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jueves, 30 de mayo de 2019

LOS CARACOLES Capítulo II




LOS CARACOLES




Pedro  Fuentes




CAPITULO II



Cuatro días después, a media mañana, habían quedado en comer unos bocadillos por el camino, salieron de Argüelles camino de la carreta de Cuenca los tres amigos en un 600 azul de Pedro.

La idea era llegar a Morata y una vez allí preguntar, por lo que Pedro sabía, Isabel ya no estaba allí de maestra, además había perdido su rastro hacía algún tiempo.

El tiempo era incluso caluroso para las fechas en que estaban. Llegaron a Morata y pararon en  un bar en la Plaza Mayor, enfrente del Ayuntamiento.

Mientras tomaban dos cafés y un vaso de leche, preguntaron al que parecía dueño y camarero si sabía de una mujer que tenía fama de sanadora.

Si, contestó el interpelado, pero no es aquí, en Morata, tienen que ir por la calle que sale al lado derecho de la iglesia, en esta plaza y siguen hasta que terminan las casas y empieza una carretera asfaltada, estrecha y con muchos agujeros, cuando lleguen al cartel de fin de Morata, a cosa de medio kilómetro, entre dos chopos, a la derecha, verán un camino de tierra, entran por él y pasada la primera curva, a la derecha, verán una casa que parece abandonada, pero que no lo está, si se fijan suele haber un par de cabras atadas delante y además le saldrán dos perros ladrando, son mansos, pero no bajen del coche, paren a la altura de las cabras y llamen sin salir del coche a la Sra. Herminia, ella saldrá y amansará a los perros, entonces podrán salir, ella es la sanadora y algo bruja según dicen.

Se metieron en el coche y siguieron las instrucciones al pie de la letra, a los veinticinco minutos estaban al lado de las cabras y gritando a tres voces por la Sra.  Herminia entre ladridos de los dos perros.

Al fin salió de la casa una mujer muy gruesa, con una bata de andar por casa y mandó callar a los perros, luego les dijo a los tres amigos que bajaran, cosa que hicieron, momento que aprovechó el macho de los dos animales para mear la rueda delantera derecha, mientras que la perra, moviendo el rabo se acercó a Ricardo como si supiese que las próximas comidas serían gracias a él.
¿Qué se les ofrece? Preguntó la Sra.

Pedro, que iba por delante le respondió:

Nos han dicho que Vd. es sanadora y traemos a este amigo, que últimamente sufre de muchos dolores de barriga y no se le pasan con nada, para ver si sabe qué le puede pasar y cuál es el remedio.

Que pase él solo,   Vds. dos pueden pasear, tengo para unos tres cuartos de hora, pueden tirar por ese camino y llegarán hasta un riachuelo que les gustará, no se preocupen si los perros les siguen, cuando se cansen volverán solos.

Vicente y Pedro, aficionados a la fotografía cogieron sus respectivas cámaras del coche y se fueron al río.

Pasaron el tiempo sin pensar, incluso descubrieron unas ruinas donde pudieron poner una cámara para hacerse una foto con el automático.

Transcurridos los 55 minutos, regresaron al coche, Ricardo ya había salido de la casa y estaba sentado en una piedra mirando las cabras.

¿Has solucionado algo? Dijo Vicente deseando que su amigo sanara.

Si,  ¡Jo!  Sin decirle nada supo lo de las úlceras, me ha dado unas bolitas blancas, viscosas y que me parecía como si estuviesen vivas y medio litro de agua entre antes y después para tragarlas, le he preguntado cuánto le debía  y me ha dicho que la voluntad, o sea, ¡mil pelas!.

Luego me ha dicho que los próximos tres días tengo que pasarlos a base de ensaladas de lo que yo quiera y toda la que quiera pero sin vinagre y sin sal.


¡Me cago en diez!, eso no hay quien lo pase, dijo Pedro, amigo del buen beber y buen comer, bueno, en fin, que sea por ti, ahora vamos a un bar, pedimos una lechuga y Vicente y yo nos repartimos tu bocadillo con unas cervecitas.




jueves, 23 de mayo de 2019

LOS CARACOLES Capítulo I





LOS CARACOLES




Pedro Fuentes



CAPITULO I





Ricardo terminaba de salir del médico, su semblante era de preocupación, el otoño de Madrid, frío y lluvioso no parecía molestarle, andaba meditabundo, con las manos en los bolsillos del abrigo jaspeado.

Iba caminando por medio del bulevar de Alberto Aguilera rumbo hacia la glorieta de Bilbao, aunque en realidad no le importaba ni iba a ningún sitio determinado, simplemente pensaba y sus pensamientos no se apartaban de la consulta del doctor, no había duda, el diagnóstico era claro, tres úlceras gastrointestinales.

