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sábado, 25 de febrero de 2012

UNA HISTORIA DE GATOS

Hoy es sábado, ya sé que suelo publicar los viernes, pero he estado fuera y acabo de llegar.

La historia de hoy es de un gato, Mini, y se la dedico a mi hija Marina y a su gato Félix.


MR. HYDE Y EL DR. JEKYLL
Pedro Fuentes
El gato de Luisa, Mini, era un gato tranquilo, como todos los gatos, le gustaba jugar con cualquier cosa o más bien practicaba en un piso su instinto de caza, una pelota era el más divertido de los ratones, solamente había que tocarlo un poquito para que echase a correr y saltar sobre él y cazarlo, un moscardón volando era ejercicio para toda una mañana, cuando estaba solo, porque su ama estaba trabajando y él era el dueño de toda la casa, cuando se cansaba iba a la cocina, bebía un poco de agua, comía algo de pienso si tenía hambre y luego era la hora de que diera el sol en el sofá, allí se echaba a dormitar hasta que se aburría o un moscardón le pasaba cerca con su zumbido.
Un día, ya avanzada la primavera, se dio cuenta de que en la cocina, la puerta del pequeño balcón  que había estaba abierta, salió fuera y vio que desde allí con un pequeño salto, podía pasar, a través de una pequeña cornisa a una terraza llena de plantas y pajarillos que se acercaban,  un paraíso, allí era totalmente feliz,  además, con tantas macetas, el sitio ideal para hacer sus necesidades, sin tener que recurrir a aquel cajón lleno de arena y mal oliente que tenía en su casa.
Cada mañana, cuando su ama se iba y no oía ningún ruido en los pisos de al lado, cuando el sol empezaba a dar, hacía la excursión diaria hasta la terraza nueva, allí estaba hasta que presentía, con ese sexto sentido que tienen los gatos, que su ama estaba al llegar, cruzaba la cornisa y entraba a la casa justo para salir de la cocina y saludar a su dueña.
Luisa que no sabía de las escapadas de Mini, se fue dando cuenta de que el animalito cada día estaba más contento, además, le seguía a todos lados, cuando se ponía en la mesa a comer, Mini no paraba de arrastrarse y refregarse por entre su piernas maullando y runruneando. Los días siguientes saltaba hasta el sofá, de allí pasaba hasta un sillón, corría como un loco hacia su pelota y la perseguía.
Un día persiguiendo una mosca, se subió encima de la mesa, cosa que jamás había hecho y no se le metió en el plato de Luisa de milagro, luego saltó detrás de la mosca y no se estrelló contra el cristal de la puerta del balcón de casualidad.
Al cabo de unos días Luisa empezó a preocuparse, se dio cuenta de que Mini comía poco de su pienso y estaba algo más delgado, pensó que sería debido al ejercicio que hacía. Además, alguna vez  vio que Mini no coordinaba sus movimientos, iba andando y saltaba sobre  sus cuatro patas a la vez como si tuviese hipo.
Se dedicó a estudiarlo, intentaba fijarse en lo que hacía, alguna vez lo encontró en el pasillo apoyado a la pared, llegó a pensar que estaba borracho. Se recorrió toda la casa buscando cualquier bebida, o algo que comiese, incluido detergente, nada, no dejó nada a su alcance, luego por la noche dormía como un vendito, tenía la costumbre de echarse a los pies de la cama e incluso si hacía frío se metía debajo del edredón, estas costumbres no las cambió, pero de vez en cuando le notaba un sueño agitado, como si tuviese pesadillas.
Cuando llegó el primer fin de semana y no tuvo que ir a trabajar, el animal hizo una vida totalmente normal, jugaba lo normal, se tumbaba en el sofá a dormitar, si Luisa se sentaba a ver la televisión se acurrucaba en su regazo, era el gato equilibrado de siempre, era un gato feliz.
Pero llegó el lunes y a las tres y cuarto de la tarde, cuando Luisa llegó de trabajar, Mini había vuelto a las andadas parecía Mr. Hyde y el Dr. Jekyll.
No se lo pensó más, preparó el transportín, metió a Mini dentro, con muchísimo trabajo, cosa extraña porque era un animal muy dócil y esa vez terminó con las manos y muñecas llenas de arañazos, cogió el coche y se fue al veterinario.
Después de un rato de espera en una salita, Mini pareció irse calmando, luego pasó a la consulta  con el veterinario.
Luisa le contó el extraño comportamiento del gato y mientras tanto colocó la jaula encima de la mesa, el veterinario abrió la puerta y sacó al minino, cuando el animal se vio en sus manos, se dio cuenta de quién mandaba allí y le runruneó.
Después de un  breve análisis visual dijo: Este gato ha comido algo extraño, tiene las pupilas dilatadísimas y los latidos de su corazón son muy rápidos pese a su aparente estado de tranquilidad, ¿Puede ser que haya algo a su alcance que coma sin que usted se de cuenta?
