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jueves, 3 de septiembre de 2015

EN BUSCA DE LA PUERTA DEL INFIERNO (Yo confieso)

Un día más para este blog, hoy con la segunda parte de "El viaje" espero que os guste y os haga pensar un poco sobre muchos de los misterios de este mundo.

Y ahora..........


En busca de la puerta del infierno

Segunda parte de “La misteriosa dama de negro” La realidad y la fantasía se unen en este relato lleno de emoción, el viaje existió, parece ser que algo hubo y que por miedo a espantar al turismo se tapó bastante el asunto, Trouvè, el pinscher enano, al que yo le llamo el “Dóberman enano”, ahora de tan buena pasta, también existe. No sé nada de su pasado canino, Ricardo se lo encontró en su barco, abandonado por una cliente, “la misteriosa dama de negro”. Lo volvió a reencontrar en Niza. Ahora vive con Ricardo en su barco y es un perro feliz y tranquilo.

EL VIAJE II

En busca de la puerta del infierno

Pedro Fuentes

CAPITULO l

Ricardo quedó anonadado después de leer la noticia de lo ocurrido en Porto Pino, Cerdeña.

Lo primero que hizo fue buscar un periódico italiano. Encontró el Corriere della Sera del día 26, lo repasó todo, no vio sino lo que había encontrado en el diario español, una pequeña reseña sobre el macabro hallazgo, comentaba que era una pareja joven que habría buscado la intimidad de la noche en una playa al norte de Porto Pino, habían dejado el coche cerca, por lo que esperaban fuese más fácil la identificación, pensaban que podría tratarse de perros asilvestrados que merodean por los bosques cercanos.
Ricardo estaba realmente asustado, no terminaba de creerse que fuese Cerbero, lo había arrojado al mar a más de cien millas marinas de allí, claro que después de ver la transformación que tuvo en el barco cuando le atacó a él, pensó que aquello había ocurrido por una fuerza sobrenatural.

Cuando recordaba el aspecto de la fiera, se le erizaban los cabellos, le venía a la memoria grabados que había visto sobre la mitología griega, era igual que el guardián del infierno.

Ahora no sabía qué hacer, el único que conocía el misterio era él, y si la bestia había escapado del mar, volvería a matar.

Tomó una decisión, él lo conocía, también sabía el mal que encerraba, ya llevaba bastante tiempo fuera y nadie le había relacionado con los hechos, bajaría el barco a su puerto base, la Marina de Benicarló y marcharía a buscar una pista para localizar a Cervero, no creía que en su estado de pinscher  pudiese sobrevivir solo, alguien lo habría recogido.

Como las previsiones eran de tramontana fuerte, no se podía poner a pasar el cabo de Creus, en dos días iba a cambiar la cosa, así que mientras tanto, mañana a lo mejor los periódicos ampliaban algo.

A los dos días la tramontana calmó y salió de LLansá, pasó el cabo de Creus con un ligero Levante, una vez allí puso rumbo a la punta del delta del Ebro y decidió hacerlo en las menos etapas posibles, incluso si no se terciaba el viento en una sola, aproximadamente día y medio, así que puso el piloto automático y se dedicó a relajarse y preparar un plan de ataque.

Cuando llevaba unas diez horas navegando desde el cabo de Creus y estaba a la altura de S. Feliu de Guixols y Blanes, apareció por el horizonte, por proa la patrullera de la Guardia Civil, no supo qué hacer, en principio no había ninguna evidencia de que lo buscasen, además, todos sus papeles estaban en regla, los barcos dedicados a alquiler, estaban bastante controlados, sobre todo desde el terrible accidente del lago de Bañolas, con el barco que se hundió lleno de jubilados franceses.

Cuando vio que el rumbo era coincidente y que la patrullera no bajaba de velocidad, quitó el piloto automático y siguió pendiente de las velas. Al aproximarse y hacerle señas, puso el barco proa al viento  y amoyó el génova y la mayor, para que el  barco se detuviese. Cuando estuvieron a su altura, le lanzaron un cabo para que se abarloase.

Ricardo contuvo los nervios y lo más sereno posible dijo:

Buenas tardes, ¿Ocurre algo?

No, le contestó un guardia que se aproximó a la borda con un salabre en las manos y siguió solamente comprobamos los permisos de navegación.

Ricardo suspiró y le dijo:

Los tengo en la mesa de cartas, ¿me permite bajar?

