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domingo, 4 de octubre de 2015

Mr. Hyde y el Dr. Jekill (Yo confieso)

Con un par de días de retraso, publico hoy una "historia de gatos", que espero que os guste.

Ya os explicaré con más detalle a que se debe el retraso.




YO CONFIESO


¡Qué horror! Si cuento que la historia está basada en la realidad básicamente, no sé si me creerán, pero yo lo haré, el gato era de mi amiga Nuria, una compañera de trabajo, tenía un gato, siempre ha tenido gatos, y una planta de mariguana en el balcón, sabéis que los gatos se purgan comiendo hierbas para vomitar las bolas del pelo que se tragan cuando se limpian a lengüetazos, pues bien, “Gato” que así se llamaba, murió de una sobredosis de mariguana. Lo cual demuestra que la droga es mala hasta para los gatos. 


                                                         Mr. Hyde y el Dr. Jekill

Pedro Fuentes
El gato de Luisa, Mini, era un gato tranquilo, como todos los gatos, le gustaba jugar con cualquier cosa o más bien practicaba en un piso su instinto de caza, una pelota era el más divertido de los ratones, solamente había que tocarla un poquito para que echase a correr y saltar sobre ella y cazarla, un moscardón volando era ejercicio para toda una mañana, cuando estaba solo, porque su ama estaba trabajando y él era el dueño de toda la casa, cuando se cansaba iba a la cocina, bebía un poco de agua, comía algo de pienso si tenía hambre y luego era la hora de que diera el sol en el sofá, allí se echaba a dormitar hasta que se aburría o un moscardón le pasaba cerca con su zumbido.
Un día, ya avanzada la primavera, se dio cuenta de que en la cocina, la puerta del pequeño balcón  que había estaba abierta, salió fuera y vio que desde allí con un pequeño salto, podía pasar, a través de una pequeña cornisa a una terraza llena de plantas y pajarillos que se acercaban,  un paraíso, allí era totalmente feliz,  además, con tantas macetas, el sitio ideal para hacer sus necesidades, sin tener que recurrir a aquel cajón lleno de arena y mal oliente que tenía en su casa.
Cada mañana, cuando su ama se iba y no oía ningún ruido en los pisos de al lado, cuando el sol empezaba a dar, hacía la excursión diaria hasta la terraza nueva, allí estaba hasta que presentía, con ese sexto sentido que tienen los gatos, que su ama estaba al llegar, cruzaba la cornisa y entraba a la casa justo para salir de la cocina y saludar a su dueña.
Luisa que no sabía de las escapadas de Mini, se fue dando cuenta de que el animalito cada día estaba más contento, además, le seguía a todos lados, cuando se ponía en la mesa a comer, Mini no paraba de arrastrarse y refregarse por entre su piernas maullando y runruneando.
Los días siguientes saltaba hasta el sofá, de allí pasaba hasta un sillón, corría como un loco hacia su pelota y la perseguía.
Un día persiguiendo una mosca, se subió encima de la mesa, cosa que jamás había hecho y no se le metió en el plato de Luisa de milagro, luego saltó detrás de la mosca y no se estrelló contra el cristal de la puerta del balcón de casualidad.
Al cabo de unos días Luisa empezó a preocuparse, se dio cuenta de que Mini comía poco de su pienso y estaba algo más delgado, pensó que sería debido al ejercicio que hacía.
Además, alguna vez  vio que Mini no coordinaba sus movimientos, iba andando y saltaba sobre  sus cuatro patas a la vez como si tuviese hipo.
Se dedicó a estudiarlo, intentaba fijarse en lo que hacía, alguna vez lo encontró en el pasillo apoyado a la pared, llegó a pensar que estaba borracho.
Se recorrió toda la casa buscando cualquier bebida, o algo que comiese, incluido detergente, nada, no dejó nada a su alcance, luego por la noche dormía como un vendito, tenía la costumbre de echarse a los pies de la cama e incluso si hacía frío se metía debajo del edredón. Estas costumbres no las cambió, pero de vez en cuando le notaba un sueño agitado, como si tuviese pesadillas.
Cuando llegó el primer fin de semana y no tuvo que ir a trabajar, el animal hizo una vida totalmente normal, jugaba lo normal, se tumbaba en el sofá a dormitar, si Luisa se sentaba a ver la televisión se acurrucaba en su regazo, era el gato equilibrado de siempre, era un gato feliz.
Pero llegó el lunes y a las tres y cuarto de la tarde, cuando Luisa llegó de trabajar, Mini había vuelto a las andadas parecía Mr. Hyde y el Dr. Jekyll.
No se lo pensó más, preparó el transportín, metió a Mini dentro, con muchísimo trabajo, cosa extraña porque era un animal muy dócil y esa vez terminó con las manos y muñecas llenas de arañazos, cogió el coche y se fue al veterinario.
Después de un rato de espera en una salita, Mini pareció irse calmando, luego pasó a la consulta  con el veterinario.