Eso pensé al principio, recogí y guardé todo aquello que no fuese su agua y su comida, no hay nada comestible ni parecido a su alcance, todo está guardado en sitios que él no puede abrir.
¿Y dice que solamente le pasa de lunes a viernes cuando está solo?
Si, cuando llego a casa está como una moto, luego se va tranquilizando y se queda tranquilo, salvo de noche que parece que sueñe y dormido y todo pega unos votes tremendos, como si se asustase.
Los fines de semana ¿Está tranquilo?
Si, lo normal, juega con su pelota, me sigue por la casa, intenta jugar con el mocho si friego, luego se tumba en el sofá y allí pasa el día tan tranquilo, como siempre ha hecho desde que  dejó de ser cachorro.
Pues yo no le veo nada anormal salvo lo que le he dicho, le voy a dar un jarabe que es más bien un tranquilizante y purgante, sería conveniente que si vomita recogiese los desechos y me los traiga para analizarlos. De todas formas, intente controlar lo que hace.
Luisa a la vuelta hacia casa iba pensando en lo que le había dicho el veterinario,  no podía imaginar qué le pasaba a Mini, pero de pronto le vino una idea a la cabeza, su amigo Damián llevaba por lo menos un mes dándole la paliza con lo que estaba vendiendo. Damián era un comercial con agencia propia, representaba varios productos, de hecho cuando una fábrica quería introducir un producto en el mercado, recurría a agencias de distribución como la suya y últimamente tenía la exclusiva de un vigilante electrónico para las casas, como  alarma o control de interiores de casa.
Cuando llegó a casa llamó a su amigo Damián y le contó lo que le estaba pasando con el gato pero tampoco quería gastarse ningún dinero más solamente por controlar al gato.
Damián se comportó como un buen amigo y le dijo que aquel fin de semana le instalaría un equipo como si fuese de prueba.
Aquella semana Mini siguió con sus costumbres, vomitó un par de veces pero la primera era la clásica bola de pelo y la siguiente jugos gástricos, Luisa los recogió y se los llevó al veterinario que le dijo que tendría que esperar semana y media.
El sábado a media mañana llegó Damián con una serie de mini cámaras y un receptor tipo vídeo, se pasó el resto de la mañana instalándolas, una en el salón, otra en el pasillo, otra en la habitación grande, otra en la pequeña, una en la cocina y otra en el cuarto de baño, cuando terminó las sintonizo en el receptor y las probaron con el televisor. Era justo la hora de comer y a Luisa le tocó invitar a Damián a comer.
Salieron dejando todo montado y fueron a un restaurante del barrio. Luego volvieron a la casa y comprobaron los movimientos del gato, no pasó nada raro, las cámaras funcionaron correctamente cuando el gato se ponía en la zona de grabación, pero Mini no hizo ningún movimiento extraño ni comió nada que no fuese su comida.
El lunes Luisa conectó las cámaras y se fue al trabajo, durante todo el fin de semana el gato pasó por un gato modelo.
Cuando el lunes a las tres y media llegó Luisa el minino le salió a recibir con aquella cara alegre y feliz de los días de entre semana. Su dueña lo saludó y se fue a conectar la televisión para ver la filmación.
Allí se enteró de parte de la doble vida de Mini, le perdió de vista a la media hora de salir ella, vio como se iba a la terraza de la cocina y desaparecía por el lado derecho y volvía a entrar un cuarto de hora antes de llegar ella y totalmente convertido en Mr Hyde.
Así fue durante toda la semana, el sábado volvió a la serena vida del hogar. Luisa por más que miraba, no sabía qué hacía el gato, porque el punto de la terraza donde saltaba era un ángulo muerto, tendría que llamar a Damián para cambiar alguna cámara. Estaba en esto cuando sonó el timbre del piso, salió a abrir y se encontró con un chico joven, su vecino.
Luisa, ¿Sabes que he encontrado las macetas de mi terraza llenas de caca de gato y un olor apestoso a meados de tu animalito?
No puede ser, si Mini no sale de casa sino para ir al veterinario.
Pues de alguna forma lo hace, ¿Quieres pasar a verlo?
Entraron los dos en el piso de enfrente y ya en el balcón vio Luisa lo que le decía el vecino y desde allí se veía mejor la cornisa. Pero había algo más, en un rincón del balcón Luisa vio unas plantas medio comidas y le dijo ¿Esto también ha sido él?
¡La madre que lo parió! Dijo el vecino, ¡Se me ha comido la mariguana!
FIN

viernes, 17 de febrero de 2012

¡¡¡ LA LUNA LLENA !!!

