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jueves, 29 de julio de 2021

EL AFILADOR (Capítulo XII)

 

EL AFILADOR



Pedro Fuentes



CAPITULO XII





Al día siguiente, a las nueve ya estaban los dos amigos en la zona habilitada en el ayuntamiento como comisaría, cuando llegó José Miguel se reunieron los tres alrededor de la mesa del despacho.

¿Alguna novedad? Dijo Ricardo.

No, ninguna, no ha aparecido el camarero y en la moto no hay más huellas que las suyas, es extraño que la moto estuviese bloqueada, quizás alguien lo recogió en un coche y pensaba volver pronto a buscarla. Dijo José Miguel.

El primero de los citados a declarar fue Rodolfo, lo hicieron pasar una vez que los dos amigos habían pasado a la sala de al lado.

Buenos días, señor comisario.

Siéntese, dijo el policía sin levantar la vista de los papeles que estaba leyendo. ¿Tiene algo que declarar que no nos haya contado? Piénselo bien, no queremos que luego averigüemos algo, ya nos ha ocultado cosas de vital importancia y por su bien más vale que coopere en todo. Aquí tiene la última declaración, léala tranquilamente y si tiene algo que comentar me lo dice.

Rodolfo cogió los folios y los leyó detenidamente, luego dijo: Si, señor comisario, es todo correcto, tuve miedo al ver que conocía a la victima y actué sin pensar. ¿Dónde lo firmo?

Una vez firmada la declaración, José Miguel le dijo:

Puede marcharse, pero es posible que le tengamos que llamar de nuevo.

Una vez fuera Rodolfo, entraron los amigos en el despacho. Un policía les indicó que había llegado el afilador, hicieron la misma táctica que la vez anterior. Salieron al balcón a fumar un cigarrillo, luego entraron de nuevo, se sentaron y llamaron para que pasase el afilador.

Entró el afilador, los nervios los llevaba a flor de piel, como siempre, el despacho estaba iluminado por la luz que entraba por un gran ventanal y el sol entraba directamente e incidía sobre la silla donde lo hicieron sentarse, de espaldas al sol, al otro lado de la mesa, estaba José Miguel, al fondo de la habitación en un punto de semioscuridad, en un sillón se situaron Ricardo y Pedro, donde eran casi invisibles para el interrogado que solamente divisaba de ellos una mancha oscura en contraluz.

El comisario. Con una carpeta en la mano le preguntó a bocajarro:

El día que se descubrió el último cadáver, usted estaba entre los curiosos, ¿Qué hacía allí?

Lo que usted dice, curiosear, vi un montón de gente y quise saber qué había pasado.

Usted va a cada población un día y había estado el día anterior allí.

Si, pero como me quedaron pendientes varias personas volví ese día y como fue al final del pueblo donde me faltó el tiempo, pero no me acerque por allí. Ese día no fui, se aventuró a decir el interrogado.

José Miguel, lentamente, con mucha teatralidad, sacó de la carpeta dos fotos y se las colocó en la mesa al afilador acompañadas de una fuerte palmada al colocarlas.

¿Se encuentra o se lo digo yo?

Si, tiene razón, me había equivocado, no me acordaba, cuando oí en el pueblo me acerqué por curiosidad.

¿Vio a alguien conocido alguno de los dos días?

Si, a varias clientas, al dueño del bar Hamilton y a su camarero.

¿Conoce al camarero? ¿Tiene tratos con él?

¿Quién, yo? No gracias, a mi me gustan las mujeres.

Si, quizás demasiado, tenemos una ficha suya en la que consta una acusación por malos tratos. Después tenemos que su ADN se encontró en la segunda víctima.

Los malos tratos fue la denuncia de mi ex para separarse, siempre dije que era inocente, que me acusaron en falso y nadie me creyó, se autolesionó, yo no le pongo la mano encima a las mujeres para pegarles y con la segunda víctima ya les dije que sí, que estuvimos juntos, pero luego la dejé en el Hamilton con vida.

¿Qué relación tiene con Dominic, el dueño del bar?

Solamente profesional, le afilo los cuchillos y cuando me pilla la hora de la comida cerca voy allí a comer algo, alguna tarde noche voy a tomar algo, de vez en cuando sale algún “planillo” y cuando cae algo, lo aprovecho.

¿En la furgoneta?

Si, como cuando estoy lejos de casa trabajando o en vacaciones la tengo montada como auto caravana, no me gusta ir a las casas de ellas, no sabes nunca lo que te puedes encontrar allí.

Bueno, aquí tiene todas las declaraciones, ahora vendrá un agente y le acompañará hasta otro despacho para que las lea y firme si cree que son correctas.

Entró un agente y acompañó al afilador.

