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viernes, 21 de noviembre de 2014

DEMASIADO CERCA DEL MAS ALLA

¿Cuando se está cerca o lejos del más allá?
¿Estamos a salvo alguna vez?
¿Dónde termina "cerca" y empieza "más allá?
Cuidado, a la vuelta de cualquier esquina podemos encontra lo que no queremos.

Hoy publico un caso que dicen ocurrió alguna vez en un lugar no muy lejano.

Y ahora............

DEMASIADO CERCA DEL MAS ALLA
Pedro Fuentes
Capítulo  I
La noche era fría y húmeda, por motivo de trabajo, Domingo había tenido que ir a aquel pueblo a setenta y cinco kilómetros de la ciudad, fue para revisar el montaje una de las tiendas de la cadena para la que trabaja.
El trabajo de Domingo es ese y  además formar a las personas que o bien porque adquieren la franquicia o porque la empresa titular los contrata para abrir una tienda y necesitan asesorar al personal.
Allí había ido porque por los estudios de mercado hechos, decían que sería un buen negocio ya que no existía ni en la población, de veinte mil habitantes, ni en las dos poblaciones  que distan seis o siete kilómetros, una al norte y otra al sur, más pequeñas pero en una comarca con alto poder adquisitivo, una tienda de dietética.
Una empleada de la firma, en la capital, natural de Villadiego del Monte, que así se llama el pueblo, dio la idea, se hicieron los estudios de mercado y se vio que era una buena plaza.
La familia de la empleada, Maribel, además tenían en la calle Mayor, muy cerca del ayuntamiento y justo antes de entrar en la plaza de la iglesia, un local que reunía las condiciones deseadas.
Se le dio la oportunidad a Maribel de ser ella la que se hiciese cargo de la tienda, la pusiese en marcha y luego seguir con ella o buscar una persona de confianza para poner al frente del negocio.
Como ya estaba próxima la apertura,  había ido a inspeccionarlo todo y poner en marcha toda la cuestión informática.
En un principio  había acabado a las ocho el trabajo, pero Maribel, a la que Domingo conocía de la central, una muchacha de veintitantos años, cerca de los treinta, con un encanto bastante especial aunque no una gran belleza pero si agradable y simpática, le invitó a cenar, ya que a partir de entonces no se verían hasta la inauguración.
Aceptó la invitación por cortesía pero le fastidiaba un poco volver a casa de noche, en aquel tiempo de otoño y por una carretera comarcal de montaña de unos cincuenta kilómetros hasta llegar a la general.
No había peligro de heladas en aquel tiempo, pero al ser una carretera bordeada por bosques, la humedad había dejado una capa de agua en el asfalto y una ligera neblina  parecía salir  de entre los árboles hacia la carretera, eran cerca de las doce de la noche y la música del CD del coche le acompañaba.
La niebla iba en aumento, los árboles, a ambos lados de la carretera parecían figuras fantasmagóricas  extendiendo su largos brazos sobre la carretera, avanzaba lentamente y cada vez se hacía más largo el camino, todavía faltaban unos treinta kilómetros hasta la general y empezó a tener ganas de orinar, así que aprovechando un estrecho camino que salía de la carretera hacia el bosque,  con sumo cuidado de no empotrar el coche contra ninguna piedra ni caer en una cuneta profunda, salió de la carretera, paró y apagó el motor y las luces para no despistar a ningún posible  conductor.
Salió del coche y se adentró unos cinco metros en el camino.
De pronto, a la derecha, a unos veinte metros dentro del bosque y por entre los árboles le pareció ver luces que se movían, al acostumbrarse sus ojos a la oscuridad, vio lo que parecía una larga fila de antorchas o velas, un aire fresco que se levantó le traía olor a cera de velas encendidas.
Distinguió unas voces pero no adivinaba a oír ni comprender las palabras, parecían salmos pero no entendía las palabras, a veces  parecía latín y otras castellano antiguo e incluso gallego o portugués, otras veces eran canciones, pero también ininteligibles.
Domingo se consideraba más bien miedoso, no en demasía, pero no le gustaba enfrentarme a las cosas que no conoce o le parecen del más allá, pero aquello llamaba su atención, se acercó sigilosamente un poco más para intentar ver con algo de claridad, al fin pudo distinguir que la persona que iba al frente, estaba vestido con una especie de hábito franciscano pero de color blanco y con capucha, pero pese a llevar la capucha puesta le vio la cara, era alargada y demacrada, por un momento pensó  que le había visto, porque le pareció que aquellos ojos que parecían flotar dentro de las cuencas, se cruzaron con su mirada cosa improbable  porque la noche era muy oscura y la niebla cada vez era más espesa, pero de igual forma que él lo había visto, el fraile blanco también lo pudo ver a él.
El de la cara demacrada llevaba una cruz en una mano y uno especie de acetre con su isopo. Detrás le seguían como unas veintitantas figuras, repartidas en dos filas y digo figuras porque no se podía distinguir las facciones de ninguna, parecían no tener rasgos, pese a que la especie de sábanas blancas que llevaban por encima no les tapaban sino la parte de atrás de las cabezas, lo único que se veía o más bien se adivinaban, eran las cuencas vacías de los ojos.
De pronto se di cuenta de una cosa que le sobresaltó, no pisaban el suelo, parecían flotar como a unos treinta centímetros del suelo y según pasaban, un viento frío se levantaba, pero éste no movía la llama de las velas, ni la niebla parecía desplazarse, pero llegaba el olor de la cera quemada y el aire en la cara.
Cuando terminó de pasar la procesión, dio la vuelta, lo más sigilosamente posible y llegó al coche, mirando más para detrás por si alguien o algo le seguía,  abrió la puerta, miró otra vez hacia los “fantasmas” y se sentó en el asiento.
El grito que dio fue espeluznante, el corazón pareció saltársele del pecho, en ese momento recordó de que aunque bajó del coche para orinar, no lo había hecho, un líquido caliente corrió por la entrepierna de su helado cuerpo.
En el asiento de al lado,  estaba sentado el “fraile” encapuchado, con su cruz y su acetre, era más pálido y cadavérico que cuando lo había visto presidiendo la procesión.
Se sujetó al volante con las dos manos e inclinó la cabeza hacia delante y apoyándola entre las manos lloró de pánico. Su cuerpo temblaba como una hoja en un vendaval.

La próxima semana el segundo capítulo, no te lo pierdas.


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