Mi lista de blogs

miércoles, 24 de junio de 2015

YO CONFIESO


YO CONFIESO
Hoy voy a comenzar una nueva etapa, va a ser la publicación de toda mi obra pero con una salvedad, siempre he dicho que todos mis relatos están basados en la realidad, en recuerdos, en vivencias, en historias que han llegado a mí, por diferentes canales, pues bien, este “Yo confieso”, va a tratar de aclarar el fondo de cada historia o relato y las diferencias que existen con la realidad, van a ser un poco unas “memorias”, mis memorias, a través de los relatos; no sé cómo los voy a contar, creo que lo ideal sea por orden cronológico, aunque tendré que agrupar alguna historia para mejor comprensión de los hechos.
Hay además otros relatos que no se han publicado todavía y otros que están a medias, unos y otros, los iré intercalando cronológicamente en el espacio tiempo que se necesiten. Hechas estas aclaraciones, empezaré por el primer publicado.


El Tiovivo

Este relato, me fue contado hace unos treinta años por un señor mayor, nos dijo a los presentes que hacía bastantes años.
Entre los presentes estaba el secretario de ayuntamiento de la población, que acababa de llegar destinado allí y yo, sobrino
político del mismo. Siempre creí que era una leyenda urbana, pero el relatante juraba que era verdad. Ninguno de los dos,
ni él ni mi familiar viven ya.
No voy a decir el nombre de la población, pero diré que era de Gerona.
Nos contó el relatante otra historia que ya nombraré cuando llegue a ella.

EL  TIOVIVO

Pedro Fuentes


Esta historia ocurrió allá por mediados de los 50, en un pueblo de unos de unos 1.800 habitantes y que en aquellos tiempos vivía mayoritariamente de la agricultura y se encontraba situado a unos 18 km de una capital de provincias pequeña, omito el nombre para que no sirva de escarnio entre las poblaciones cercanas.
El protagonista de este relato, se llama Anselmo, hijo de un agricultor, sus ideas no eran seguir viviendo toda la vida de un trabajo tan duro y sacrificado, por lo cual por su mente discurrían ideas para montar algún negocio.
Ocurrió que siendo las fiestas de la capital de la provincia, fue allí para divertirse. Dando vueltas por la feria, se paró delante de un tiovivo no muy grande, con sus caballitos que giraban y subían y bajaban al compás de una música llamativa y monótona pero alegre.
Anselmo vio que subían muchas personas, padres con niños, parejas y algún grupo de chicos y chicas.
Casi cada vez el lleno era absoluto, miró el precio, lo multiplicó por las personas que subían, vio que muchos repetían, calculó lo que podían gastar de luz, en fin, preguntó, se informó del fabricante e incluso supo de alguno que se vendía de segunda mano.
Como tenía algunos ahorros pensó que con una financiación, al fin y al cabo, tenía tierras para poder ofrecer garantías, lo consultó con su padre, a éste no le supo muy bien, pero, Anselmo era su único hijo, él ya era mayor y pensó que mejor eso a que cansado del trabajo de agricultor, se marchase, además, si salía mal, quizás el dinero perdido le haría afianzarse más en el trabajo de la tierra.
Anselmo tenía hasta el sitio perfecto, casi al lado de la plaza Mayor, su abuelo les había dejado una casa ruinosa y que tenía el solar lo suficientemente grande para montar su feria particular, tiró lo que quedaba de ruinas, acondicionó el terreno, pidió los permisos y empezó los trámites de la compra del tiovivo, empezaría por uno de segunda mano, que le daban garantías y luego, según cómo fuese, quizás hasta podría ampliar el negocio.
La inauguración iba a ser a principios de Junio y como aquello, para el pueblo era un acontecimiento, Anselmo invitó a  todas “las fuerzas vivas” del lugar, allí estaba el alcalde, el cabo de la guardia civil, el cura, el médico,  la maestra, la hija del farmacéutico, ya que éste está muy mayor y su hija ya ha acabado la carrera y lo va a sustituir al mando de la farmacia.

