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miércoles, 22 de febrero de 2017

ASI DEJE DEFUMAR (Capítulo II)

Hoy publico el capítulo II de ASI DEJE DE FUMAR una ayuda para todo aquel que quiere dejar de fumar y el que por contrario quiere adentrarse en oscuro humo del tabaco. Pero que sepan que una vez dentro, el mismo humo puede no dejarnos ver la salida, allá él.

Dijo no se quien que era muy facil dejar de fumar, que él lo había hecho unas 2.500  veces.

Y ahora..................

ASÍ DEJÉ DE FUMAR


Pedro Fuentes


CAPITULO II



Estuve algún tiempo sin pensar ni en fumar, ni mirar de frente a todo el tabaco que mi padre siempre tenía.

Mi padre fumaba cigarrillos de tabaco negro canario, de vez en cuando lo mezclaba con rubio como el Graven A, pero después de las comidas se fumaba un puro canario de los denominados brevas y siempre llevaba en el bolsillo de la chaqueta algún puro de grandes dimensiones.

Aquel verano hice la Primera Comunión, con siete años, antes esa era la edad, La recibí en la Basílica de las Nieves de manos de D. Antonio, el mismo que me había bautizado.

No se me ocurrió volver a fumar, no quería tener que confesarme y más cuando se pasaba tan mal fumando, pero mi hermano, cuatro años mayor que yo, un día me dijo:

Vamos, Pedrito que te voy a enseñar una cosa.


Llegamos a un huerto donde había habido calabazas plantadas, ya secas las ramas nadie las cortó,

Mi hermano buscó entra las ramas y cuando encontró unas del grosor y tamaño de un cigarrillo, cortó dos ramas, se puso una en la boca y la prendió con una cerilla e hizo que fumaba, luego, después me la pasó y me dijo:

Fuma.

Me la puse en la boca y aspiré muy lentamente, un humo ardiente me llegó a la garganta, saqué aquello de mi boca y escupí, mi hermano se rió y entre risa y risa siguió fumando aquella porquería.

¿No has fumado nunca un cigarrillo de verdad? Yo sí, y sabe mejor que esa porquería.

¿Tu lo has fumado? Me dijo.

Pues claro, le he cogido a papá un graven A y eso si que sabe bien.

¿Y no se enteró?

Pues no, pero cógelo cuando tenga muchos.

¿Por qué no coges uno para mi?

Si es para ti cógelo tú.

Si no me lo coges le diré que tú le has cogido.

Bueno, no te creerá y además le diré que me querías obligar porque a mi no se me ocurriría fumar.

Ya te pillaré, así que anda con ojo.

Bueno, pero mientras tanto fumarás esa porquería.

Por descontado que yo no quería volver a fumar porque no quería pasarlo tan mal como la primera vez, pero con mi hermano estaba compitiendo siempre, la verdad es que aún después de sesenta años, no sé si no tenía picardía para entrar a competir conmigo o que al ser yo el menor de los chicos, era el ojito derecho de mi padre.

Pasaron más de dos años antes de que volviese a coger un cigarrillo y eso que cuando mi padre se sentaba después de comer, a la fresca en la terraza grande de delante de la casa, si no se había acordado de coger, me decía:

Pedrito, ¿Me traes un puro de la caja de los puros?

Siempre era yo porque decía que yo sabía elegirlos.

No se como lo hacía, los olía el olor a puro, sin encender, siempre me ha gustado, miraba que tuviese unas manchas un poco más claras y al apretarlos ligeramente, cedían y no se agrietaba la hoja.

Los que iban quedando, cuando se secaban más, mi padre los cortaba finito con una navaja y ponía la picadura en una caja de madera especial para tabaco. Le ponía un poco de vainilla en polvo y los rociaba con unas gotitas de coñac.

La última vez que vi aquella caja fue después de la muerte de mi padre, creo que se la quedó mi hermano.

Mi padre no era bebedor de coñac, creo que lo usaba para los puros y para enjuagarse la boca si le dolía alguna muela. Era más bebedor de whisky que de otra cosa, le gustaba con agua natural, mitad y mitad, solía tomarlo los días de fiesta antes de comer con almendritas saladas y si venía alguien a comer, cosa muy natural porque hacía unas paellas inmensas, de grandes y buenas, después de comer, en la sobremesa se ponía algo de whisky pero ahora solo.

Cuando mi padre se ponía a hacer la paella yo era su pinche.

Alguna vez, lo mismo que me pedía llevarle el puro, me decía:

Pedrito, ponme un pizquito de whisky (Medida típica canaria que quería decir dos deditos de los de él y no de los míos) Pasé casi un verano hasta que un día me mojé los labios con la bebida, la encontré fuerte pero no me disgusto, fui aumentando la cantidad que previamente había escanciado de más.

