Mi lista de blogs

miércoles, 26 de julio de 2017

LUCÍA Capítulo XIII

Un capítulo más de la historia de Lucía pero trascendentar en su vida, ya que será el comienzo de una vida con respecto a la sinceridad con su madre.

Y ahora......................

LUCÍA   

Pedro Fuentes

Capítulo  XIII


El domingo por la tarde, a las seis, estaban Lucía y Ricardo el La Paz, no se habían separado en ningún momento, la enferma seguía la recuperación que era favorable, las constantes eran las correctas y se le había retirado la respiración asistida y varios medicamentos, el médico de guardia estaba satisfecho de la recuperación. Incluso autorizó a Lucía a entrar y hablar con ella y la enferma reaccionó bien, recordando todo lo que había pasado y por qué estaba allí.
Ricardo ya estaba preparado para marchar al campamento de Alcalá de Henares, había quedado con dos compañeros en el cruce de Castellana con María de Molina para salir por la avenida de América hacia la Nacional II.
Bueno, Lucía, me tengo que marchar, espero que vaya todo muy bien durante esta semana, el viernes, cuando vuelva, miraré dónde estás, supongo que tu madre ya estará en casa, llamaré al bar, a Pepe para que me diga dónde estás, inventaré algo para estar contigo. Dijo Ricardo y le dio un beso en los labios a Lucía.
Espera, te acompañaré hasta el coche, dijo Lucía cogiendo de la mano a Ricardo.
¿No se mosqueará tu “novia” si te ve en dos fines de semana seguidos?
No, como ya está cerca la “Jura de Bandera”, inventaré algo. De todas las formas, dentro de dos semanas será la jura y estaré en Alcalá muy poco tiempo más porque me licenciarán. Y tendré un poco más de tiempo libre.
Llegaron al parquin y Ricardo abrió la puerta del coche y el maletero, donde puso el “macuto”.
Antes de entrar en el coche se abrazaron y besaron, luego entró en el coche y arrancó.
Salió lentamente el vehículo. Ricardo, por el espejo retrovisor no vio las lágrimas que escaparon de los ojos de Lucía.
Aquella semana, la señora Engracia siguió hospitalizada, el cardiólogo encontró algún problema en unas pruebas y decidió repetirlas y seguir con otras, por lo que la madre de Lucía siguió internada. Lucía siguió acompañándola, ya que Genaro le dijo que no se preocupase y que no pensase en ir al trabajo hasta que su madre no estuviese en casa ya restablecida.
Ricardo se mantuvo durante toda la semana en contacto con Lucía a través de Pepe, al que llamaba cada día. El jueves le dijo que el viernes tenía libre y que en cuanto saliese del Campamento iría por “La Paz”.
El mismo jueves llamó a Mary Luz y le dijo que lo habían arrestado el fin de semana. Esta se enfadó y le colgó el teléfono.
Cuando salió del Cuartel, no pensó ni en pasar por su casa a cambiarse y se fue directamente al hospital. Lucía al verlo entrar en la habitación se lanzó a sus brazos, su madre, al verlos, puso cara de extrañeza sin saber qué pasaba y quién era él.
Lucía se lo presentó simplemente como un amigo que le había ayudado cuando ella tuvo el ataque.
Más extrañada se quedó cuando su hija le dijo que aquel viernes no se quedaría por la noche y que se marcharían a cenar a las nueve. Llegada la hora los dos se despidieron de la enferma y marcharon.
Se fueron los dos a casa de ella donde Ricardo se cambió con ropa de paisano que llevaba en el “macuto”. Luego se fueron a cenar, volvieron a las once y media y se amaron hasta la madrugada.
Por la mañana, Lucía se fue a la residencia y Ricardo se quedó en la casa por temor a que Mari Luz o alguien conocido le viese por la calle.
Engracia, al ver entrar a Lucía, no esperó ni a que se quitase el abrigo, le dijo:
Lucia, ¿Quién era ese? ¿Qué hay entre vosotros dos? ¿Sois novios? ¿Dormís juntos?
Mira, mamá, Ricardo es un muy amigo mío, nos conocemos hace algún tiempo, no somos novios y si nos apetece, hacemos el amor, no hay ningún compromiso entre nosotros, somos dos personas adultas y nos gustamos, cuando él termine la mili, se marchará y ahí habrá terminado todo.
Vamos, no me digas más sois amantes y él lo mismo está casado y tú eres una adúltera, ya sabía yo que trabajar donde trabajas no terminaría bien. ¿Para eso nos marchamos del pueblo? Dijo Engracia y se dio media vuelta en la cama y no dijo nada más en el resto de la mañana.
Lucía salió de la habitación y fue a buscar al médico de guardia, cuando lo encontró le contó lo sucedido y éste, para evitar males peores, mandó a una enfermera para que le pusiese un tranquilizante a la enferma.
Cuando Ricardo llegó a la hora de comer para ir juntos a la cafetería del hospital, Lucía le contó todo y le dijo:
Ricardo, es mejor que esta noche no deje el hospital, se ha puesto muy nerviosa, ya nos veremos la semana que viene, si todo va bien, el lunes le dan de alta y yo volveré a trabajar. Aprovecha para que te vea tu “novia” y nos veremos en el bar y en tu casa.
Comieron juntos y a medía tarde se despidió de ella que le acompañó al parquin y otra vez la despedida fue amarga.
Ricardo se fue a su casa y desde allí llamó a Mari Luz y le dijo que les habían levantado el arresto y que había podido salir del cuartel. Quedó con ella y pasaron el resto del sábado y parte del domingo juntos.