Eran las cinco de la tarde de un día muy caluroso para el tiempo que estaban, cuando todos ellos se reunieron en el solar que ya no aparecía yermo, una valla verde de madera lo rodeaba, una parte estaba plantada de césped y alrededor, por dentro de la valla, la madre de Anselmo había puesto su toque femenino plantando unas flores. 
Se había acercado al evento casi todo el pueblo, incluso algún vecino del pueblo de al lado, más pequeño pero que tenía una central  eléctrica que daba luz a  varios pueblos del contorno  y del cual dependían para la energía.
Para la inauguración, el alcalde, D. José diría primero unas palabras, luego pasaría D. Francisco el cura a bendecir las instalaciones, después todas las  autoridades subirían a los caballitos y darían unas vueltas, para finalmente el público en general podría subir previo pago de la entrada correspondiente.
Los caballitos tenían alrededor un toldo que bajaba y cubría todo el tiovivo y lo protegía de las inclemencias del tiempo y que estaba echada hasta el discurso del Sr. Alcalde, éste, dirigiéndose a la concurrencia les habló de los años de progreso que esperaban a todas las poblaciones de España, gracias al  Caudillo que dirigía los destinos del país.
Alabó  la actitud emprendedora que había llevado a Anselmo a ser precursor de la industria del pueblo y había abierto la puerta del turismo en aquella magnífica villa que él tenía el placer de dirigir.
Al grito de Viva Franco y arriba España, Anselmo que sujetaba las cuerdas del toldo, tiró de ellas y  lo subió, dejando al descubierto el tiovivo resplandeciente, con unas barras que brillaban con el sol de la tarde y unos caballos de todos los colores.
El señor cura, un orondo personaje de unos cincuenta y cinco años de edad, se acercó al tiovivo, le hizo señas aun monaguillo escuálido de unos 13 años y éste le acercó la estola que se puso encima del alba que ya llevaba, el monaguillo sujetó el acetre con su mano izquierda y le acercó a D. Francisco el hisopo, éste lo cogió, lo introdujo en el recipiente y sacudiéndolo sobre los caballitos dijo: in nomine patri et fili……   cuando hubo terminado, Anselmo pidió a los presentes que se subiesen para dar una vuelta de honor.
D. José, el alcalde, con buen criterio dijo a Anselmo y a los demás invitados:
Yo creo que no es conveniente que subamos, delante de todo el pueblo, me parece que seremos pasto de las risotadas del personal.
Todos asintieron menos el monaguillo que se aferraba al cura y que estaba viendo que iba a perderse lo mejor.
Anselmo, hombre de negocios y de mundo, viendo que se le terminaría el acto en un momento contestó:
No, Sr Alcalde, está todo previsto, como han visto Uds. Hay un  toldo que cubre todo el artilugio, así que cuando ustedes estén en la plataforma, yo bajaré el toldo, suben a los caballitos y cuando hayan dado unas vueltas, cuando bajen, subiremos de nuevo el toldo y haremos que la gente aplauda.
Bueno, si es así, sea por el progreso, dijo el Alcalde y todos asintieron, menos el monaguillo que quería pasar lo más desapercibido posible no fuese a quedarse en tierra.
Todos subieron a la plataforma, bajó el toldo y se subieron a los caballitos, primero el alcalde, luego el sacerdote, a continuación el cabo de la guardia civil, la farmacéutica, a quien gustaba el médico, joven, recién llegado al pueblo, se subió delante de él tomando pose de experta amazona, después se montó la joven maestra, también recién llegada y en su primer año en el cargo, subió luego el monaguillo, con los bártulos de la bendición y procurando que no se le viese.
A la voz de adelante, dicha por el cabo, que ya había visto al monaguillo y al que estuvo a punto de descabalgar pero no le dio tiempo, el tiovivo se puso en marcha.
Había dado el artilugio siete vueltas, cuando Anselmo oyó la débil voz del alcalde que decía:
 ¡Anselmo!, ¡ya vale!  
Anselmo, presto a obedecer la orden, se acercó a la palanca del freno, quizás por los nervios, a lo peor por una mala instalación, se quedó con el hierro en las manos y aquello no frenó, se dirigió a donde estaba el interruptor general y no lo encontró, eso fue porque con las prisas del montaje y por falta de luz habían hecho un tendido provisional y directo.
Nadie había para dar órdenes, las personas que lo habrían podido hacer estaban todas atrapadas en un aparato que a falta de freno, la inercia iba acelerando.
Ya llevaban como unas treinta vueltas cuando se oyó al cura que gritaba “¡por Dios!, ¡que paren esto!”.  A la vuelta cuarenta el Guardia Civil gritó:
¡¡Paren esto o fusilo a alguien!!.
Anselmo, desesperado, sudando, manchado de grasa, no sabía qué hacer, a punto del llanto oyó a su padre que le dijo:
 Coge el Land Rover y vete a la central y que corten la luz.
Anselmo una vez más se tuvo que rendir a la sabiduría de su padre. Cogió el coche  y salió a lo que daba de sí. Pasaban de las cien vueltas cuando llegó a dar la orden de corte de energía eléctrica, luego, a la misma velocidad, bajó para poder subir la lona.
Cuando al fin izó el toldo, el espectáculo fue dantesco.
 El Sr. Alcalde estaba a los pies de su caballito vomitando.
El cura se encontraba arrodillado sobre los talones, detrás de su caballo, rezando y llorando. El cabo se mantenía erguido sujetándose a la barra de su caballo, en sus pantalones se notaba que sus esfínteres no le obedecían.
El médico, bastante desmejorado,  arrodillado al lado de la farmacéutica, que estaba tendida y desmayada, le daba aire. La maestra, fiel a su magisterio, se había abrazado al  caballo, estaba medio inconsciente, pero enseñando todo su muslamen, por cierto digno de ver.
 El único jinete que se encontraba erguido era Ricardito el monaguillo que se estaba echando un trago largo de agua bendita.
El pueblo, pese a los años pasados sigue riendo. Anselmo no ha vuelto de Alemania ni de vacaciones, la farmacéutica se casó con el médico, al cura lo enviaron a otro pueblo, el cabo solicitó traslado, el alcalde se retiró de la política y vive de las rentas, la maestra se casó con un rico terrateniente del pueblo de al lado. Ricardito se fue a Madrid a estudiar y no se sabe gran cosa de él.                                                       
FIN