Ni que decir tiene que tenía que vigilaba a mi hermano para que no me pillase, pero un día que no estaba yo presente, le pidió el encargo a mi hermano y esa vez si lo pillé yo. Por el gesto que puso no le gustó, pero fue mi carta blanca para evitar sus chantajes.

miércoles, 15 de febrero de 2017

ASI DEJE DE FUMAR (Capítulo I)

Hoy comienzo otra vez a contar historias pero lo haré capítulo a capítulo para poder darle un poco más de emoción.
 Esta primera historia de esta fase, es un poco unas memorías, es una historia real en todo lo que escribo y también en muchas cosas que me callo.creo que os gustará, ya sabeis que si quereis hacer un comentario, al final del capítulo hay una opción que me gustaría que me dieseis, sé que hay lectores que me siguen desde el primer día y que me gastaría que me contáseis desde dónde y desde cuando lo haceis. Lo podeis hacer directamente en el blog o al siguiente correo:

lashistoriasdelbuho@hotmail.com

Así mismo, debajo de la historia de hoy hay los enlaces de la trilogía EL VIAJE, los libros los envían por correo o recadero o se pueden comprar directamente en Madrid. La venta no da beneficios. No es mi afán ganarme la vida sino saber que disfrutar leyendo.


ASÍ DEJÉ DE FUMAR


Pedro Fuentes


CAPITULO I



Ya de crío, con siete años, probé el primer cigarrillo, era tabaco rubio inglés, “Graven A” , venía en unas cajitas metálicas en las que había dibujada la cabeza de un gato negro.

Mi padre fumaba esos cigarrillos de vez en cuando, un día le cogí uno y decidí probar ese “vicio” que tanto satisfacía a mucha gente.

Estaba en el campo, en una finca que se llamaba “Las Nieves” y se encontraba justo al lado del Real Santuario Insular de Nuestra Señora de las Nieves en La Palma, en Canarias.

Era este santuario el de la Patrona de la Isla, donde yo nací y me crié hasta los diez años.



Finca de Las Nieves (Casa que se ve a la derecha de la foto. A la izquierda está la Iglesia y varias casa que había alrededor.


La Isla de La Palma, la más occidental de las islas canarias, si exceptuamos “nom trovada “ isla de S. Borondón, (ver relato en este blog)
Y también la más volcánica y bonita, lugar inigualable para pasar unas hermosas vacaciones, si estas vacaciones se realizan los meses de Julio y de Agosto de cada cinco años, las próximas serán en el año 2020. (Fiestas Lustrales de la Bajada de la Virgen de las Nieves) pueden ser las más inolvidables y no porque lo diga yo, enamorado de mi patria chica.

Bueno, pues como voy contando, con el cigarrillo en un bolsillo y tres cerillas cogidas de la cocina me fui a uno de mis lugares favoritos y más alejado de la casa, el nisperero era este árbol de un amaño bastante apreciable,que no tenía nada que ver con los mucho más reducidos que hay en la península, además en aquellas fechas, estaba plagado de nísperos maduros y jugosos y tupidas hojas por lo que era difícil ser localizado desde abajo.

Trepé por el tronco hasta las primeras ramas y allí, de rama en rama llegué hasta casi la copa dejando en el suelo un reguero de huesos y pieles de nísperos, no era cuestión de desperdiciar el viaje.

Llegué a una de mis ramas favoritas, desde donde podía vigilar a mis enemigos sin que me viesen. Estos eran mis hermanos mayores dispuestos a ir contando a mis padres mis aventuras y desventuras.

Una vez colocado cómodamente saqué del bolsillo el cigarrillo un poco maltrecho y del otro, los tres fósforos.

Puse el cigarrillo en la boca tal como había visto en las películas a los vaqueros del oeste e intenté encender la primera cerilla, inútil, hacía aire y se apagó antes de conseguir la llama, cubrí con las manos el segundo fósforo pero no fue suficiente.

Con sumo cuidado vigilé la dirección de viento, puse mi espalada a barlovento y ya a sotavento, cubriendo la cerilla con las manos, logré encender el pitillo, hice una ligera aspiración y el humo casi no llegó a mi boca, entonces aspiré con todas las fuerzas de mis pulmones y el humo me llegó hasta los tobillos, reaccioné con un golpe de tos que a punto estuvo de tirarme por tierra, cuando pasó el ataque, fui graduando las aspiraciones y así terminé con el cigarrillo.

Apagué la colilla que quedó y la tiré al suelo, no sé si fue el mirar para abajo o que moví la cabeza rápidamente, todo empezó a girar alrededor, mi vista se nubló, tuve un momento de lucidez y sacándome el cinturón lo hice pasar por una rama y mi cintura. No es que fuese tan espabilado, es que ya había caído de varios árboles y el sentido de la supervivencia era grande, aunque había quien decía que yo no tenía Angel de la Guarda sino una pareja de la Guardia Civil.

Medio perdí el conocimiento y me dí cuenta de cuantos nísperos había comido al devolverlos todos de golpe.

No se cuanto tiempo transcurrió, al fin me encontré mejor y bajé del árbol.

Cando llegué abajo tapé con tierra los restos de mi aventura alimenticia, luego me fui a un estanque grande que recogía agua para el riego y bebí, me lavé la cara y me mojé la cabeza para quitarme el resto de la nube que todavía no me dejaba ver con claridad.

Me dirigí a casa pensando que ya era hora de la merienda y si no aparecía mi madre sospecharía.

Mientras caminaba seguido por mi perro Chiquito que me había localizado, juré y juré que no volvería a fumar aunque mi madre decía que jurar era un pecado, yo en mi conciencia que ya estaba preparando la Primera Comunión, me convencí de que jurar por algo bueno, no era pecado, tampoco era plan el tener que confesarme con D. Antonio, el párroco de las Nieves por aque tiempo.





La misteriosa dama de negro (EL VIAJE I)


En busca de la puerta del infierno (EL VIAJE II)


¿Pero qué he hecho yo? (EL VIAJE III)