Con el pretexto de ir a buscar a unos compañeros con los que había quedado, dejó a la joven en su casa y se fue al hospital para decirle adiós a Lucía.

miércoles, 19 de julio de 2017

LUCÍA Capítulo XII

Un nuevo capítulo de la historia de Lucía, esta muchacha que tuvo que salir de su pueblo natal y marcharse a Madrid donde entró a trabajar en un bar de alterne.

Y ahora ........................................

LUCÍA


Pedro Fuentes

Capítulo  XII


Antes de entrar en su piso, llamó a los vecinos para explicarles todo lo que les había dicho el médico y que no se podría entrar a visitarla hasta que no estuviese en planta.
Una vez informados entraron en el piso.
Ricardo, ¿Quieres ducharte?
Pues si, ya que a mi casa no puedo ir por si a María José le da por pasar por allí, además de todo, es una celosa tremenda y más desconfiada todavía. Aunque quizás si me descubriese alguna aventura me dejaría tranquilo, pero creo que sus hermanos me matarían antes.
Lucía sacó unas toallas de un armario y se las dio a Ricardo.
Ven, te enseñar dónde está el baño, y diciendo esto, cogió a Ricardo por el brazo y tiró de él.
Ricardo sorprendido por el tirón brusco, tropezó, ella paró para que se recuperase y sin haberlo preparado ninguno de los dos, se encontraron con sus cuerpos enfrentados y pegados contra la puerta del baño que estaba cerrada, sin darse cuenta de lo que estaba pasando, sus labios se entreabrieron y un largo beso los unió.
Todo lo demás vino rodado y a continuación, fue un baño relajante, el agua y jabón recorrían sus cuerpos bajo el ligero masaje de sus manos. Secaron sus cuerpos mojados por el agua y sudorosos y se metieron en la cama desnudos como estaban.
Ricardo, ha sido mi primera vez y no sé cómo he podido actuar así y más cuando entre nosotros no hay ni ha habido un sentimiento de amor.
Las cosas son como son, creo que nuestros cuerpos han necesitado de lo ocurrido para relajarnos, yo siento un gran cariño y amistad por ti, pero creo que jamás me he enamorado de nadie, somos dos personas adultas llenas de deseos y ansiedades y eso nos ha unido y desde luego no me arrepiento, pese a haber sido un acto reflejo, ha sido fabuloso y dispuesto a compartirlo siempre que tú lo desees.
Lucía le besó en la boca y sus cuerpos se volvieron a encontrar.
Durmieron durante tres horas y no abrían despertado si no hubiesen tenido un hambre atroz, se levantaron y entre los dos prepararon la comida, después de comer cogieron el coche y marcharon de nuevo al hospital.
Cuando llegaron a urgencias, la enfermera que estaba de guardia, al ser preguntada dijo que no había novedad que todo seguía su curso y que la ausencia de noticias era la mejor de las noticias, luego, en un acto de generosidad le dijo a Lucía:
Ahora que no hay nadie, si lo deseas, te llevaré hasta la puerta para que la veas. Y dicho esto, salió de su garito y llevó a Lucía hasta la puerta, la abrió y dejó que la muchacha mirara dentro. Su madre parecía dormir apaciblemente y la máquina de la pantalla verde seguía con su pitido rítmico.
¿Qué vas a hacer esta noche? Dijo Ricardo. Yo estoy libre y a tu disposición, hasta mañana domingo, a las siete y media no tengo que salir para Alcalá de Henares, si quieres quedarte aquí, yo te haré compañía, pero estando la situación estable como está, creo que deberías irte a casa y descansar, tienes por delante mucho jaleo, ya que tu madre necesitará hacer un fuerte reposo y tú tendrás que estar a por todas, yo tengo que estar toda la semana en el campamento y luego los fines de semana algo me podré escapar pero no todo lo que querría.
Bueno, ya sé lo que se me presenta, me gustaría quedarme, pero será diferente cuando esté en planta que por lo menos podré dormir más cómoda aunque sea a ratos. Creo que siguiendo como están las cosas, si creo que debo ir a dormir a casa y mañana, a las diez, cuando los médicos hagan la ronda, estar aquí para ver cómo está la cosa.
En aquel momento, vieron cómo entraban en la sala de urgencias Pepe y Genaro, fueron hacia ella y le besaron en las mejillas.
¿Cómo está? Dijo Genaro y asintió Pepe.
Estable, está estable dentro de la gravedad, dicen los médicos que es muy grave pero que hasta las primeras setenta y dos horas no se puede decir nada ni remite la gravedad, que si pasan esas horas, el panorama es bueno porque aunque tenga que llevar una vida con algunas limitaciones su calidad de vida no estará mermada.
¿Necesitas algo? No te preocupes por el trabajo, tómate todo el tiempo que necesites.
Gracias por todo, hasta el lunes por la mañana Ricardo, al que ya conoces, está a mi disposición, esta noche, ya que todo está estable, me iré a dormir a casa, él me llevará y me traerá mañana, para el lunes ya te diré algo, pero hasta aquí hay muy buen transporte desde casa.
Sobre todo dinos algo, y si necesitas algo, dijo Genaro, tu madre es fuerte y saldrá adelante.
Salieron los cuatro a la sala de fumadores y se dispusieron a fumar todos menos Pepe que desde que lo operaron, ya no fumaba.
¿No tienes que ir al cuartel, Ricardo?
No, hasta mañana por la noche estaré libre.
