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miércoles, 31 de mayo de 2017

LUCÍA X

Un nuevo capítulo de Lucía, el relato anterior y posterior de "La muchacha de una sola pierna", una joven se ve abocada a abandonar su pueblo y entrar a trabajar en una "barra americana" de la capital.

(Esta historia se verá interrumpida hasta primeros de JULIO con motivo de un viaje del que tengo que estar desconectado de este blog)






LUCÍA  

Pedro  Fuentes

Capítulo  X


A la noche siguiente, a las once y diez, se abrió la puerta y entró por ella Ricardo, Lucía, que estaba en la caja no lo vio hasta que se aproximó a ella.
Cuando lo vio, le dijo:
Hola, ¿Quieres Ducados?
No, gracias, hoy tengo reserva en casa.
Oye, Ricardo, ¿Estás haciendo la mili?
Si, ¿Se nota? Dijo Ricardo pasándose la mano por la cabeza.
Si, ayer no me di cuenta del corte de pelo.
Estoy haciéndola en Alcalá de Henares. Pero ya me queda poco, cuando juren bandera los reclutas de este remplazo me licencio.
Pareces mayor para hacer la mili.
Bueno, tengo dos años más de la cuenta, pero es que pedí prórroga por estudios.
De todas formas, pareces mayor de lo que eres. ¿Tienes novia?
Si, tengo una medio novia, pero no creo que lleguemos a nada serio, la verdad es que tendría que romper con ella, pero bueno, es un tema del que prefiero no hablar, no soy el clásico sufridor que va por el mundo quejándose. ¿Y tú, qué pasado escondes?, La verdad es que se te ve contenta con tu trabajo.
Si, la verdad es que si, me encuentro bien aquí, un familiar, un tío mío, un hermano de mi padre me ofreció venir una semana a probar porque una de las muchachas se iba a casar, como no tenía estudios y tampoco me gustaba estudiar, probé y ya llevo tres años aquí y no me arrepiento para nada, ya sé que parece que si trabajas aquí, ni los clientes te tienen buena consideración, pero como mi único juez es mi conciencia, no me importa lo que pueden pensar los demás, aunque en mi caso, el problema es que todo el mundo piensa que soy un témpano de hielo y nada asequible, en los dos últimos meses, tú has sido el único hombre con el que he estado hablando tanto rato.
Bueno, yo tampoco voy buscando historias ni royos raros, estoy haciendo la mili, de momento estoy en Alcalá, salgo los viernes por la tarde, cuando llego a Madrid, ella ya me está esperando, no me da tiempo ni a cambiarme, me acompaña a la casa donde vivo, un pequeño piso que heredé de mi hermana que murió, procuro salir de allí a toda prisa, me siento acosado, no tengo un momento para mi, ni para salir con los amigos, si alguna vez intento hablar con ella sobre nosotros, no puedo, se pilla unos cabreos que ya no hay ni quien hable en todo el fin de semana, además, tiene dos hermanos que según ella me perseguirían hasta el fin del mundo y yo, con todo lo que presumo de tener todas las situaciones dominadas, cualquier día, cuando termine la mili, desapareceré.
Luego tú también huyes, todos huimos de algo, todos tenemos un fantasma en el armario.
Si, pero mi fantasma no sale para nada, no quiero que sirva de excusa para que me consuelen o para conseguir dar pena.
Por lo que dices, tú también tienes tu fantasma, pero tampoco quieres que nadie se aproveche de ti consolando tu pena.
Te haces la dura y cierras el corazón porque temes que te hagan daño y sin embargo, pienso que a ti el daño no te lo hicieron en el amor, porque ese daño se perdona, porque el amor no sabe de rencores, todo es susceptible de ser perdonado en el amor.
Efectivamente, no es una pena de amor, un muchacho quiso aprovecharse de mi y como no lo logró, cuando mi madre fue a afearle la situación al padre del muchacho y como fuera que el padre era el cacique del pueblo y mi madre trabajaba para ellos, hizo venderle lo poco que teníamos y marcharnos del pueblo o levantarían tal difamación que no podríamos seguir en el pueblo. Mi madre vendió todo y con la ayuda de mi tío, nos establecimos en Madrid y me dio trabajo aquí, que no tiene nada de indecoroso ni deshonroso.
¿Y no has vuelto a buscar el amor?
No, creo que no se ha cruzado nadie por delante de mi con quien quisiese compartir mi vida.
¿Pero no había nadie en el pueblo que se hubiese fijado en ti?
Bueno, había un buen muchacho que me rondaba, pero cuando nos fuimos del pueblo, ni el familiar más cercano que teníamos allí, una prima de mi madre y su hija, de mi edad, supieron a donde nos fuimos, nadie supo de nosotras.
¿Y no has vuelto a saber de………?
Fernando, se llamaba Fernando, no era nada del otro mundo, quizás no habríamos llegado a nada, estudiaba para funcionario de correos y aspiraba a marcharse del pueblo, no me había dicho nada de salir, pero ya se sabe, en los pueblos, si empiezas a coincidir con un chico, es muy fácil que termines con él.
Ya, eso pasa aquí también, yo quedé con la chica que salía un par de veces o tres para ir al cine y de pronto me vi comprometido, claro que también fue culpa mi por no haber aclarado las cosas antes, pero a veces, porque te sientes solo o quieres cambiar de tipo de vida, no te das cuenta de que le estás haciendo mal a alguien. Yo me siento muy bien charlando contigo, pero eso no quiere decir que por mi parte exista esa chispa que hace unirte a una persona para el resto de la vida.
Cuando termine la mili, la mili, me quieren promocionar en mi empresa y tendré que irme seguramente a Barcelona, creo que será la solución para escapar y quizás así pueda cambiar de vida. Se que es una salida muy cobarde, pero hoy por hoy creo que será la única, sería la solución más correcta, pero con esa chica no hay quien hable, es como si estuviese atrapado en una tela de araña y cada vez que intento moverme, me enredo más.
Pero la vas a hacer sufrir además de hacerla perder el tiempo.
¿Y qué quieres que haga? Tampoco ella piensa si yo sufro o no, cada vez que intento hablar coge un mosqueo tremendo, me deja de hablar pero me llama para ver a dónde vamos a ir esa tarde, luego pasamos la tarde el uno junto al otro pero sin ni siquiera decirme hola o adiós, es una situación de locos y si decido no acudir a la cita, me llama uno de sus hermanos para ver qué me pasa.
Si, la cosa es complicada, pero no te vas a poder esconder ni debajo de una piedra.
Algo tendré que pensar, mientras tanto esperaré a terminar la mili, quizás se me ocurra algo, lo mismo conoce a otro y decide dejarme por alguien mejor que yo.
Si, dijo Lucía riendo, lo mismo tienes que presentarle a alguien, lo mismo aquí encontramos un alma solitaria dispuesta a casarse, o está esperando a que te reenganches en el ejército para dejarte.



