BALADA TRISTE
Pedro
Fuentes
CAPITULO
I
Era
un otoño con todo su esplendor en el parque del Retiro de Madrid, la
mañana no era fría, pero sí algo húmeda y había una insinuante
neblina, Rodrigo y Carmela estaban sentados en un banco, por entre
los árboles de detrás de ellos, ya casi sin hojas se filtraban unos
tímidos rayos de sol que realzaban las pequeñas gotas de agua que
que había dejado el rocío en el ambiente.
Rodrigo pasó de estar sentado a poner una rodilla en tierra delante
de Carmela y cogiéndole la mano derecha le dijo:
Te
quiero, Carmela, te he querido desde el primer día que te vi aquella
mañana cuando nos cruzamos en la calle Eduardo Dato, desde entonces
no he podido dormir sin pensar en ti, Carmela. ¿Quieres casarte
conmigo? Y llevándose su mano a los labios, deposito un tierno beso
en ella.
Carmela, mientras se levantaba le dijo:
Si,
Rodrigo, yo también te he querido siempre, por ti cambié mi vida y
por ti viviré el resto.
Se
fundieron en un abrazo y sus labios sellaron aquel momento mientras
la cámara retrocedía lentamente y el director gritó:
¡Corten! ¡Fin del rodaje! Mañana a las ocho, en el estudio
repetiremos una escena que no me gusta como quedó.
Mientras se dirigían a la roulotte para desmaquillarse y cambiarse
Angel (Rodrigo) le dijo a Susana (Carmela):
No
me esperes a comer, he quedado con Felipe para leer aquella obra de
teatro que me dijo que a lo mejor montábamos.
Bueno, vale, así aprovecharé para ir a ver a Mercedes que creo que
va a hacer algo y necesita gente.
Angel y Susana llevaban tres años compartiendo sus vidas y su
profesión de actores, las cosas hasta ahora no habían sido nada
fáciles, mucho sacrificio, algo de teatro en papeles secundarios,
publicidad, algún papel de figurante en películas.
Esta
película que terminando de rodar, “El amor siempre llega” era el
primer papel serio de Angel, un actor que ya había cumplido los
treinta y dos. Susana había trabajado más, tenía una bonita voz y
bailaba muy bien, por lo que había participado en varios musicales.
Angel era más bien de teatro, pero salvo las obras que interpretaba
en provincias con compañías semi amateurs poca cosa más hacia.
Ahora parecía que la cosa iría mejor.
Cuando ya marchaba, Mateo el director le salió al paso y le dijo:
Angel, quisiera comentarte una cosa que me he dado cuenta, y como te
conozco desde hace algún tiempo y te considero amigo, me veo
autorizado para decírtelo.
Dispara, comentó Angel.
La
última escena ha quedado muy bien, ha convencido y luego, con el
decorado, que nos ha favorecido, el travelling final ha sido
perfecto, pero, ¿Por qué simulaste el beso en la mano y el final
con tu mujer?
Chapó, por eso eres director. Pues mira, la cosa no va muy bien.
Pero
¿Ha pasado algo?
No,
en realidad nada, a veces sin querer y sin ningún problema la cosa
se enfría y es lo peor que puede pasar, porque si hay una causa
siempre se puede arreglar, pero cuando el amor se muere es peor.
Angel se dirigió a Argüelles, a la calle Galileo, a una cafetería
en la esquina con Joaquín Mª López, un poco más abajo del cine
Galileo, entonces de “Arte y Ensayo”.
Cuando llegó, como era cliente habitual, el camarero le dijo:
Ha
estado su amigo Felipe y me ha dado este paquete y dice que no podía
quedarse, que le llamará.
Abrió el sobre que le dio Román, el camarero y sacó el guión que
había en su interior, era un dramón de dos actos, el autor era un
antiguo actor que se había dedicado a escribir alguna cosa entre
actuaciones en el teatro, ahora se había metido con esa obra y
Felipe la iba a dirigir en un café-teatro, el último invento para
intentar resucitar ese teatro que todo el mundo dice que está muerto
desde que se comercializó la televisión, era un drama llevado en
forma de comedia, un trompetista de prestigio tiene un accidente, se
destroza el labio y tiene que intentar rehabilitarse para intentar
seguir con su profesión.
Angel tenía sus dudas en hacerla, pero, claro, si salía bien, le
habían prometido un “Estudio 1” y ese podría ser su lanzamiento
definitivo, ya que la audiencia y popularidad que da ese medio era a
corto plazo y por ahí podrían venir cosas mejores.
Cuando empezó a leer los folios mecanografiados se encontró con una
de esas comedias agridulce de las que Jack Lemmon había hecho en el
cine.