Lucía y nosotros te damos las gracias por lo que estás haciendo.
Es lo normal, nos hemos hecho buenos amigos gracias a las charlas que nos pegamos en el bar.
Estuvieron quince minutos más y luego dijo Pepe:
Bueno, nos tenemos que ir, hoy es sábado y el bar se pondrá hasta los topes, por cierto, las niñas nos han dado recuerdos para ti, Lucía y esperan que tu madre se recupere pronto.
Besaron a la muchacha y dieron un apretón de mano al Ricardo y marcharon.
Son dos buenos amigos tuyos, te ayudarán en todo.
Genaro es mi tío, el único familiar que me queda, bueno, no, en el pueblo tengo una tía de mi madre y su hija, mi prima Rosario.
Estuvieron media hora más en el hospital y luego marcharon hacia Chamberí.
Cuando estaban llegando, Lucía dijo:
Ricardo, supongo que te quedarás conmigo, no sea que te vaya a ver tu chica.
Si tú lo deseas, si, pero ahora que es tarde tendré que pasar por mi casa para recoger mi ropa de militar.
¿Como lo hacemos? ¿Voy contigo o te espero en casa?
Mejor voy solo, tú espérame en casa.
Dejó a Lucía en la puerta de su casa y fue hasta su casa en Galileo, aparcó cerca pero en otra calle y fue hasta su casa, entró rápidamente y recogió las cosas. Al salir, se topó con la vecina.
Hola, Ricardo, ¿No estabas en el cuartel? Si, lo estaba, pero me han dejado salir, junto con otros compañeros, ya que ayer, cuando nos avisaron tuvimos que irnos con lo puesto, ahora me está esperando uno y tenemos que ir a buscar a dos que viven más lejos.
Tu novia vino a ver si estabas.
Si, ya he hablado con ella. Dijo Ricardo con cara de jugador de póquer. Le he dicho que si me sobran cinco minutos iré a verla.
Bajó corriendo las escaleras y cuando llegaron al portal dijo en voz alta para que le oyera la vecina:
¡Vamos, que nos esperan!
Cuando llegó, Lucía había preparado una gran tortilla de patatas y una botella de vino tinto que reposaban encima de la mesa.
Con el cansancio del día, nada más cenar, Lucía dijo:
¿Nos vamos a dormir?
Cogió a Ricardo de la mano y lo llevó hacia la habitación.
La noche fue breve pero intensa, pero cuando amaneció estaban descansados, se ducharon, desayunaron y marcharon hacia La Paz, eran las nueve de la mañana.
Lo primero que hicieron fue ir al despacho de urgencias para preguntar cómo había pasado la noche la enferma.
Sin novedad, las constantes siguen bien y no ha habido ninguna alteración, de todas las formas, luego pasará el médico de guardia y ya les comunicará el doctor como está todo. Dijo la enfermera de guardia.
Lucía respiró profundamente y se relajó.
Verás como todo se arregla, ya han pasado más de veinticuatro horas y todo marcha correctamente. Dijo Ricardo.
No te dije nada anoche, pero cuando fui a casa a por mi ropa, me encontré con la vecina, me dijo que María José había estado por la tarde por ver si yo estaba allí o me pillaba en renuncio, supe salirme del paso y le dije que como nos habían llamado con tanta urgencia, no nos habían dejado ni ir a casa a recoger la ropa y que en un descanso, nos habían dejado ir a Madrid a recoger lo más elemental, que yo había ido con tres compañeros más, que uno me esperaba ya en el coche y ahora nos íbamos a buscar a los otros dos.
Menos mal que no la había engañado nunca, pese a todo, no lo hice nunca, lo que pasa es que me parece que más por miedo que por otra cosa.
La verdad, no sé cómo has podido aguantar tanto tiempo.
Yo tampoco, fue una cosa que vino rodada, nos conocíamos desde hace mucho, salíamos de vez en cuando, pero yo no he llegado nunca a expresarle mi amor, porque no la amo, empezó presentándome a sus padres y a sus hermanos, y lo hizo como “mi novio” no supe decir nada en mi defensa y de pronto me vi ahorrando para casarme.
En realidad, solamente he estado enamorado una sola vez, era un chiquillo y ella, aunque más madura que yo, no dejaba de tener quince años, fue mi primer amor, pero aquello que sentí por ella, no lo he vuelto a sentir. He salido con unas cuantas chicas, pero aquel amor tan profundo y bonito como aquella vez, no lo he vuelto a sentir.
Desde que te conocí, vi que eras una amiga ideal y como amiga te tengo un gran cariño y quizás solo con eso puede ser que pudiese pasar toda la vida a tu lado, pero no siento ese sentimiento de amor, de sentirte parte de mi mismo, de desear una entrega total, no sé si no he sabido expresarme, no sé si con el tiempo pueda sentir algo más, pero ese rayo que te da toda la luz del mundo, no lo he sentido y no quiero que me pase que un día aparezca ante mí ELLA y lo deje todo y a todo el mundo por seguirla hasta el fin del mundo.
No quiero que te hagas ilusiones vanas, según me dijiste ayer, era el primer hombre de tu vida, no quiero que eso te confunda, no es lo mismo ser el primero que el verdadero, algún día vendrá ese que tú esperas y te mereces.
Te entiendo y veo que tienes razón, pero me he sentido tan llena a tu lado, me has hecho sentir como no había sentido nunca, Después de la mala experiencia que tuve con aquel desgraciado en el pueblo, tú me trataste con tanto respeto y tanto cariño, la suavidad de tus caricias, los tiernos besos, tan suave todo que me parecía que era porcelana,