El tratamiento largo y un cambio de vida radical, eso le recordó tres cosas. Una, la primera, sacó un paquete de tabaco, cogió un cigarrillo, se lo puso en la boca y lo encendió, pensando que sería el último.

Dos, no podría beber.

Tres, había quedado con su amigo Vicente en la glorieta de S. Bernardo, menos mal que había cogido el rumbo adecuado, ya estaba casi llegando.

Pasó la calle Vallehermoso y por delante del cine Conde Duque, a donde querían ir a ver “La semilla del diablo”.

Llegó casi con el tiempo justo, por el por el lado superior de S. Bernardo llegaba Vicente con otro viejo conocido, Pedro.

Vicente y Pedro son dos buenos amigos, Vicente, más serio, formal, apasionado de la poesía, parecía un poeta de la generación del 98 enjuto, grandes ojeras, Pedro es más alegre, se diría que demasiado, se toma la vida con descaro, delgado, un bigotillo que no termina de cuajar y apasionado con el teatro, ahora está dando sus primeros pasos en una compañía amateur.

Los dos se conocen del colegio, Ricardo empezó siendo amigo de Vicente entre los tres y cuatro o cinco más hicieron un grupo muy peculiar, no les unía casi nada, salían juntos desde hacía años, se lo pasaban bien, muy jóvenes empezaron a organizar guateques, generalmente el casa de Vicente, que era donde más espacio había y donde la familia “dejaba”.

Con el tiempo se fueron disgregando, unos porque se emparejaron con alguna chica y otros porque siguieron caminos muy diferentes.

Se encontraron y viendo la cara que traía Ricardo, le preguntó Vicente:
 ¿Te ocurre algo?

Eso, porque traes una cara que ya, comentó Pedro.

¿Por qué no vamos a una cafetería y os lo cuento?, dijo Ricardo.

Si no vamos al cine, podemos ir a la glorieta de Bilbao a Yucatán, allí estaremos tranquilos y podremos charlar, dijo Pedro.

Sin más comentarios empezaron a andar hacia el sitio señalado.

Yucatán es una cafetería larga y estrecha, con una barra a la izquierda, luego, al final hay una escalera y arriba un salón con mesas, que son utilizadas en las tardes frías por parejas y estudiantes o grupos pequeños de amigos.

Pedro es bastante asiduo y suele venir con alguna chica o compañeras del grupo de teatro para leer y memorizar alguna obra
.
Los tres se sentaron en una mesa y pidieron café Vicente y Pedro, Ricardo  un vaso de leche fría.
Bueno, espetó Vicente, ¿qué te ha dicho el médico?

Tengo tres úlceras gastrointestinales, se acabó fumar, beber y comer todo lo que me gusta, además de un montón de medicinas, un jarabe y unos polvos parecidos al bicarbonato.

 El caso es que hay un medicamento que dicen que es muy bueno, pero solamente se puede comprar en Andorra o en Francia, Roter. 

Sí, dijo Pedro, recuerdo que mi padre lo había tomado, creo que se lo traían de Canarias.

Una cosa, dijo Pedro de nuevo, ¿Recordáis a aquella novia mía, Isabel?

Cómo no, dijo Vicente, haciendo un aspaviento nos ponías 40 veces el disco de Charles Aznavour en cada guateque.

Bueno, pues cuando acabó Magisterio la enviaron a un pueblo por la carretera de Cuenca, Morata de Tajuña, yo estuve allí, unos críos me abollaron el 600 con una piedra porque casi atropello a un cerdo que cruzó la calle, pero un cerdo de cuatro patas, bueno, dos y dos jamones.

Pues me dijo Isabel que se había torcido un tobillo y la llevaron a una especie de bruja sanadora por allí y le hizo unas friegas y salió andando de allí como si nada, aquella tipa curaba todo.

¿Por qué no cogemos el coche y vamos de excursión? Por probar no se pierde nada, está a unos treinta y tantos kilómetros.

¿Tú crees que esa mujer sabrá algo de úlceras? Le dijo Ricardo.


 Ni idea, pero nos vamos a pasar una tarde estupenda riéndonos de los hechizos que te hagan, y lo mismo Vicente escribe algún poema y yo estudio al personaje por si algún día hago “Las brujas de Salem”.






domingo, 19 de mayo de 2019

UNA HISTORIA DE AMOR




UNA HISTORIA DE AMOR


Pedro  Fuentes


CAPITULO III


A primeros de Octubre, un año después, el hermano de Toñi le llamó le dijo:

Ricardo, Toñi está en el Clínico, le han detectado un cáncer en el pecho, se lo han cogido demasiado tarde, está en las últimas.