Llevaba ya como cosa de una hora leyendo cuando alzó su mirada, para
descansar la vista y la mente; en la mesa de enfrente había una
jovencita de unos veinte años, que leía un grueso volumen mientras
fumaba y tomaba café. En aquel momento, ella también levantó la
mirada y coincidió con la de Angel, ambos sonrieron y volvieron a
sus quehaceres.
A
los pocos minutos, al querer fumar, Angel sacó el mechero y no le
encendió, se había quedado sin gasolina.
Se
levantó y se acercó a Lucía para pedirle fuego, ésta se lo dio
pero a la vez se sonrojó, su tez pálida se puso rojo carmín, cogió
una caja de cerillas que reposaba encima de un paquete de cigarrillos
y se la acercó a Angel, que después de encender el cigarrillo le
preguntó:
¿Estudiando?
Si,
la Filosofía, esta tarde tengo examen y es un tocho.
¿Estudias por aquí?
Si,
en la Normal de Magisterio, en Ríos Rosas.
¿Y
tú?
No,
yo estaba leyendo un guión que me tendré que aprender, pero
solamente lo estaba ojeando, además, no me gusta mucho y lo hago con
desgana.
Por
cierto, me llamo Angel y se supone que soy actor, ¿Me puedo sentar
mientras me fumo el cigarrillo para que luego puedas seguir
estudiando?
Yo
Lucía y estoy estudiando Magisterio, si todo va bien, este curso
habré acabado y luego haré la oposición. Pero, parece que no estés
muy de acuerdo con lo de ser actor.
No
lo tengo nada claro.
No
he hecho otra cosa en mi vida, hoy he terminado de rodar el mejor
papel de mi vida, me han dado un guión para una obra de teatro y un
posible Estudio 1 de televisión y no sé lo que voy a hacer de mi
vida, no me gusta lo que tengo que hacer, este guión es una mierda,
encima hoy, cuando terminaba el rodaje me he dado cuenta de que la
mujer con la que llevo conviviendo los últimos tres años, no es
nada para mí, no he sido capaz ni de rodar con ella la escena de un
beso.
Nos
hemos habituado tanto el uno al otro que ya no somos nada como
pareja.
¿Se
lo has dicho?
No,
todavía no y no sé cómo hacerlo, pero lo haré, no quiero que
pierda el tiempo conmigo.
¿También trabaja en el cine?
Si,
ella más que yo, canta muy bien y ha hecho varias comedias
musicales.
Pero
no quiero molestarte más, tienes que estudiar, aunque sea un tocho.
Sí,
pero me gustaría seguir hablando contigo.
De
acuerdo, pero no hoy, tienes un examen.
Sí,
pero salgo a las seis. Si quieres nos vemos aquí a las siete.
De
acuerdo, ahora cojo mi maldito guión y me marcho.
Diciendo esto, Angel apagó el cigarrillo, recogió sus cosas, pagó
las consumiciones y se marchó.
¡Hasta las siete!
¡Adiós!
CAPITULO
II
A
las siete menos diez estaba Angel sentado en la misma mesa de la
mañana y seguía peleándose con el guión, era lo peor de su vida,
captaba el personaje, era frío y sabía como hacer creer al público
que su personaje era real, tenía la teoría de que no había que
meterse a sufrir dentro del personaje, lo suyo, como actor era
engañar al público y hacerles ver lo que él quería que viesen,
pero memorizar un guión era lo peor que le podía pasar, había
tenido verdaderas broncas con los directores, tenía un conocido,
actor también, que era casi analfabeto, un amigo suyo le leía la
obra un par o tres de veces y el primer día de ensayo se la sabía
de “P a PA” incluso lo había visto hasta con obras en verso.
A
las siete y diez llegó Lucía, traía una cara sonriente se le
notaba ligeramente maquillada, su media melena rubia la llevaba
recogida en una cola de caballo.
¡Hola! Dijo Angel mientras se levantaba y le estrechaba la mano,
¿Qué tal el examen?
Bien, estaba inspirada y me salió bien, además, aunque no se note
soy una empollona.
¡Qué suerte! Yo dejaría el teatro por no aprenderme los papeles.
A ver, déjame que
lea algo, te la leeré en voz alta y me dirás si se te queda mejor.
Angel le alargó los folios, Lucía los miró y leyó el título
“Balada triste” ¿De qué va? ¿De ovejas o de música?
De
música, pero está escrita como para dormir a las ovejas.
¿Qué
papel haces tú?
Gustavo, el trompetista.
A
caray, el papel principal. Vamos que eres todo un actor y no uno de
reparto, dijo Lucía mientras se le escapó una risita complacida.
A
las nueve y media se dieron cuenta de la hora que era y Lucía dijo:
¡Dios! Se me ha hecho tardísimo y se levantó, se puso el abrigo y
dijo:
No
me acompañes, si te va bien mañana a las siete aquí mismo; y trae
el guión.
CAPITULO
III
Dos
semanas después seguían viéndose casi cada día, los domingos
salían al cine o al teatro y una vez fueron a bailar.
