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miércoles, 3 de mayo de 2017

LUCÍA (Capítulo VI)

Capítulo VI de Lucía.

Siempre hay en estos sitios alguien que ejerce de psicólogo, Lucía sabe como entrar en el corazon de los clientes y aconsejarlos, no ha hecho falta mucho tiempo para ayudar a sus clientes.

Y ahora..................



LUCÍA

Pedro Fuentes


Capítulo VI



Cuando Lucía cobró su primer sueldo, en la primera tarde libre, le dijo a su madre:
Ponte guapa que vamos de compras, que quiero regalarte algo.
Lucía ya había visto lo que quería comprarle, pagó el primer plazo de un televisor, el resto des sueldo se lo entregó a su madre.
Esta quedó en asignarle una cantidad para sus gastos, con la pequeña pensión de la viudedad y el sueldo de Lucía, tenían para salir adelante sin tocar en dinero de la venta de las tierras.
Con el televisor en casa, Engracia, parecía de mejor humor, ya no pasaba tantas horas al día sin pensar o mejor dicho, ya no pasaba tantas horas al día pensando.
Lucía en cambio, no pensaba gran cosa en el pueblo, de acuerdo que al fin y al cabo, no era más que una camarera de una “barra americana” dedicada al “alterne”, como decía Sole, no eran prostitutas, no comerciaban con su cuerpo, algunos de sus clientes si lo pensaban, pero a esos era a los que había que pararle los pies, si alguna de ellas, sí lo hacían, ese era su problema.
A Lucía le quedaba en su interior que a ella la quisieron obligar y encima se habían comportado como unos cerdos, tanto Antonio como su padre, que encima a su madre como a ella las habían echado del pueblo y las gentes les habían creído todas las mentiras que hubiesen querido decir.
Era lunes, a las siete y media, estaba el bar casi vacío, Lola ya se había casado y estaban esperando para ver cómo iba todo antes de contratar a otra camarera, a diario estaban justas, pero los sábados y vísperas de fiesta la clientela era muchísima, lo que pasaba era que no eran clientes que se apalancaran a la barra, normalmente hacían un par de consumiciones y se marchaban, pero a diario consumían bebidas de más precio e invitaban a las chicas más.
Entró el “muchacho de la mirada triste”, se dirigió hacia el fondo, donde estaba la máquina y vio que estaba ocupada, así que fue a la de discos y puso tres que era el máximo que se podían poner, la primera que sonó fue la de “ Por el amor de una mujer” de Dani Daniel. Luego se acercó a la barra y se sentó en un taburete, cosa que no hacía nunca y le dijo a Lucía que era la que más cerca estaba:
Lucía, me pones un cubata de ron y te pones tú lo que quieras.
Te pongo el cubata, pero yo me estoy tomando un cortado, porque he comido tarde.
Le sirvió la bebida y marchaba para atrás cuando el muchacho sacó un paquete de LM y le ofreció.
Si, gracias, eso si, me fumaré el cigarro contigo.
¿Sabes que me gusta charlar contigo? Pero no sé, me da un poco de corte, porque se te ve como por encima de todos nosotros, no parece que seas de este ambiente, no sé, quizás de estudiante, sentada en una mesa, con otras amigas en alguna cafetería de Moncloa o de la calle Princesa.
No, la vida es como es y no todos somos como los demás querrían. Tú como te llamas, lo digo por llamarte de alguna forma y no decirte ¡Hey tú!.
Me llamo Gregorio.
Bueno, yo Lucía, como ya sabes, no soy estudiante quizás pude haber sido estudiante, pero la vida no me ha dado tiempo para serlo, Un día tuve que venirme a Madrid con mi madre viuda y como no sabía hacer nada, porque en el pueblo nada había si no era tragar lo que dijera el cacique del pueblo, mi madre y yo emigramos del pueblo, un pariente de mi padre me consiguió esto y la verdad es que aquí además de estar bien, nadie me puede obligar a nada que yo no quiera, y ahora dime, Gregorio, tú tampoco pareces de aquí, cada día vienes como si hicieses tiempo para no llegar temprano a casa, como si no te gustase lo que allí encuentras y la música que pones en la máquina es como si hubieses perdido lo que más querías.
Si, existe una mujer, pero un día a su padre lo destinaron a Cádiz y ella se tuvo que ir con toda la familia, estuvimos un tiempo que nos escribíamos cada día, pero eso no hay quien lo aguante, lo dejamos correr todo, pero cuando llego a casa, se me cae encima, he intentado y buscado otras relaciones pero es imposible seguir.
¿Y por qué no te vas a Cádiz? ¿Ella sigue sola? ¿Sabes de ella? ¿Hace mucho tiempo que se fue?
Hace más de un año, no quise seguir atándola a mi, si, quizás pudiese llamarla, tengo un teléfono de una amiga suya que me podría dar razón de ella.
Trabajo en una gestaría de administrativo, creo que no sería difícil encontrar empleo, tengo algún dinero ahorrado.
Mira, Gregorio, aquí enfrente hay una cabina de teléfonos, si quieres te doy monedas para que no se te corte, ahora es buena hora para pillar a la gente en casa, puedes pedir unos días y marchar a Cádiz y una vez allí, si todo va bien, puedes pedir la baja en el trabajo, diciendo que es un asunto urgente, o mejor que tienes que marchar por un asunto familiar, coge el dinero y corre, ¡Ve tras ella! ¿No Es lo que más quieres en esta vida? ¡Ve!, ¡Corre! Es el tren de tu vida, no lo pierdas, porque habrás perdido la razón de tu vida.
Toma, 100 pesetas, dame monedas para el teléfono dijo Gregorio, cóbrame la consumición también.
No, te la dejo aquí hasta que vuelvas.
Gregorio salió deprisa, Sole y Rita miraron a Lucía sorprendidas.
Tranquilas, ahora vuelve.
Pasaron 15 minutos, Lucía no paraba de mirar la puerta mientras atendía a los clientes.
Al fin entró Gregorio, no hizo falta decir nada, por la cara, Lucía sabía que lo había conseguido.
Desde mitad de la barra dijo:
Lucía pon tres cubatas para las tres.
Bravo, Gregorio, hemos perdido un cliente pero ganamos un amigo feliz.
Pepe la miró inquiriendo con la mirada, Lucía cerró la mano derecha levantando el pulgar, luego cuando Gregorio llegó a su altura, ella sacó medio cuerpo por encima de la barra y le dio dos besos a Gregorio.
Todavía vieron al muchacho al día siguiente cuando fue a despedirse, luego, al cabo de tres semanas recibieron una postal que está en el espejo que hay detrás de las bebidas.
Simplemente decía:
Gracias por todo.


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