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jueves, 17 de junio de 2021

EL AFILADOR (Capítulo VIII)

 

EL  AFILADOR

 

Pedro  Fuentes

 

CAPITULO VIII

 

Cuando llegaron nuevamente a la comisaría se encontraron con uno de los agentes que el comisario había enviado a interrogar al ex marido de la tercera víctima. Este había contado que en las fechas señaladas había ido al pueblo de su actual mujer por enfermedad grave de su madre, habían estado a quinientos cincuenta kilómetros durante tres días, luego él había vuelto, él había regresado la tarde que encontraron el cadáver. Su mujer se quedó cuidando a la enferma. Nada sospechoso, estaba muy compungido ya que mantenía una relación cordial con su ex.

Ricardo le dijo a José Miguel:

Mañana saldré a pasear a Trouvé como cada día, me haré el encontradizo con Rodolfo para ver si le saco algo de la víctima. Después, si no te importa, me gustaría volver a leer los informes y ver todas las fotos con Pedro.

Yo estaré aquí toda la mañana, a las diez estaré en la oficina, tiene que venir el afilador para volver a interrogarlo y quisiera que estuvieseis presentes.

Salieron de allí Ricardo y Pedro con Trouvé y decidieron pasear un rato con el perro, que había estado todo el día entre despachos y restaurante, suerte que el dueño de éste le puso una bandeja con un poco de arroz sobrante con un poco de carne que salió de unas sobras a las que el animal no les hizo ascos.

¿Te fijaste, Pedro que el camarero del Hamilton sabía mucho de todo el mundo? Estoy seguro de que conocía a la segunda víctima. Creo que el Hamilton esconde algo, parece que es un sitio que se frecuenta por más gente de la que aparenta.

Y Rodolfo, qué extraña su actitud, esconde algo y no sé qué es, creo que sí, que efectivamente conocía a la tercera mujer.

¿Será conocido el que mantuvo relaciones sexuales con la mujer X? Es raro que no se haya podido identificar, quizás no sea francesa, el afilador nos podrá decir que tipo de acento tenía. ¿Habrán podido coger muestras para el ADN del amante?

Ambos amigos se intercambiaban las preguntas y Pedro tomaba notas.

Trouvé vagabundeaba todo lo que la correa extensible le permitía, yendo de farolas a árboles, de vez en cuando marcaba alguno y seguía su marcha, si se cruzaba con algún macho se ponía en guardia, en cambio si era hembra, fuese del tamaño que fuese, se estiraba y andaba con más garbo, estiraba la poca cola que tenía y saludaba moviéndola de un lado para otro, viéndolo ni Ricardo se acordaba de lo mal que lo pasó por su culpa y todo el mal que hizo.

El animalito tampoco era consciente de lo que sucedió en su vida anterior hasta que Ricardo y el padre Lázaro lo salvaron.

Llegaron los amigos a la puerta del apartamento de Ricardo, donde estaba la moto de Pedro, quedaron para el día siguiente y Pedro cogió la moto para ir a su casa, tenía dos opciones, una un camino secundario muy poco transitado en esas fechas o la carretera nacional con muchísimo tránsito, aquella tarde noche cogió la carretera para hacer los siete kilómetros que le faltaban para su casa, le dio un poco de miedo el camino, tan oscuro y solitario, no era miedoso, pero no le seducía la idea del camino con lo que estaba pasando.

Al fin llegó a su casa, estaba solo, su mujer había tenido que marchar unos días por asuntos familiares.

Se duchó, luego se preparó un bocadillo y una cerveza y mientras comía se puso a repasar sus notas, luego escribió un rato con el PC y a eso de las diez, llamó a su mujer, le deseó buenas noches y se metió en la cama a leer una novela.

Ricardo cuando llegó a su casa hizo más o menos lo mismo, le puso pienso al perro, se duchó y luego, como no tenía pereza si era en cuestión de comida, se preparó unos huevos fritos con chorizo y patatas y abrió una botella de Rioja, encendió la tele y vio los telediarios.

A la mañana siguiente, a la misma hora de siempre salió a pasear a Trouvé camino del puerto, no llevaba ni diez minutos cuando se encontró con Rodolfo y Pibe, se saludaron como cada día y siguieron paseando juntos mientras hablaban de cualquier cosa menos futbol, Ricardo es enemigo acérrimo del futbol y no le gusta perder ni un segundo en la vida hablando de éste.

En un momento que se produjo el silencio, Ricardo le dijo a Rodolfo ¿Sabes que ya han identificado a la víctima?