miércoles, 24 de mayo de 2017

LUCIA (Capítulo IX)

Nuevo capítulo de este relato de la historia de Lucía, conocida por "La muchacha de una sola pierna"



LUCÍA


Pedro Fuentes


Capítulo  IX





Aquella tarde iba a ser otra más, era viernes, pero últimamente los viernes, se animaba más, estando a veces abierto hasta la una o las dos, el “Ven a verme” habían puesto un rótulo nuevo, máquinas del “millón” nuevas y el tocadiscos era un modelo lleno de luces de colores, era la imitación de un aparato de radio tipo película americana, la música, la de siempre, algo de los cincuenta, todo lo lento de los sesenta y también de actualidad, principio de los setenta, italiana, francesa y bailables suaves.

Eran sobre las doce y media cuando se abrió la puerta, entre el humo del interior y la luz del cartel con tonos rojos y lilas, entró un joven con ojos románticos como dijo Lucía.

Sobre las doce y media, Ricardo, cuando iba andando, camino de su casa, se dio cuenta de que no llevaba tabaco, al llegar al cruce de Donoso Cortés con Magallanes, vio las luces de neón de un club, como era lo único que había abierto, se dirigió a él, empujó la puerta y entró, era un lugar semi oscuro, el humo del tabaco lo invadía todo, una barra a la izquierda, estaba ocupada por una docena de hombres jóvenes, la media de edad no llegaba a los treinta años, a la derecha había tres maquinas, una la primera de discos, en la que sonaba una canción de Martinha, con aquella voz triste que la caracterizaba, “hoy daría yo la vida por no verte más…” las otras tres máquinas eran de “bolas” y varios muchachos, de unos veinte y pocos años jugaban en ellas, en la barra, en el interior se encontraban cuatro chicas, tres jovencitas muy escotadas  que jugaban a los dados o charlaban con clientes, un hombre delgado, moreno con el pelo rizado y la palidez característica de las personas que no ven el sol y se mueven en lugares oscuros y una chica, de edad indefinida, entre unos veinte y  veinticinco años, no era guapa, pero si resultona, iba vestida con una falda de cuero negro y una blusa negra con hilos plateados, con escote de pico por donde más que verse se adivinaban unos pechos de mediano tamaño pero bien puestos.

Se acercó a la barra y Lucía le dijo:

¿Qué quieres tomar?

Primero una cosa, dijo Ricardo:

¿Tienes tabaco negro?

Si, Ducados

Dame dos paquetes y ponme un Whisky Dic sin hielo, en vaso largo.

Lucía se dio la vuelta, cogió el tabaco, un vaso largo y una botella. Puso todo en la barra menos la botella, la cual destapó y sirvió el líquido, luego trajo una cubitera y con unas pinzas hielo le dijo:

¿Quieres hielo?

Si, tres cubitos.

¿Siempre pides el whisky así?

Si, es la forma de que el agua no ahogue la bebida.

¿Siempre hace tanto humo aquí?

No, a veces no. Pepe ¿Por qué no das al aire para que ventile?

Pepe no dijo nada, acudió solícito a la máquina del aire y la puso en marcha
.
Ricardo sacó un paquete de Ducados empezado y le ofreció a Lucía.

