamente siento que estoy inmóvil, boca abajo, del lateral derecho de mi cabeza noto como un líquido viscoso y caliente me inunda un ojo.
Me quedo totalmente inmóvil, quiero analizar qué me pasa, todo es una nube negra que no me deja ni ver ni sentir, pero allá, en algún lado de la lejanía veo un pequeño punto blanco, como a veces se ve en el centro de la pantalla del televisor cuando lo apagas, pero éste al contrario, va creciendo, se acerca a mí, lo inunda todo, no es un punto, es como un tubo que se ensancha, es como un túnel que me absorbe, que me atrae hacia el fondo, donde hay un  gran resplandor blanco, voy flotando hacia él, pero ya no siento sino una paz, una tranquilidad, me viene a la memoria cuando me operaron, al principio tenía frío e incluso pedí una manta, luego notaba como no podía decir nada e incluso los números que iba contando como me dijeron, se alejaban de mí y cada vez me costaba más decirlos, pero entonces no ví ni la luz ni el túnel, ahora flotaba, era como una nube que La Luz aspiraba.
De pronto me encontré parada por algo, noté que alguien me sujetaba por la mano derecha, más bien por la muñeca, el resplandor pereció un poco más sombrío.
Algo me sujetó con más fuerza, noté que me abrían un ojo, me pincharon unas cuantas veces, mi cuerpo empezaba a dolerme terriblemente, el hombro, la cabeza, la cadera, sin embargo las



piernas no las sentía, me pusieron algo en la cara de lo que salía un aire fresco que me entraba por la boca y la nariz y hacía fuerza para llegar hasta mis pulmones.
Otra vez empezaba a sentir calma, poco a poco notaba que me dormía en un agradable sueño reparador, caí en un sopor  en el que ya no recordaba nada, me dormí como cuando era niña y mi madre me contaba cuentos, quería oírlos pero la voz desaparecía.
No recuerdo nada de lo que pasó, al cabo de un rato, para mí un suspiro, empecé a oír voces a mi alrededor, eran voces extrañas que hablaban de vendas, gasas, goteros, todo palabras de hospital y de médicos, una vez oí a una mujer que decía:
Pobrecilla, ¿Qué le ha pasado?
Ha tenido un accidente doméstico o su marido que la ha querido matar.
Por favor, no digas esas cosas, que te puede oír.
No, qué va, está en coma, suerte tendrá si se salva.
Aquellas frases me martilleaban en la cabeza, de pronto empecé a tener un vago recuerdo de lo pasado, estaba arreglando una habitación cuando sonó el teléfono, le grité a mi marido:
¡Ramón! ¡El teléfono!
 Pero nadie contestó, salí de la habitación para bajar hasta el recibidor y coger la llamada.
Tropecé con algo, quizás una alfombra, caí de bruces sobre la barandilla, reboté y caí sobre el hombro contra el primer escalón, intenté agarrarme a la barandilla y rodé de espaldas con la cabeza para abajo, fue un golpe seco y muy fuerte, giré sobre mi cabeza y di una vuelta de campana, y otra, y otra y llegué al suelo del recibidor.
Ahora me encontraba inmóvil en una cama, no veía nada, intenté abrir los ojos y no pude, quise mover un dedo, tampoco lo logré.
Noté como alguien acariciaba mis dedos, era la misma voz que me había retenido cuando marchaba hacia La Luz. Me decía que me curaría, quise sonreírle, pero tampoco pude. Noté el roce de algo sobre mi mejilla y después nuevamente el silencio salvo aquellas voces lejanas que a veces se acercaban y tocaban algo a mi alrededor.

En medio de esos recuerdos y hechos, dormía o no sentía nada en absoluto.
De vez en cuando venía la voz del hombre que me acariciaba la mano y me decía cosas bonitas.




Quería agradecerlas abriendo un ojo, o una sonrisa, o simplemente mover un dedo, pero no podía.
A veces sentía cómo los médicos se acercaban y decían cosas que no entendía. Venían y me cogían los brazos y las piernas uno a uno, levantaban mis miembros y los dejaban caer, otros me pinchaban en la planta de los pies, también golpeaban suavemente codos y rodillas, yo quería moverme, decirles que sí sentía, pero no podía, luego, a veces, cerca de mí comentaban que no tenía movilidad, que no había ningún síntoma de nada, otras veces hablaban cuando se alejaban, alguna vez me abrían el ojo, enfocaban con una linterna y me hablaban:
 ¡Gertrudis!, ¡Gertrudis!, ¿Nos oyes? ¡Abre un ojo!, ¡Mueve un dedo!, ¡Respira más fuerte!, ¿Puedes llorar?
Yo intentaba todo, les hubiese dicho que sí sentía, que les oía, que lloraría aunque fuese porque no sabía qué me pasaba.
Cuando sentía algún comentario de ellos, todos eran del mismo estilo:
No siente nada, no oye, no responde a los estímulos.
Y yo quería gritar, llorar, patalear, cualquier cosa que dijese que solamente dormía. En mi interior habitaba la locura, notaba como si a veces mi boca se llenase de un líquido salado, luego me parecía que lloraba, pero ellos no sentían.
De vez en cuando venía la voz que me acariciaba, empezó a contarme cosas que yo recordaba vagamente, me hablaba de sitios que yo creía haber visto, de barcos, de aviones, de bodas, de él y de mí, pero no podía responder.
Después de varias visitas comprendí que era Ramón, mi marido, pero una vez alguien a mi lado había dicho que quizás intentó matarme, eso me machacaba en el cerebro, pero Ramón no haría eso, él me quería y yo a él.
No sé cómo pasaba el tiempo, de pronto no oía nada o me notaba con gente a mi alrededor hablaba, pero era incapaz de saber qué pasaba entre ruidos y conversación y otros, el tiempo parecía no existir, todo parecía suceder en el mismo espacio y cada cosa encadenada a lo anterior, no parecía dormir, no soñaba, solamente me agolpaban en la cabeza palabras, recuerdos de los que me hablaba Ramón, pero todo sin sentido ni orden.
Una vez oí que me trasladarían a planta y ver si evolucionaba, que las heridas cicatrizaban bien.





Me habían operado de todo lo operable y no había ninguna causa para que siguiese sin responder a los estímulos.