Si, ya me he enterado, resulta que es amiga íntima de un compañero de trabajo mío.

Si la conocías, yo creo que debes comentárselo al comisario, si hay algo que no le gusta es que le escondan algo, yo lo conozco porque nos vimos complicados en un problema donde había unos terroristas y es una persona muy seria y buen policía pese a su juventud, mi amigo Pedro, él y yo, desde entonces mantenemos la amistad y como además le ayudamos en alguna investigación, nos aprecia y nos escucha las sugerencias que le hacemos.

Siguieron el paseo y al final de éste, Rodolfo dejó a su perro en casa y se fue a comunicarle a José Miguel lo que me había dicho.

Después de desayunar dejé a Trouvé en casa y me fui a esperar a Pedro, yo tenía que hacer unos recados y me interesaba coger el coche para ir después de la comisaría.

Llegó Pedro y le dije:

Aparca el coche que vamos con el mío.

Así lo hizo y cuando subió al mío me dijo:

He pasado la noche dándole vueltas a alguna cosa y creo que tendríamos que hablar con el camarero y saber qué hizo aquella noche y con el afilador. Hay un par de cosas que no veo claras y además creo que es de vital importancia quien tuvo relaciones con la mujer X y de qué nacionalidad era.

viernes, 11 de junio de 2021

EL AFILADOR (Capítulo VII)

 

 

 EL  AFILADOR


Pedro  Fuentes

 

CAPITULO  VII

 

 

Ricardo que había estado pensativo mientras hablaban Pedro y el policía dijo:

¿Podemos ir a interrogar al camarero del Hamilton?

Si, dijo José Luis podemos ir, de hecho es de vital importancia comprobar la coartada del afilador, luego habría que presionar un poco a Rodolfo, sería además muy importante identificar a la segunda mujer, hemos pedido informes a la Interpol, pero todavía no nos han dicho nada, en cuanto a las dos mujeres, la primera y la tercera, eran una viuda joven que se dedicaba a correr por la zona donde fue encontrada y la otra separada, ambas con pocas amistades y con una vida bastante rutinaria y aburrida.

Antes de salir de la oficina, José Miguel se reunió con su equipo. Todo seguía igual, los datos de la tercera víctima eran similares a las dos anteriores, la misma puñalada mortal, degüello de oreja a oreja de izquierda a derecha, luego siete cuchilladas poco profundas.

 No tenía familia en la población, su ex marido vivía en un pueblo cercano, se contactó con él y dijo que se encargaría de todo, entierro, aviso a los familiares, no tenían hijos y hacía ya más de diez años que estaban separados, él se había vuelto a casar.

Desde el primer momento colaboró con la policía y parecía que tenía una coartada bastante aceptable. Dos agentes habían ido esa misma tarde a interrogarle y todavía no habían llegado. El comisario repartió instrucciones y marchó en su coche hacia el bar del pueblo cercano acompañado de los dos amigos y Trouvé que estaba encantado de estar con gente a la que conocía.

Salieron a la carretera y circularon por ésta durante ocho kilómetros con un tráfico muy espeso de camiones, a la salida de la población siguiente, al costado de la carretera vieron las luces de neón rojas que indicaban el Hamilton, era uno de esos sitios de carretera copia de los bares snack de carretera americana de camioneros a los que la gente va cuando no quieren ser vistos con según qué compañías. Eran las siete menos veinte y la tarde ya empezaba a oscurecer, faltaban unos días para el cambio de horario de verano y el día empezaba a alargarse.

Entraron, en la barra había un camarero de unos treinta y pico, casi cuarenta años, había tres clientes en la barra, en un par de mesas se encontraban una pareja y dos mujeres solas que parecían estar buscando compañía, en otra, más al rincón cuatro hombres jugaban a las cartas.

Buenas tardes, dijo José Miguel mientras sacaba disimuladamente una placa que le indicaba que era policía.

Buscamos a Anselmo Fernández, preguntó al camarero.

Si, yo soy, ¿Qué desean?

Hace quince días, estuvo en este local un hombre. A la vez que decía esto el policía le enseñaba una foto, ¿Se acuerda de él?

Si, es el afilador, viene por aquí a menudo, cuando está en pueblo para afilar, ya se lo he contado varias veces a la policía.

Si, pero quiero que me lo repita de nuevo.

Al medio día vino a comer y a afilar los cuchillos de la cocina, cada vez hace lo mismo. Pero ese día volvió por la tarde.