Después de otro cigarrillo en el balcón intercambiando pareceres, volvieron a sus puestos y un agente le avisó de la llegada de Dominic.

Entró éste y el policía le indicó el asiento.

Señor Dominic, usted estuvo como espectador la mañana que descubrieron el tercer cadáver y un testigo ha declarado que en el segundo también. ¿Es verdad?

Si, en el segundo, alguien me lo dijo, creo que Anselmo, el camarero y nos acercamos los dos.

¿Reconoció entonces a la víctima?

No, no la llegué a ver, luego dijeron que no sabían quién era, luego, con la tercera pasó algo semejante pero me acerqué temiendo que fuese alguna chica conocida.

¿Ha vuelto a saber algo de Anselmo?

No, nada, sigo llamando por el móvil y está apagado.

¿Vive con alguien?

No, tiene un pequeño apartamento en la carretera de la costa, me he acercado allí y está todo cerrado y la vecina no lo ha visto ni oído.

Ricardo, desde la semi penumbra le preguntó:

¿Trabajo para usted Michelle alguna vez?

Si, esporádicamente, en verano.

¿La conoció en España?

Si, me vino a pedir trabajo de camarera.

Bueno, dijo el comisario, le llamaremos de nuevo para firmar las declaraciones.

¡Oiga!, yo tengo un negocio que atender y no puedo estar de aquí para allá.

Pues piense que si le encauso por sospechoso va a perder más tiempo detenido.

Puede marcharse hasta que le avisemos.

Salió Domingo y José Miguel dijo:

Vámonos al apartamento de Anselmo, ya he pedido una orden judicial.



miércoles, 21 de julio de 2021

EL AFILADOR Capítulo XI)




EL AFILADOR



Pedro Fuentes



CAPITULO XI





A eso de las 5 de la tarde Ricardo llamó a Pedro y quedaron en verse con José Miguel en la comisaría.

Entró Pedro y le dijo al comisario, ¿Sabes que hay personas en las fotografías que parece que estén en todos los lados?

Si, hay personas que parece que lleguen al lugar del crimen antes que la policía, tenemos que hacer una lista para interrogarles.

Tengo alguna cosa nueva, pero esperaré a que llegue Ricardo.

No pasaron ni tres minutos cuando se presentó en el despacho.

Sentaros que os tengo que decir algo, la primera es que la moto del camarero ha aparecido en la carretera de la costa, estaba en una playa de piedras en donde la carretera pasa justo por encima, se había despeñado, pero el camarero no ha aparecido, la ha encontrado un vecino esta mañana, cuando paseaba al perro, está visto que si tienes perro te ves metido en todos los líos.

He pedido que no toquen nada hasta que le echemos un vistazo, así que ya nos estamos yendo antes de que oscurezca.

Salieron y en el coche oficial se desplazaron hasta el lugar de los hechos, mientras tanto llegaban el policía les dijo:

Hemos identificado a la segunda víctima, la policía rumana nos ha respondido, pero dicen que según sus datos, estaba residencio en Francia, al menos así lo han comunicado unos familiares que viven en Rumanía.

Llegaron a la playa y vieron la moto, estaba tumbada sobre el lado derecho, en medio de las marcas de gasolina derramada, era una scooter de 125 centímetros cúbicos, la rueda trasera estaba reventada y el eje roto, no había sino pequeñas abolladuras, en la carretera no se encontraron marcas de frenos ni ruedas o más bien había muchas rodadas porque allí aparcaban coches para bajar a la playa.

No se encontraron manchas de sangre ni nada que pudiese señalar violencia.

Esta moto no ha caído aquí con el motor en marcha, luego no fue un accidente, es un motor de cuatro tiempos, de gasolina, si hubiese caído en marcha, con la gasolina derramada y la bujía haciendo chispa habría ardido en el noventa y nueve por ciento de los casos, lleva cambio automático y no se abría calado. Además, cosa curiosa, la rueda delantera está bloqueada, luego la moto estaba aparcada y cerrada.

Si hubiese sido el dueño, la moto no estaría bloqueada, no sería tan tonto como para tirarla así. Solamente intentaron esconder la moto, aparcada en la carretera llamaría más la atención.

El propietario ha desaparecido, luego o tiró él la moto para desaparecer o tiraron la moto y lo hicieron desaparecer.

Pedro comentó más bien como un pensamiento en voz alta:

¿Qué hacemos con la foto donde sale él en la reconstrucción del tercer asesinato?

¿Lo descartamos o lo añadimos a la lista de sospechosos?

¿Víctima o verdugo? “That is the question” Dijo Pedro.

Elementary, my dear Watson”. Le contestó Ricardo.

