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miércoles, 7 de octubre de 2015

PREPARADO PARA MORIR (Yo confieso)

Fuera de la fecha habitual, publico este relato ya que no sé dónde estaré el viernes y puede que no tenga internet.

                                  

                                       YO CONFIESO


Siempre le digo a mi mujer que me gustaría un entierro al estilo Nueva Orleans.

Como aunque me lo hiciesen no lo podría ver, ideé este relato, recreando cómo me gustaría que fuese, le puse la música adecuada y de vez en cuando lo leo y escucho. Es uno de mis relatos preferidos.




PREPARADO PARA MORIR


Pedro Fuentes


CAPITULO I


Federico era una persona previsora y quería tener siempre todas las situaciones controladas, a sus 55 años, separado de su primera y única mujer, vivía una existencia tranquila y feliz, tenía una tienda de música en la que vendía de todo, instrumentos, discos de baquelita, vinilos,  CD, partituras, equipos de música para profesionales.
En fin, vivía de la música  y para la música, tocaba el piano, la guitarra, el saxo y  el clarinete. No como profesional, pero si para reunirse un día por semana hacer jazz, en un viejo local que a duras penas ganaba para subsistir, esa era su pasión junto con los espirituales, el blus, el big bang, había viajado varias veces a New Orleans a ver y participar en los carnavales, conocía los famosos entierros a base de espirituales y blues y había entrado en  todos los antros de jazz a los que un blanco pudiese entrar.
Una vez, en una de su jazz sección, con sus amigos, en una pausa, mientras se refrescaban y curaban los labios con whisky, se puso muy serio y dijo:
¡Escuchad! Como sabéis acabo de volver de New Orleans y he decidido  que el día que me muera, quiero que me incineren, pero que me lleven a la iglesia con una banda de jazz, tocando y cantando espirituales, en una carroza con penachos negros, tirada por dos caballos negros y detrás unas plañideras negras, de redondas curvas, totalmente enlutadas, luego la banda, de riguroso negro y con bombín y detrás los familiares, amigos y curiosos que no tengan vergüenza de asistir, de la iglesia al crematorio lo mismo y luego mis cenizas las lleven a New Orleans.
¿Sabes cuánto te va a costar eso? Dijo el dueño del local que tocaba el bangio.
Ni me importa, tengo lo suficiente, no tengo hijos ni familiares directos y encima mi ex mujer va a cobrar una pensión vitalicia por haber estado casada conmigo, hay cuatro sobrinos lejanos.
Si queda algo, que si quedará, se reunirán como cuervos a ver lo que pillan.
Todo lo que nos digas no vale de nada si no haces oficial la petición.
En eso estoy, ya tengo medio redactadas las últimas voluntades e irá a la vez que el testamento, una ligada con el otro, si no se cumplen las voluntades, el testamento será otro, lo que si os voy a pedir es que si me sobrevivís, acatéis lo que espero de vosotros, que os lo hará saber mi amigo Jack, el de New Orleans.
Bueno, ahora ya se ha terminado el descanso, ¿Seguimos tocando media hora más?
Todos asintieron, cogieron sus instrumentos y siguieron ensayando. No se volvió a hablar del funeral, se fue olvidando porque Federico no lo volvió a nombrar.
Siguieron con sus ensayos y sus vidas, de vez en cuando los llamaban para actuar en algún sitio no profesional y se divertían haciéndolo.