Angel había hablado con Susana, en principio ella soltó alguna
lagrimita, pero luego comprendió lo que decía Angel y le dio la
razón, en el fondo ella veía lo mismo, decidieron que hasta que
alguno de los dos encontrase algo, compartirían el apartamento donde
vivían.
Mercedes, la amiga de Susana vivía con otra amiga compartiendo piso
pero se tenía que ir, así que decidieron que cuando se marchase,
Susana iría con ella.
Las
cosas parecían ir mejor, pero Angel no sabía qué pensar, Lucía
era una chica alegre y cariñosa, pero no sabía nada de ella, no
dejaba que la acompañase hasta su casa, no tenía ni la certeza de
que viviese donde decía ni que fuese quien decía.
Aquella mañana Felipe, el director le dijo:
La
semana que viene empezamos a ensayar, te he dado bastante tiempo,
¿Cómo lo llevas?
Bastante bien, pero no todo lo bien que quisiese, el personaje lo
tengo, pero el texto me falla.
Mira, no me vengas con esas.
Te
voy a hacer un regalo que no sé si te lo mereces, el jueves es
fiesta, te voy a dejar el apartamento que tengo en Peñíscola y las
llaves del “600”, en este tiempo aquello está muerto pero no
hace el frío que hace en Madrid, ves allí y apréndete el libro, el
lunes vienes al ensayo con el papel sabido o te olvidas de la obra y
lo que pueda venir detrás.
Cuando al día siguiente se encontró con Lucía, le dijo lo que le
había dicho Felipe y Lucía contenta y le dijo:
Bien. Me encanta Peñíscola desde que la vi en las películas
“Calabuch” y “El Cid” que las rodaron allí, además no
conozco el mar sino en las películas. ¿Me dejas que te acompañe y
te ayude a estudiar?
Encantado, pero ¿Qué van a decir tus padres a los que no conozco?
Ya
les contaré un rollo. Tú dime que sí y yo arreglo todo.
De
acuerdo, pero tengo que venir con el papel aprendido.
CAPITULO
IV
Salieron para Peñíscola el miércoles por la tarde. Cuando llegaron
ya era noche cerrada, encontraron el apartamento que estaba en la
calle José Antonio, en la zona nueva, fuera del recinto del catillo
y en la playa norte.
Casi
debajo mismo había una tasca en la que estaban ocho parroquianos
jugando a las cartas en dos mesas, en la barra un camarero les
preguntó qué querían, les hizo unos bocadillos fríos que era lo
único que podía hacer.
Pese al frío,
cuando dieron cuenta de los bocadillos, media botella de vino y un
par de cafés, se fueron a la playa y pasearon por ella mientras
Lucía contaba lo que sentía que era el mar que no conocía.
A la
mañana siguiente se levantaron temprano, bajaron a desayunar a un
bar, ya que no tenían de nada en el apartamento, luego paseaban por
la arena de la playa norte mientras Lucía le iba diciendo los pies
para que Angel se aprendiera el libreto.
Así
pasaron los cuatro días, subieron al castillo, recorrieron todos los
rincones, paseaban por la playa e incluso se descalzaron y dejaron
que el mar, helado, mojara sus pies.
Cuando regresaron a Madrid, Angel se sabía el papel.
En
el primer ensayo Felipe le dijo:
Ya
sé que hacer para que aprendas un papel, pero no te voy a regalar ni
un apartamento ni una Musa.
Entre los ensayos y los exámenes casi no se vio con Lucía. Antes
del estreno le dio una entrada para ese día y a partir de entonces
pasó los peores nervios de su vida.
La
noche del estreno, antes de empezar la obra vio a Lucía por el ojo
del telón.
Luego, cuando empezó la obra, con los nervios y los focos no pudo
verla, ya más tranquilo, en el segundo acto la vio y su cara era
alegre y feliz.
Cuando terminó la obra, que gustó bastante, vio que Lucía no
estaba donde habían quedado.
Al
día siguiente la buscó, pero no tenía ni su teléfono, fue a la
Escuela de Magisterio, nadie le supo dar razón, por la cafetería no
apareció.
Pasó
el tiempo, hizo el “Estudio 1”, a partir de entonces su carrera
fue meteórica, cuando tenía un día libre, la buscaba, no sabía
dónde, luego empezó a ir a Peñíscola, paseaba por la playa
descalzo, subía al castillo, nada, no supo de ella. Cuando estrenaba
alguna obra, en el último acto la veía entre el público, cuando
terminaba la obra la veía aplaudir, pero luego se levantaba y
desparecía.
Han
pasado cuarenta años, Angel se ha convertido en un monstruo de la
escena, solamente hace teatro, su única ilusión es verla al final
del último acto, no ha cambiado, sigue aparentando 20 años.
FIN