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lunes, 30 de enero de 2017

ENTRE EL TRABAJO Y EL EJERCITO (Microrrelatos breves)

Termina hoy una etapa de mi juventud laboral y tiempos de ejército,

Esta última etapa termina en lo que yo he llamdo "Los mejores años de mi vida" aunque todos han sido  buenos, He pasado por todo tipo de "momentos", pero todos han sido buenos, estos para disfrutarlos y revivirlos, otros para aprender de ellos y recordar a todos aqellos que hicieron más agradables aquellos momentos con su presencia.

Un día haría una relacion de personas y hechos, pero no me gustaría dejar olvidado a nadie por el mero hecho de un descuido y pensar que a lo mejor, para ese alguien fue un momento para recordar toda una vida.

La semana que viene, empezaré con otra nueva etapa de no publicados. espero que os gustarán.

Y ahora..................



Entre el trabajo y el ejército


Pedro Fuentes



En el departamento de la empresa, donde me asignaron, hacía horas también Pedro Almodóvar, que hacía la mili como voluntario en aviación, ya entonces llevaba una vida bastante desordenada según él mismo. Por aquellos tiempos hacía algo de teatro un tanto modernista.

Me regaló entonces un libro de Francisco Umbral, “El Giocondo” que perdí por el transitar de esta vida, he leído en algún sitio que el personaje de este libro del que decía Umbral que lo único que le gustaba era el título, era un relato fiel a Almodóvar pero de antes de Almodóvar. A éste le gustaba porque según decía, se veía reflejado en él.

El libro se escribió en 1.970 cuando Pedro no había llegado a Madrid o acababa de llegar.

Aquel trabajo durante la mili, fue lo que convirtió a mi vida en una anarquía. Por un lado estaba el estado de ánimo al que me llevó el depender del ejercito aunque fuese una semana al mes, aquello me llevó muchas veces a evadirme con el whisky, después hice lo que no había hecho nunca, tenía una novia y a la vez estaba con la encargada de una barra americana, luego, como en la empresa podía trabajar a turnos, doblaba estos y en pocos días tenía hechas las horas como si estuviese haciendo la jornada completa, pero también podía hacer el horario a mi conveniencia..

La semana que me tocaba con el capitán general, en el fondo era la más tranquila, cogía el coche a las ocho de la mañana y ya no lo dejaba hasta las diez de la noche, salvo algunas excepciones.

El General era amigo de Don Carlos Arias Navarro, entonces ministro de Gobernación, que estaba en Sol, en donde está ahora la sede de la Comunidad Autónoma, entonces se llamaba simplemente “Gobernación” y allí era la famosa, en aquellos tiempos, la “Dirección General de Seguridad”, detrás estaba el cuartel del Pilar de la Policía armada, allí iba yo a desayunar cuando hacíamos visita a “Arias Navarro”.

Una vez, estando en la barra del bar del cuartel, oí la siguiente conversación entre dos “grises”:

“Tengo unas ganas de que empiecen las clases en la Universidad, porque yo me presento voluntario para ir allí, si vieras con qué ganas les sacudo porrazos a esos señoritos….”

Me volví para ver quien era el energúmeno, no se si fue el miedo o más bien la prudencia, al verme rodeado de “grises” y vestido de uniforme, pagué el bocadillo y me marché dejando mi desayuno casi entero.

El capitán general y Arias Navarro, tenían por costumbre ir a comer y charlar a un sitio en la carretera de Andalucía, creo que era una especie de residencia de altos mandos del ejército, entonces tenían el detalle de que el conducto del ministro y yo nos pusiésemos de acuerdo para que uno los llevara y otro los fuese a buscar, con lo cual no nos tenían toda la tarde a los dos, por lo general era y el que los llevaba y el chofer de Arias los recogía.

Cuando llevas en el coche oficial a alguien, muchas veces se olvidan de que tú también oyes.

Allí me enteré de muchas de las cosas que se cocían en la política española por aquellos tiempos y allí oí por primera vez el borrador del que luego se denominó, “El espíritu del 12 de Febrero” Un discurso que hablaba de una tímida apertura hacia la democracia, luego, ya licenciado, con la muerte de Carrero Blanco en el atentado que le costó la vida, parece que todo volvió a estar como estaba o incluso peor.

Una mañana que estaba en “Gobernación” esperando a mi general, llegaron unos furgones de unas plantas de marihuana que habían cogido en unos campos cerca de Málaga, le pregunté a un paisano que había allí que qué era aquello, me lo dijo y también que aquello no hacía nada, era un comisario y terminé en su despacho fumando un “porro”, no me gustó, aquello olía fatal, me pareció mejor y más fuerte un “Celtas” corto. Fue mi primer y último “porro”.