Capítulo II


A los cuatro meses recibieron, todos sus amigos y parientes, una carta fechada en New Orleans con un membrete que decía en letras negras “JACK” y debajo “I am his best friend”.
La carta, en una mala traducción del inglés venía a decir:
Hola: Soy Jack. El mejor amigo de Federico en New Orleans, próximamente me trasladaré a España durante una larga temporada.
Federico me ha pedido que sea su albacea y lleve a cabo las instrucciones que ha dictado como últimas voluntades en caso de que fallezca, cosa que deseo que sea muy tarde y que todos estemos presente.
Como todos ustedes sabrán, Federico quiere un entierro muy especial y al estilo de aquí, así que cuando llegue iré citando a todos sus amigos y conocidos para explicarles el papel de cada uno.
Atentamente,
Al cabo de 15 días apareció en la pequeña localidad de provincias Jack.
Jack era en negro más bien grueso, de pelo blanco y rizado, muy corto, lucía una barba que era continuación de su cuero cabelludo y con un bigote fino como un reguero de hormigas, todo ello también blancos y con unos labios carnosos como si se hubiese pasado la vida tocando la trompeta y cantando “only you”, tenía una voz ronca y hablaba bastante aceptable el español, con un ligero acento cubano, donde había residido algún tiempo.
Llevaba Jack una carta escrita de puño y letra por Federico, éste había marchado a París por unos días para visitar a una íntima que allí tenía.
Mientras tanto la dependienta que tenía en la tienda se encargaba de todo.
En la carta pedía a todo el mundo la colaboración con Jack en lo que les iba a proponer.
Los primeros en recibir al amigo de Federico fueron los compañeros del club, estos, aunque un poco bohemios y amigos de la juerga, pensaron que toda la población se iban a estar riendo de ellos por los siglos de los siglos, desde luego pensaban que Federico se iba a poner el mundo por montera, sería lo más sonado en aquella ciudad desde que una avioneta en un aterrizaje forzoso había aterrizado en la plaza Mayor y se había estrellado contra el Ayuntamiento.
Lo único que les iba a salvar era que Federico viviese más que todos ellos.
Posteriormente fue recibido Jack por los familiares lejanos y su ex mujer. Jack les hizo comprender que lo que quedará del testamento sería heredado por sus familiares y ex esposa, ésta, ambiciosa por naturaleza,   pensó que sería como un trabajo de una mañana, pagado con dinero a espuertas pese a lo que se gastase en el entierro.
 Los papeles de la familia eran de aquí te espero, como ya hemos dicho, su ex fue la primera en aceptar, ya que Federico tenía entre otras cosas varias fincas heredadas de sus padres, ricos terratenientes, los sobrinos lejanos dijeron también que si, Solamente Alfonso, un primo hermano, el familiar más cercano dijo que no, que no estaba dispuesto a semejante mamarrachada organizada con una cosa tan seria como la muerte de un familiar, renunció inmediatamente a la parte que le hubiese correspondido a favor de los otros.
Quería para su primo un funeral católico como Dios manda.
Los amigos de Federico tuvieron que poner en contacto a Jack con un montón de personas incluidas en el entierro y de otras poblaciones, ya hemos dicho que la localidad era una pequeña ciudad de provincias donde no abundaba de casi nada de lo que pedía “El mejor amigo de Federico”.
Mañana vuelve Federico de París dijo Jack, le explicaré cómo está todo, luego iremos a Madrid a localizar unas cosas y desde allí me marcharé a Louisiana, luego volveré, me encanta esta ciudad y España, dijo Jack y se marchó.
Federico volvió al negocio, a sus compromisos y a sus actuaciones sobre todo con el saxo.
La gente se fue olvidando de sus ideas sobre el funeral, había pasado un año y medio cuando se marchó a Francia, se fue a París, Jack le había escrito diciendo que iba con una dixieland band jazz y Federico no se quiso perder la ocasión, tanto de ver a su amigo como seguir a la dixieland band, una prestigiosa banda de New Orleans.