Capítulo  III

A la mañana siguiente del accidente, estaba en casa, recién levantado preparándome para ir al hospital cuando llamaron a la puerta, abrí y se presentaron dos hombres que me enseñaron unas placas y me dijeron que eran policías.
Les dije que pasaran y me dijo uno de ellos:
Hemos recibido una denuncia del Servicio Social referente al accidente de su esposa que dice que no quiso responder a sus preguntas.
¡Eso no es cierto! Esa señora, justo cuando estaba esperando que saliese un médico de atender a mi esposa, me hizo pasar a un despacho y poco menos que me acusó de violencia de género e intento de asesinato de mi mujer.
El trámite, dijo otra vez el policía, es que hay que analizar los hechos para localizar posibles delitos.
Repito, esa señora me empezó a interrogar como si yo fuese culpable y no tuvo ninguna consideración conmigo, como pese a mis contestaciones quiso empezar hasta con preguntas  personales, le dije que no admitía que nadie me interrogase sin ser policía o un profesional serio.
Esa señora está capacitada y titulada para hacer las preguntas que crea pertinentes si  sospecha que se ha cometido un delito, pero bueno, nosotros hemos venido a investigar el lugar de los hechos e interrogarle ya que existe una denuncia por parte de los Servicios Sociales.
Mire usted, estamos en un estado de derecho, les he dejado pasar para dialogar y responderles a las preguntas que buenamente me quieran hacer, pero como también ustedes actúan con animadversión contra mí, quiero hacerles saber que si lo que quieren es interrogarme, primero, tengo derecho a solicitar a mi abogado y la orden correspondiente para entrar en mi casa. Ahora bien, si lo que quieren es que les cuenten lo que pasó, con mucho gusto, pero no crean que no conozco mis derechos y que me voy a dejar intimidar ni por esa…señora ni por un par de policías dispuestos a creer que están juntamente con la señora o señorita en posesión de la verdad, así que harían ustedes muy bien en pedirme las cosas con otras palabras y pensando en lo que yo estoy pasando por tener a mi esposa tan mal




Que los médicos dicen que lo mejor que puede pasar es que quede casi como un vegetal.
Y tal como dije en el hospital, estaba en el porche arreglando unas plantas, que por cierto las dejé a medias y allí están todavía. No sé si algún vecino me vio, yo si vi personas que pasaron por la calle pero absorto en lo que hacía, no vi ni quienes eran.
De pronto sentí un gran golpe dentro de la casa, fue un golpe largo, tardó varios segundos, dejé lo que hacía y entré corriendo, de hecho en el porche está todo todavía en medio salvo una pala pequeña que se quedó allí y cuando llegué ayer del hospital le di una patada porque tropecé con ella y por poco me caigo, pero como ya he dicho, corrí a dentro y al principio no la vi porque la puerta de la calle la tapaba.
¿Cuándo usted entró estaba la puerta abierta o la tuvo que abrir?
Normalmente, cuando estamos los dos en casa o estamos haciendo algo en el jardín, incluso hay una pieza para sujetarla, ésta que ven allí, dije señalando detrás de la puerta, para evitar que con la corriente se cierre. Ayer estaba abierta y sujeta, y la de la cocina también, ya que allí tengo un lugar para guardar las cosas de jardinería y estuve entrando y saliendo.
Pero como les digo, entré y me la encontré allí tendida, no la moví para nada, solamente le cogí el pulso y llamé pidiendo ayuda.
¿Por qué llamó a la policía?
De pronto me vinieron a la cabeza un montón de teléfonos, que si bomberos, protección civil, policía local, maltratos….. El único que estaba seguro era el 091 de toda la vida, la cuestión era no perder tiempo. Luego le fuse un pequeño cojín debajo de la cabeza.
¿Llamó primero o le buscó el pulso?
No lo sé, no puedo  recordarlo, le miré el pulso y le miré el blanco del ojo, esto último no sé por qué lo hice, quizás porque lo he visto hacer.
Cuando llegamos al hospital con la ambulancia, me  enviaron a rellenar formularios y luego me dijeron que fuese a la sala de espera que me llamarían.
Cuando me vinieron a buscar, me pareció que era muy pronto y me dio un vuelco el corazón, aquella mujer, por cierto muy desagradable se puso en plan inquisidor y sencillamente la mandé a paseo por no enviarla a otro sitio, me considero una persona agradable, educada y simpática, pero hay cosas por las que no paso, y una de ellas es esa falta de consideración con las personas y ese querer parecer que se está por encima de todo sin pensar entre otras cosas que la persona que tienen enfrente están sufriendo.




Bueno, creo que ya está todo, ¿Nos dejaría que viésemos la escalera por donde cayó?
¿Ha tocado algo?
No, solamente la señora de la limpieza que vino ayer, quitó la mancha de sangre, lo demás está igual. Miren, esta es la escalera y supongo que rodó desde arriba, no lo vi, he mirado si pudo tropezar con la alfombra que hay en el descansillo de arriba.
¿Tienen algún animal doméstico? ¿Perro o gato con el que pudiese tropezar?
No, no tenemos, ni críos que pudiesen dejar juguetes por medio. Estamos los dos solos.
Los dos policías subieron las escaleras, miraron y midieron todo y bajaron de nuevo.
Bueno, no le molestamos más, creemos que todo está claro, cuando su esposa despierte le pediremos que nos explique qué le pasó, mientras tanto le deseamos que se cure cuanto antes y todo quede en un susto.
No es eso lo que dicen los médicos, parece ser que ha perdido la movilidad por lo menos de cintura para abajo.
Salieron los policías y a continuación lo hice yo para ir al hospital
Cuando llegué al hospital, antes de entrar a ver a Gertrudis me llamó a una pequeña sala en neurólogo que atendía a mi esposa.
Mire, señor Ramón, el estado de su esposa está estable, no parece haber mejoras ni tampoco mayor gravedad, le hemos hecho muchísimas pruebas y no responde a nada, pero sin embargo, la lesión de la columna vertebral, que es grave, porque ha perdido totalmente le movilidad de las piernas no es razón para otras muchas cosas, el golpe y rotura del cráneo no parece afectar ni a la vista ni al habla, todavía persiste la inflamación y hay que esperar a que remita, pero no hay derrames ni daños importantes, además la fisura es limpia y no ha habido desplazamiento del hueso ni pérdida de masa encefálica. Pero no responde a los estímulos, se le han hecho encefalogramas, TAC y demás pruebas. Seguiremos teniéndola en observación en la UVI mínimo unas setenta y dos horas más, pero si persiste la tendremos que enviar a planta para poderle hacer la mayor rehabilitación posible, aquí se le hace algo, todo a base de moverle las articulaciones, pero allí le podremos hacer más cosas. Pero lo interesante sería que recobrara el conocimiento.
¿Puede pasar mucho tiempo para eso?





Es impredecible, porque es que no hay causa aparente. Primero le quitaremos el oxígeno y la respiración asistida para ver cómo reacciona. Luego veremos qué podemos hacer.