Bajó, cogió la cartera de los documentos y se los puso dentro del salabre diciendo:

Aquí está todo, Permiso de Navegación con la última Inspección Técnica, permisos  míos y de radio,  seguro y todo lo necesario.

El  guardia lo recogió todo, se metió en la cabina, donde tienen los ordenadores, a los cinco minutos salió y preguntó:

¿El equipo de salvamento está tal como dice el  Certificado?

Si, contestó Ricardo, si quieren subir a bordo no hay ningún problema.

No, ¿Va usted  solo o lleva pasajeros?

No, voy solo, no es un buen año estoy haciendo algo de turismo, ahora voy para casa, en Benicarló, si sigue el tiempo así sin escalas, me están esperando para llevar un barco a Italia.

 Vale, puede seguir, y que tenga buena navegación le dijo el guardia devolviéndole la documentación.

Gracias, igualmente, hasta la próxima, le contestó Ricardo.

Ese encuentro, al final, había sido lo mejor que le podía ocurrir, era la prueba de que nadie le buscaba.

Treinta horas después llegaba a Benicarló, allí comentó que iba a llevar una embarcación a Italia y podía ser que lo necesitaran durante algún tiempo.

No tocó nada del dinero, allí estaba seguro y no le interesaba ponerlo en circulación por si acaso alguien esperaba eso.

Durmió durante 18 horas seguidas en su casa, habló con la gente del puerto, más que nada por ver si alguien había preguntado por él, ante la negativa, comentó con los conocidos que iba a Barcelona a recoger un barco para llevarlo a Italia y que luego era posible que lo necesitaran de patrón para hacer un crucero por allí.

Ricardo marchó a Barcelona, pero una vez allí, se dirigió al aeropuerto del Prat y cogió  un avión para el que ya tenía reserva, rumbo a Cagliari, Cerdeña.

Al llegar allí fue a una agencia de coches de alquiler y marchó a Porto Pino que en realidad es el puerto y playas de Sant´Anna Arresi. En Porto Pino hay unas bellísimas playas de arena fina y unas dunas casi blancas que llegan hasta unos extensos pinares que las bordean, en una de estas hermosas playas fue donde apareció la pareja totalmente mutilada, según se supo luego, gracias al coche que dejaron aparcado y a las autopsias vieron que eran dos jóvenes novios de Sant´Anna Arresi.

Se alojó en un pequeño hotel cerca de la ría que hace de puerto, tuvo suerte porque era temporada alta de turismo y en esas fechas Cerdeña estaba llena de turistas, aunque por lo general la gente va más al norte porque está más preparada, a él personalmente le gustaban más las playas salvajes del sur y los grandes acantilados. Porto Pino es un lugar delicioso por su tranquilidad y sus grandes bosques de pinos.

Cuando llegó, después de tomar posesión de la habitación, pequeña pero cómoda y limpia se fue a vagabundear por el puerto, éste es una ría natural con embarcaciones amarradas a ambas orillas.

Encontró un barco pesquero, arrastrero, el más grande que había, de unos 18 metros de eslora como habla bastante bien el italiano, se dirigió a unos marineros que andaban remendando las redes al lado del barco, esperando que no le respondiesen en sardo. Les preguntó qué se sabía de las personas atacadas por los perros salvajes y si se había dado el caso por allí de más ataques.

Le respondieron que ya sabían quienes eran los jóvenes, que eran dos chicos de Cagliari que estaban pasando unos días por allí y que nunca se había dado el caso de esos ataques, que en verano con tanto turismo, los perros abandonados comían regularmente y que se habían hecho batidas por los bosques cercanos y no se encontraros ni perros ni allí había lobos.

Las mujeres ancianas del lugar dicen que fue un ataque de Baal Zebub para llamar a las moscas, porque los restos estaban cubiertos por miles de moscas dándose un festín, incluso muchas de ellas habían depositado miles de huevos en los restos.

Ricardo se mantuvo totalmente serio y en el fondo muy asustado, aquello y lo que él sabía le ponían los pelos de punta, efectivamente parecía obra del diablo.

El invierno pasado, había leído mucho, él pensaba que quizás la generación de nuestros hijos no lo verían, pero que ya estábamos en el tiempo del principio del fin.

No se atrevió a preguntarles a los pescadores por el perro, porque no relacionasen nada, pero se fue más lejos y a un grupo de mujeres mayores sentadas delante de una casa, en una pequeña plaza y mostrando una foto de un pinscher enano que había sacado de internet se la enseñó y les dijo que unos amigos suyos lo habían perdido por la zona pero se le acabaron las vacaciones y se tuvieron que ir.
Ahora si que le hablaron en una mezcla de sardo con italiano, le pareció entender que hacía dos días una turista francesa que había en un hotel llevaba uno muy parecido. Les preguntó el hotel y se lo indicaron. Se fue hacía allí, tuvo suerte porque era un pequeño hotel familiar.