Bueno, bueno, ¿Empezáis a ver algo claro? Dijo el Policía

¿No os parece que pueda ser una casualidad? Lo mismo tenía enemigos, por lo que vimos el otro día, parece que sabe demasiado de todo el mundo.

¿Crees que puede ser un ajuste de cuentas o un intento de chantaje?

Si, yo creo más por un chantaje, dijo Ricardo pero ¿A quien? ¿Quizás conocía al asesino?

Al afilador lo tenía marcadísimo y no le caía bien.

Bueno, primero hay que saber dónde está el camarero, quizás se sintió en peligro y huyó, pero si han acabado con él, ¿Dónde está el cuerpo?

Desde luego aquí no hay rastro de personas ni de sangre, si lo atacaron aquí hay dos incógnitas. La primera que conocía a la persona que se encontró y subió a algún vehículo con él, La segunda que alguien lo hizo subir a un coche.

Hay que encontrar al camarero, vivo o muerto, creo que es la clave de todo, lo malo es que a las mujeres querían que se encontrasen y a este no interesa. Dijo José Miguel.

¿Qué se sabe de la segunda víctima además del nombre y que era rumana? Preguntó Ricardo.

La familia de Rumanía, la única que tenía pensaba que estaba en Francia, al parecer, hace unos cuantos años, antes de entrar en la Unión Europea pidió visado para Francia.

Tenemos pedidos informes a la Gendarmería, todavía no han llegado, pero parece que era bastante relajada de moral y vivió un tiempo con un macarra que la hacía prostituirse.

En España ha estado trabajando en algún bar de alterne y no se le conocía una pareja estable, al identificarla hemos encontrado su vivienda, un pequeño piso en las afueras de este pueblo, últimamente no se le conocía trabajo fijo pero vivía bastante desahogada, a veces tenía alguna chica compartiendo el piso, pero no ahora, que vivía sola y no solía tener o recibir compañía masculina.

Mañana tendremos que empezar otra ronda de interrogatorios, he llamado nuevamente al afilador y al dueño del bar, ¡ah! Y a tu amigo el argentino, luego quiero ir a visitar a los vecinos de las tres víctimas y saldrá una orden de busca y captura del camarero.

Y ahora, por la hora que es podemos ir a cenar a algún sitio.

Cerca de mi casa, dijo Ricardo hay un sitio para tomar pescado fresco, yo invito que este medio día he firmado unos contratos para el verano para pequeñas travesías. Además tenemos que coger a Trouvé que lleva toda la tarde en casa y tiene que salir, donde vamos lo dejan entrar. Si supiesen los antecedentes que tiene, otro gallo cantaría. 

jueves, 15 de julio de 2021

EL AFILADOR (Capítulo X)

 



EL AFILADOR



Pedro Fuentes



CAPITULO X



Salieron los tres de la comisaría y marcharon con el coche de Ricardo, que luego tenía que hacer un recado y además el policía quería llegar sin ser vistos, entraron en el aparcamiento de delante del Hamilton pero no llegaron hasta la puerta, lo dejaron a un lateral sin que se viese por el gran ventanal.

Entraron en el local y buscaron con la mirada por toda la barra, era la hora del medio día, todavía no habían llegado los que iban a comer y ya se habían ido los del desayuno, por lo que el local estaba semi vacío. Detrás de la barra estaban dos chicas que no podían esconder que venían del este de Europa.

Se sentaron en tres taburetes y José Miguel le dijo a la camarera que se acercó:

¿No está Anselmo?

No, hoy no ha venido.

¿Es su día libre?

No, no ha venido, ¿No quieren que les atienda yo?

El comisario sacó la placa y le dijo:

¡Policía! Queremos hablar con Anselmo Fernández, el camarero de aquí.

No, no está, no ha venido hoy, no sé qué ha pasado, pero llamaré al jefe que está de mal humor porque no ha avisado.

Salió deprisa la muchacha y subió por una escalera lateral. Al momento bajó y dijo:

Ahora mismo viene el jefe.

Bajó el hombre que la vez anterior se había cruzado con ellos en la puerta y se presentó.

Buenos, días, si buscan a Anselmo, no ha aparecido, tenía que abrir él pero no ha venido ni avisado, lo he llamado por el móvil y está apagado, hemos ido a su casa y no está, la vecina nos ha dicho que anoche no lo vio ni ha oído ruido, y eso que en cuanto llega a su casa se dedica a oír discos de Sarita Montiel, a la que imita haciendo de travesti.

¿No dijo nada ayer antes de irse ni dejó nota? ¿Suele hacer eso?

No, será todo lo que sea, pero es serio y cumplidor en el trabajo, anoche salió con la moto a la misma hora de siempre, cerramos entre los dos, él salió hacia el norte, por la carretera del interior y yo me fui a mi casa.