jueves, 18 de junio de 2015

EL DESENLACE DE ENTRE FANTASMAS

Bueno, ya estoy de vuelta, he estado unos días fuera investigando datos que me faltaban para una historia que próximamente publicaré, es un relato que comienza a finales del siglo XIX y termina en nuestros días, es una historia interesante y real como la vida misma.

Pero hasta entonces hoy publico el último capítulo de "ENTRE FANTASMAS".

La semana que viene empezaré a publicar relatos por orden más o menos cronológicos pero contando qué me inspiró y qué hay de realidad y de fantasía, se llamará genéricamente "YO CONFIESO" e intentaré añadir fotografías.

Y  ahora.....................

ENTRE FANTASMAS
Pedro Fuentes

Capítulo VI

A la mañana siguiente, nada más levantarme llamé de nuevo a Lucía le dejé un nuevo mensaje: Lucía, por favor, dime algo, estoy preocupado, luego pasaré por tu casa, porque tengo que salir.
Lo primero que hice fue ir a lavar el coche por si quedaba alguna mancha de polvo y barro de los caminos del día anterior, luego me fui a una gran superficie a comprar y llegué a casa como hacía una vez por semana. Después de descargar el coche me fui andando hasta la casa de Lucía, llamé por el portero automático, Me respondió Conchita que estaba limpiando, al día siguiente vendría a limpiar a mi casa.
Conchita, ¿Está Lucía?
No, no está, ha debido salir muy temprano porque no la he visto.
¿No ha dejado ninguna nota? Ayer por la noche le dejé un mensaje y no me ha contestado, esta mañana le he vuelto a llamar y tampoco ha respondido.
No, no ha dejado nada, además, me fijado que la cama estaba hecha, no ha parecido dormir aquí, pensé que estaba con usted.
No, no la he visto desde anteayer, ayer tenía que ir por la mañana a la agencia de viajes y no he sabido nada más de ella.
Encima de la mesa hay un sobre grande de una agencia de viajes, pero no hay ninguna nota.
Volví a casa y llamé a su hermano, no sabía nada y no había tenido noticias de ella desde hacía por lo menos quince días.
Esperé cuarenta y ocho horas y entonces fui a la policía, me comunicaron que no podían hacer nada, que era una persona mayor de edad y no había nada que hiciese sospechar que la marcha fuese forzada.
Pasaron las Navidades y el año nuevo y nada se supo. A primeros de Febrero vino su hermano, estuvo hablando con la policía, puso una denuncia, le pidió las llaves del piso a Conchita y se hizo cargo de todo. Habló conmigo, le conté lo mismo que a todos.
A los pocos días vino la policía, me preguntó por mi relación con Lucía, le conté lo de la amistad que había habido entre los dos matrimonios y la que había seguido después de enviudar ambos, le conté que habíamos tenido alguna salida al cine y a cenar o comer y que teníamos previsto irnos de vacaciones juntos, pero había desaparecido unos días antes y que yo mismo anulé las reservas el día de antes, con lo cual perdimos casi todo el importe del viaje, en un sobre, en mi despacho estaba el importe que correspondía a Lucía.
Era en Mayo cuando unos excursionistas se encontraron unos restos humanos en las ruinas de la iglesia templaria, el rigor del invierno, que llovió muchísimo y las alimañas del bosque habían hecho su labor, no se pudo completar ni medio esqueleto, pese a eso, llamaron a la familia por si podían recordar algo sobre alguna cicatriz o dentaduras postizas. La policía descubrió por el hermano de Lucía la habitación del macho cabrío. Inmediatamente todo se convirtió en un crimen satánico y se dejó el caso por si más adelante se podía descubrir algo.
Nunca se resolvió el caso, lo escribí todo, lo metí en mi caja fuerte con una nota diciendo que se abriese el sobre y se leyese a mi muerte.
Si alguna vez este escrito cae en manos de alguien, será que ya he muerto y que se sabrá mi venganza por lo que Lucía me hizo sufrir.
FIN