 Entró y a un señor de unos cincuenta años que había en recepción le hizo la misma pregunta.

 Si, si he visto un perrillo así, lo compró una señora de mediana edad a unos chicos que andaban jugando con él y que decían se lo habían encontrado en una playa cercana.

 Preguntó a la policía si alguien lo había denunciado y le dijeron que no y que no tenía chip, así que se lo quedó, dijo el recepcionista.

¿Y dónde está? Preguntó Ricardo.

En su país supongo, marchó anteayer a Marsella en avión, menudo jaleo tuvo para podérselo llevar en el avión, al final “pago” a alguien y lo metieron en una maleta de perros y lo subió al avión.
Ricardo le pidió la dirección de la francesa y después de sacar un billete de cincuenta €. La dirección era de Niza.

CAPITULO II

Según sus cálculos quedaban 23 días para que Cancerbero volviese a atacar, tenía tiempo suficiente para ir a Niza e intentar acabar con el perro, pero eso no sabía como hacerlo, tenía la vaga sospecha de que el animal no era normal, era un ser sobrenatural.

Por lo que había visto, la transformación que había sufrido en el barco, parecía poseído por el mismísimo demonio, parecía un licántropo, pero éstos eran hombres que se convertían en lobos y Cervero era un perro que se convertía en Cancerbero el portero de los infiernos.

Los pescadores lo habían definido como Baal Zebub, o sea como Belcebú, el príncipe de los infiernos.

¿Sería posible que existiesen los infiernos?, ¿se estaría cumpliendo ya el Apocalipsis, cuando habla de los siete sellos y cuenta que se abrirán los infiernos y aparecerán seres monstruosos que acabarán con parte de la humanidad?

De pronto recordó que en su juventud en Madrid, había conocido a un jesuita que le habló de endemoniados  y exorcismos. Había sido su profesor de latín y consejero espiritual.  ¿Dónde estará ahora? En aquellos tiempos daba clase en su colegio, en el que había estudiado el bachillerato, en Argüelles.

Tenía 23 días para localizar a la Sra. que se llevó el perro y al padre Lázaro, primero iría a Niza, tenía la dirección y el nombre de la turista, se cercioraría de que el perro estaba allí y era el mismo, luego intentaría encontrar al jesuita.

Se dirigió al hotel, allí pidió que le preparasen la cuenta que se iría a la mañana siguiente, luego pidió por si tenían periódicos atrasados, sobre las fechas que habían  pasado las muertes en la playa y subió a su habitación a leerlos. No sacó nada que no supiese, la policía había hecho batidas por el bosque cercano y no encontraron nada, ni huellas ni restos ni perros sueltos, los forenses habían dicho que eran desgarros producidos por unos dientes muy  grandes, tan grandes  como los de cocodrilo y parecía que fuesen  varios animales y por la colocación de las piezas parecían cánidos.

A la mañana siguiente dejó el  hotel  y se dirigió al aeropuerto de Cagliari, una vez allí sacó un billete para el primer vuelo que salía hacia Niza, tuvo suerte, al ser temporada de verano los vuelos a Niza y Francia en general, habían aumentado, solamente tendría que esperar unas tres horas y llegaría a Niza a primera hora de la tarde.

Devolvió el coche de alquiler, no sabía todavía qué haría si encontraba a Cervero o si lo reconocería ni qué le diría a la dueña, podría decirle que lo había perdido él, pero no tenía nada que demostrase que el can era suyo y no sabía si le podría contar a Madame Léonore Chèvas,  que así se llamaba la actual propietaria, toda la historia, cosa que dudaba creyese la buena Sra.
Decidió dejar las escusas para cuando estuviese allí.

Aprovechó la espera para comer algo, luego buscó periódicos españoles por ver si salía algo de lo de Menorca, así pasó el tiempo hasta que llamaron para su vuelo.

Tardó una hora desde que embarcó hasta que bajó del avión en Niza,  era uno de los pocos aviones que no hacían escalas para llegar a aquel destino.