Capítulo  IV
Otra vez han venido varios médicos, he notado que me movían, a veces me cogen brazos y piernas y me los doblan durante varias veces, también me dan como friegas, en las piernas no noto nada, pero en brazos y resto del cuerpo siento el líquido frio.
Hay una mujer que ha venido varias veces, se acerca a mí y la oigo rezar, luego me hace la señal de la cruz y me dice cosas como que Dios está conmigo y no me abandonará, que ofrezca mis dolores por la salvación de las almas, pero yo no siento dolores. No he sido una persona muy religiosa, pero aquí rezo y me acuerdo de toda mi vida, me arrepiento de muchas cosas, sobre todo cuando he tratado a las personas de alrededor con desprecio.
Lo que oí de mi marido, no puede ser verdad, me da vueltas a la cabeza, pero él me ha querido siempre y no haría una cosa así, pero estando como estaba en el porche tenía el teléfono más cerca que yo y supongo que lo oiría mejor, tampoco sé con qué tropecé, los escalones son peligrosos, pero no había llegado ni siquiera al primer escalón.
Ramón ha llegado, me coge la mano y me besa en la mejilla, me gustaría decirle o hacerle saber que si me entero y que se lo agradezco, no creo que me haya querido matar, eso son cosas de malas personas, es bueno y me trata con cariño, me habla, me cuenta qué día hace, hoy hay sol y una temperatura agradable, luego, cuando salga del hospital irá andando hacia casa, dando un paseo, ha venido en autobús porque por aquí no hay quien aparque.
Quisiera decirle las pruebas que me han hecho, he oído a los médicos diciendo que no tengo nada para estar totalmente paralizada, yo no sé cómo decirles que no, que no puedo moverme pero que los oigo y siento, hasta alguna vez cuando me pinchan en los pies y siempre que me lo hacen en los dedos de las manos, incluso cuando me dan golpecitos con algo como un martillo en los codos, en las rodillas no, ni en los tobillos. Cuando estiran de los párpados para verme los ojos, quisiera moverlos para que me vean, pero no veo nada, todo es oscuridad.
Ya no he vuelto a ver aquella luz dentro del túnel, ahora todo es negro, alguna vez, cuando están los doctores y me estiran de las pupilas, veo como un pequeño reflejo de luz, pero desaparece enseguida, luego oigo: Nada, no ve nada ni siente, entonces quisiera llorar, mover las pupilas, sonreír, cualquier cosa que les diga que oigo y siento, pero no puedo, entonces ellos





se marchan y a veces no dicen nada agradable, oigo que dicen que soy un vegetal, que en cuanto me saquen la respiración asistida moriré y que es lo mejor que me podría pasar, ya sé que no les puedo hacer señales, pero son muy crueles y pienso que no son buenos médicos, que tratan a los pacientes como trozos de carne, solamente está la mujer que viene a rezar a mi lado, ella si cree que le escucho y que dentro de mi hay una vida que siente, que sufre, que padece. Ahora sé que hay alguien más allá que vela por mí, que me tiene así para que purgue mis pecados en la tierra para entrar más limpia en su casa.

Ramón ya se ha ido, hoy le he oído llorar, ha disimulado, pero le he oído llorar, él también cree que le oigo.
Como me han quitado la mascarilla y solamente tengo dos tubitos en la nariz, de vez en cuando me moja los labios resecos con agua.
Como quisiera agradecérselo aunque me haya querido matar.
Oigo continuamente como las enfermeras, supongo, pasan cerca de mi, hacen algo, alguna vez entre ellas dicen que hay que cambiarme un gotero, también me pinchan en el estómago, hay una enfermera que cuando me hace algo me lo dice, sé que el pinchazo en el estómago es para que la sangre circule mejor y no se coagule y me produzca un trombo, esta enfermera cuando llega a mi lado me roza la mano y me dice:
Gertrudis, vengo a cambiarte el gotero para que comas por la vena, éste de hoy te va a gustar, es de cocido, pero no engorda, de camino te mediré la temperatura y luego vendré a darte crema para que no te salgan llagas, además hay que cambiarte los pañales, pero tú tranquila, ya lo haremos todo nosotras.
Tiene una voz que parece de jovencita, es la única que me habla además de la que viene a rezar.
Cuando se ha ido mi marido, ha venido y me ha dicho, tienes que ponerte buena, aunque sea por tu marido que lo está pasando mal, tendrás que decirle algo porque él siempre te habla y te pregunta cosas.
Han dicho los médicos que mañana quizás me envíen a planta, cuando sepan los resultados de las últimas pruebas, hablaban entre ellos, pero yo no sé cuando es hoy o mañana, no tengo noción del tiempo, duermo mucho y cuando despierto desconozco cuanto tiempo he estado dormida, si no hay nadie cerca solamente se oye un pitido continuo, un pi, pi, pi, uniforme, es  algo que tengo cerca, muchas veces me pongo a contarlos pero me duermo enseguida.
Toda mi vida pasa continuamente por mi cabeza, es curioso, tengo recuerdos de los que nunca me había acordado, incluso de mi más tierna infancia, a veces me parece recordar que estoy



en el cuco, de bebé y llegan a casa personas que me miran y me hacen tonterías, quieren que ría pero a veces me asustan porque hacen ruidos raros y con un dedo me tocan la barbilla y yo los veo feos y lloro, mientras ellos se ríen, así consigo que mi mamá me coja y arrulle, otros me gustan, porque me hablan con ternura y yo río.
Recuerdo cómo voy creciendo, cómo me separan de mi mamá y me llevan al colegio, yo entonces no sabía que era un colegio, pensaba que era como una prisión de niños en la que había que estar sentada durante mucho rato, había otras niñas que me pegaban y arañaban, otras jugaban conmigo, y así me iba haciendo mayor, recuerdo mis primeras salidas sin mis padres y a salíamos con chicos, y mi primer amor, mi primer beso entre bromas y juegos y luego conocí a Ramón y mi vida cambió él me trataba muy bien, me decía que me quería, yo también lo quería a él.
Nos casamos y creo que hemos sido felices, aunque quizás él no y por eso me ha querido matar. ¿Será porque no le he dado un hijo como él quería? Al principio fuimos a médicos e incluso pensamos en la adopción, luego nos fuimos acostumbrando y vimos que también el no tener hijos nos permitía entrar y salir cuando nos daba la gana, viajar, en fin gozábamos de toda la libertad del mundo, veíamos a nuestros amigos que muchas veces no podían salir ni viajar, siempre pendientes de que no enfermasen, siempre protegiéndolos se olvidaban de ellos mismos. Nosotros nos acostumbramos a viajar y salir solos los dos y la verdad es que lo pasábamos bien.
Ya oigo a los médicos que vienen otra vez, ahora me harán todas las revisiones, me pincharán y darán con el martillo, me estirarán de los párpados.
Hoy hay uno nuevo, se ha puesto a mi lado, me coge la mano y me dice:
Bueno, Gertru, no tienes nada que te obligue a estar dormida y sin moverte, ya es hora de que dejes de hacer el vago, tenemos que hacerte mucha rehabilitación y así no podemos, además, en planta estarás mejor y tu marido podrá estar contigo más horas.
Qué voz más bonita tiene, es una voz grave, muy grave y muy agradable, me recuerda aquella voz de los narradores de las novelas de la radio en los años sesenta, presiento que su físico tiene que estar de acorde con su voz, tengo que verlo.
¡Mirad! Dijo una voz femenina ¡Ha abierto los párpados ligeramente!
¡Veo! Algo borroso pero veo claros y oscuros.
¡Dios mío! ¡Lo veo! Es guapísimo y muy alto.
El murmullo de los médicos se convirtió en voces excitadas, el doctor de la voz me ha dicho:
¡Gertru! Ya vemos que has despertado, ¿Puedes hablar?



Intento responderle pero no puedo, él se da cuenta y me dice:
No te preocupes, si me oyes, abre y cierra los ojos una vez.
¡Lo he hecho! ¡He podido!
Muy bien, lo has conseguido, ahora si no puedes hablar abre y cierra los ojos dos veces.
Es muy fácil responderle, es un juego entretenido.
Me hace un montón de pruebas y yo le respondo si o no, pero a veces se equivoca y me hace preguntas que la respuesta no es ni si ni no, entonces abro y cierro los ojos varias veces y él se da cuenta y rectifica.