No gracias, no fumo negro y rubio muy poco. Pero me extraña que teniendo un paquete casi recién empezado entraras a comprar tabaco.

Primero una pregunta que ya tenía que haber hecho antes ¿Quieres tomar algo?

No, gracias, pero es que si tomo algo, al cabo de tantas horas terminas llena de líquido.

Bueno, pero aquí estáis para hacer consumir y si no lo hacéis, el jefe te mira de mala manera.

No es mi caso, pero explícame lo del tabaco.

Vivo aquí cerca, pero no tenía sino el paquete empezado, no suelo levantarme a fumar, pero soy un fumador impulsivo y solo en pensar que me puedo quedar sin tabaco me pone nervioso, así que antes de llegar a casa necesitaba comprar, no sabía que estabais aquí  y no hay nada abierto. ¿Lleváis poco tiempo?

No, que va, que yo sepa, lleva cuatro años, pero hace poco que se cambió el luminoso y se pintó. Será que no trasnochas mucho.

No lo que pasa es que yo vivo en Galileo y suelo aparcar por allí y hoy no traía coche y he venido en el 61   y me he bajado en Quevedo por lo del tabaco, pensaba entrar en “Las Palmeras”  pero estaba cerrado y además me parece que hace tiempo de eso. Luego he visto el cartel luminoso vuestro y he entrado, No conocía este sitio, pero me gusta y además me agrada charlar contigo aunque sea una conversación  banal, me fastidia que se acerquen a mi por sacarme una consumición o tener que hablar de mis miserias o que me cuenten la vida de alguien, no estoy solo ni me siento solo, tengo mis problemas como cada hijo de vecino o más, pero no voy por ahí vendiendo la historia de mi vida.

Tienes razón, no hay nada que me fastidie más que esos clientes que quieren que los compadezcas aunque sea mentira.

Yo trabajo aquí porque conocía a los dueños y no tenía trabajo, pero estoy muy bien aquí y muy bien considerada, soy una especie de encargada y además, los clientes fijos creen que me conocen y piensan que no se me pueden acercar, por lo que me dejan tranquila y saben que conmigo no tienen nada que hacer. Además, creo conocer a las personas y los calo enseguida.

Cuando te vi entrar supe que no eras cliente de estos sitios y además pensé: Tiene ojos de enamorado. No quiere decir que estés enamorado sino que eres un romántico y de una sola mujer.

Si entro en sitios así y de cualquier otro tipo, no creo que haya sitios ni buenos ni malos, somos nosotros los que los hacemos buenos o malos, me gusta la soledad y a veces más vale estar solo que mal acompañado, ves, hoy no echo de menos la soledad porque considero que estoy muy bien en tu compañía.

Muchas veces, porque he salido con amigos, hemos terminado en sitios de compañías y mientras ellos han ido con alguna, yo me he quedado en la barra, porque no necesito esas compañías, alguno de esos amigos por llamarlos de alguna forma, han pensado y murmurado que no soy un hombre normal, pero yo pienso que los no normales son ellos, pero por eso no voy pregonándolo por ahí.

Anda, ponme otro medio y te vuelvo a repetir si quieres algo.

Si, te voy a aceptar una limonada y le voy a pedir un Marlboro a Pepe.

Preparó el whisky en la barra y llevó de nuevo la cubitera a parte, junto con la bebida de ella, luego fue hasta Pepe y le pidió un cigarrillo que ella esperó a que se lo encendiese Ricardo.

Pepe y ella hablaron un momento, le dijo algo y ella se volvió a la barra con una sonrisa.
Le he preguntado a Pepe por “Las Palmeras”, parece ser que hubo una pelea con muerte y la Dirección General de Seguridad, hizo cerrar el local.

Había pasado ya una hora y el bar se empezaba a vaciar, Ricardo pago las consumiciones y el tabaco y dijo:

Me llamo Ricardo y nos volveremos a ver, me gusta charlar contigo si no te importa.

Yo me llamo Lucía y me ha encantado conocerte, nos veremos. Buenas noches.

Ricardo se dio la vuelta para ir a la salida y notó que diez ojos le seguían, Pepe y Lucía se miraron y él le hizo con la mano derecha la señal de OK Lucía le guiñó el ojo izquierdo.




miércoles, 17 de mayo de 2017

LUCÍA (Capítulo VIII)



Una semana más con la historia de Lúcía, una muchacha que tiene que adaptarse a una vida detrás de una barra de alterne al ser acusada en su pueblo sin razón al huir de un acosador.



Y ahora................



LUCÍA

Pedro Fuentes

Capítulo  VIII


Genaro quedó con las dos mujeres para llevarlas a comer, fueron por la cuesta de Santo Domingo, esquina a Fomento allí, en un restaurante gallego, Genaro tenía mesa reservada,  comieron e hicieron la sobremesa, Engracia aprovechó por preguntarle si
sabía algo del pueblo, le contestó que ni sabía ni quería saber, que cuando se tuvo que ir, el pueblo había muerto para él.