Entró a las siete menos cinco, antes de sentarse en la barra estuvo mirando por el bar como si buscase a alguien, luego se sentó y me preguntó la hora. Faltan tres minutos para las siete. Estuvo aquí hasta las siete y media, estaba esperando a alguien, me preguntó un par de veces la hora, por eso la sé tan exacta, a las siete y media se marchó, casi chocó con el jefe que llegaba en ese momento.

Ricardo preguntó:

¿Qué bebió?

Primero pidió un carajillo de coñac, a eso de las siete y veinte pidió un cuba libre, se lo puse y unos cacahuetes como es costumbre, se lo tomó poco a poco, hasta la mitad y a las siete y media, antes de irse lo apuró de dos tragos, pagó y se fue.

¿Está seguro de que bebió eso? Inquirió Ricardo, él dice que fue un café y una cola.

Iba en una furgoneta azul oscura, sería para que la policía no le dijese nada, si le hubiesen hecho soplar lo habrían pillado.

¿Cómo sabe tanto de él?

Si, ya le he dicho que viene como cada dos meses, nos afila los cuchillos, aquél día vino a primera hora de la tarde, después de comer, nos afiló los cuchillos como siempre, el jefe lo invitó a un carajillo, por eso sé que casi chocó con él por la tarde.

El jefe lo comentó, me dijo:

Va cargadillo, ni me ha conocido, iba de mala leche, ¿Cómo es que ha vuelto hoy?

No sé, me parece que alguna chica le ha dado plantón.

¿Por qué sabe que le habían dado plantón? Dijo Pedro

Los camareros somos un poco psicólogos, olía a colonia a dos metros, iba recién peinado y además me lo comentó. Dijo: La tía puta esa la próxima vez le va a afilar el cuchillo gratis su padre.

¿Vio en qué dirección se fue? Dijo José Miguel.

No, en ese momento me llamaron las dos chicas que había en la mesa para pedirme otra consumición y no lo vi.

Bueno, por ahora tenemos suficiente, si se acuerda de algo más, dijo el comisario dándole una tarjeta, llámeme.

Ya estaban levantados para salir cuando entró un hombre de unos sesenta años al que el camarero lo saludó con un ¡Hola,  jefe!

Salieron del bar y se metieron en el coche.

 

jueves, 10 de junio de 2021

miércoles, 2 de junio de 2021

EL AFILADOR (Capítulo VI)

 

 

EL  AFILADOR

 

 

Pedro  Fuentes

 

CAPITULO  VI

 

Cuando terminaron de la reconstrucción de los hechos, José Miguel recogió  a Ricardo y  a Pedro con su coche y a los demás les dijo a los agentes que los habían llevado por  la mañana que los devolviesen a sus lugares de origen.

Antes de entrar en el coche dio instrucciones para la tarde y les comunicó a sus compañeros que se verían en la comisaría a las cinco de la tarde.

Una vez en el coche dijo:

Bueno, ¿Dónde me lleváis a comer?

A un restaurante en el puerto donde está mi barco, tomaremos una buena paella y luego iremos al “Solitario” a tomar unos whiskys. Dijo Ricardo.

Bueno, bueno, no tantos que luego hay que trabajar.

¿Tienes los datos de las asesinadas? Edad, estado civil, donde y como las mataron, si se conoce alguna relación entre ellas, con quién se mezclaban, etc. Preguntó Pedro ensimismado y con una mirada ausente.

¡Huy! Te conozco y ya tienes algo entre ceja y ceja.

Si, Ricardo, hay algo que me da vueltas y quisiera confirmarlo lo antes posible, luego querría que fuésemos al bar donde estuvo el “Afilador”, Rodolfo me pareció un buen hombre pero me dio la impresión de que sí conocía a la víctima. Y el “Afilador” un cretino que se debe meter en un montón de líos por su afición a las faldas.

¡Jo! ¡Menudos sabuesos! Dijo José Miguel.

Llegaron al restaurante, al lado del puerto del barco de Ricardo, éste, cliente habitual, había llamado desde el coche por el móvil y ya tenían una mesa para los tres. Trouvé, perro bien educado y que sabe estar, se metió debajo de la mesa, un camarero le puso un cuenco de agua y allí se quedó el animalito.

El propietario y maître del restaurante dijo al verlo: Si por mí fuera prohibiría la entrada a niños mal educados y aceptaría a los perros.

¿Queréis una cervecita mientras hacemos la comanda?

Los tres asintieron y Rafael, el dueño llamó a un camarero y al momento éste apareció con tres cervezas y unas aceitunas.