CAPITULO III

A los cinco días Ernesto, el dueño del local donde actuaba Federico con sus amigos recibió un telegrama urgente, decía: Federico muerto terribles accidente Stop Vuelvo a casa con cadáver embalsamado Stop Preparen funeral Stop I was his best friend JACK.
Al día siguiente llegó Jack con el ataúd, fue depositado en el Tanatorio. Lo primero que hizo fue pedir todos los permisos incluido el de esperar a enterrarlo seis días después, como venía embalsamado desde Francia no había problema, fue más complicado el Ayuntamiento, el entierro tenía que salir del Tanatorio, bajar una avenida hasta la iglesia a la que pertenecía Federico.
El cura puso todas las pegas del mundo y decidieron que llegaría la comitiva a la plaza de delante del templo, allí el párroco saldría, diría un responso y seguiría el cortejo hasta el crematorio, que estaba en la carretera de salida de la población pero por el otro lado, por lo que había que pasar por la primera avenida, arteria principal de tráfico, suerte que había un paseo central, luego, por la calle Mayor hasta la iglesia, pasarían por la tienda de Federico y luego una calle de muchísimo tráfico hasta salir a la carretera y ya el cementerio y crematorio.

CAPITULO IV


El miércoles a las dos de la tarde, de un día soleado de primavera, en la puerta del tanatorio se empezó a reunir la gente.
Jack organizaba todo, vestía de negro absoluto, con un bombín negro, gafas de sol, guantes blancos y una banda de tela negra con ribetes plateados y letras también color plata en la que se podía leer la ya famosa frase: “I was his friend best friend”.
Al lado suyo a la derecha de la puerta, estaba el director de la Vieja Banda contratada para la ocasión, todos vestidos de negro, bombín, gafas de sol y guantes blancos. Llevaba el director una pequeña sombrilla negra y el borde exterior blanco. Detrás dos tubas, dos trombones de varas, cuatro trompetas, cuatro saxos y cuatro clarinetes. La percusión era portada por dos cajas, un tambor y un bombo en cuya piel se leía “Good save  Federico”.
Al otro lado de la puerta estaban los amigos de Federico vestidos de pantalón negro, camisa blanca, gorra de plato y guantes blancos con sus instrumentos de música. También estaban su ex viuda, sus cuatro sobrinos y primos lejanos, solamente faltaba Alfonso.
Llegó a la puerta del tanatorio un coche fúnebre descubierto, con cuatro penachos negros en los vértices del techo que en el centro lucía una peana con una bola negra encima. Dos caballos negros, con herrajes negros y con un penacho negro encima de cada testa. Dos cocheros negros, vestidos de negro y con sombrero de copa guiaban el carruaje.
La banda empezó a tocar un blues triste y melancólico, justo en ese momento aparecieron en la puerta del tanatorio ocho negros de gran altura, vestidos de negro y con camisa blanca portando el féretro, de color plata con ribetes dorados. A mitad de camino del coche,  Jack sacó de dentro de su chaqueta un silbato que llevaba colgando de un cordón plateado y pitó dos veces, el director cerró y abrió la sombrilla dos veces, uno de los trompetas dio un toque de atención y empezó a sonar una marcha alegre y llena de ritmo. Los ocho portantes del féretro levantaron la caja con una mano todos lo que pudieron, luego fueron haciendo saltar el ataúd al ritmo de la banda.
Así llegaron hasta el coche, depositaron al difunto en él y se pusieron cuatro a cada lado del carro.
Jack, con el director al lado empezaron a andar delante, la banda les siguió y los caballos fueron a continuación.
Después entraron en la formación dos rollizas negras, vestidas de negro, pero bastante escotadas y con faldas ligeramente cortas y marcadas, llevaba unos pañuelos blanquísimos en donde no paraban de echar sus lágrimas y suspiros.
Cada una de ellas llevaba a su lado un fornido negro vestido a juego y con una sombrilla cada uno, iguales que la de Jack, con ellas daba sombra a las muchachas.
Justo detrás de las plañideras, marchaba la ex mujer de Federico de luto riguroso y unas gafas con las que intentaba taparse la cara.  
Llevaba una pancarta en la que se veía una foto de medio cuerpo de Federico y debajo decía en letras doradas “I love Federico”