Capítulo  V
Cuando me llamaron no lo podía creer, me comunicaron que había abierto los ojos pero que eso podía ser un síntoma muy bueno pero también el principio de una larga y penosa rehabilitación.
Dejé todo lo que estaba haciendo y salí rápidamente para el hospital, entré a la UVI pese a que no era hora de visita, estuve con mi mujer, le dije que estaba allí, que me dijera si me oía y me respondió con un abrir y cerrar de ojos afirmativo, le comuniqué que no podía permanecer allí más rato y que iba a hablar con el doctor, que luego, a la hora de visitas volvería y que además le tenían que hacer muchas pruebas.
Salí y una enfermera me comunicó que el doctor me estaba esperando.
Entré en su despacho y se levantó de la mesa para darme la mano y felicitarme.
Bueno, su esposa ha dado un paso muy importante, pero hay un problema, después de todos los exámenes realizados, no hay ninguna razón para la pérdida total de movilidad, salvo la de las extremidades inferiores que hoy por hoy la medicina no tiene solución para ella, hay una rotura de dos vértebras y la médula espinar que le ocasiona una invalidez total en las piernas, el resto del cuerpo, no hay causa ninguna para que esté paralizada, su cerebro aparentemente no está dañado físicamente, pero es un campo muy desconocido su interior, así que podemos pasar mucho tiempo sin mejoras, puede recuperar alguna movilidad y algún sentido, como ha recuperado la vista, el movimiento de párpados y ojos y el raciocinio, le hemos hecho pruebas, todavía solamente una parte y su cabeza responde correctamente, tiene una lógica correcta y  unos reflejos mentales de una persona normal. Por eso puede ser problemática la recuperación, porque no hay causa física para la inmovilidad. Quizás se recupere poco a poco o se cierre y quede dormida para el resto de su vida o pasen años, cuanto más años pasen peor será, porque sus músculos y nervios se irán agarrotando.

Mañana le pasaremos a planta y la someteremos a una rehabilitación total, así que hoy ya no podrá pasar a verla, cuando venga mañana a primera hora la llevaremos a planta y queremos que usted esté presente, es posible que en esa rehabilitación, sobre todo la psíquica porque no conocemos qué le hace seguir así y quizás nos pueda dar la clave.
Nos tendrá que rellenar un cuestionario para que sepamos qué preguntas hacerle, son cosas sobre todo de la vida de ella y ustedes antes del accidente, por ejemplo si trabajaba y en qué como fue su vida en común, relaciones, si tienen más familia, qué hobbies tienen, si hablaba otro idioma, afición a la lectura, etc. Ahora cuando salga, mi enfermera se lo dará y le señalará un despacho donde pueda rellenarlo.
El doctor llamó a su enfermera y ésta entró, recibió las instrucciones e hizo que le siguiese, me acomodó en un pequeño despacho sala de estar y me entregó un cuadernillo y un lápiz.
Cuando termine, yo estaré aquí fuera, tómese el tiempo que necesita.
Estuve hora y media para responder a todo tipo de cuestiones incluidas de nuestra vida sexual en común.
Después de terminar, salí, le di el cuadernillo a la enfermera y quedé en volver al día siguiente a las nueve y media.
El resto de la mañana lo pasé llevando el parte de baja a la empresa donde trabaja la mujer, una multinacional en la que ejercía de administrativa, estuve hablando con su jefe de relaciones laborales y le expliqué la situación, le indiqué que en principio había que esperar pero que salvo un milagro, habría que solicitar la inutilidad total, en este caso, la empresa tiene un seguro colectivo y un plan de pensiones del que se podrá disponer su fuese necesario y la Seguridad Social empezaría a pagarle como pensionista, que gracias al tiempo cotizado y a los años, sería una cantidad bastante importancia.
Todo esto permitiría abordar unos gastos de rehabilitación que podían ser muy costosos.
Hablé con sus compañeros que no se imaginaban lo grave del accidente, una de sus compañeras quedó en recoger los efectos personales de Gertrudis para guardarlos hasta que yo le llamase para entregármelos.
A la mañana siguiente, cuando volví al hospital me indicaron que una vez retirados los respiradores, oxígeno y demás ayudas, había reaccionado bien y no parecía tener ningún problema, sus constantes vitales eran las correctas y el hematoma del cerebro había remitido pero seguía con la inmovilidad más absoluta salvo el parpadeo y movimiento de los ojos.
El doctor me hizo pasar para que hablase con ella con cuidado de que le hiciese preguntas sencillas a las que me pudiese responder con el movimiento de los párpados pero que intentase que moviese los dedos, en éstos habían hecho pruebas y no los movía, pero no los tenía agarrotados, en fin, seguíamos en las mismas, no había razón para que no se moviese salvo las piernas que no parecían tener solución, todo parecía efectos de un shock del que no se sabía cuando se recuperaría.

A medio día fue trasladada a planta, seguía con la alimentación por goteo y estaba conectada a un monitor que informaba y vigilaba de todas sus constantes vitales.
Me entregaron unas cuartillas con los horarios y el tipo de rehabilitación y me pidieron que estuviese presente en muchas de ellas porque a veces sicológicamente un familiar cercano podía ser positivo.
A los quince días se había avanzado algo, con la ayuda de una enfermera empezó a comer alimentos más o menos sólidos, había que abrirle la boca para introducírselos, pero luego los tragaba, movía la cabeza lateralmente y los dedos de ambas manos los abría y cerraba. Le quitaron el monitor y el gotero, y pasaba la mayor parte del día sentada en una silla de ruedas, por lo cual la llevaba a pasear por los pasillos de la planta, luego me dieron permiso para sacare al jardín del hospital. La vista estaba recuperada e incluso veía la televisión y entendía todo lo que oía.
Una semana después tenía movilidad reducida en el brazo sano, las radiografías del fracturado junto con la clavícula daban buen aspecto y pronto le quitarían la escayola.
Ya abría la boca por ella sola y podía comer alimentos más sólidos puesto que podía masticar. Controlaba bastante los esfínteres y avisaba según un código inventado moviendo el pulgar hacia abajo. Incluso sonreía cuando se lo pedíamos y lloraba, muchas veces, cuando no la veía nadie lloraba.
Vino por la habitación la enfermera que rezaba a su lado cuando estaba en coma y se habituó a venir antes de entrar o al salir del turno si la hora no era intempestiva.
El doctor que la había despertado, la visitaba junto con otros doctores cada día y me decía que era muy bueno que hiciese progresos aunque fuesen pequeños, porque esto era la puerta que se abría a otros mayores.
Me comunicó que en cuanto se le quitasen las escayolas, la mandarían a casa y que tendría que seguir con la rehabilitación, también me envió a un fisioterapeuta para que me indicase qué tenía que hacer para conseguir la mayor movilidad posible en casa.
En la casa lo teníamos bastante bien, es un chalet, no muy grande pero tiene una planta baja bastante amplia, con un salón comedor, la cocina, un cuarto de baño, al que habrá que sacarle la bañera y poner solo ducha,  una sala de estar y un pequeño despacho, la sala de estar se puede reconvertir en habitación y el recibidor, por la cocina se puede salir a un patio trasero y por delante la puerta de la calle que lleva a un porche y el jardín que separa la casa de la calle. Los únicos escalones son del porche al jardín, pero hay espacio suficiente como para hacer una rampa por la que pueda subir y bajar una silla de ruedas.
En la parte alta, en el piso hay tres habitaciones y un baño, además del descansillo que da a las escaleras, alrededor del cual están las habitaciones. En el techo del descansillo hay una trampilla que se baja y sale una escalera que lleva a la buhardilla, que no se usa sino para guardar trastos.