Lucía había hablado con Genaro para acercarse al Corte Inglés porque quería comprarle ropa a su madre y yendo con él no podría “pasar” como hacía normalmente.

Para terminar la tarde fueron al teatro. Luego volvieron a  casa.

Engracia parecía algo más animada, ya que según le parecía a ella, eso de ser la encargada le daba más honorabilidad, pero seguía en sus trece.

Cuando llegaron a Madrid, Engracia había llamado a Rosario, la prima de Lucía, más que nada por saber qué se decía en el pueblo y no perder el contacto con la familia, no le dijo nada a su hija y menos después de lo que el notario  había encargado que dijesen gentes de su entorno y ya no volvió a saber nada del pueblo, un día le insinuó a su hija por qué no llamaba a su prima, habían sido muy amigas y además Rosario siempre decía que se quería ir del pueblo aunque fuese a servir. 

Ahora les haría compañía a las dos.

Lucía le contestó que ni hablar y que lo que tenía que hacer era buscarse alguna amistad entre las vecinas o conocidas de las tiendas donde compraba.

Así fue pasando el tiempo, cuando operaron a Pepe, ella ya sabía lo que tenía que hacer en el bar, además, sus compañeras se lo tomaron a bien, ya que Lucía era una chica seria y responsable y les ayudaba en todo, les preparaba las bebidas, cobraba las consumiciones y si algún cliente se salía de tono, ella sabía en qué momento intervenir haciéndole un quite y yendo a hablar con el cliente. ella  no se dejaba pisar el terreno  y ahí se acababa todo.

Genaro pasaba casi cada día por allí, sobre todo a la hora de cerrar, los sábados hacía casi todo el turno y cuando cerraban, acompañaba a su sobrina a casa.

Cuando Pepe salió del hospital y empezó a salir a andar un poco, aprovechaba para pasar por el bar un rato, pero iba más bien como cliente, pero las chicas agradecían su presencia, Pepe tenía un don de gentes innato, él siempre lo decía, para estar en una barra, hay que ser bastante psicólogo y para estar como ellas, había que saber escuchar a los clientes y a la vez aconsejar, porque la mayoría de los hombres iban allí por dos razones, una porque no eran felices porque se encontraban solos y en su casa no les escuchaban y la otra porque pensaban que si iban dando lástima, allí les compadecerían y a lo mejor, engañaban a alguna.

Al cabo de tres meses, le dieron el alta a Pepe, llegó algo más grueso, aunque seguía siendo muy delgado pero más moreno, las salidas a pasear y no pasarse las tardes encerrado en el bar le habían sentado bien.

Todo era normal ya, Pepe parecía más cansado, nunca dijo de qué lo operaron, pero de vez en cuando se sentaba en un taburete que había detrás de la barra, al lado de la caja, él decía que tantos días de inactividad, le habían pillado desentrenado.

De todas formas, Lucía estaba siempre pendiente de aliviarle el trabajo.

Las tres niñas como él las llamaba, también colaboraban en su bienestar y él no dejaba de protestar, diciendo que le estaban acostumbrando mal.

Genaro, ahora que estaba Pepe allí, iba menos, pero seguía pasando muchas horas.

Durante la convalecencia de Pepe, lo había invitado junto con Genaro a comer algún domingo en su casa, cosa que también agradecía Engracia, además, algún domingo que se quedaron a comer en casa de Engracia, luego los tres, ellos dos y ella se iban de paseo, Lucía se quedaba en casa leyendo, ya que era el único día que cerraban el bar.

La vida de Pepe era un secreto total, vivía solo en un piso en el mismo edificio que una hermana mayor que era quien se había ocupado de él mientras estaba en el pos operatorio.

Rumores decía que él y Genaro, Geny, como él lo llamaba; se entendían.

Genaro se había ido del pueblo hacía ya muchísimos años porque lo acusaron de homosexual, de cierto no se sabía nada, pero en aquellos tiempos, había en muchos pueblos un fariseísmo, tremendo y según a quién le cayeras mal, te podían hundir para siempre, Genaro dio la callada por respuesta y marchó a Madrid donde nadie le conocía y nadie pudo decir nada de él, había hecho amistad con Pepe, pero de ninguno de los dos se supo jamás que llevaran una doble vida y que no fuesen sino buenos amigos, aunque a nadie le importaba nada ni tenían por qué meterse en sus vidas.

El tiempo fue transcurriendo rutinariamente, Pepe, Genaro y Engracia estrecharon su amistad y rara era la semana, el domingo, que no salían al cine, al teatro o a merendar.

Uno de los sitios predilectos era una churrería en la Glorieta de Iglesias, allí se reunían personas mayores, muchas de ellas, eran antiguas vedettes y se les conocía porque gastaban más en coloretes y maquillajes que en comer, normalmente iban acompañadas de galanes otoñales.

También se llenaba aquella churrería de estudiantes que pasaban horas y horas estudiando ante dos cafés.