Terminada la mili, fui trasladado a Barcelona por la empresa, pero esa ya es otra historia que contaré más adelante.




FIN

domingo, 22 de enero de 2017

EL EJERCITO (Microrrelatos breves)

Otras pequeñas vivencias y anécdotas según llegan a mi memoria, creo que las pequeñas vivencias son la base de toda una vida,

Ahora, vistas desde la lejanía del tiempo te dejan ver el bosque que los árboles no te dejan ver.

Me doy cuenta cuando busco en mis antiguos escritos y recuerdo estas pequeñas vivencias que casi todos mis relatos, los publicados en "Las historias del buho" en la trilogía editada en BUBOK y otros sin publicar, se podrían ir tejiendo y entre líneas saldría un relato de toda una vida.

Y ahora..................

 EL EJERCITO



Me tocó ir al campamento de la mili a Alcalá de Henares, en aquellos tiempos tenías que hacer tres meses de campamento. Alcalá era el C.I.R. nº 2 (Centro de Instrucción de Reclutas).

Fui a la mili porque en aquellos tiempos, ser objetor, te podían costar tres años de cárcel, luego tenías que hacer la mili, si no querías ibas tres años más a presidio. Después no sé qué pasaba.

Cuando aquella mañana, desde las siete que nos presentamos en el “centro de reclutamiento” al fin, al medio día y sin probar bocado, nos pusieron a todos en fila y nos llevaron fuera del recinto, un teniente coronel, creo que era el que tenía el mando, nos hizo parar delante del cuartel y nos dijo cuatro palabras y para terminar el discurso dijo:

Ahora vamos a entrar, según vallamos pasando, mentalmente, dejan colgados en la pared los c….., porque aquí dentro ni los van a tener ni los van a necesitar.

El campamento, pese a todo, no fue del todo mal, estaba acostumbrado a la vida al aire libre y además, físicamente me encontraba fuerte porque siempre había hecho bastante deporte, lo malo, lo peor era la gran pérdida de tiempo, pasábamos más del día sin hacer nada, luego el juego continuo de hacer la guerra y el sentido de la obediencia y respeto a los mandos superiores aunque fuesen escoria, como lo eran muchos, sobre todo los “chusqueros” que se habían metido allí porque no sabían hacer otra cosa, o lo que es lo mismo, nada.

Tuve la suerte de rodearme con gente bastante normal y los ratos de no hacer nada se hacían más cortos, pero eso sí, me acostumbré como tantos otros a beber vino a “palo seco” y a jugar a las cartas, había noches que nos encerrábamos en el cuarto del cabo de la compañía y pasábamos las noches jugando a las cartas y bebiendo whisky.

Los viernes por la tarde, nos daban permiso y marchábamos a Madrid hasta el domingo por la noche.

En aquel tiempo, encontré cerca de mi casa un bar americano, allí conocí a la encargada de las chicas de alterne, hice amistad con ella, Lucía y nos “enrollamos”, aquello duró hasta que terminé la mili.

Cuando terminé el campamento, utilicé el único “enchufe” que he utilizado en esta vida, logré que me reclamasen desde el Ministerio del Ejército al batallón de automóviles, después de un tiempo con varios servicios, me asignaron de conductor con el capitán general dela IV región,  entonces Andalucía, Don Iñigo López de Mendoza, Grande de España y no sé cuantos títulos nobiliarios más.

Yo era su conductor para cuando iba a Madrid, solía ser una semana al mes, esa semana me pasaba la vida en el coche, pero el resto de tiempo podía ir a trabajar a mi empresa, haciendo turnos hasta completar la jornada.


domingo, 15 de enero de 2017

EN EL TEATRO (microrrelatos breves)

Siguiendo con estas pequeñas anécdotas de otros tiempos, hoy publico otra, dedicada al teatro amateur que por algun tiempo transcurrió parte de mi tiempo libre.

Y ahora............


EN EL TEATRO



Por aquel tiempo había empezado a hacer teatro con un grupo de aficionados de Hermandades del Trabajo, un movimiento católico de hombres y mujeres trabajadores fundado en Madrid en 1947 por D. Abundio García Román, a la vez me matriculé en las clases de Arte Dramático y Declamación con José Franco.

Allí, una tarde fue Cristina Galbó, actriz revelación de la película “Del rosa al amarillo” por lo visto era alumna de José Franco, un verdadero actor y profesor de Arte Dramático y Declamación.