La solución será que Gertrudis disponga de la planta baja y yo me quedaré en la habitación de matrimonio, ya que en la de abajo no cabe una cama de matrimonio, una silla de ruedas y una pequeña grúa elevadora para trasladar a Gertrudis de un lado al otro e incluso a la ducha y  a la taza del wc que también hay que cambiarlo.

Capítulo  VI

Ya me siento mejor, por lo menos ahora ya saben que estoy viva, que oigo todo y puedo responder.
La rehabilitación va muy bien, según los médicos, ya sé que no podré andar nunca más, pero eso no sería lo peor de todo, lo peor es no sentir, el sentirse como una planta, ahora ya puedo mover los brazos, bueno, de momento el que no tengo escayolado, pero dicen que cuando me quiten el yeso, podré y cada día mejor. El habla no lo he conseguido, pero por lo menos puedo comer y tragar por mi misma, además, lo más importante, puedo controlar los esfínteres.
Tengo ganas de llegar a casa, me han dicho que será pronto, Ramón me ha explicado que van a hacer unas reformas para que pueda moverme con la silla por mi misma en la planta baja y que me arreglará la sala de estar como habitación, podré salir al jardín y al patio trasero, también me ha hablado de que sería interesante, mientras recupero la movilidad de los brazos y pueda valerme  sola, ponerme una persona que me ayude y haga las labores de la casa, dice que pondrá un anuncio y miraremos quién viene por el empleo.
Cada día en la rehabilitación descubro algo nuevo, hoy puedo mover mejor los dedos y los brazos, esto abre un montón de posibilidades, creo que podré utilizar un PC, esto me facilitará la comunicación y me abre la gran puerta de Internet, ya utilizaba el ordenador como  uno de mis entretenimientos, además de que en mi trabajo era la primera herramienta, estoy acostumbrada a las hojas de cálculo y procesadores de texto, además comparto con mucha gente cadenas sociales y recibo informaciones de todo el mundo, dentro del mal que me ha pasado, no ha sido lo peor, Dios cuando te cierra una puerta, te abre otras.
Va pasando el tiempo y ya pronto me quitarán la escayola de la clavícula y el brazo, la de la pelvis durará un poco más, pero debido a la inmovilidad de las piernas, dice el traumatólogo que no hay mucho peligro de movimientos bruscos, la verdad es que semejante comentario me ha parecido un poco de mal gusto en el fondo, pero me lo he tomado a risa.
 Está visto que el psicólogo que me trata está haciendo un buen trabajo, es un hombre de mi edad y me comenta que lo mejor que hago por mi bienestar es el tomarme la vida con ese ánimo, cualquier persona que haya pasado por algo similar a lo mío, estaría hundido en una fuerte depresión.
Todas mis conversaciones son a base del si y el no de mis párpados y algún truco más que hemos inventado, guiñar el ojo derecho o izquierdo para respuestas no tan tajantes como afirmar o negar, tres cierres lentos de párpados cambiar la pregunta por tener dudas y lo más, desde que puedo mover las manos y los dedos, estoy aprendiendo un lenguaje de signos a base de las letras del abecedario. Cuando llega Ramón y nos oye reír, casi se enfada pensando cómo podemos hacerlo en mi estado.
Ramón siempre ha sido una persona bastante inestable e incapaz de aceptar los golpes de la vida. Se ha pasado gran parte de su vida escondiendo sus alegrías y frustraciones en el fútbol, capaz de llorar por la pérdida de un partido pero incapaz de hacerlo por una película sensiblera.
Es un hombre bueno, honesto y honrado, pero si no fuese porque yo le he empujado a hacer las cosas en esta vida, no sé a donde habría llegado, pero creo que no muy lejos, laboralmente está muy bien considerado, la prueba está en que ahora que hemos tenido este problema, le han dicho que se tome el tiempo que necesita y va a ratos a trabajar o lo hace por Internet desde casa, es Informático en una gran empresa y tiene un buen equipo humano al que sabe dirigir con mano izquierda pero con firmeza, la que no tiene para el resto de los mortales.
La enfermera que rezaba a mi lado cuando estaba en coma, viene a visitarme siempre que puede, al ver mis progresos se ha alegrado muchísimo y me ha dicho que si quiero le puede decir al capellán que pasa por el hospital que me puede visitar, le he dicho que sí, que puede pasar cuando quiera.
La tarde siguiente ha pasado el sacerdote, cuando he oído su voz la he reconocido, él también estuvo a mi lado cuando estaba en coma, me cogió la mano derecha, me la apretó y me dijo algo así como:
 Valor, hija, Dios no te abandonará.
Me ha preguntado si era Católica, le he contestado que sí, pero que últimamente me encontraba un poco alejada de la Iglesia. Entonces me ha ofrecido la Sagrada Comunión, le he dicho que sí.
Después de una breve charla me ha dado la absolución y sacando una cajita que llevaba en el maletín que le acompañaba, me ha dado la Comunión.
Cuando ha llegado Ramón me ha comunicado que ya han empezado las obras para adaptar el cuarto de baño, así como la sala de estar, ha retirado todos los muebles, salvo un par de sillones, va a poner una cama regulable eléctricamente, la pequeña grúa es eléctrica y en principio, si mejora algo mi movilidad, la podré usar yo sola, ya que además se puede desplazar en recorridos cortos, en el despacho ha sacado todo su equipo informático, mesa, sillones articulados, ha mandado hacer otra instalación en una de las habitaciones de la planta superior y allí montará su despacho, en el de abajo pondrá una mesa a la medida de una silla de ruedas y todos los archivadores y una pequeña biblioteca a baja altura, que se pueda utilizar desde la silla.
Dice Ramón que va a poner el anuncio de que necesitamos una persona para hacerme compañía y trabajos de casa, que en principio cree que la necesitaremos las veinticuatro horas del día, luego, según mi recuperación podríamos reducir el tiempo y dejarla solamente para mañana y tarde, ya que él tiene que empezar a ir al trabajo.