Ricardo dijo:

Desde aquí hasta la carretera del la costa hay una buena tirada, ¿Cómo sabe que fue por allí?

Porque yo para ir a mi casa tengo que tirar hasta cerca y él iba delante de mí.

Tendrá que venir por la comisaría a firmar la declaración de todo esto.

Una pregunta, dijo Pedro:

¿De donde es usted?

Español, soy de Barcelona.

Pero el acento que tiene no es de catalán y Dominic tampoco es catalán.

Me llamo Domingo, como usted ya sabe. He estado por todo el mundo, he sido marino mercante, pero ya hace unos años que me establecí aquí.

Hace diecisiete días, cuando apareció la mujer muerta en el pueblo de al lado, la tarde anterior estuvo aquí el afilador, le había afilado los cuchillos y además había quedado aquí con ella, luego, como cosa de hora y media después dice que vinieron los dos, tomaron unas cervezas y ella recogió la moto y se fueron cada uno para un lado, ¿Los vio entonces? Piénselo bien, la moto estaba aquí delante de la puerta principal y es de vital importancia saberlo.

No recuerdo, yo diría que no, además, salvo que haya problemas estoy arriba en mi despacho.

¿Podemos ver el despacho?

Bueno, está algo desordenado, pero si quieren subir pueden hacerlo, acompáñenme.

Subieron los tres, efectivamente estaba bastante desordenado, había una mesa pegada a la ventana por el lado izquierdo, Ricardo se acercó, se sentó en el sillón giratorio y dijo:

Si estaba sentado aquí, solamente con levantar la vista se ve todo el aparcamiento, si llegaron sobre las ocho y medía a nueve, con las luces encendidas porque era de noche los tuvo que ver.

A lo mejor bajé a la barra para algo, contestó.

Desde la barra los vería mejor al entrar, piénseselo bien porque esta tarde, cuando pase por la comisaría tendrá que confirmarlo por escrito.

Salieron a la calle y antes de entrar en el coche vieron como el jefe no perdía detalle desde la ventana.

¡Jo! Yo me retiro y os dejo el puesto a vosotros. Dijo José Miguel, Lleváis el caso como si lo hubieseis hecho toda la vida, espero que no os dé por dedicaros al crimen porque lo íbamos a tener mal para cogeros.

Dejaron a José Miguel en la comisaría y marcharon, después de quedar por la tarde. Pedro cogió su coche y se fue a su casa,

Ricardo había quedado a comer con los gerentes de una agencia de viajes que querían organizar para el verano una serie de charter a Ibiza y a las Columbretes.

sábado, 10 de julio de 2021

EL AFILADOR (Capítulo XX)

 


EL AFILADOR



Pedro Fuentes



CAPITULO XX



A la mañana siguiente, cuando llegaron a la comisaría, José Miguel los estaba esperando, habían llegado informes de Dominic, no eran gran cosa, simplemente que un hombre que correspondía a los datos y con pasaporte español había embarcado en un viejo mercante que partió de Marsella rumbo a la India con un cargamento de cereales, una vez en el destino, se había marchado y no se sabía destino, se pidió información a India y se le había perdido la pista, pero era bastante corriente que un marino dejara un barco y se fuese de tripulante a otro sin ni siquiera salir del puerto, por lo que por lo general no se enterasen las autoridades.

Además había informes de la sangre encontrada en el cuchillo, era humana pero con los sucesivos lavados y detergentes no se sabía el grupo sanguíneo.

Las colillas recogidas en casa de la última víctima, no correspondían a ninguna persona conocida, ni siquiera a la muerta, además, había seis y las seis pertenecían a dos marcas pero ninguna a la misma persona.

En ese momento llamaron al comisario y era un reporte de la policía de Sitges, el camarero no había aparecido por allí, al dueño del piso se le había visto la noche anterior en un club de bastante mala fama con una morena despampanante. Se habían ido luego a la casa de él pero ya no habían salido.

Al oír esto, contado por su amigo le dijo:

Rápido, no perdamos tiempo, vamos a Sitges antes de que vuelen del nido o alguien más se entere.

Corrieron a un coche camuflado y partieron rumbo a Barcelona.

Mientras llegaban, José Miguel avisó a los policías que vigilaban y les dijo que doblaran el control sobre el sospechoso y la morena.

Llegaron a las señas indicadas, preguntaron a los policías y estos les comunicaron que la morena seguía en el piso pero que el dueño había salido con un carro de la compra, un compañero lo estaba siguiendo.

¿Saben si ha entrado alguien más?

Hace tres minutos ha entrado un hombre que parecía no saber muy bien a dónde iba, pero no era ninguno de los sospechosos.

Ricardo cogió a José Miguel por la manga y le dijo:

¡Corre!, sígueme.