No quiero que eso termine, por lo menos antes de que llegue la hora, quiero que me hagas el amor a cada momento, pero también quiero que no me engañes, que cuando decidas poner fin a lo nuestro, aunque no sea más que cariño y deseo me avises. No quiero sentirme engañada.

miércoles, 12 de julio de 2017

LUCÍA XI


 Bueno, ya estoy aquí de nuevo, vengo de dar una pequeña vuelta por el mundo, he conocido varios países y muchas personas de diferentes culturas y me he enriquecido cada día un poco más, vuelvo y me encuentro con las mismas gentes, unas con ansias de ampliar sus mundos, pero por desgracia, también me reencuentro con aquellos que cuando me fui querían restar y dividir en lugar de los que queremos sumar y multiplicar, la cultura se agranda con el conocimiento y ésta con el encuentro de otras personas con otras ideas, otros idiomas, otros pensamientos.

Con lo pequeño que es el mundo, hay quienes quieren cortar con los vecinos porque piensan diferente y quieren sentirse glorificarse con los que no saben ver más allá de lo que la vista, corta, les engaña, hay otros mundos, otras culturas, otros pensamientos que nos engrandecen al compartirlos con nuestros queridos congéneres.

No seáis “piltrafillas” ¿No os parece que ya somos adultos que no estamos en patios del colegio diciendo? : Con éste ya no me “ajunto” y a ti ya no te hablo porque no me ríes la gracia ni me apoyas en mis ansias de reñir con los hermanos.  

Y ahora un nuevo capítulo de.........................