Lucía aprovechaba  para quedarse en casa leyendo o preparándose ropa, alguna vez, si los tres amigos iban al cine y le gustaba la película que iban a ver, se marchaba con ellos, pero en cuanto acababa, volvía a casa a sus cosas.
   

miércoles, 10 de mayo de 2017

LUCÍA (Capítulo VII)

Nuevo capítulo de LUCÍA, el bar "Ven a verme" sigue funcionando, hay novedades, cada día que pasa hay alguna novedad que nos va descubriendo la vida de Lucía, esta muchacha a la que la vida le ha llevado a vivir en el Madrid de principio de los años setenta, lejos totalmente de su ambiente y a la que la gran ciudad trata de engullir.

Y ahora..................


LUCÍA


Pedro Fuentes


Capítulo  VII





La vida de Lucía transcurría entre su casa y el bar, alguna vez, chicos ajenos al bar, intentaron aproximarse a ella, pero cuando conocían su trabajo, había dos reacciones, una huir de ella como si fuese una apestada y la otra confundirla con una chica fácil, ya que llegaban a la conclusión de que el trabajo que hacía estaba muy cerca de la prostitución o ser una chica dada a hacer “favores”.

En el bar, dos de las tres chicas que hay ahora, ya que al poco tiempo de casarse Lola, contrataron a Rita, no tenían ningún inconveniente, si conocían a algún cliente que les agradase, en irse con ellos después del horario del bar. La tercera tenía un “novio” al que ella mantenía. En este caso, para evitar injerencias y malos royos, Pepe le había comentado a la chica que no era bueno que entrase en el bar, ya que su novia no rendía lo que debía y  además a cada momento estaban los dos de cháchara.

Lucía era la única que no mantenía ninguna relación estable ni se le conocía ningún cliente que charlase con ella más de lo estrictamente necesario, los trataba correctamente y con una sonrisa en la boca pero nada más, incluso  si podía evitarlo, no dejaba que la invitasen a nada, no le molestaba esa actitud a las tres compañeras, porque aunque luego las comisiones se repartían entre todos, a la hora de mayor trabajo, las ayudaba en el trabajo ingrato de preparar las bebidas y retirar los servicios de encima de la barra y manejar el lava vajillas.

Lucía, en ese afán de mantenerse libre del asedio de los clientes y no buscar en ningún momento nada que les pudiese hacer creer que algún ser le pudiese agradar sexualmente, algunos clientes habituales y alguna de las chicas, la habían rebautizado como la “muchacha de una sola pierna”

Un  día, apareció por allí Genaro y en un aparte, al fondo de la barra y aprovechando que siendo la primera hora, todavía no había sino cuatro clientes, llamó a Lucía y a Pepe.
Lucía, no creo que sepas y por eso te lo digo ahora, que yo soy uno de los dos propietarios de este local.

Tú te viniste con tu madre a Madrid por lo que os pasó con el hijo del notario y él mismo, yo me tuve que venir antes, por un escándalo que hubo porque yo era homosexual, la familia lo ocultó y tu padre, mi hermano, también me dio de lado. Tú has encajado aquí bien, no te has metido dentro del ambiente pero has sabido estar en tu lugar, yo como copropietario y como amigo de Pepe, siempre he ejercido de protector contigo, sin perder ni un ápice de saber qué hacías y qué no, así que aunque no eres la más antigua, aprovechando que a Pepe lo tienen que operar y estará por lo menos tres meses de baja, te vamos a nombrar encargada, cuando vuelva Pepe, seguirás de encargada de las muchachas mientras él se dedicará a lo mismo que ahora pero más descargado de trabajo, mientras Pepe no está, yo tomaré el mando y en principio vendré cada día hasta que tú tomes confianza y luego espaciaré mis visitas. Ni que decir tiene que te aumentaremos el sueldo.

Cuando terminó la charla, le dijo a Pepe, vete tranquilo que verás como todo, tu operación y el bar irán bien.

Cuando Pepe marchó hacia el otro lado del local, le dijo a Lucía:

No te vayas, que quiero hablar un poco contigo. No sé si tu madre te ha dicho algo, pero voy muchas tardes a visitarla, quisiera que de vez en cuando saliese conmigo a dar una vuelta, o ir al cine, o simplemente a tomar un chocolate con churros, pero se aferra a su casa y sufre porque te ve que no sales con gente de tu edad, que por las mañanas te levantas tarde y has dejado también las clases y el día de fiesta que tienes sales con ella simplemente. Tu madre echa de menos el pueblo y aquí, hasta tiene miedo de salir a la calle, el próximo día de fiesta, pasado mañana, dile que os voy a ir a buscar a las dos y vamos a salir por ahí.

Lucía le dijo a Genaro:

¿A partir de cuando tengo que ejercer de encargada y cual va a ser mi función?

Bueno, la función ya la sabes, en principio lo que haces ahora, es decir, apoyar a las muchachas, pendiente de si tienen algún problema con los clientes, vigilar que todo lo que se consume se cobre, que ningún cliente se pueda propasar con alguna de las niñas, hacer la caja y llevar control de las consumiciones extras de las invitaciones a las niñas, hacer  las listas de pedidos de bebidas y tabacos y recaudar la máquina de discos y la del “millón”, además de comprobar y dar los permisos justificados de las niñas, etc.