El comisario dudó unas décimas de segundo pero inmediatamente corrió tras él.

Ricardo que tenía una buena forma física llegó al tercer piso unos segundos antes, la puerta estaba entreabierta, no se lo pensó dos veces, cargó con el hombro y entró al apartamento, había un pequeño salón, de pie en medio de él una mujer morena se encontraba pegada a la pared y su rostro era una mirada de terror, delante de ella, de espaldas a la puerta, un hombre de anchas espaldas le apuntaba con una pistola. Ricardo, siguiendo la inercias de abrir la puerta, se abalanzó sobre el hombre, que perdió el equilibrio y salió hacia delante. En ese preciso momento sonó un disparo, por la puerta apareció José Miguel y el instinto le hizo sacar la pistola reglamentaria. El hombre de las anchas espaldas cayó al suelo. La mujer morena se revolcaba de dolor, se sujetaba el hombro derecho con las dos manos que estaban manchadas de sangre.

José Miguel desarmó al hombre y le puso las esposas, Ricardo fue a ayudar a la morena y le dijo:

Tranquilo, Anselmo, solo ha sido un rasguño.

Al momento llegaron los dos policías que estaban en misión de vigilancia, el amigo de Anselmo y el policía que lo seguía.

Llamaron a una ambulancia y a un coche policial, José Miguel dio instrucciones para que acompañaran a la víctima al hospital y si le daban el alta después de curarlo que lo llevasen a la comisaría de su pueblo.

La comitiva salió, el comisario pidió permiso a la policía para llevarse al detenido y volvieron.

Pedro le dijo a Ricardo:

¿Cómo lo sospechaste?

Anselmo hace de travesti y por lo visto bastante bien, al decirme que estaba aquí sospeché que lo mismo que lo habíamos encontrado nosotros, también lo podía encontrar Dominic, como así ha sido.

Bueno, Ricardo, dijo José Miguel, caso resuelto, otra medalla para el dúo de sabueso.

No, dijo Pedro, el sabueso es él, yo soy su biógrafo.

No creas, muchas de las pistas me las das tú, claro que sin darte cuenta.

Los tres rieron, pero Ricardo sentenció:

No, el caso no está resuelto, llama a la comisaría y pide que nos reúnan a todos los encausados para cuando lleguemos, pero que no les digan nada.

Al poco rato llamaron diciendo que lo de Anselmo era un ligero arañazo y que lo llevaban a comisaría junto con su amigo también.

Cuando llegaron a la comisaría, todos los encausados estaban sentados en el despacho de José Miguel en semi círculo con la espalda hacia la pared. Cuando entraron con Dominic esposado, lo hicieron sentarse en un extremo, al rato llegó Anselmo y su amigo y los sentaron en el otro extremo, casi de frente a Dominic.

Los dos amigos se sentaron al otro lado de la mesa, de espaldas a la luz que entraba por la ventana, en las dos puertas se apostaron sendos policías de uniforme.

José Miguel dijo:

Como sabéis, y si no lo sabéis, ahora os lo digo, Ricardo os hablará ahora de unas cuantas cosas que sabemos, ya que los dos son colaboradores de la policía.

Voy a empezar por el principio, dijo Ricardo, Hace veinticinco días apareció degollada una mujer, tenía un corte de oreja a oreja en la garganta mortal de necesidad, luego le habían apuñalado repetidas veces pero meros pinchazos, heridas nada graves, una vez estirada en el suelo le arrancaron la blusa para hacer creer que era un maniaco sexual y efectivamente fue algo similar.

Aquella mañana, como tantas otras, la víctima iba a afilar los cuchillos con usted, y señaló al afilador, usted, como siempre, intentaba enrollarse con ella, pero ella no solo no quería sino que además se reía y le tomaba el pelo delante de otras mujeres, tenemos testigos de ello, mientras más la acosaba, ella parecía disfrutar dándole calabazas, como sabía de la costumbre de ella de ir a correr hasta el río, una noche la esperó y la mató, no se deshizo del cuchillo, ¿Dónde iba a estar más escondido un árbol que en el bosque? Lo guardó con tantos como tiene siempre, e incluso es posible que se lo cambiase a cualquiera, incluso a alguna de las otras víctimas, como por ejemplo a la tercera. Como así fue. Luego puso a la víctima como si fuese una agresión sexual y se marchó.

Pero de pronto aparece una segunda víctima, hace 18 días, y qué casualidad, poco antes de morir había mantenido relaciones con usted.

Yo no la maté, gritó el afilador, ya le dije el otro día, estuve con ella, pero consintió, pero luego me marché, en el Hamilton la vieron con vida y yo me fui.

Si, claro, “consintió” quizás eso le salvó la vida, de momento.