Una vez en la Terminal del Aeropuerto, alquiló un coche y pidió un plano y unas indicaciones, tenía que dirigirse a la Av. des Mimosas, a las afueras de Niza, hacia el norte, era una zona residencial al norte del  club de tenis, cuando llegó a las señas indicadas, aparcó el coche y  estuvo observando las mansiones que allí había, encontró el número que buscaba, una bonita casa, no tan grande como las de alrededor, pero rodeada de unos grandes jardines.

Cuando se acercó, varios perros de diferentes razas y tamaños fueron hacia la puerta, llamó al timbre y los perros empezaron a ladrar, solamente uno permaneció callado y distante, era un pinscher enano.

Vino hacia la puerta una señora que correspondía a las señas de Madame Léonore y le preguntó:
Que voulez-vouz?

Perdone, pero no entiendo muy bien el francés, soy español y hablo el italiano y algo de inglés, pero el francés a duras penas lo entiendo, respondió Ricardo.

Yo hablo algo de italiano, dijo la Sra.

Me llamo Ricardo y vengo de Porto Pino, vengo buscando un pinscher enano que unos clientes míos perdieron cuando navegaban por las costas de Cerdeña, cerca de Porto Pino, le he seguido las pistas hasta aquí, voy de paso y no llevo ninguna documentación encima. Madame Chèvas les dio una voz a los perros que se separaron de la puerta y franqueó el paso a Ricardo, éste entró y dejó que los perros se acercaran y lo oliesen.

Cuando los perros dejaron de mostrar interés por él, se agachó y gritó ¡Cerbero! En ese momento el pinscher corrió y se arrojó a sus brazos, Ricardo lo acarició deseando que Cerbero no se acordase de que lo había tirado por la borda, pero los animales no son rencorosos.
La Sra. Léonore  se quedó sorprendida y le dijo:

Verdaderamente el animalito lo ha reconocido, aunque no traiga documentación, sospecho que todo lo que me ha dicho es verdad, le haría traer toda la documentación, pero le diré una cosa, tengo muchos perros, los recojo por ahí cuando los encuentro abandonados, y trato de colocarlos entre los conocidos, a éste lo recogí porque unos niños lo habían encontrado y no me pareció que estuviese en buenas manos, lo traje aquí y no se ha adaptado para nada, es más, los demás perros parece que le tengan miedo, no comen si no ha comido él, su sitio es el mejor cojín, hasta ese dóberman de ahí lo respeta.

Lo llevé al veterinario y lo han vacunado de todo, tiene documentación nueva, incluso me dijo el veterinario que había tenido un chip y que alguien se lo había quitado, la única vez que lo he visto alegre y contento ha sido con usted, puede llevárselo, lo registré como “Trouvé”  y ni hace caso ni obedece, parece un espíritu libre.

Usted ha tenido muchos gastos con el animal, dígame qué le debo y se lo reembolsaré, dijo Ricardo.

Nada, nada, hago lo mismo con los qué me encuentro, además, he tenido cientos de perros y me da la sensación de que me he quitado un gran peso de encima.

Espere que le traiga la documentación ¿Cómo va para España?

En avión le contestó.

Bueno, entonces le daré también el trasportín para que pueda viajar.

Entró en la casa y mientras tanto Trouvé se echó en el suelo y se dejó acariciar por su nuevo dueño, Ricardo lo hizo, pero en el fondo sabía que le quedaban 20 días para ser  “la bestia” de la que hablaban hasta en el Apocalipsis.

Salió la Sra.  Chèvas  con todo, Ricardo se lo agradeció y marchó al aeropuerto, entregó el coche de alquiler y sacó un billete para el primer avión para Barcelona, tuvo suerte nuevamente, cogió el último de la tarde.

Pagó un suplemento por Trouvé que viajaba en cabina por tener solamente cuatro kilos.

CAPITULO  III

Era de noche cuando aterrizó en Barcelona, difícilmente iba a encontrar hotel para dormir yendo con perro, así que se dirigió a la estación de Sanz para esperar al primer tren para Vinaroz o Benicarló.

Una vez en la estación dio agua y comida al perro, se fue a una cafetería de la estación abierta y pidió un bocadillo y una cerveza, luego se fue a una máquina expendedora de billetes y sacó  uno para un media distancia que salía a las ocho y media de la mañana, luego buscó un banco cerca de las entradas a los andenes y echó una cabezadita hasta la hora de salir.

A su hora cogió el Alaris.

Ya en Benicarló se dirigió primero a su casa donde se duchó, comió algo, miró la correspondencia  y se fue al puerto acompañado de su perro Trouvé, la historia era que se lo habían regalado unos franceses en Italia porque se iban a vivir a Inglaterra y tenían verdaderos problemas para llevar al animal por los controles que hay en las islas para introducir perros.