Cristina tenía por aquel entonces unos 17 ó 18 años, en aquel momento me quedé prendado de ella, una tarde vino a repasar un texto que necesitaba interpretar y coincidió con nosotros en clase, recuerdo que llevaba dos enormes latas de melocotón en almíbar, no había acabado la clase, pero ella había ido una hora antes, así que cuando terminó, se levantó y se despidió, yo me levanté rápidamente, cogí los dos botes de melocotón y le dije:

Yo te los llevo, que pesan mucho y salí de clase ante la sorpresa de Cristina, José Franco y mis compañeros, le acompañé y me enteré entre otras cosas que frecuentaba una discoteca en la calle Viriato, Parnaso, un local pequeño en el que actuaba mucha gente de moda en aquellos tiempo, los conjuntos españoles de más actualidad, además podías encontrar allí a personajes conocidos, allí me presentaron entre otros a Rocío Dúrcal, una muchacha simpática y agradable.

También conocí en aquellas clases a Nicolás Romero, entramos casi al mismo tiempo en un grupo de aficionados de Hermandades, tengo un par de fotos con él actuando, tenía una gran vocación e iba para gran actor, pronto empezó a hacer papeles secundarios, recuerdo que para unas actuaciones concurso, de Educación y Descanso, quisimos montar  “La vida es sueño” de Calderón de la Barca, a Nicolás le dieron el papel de Segismundo, el primer día de ensayo, dos días después, llevaba el papel casi de memoria.

He consultado varios archivos de internet y no dicen nada de los primeros tiempos de actor ni de sus orígenes.

La última vez que vi a Nicolás Romero fue en Madrid, en los años 90, en una obra de teatro, no recuerdo si de Jardiel o Mihura, es más, no recuerdo ni el teatro. Luego lo he oído en la Cope radio,   entrevistado por Cesar Vidal, le envié una foto en la que estamos los dos haciendo una obra infantil, pero nadie me contestó.

El tiempo que estuve dedicado al teatro, fue bastante breve, pero me lo pasé muy bien, aunque no era ningún paseillo, el trabajo era bastante y muy pesado, para mi, lo peor era el tener que memorizar los textos, me costaba mucho, nunca fui un gran memorión, además, en aquellos tiempos yo no había perdido mi “seseo” característico de Cananrias, tierra donde nací, entonce tenía que señalarme todas las “c” de los textos para pronunciarlas.

No sé de donde lo saqué, pero leí un día que el gran Matías Prat en sus comienzos tenía el mismo problema e ideó que si cambiaba las “c” por “f”, a la hora de pronunciar se notaba menos. Ejemplo:

En lugar de decir “siserón” decía “fiferón” y no se notaba tanto.

Empecé apuntándome a las clases de Don José Franco y allí mismo entré a formar parte de un grupo amateur de “Actividades diversas”  dentro de Hermandades del Trabajo” que estaban en la calle Juan de Austria, los ensayos eran en un local en la calle Augusto Figueroa, aquel local fue famoso en su tiempo, hacía ya unos años, porque allí estuvo ubicada la famosa “Casa Petra” local destinado a casa de lenocinio y prostitución. Los que mejor conocían ese sitio eran los taxistas ya mayores, cuando subías a un taxi y decías la dirección decían:

Ah, si, a Casa Petra.

Las compañeras de del teatro, no decían la dirección sino por ejemplo a la calle Barquillo esquina a Augusto Figueroa.

En un local, enfrente ensayaban entonces “Los Bravos”. Recuerdo verlos allí el día que murió Manolo, el batería.

El primer papel que hice en el teatro fue un pequeño sketch de una obra de Oscar Wilde.

Alfredo Marqueríe, crítico de teatro, tenía una conferencia sobre el teatro y pidió a José Franco que sus alumnos representásemos el sketch para él luego hablar sobre la obra del autor.

Yo tenía un pequeño papel, entraba en escena a trompicones, caía en un sofá y decía mi papel, un par de frases, Me aprendí el papel, lo ensayé unas cuantas veces, salía más o menos pasable, a la hora del “estreno” yo estaba como un flan esperando para entrar en escena, cuando llegó el momento, no me decidía, los nervios me tenían atenazado, alguien me pegó un tremendo empujón, di varios traspiés y por suerte caí en el sofá, cuando me vi allí, recité mi papel, noté como entre el público se oían risas.

Luego, en la conferencia, el Sr. Marqueríe se refirió a  mí como un buen actor amateur que llegaría lejos en el teatro.