Pero usted eligió mal y encima se dejó ver con ella después, claro, qué mérito podía tener si no podía presumir de ella. Por eso fue al Hamilton, deseaba que Anselmo el camarero lo supiese, siempre le estaba diciendo que los que tanto presumían, luego, a la hora de la verdad no se comían una rosca.

Pero fue visto por alguien más, por Dominic, éste, cuando usted se fue, llegaba al bar, se acercó a la mujer y le dijo:

De acuerdo, ven conmigo que te pagaré lo que has pedido, pero luego te marchas y no vuelves más.

¿Qué pasaba? Pues bien sencillo, ella conoció a Dominic en Francia, cuando él ejercía de macarra en un club de Marsella y ella de prostituta, en realidad los dos eran amantes. El, por una cuestión de faldas mató a un policía. Como estaba protegido por la mafia marsellesa le buscaron documentación falsa, se enroló en un barco hacia la India, allí, con su nueva documentación, embarcó en otro barco y desapareció. Con el tiempo llegó a Barcelona y luego, ayudado por la mafia marsellesa le pusieron el Hamilton.

Existe en Francia una orden de busca y captura, cuando le enviemos nota a la Interpol le reclamarán, pero antes tendrá que cumplir pena en España por asesinato con premeditación e intento de asesinato de Anselmo, aquí presente.

Al cabo de unos años apareció, de casualidad por aquí Michelle, Reconoció a Dominic y le pidió trabajo, éste se lo dio, pero ella quería más, le hizo chantaje, usted, en principio dijo que no, pero luego le dio una cantidad no muy grande, al cabo del tiempo fue más lo que pidió, así que Dominic/Domingo, el día que la vio llegar con el afilador se aprovechó de la oportunidad y la llevó al bosquecillo y la mató.

Anselmo, que había estado cerca cuando se reconstruyó el primer crimen le había contado a su jefe cómo había sido y Dominic aprovechó y puso a la víctima como la primera, así, el primer sospechoso sería el primer asesino.

Estuvo bastante cerca de conseguirlo, pero cometió un error, no se dio cuenta de que cuando se fue con ella, fue visto por Anselmo, que había salido del bar a un recado y volvía, cogió la moto y los siguió, no llegó hasta el sitio porque estaba todo bastante solitario, regresó al bar.

Cuando al día siguiente se descubrió el crimen, Anselmo ató cabos. Vio que corría peligro y avisó a su amigo, éste lo esperó en casa vigilando desde el balcón, dejó todo bien recogido y dejó una pista para que la policía pudiese llegar hasta ustedes, Una colilla de Ducados.

Anselmo aparcó la moto un poco antes en la carretera, la cerró y la tiró a la playa de piedras, con la idea de que la policía se daría cuenta y lo buscaría, cuando su amigo lo vio, bajó, cogió su moto que la tenía aparcada fuera y marcharon a Sitges.

Dominic supo que su camarero se había ausentado del trabajo y tardado bastante, pensó que quizás Anselmo sabía algo y empezó a sonsacarle. Tenía la sospecha de que sabía demasiado, cuando Anselmo desapareció ya fue certeza, pero él ya había desaparecido, una de las camareras le dijo que quizás estaba con su amigo, lo localizó y







fue a por él. Nosotros llegamos justo a tiempo, al entrar de golpe en el apartamento falló el tiro y lo hirió ligeramente.

Ya tenemos dos crímenes iguales, pero un sádico se supone que sigue matando y entonces aparece el tercer cadáver, las mismas circunstancias y el mismo tipo de cuchillos, el afilador tiene los días contados, una lo despreció, otra tuvo relaciones con él ¿Y la tercera?

La tercera también murió por culpa de un chantaje. Un buen día se le ocurre que ya está bien de mantener una relación ilícita, que quiere a su hombre para ella sola y para toda la vida.

Su amante aprovecha la ocasión y como sabe las circunstancias de las otras dos muertes, repite la escena del crimen y las pistas y muere la tercera.

El asesino, cuando llega a su casa descubre que ha perdido una gorra de de lana con el escudo del Atlético de Madrid y al día siguiente se dirige al lugar del crimen, pero por el camino se encuentra conmigo, cuando vemos el cadáver, ve él también la gorra y cuando yo me despisto, se acerca al cadáver, está limpia, la recoge y se la pone. No me doy cuenta hasta el día de después del intento del cuarto asesinato, él también se da cuenta de que sospecho, así que decide montarme el numerito, para lo cual se aprovecha de Elisabeth, a la que también conoce, y la vigila, lo mismo que a mi.

En el momento que coincidimos ambos en el final del paseo, él que ya espera, hace su aparición para que yo lo vea, asusta a su amiga y hace ver que el asesino es zurdo, con lo cual piensa que yo, que sé que él es diestro, dejaré de sospechar.