Una vez en el barco vio que todo estaba en regla, preguntó al contramaestre y no había habido nada raro mientras su ausencia.

Luego se conectó a internet e intentó localizar el colegio donde conoció al padre Lázaro.

 Cuando localizó el teléfono y la dirección, no eran las mejores fechas, en pleno verano, llamó y al fin le contestaron, con mucha cortesía le dijeron que por teléfono no le podían informar, que conocían al padre Lázaro, que no estaba en el colegio porque ya era muy mayor, pero no le podían dar las señas salvo expreso deseo de él, por lo cual tenía que hacer la solicitud y el Padre Superior le contestaría después de consultar al p. Lázaro. Ricardo preguntó si lo podría hacer por internet y le contestaron que en principio si pero que hiciese constar todos sus datos y el motivo de la entrevista.

Inmediatamente se puso a ello y envió el correo esa misma mañana.

La semana siguiente se dedicó al mantenimiento del barco, dar grandes paseos con su perro y consultar en correo electrónico por si había contestación y consultar las noticias sobre los muertos en las dos noches de luna llena y buscar si eran las primeras o había habido ataques anteriores, según lo consultado no, algún caso algo semejante pero localizadas las bestias que los produjeron.
Cuando faltaban 14 días para la próxima luna llena llegó el correo esperado, lo citaban en Madrid en la dirección del colegio, el director era precisamente un sacerdote que había sido su profesor de inglés cuando él estudiaba y tenían un buen recuerdo mutuo, llamó para confirmar la cita para dentro de dos días.

No sabía qué hacer con Trouvé, la Sra. Herminia le dio la solución, lo podía dejar en el apartamento que ella iría varias veces al día a pasearlo, además, como uno de los dos días tenía que limpiar le haría compañía. A Ricardo se le erizaron los cabellos pensando que podría pasar algo, pero el animalito se llevaba bien con ella y faltarían once días cuando él volviese.

Como la cita era por la mañana del segundo día, por la tarde, después de comer se fue con su coche hasta Valencia y cogió el último Ave para Madrid, no sabía dónde iba a estar el padre Lázaro, pero esperó que sería en Madrid o en ciudad cercana.

Se alojó en Madrid muy cerca del centro y aprovechó para ir aquella noche al teatro,  vio una obra de Jardiel Poncela, se acordó de aquel amigo de la juventud que le preguntó en Blanes si era Ricardo, qué pequeño es el mundo, Pedro le había aficionado al teatro, qué mala suerte haberse comportado como lo hizo en Blanes, a veces la realidad era más fuerte que la ficción, ¡Qué grupo tan bueno tenía! ¿Qué será de ellos? ¡Cuánto tiempo!  Si salía del lío en que estaba metido podría intentar encontrarlos.


CAPITULO IV

A las ocho cincuenta y cinco de la mañana entró por la puerta principal del colegio donde pasó parte de su infancia y juventud. Llegó hasta el portero y le dijo:

El padre Hidalgo me está esperando.

Sí, ya me lo ha dicho, sígame, por favor, le contestó. Y lo llevó hasta el despacho del director, que era el mismo de siempre, ahora le parecía viejísimo el colegio, pero bien conservado, unos techos altísimos y arcos que acortaban visualmente el pasillo, pasaron por la puerta de sala de profesores, sala de estudio, capilla, enfermería y al fondo, a la derecha el despacho, con el nombre en la puerta, P. Hidalgo –DIRECTOR-.

El portero llamó dos veces con los nudillos y empezó a abrir mientras le decían desde dentro:
 ¡Adelante!

Al tiempo que entraba Ricardo, el p. Hidalgo se levantó, le alargó la mano y con la mano izquierda de cogió el brazo derecho a Ricardo
.
¡Muchacho, Ricardo! ¡Cuánto tiempo! Me alegro de verte.

Ricardo lo miró y vio que tenía la misma cara, alto, fuerte, y con aquellas gafas oscuras de concha que no se quitaba nunca y que los muchachos  habían imaginado miles de historias de porqué las llevaba, desde que eran para esconderse hasta que servían para vigilar sin ser visto en los exámenes.

Ricardo no sabía qué hacer, qué pretexto darle, al final decidió contarle parte de la realidad, que tenía un sueño que se repetía casi cada noche y era la aparición de Cancerbero que le atacaba y se despertaba asustado envuelto en sudor frío y a veces con fiebre, luego le venía a la mente la imagen del p. Lázaro y las conversaciones que tenía con él cuando era su confesor y pensaba que querría verlo y charlar con él.