LUCÍA

Pedro Fuentes

Capítulo XI


Iba transcurriendo el tiempo y Ricardo seguía con sus escapadas de fin de semana, era el único tiempo libre que tenía y cuando los domingos por la tarde marchaba al campamento, le parecía un relax pensar que hasta el viernes por la tarde no veía a su “novia formal”. Luego, cuando el viernes llegaba la hora de dejar en su casa a María José, una bocanada de aire fresco parecía llenarle los pulmones, entonces cogía su Renault Dophine y se marchaba a ver a Lucía con la que le unía una buena amistad.
Aquel viernes, cuando llevaba una medía hora en el bar, Pepe llamó a Lucía.
Lucía, ven, te llaman por teléfono.
Ricardo estaba jugando a la máquina, pero oyó a Pepe, como estaba enfrente del teléfono, vio que Lucía cambiaba el gesto de su cara por un rictus de susto. colgó el teléfono y fue hacia Pepe. Habló un par de palabras con él e inmediatamente llamó a Ricardo y le dijo: Era mi vecina, mi madre se ha puesto mala y la han llevado a La Paz, ¿Tienes el coche cerca, Ricardo? ¿Me puedes llevar?
Si, lo tengo aquí cerca, en la plaza de Arapiles. Vamos.
Salieron a la calle y ni siquiera notaron el frío que hacía. Montaron en el coche y salieron hacia la Castellana para subir hacia Plaza de Castilla y a la Residencia de La Paz.
Ya en La Paz, les enviaron a urgencias, allí estaban la vecina y su marido, cuando les vieron, la señora, dirigiéndose a Lucía le dijo:
Tu madre ha tenido una angina de pecho, está muy grave, pero de todas formas ha dicho el doctor que cuando llegases tú, que le avisemos en recepción de urgencias que te dirá lo que hay.
Rápidamente Lucía y Ricardo se dirigieron a la ventanilla y cinco minutos más tarde, les llamaron y los llevaron a un despacho donde les esperaba el doctor, un hombre de unos cincuenta años, moreno, con una bata blanca en la que encima del bolsillo del pecho, a la izquierda ponía A. Servando.
Siéntense, dijo el doctor y a continuación, dirigiéndose a Ricardo dijo:
La señora Engracia tiene….
Ricardo le interrumpió: perdone, doctor, ella es Lucía, su hija, yo solo soy un buen amigo de ella.
Perdone, dijo el médico, dirigiéndose esta vez a Lucía, su madre tiene una angina de pecho muy severa, ahora mismo está controlada, pero las próximas 72 horas son cruciales. Si pasa éstas sin complicaciones podremos decir con casi total seguridad que se repondrá, pero por ahora no podemos ni dejarla ver, aunque está sedada y dormida, porque dentro de estas 72 horas, las primeras 12 son de extrema gravedad, yo les aconsejaría que se fuesen a casa, descansen y mañana será otro día, no se preocupen que si hubiese alguna novedad les avisaríamos.
No, doctor, yo me quedaré.
No disponemos de habitación para acompañantes, tiene que ser en un sillón en la sala de espera.
Es igual, me quedaré.
Como usted quiera, Señora….
Lucía, soy Lucía.
El doctor les acompañó a la puerta, les dio la mano y dijo:
No se preocupe, Lucía, a la más mínima novedad les avisaremos.
En la sala de visitas, se encontraba la vecina de Lucía, una vez informados de lo dicho por el doctor, quedaron que marcharían a su casa y le prepararían a Lucía una maleta con varias cosas que ésta les preparó en una lista y Ricardo iría a buscar.
Marcharon pues los vecinos y Ricardo y Lucía entraron en la sala de visitas para dar tiempo a que preparasen el encargo. Al cabo de un cuarto de hora salió Ricardo a recoger el encargo y volvió a la hora.
Se sentaron en dos sillones contiguos y Lucía dijo:
Gracias, Ricardo, ya puedes marcharte, yo me quedaré aquí, si necesito algo, si no te importa, te llamaré.
No, no me voy a ir y dejarte aquí sola, me quedaré haciendo te compañía.