No siempre parecen las cosas lo que son. Si hay tres muertas ¿Por qué no puede haber tres asesinos?

José Miguel se levantó, llamó a los policías que estaba fuera y dijo:

Detengan a esos tres hombres por asesinato e intento de asesinato.

En cuanto a los demás pueden marcharse, están libres de cargos, pero recuerden que serán citados a declarar cuando se celebren los juicios.

Al día siguiente se reunieron los tres amigos para despedirse.

Bueno, dijo José Miguel, os han nombrado agentes honorarios colaboradores con la policía, eso quiere decir que cuando se me tuerza alguna investigación puedo llamaros para que me ayudéis.

En cuanto a la pesca, queda en pie, en cuanto consiga unos días de vacaciones me vendré a pescar con vosotros, mientras tanto, cuidaros y por favor, no os metáis en más líos.



FIN



viernes, 9 de julio de 2021

EL AFILADOR (Capítulo IX)

 

Una vez subsanados los problemas informáticos, volvemos a la normalidad.







EL AFILADOR



Pedro Fuentes



CAPITULO IX



Ya en la comisaría se encontraron con José Miguel, el cual les tenía preparadas un montón de fotografías y los dosier de las tres víctimas.

Id mirando esto mientras viene el afilador.

¿Se hicieron pruebas de ADN de las mujeres primera y segunda?

No, no se hicieron, quisieron hacer todas las averiguaciones a nivel local y están faltos de medios y no tienen la experiencia que tenemos nosotros que hacemos eso cada día.

¿Podríamos descubrir restos de sangre en los casos anteriores con la lámpara de ultravioleta?

Pero no en todos los casos, pese a lo que dicen los del CSI hay productos que las camuflan. Pero lo intentaremos en la medida de nuestras posibilidades.

Al final, con diecisiete policías distintas los criminales nos van a pasar la mano por la cara, terminan estando mejor preparados que nosotros, el clásico “divide y vencerás”

En este caso, los sospechosos no lo saben, así que si les pedimos el ADN para “comparar” a lo mejor le metemos el miedo en el cuerpo a alguno.

Una pregunta, Ricardo, dijo José Miguel

¿Por qué parece que estés más centrado en el caso segundo que en el primero y tercero?

Creo que ahí está la clave, parece un asesinato totalmente diferente a los otros.

Sí, creo que tiene toda la razón del mundo, creo que han intentado copiar los otros dos, cuando identifiquemos la X estará todo resuelto. Dijo Pedro.

¿Y si mientras tanto hay un cuarto difunto o ya lo han cometido y no lo hemos encontrado?

No, José Miguel, dijo Ricardo y continuó, no, estos asesinatos están cometidos en un escaparate, al asesino le interesa que se descubran los cadáveres.

¿Estas fotos son solamente del último asesinato? Me refiero a las de la gente que hay curioseando. Dijo Pedro

Si, de los otros dos hay de las escenas del crimen y del cadáver en cada momento.

Hay personas de las tres poblaciones en ellas, yo llevo bastante tiempo por esta zona y me resultan conocidas y supongo que a Ricardo también.

Si, he tenido esa sensación al mirarlas. Contestó Ricardo.

Creo que algunas sí, pero será más difícil ponerles nombres.

Quizás eso sea más fácil cuando las señaléis, se las pasaremos a la guardia urbana de cada pueblo, ellos están en la calle todos los días y conocen a más gente.

Entró un agente en la población y dijo:

Señor comisario, está aquí el dueño del perro grande y el afilador.

Haga pasar primero al del perro y al otro lo dejaremos esperar un poco, hasta que empiece a ponerse nervioso.

A sus órdenes, señor comisario.

Vosotros dos debíais pasar a la habitación de al lado, por esta otra puerta, podréis oír lo que diga. Dijo el comisario a sus amigos.

Entró Rodolfo y José Miguel lo hizo sentarse. Usted dirá

Mire, señor comisario, hoy he estado paseando el perro en compañía de Ricardo y hemos hablado un poco sobre el tema y él tiene razón, cometí una tontería el otro día cuando me acerqué al cadáver y encima borré las huellas, me asusté mucho, porque sí conocía a la víctima, verá, era una mujer un poco bastante liberal, precisamente aquella tarde, cuando después de comer fui a pasear a Pibe, cerca del río, me encontré con ella, ya la conocía porque salía con un compatriota mío, pero el caso es que venía de correr, se paró conmigo y se estuvo insinuando, no sé lo que hubiese pasado si no estuviese el perro conmigo, me cogió del brazo y se pegó a mi y supongo que alguien nos habría visto, además, también estuvo a mi lado por la mañana cuando fui a afilar varios cuchillos de cocina y unas tijeras.