Ricardo salió del trabajo, corrió a Barcelona, fue al Clínico y allí localizó a Toñi, siempre había sido delgada, pero ahora no llegaba ni a los treinta kilos, estaba completamente rapada, sus pecas no eran sino unas manchas cadavéricas, según le dijeron que había perdido la vista y no reconocía a nadie. 

Ricardo le cogió la mano izquierda, que no tenía ningún catéter, le dio un tierno beso en los labios y le dijo: ¡Toñi! , ¡Mi amor!, ¡te quiero!

 Abrió sus ciegos ojos, una leve sonrisa apareció en sus labios  y expiró.

Ricardo apretó su pequeña mano y lloró amargamente como nunca lo había hecho.




FIN

viernes, 10 de mayo de 2019

UNA HISTORIA DE AMOR Capítulo II




UNA HISTORIA DE AMOR


Pedro  Fuentes



CAPITULO II


Al poco tiempo, una semana, Ricardo y Toñi, salían asiduamente, mucho les unía, entre otras cosas, y sobre todo por encima de ellas, estaba el teatro, la gran pasión de los dos, además ambos habían estado integrados en compañías y grupos de teatro amateur.

En la multinacional que trabajaban, había colectivo que se dedicaba a organizar actos de todo tipo en el tiempo libre.

Toñi y Ricardo se propusieron montar una obra de teatro, para lo cual, hicieron un proyecto y lo presentaron a los encargados de las diferentes actividades.

Como ya se presentaba la primavera, decidieron empezar los ensayos en serio para septiembre, con el nuevo curso, la obra era “El baile” de Edgar Neville y la dirigía Ricardo, que ya había montado algunas cosas en Madrid.

El amor los unió y los tremendos celos de Toñi los separaba, además por aquellos tiempos, a Ricardo lo enviaron temporalmente a otra provincia para organizar unos sistemas nuevos de trabajo, así que no podían verse siempre y a todas las horas, solamente los fines de semana y algún día que Ricardo podía escaparse por la tarde para ir a verla, haciendo doscientos kilómetros.

Fue un amor suave, agradable, tierno, especial, los encuentros entre ellos eran fugaces porque no había tiempo para más, los fines de semana del final de la primavera se reunían en algún pueblecito de la Costa Brava, eran felices hasta media hora antes de partir, entonces aparecían los celos de Toñi, era capaz de imaginar todas las traiciones del mundo por parte de Ricardo en esa semana que iba a transcurrir hasta el próximo encuentro.

Cuando se separaban, todo el amor, todos los grandes recuerdos de las horas pasadas se convertían en sinsabores en el corazón de Ricardo y más de una vez pensó en romper la relación por la amargura que le dejaba, luego recapacitaba y se decía que cuando estuviesen juntos para siempre se pasarían.

Por parte de Toñi se convertían las separaciones en planes maquiavélicos para intentar descubrirlo en una traición, pensaba incluso que a veces, cuando tenía que ir a Madrid, por trabajo, se reunía con Mary Paz, cosa imposible, porque además, cuando habló con ella para romper la relación, le sentó tan mal que terminaron fatal, sin posibilidad ni de la amistad que habían tenido antes del noviazgo.

Durante el verano Toñi marchó con sus padres, sus dos hermanas gemelas, de veinte años y un hermano más joven que ella y que estaba acabando Telecomunicaciones a una población del norte de las Costa Brava.

 Ricardo iba bastante por allí, por la tarde, se integró bastante bien con toda la familia, pero con tanta gente, no había nunca un momento de intimidad y luego a la hora de la despedida, generalmente después de cenar, volvía con el amargor de la escena de celos correspondiente, era sospechoso de irse de marcha antes de llegar a su casa.

Cuando Toñi empezó atrabajar, después de las vacaciones, Ricardo, que seguía  trabajando en la otra población, porque le propusieron quedarse allí realizando el trabajo nuevo, vio una oportunidad laboral y se quedó ya que las condiciones eran mejores.

 El primer día que pudo ir a Barcelona, se reunió con Toñi, ella estaba en uno de sus peores días de celos, la escena fue monumental, Ricardo se lo tomo a juerga, que era lo único que le quedaba y le dijo que sí, que él necesitaba tener a cientos de mujeres a su alrededor, que si quería tener un harem, que no sabía qué veían las mujeres en él, que todas se le insinuaban.

Estaban en una cafetería, ella se levantó llorando y se fue, Ricardo pensó que iría hacia el metro, con lo cual saldría detrás de ella y la alcanzaría antes de llegar.

No la vio, la había perdido y luego supo que era para siempre.