viernes, 5 de junio de 2015

ENTRE FANTASMAS Capítulo V


Un capítulo más que parece que nos va llevando a un desenlaceaterrador, ¿Qué nos depara esta historia repleta de sobresaltos?

ENTRE FANTASMAS
Pedro Fuentes
Capítulo  V
Pasaron cuatro semanas, las salidas al cine y a cenar con Lucía, cada vez se hicieron más a menudo, aquella tarde habíamos quedado porque quería comprarse un vestido y quería que le dijese como le quedaba.
Después de recorrer varias tiendas, terminó comprándose un conjunto de falda y blusa a juego que verdaderamente le quedaba muy bien, era de unos tonos pastel, pero a la vez alegre y que le realzaban sus encantos personales.
Estoy cansada de andar, ¿por qué no vamos a mi casa, preparo algo para cenar y nos quedamos allí a charlar? Me dijo.
Bueno, la verdad es que yo también estoy un poco cansado, casi perdonaría la cena por no andar.
Entramos en su casa, como tantas veces había ido siempre, tanto su casa como la mía eran viviendas habituales y casi comunes cuando vivíamos los cuatro.
En la nevera tengo un vino blanco buenísimo, abre la botella y pon dos copas mientras me cambio. Me dijo.
No hacía falta nada más, sabía dónde estaba todo, abre botellas, copas, cubitera, salva manteles, en fin, todo.
Cuando Lucía entró en el salón, venía con una bandeja con pan tostado, pan normal, patés, queso, jamón, y pastas saladas. Nos sentamos en el sofá, el uno junto al otro y nos pusimos a picar mientras charlábamos animadamente, cuando acabamos con las viandas también se terminó el vino, Lucía se había descalzado y se sentó a medias sobre su pierna izquierda, cuya rodilla me rozaba la mía derecha.
¿Quieres un whisky con hielo?
Si, le contesté, pero poco whisky y mucho hielo, he bebido mucho ya. Le contesté.
Volvió con los vasos y se sentó a mi lado, más cerca e los que estaba antes, nuestros muslos se tocaban, su falda se quedó bastante corta y un botón de la blusa desabrochado dejaba entrever un sujetador negro de copa que cubría lo justo de sus pechos, me ofreció un vaso y brindamos, bebimos un sorbo y me besó, ese fue el comienzo de una larga noche, en todo momento me sentí seducido, comprendí que todo aquello estaba preparado, pero el caso es que no me acordé de mi mujer, no creía que eso fuese posible.
Los encuentros se repitieron, Lucía tenía perfectamente calculada cada cita, siempre en su casa, yo me quedaba toda la noche y luego marchaba a mi piso, donde seguía con mi rutina hasta el encuentro siguiente.
Faltaba poco para Navidad y decidimos marchar a Canarias para pasar diez días y celebrar las fiestas allí. Unos días antes, después de un encuentro en su casa, cuando desperté, vi que no estaba a mi lado en la cama, pensé que estaría en la ducha o en la cocina, pero el piso estaba en completo silencio, en la mesa del comedor una nota me decía que había ido a la agencia de viajes a recoger los billetes, así que me duché, me arreglé y cuando ya me iba para casa, vi una habitación cerrada, la verdad es que nunca había visto aquella puerta abierta, intenté abrir la puerta y noté que estaba cerrada por dentro, el pestillo estaba puesto y cerrada de un tirón, busqué un palillo, lo metí por el pequeño agujero del pomo e hice saltar el muelle, con lo que la puerta se abrió, volví a cerrar el pestillo con la puerta abierta y me preparé para dejarlo todo a punto para cerrar si era sorprendido. La habitación estaba totalmente a oscuras, palpé la pared para encontrar el interruptor de la luz y encendí, un repelús recorrió mi columna vertebral, aquello parecía una capilla, pero en lo alto del ara, había la imagen de un macho cabrío a dos patas, todo estaba lleno de signos demoniacos, en un rincón había dos muñecos de unos diez centímetros de altura, hechos en cera que representaban a Lucía y a mí, cogidos de la mano. En un rincón, en el suelo se encontraba una caja llena con cinco o seis muñecos más pero descabezados y seccionados los brazos y las piernas, me pareció ver en aquellos restos las figuras de Fidel, Rosa Mary y María del Pilar.
¡Dios mío! Grité y aquella habitación pareció agitada por un terremoto, cerré la puerta y salí corriendo.