Me parece bien, le he hecho saber que le preguntaremos a la enfermera que viene a rezar y quizás sepa de alguien.
Ha dicho Beatriz, la enfermera, que abajo, en recepción hay una lista de personas que cuidan enfermos y disminuidos físicos, que tienen mucho cuidado de a quién incluyen en la lista y piden muchas referencias.
Hoy la rehabilitación ha sido muy dura, a veces termino llorando de dolor y frustración, pero hoy ha sido demasiado, los estiramientos que tengo que hacer me cuestan mucho, además ya he empezado a hacer pesas para fortalecer las manos y los brazos, incluso el escayolado, según el fisio, estos tienen que ser mis brazos y mis pies para el futuro, luego me hace estiramientos y masajes en las piernas, dice que hay que seguir haciéndolos para que la sangre corra por ellas y que no se queden en tejido muerto, que siempre queda la esperanza de que con el tiempo se descubra algo que pudiese solucionarme la movilidad, que hoy por hoy no existe, pero la medicina es una ciencia que cada día está avanzando.
Jesús, el psicólogo, ha venido, viene dos veces por semana y a partir de hoy pasará a una vez. Cuando me manden a casa tendrán que llevarme a su consulta hasta que estime necesario, lo mismo que la rehabilitación, que será diaria y me tienen que traer.
Le he dicho a Jesús que no quiero que me lleven a casa todavía, que aquí estoy acompañada y allí lo mismo se me cae la casa encima. Decirle todo esto, por señas y con el alfabeto para sordos de las manos, es un gran trabajo, pero Jesús me hace que cada vez mis frases sean lo más largas posibles, además, muchas veces me dice que no me entiende, yo creo que lo hace a propósito para obligarme a trabajar.
Hoy, entre el fisio y Jesús, he terminado llorando, este último, que no demuestra lástima en ningún momento me dice que es que va a cambiar el tiempo y que además quiero la vida cómoda del hospital, que ya va siendo hora de enfrentarme a la rudeza de la vida y que veré cuando esté en casa que me podré valer por mi misma para hacer muchas cosas, que podré salir y entrar cuando sepa moverme con la silla de ruedas y que seré libre.
Esta mañana han venido a buscarme a primera hora, para levantarme tengo un artilugio, como una pequeña grúa que me colocan y luego giran para sentarme en la silla de ruedas, dice Ramón que en casa me van a poner una más pequeña y eléctrica, que con el tiempo esa operación la podré hacer yo sola.
Me han hecho unas radiografías e inmediatamente ha venido el trauma y me ha dicho que me quita la escayola del húmero y la clavícula, que la de la pelvis me la dejará algún tiempo más.
Ha venido Ramón y me ha comunicado que los arreglos de casa ya están hechos, hemos comprado una furgoneta adaptada, pero todavía no se la han entregado, mientras tanto los desplazamientos hasta el hospital, cuando nos vayamos a casa, como no está muy lejos los haremos con la silla de ruedas o en ambulancia.
Dice Ramón que cree que ya tenemos cuidadora, que vendrá esta tarde para conocerme y que yo dé el visto bueno.

Después de comer, a primera hora de la tarde, ha venido la aspirante a cuidadora, ha llamado y Ramón le ha abierto la puerta,  ha entrado y mi marido me la ha presentado, es una mujer de unos treinta y tantos años, alta y elegante, no parece que sea una cuidadora.
Ha presentado un curriculum muy bueno, hasta hace unas semanas estaba en una casa de un matrimonio de ancianos, él estaba muy mal, ella, algo más joven y se conservaba mejor, el anciano murió y ella se fue al extranjero a vivir con una hija, antes de irse le escribió unas referencias muy buenas a Fina, que así se llama.
Ramón le hizo saber cuales serían sus obligaciones, eran aproximadamente lo que hacía con los ancianos, a mi me pareció bien salvo que parecía más la señora de una casa que la cuidadora.
El sueldo le pareció correcto pero quería estar asegurada,
Le tomamos el número de teléfono y le comunicamos que le diríamos algo en un par de días.
Cuando marchó, Ramón me preguntó qué me parecía.
Como pude le dije que las manos las tenía muy arregladas para estar tanto tiempo en la casa de los ancianos.
Ramón me contestó que según había hablado con ella, con el anciano no tenía mucho trabajo, porque en la casa además tenían una asistenta y ella lo único que hacía era leerle el periódico, hacerle compañía  y sacarlo a pasear. Además la candidata era auxiliar de geriatría y enfermería con un curso de quiromasaje, había trabajado también, antes de con el anciano en un geriátrico, pero le daba más el trabajar en una casa, lo único que quería eran dos tardes libres a la semana que ya verían cómo lo combinaría, aunque al principio comprendía que no podría ser ya que mi movilidad era muy reducida y dependía de alguien, aunque él, Ramón también se podría hacer cargo.
A los dos días Ramón la llamó y le dijo que quedaba contratada, entonces estuvo viniendo  al hospital  para aprender los cuidados que me tenía que hacer, tanto de rehabilitación como de enfermería.
La verdad es que Fina parecía muy competente y aprendía rápido. Es muy agradable en el trato y perece tener una buena cultura.
Capítulo  VII
Al fin ya estamos en casa, Gertrudis parece estar contenta de haber salido del hospital, aunque ahora le esperan mayores sacrificios para salir adelante.
Bueno, ya estoy aquí, la rampa y la habitación ha quedado bien, el despacho ha quedado solamente con mi PC y el resto del equipo informático, el cuarto de baño ha quedado bien y en el salón al lado del sofá Ramón ha hecho poner un sofá-cama bastante cómodo para que duerma Fina.
Eran las diez de la mañana cuando a 500 kilómetros sonó el teléfono móvil de un viejo conocido.

¿Si, dígame?
¡Ricardo! ¡Hola!, ¿Me conoces?
Si, claro, ahora si, José Miguel, ¿Has vuelto a la costa?
No, no, estoy en Madrid, te llamo por dos razones, la primera es saber cómo estáis tú y Pedro, y la segunda es porque quería consultarte algo.
Si, estamos bien, con Pedro de vez en cuando vamos a pescar y está bien ¿Y tú qué tal andas?
Bien, con mucho trabajo pero bien, de eso quería hablarte, tengo un asunto sobre la mesa del despacho que no tiene mucha importancia, se trata de un posible accidente, pero es tan claro, tan perfecto, tan limpio que antes de darle carpetazo y cerrarlo quería comentártelo.
José Miguel le explicó a su amigo el caso de Gertrudis y luego le dijo:
¿Por qué no te vienes a Madrid y vamos a hacer una última inspección del caso?
Bueno, en realidad ahora no hago nada y no me vendría mal un paseo por la capital.
Coméntaselo a Pedro y os venís los dos y así de camino nos vemos y pasamos unos días juntos.
Bueno, te diré algo sobre Pedro y si dice que sí marchamos mañana mismo. Ahora con el AVE es un paseo.
Ricardo habló con Pedro y asintió rápidamente, aquella misma tarde, después de avisar al comisario se fueron a Valencia y desde allí cogieron el tren hasta Madrid.
Llegaron y José Miguel les estaba esperando para irse a cenar.
Bueno, José Miguel, dijo Ricardo, dices que en la casa la mujer oyó una llamada de teléfonos y al correr tropezó y cayó por las escaleras, ¿Desde dónde llamaron?
Desde un móvil de prepago, ya sabéis, estos teléfonos en principio tienen que estar identificados, pero hay varias trampas para ponerlos a nombre falso y éste es uno de ellos.
Esa es una de las causas que hay para sospechar, ¿Se habían recibido más llamadas de este número? Preguntó Ricardo
Si, algunas pero siempre sin ser contestadas, pudiese ser de esos teléfonos que últimamente todo el mundo recibe llamadas, no hay denuncias, pero a veces pasa.
Después de cenar los tres amigos aprovecharon para irse al teatro y luego Ricardo y Pedro se fueron al hotel y quedaron en que a las 10 los recogería José Miguel con el coche e irían a visitar la casa del accidente.
A las diez en punto de la mañana siguiente José Miguel entró en el hotel a recoger a sus amigos cuando estos estaban dejando las llaves en recepción.