Querríamos ver esos cuchillos con una linterna especial que indican si hay manchas de sangre, no podemos hacerlo sin orden judicial o permiso de usted, si pedimos permiso al juez, como hay evidencias, nos lo dará, pero si es tan inocente como dice, cosa que no dudamos, suponemos que no tendrá inconveniente en que dos agentes nuestros se acerquen con usted a su casa y hagan la prueba, no tardarán ni cinco minutos.

Lo mismo pasa para poderle tomar una muestra para la prueba de ADN, en principio es totalmente voluntaria salvo que el juez lo considere oportuno, simplemente es cogerle un poco de saliva con un palillo con algodón.

Si, señor comisario, pueden tomar la muestra y revisar los cuchillos, pero ¿Y si hemos cortado carne con alguno de ellos?

No hay problema, las señales no son las mismas. Dicho esto, el policía descolgó el teléfono y apareció un agente en la puerta.

Agente, avise Gómez y García para acompañar a este seños a su casa con la lámpara de ultravioleta y que a la vez le tomen una muestra de saliva para el ADN.

Señor Rodolfo, aunque tarde, ha sido usted inteligente al venir a confesar su error.

Cuando se fue Rodolfo el policía llamó a sus amigos, salieron al balcón y se fumaron unos cigarrillos mientras comentaban la jugada.

Creo que podemos descartar al amigo de Ricardo, si salimos bien de esta os voy a proponer como colaboradores de la policía.

¿Eso quiere decir confidentes? Dijo Pedro riendo.

Cuando terminaron los cigarrillos dijo José Miguel:

Bueno, vamos a ver si ya hemos puesto nervioso al afilador.

Entraron en el despacho y esta vez se quedaron los tres. Llamaron por teléfono e hicieron pasar al afilador que se sentó en una silla frente a los tres amigos.

Bueno, díganos ahora toda la verdad si no quiere meterse en problemas, si no lo está ya.

¿Eran clientes suyas las tres muertas?

Si señor

¿Las había visto y hablado con ellas?

Si, sobre todo con la segunda.

¿Cómo se llamaba?

Se hacía llamar Michelle, pero no era francesa, ella decía que sí pero era rumana o checa.

¿Tuvo relaciones con ella? Díganos la verdad, tenemos medios para averiguarlo.

Bueno, quedé con ella en un bar, ya se lo dije, pero no llegó.

¿Quiere decir que no tuvo relaciones con ella?

No, yo me fui después de esperarle media hora,

Si, y también nos dijo que bebió un café y una cola y salió del bar cargado de coñac y cubata.

Le vamos a hacer una prueba de ADN, bien voluntariamente o lo que es peor por petición del juez, con lo cual tendrá que ser encausado, lo cual quiere decir que le podemos meter entre rejas, usted dirá si colabora o no.

La tal Michel mantuvo relaciones sexuales tres horas antes de su muerte, a esas horas tenía que estar con usted, ¿Fue con usted? Y no me mienta que todo se sabrá.

No, señor comisario, no la vi. Se lo juro, no la vi.

Usted, cuando salió del Hamilton para irse a su casa, vio que llegaba la mujer, dejó su moto allí y se marchó con usted en la furgoneta, se fueron a las afueras, cerca de donde la encontraron y allí estuvieron relajándose.

No es verdad, eso se lo ha tenido que decir el marica del camarero. Siempre que voy al Hamilton me tira los tejos.

¿Accede a hacerse las pruebas de ADN? ¿Quiere un abogado? ¿Conoce a alguno? Está metido en un gran problema y lo tiene difícil.

Si, tiene razón, la vi, pero yo no la maté, estuvimos en la furgoneta, nos pasamos allí como una hora, luego la llevé al Hamilton, pero la moto no era suya, era de una amiga.

Si, me pueden hacer las pruebas del ADN. Yo la dejé el bar a eso de las nueve menos algo, entramos y tomamos una cerveza, el camarero no estaba, nos atendió una chica, ellas se lo pueden confirmar.

José Miguel avisó a un agente y le tomaron muestras de saliva para el ADN, a continuación le dijo: Todo será comprobado, la prueba tardará unos días, ni se le ocurra desaparecer porque lo encontraremos donde sea.

Por cierto, con las otras dos mujeres ¿También tuvo lío?

No señor comisario, le juro que no.

No jure más que ya le hemos pillado en renuncio demasiadas veces y además con las pruebas que tenemos y su ADN como resulte culpable la cadena perpetua no se la quita nadie. Puede marcharse.

Los tres amigos se miraron y dijo José Miguel: Vamos a tomar una cerveza al Hamilton.