Vas a empezar la semana que viene, estarás toda esa semana con Pepe y a la siguiente él ya no vendrá y va a estar unos tres meses fuera, aunque supongo que después de tres semanas, aunque sea a darse una vuelta, pasará bastante rato por aquí, además, los sábados estaré yo por aquí y así te podré llevar a casa.

Bueno, espero no defraudaros.

Cuando aquella noche Lucía llegó a casa, lo primero que hizo fue decirle a su madre lo del cambio de categoría y el aumento de sueldo, aunque esto último todavía no lo sabía pero que suponía sería sustancial, ya que en ningún momento les habían escatimado nada ni a ellas ni al resto de las chicas.

Luego le contó a su madre que al día siguiente vendría Genaro para irse los tres a celebrarlo.

Su madre se alegró pero en el fondo a ella no le gustaba el trabajo de su hija, sabía que no era lo que parecía eso de estar en un bar de “alterne”, su hija estaba contenta allí, pero ella no perdía la esperanza de que llevase una vida normal, con un empleo normal y con un novio y luego un marido y que le dieran nietos. Además se habían tenido que ir del pueblo, su pueblo de toda la vida y jamás podrían volver, ni para morir.



lunes, 8 de mayo de 2017

ALGO HUELE A PODRIDO

HOY, 8 de Mayo de 2017, sin que sirva de precedente, publico de nuevo un relato que se editó por primera ves en este blogg el 23 de Septiembre de 2014. Tal como indica el relato, todo lo contado es pura invención del autor, yo mismo.

Como parece sacado de las notas de prensa del día de hoy, ayer o mañana lo edito nuevamente sin tocar o añadir nada.

ALGO HUELE A PODRIDO 
Pedro Fuentes
Capítulo  I

Justo a las diez de la mañana, del día primero de Abril, Albert cogió el teléfono móvil y marcó el número que tenía en un  papel, para ello, antes, en otro papel había calculado que al número escrito, había que deducirle diez de las dos primeras cifras, cero cuatro de las dos siguientes y sumado dos mil catorce a las cuatro siguientes, una vez calculados los dígitos resultantes, los marcó en su móvil, dejó que sonara la señal de llamada cuatro veces y colgó.
Justo diez minutos más tarde, un teléfono móvil que tenía en el bolsillo sonó, se apresuró a cogerlo y dijo:
Estoy al habla y preparado.
Bien, coja el encargo y deposítelo dentro del buzón indicado de la consigna de la estación elegida envuelto en papel de regalo. Le indicó una voz en el móvil.
Acto seguido metió los papeles con los números en la destructora de papeles, sacó las tarjetas de memoria de los teléfonos y en un cenicero que tenía en la mesa, después de rociarlas con unas gotas de gasolina de una lata de recarga de un mechero “Zippo” y les prendió fuego. Cogió de la caja fuerte de su despacho un cartón de tabaco “Ducados”, lo envolvió en papel de regalos y le puso un adhesivo que decía “Felicitats”, lo metió en una bolsa de papel de un estanco y salió de la oficina, a su secretaria le comunicó que no volvería hasta la tarde y marchó. Cogió su coche y se fue dirección a la estación de Sants, una vez allí aparcó el coche y en la consigna depositó el “regalo”  en la taquilla que le habían indicado.
No habían pasado ni treinta minutos cuando una mujer, rubia, de unos treinta y cinco años. Bien vestida y con unos zapatos de tacón a juego, una pamela y gafas de sol, llegó a la estación, abrió la consigna, cogió el paquete y marchó. En la puerta de la estación subió a un “porsche” que le estaba esperando, al volante un hombre de unos cuarenta años y gafas de sol, puso el motor en marcha y ambos marcharon.
No se percató Albert de que en su camino y estancia a la estación fue seguido por un taxi y un hombre de aspecto normal, moreno, de estatura media, gafas de montura de concha y bigote.
Al día siguiente, en otro despacho, en otro rincón de la ciudad, ocurría un hecho similar, esta vez el destino fue el aeropuerto del Prat.
Durante varios días en diferentes empresas sucedieron hechos similares, variaban los sitios de destino de los paquetes y las personas que recogían los “regalos”, a veces era la mujer de buena presencia pero con diferentes modelitos, algunos de ellos no tan llamativos, otros era un hombre, el que había conducido el porsche la primera vez, vestido de traje chaqueta azul, camisa a juego, gafas de sol “Ray Band” y sombrero.
Nadie se fijó en el taxi o el Ibiza blanco que los siguió en todo momento y tampoco se dieron cuenta de aquel hombre de mediana estatura y gafas de concha que a una prudente distancia observaba todas las operaciones en las diferentes consignas de estaciones y aeropuertos ni aquel viajero que con su maleta pasaba por allí en cualquier momento.
El porsche negro también paso desapercibido, era un modelo nuevo, el Boxster,  pero la gente ya se había acostumbrado a ver coches deportivos.
Las recogidas siempre eran paquetes de tiendas de postín y la carga de su interior era prendas y objetos de regalo que pasaban inadvertidos en poder de aquellas personas arregladas y con un poco de distinción.
Bueno, dijo el conductor del porsche, la pesca ya está completa, cuando llegue al garaje de casa, con todos los “regalos” podremos cargar el doble fondo del maletero delantero.
¿Cuánto llevaremos? Dijo la rubia sin mostrar ningún interés.
Lo suficiente, mientras menos sepas, mejor para ti.
Por lo que hemos recogido estos días, llevamos más que la vez anterior.
Si, dos veces más, pero de aquí hay que repartir entre mis padres y el Gran Jefe.
¿El también?
Toma, claro, el negocio es de todos y no sabemos lo que puede durar.
¿Cuándo marcharemos?
Ya te avisaré, mejor que no sepas nada, mientras menos sepas menos riesgo corres. Ni siquiera sabemos mis hermanos o yo parte de las cosas, ni mi padre lo sabe todo, simplemente hace lo que coordina mi madre.
Je, je, je, quien iba a sospechar de tu madre.