Buenos días, dijo el comisario, el coche nos espera.
Subieron al coche y marcharon hacia Chamartin, al barrio de Ciudad Jardín-Prosperidad, localizaron el chalet, una casa ya antigua pero bien cuidada con un jardín muy arreglado. En el porche una mujer, en una silla de ruedas eléctrica tomaba el sol.
Llamaron al timbre y del interior, cuya puerta estaba abierta salió una mujer de unos treinta y pocos años, alta y esbelta.
¿Qué desean? Dijo la mujer a dos metros de la puerta de hierro forjado donde estaban parados los tres amigos.
José Miguel sacó su placa y se la enseñó mientras decía: Soy el comisario José Miguel Martínez y venimos a terminar un formulismo sobre el accidente que sufrió la señora Gertrudis.
Fina miró a Gertrudis y ésta asintió con la mirada para que abriese la puerta.
Una vez en el jardín se dirigió a Gertrudis y le preguntó si era ella, Fina intervino y le dijo:
No habla, solamente le puede responder por señas, moviendo los párpados, una vez para decir si, dos para no, varias veces para decirle que no sabe o no comprende. Si conoce el alfabeto para sordos con las manos también le puede decir alguna cosa corta.
Bien, gracias, intentaremos entendernos, suponemos que usted es la señorita de compañía, ¿Vivía en la casa cuando ocurrió el accidente?
No, yo fui contratada después, cuando salió del hospital.
¿Está el marido de la señora?
No, está trabajando, no vendrá hasta la tarde.
Bueno, puede retirarse, luego querremos hacerle unas preguntas a usted, ¿La señora nos entiende bien?
Si, contestó Fina a la vez que Gertrudis parpadeó una vez.
Fina se alejó hacia el interior y los tres amigos se sentaron en unas sillas que movieron hasta ponerlas enfrente de la silla de ruedas.
¿Se llama usted Gertrudis?
Esta asintió
Según el informe, usted se encontraba en el piso superior de la casa cuando sonó un teléfono en el recibidor, llamó a su marido que estaba aquí en el porche y no le oyó, quiso bajar por las escaleras y tropezó con algo y cayó por las escaleras.
Gertrudis iba afirmando mientras José Miguel leía el informe.

¿Sonaba el teléfono más veces así?
Si.
¿Cuándo contestaban decían algo?
No.
¿Respondía también el teléfono su marido? Preguntó Ricardo.
Si.
¿A él le decían algo?
La mujer parpadeó una vez, hizo una pausa y parpadeó dos veces mientras que abriendo la mano derecha movió los dedos pulgar y meñique arriba y abajo.
¿Quiere decir que a veces si y a veces no?
Si.
¿Cuándo cogía el teléfono su marido se equivocaban?
Parpadeó una sola vez mientras volvía a mover la mano.
¿Tiene usted teléfono móvil? Preguntó Pedro mientras iba anotando cosas en una libreta
No.
¿Y su marido?
Si.
¿Habla mucho por él?
Si.
¿Más que por el fijo?
Si.
¿Perdió el conocimiento cuando cayó?
La mujer expresó duda.
¿Oía algo?
Si.
¿Vio algo?
Si.

Empleando el abecedario para sordos dijo:
L U Z - T U N E L.
¿Quiere decir que vio un túnel en el que al fondo se veía una luz blanca y cegadora? Preguntó Pedro.
Si, si, si.
¿Cuándo dejó de verla?
La mujer dudó, luego otra vez con las manos dijo:
A M B U L A N C I A.
¿Le importaría que viésemos la escalera? Dijo José Miguel.
La mujer, con un movimiento de las manos hizo girar la silla sobre sí misma y recorrió el espacio hacia la puerta.
Los tres amigos la siguieron. Una vez en el recibidor vieron el teléfono, la puerta como quedaba abierta, subieron por la escalera, en el descansillo de arriba, cubierto por moqueta, Ricardo recorrió el espacio entre la habitación de matrimonio y la escalera, comprobó que la moqueta estaba bien sujeta, pegada al suelo, luego recorrió todos los bordes de ésta.
Ricardo le dijo algo a Pedro y éste bajó hasta el porche, sonó el teléfono fijo y Fina salió de la cocina a descolgarlo.
¡Diga! ¡Dígame! ¿Quién es? Nada, no responde nadie. Dijo Fina y colgó de nuevo.
Pedro entró en la casa y cerrando la mano derecha, dejó el dedo pulgar hacia arriba, José Miguel sonrió y empezó a bajar por las escaleras seguido de Ricardo.
Abajo les esperaba Gertrudis.
Por la puerta de la calle apareció un hombre de estatura media, delgado, con gafas y una barba espesa pero arreglada.
¿Se puede pasar? Preguntó.
Ricardo le preguntó:
¿Es usted el esposo de la señora Gertrudis?
No, no, soy el psicólogo y vengo una o dos veces por semana, hoy no tocaba venir, pero he ido a un recado aquí cerca y me he acercado pero solamente de visita.
Soy el comisario y hemos venido a hacer una visita rutinaria para poder cerrar el caso, pero ya que está usted aquí, me interesaría consultarle unas cosillas, ¿Le importa que salgamos al jardín y hablemos un momento?

En absoluto, estoy a su disposición.
Y salieron los dos. Ricardo le preguntó a Fina:
¿A qué hora suele venir el esposo?
Depende, normalmente sobre las cuatro o cinco de la tarde, pero a veces viene más tarde pero suele avisar, cuando ha sonado el teléfono pensé que sería él.
Entró José Miguel por la puerta de la calle y dirigiéndose a Gertrudis le dijo:
Bueno, señora, por ahora hemos terminado, pero tenemos que hablar con su marido, así que esta tarde volveremos sobre las cinco y media, díganle que nos espere, que solamente nos falta hablar con él para cerrar el caso. Puso su mano sobre la mano derecha de Gertrudis y se despidió de ella: Encantado de conocerla, lamento que sea en estas circunstancias, pero veo que usted es muy fuerte y sabrá salir adelante.
Los tres amigos se marcharon.
Vamos a la comisaría, tenemos que hacer un poco de trabajo y luego nos vamos a comer ¿De acuerdo?
Ricardo y Pedro asintieron.
Pasaron el resto de la mañana haciendo averiguaciones y comentado varias cosas, Pedro cogió todo el expediente y lo leyó de arriba abajo, algunas veces preguntaba algo a José Miguel y otras recalcaba otras en las que no parecía haber caído Ricardo.
Ricardo y Pedro, como ya sabemos todos por otros casos, habían sido nombrados colaboradores de la policía, bueno, Pedro siempre decía que Ricardo era el colaborador, que él era solamente su biógrafo.
Cuando terminaron las averiguaciones que estaban haciendo, se marcharon a comer cerca de la comisaría, luego volvieron, dieron un nuevo repaso a los papeles y marcharon al chalet de Ramón y Gertrudis. Llegaron a las cinco y veinte, llamaron a la puerta y Fina les abrió, entraron en el salón y allí estaban Ramón y Gertrudis, Fina se marchaba cuando José Miguel le dijo que se quedase.
Bueno, estamos aquí porque tenemos que charlar con ustedes para poder cerrar este caso, dijo José Miguel, a continuación mi compañero dará lectura al expediente, e hizo una seña a Pedro que comenzó la lectura. Cuando llegó a la llamada de teléfono paró.
Ricardo le dijo a Ramón: Usted dice que no escuchó el timbre, sin embargo cuando declaró por primera vez dijo que estaba en el porche y con la puerta abierta, ¿Se ratifica en lo dicho entonces?
Si, no oí nada, quizás estaba muy concentrado en lo que hacía o en la calle pasó alguna moto y no escuché nada.