Bueno, si os parece bien, os puedo traer de primero mientras se hace la paella unos mejillones al vapor y un plato de alcachofas al estilo de la casa, que ahora están en su mejor momento y para beber un buen vino blanco fresquito.

Los tres estaban de acuerdo.

¿Ninguna de las víctimas sufrió agresión sexual? Preguntó Pedro a José Miguel.

No, ninguna, bueno, de la última falta la autopsia, pero parece que tampoco. ¿A las otras también las desnudaron?

Efectivamente, míster Holmes. Pero ahora dejemos el tema que la mesa no es para hablar ni de estos temas ni de trabajo. Dijo José Miguel.

¡Ricardo! ¿Cómo tienes lo del barco? ¿Sigues haciendo charter?

Si, si sale algo lo hago, pero ahora no es el tiempo, mientras tanto me estoy preparando porque desde hace tiempo estoy con la idea de irme a dar la vuelta al mundo en solitario, bueno, con Trouvé.

Al oír su nombre, el animal salió de debajo de la mesa y miró a su amo. Luego, al ver que hablaban de él pero no lo llamaban, tomó un sorbo de agua y volvió a su sitio a los pies de su amo.

Pero eso es peligroso para uno solo, ¿verdad? Dijo el policía

Demasiado peligros y muy duro, yo le aconsejo que no lo haga. Dijo Pedro.

Después de comer se dirigieron al barco, eran las cuatro menos cuarto, siguieron charlando mientras se tomaron un café y un whisky en el barco que estaba impecable de pintura y barnices. A las cinco menos veinte salieron rumbo a la comisaría.

Cuando llegaron lo primero que vieron encima de la mesa fue el informe de la autopsia tres carpetas de informes de las víctimas y un sobre voluminoso lleno de fotografías.

Ricardo que hasta el momento había estado callado, como era por costumbre dijo:

¿Por qué una de las carpetas en lugar de nombre hay una X?

La segunda todavía no ha sido identificada y de eso hace ya quince días. Le contestó el policía.

¿Hay algo característico que asocie a las tres?  ¿Circunstancias personales?

No, Ricardo, no hay nada que las asocie, solamente que son mujeres, todas de mediana edad, pero la primera y la última llevaban zapatillas de deportes  y ambas estaban haciendo footing, la segunda vestía de calle y la ropa no era de por aquí, parece que era francesa por las etiquetas, no era ropa “made in china”

Los tres pueblos en los que se cometieron los asesinatos están en un triangulo de unos ocho kilómetros de lado y en zona en invierno muy deshabitadas y al final de la zona a la que las personas van a correr o a pasear a los perros.

En ninguna había huellas sino de calzado deportivo, diferente en cada caso y marcas corrientes.

En el segundo caso cerca no había huellas, fue cometido en un tiempo muy seco.

Nunca se encontró el arma homicida, pero sí el tipo de muerte, degüello y luego siete puñaladas, con el mismo cuchillo pero no profundas y luego rasgada la ropa, ninguna sufrió abusos.

La segunda había tenido sexo, consentido, unas tres horas antes, pero no se le hicieron pruebas de ADN.

Ricardo seguía con su interrogatorio, mientras Pedro tomaba notas.

José Miguel le dijo a Pedro:

¿No preguntas nada, Pedro?

No, creo que Ricardo va por un camino por el que sabe andar, yo estoy un poco desconcertado, además, ¿Olvidas que Ricardo es el verdadero sabueso? Yo solamente soy el biógrafo y el que le guarda la relación de los hechos para cuando los necesita.

El es el hombre de acción y yo el intelectual.

Desde luego estáis muy compenetrados, ¿Desde cuándo os conocéis?

Bueno, desde aproximadamente los diez años, yo llegué a Madrid más o menos igual que él, teníamos entonces un amigo en común, luego, en la adolescencia este amigo en común digamos que nos acercó. Nos metimos en todos los líos y juergas de la juventud, al final nuestras vidas corrieron por caminos totalmente diferentes y nos volvimos a encontrar, por casualidad hace un poco más de un año, por dos veces, en un cruce de caminos, nos encontramos y no nos reconocimos, y al cabo de dos meses, cuando la aventura de los árabes nos volvimos a encontrar y esta vez ya sabes todo de nosotros, cuando salgamos de ésta, hemos decidido ir a Madrid a ver a Vicente, el amigo común, al que ya tenemos localizado.

Ahora, como vivimos cerca y compartimos la afición por la navegación, nos vamos a menudo a pescar o navegar, por cierto, cuando esto termine, antes de irte a Madrid, tienes que venir con nosotros a pescar algún atún.