CAPITULO  II

A la mañana siguiente, a las nueve, Pau llegó a la puerta de la casa de apartamentos de la parte alta de la ciudad, en la puerta le estaba esperando la mujer de la pamela, esta vez vestida con tejanos y una blusa estampada, atado a la cintura llevaba un jersey rojo. Paró el porsche negro de su amigo y subió, le rozó levemente los labios con los suyos, el coche roncó y salieron en dirección a la salida de Barcelona, rumbo a Puigcerdá. Una vez allí, llegaron hasta Bolvir, a las afueras, se acercaron a una gran mansión cuya verja se abrió automáticamente. No tardaron en salir sino tres minutos, tomaron la carretera de pas de la Casa y se dirigieron a Andorra.
A la media hora, de la misma mansión salió otro porsche negro, el mismo modelo del anterior y la misma matrícula, todo fue visto desde un bosque cercano por un hombre de mediana edad con gafas de concha y bigote que portaba unos gemelos de gran alcance, luego se metió en un Ibiza blanco y marcho detrás del Porsche negro a una distancia prudencial rumbo a LLivia.
A mitad de camino, ya en la frontera con Francia, pararon y le cambiaron las placas de la matrícula por unas francesas. Todo fue observado por el hombre del Ibiza blanco.
En la parte española de la frontera con Andorra, el primer Porsche fue detenido e invitados sus ocupantes a salir del coche, fue revisado pero no se encontró nada sospechoso, por lo que se les dejó marchar.
En esos mismos momentos, el Porsche con matrícula francesa entró en Francia y se dirigió a La Tor de Querol, allí se perdió dentro de una gran mansión. El hombre de las gafas de concha y bigote hizo una serie de fotografías.
Tres días después, alguien recibió una llamada en un pueblecito del pre pirineo  de Gerona.
¿Señor?
Si, dime.
La entrega ya está en Méjico.
Bien, ejem, ¿Ya están hechas las partes?
Sí, todas, más el 3,5 por ciento.

FIN

NOTA DEL AUTOR
Esta historia no, repito, NO  está basada en la realidad, cualquier parecido con personajes, hechos reales o situaciones reales, es PURA COINCIDENCIA.









miércoles, 3 de mayo de 2017

LUCÍA (Capítulo VI)

Capítulo VI de Lucía.

Siempre hay en estos sitios alguien que ejerce de psicólogo, Lucía sabe como entrar en el corazon de los clientes y aconsejarlos, no ha hecho falta mucho tiempo para ayudar a sus clientes.

Y ahora..................