Sin embargo nosotros hemos hecho la prueba esta mañana y el timbre se oía perfectamente desde el porche, más que desde la habitación de matrimonio donde estaba su esposa, tampoco oyó la voz de su mujer llamándole desde arriba, pero bueno, quizás usted sea más duro de oído que todos nosotros, pero la verdad es que el teléfono suena una barbaridad. Usted, señorita Fina ¿Tiene aquí un móvil para llamar al teléfono fijo y probarlo?
Fina sacó un móvil del bolsillo del vestido y marcó. El teléfono sonó fuerte. Vale, puede colgar, dijo José Miguel y preguntó a Ramón ¿Lo ha oído bien?
Si, señor comisario, fuerte y claro.
Y usted, Srta. Fina, ¿Tiene otro móvil?
No, ninguno más.
Pedro sacó un teléfono y marcó un número.
Dentro de un bolso en la mesita de al lado del sofá cama sonó débilmente un teléfono.
Nadie se movió, Fina miró extrañada, José Miguel  preguntó ¿De quién es ese teléfono?
Fina respondió, es de una amiga mía que de dijo que se lo guardase.
Es curioso, dijo Ricardo, ese teléfono de tarjeta prepago está a nombre de un hombre que murió hace tres años y es desde ese mismo teléfono desde donde se realizó la llamada del día del accidente.
Eso no prueba nada, dijo Ramón.
Ya, ya lo sabemos, pero desde ese teléfono se llamaba muy a menudo a su casa y a su teléfono y al teléfono de su despacho.
Sigue sin probar nada.
Si, ya lo sabemos, pero si ese teléfono está en poder de la Srta. Fina y además recibe llamadas de su móvil algo pasa, si además el curriculum de la citada señorita Fina es totalmente falso, tampoco es auxiliar de geriatría, es más trabajó de camarera hasta hace dos años que conoció a Ramón y desde entonces mantiene una relación con él. Esto tampoco prueba nada, pero las evidencias se van multiplicando.
En ese momento llamaron a la puerta y Pedro fue a abrir, era Jesús, el psicólogo, entró, se sentó al lado de Gertrudis y le cogió la mano, de los ojos de ella brotaron dos lágrimas.
Pedro siguió leyendo, ahora relataba cómo Gertrudis salió al descansillo superior y llamaba a Ramón.
Gertrudis, en muy pocos momentos has perdido el conocimiento, por lo que hemos hablado contigo y con tu psicólogo, ¿Recuerdas haber tropezado con algo? Preguntó Ricardo.

Gertrudis hizo señas a Jesús y éste dijo:
Dice que no había nada en el suelo, sin embargo siempre tuvo la impresión de haber tropezado.
Cuando volví a casa del hospital, revisé todo y no había nada en el suelo ni nada había rodado por la escalera con mi mujer.
Ricardo le preguntó a boca de jarro: ¿Colocó bien la alfombra?
Si, pero no tenía ninguna arruga.
Ese si parece que le delata bastante, dijo José Miguel.
No tienen ninguna prueba, solamente suposiciones, ningún juez me condenaría por tener una aventura extramatrimonial.
Pedro sacó de entre los papeles una fotografía y se la dio a Ricardo, éste se la enseñó a Ramón ¿Qué ve aquí?
Una alfombra, la de arriba.
¿Y no ve nada?
No
Si se fija, hay una marca, es la marca que dejó la pata del mueble que hay pegado a la pared, usted levantó el mueble y atrapó la alfombra para que formase una arruga, ésta es la marca de la pata del mueble y esta otra raya es la que quedó en la alfombra al doblarse.
No pueden probar nada.
¿Está seguro? Dijo José Miguel: señorita Fina, usted puede ser acusada de cómplice o solamente de engaño manifiesto al falsear los papeles y poco más, si colabora con la policía.
Yo no hice nada, es más, siempre me dijo que conseguiría traerme a casa hasta que se solucionase lo de la petición de divorcio, solamente me pidió que llamase por teléfono el día señalado a la hora indicada, para eso me dio el teléfono de tarjeta, además lo usaba para llamarme, cuando yo llamaba a la casa si cogía su mujer el teléfono colgaba, si lo cogía él, se iba al despacho y lo llamaba al móvil. No me dijo nunca lo que iba a hacer, solamente que preparaba algo importante, incluso le había hecho un seguro de vida a su mujer. El curriculum y el resto de papeles me los dio él.
¡Calla! No digas nada, ¿Noves que no tienen pruebas?
¡Ramón! Queda detenido por intento de asesinato de su mujer. Dijo José Miguel, hizo una seña por la ventana y entraron dos policías uniformados que esposaron a Ramón y a Fina y se los llevaron.



Gertrudis lloraba a lágrima viva, hizo un esfuerzo y apretando la mano de Jesús abrió la boca y dijo:
Algo sospechaba. Hacía un par de años que no era el mismo.
Los tres amigos se despidieron de Gertrudis y de Jesús y salieron de la casa.

Epílogo
Ramón fue juzgado por intento de asesinato en primer grado y al pago de una fuerte indemnización a su esposa por el que fue condenado a 18 años de prisión.
Fina consiguió un trato con la justicia por colaborar con la fiscalía, fue condenada a 4 años pero no llegó a entrar en prisión al no tener antecedentes.
José Miguel, Ricardo y Pedro después de irse a cenar para celebrarlo, quedaron en verse más a menudo pero sin investigaciones por medio, cosa que duda el policía porque allá donde van parece que llaman al delito y terminan envueltos en algún caso, cosa que Pedro agradece porque así puede seguir escribiendo, que es lo que le gusta, ya lo dice él: Yo solo soy el biógrafo de Ricardo, que lleva toda la vida metiéndose en jaleos.
Jesús se convirtió en inseparable de Gertrudis, que no volvió a andar pero recuperó la movilidad de los miembros superiores y puede  hablar. Al cabo de un año se convirtieron en marido y mujer, cuando le fue conseguida la anulación.
 FIN