Bueno, el p. Lázaro ya sabes que era un sacerdote que estuvo autorizado por los obispos para hacer exorcismos y de hecho hizo varios y siempre con gran éxito, al final, creemos que por culpa de la tensión cayó en una profunda depresión, decía que Satán había jurado vengarse de él  por las veces que lo había ridiculizado, que tenía que esconderse de él, como no tenía más familia que nosotros y quería volver por su tierra, acepto de muy buen agrado retirarse a vivir sus últimos días en un convento en la parte de Valencia. Y allí está con sus ochenta y cinco años, paseando, rezando y preparándose para cuando Dios lo llame. Cuando recibí tu correo, lo consulté con el psiquiatra que lo llevó aquí y me dijo que no sabía, pero que si la persona que lo iba a ver era de su confianza, que lo mismo le hacía un bien, así que decidí darte la dirección, pero antes, ¡cuéntame! ¿Qué es de tu vida?

Según me explicaste en el correo vives en un barco y te dedicas a llevar turistas, bueno, si es lo que te gusta y disfrutas con ello, adelante.

¿Te casaste? ¿Tienes hijos?

No, padre, sigo soltero y sin compromiso, una vez estuve a punto de casarme pero ella murió,  además, acuérdese que cuando vine a este colegio me mandó mi hermana que era mi única familia y como no tenía hijos me trató como tal, pero yo ya era monaguillo en mi pueblo y mi vida ha ido bastante encarrilada al lado de la Iglesia, luego hubo un tiempo que sufrí una grave crisis cuando murió ni novia y ahora soy un católico poco practicante.

Quizás ahora el padre Lázaro me arregle un poco.

La charla duró casi media mañana, luego el sacerdote le dio la dirección del convento y le escribió una nota de su puño y letra para el superior de la orden del convento y para el padre Lázaro.

Salió Ricardo del colegio y se dirigió la  estación del Ave, cerró el billete de vuelta, comió algo mientras esperaba la salida, llamó a Herminia que le dijo que todo iba bien y que Trouvé era un encanto, que se lo quedaría para siempre.

Montó en el primer AVE  que salía para Valencia, se puso los cascos, eligió música clásica, puso el respaldo inclinado y durmió hasta casi su destino.

Quedaban once días.

CAPITULO V

Ya en el apartamento, se dedicó a buscar la dirección del convento donde estaba el p. Lázaro, era un antiguo monasterio, en el que había una pequeña representación de monjes de clausura, no se encontraba lejos de allí, así que decidió, al día siguiente marchar hasta allí para localizar al sacerdote y ver qué se podría hacer el caso que le ocupaba.

Quedaban diez días para la luna llena, cogió el coche y se dirigió al convento. Llegó a él y llamó a la puerta.

Salió a recibirle un hermano de unos sesenta años, de baja estatura, pelo blanco, abundante y bien cortado.

Buenos días, vengo buscando al padre Lázaro, traigo esta carta para él y otra para el superior, mire, son éstas, tenga y por favor, se las entrega al superior.

Mientras me dan contestación, le esperaré aquí, si no le importa, dijo Ricardo.

El hermano cogió las dos cartas y sin mediar palabra cerró la puerta dejando fuera al visitante y se le oyó como sus pasos se perdían en el interior.

Al cabo de media hora apareció de nuevo el hermano y le dijo que pasase al día siguiente, ya que el superior tendría que preparar al sacerdote para la visita.

Ricardo, contrariado marchó hacia el coche, el miedo se apoderó de él al pensar que ya solamente quedarían nueve días.

Al día siguiente, a primera hora de la mañana volvió al convento, el hermano le franqueó la puerta y lo llevó a presencia del superior.

Buenos días, ya he leído la carta y también la del p. Lázaro, he hablado con él y le ha reconocido por el nombre, le ha alegrado la futura visita, así que le está esperando, creo que un buen sitio para que puedan charlar tranquilamente es el claustro, así que lo llamaré y lo llevaré allí, antes le acompañaré a usted allí para que lo espere.

Ricardo pasó al claustro, éste era muy amplio, rodeado de arcos apuntados, gótico, del siglo XIV, con un pozo de extraordinaria belleza en el centro y rodeado por cuatro cipreses que indicaban los puntos cardinales y unos cuidados jardines con césped y parterres de flores  y un seto de boj alrededor y haciendo cuatro círculos entre los cedros y equidistantes entre el seto principal y la línea imaginaria que unía los cedros.