Llegué a mi casa y me senté en mi sillón del despacho, estaba tiritando, no sé si de frío o de miedo, pese a lo temprano del día y que no había desayunado, cogí un vaso, le puse cuatro dedos de whisky y tomé dos sorbos largos de un tirón, luego me senté de nuevo y me puse a pensar.
Lucía practicaba cultos al diablo, las muertes de mis seres queridos habían sido provocadas por magias negras o vudú, estaba aterrorizado, iría a la policía. No, no podía demostrar nada, las gentes no creen en eso, me harían pasar por loco y si le decía algo a ella, me eliminaría como había hecho con los demás.
Tenía que trazar un plan, había que eliminar a aquella servidora de Satán, de pronto me acordé de algo, había leído de un pueblo abandonado en la provincia de Tarragona donde se decía que había habido dos muertes, una parecía un ritual satánico, la otra no se sabía, además era una zona boscosa donde era posible que habitasen alimañas de todo tipo, así que preparé todo, incluso cogí un cuchillo de grandes dimensiones de cocina y desparejado de los dos juegos que había en casa, preparé ropa vieja y otra mejor por si tuviese que cambiarme, lo llevé todo al coche y lo escondí en una bolsa, luego, a eso de las doce, cuando me llamó Lucía para decirme que ya tenía los billetes, le invité a una excursión, a hacer unas fotos en unas ruinas, a eso de unos tres cuartos de hora donde había habido una iglesia templaria que me gustaría retratar para el libro que estaba preparando.
Le dije que iría al parquin a por el coche y que me esperase en un cruce cerca de su casa para recogerla y que comeríamos por el sitio porque si no la luz no sería buena para las fotos y que se pusiera ropa cómoda y calzado para el campo porque tendríamos que andar un poco.
Bajé a por el coche, lo puse en marcha y salí al encuentro de Lucía.
Llegamos al sitio y bajamos del coche, lo dejé aparcado entre unos matorrales y no se veía desde el camino de tierra, después de pasar un pequeño bosque, aparecieron ante nosotros las ruinas de una edificación que parecía un templo del siglo XIV. Las paredes estaban invadidas por hiedras y zarzas, saqué de una bolsa una cámara Réflex y otra más pequeña, me las colgué al cuello y le día a Lucía para que lo llevase un trípode, en el fondo de la bolsa, envuelto en una toalla vieja estaba el cuchillo.
Mientras le hacía preparar el trípode frente a una pared de las ruinas, cuando estaba de espaldas, le asesté una puñalada en el omóplato izquierdo con toda la fuerza que pude, el cuchillo se hundió más de veinte centímetro, antes de que rodase por el suelo le di dos puñaladas más, una vez muerta, la arrastré hasta un viejo colchón medio quemado que había en el interior del edificio, le quité toda la ropa y cualquier tipo de joya o anillos que pudiese llevar, me limpié con la toalla también el cuchillo, me quité toda la ropa y el calzado que llevaba, manchados de sangre y lo metí en otra bolsa. Empezaba a oscurecer, me dirigí al coche, con un tuvo de goma saqué gasolina del depósito del coche y me dirigí a un camino secundario, con las luces apagadas, a unos cincuenta quilómetros de allí y en un descampado que se había convertido en un basurero incontrolado, hice un montón con toda la ropa y toallas y lo rocié de gasolina, hasta que quedó todo bien empapado, le prendí fuego y marché lo antes posible, di otro rodeo y pasé por Tortosa, ya era de noche y con el viento que hacía, no había nadie por las calles, paré cerca de un puente y tiré el cuchillo al Ebro así como los carretes velados de las cámaras fotográficas.
Llegué a casa y revisé toda la ropa que llevaba por si había manchas de sangre, llamé varias veces al teléfono de Lucía, la segunda vez le dejé un mensaje en el buzón de voz, le dije:
Lucía, ya he llegado, Si llegas antes de las doce, por favor, llámame.
Me duché, me fui al despacho biblioteca y me tomé un par de whiskys.

NOTA.- La semana que viene estoy de viaje, en busca de unos datos necesarios para terminar una historia basada en hechos reales y que me llevará entre otros sitios a Cuba. No sé si podré publicar el último capítulo de "Entre fantasmas" En el supuesto de que no pudiese, lamento demorar una semana más esta intrigante historia.