LUCÍA

Pedro Fuentes


Capítulo VI



Cuando Lucía cobró su primer sueldo, en la primera tarde libre, le dijo a su madre:
Ponte guapa que vamos de compras, que quiero regalarte algo.
Lucía ya había visto lo que quería comprarle, pagó el primer plazo de un televisor, el resto des sueldo se lo entregó a su madre.
Esta quedó en asignarle una cantidad para sus gastos, con la pequeña pensión de la viudedad y el sueldo de Lucía, tenían para salir adelante sin tocar en dinero de la venta de las tierras.
Con el televisor en casa, Engracia, parecía de mejor humor, ya no pasaba tantas horas al día sin pensar o mejor dicho, ya no pasaba tantas horas al día pensando.
Lucía en cambio, no pensaba gran cosa en el pueblo, de acuerdo que al fin y al cabo, no era más que una camarera de una “barra americana” dedicada al “alterne”, como decía Sole, no eran prostitutas, no comerciaban con su cuerpo, algunos de sus clientes si lo pensaban, pero a esos era a los que había que pararle los pies, si alguna de ellas, sí lo hacían, ese era su problema.
A Lucía le quedaba en su interior que a ella la quisieron obligar y encima se habían comportado como unos cerdos, tanto Antonio como su padre, que encima a su madre como a ella las habían echado del pueblo y las gentes les habían creído todas las mentiras que hubiesen querido decir.
Era lunes, a las siete y media, estaba el bar casi vacío, Lola ya se había casado y estaban esperando para ver cómo iba todo antes de contratar a otra camarera, a diario estaban justas, pero los sábados y vísperas de fiesta la clientela era muchísima, lo que pasaba era que no eran clientes que se apalancaran a la barra, normalmente hacían un par de consumiciones y se marchaban, pero a diario consumían bebidas de más precio e invitaban a las chicas más.
Entró el “muchacho de la mirada triste”, se dirigió hacia el fondo, donde estaba la máquina y vio que estaba ocupada, así que fue a la de discos y puso tres que era el máximo que se podían poner, la primera que sonó fue la de “ Por el amor de una mujer” de Dani Daniel. Luego se acercó a la barra y se sentó en un taburete, cosa que no hacía nunca y le dijo a Lucía que era la que más cerca estaba:
Lucía, me pones un cubata de ron y te pones tú lo que quieras.
Te pongo el cubata, pero yo me estoy tomando un cortado, porque he comido tarde.
Le sirvió la bebida y marchaba para atrás cuando el muchacho sacó un paquete de LM y le ofreció.
Si, gracias, eso si, me fumaré el cigarro contigo.
¿Sabes que me gusta charlar contigo? Pero no sé, me da un poco de corte, porque se te ve como por encima de todos nosotros, no parece que seas de este ambiente, no sé, quizás de estudiante, sentada en una mesa, con otras amigas en alguna cafetería de Moncloa o de la calle Princesa.
No, la vida es como es y no todos somos como los demás querrían. Tú como te llamas, lo digo por llamarte de alguna forma y no decirte ¡Hey tú!.
Me llamo Gregorio.
Bueno, yo Lucía, como ya sabes, no soy estudiante quizás pude haber sido estudiante, pero la vida no me ha dado tiempo para serlo, Un día tuve que venirme a Madrid con mi madre viuda y como no sabía hacer nada, porque en el pueblo nada había si no era tragar lo que dijera el cacique del pueblo, mi madre y yo emigramos del pueblo, un pariente de mi padre me consiguió esto y la verdad es que aquí además de estar bien, nadie me puede obligar a nada que yo no quiera, y ahora dime, Gregorio, tú tampoco pareces de aquí, cada día vienes como si hicieses tiempo para no llegar temprano a casa, como si no te gustase lo que allí encuentras y la música que pones en la máquina es como si hubieses perdido lo que más querías.
Si, existe una mujer, pero un día a su padre lo destinaron a Cádiz y ella se tuvo que ir con toda la familia, estuvimos un tiempo que nos escribíamos cada día, pero eso no hay quien lo aguante, lo dejamos correr todo, pero cuando llego a casa, se me cae encima, he intentado y buscado otras relaciones pero es imposible seguir.
¿Y por qué no te vas a Cádiz? ¿Ella sigue sola? ¿Sabes de ella? ¿Hace mucho tiempo que se fue?
Hace más de un año, no quise seguir atándola a mi, si, quizás pudiese llamarla, tengo un teléfono de una amiga suya que me podría dar razón de ella.
Trabajo en una gestaría de administrativo, creo que no sería difícil encontrar empleo, tengo algún dinero ahorrado.
Mira, Gregorio, aquí enfrente hay una cabina de teléfonos, si quieres te doy monedas para que no se te corte, ahora es buena hora para pillar a la gente en casa, puedes pedir unos días y marchar a Cádiz y una vez allí, si todo va bien, puedes pedir la baja en el trabajo, diciendo que es un asunto urgente, o mejor que tienes que marchar por un asunto familiar, coge el dinero y corre, ¡Ve tras ella! ¿No Es lo que más quieres en esta vida? ¡Ve!, ¡Corre! Es el tren de tu vida, no lo pierdas, porque habrás perdido la razón de tu vida.
Toma, 100 pesetas, dame monedas para el teléfono dijo Gregorio, cóbrame la consumición también.
No, te la dejo aquí hasta que vuelvas.
Gregorio salió deprisa, Sole y Rita miraron a Lucía sorprendidas.
Tranquilas, ahora vuelve.
Pasaron 15 minutos, Lucía no paraba de mirar la puerta mientras atendía a los clientes.
Al fin entró Gregorio, no hizo falta decir nada, por la cara, Lucía sabía que lo había conseguido.
Desde mitad de la barra dijo:
Lucía pon tres cubatas para las tres.
Bravo, Gregorio, hemos perdido un cliente pero ganamos un amigo feliz.
Pepe la miró inquiriendo con la mirada, Lucía cerró la mano derecha levantando el pulgar, luego cuando Gregorio llegó a su altura, ella sacó medio cuerpo por encima de la barra y le dio dos besos a Gregorio.
Todavía vieron al muchacho al día siguiente cuando fue a despedirse, luego, al cabo de tres semanas recibieron una postal que está en el espejo que hay detrás de las bebidas.
Simplemente decía:
Gracias por todo.