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miércoles, 12 de octubre de 2016

........Y VOLVER, VOLVER, VOLVER




..........Y VOLVER, VOLVER, VOLVER


Hoy, 12 de Octubre, he decidido volver a publicar en el blogg,

Pero antes de nada, quiero felicitar y felicitarme a todos los españoles en el día de la Fiesta Nacional, Fiesta de la Hispanidad y a todas las "Pilares".

Aunque no haya publicado nada en este verano, no por ello he dejado de trabajar. El tercer tomo de "Las historias del buho" ya está casi a punto de editarse, pero además estoy metido en mi primera novela larga y varias más que están pedndientes de datos y fechas, ya que son historias reales. También he estado trabajando con las estadísticas de las visitas al blogg, ya he pasado de las once mil, cifra creo que bastante importante, por lo menos para mí, que empecé por entretenerme mientras hacía la convalecencia de mi operación de cancer. Ya superado, he demostrado que el cáncer se cura y he llegado a la conclusión de que la mejor medicina es el ser positivo y encararlo todo con buen ánimo.

Bueno, pues como decía estas estadísticas me han sorprendido. En muchas los lectores han coincidido con mis gustos, en otras, varias que escribí en noches que no podía dormir, han sido de las más leidas.

En cuanto a los libros, todos aquellos que han leido uno de ellos, han leio el otro y de camino me han pedido ya el tercer volumen.

Hoy empiezo unos micro relatos dedicados a mi vida laboral, espero que os gusten.





MICRO RELATOS BREVES


Pedro Fuentes


El primer día


Ya hace muchos años, tantos como cuarenta y ocho (48) si, cuarenta y ocho años, ya no me acordaba, pero hoy, rememorando anécdotas, me han venido a la cabeza.
Pues como digo, en los tiempos de Mary Castaña, entré a trabajar en una empresa, una gran empresa en la que ya hace unos años me jubilé, mi vida laboral en serio empezó allí y terminó allí, eran otros tiempos.
Bueno, podríamos decir:
Como decíamos ayer, el lugar donde yo trabajaba era un edificio entero, lleno de despachos, unas mil y pico personas, o sea (este o sea) se lo dedico al padre Rufino, mi profesor de gramática y Literatura que se ponía de los nervios cada vez que lo oía. Pues bien, o sea, como un pueblo de nuestra querida España.
El día que entré en la empresa, llegué desde la oficina de personal a las 11,30 horas, salíamos a la una y por la tarde no se trabajaba porque era sábado.
El jefe, Pedro Rojo me dijo:
Bueno, tocayo, para la hora que es no te voy a explicar nada porque el lunes ya no te acordarás, siéntate en esta mesa y observa a tus compañeros y el ambiente, cuando veas que la gente se levanta y sale de prisa, sal también que es la una y hay que salir.
El lunes, a las nueve, cuando vengas, te pondré con un compañero que te enseñe el trabajo.
Me puse a observar a los compañeros.
En aquella sala habría unas setenta personas, hombres y mujeres de todas las edades, cada uno en su mesa, era un departamento de contabilidad y de vez en cuando se levantaban e iban a una mesa más pequeña, varias distribuidas estratégicamente, en cada una había una calculadora Hispano Olivetti manual, llevaban unas hojas y hacían sus operaciones, se levantaban y volvían a su lugar, por lo visto, el presupuesto no daba para más.
Observé que varias personas iban de una mesa a otra con unas pequeñas tarjetas en la mano, comprobaban unas listas con sus compañeros y se las cambiaban, yo conocía las tarjetas perforadas de IBM, pero aquello no se parecía en nada, ni en tamaño ni en color, al fin, después de varios días vi lo que eran las “fichas” eran cromos de una colección de coches que había salido y se cambiaban los “repes”, no sé si para ellos o para sus hijos.
A la una, a la una en punto según el reloj que había en la pared al principio de la sala, un reloj de madera, grande, que tenía un minutero que andaba a saltos, por cierto, al lado de una foto grande de Franco, si, Franco, el militar, pues bien, saltó la aguja del minutero a las doce, para marcar la saeta de las horas la una en punto y todo el personal se puso de pié, como si un muelle los hubiese hecho levantarse y tres chorros de gente saltaron hacia las tres puertas que había.
A la salida, los cuatro que entramos aquel día en diferentes departamentos, habíamos quedado para contarnos las experiencias y tomarnos unas cañas para celebrar nuestro primer día de trabajo. “Alucinábamos por un tubo” como se dice ahora.








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