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jueves, 20 de octubre de 2016

TODA UNA VIDA

MICRORRELATOS  BREVES

Hoy publico el segundo capítulo de MICRORRELATOS BREVES parte de una vida laboral pero de aquellos tiempos del siglo pasado, pequeñas historias propias y de personas de alrededor. 


MI PRIMER DIA DE TRABAJO EN SERIO


El lunes, a las 8,45 horas, estaba cogiendo el ascensor hasta la cuarta planta, Contabilidad, aquel iba a ser mi lugar de trabajo por muchos años, allí estuve hasta que me fui al Servicio Militar.

Cuando entré en el despacho, sin saber a dónde dirigirme, vi un brazo levantado que me llamaba, era mi jefe inmediato Pedro Rojo, allí había jefes para todo el mundo, tuve suerte, por lo visto era el mejor, el más humano y un buen compañero.

Me dirigí a su mesa y allí me explicó el trabajo que iba a desempeñar.

De todas las provincias de España y de todos los centros que tenían “locutorios”, la cosa iba de telefonía, el lector no se equivoca, en aquellos tiempos y de telefonía, solamente podía ser LA TELEFONICA, la única, la verdadera, la Compañía Telefónica Nacional de España como entonces se llamaba.

Una vez en una carta que recibimos, en otro departamento, en el sobre, escrita con infinidad de faltas de ortografía, como destinatario ponía:  “Telefonica Des paña”.

Allí se recibían todos los documentos de cobros y pago de todos los centros y después de supervisarlos, se resumían en una hoja por días o semanas o periodos de quince días según la importancia, por cuentas y se cuadraban, al final de cada periodo de quince días se hacía un asiento general de la provincia y se enviaban a “perforación”, es decir, se perforaban tarjetas de IBM para enviar a “Proceso de Datos”, aquellos inmensos ordenadores que ocupaban una planta entera del edificio.

Ya iré contando anécdotas porque mi jefe se encargó de que pasase por todos los despacho y sub departamentos de Intervención, le gustó mi aptitud y quiso hacer de mí un experto.

Pese a que en aquellos tiempos, en mis ratos libres me dedicaba al teatro en una compañía amateur, hizo que también ampliase estudios en las ramas que iba tocando dentro de la empresa.

A las diez de la mañana, la primera puerta del despacho, se abrió y una mujer, asomando la cabeza dijo:

 ¡PRENSA!

Por lo menos 15 personas se levantaron hacia allí, volvían con un periódico o revista en la mano, a los pocos días me enteré que aquello era cada día y si hacías, por ejemplo una colección de fascículos  podías encargarlos y la señora de los periódicos te los traía y no tenías ni que encargarte de llevar un control de los que tenías ni cuando llegaban las portadas de algún volumen.

Después de las primeras lecciones teóricas de la mañana, a eso de las doce, el jefe me pasó con el que iba a ser mi primer profesor, Luis Blanco, un maestro que no ejercía como tal el magisterio, sino que había entrado en Telefónica. Era una persona muy profesional y muy buen docente. Tenía unos seis o siete años más que yo, llevaba en la empresa cuatro años. Era de Zaragoza y serio, pocas veces se le veía charlando con el resto de personal, llevaba dos años   casado.

De aquellos tiempos tengo unas cuantas anécdotas, espero acordarme de las más divertidas.
El espacio central del despacho, entre columnas estaba lleno de mesas, formando tres filas, a los pies de cada columna, en una mesita pequeña, estaban las calculadoras a que antes me refería.

Luis y yo estábamos en la primera fila a la derecha, un sitio privilegiado porque nadie veía lo que hacíamos, solamente el de la mesa del costado.

La primera línea la componíamos Luis y yo que todavía no tenía mesa, a nuestra izquierda estaba Mary Cruz, una chica ya entrada en años, soltera y muy amiga de decir que de cría había sido compañera de clase de Irán Eory, la actriz, no sé si era verdad pero no se le pegó nada.

A su izquierda, en la tercera mesa se sentaba un hombre de unos cincuenta y pocos años, muy grueso y al que llamaban sin que él se enterase “el campanilla”, su nombre era Valentín Marín Martín y pasaba mucho tiempo hablando de Barcelona, no sé si era catalán, sé que había vivido allí varios años. Era un gran aficionado a los crucigramas, siempre compraba el ABC y lo primero que hacía era el crucigrama de “Pedro Ocón de Oro”, el gran inventor de los pasatiempos de la prensa de ayer y de hoy. Con él me aficioné a los crucigramas y sobre todo a los jeroglíficos. También jugaba al ajedrez con un compañero de trabajo y vecino, Bolaños.

La segunda línea la formaban García Corral, no me acuerdo de su nombre,  era en sus ratos libre futbolista, jugó en varios equipos de regional, dicen que era muy bueno, pero sus ganas de juerga lo tenían bastante quemado. Su hermano pequeño jugó en el Rayo Vallecano y fue seleccionado para el equipo olímpico español en México, su nombre en el futbol era “Chufi”.

A su lado estaba una muchacha de unos treinta años y llamada Mary Luz, no era ni fea ni guapa sino todo lo contrario, es decir, pasaba desapercibida, una vez, al cabo del tiempo, me preguntó sobre qué tenía que hacer para entablar correspondencia con chicos.

No crean mis lectores que eso se inventó en internet, antes las personas escribían cartas, con su sobre, su sello, su dirección y remite, cualquier persona que en aquellos tiempos, por ejemplo, estuviese enamorado, escribía cartas de amor y las recibía, a veces incluso a “lista de correos” para evitar que los padres se enterasen, sobre todo las chicas.

Yo mismo guardo muchas cartas de las que recibí de algunas enamoradas, otras las rompías con odio y desdén.

Hace poco encontré entre mis recuerdos un mechón de cabellos de Isabel, si habéis leído mis relatos, sabréis de quién se trata.

Bueno, pues le dije a Mary Luz que tenía entendido que en Australia había muchos más hombres que mujeres y le busqué una dirección en una revista de “contactos”, si, tampoco es una invención nueva, mucho antes que internet existían revistas de contactos postales, es más, en las revistas solía haber una sección de personas que pedían escribirse con otras personas, de diferente sexo y de gustos afines. Me hizo caso y escribió pidiendo cartearse con chicos australianos.

Me contaba Mary Luz que había recibido montones de cartas, con pañuelos de cuello y otros detalles, incluso alguno le había invitado a ir a Australia. Le perdí la pista y no sé si marchó para las antípodas.
Un tiempo después otra compañera que estudiaba inglés me preguntó qué podía hacer para perfeccionarlo, le dije que se escribiese con gente de Irlanda, al cabo de unos tres años, cuando estaba en la “mili” me encontré con ella, iba con un chico larguirucho y delgado como una escoba, rubio y lleno de pecas, era su marido irlandés.

Al lado de Mary Luz estaba Esteban Barrio Silva, era el madridista más forofo que tenía el Real Madrid, era la persona que por lo menos aparentaba ser más feliz y bromista, se llevaba bien con todo el mundo menos con los atléticos y anti madridistas. Era amigo desde la niñez con Venancio Muro, un actor que murió en 1976 a los 48 años.


De los compañeros de más atrás no recuerdo mucho, supongo que me iré acordando a medida que escribo.

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