 El día era claro y caluroso pero allí dentro estaba fresco y se respiraba esa paz que se siente solamente en los cementerios y los conventos.

El padre Lázaro apareció por la puerta que conducía al refectorio acompañado por el superior, se acercaron y se dieron la mano con fuerza y cariño.

El p. Lázaro, pese a sus ochenta y tantos años, seguía siendo una persona fuerte, algo más delgado pero erguido y en su cara no se veían arrugas profundas, era una faz relajada, ojos grandes y nariz puntiaguda.
Se fue el superior y al quedarse solos los dos, se sonrieron y el sacerdote dijo:
Bien, hijo, ya he leído la carta del padre Hidalgo, lo que tú sientes en esas pesadillas, ¿No será que te has alejado de Dios y ves el gran peligro que corres?
No, padre, he tenido que decir alguna pequeña mentira para poder venir, el problema es más grave que todo eso, es una larga historia.
Ricardo le contó con pelos y señales todo lo ocurrido desde que Lara llegó al barco.
El cura cambió la expresión de su cara, ya no era ni relajada ni sonriente, parecía que le hubiesen echado diez años encima.

Cuando Ricardo terminó la historia el padre le dijo:

¿Sabes qué es todo esto? El maléfico te ha elegido para conducirte a mí, Satán es más listo de lo que parece, tiene unos poderes extraordinarios, no me ha podido localizar porque no he vuelto a pensar en él, y mi estado ha sido de gracia desde que vine aquí, pero la última vez que lo eché de un ser humano, juró vengarse y llevarme con él, ahora sabe donde estoy y para librarme de él, tengo que acabar enviándolo al infierno, así que necesito unos días para prepararme, además, no puedo hacer un exorcismo sin permiso de mis superiores y no sé si me lo van a dar porque en el fondo piensan que estoy loco, dame tu teléfono y te llamaré, tú también tienes que colaborar.
Tenemos que aprovechar la luna llena, tiene que actuar a través del perro y será en la primera luna llena. Mientras tanto, tú tienes que estar también en estado de gracia, así que tendrás que volver al redil y arrepentirte de todos tus actos antes del día.

Si, padre, así será, pero hay una cosa, solamente quedan ocho días y doce horas para la luna llena.


CAPITULO VI

A los cinco días, cuando solo faltaban  tres días y horas, recibió Ricardo la llamada del sacerdote, le citaba en el convento  para preparar todo para el día 18.

En cuanto recibió la llamada, cogió el coche y salió para el convento, al perro lo dejó en el apartamento, ya que el sacerdote le había dicho que no era conveniente llevarlo as u presencia antes de la hora señalada, que sería el día 19 a las  04:44 horas, esa era una buena hora, ya que por esas fechas amanece muy temprano, por lo que las horas de peligro eran pocas.

Una vez en el convento, nuevamente en el claustro, hablaron largamente sobre la estrategia a seguir, se desarrollaría todo el exorcismo en el mismo claustro, alrededor del pozo, allí se prepararía todo, Ricardo tendría que llegar como muy pronto a las tres horas, tendría una puerta para llegar al claustro, allí, fuera de la vista estaría el p. Lázaro, con todo preparado, éste daría la orden y todo se pondría en marcha, solamente  ellos dos quedarían allí, ante el peligro, sería a vida o muerte, si fallaba el exorcismo, lo más probable es que no sobreviviesen y se condenasen por toda la eternidad.

Planearon todo minuciosamente, luego Ricardo marchó a Valencia a comprar una serie de cosas que necesitarían, una vez con ellas marchó a su casa, hizo unos montajes y pasó el resto del día leyendo y buscando informaciones por internet.

A la mañana siguiente volvió al convento y con el sacerdote pasaron todo el día arreglando cosas  y preparándose espiritualmente contra el maligno.

El día 18 a las 15:00 horas dejaron todo preparado para esa noche, Ricardo cogió el coche y se marchó a su casa, comió y se metió en la cama hasta las 24 horas.

Luego  cogió a Trouvé, lo puso en el trasportín y se dirigió al convento, eran  las  tres  de la madrugada cuando llegó, antes de entrar sacó al perro con la cadena no fuese a irse y perderse, lo paseó para que hiciese sus necesidades, le puso agua y no quiso beber, ya empezaba a esta algo raro, gruñía y estaba nervioso como el día que le atacó en el barco.