Luisa le contó el extraño comportamiento del gato y mientras tanto colocó la jaula encima de la mesa, el veterinario abrió la puerta y sacó al minino, cuando el animal se vio en sus manos, se dio cuenta de quién mandaba allí y le runruneó.
Después de un  breve análisis visual dijo:
Este gato ha comido algo extraño, tiene las pupilas dilatadísimas y los latidos de su corazón son muy rápidos pese a su aparente estado de tranquilidad, ¿Puede ser que haya algo a su alcance que coma sin que usted se de cuenta?
Eso pensé al principio, recogí y guardé todo aquello que no fuese su agua y su comida, no hay nada comestible ni parecido a su alcance, todo está guardado en sitios que él no puede abrir.
¿Y dice que solamente le pasa de lunes a viernes cuando está solo?
Si, cuando llego a casa está como una moto, luego se va tranquilizando y se queda tranquilo, salvo de noche que parece que sueñe y dormido y todo pega unos votes tremendos, como si se asustase.
Los fines de semana ¿Está tranquilo?
Si, lo normal, juega con su pelota, me sigue por la casa, intenta jugar con el mocho si friego, luego se tumba en el sofá y allí pasa el día tan tranquilo, como siempre ha hecho desde que  dejó de ser cachorro.
Pues yo no le veo nada anormal salvo lo que le he dicho, le voy a dar un jarabe que es más bien un tranquilizante y purgante, sería conveniente que si vomita recogiese los desechos y me los traiga para analizarlos. De todas formas, intente controlar lo que hace.
Luisa a la vuelta hacia casa iba pensando en lo que le había dicho el veterinario,  no podía imaginar qué le pasaba a Mini, pero de pronto le vino una idea a la cabeza, su amigo Damián llevaba por lo menos un mes dándole la paliza con lo que estaba vendiendo.
Damián era un comercial con agencia propia, representaba varios productos, de hecho cuando una fábrica quería introducir un producto en el mercado, recurría a agencias de distribución como la suya y últimamente tenía la exclusiva de un vigilante electrónico para las casas, como  alarma o control de interiores de casa.
Cuando llegó a casa llamó a su amigo Damián y le contó lo que le estaba pasando con el gato pero tampoco quería gastarse ningún dinero más solamente por controlar al gato.
Damián se comportó como un buen amigo y le dijo que aquel fin de semana le instalaría un equipo como si fuese de prueba.
Aquella semana Mini siguió con sus costumbres, vomitó un par de veces pero la primera era la clásica bola de pelo y la siguiente jugos gástricos, Luisa los recogió y se los llevó al veterinario que le dijo que tendría que esperar semana y media.
El sábado a media mañana llegó Damián con una serie de mini cámaras y un receptor tipo vídeo, se pasó el resto de la mañana instalándolas, una en el salón, otra en el pasillo, otra en la habitación grande, otra en la pequeña, una en la cocina y otra en el cuarto de baño, cuando terminó las sintonizo en el receptor y las probaron con el televisor.
Era justo la hora de comer y a Luisa le tocó invitar a Damián a comer.
Salieron dejando todo montado y fueron a un restaurante del barrio. Luego volvieron a la casa y comprobaron los movimientos del gato, no pasó nada raro, las cámaras funcionaron correctamente cuando el gato se ponía en la zona de grabación, pero Mini no hizo ningún movimiento extraño ni comió nada que no fuese su comida.
El lunes Luisa conectó las cámaras y se fue al trabajo. Durante todo el fin de semana el gato había pasado como un gato modelo.
Cuando el lunes a las tres y media llegó Luisa el minino le salió a recibir con aquella cara alegre y feliz de los días de entre semana.
Su dueña lo saludó y se fue a conectar la televisión para ver la filmación.
Allí se enteró de parte de la doble vida de Mini, le perdió de vista a la media hora de salir ella, vio como se iba a la terraza de la cocina y desaparecía por el lado derecho y volvía a entrar un cuarto de hora antes de llegar ella y totalmente convertido en Mr Hyde.
Así fue durante toda la semana, el sábado volvió a la serena vida del hogar.
Luisa por más que miraba, no sabía qué hacía el gato, porque el punto de la terraza donde saltaba era un ángulo muerto, tendría que llamar a Damián para cambiar alguna cámara.
 Estaba en esto cuando sonó el timbre del piso, salió a abrir y se encontró con un chico joven, su vecino.
Luisa, ¿Sabes que he encontrado las macetas de mi terraza llenas de caca de gato y un olor apestoso a meados de tu animalito?
No puede ser, si Mini no sale de casa sino para ir al veterinario.
Pues de alguna forma lo hace, ¿Quieres pasar a verlo?
Entraron los dos en el piso de enfrente y ya en el balcón vio Luisa lo que le decía el vecino y desde allí se veía mejor la cornisa.
Pero había algo más, en un rincón del balcón Luisa vio unas plantas medio comidas y le dijo:
 ¿Esto también ha sido él?
¡La madre que lo parió! Dijo el vecino, ¡Se me ha comido la mariguana!

FIN






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