Se sentaron el uno al lado del otro pero no hicieron ni por dormir, Lucía empezó a contarle a su compañero lo que había sido la vida en el pueblo, le contó que no había conocido a su padre porque cuando murió ella era muy pequeña, su madre tuvo que dedicarse a la casa, un pequeño huerto y unos animales, conejos y gallinas y un cerdo que compraban cada año siendo un lechón para engordarlo, además se dedicó a trabajar en la limpieza de varias casas, así pasaron los años dedicada a sacar a su hija adelante.
Cuando Lucía llegó al momento de explicarle lo ocurrido con Antonio y cómo tomaron la decisión de marchar a Madrid, a Lucía se le humedecieron los ojos, Ricardo le tomó su mano derecha entre las suyas y se la llevó a los labios y la besó, Lucía acercó su cara a la de él y le rozó ligeramente la mejilla con su boca.
No llegaron a dormir, parecía que se habían intercambiado los roles y era Ricardo el que estaba detrás de la barra oyendo pacientemente a los clientes. Así llegó el amanecer.
A las ocho y media, Ricardo bajó a recepción y desde allí llamó a su “novia” para decirle que lo habían llamado de Alcalá de Henares, del campamento porque estaban haciendo un ejercicio de emergencia y tenían que volver al cuartel, así que hasta el viernes siguiente no se verían.
Al poco rato llamó Lucía a su tío y a Pepe para informarles del estado de su madre.
A eso de las diez, pasó el médico e informó de que el estado de la enferma era favorable, ya que no había habido ninguna alarma, que todo era estable.
Su madre ahora está semi despierta y podrá entrar un momento a verla, usted sola, en setenta y dos horas, si sigue así, la trasladaremos a planta y podrá recibir alguna visita, mientras tanto solamente podrá verla cinco o diez minutos al día.
Lucía, acompañada del médico, pasó a la habitación y se sorprendió al ver a su madre, había envejecido varios años, además estaba despeinada y de su brazo derecho le salía una vía, del gota a gota, llevaba una mascarilla por la que le suministraban oxígeno y a la vez estaba conectada una pantalla color verde en la que se representaban con una línea quebrada los latidos del corazón y emitía un pitido a la vez.
Lucía se acercó a ella y puso su mano sobre la de la enferma, a la vez que con la otra mano le alisó el cabello. La señora Engracia la miró y su boca esbozó una ligera sonrisa, no dijeron nada, a los dos o tres minutos, el médico le puso una mano sobre el hombro y le indicó que tenían que salir.
Cuando salieron, Lucía fue hacia Ricardo, que estaba al lado de la puerta y se dejó caer en sus brazos, mientras lloraba, al cabo de unos minutos, cuando se serenó, él le dijo:
Creo que deberíamos ir a tu casa para que descanses algo y luego volvemos.
No, Ricardo, tú ya has hecho demasiado por mí, tienes tu vida y has de seguir con ella, yo te agradezco mucho lo que has hecho por mi madre y por mí, pero no podemos seguir molestándote, gracias, Ricardo, ahora, si deseas, puedes llevarme a casa, pero tienes que seguir con tus cosas.
No, Lucía, desde el primer momento me ofrecí a ayudarte con todas las consecuencias, este fin de semana, como sabes lo tengo libre y estaré a tu lado para lo que necesites.
Gracias, Ricardo, no sabes lo que te lo agradezco, pero no quiero que pongas en peligro tu relación por mi culpa.
Mi relación está en peligro desde que comenzó, cosa que no debió pasar nunca, así que anda, vamos al coche.
Antes de salir, Lucía habló con las enfermeras y les entregó la pequeña maleta con cosas de su madre por si las necesitasen. Luego salieron, fueron al aparcamiento y cogieron el “Dophine” de Ricardo. Este puso el coche en marcha y salieron Castellana hacia abajo hasta la plaza de Emilio Castelar, subió por General Martínez Campos hasta la Glorieta de Iglesias y bajó por Juan de Austria hasta la casa de Lucía, al ser domingo pudo aparcar en la misma puerta.