A las 04:30 horas entró en el claustro y cerró la puerta con la llave que había preparada, el p. Lázaro no estaba allí todavía, entraría en el último minuto por la puerta del refectorio, el resto de los frailes estarían en la capilla contigua al refectorio en oración por el buen hacer del exorcismo.

Una vez dentro, Ricardo se dirigió al brocal del pozo que estaba tapado con una madera a manera de trampilla, una cadena de un buen grosor  rodeaba el pozo y pasaba por la polea, en el extremo había unos grilletes que sujetarían al perro por el cuello, el pecho y anterior a los cuartos traseros.
Una vez atado el animal, Ricardo se situó al lado de la puerta del refectorio por donde entraría el sacerdote, allí habían instalado un cuadro de mandos y varios artilugios, necesarios para cada momento.

Eran las cuatro y cuarenta horas cuando el P. Lázaro vestido con una casulla blanca, la estola del  mismo color, en una mano el acetre con agua bendita y el  hisopo, en la otra mano el libro de los exorcismos señalados los puntos correspondientes con cintas de varios colores.

Una vez dentro pasó el acetre a Ricardo y cerró la puerta. Ricardo se acercó con él y puso el recipiente en un taburete al lado del sacerdote y volvió rápidamente a la puerta, ya de reojo vio como el animal se iba transformando en Cancerbero, cuando llegó a la puerta cerrada, lo que vio le hizo temblar.

El perro rugía, ladraba, mordía la cadena, rascaba la trampilla del pozo.

El sacerdote, que parecía rejuvenecido y poseído por una fuerza sobrehumana, abrió el libro y empezó a decirle, más que decirle, le lanzaba oraciones, Ricardo no entendía nada, de vez en cuando entendía palabras como Satanás, espíritu maligno, va de retro, vuelve a las tinieblas, el resto eran palabras en latín que salían de su boca como flechas hacia el demonio, éste parecía enfurecerse cada vez más, estaba casi a punto de deshacerse de las cadenas cuando Ricardo recibió la señal del sacerdote, tiró de una palanca y la trampilla del pozo de abrió y el maligno cayó hacia dentro unos cinco metros como habían calculado, la respuesta fue que una nube y un rayo de fuego salieron por la boca del pozo, a continuación como una transformación de entre el fuego y el humo apareció una figura humana, envuelta en una capa y de unos dos metros de alto que quedó flotando encima del pozo con el humo tapándole los pies, la cara estaba desprovista de piel , era una faz totalmente muscular. Con una voz gutural, que más bien parecía sacada del pozo gritó:

¡Nos volvemos a ver!, mi estratagema ha sido buena, sabía que él te traería a mí, esta vez no te me escaparás, te llevaré al averno, cinco veces me dejaste en ridículo, pero ahora serás mío por toda la eternidad.

No son cinco, serán seis porque el Señor es mi pastor y nada puedes contra El ni contra nuestra Fe,  le contestó el sacerdote, y haciendo una señal a Ricardo, éste encendió cuatro focos situados en cada uno de los cedros y el centro del pozo quedó convertido en una cruz luminosa  en el centro del haz.  Ricardo, con una cruz de tea ardiendo, apareció camino del pozo y Lázaro, abriendo el libro empezó a lanzarle exorcismos.

Satán tapó su cara con la capa dijo:

¡No!, ¡más no!, ¡no puedo seguir!, ¡me marcho pero volveré!.

¡No!, no volverás hasta que el Señor nuestro Dios te llame el día del Juicio Final para entregarte a aquellos que no tienen la señal del Padre como rezan los Libros Sagrados.

El diablo desapareció en el pozo y se hizo el silencio, en medio de aquel silencio de pronto se oyó el gemir delicado de Trouvé dentro del pozo, se acercaron a la boca del pozo, Ricardo cogió uno de los focos, iluminó dentro y allí estaba el perrillo mirando angustiado como si no hubiese pasado nada, recogió Ricardo la cadena, cogió al animal con las dos manos y lo levantó hasta ponerlo delante de la luna llena y no pasó nada.

Bueno, si pasó, salieron los siete frailes del convento y cogidos de la mano como si fueran unos chiquillos se pusieron  a dar vueltas al pozo riendo y cantando.

Ricardo, al lado del Padre Lázaro le dijo: ¡Padre Lázaro!, ¿Esto será definitivo?

El padre Lázaro le miró y le dijo: Hombre de poca fe, ¿Acaso  dudas del poder del Todopoderoso?

FIN

1 comentario:

  1. Espero con ansia la publicación de "El viaje III"

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