Me hizo un flaco favor, porque me di cuenta de lo poco que entendían los grandes críticos de teatro y el
poco o nulo futuro que tenía yo como actor si en cada función me tenían que empujar para entrar en escena.

Aunque luego hice alguna cosa más importante, de las que ya contaré, mi vocación como actor había sufrido un gran bajón.

Siguieron otras obras, algunas me gustaron, otras me llevaron a situaciones extrañas, como la búsqueda de una espectadora que creía ver en el patio de butacas cuando después de un tiempo, me atrevía y podía ver al público y según cómo actuaba para alguien en particular, a aquella mujer, entonces y siempre aparentaba unos veinte años, la intenté encontrar incluso saliendo a su encuentro antes de terminar la obra y sin esperarme ni a saludar, fue una obsesión, por un tiempo, aquella visión me hizo seguir en el teatro, pero a la vez, pensaba que me volvería loco, estuve una vez a punto de cortar la obra y saltar al patio de butacas a media función, no tuve el suficiente valor, entre eso y que me tuve que ir a la mili, me alejé del teatro.

Aun ahora, cuando pienso en ella, veo su cara, delgada, con unas facciones finas, la piel blanca, nariz y barbilla afiladas, ojos negros, profundos y el pelo lacio, hasta los hombros y más castaño que moreno, sus manos largas y con unas uñas pintadas y bien cuidadas, me llamaban la atención cuando la veía aplaudir.








domingo, 8 de enero de 2017

PEQUEÑAS COSAS (mIcrorrelatos breves)

Comienzo este nuevo año con 12.000 lectores y el tercer tomo de la Trilogía "El viaje".

Espero que este año nuevo, podré tener terminadas dos novelas además de unos cuantos relatos cortos. Gracias por vuestra fidelidad y mientras tanto os recuerdo los enlaces en los que se pueden solicitar los libros publicados.


LA MISTERIOSA DAMA DE NEGRO  (Tomo  I)

http://www.bubok.es/libros/243574/La-misteriosa-dama-de-negro-y-13-relatos-mas


EN BUSCA DE LA PUERTA DEL INFIERNO  (Tomo  II)


http//www.bubok.es/libros/246379/En-busca-de-la-puerta-del-infierno-El-viaje-II


¿PERO QUE HE HECHO YO?  (Tomo  III)

http://www.bubok.es/libros/249832/Pero-que-he-hecho-yo-y-veintidos-relatos-mas



Y ahora...........

Pequeñas cosas



Con el nuevo horario, a media mañana podías salir a la calle a tomar algo, a veces, íbamos a una tienda de ultramarinos que había allí cerca, en la calle Campomanes, allí nos preparaban unos bocadillos de lo que quisiésemos, el que más éxito tenía era uno de atún que vendían a granel y luego ponían por encima un par de pimientos de lata, lo acompañábamos con una cerveza y a veces entre dos nos repartíamos un cuartillo de vino.

En la tienda tenían una gatita blanca y negra a la que llamaban Masiel, en honor a la cantante, que ya empezaba a tener fama y que hasta hacía poco iba a comprar allí lo que le indicaba su madre, ya que vivían por allí.

Ya, al poco tiempo, allí se le empezó a llamar “La Tanqueta de Leganitos”

Teníamos allí un compañero que además era taxista, había varios en aquellas oficinas, al que me refiero era malagueño y ceceaba una barbaridad, éste trabajaba el taxi de noche, por lo que cuando llegaba a la oficina iba muerto de sueño, por lo que cuando no podía más se metía en una cabina del lavabo y echaba una cabezadita, lo malo es que roncaba y el jefe lo iba a buscar, aunque a veces lo dejaba un rato más, quizás para que no armara jaleo con el futbol, era un forofo tremendo del Málaga.

Al hacer turno de noche conocía todos los lugares de “mala vida” de Madrid, además muchas veces montaban en el taxi noctámbulos de la farándula y gentes de mal vivir.

Cuando llegaba a la oficina y estaba despierto, contaba vida y milagros de aquella noche.

Junto con otro compañero, del que no me acuerdo el nombre, pero que era hermano de un jefecillo de allí, eran “relaciones públicas” de una casa de masajes, pero que era la entrada a otro local más allá, la clave para llegar al fondo era pedir “un masaje con castañuelas”, ellos dos le daban la tarjeta a los futuros clientes con su identificación, si terminaban allí ellos cobraban una comisión, pero no era dineraria, era en “carne”.