A continuación marchaban los familiares de luto riguroso, detrás los amigos que iban tocando piezas algo más alegres que las de la banda principal, luego iban amigos y conocidos, todos ellos bailando al son de la música cuando era animada y compungidos cuando la marcha era triste.
Detrás de los amigos se arremolinaba una inmensa cantidad de gente que se habían unido al grupo y bailaban sin saber, que iban en un entierro.
De todos lados, en las aceras salían personas con cámaras y teléfonos móviles para grabar el acontecimiento, aquello fue seguido por la televisión local e incluso apareció por allí un equipo de televisión nacional.
A medida que avanzaban, Jack abría paso andando y bailando a la vez, ahora avanzaba con el pie derecho hacia fuera, desplazando todo el cuerpo, al siguiente el izquierdo, de vez en cuando daba palmas y cuando quería cambiar el ritmo, tocaba el silbato tres veces para ir a lento y dos para rápido, entonces el director cerraba y abría la sombrilla dos o tres veces según fuese necesario, el trompeta primero hacía un toque de atención y uno de los tambores daba un redoble, el bombo golpeaba también dos o tres veces y cambiaba el ritmo, las plañideras con el ritmo lento lloraban y suspiraban a moco tendido, si cambiaba la música con más swing, cogían las sombrillas de sus acompañantes y bailaban con ellos.
 La ex daba varias vueltas en redondo como las muchachas que en los combates de boxeo anuncian el round.
En fin, tardaron en llegar a la iglesia una hora cuando se tardan diez minutos andando.
Llegaron a la iglesia y todo el mundo, en señal de respeto calló, salió el sacerdote con su roquete blanco y su estola negra, le acompañaba Alfonso con el isopo y el agua bendita.
El sacerdote hizo una corta plegaria, bendijo el ataúd, Alfonso se santiguó cristianamente mientras un par de lágrimas rodaron por sus mejillas y entraron a la iglesia, se cerraron las puertas y entonces Jack, poniéndose al frente de la banda, sacó el silbato y pitó tres veces.
 Entonces todos los músicos empezaron “When the saint go marching in”, ya seguiría esta pieza hasta llegar al crematorio, mientras todo el mundo bailaba y algunos músicos hacían algún solo con alguna variación de la más pura jazz sección.
A la llegada al crematorio, los ocho acompañantes del coche de caballos vuelven a coger el féretro y lo llevan dentro bailando y haciendo bailar el ataúd, lo depositan en una mesa que hay dispuesta al fondo y la gente ahora entra en silencio y se sienta en los bancos ordenadamente, de la cortina de detrás de la caja salen un grupo de hombres y mujeres ataviados con túnicas lilas y se ponen a los lados, el director da la señal y comienzan a cantar “Swing low sweet chariot”.
Cuando terminan de cantar, la mesa va entrando lentamente por entre las cortinas mientras un bajo interpreta “Deep River”. Cuando termina, de entre las cortinas sale Jack. Se pone en el sitio donde antes había estado la mesa con el ataúd y dice:
Hermanos, nos hemos reunido hoy aquí para rendir homenaje y despedir a nuestro gran amigo Federico, muchos son los que han venido porque lo querían, otros por el interés, alguno por curiosidad y uno, no ha venido porque no quería ver a su tío envuelto en semejante jolgorio el día de su funeral.
Me dirán que faltaba otra persona, para ver lo que él había creado.
Cuando organizó todo este sarao me dijo:
Lástima, yo no lo podré ver. Y yo le contesté:
Yo soy tu mejor amigo, te doy mis ojos para que lo veas y mis oídos para que lo oigas, y mi nariz para que huelas y todos mis sentidos para que tengas i vivas un entierro como los de New Orleans.
La idea fue de él, pero yo la hice posible, todo por mi mejor amigo, y diciendo esto, puso las dos manos sobre sus orejas y estiró.
En la sala se oyó un grito aterrador, alguno se desmayó, Jack se sacó una careta y allí estaba Federico.
No os asustéis, no he muerto, solamente quería ver mi funeral. Gracias a todos por venir, y ahora os espero en mi casa para comer frijoles rojos y arroz al más puro estilo de New Orleans y cerveza de barril Abita recién traída de Louisiana.

FIN


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