Hoy termina "El viaje II" el capítulo VI. Ya está en marcha "El viaje III", pero antes de publicarlo habrá una selección de relatos cortos, Os anticipo que hay un poco de todo, pero serán relatos de un solo día, hay alguno que tiene varios capítulos, pero se publicaran juntos.

He estado siguiendo las estadísticas de lectores y la verdad es que estoy contento y agradecido, pero me gustaría que me dijeseis algo aunque sea malo, además os vuelvo a reiterar que me enviaseis alguna historia que os gustaría ver publicada.

Y ahora:



EL VIAJE II

EN BUSCA DE LA PUERTA DEL INFIERNO

CAPITULO VI
A los cinco días, cuando solo faltaban  tres días y horas, recibió Ricardo la llamada del sacerdote, le citaba en el convento  para preparar todo para el día 18.
En cuanto recibió la llamada, cogió el coche y salió para el convento, al perro lo dejó en el apartamento, ya que el sacerdote le había dicho que no era conveniente llevarlo a su presencia antes de la hora señalada, que sería el día 19 a las  04:44, esa era un buena hora, ya que por esas fechas amanece muy temprano, por lo que las horas de peligro eran pocas.
Una vez en el convento, nuevamente en el claustro, hablaron largamente sobre la estrategia a seguir, se desarrollaría todo el exorcismo en el mismo claustro, alrededor del pozo, allí se prepararía todo, Ricardo tendría que llegar como muy pronto a las tres horas, tendría una puerta para llegar al claustro, allí, fuera de la vista estaría el p. Lázaro, con todo preparado, éste daría la orden y todo se pondría en marcha, solamente  ellos dos quedarían allí, ante el peligro, sería a vida o muerte, si fallaba el exorcismo, lo más probable es que no sobreviviesen.
Planearon todo minuciosamente, luego Ricardo marchó a Valencia a comprar una serie de cosas que necesitarían, una vez con ellas marchó a su casa, hizo unos montajes y pasó el resto del día leyendo y buscando informaciones por internet.
A la mañana siguiente volvió al convento y con el sacerdote pasaron todo el día arreglando cosas  y preparándose espiritualmente contra el maligno.
El día 18 a las 15:00 horas dejaron todo preparado para esa noche, Ricardo en el coche  se marchó a su casa, comió y se metió en la cama hasta las 24 horas, cogió a Trouvé, lo puso en el trasportín y se dirigió al convento, eran  las  tres  de la madrugada cuando llegó, antes de entrar sacó al perro con la cadena no fuese a irse y perderse, lo paseó para que hiciese sus necesidades, le puso agua y no quiso beber, ya empezaba a esta algo raro, gruñía y estaba nervioso como el día que le atacó en el barco. A las 04:30 horas entró en el claustro y cerró la puerta con la llave que había preparada, el p. Lázaro no estaba allí todavía, entraría en el último minuto por la puerta del refectorio, el resto de los frailes estarían en la capilla contigua al refectorio en oración por el buen hacer del exorcismo.
Una vez dentro, Ricardo se dirigió al brocal del pozo que estaba tapado con una madera a manera de trampilla, una cadena de un buen grosor  rodeaba el pozo y pasaba por la polea, en el extremo había unos grilletes que sujetarían al perro por el cuello, el pecho y anterior a los cuartos traseros. Una vez atado el animal, Ricardo se situó al lado de la puerta del refectorio por donde entraría el sacerdote, allí habían instalado un cuadro de mandos y varios artilugios, necesarios para cada momento.
Eran las cuatro y cuarenta horas cuando el P. Lázaro vestido con una casulla blanca, la estola del  mismo color, en una mano el acetre con agua bendita y el  isopo, en la otra mano el libro de los exorcismos señalados los puntos correspondientes con cintas de varios colores.
Una vez dentro pasó el acetre a Ricardo y cerró la puerta. Ricardo se acercó con él y puso el recipiente en un taburete al lado del sacerdote y volvió rápidamente a la puerta. Ya de reojo vio como el animal se iba transformando en Cancerbero, cuando llegó a la puerta cerrada, lo que vio le hizo temblar.
El perro con sus tres cabezas,  rugía, ladraba, mordía la cadena, rascaba la trampilla del pozo, de su  boca salía espuma blanca  y fuego, sus dientes parecían puntas de flecha blancas tremendamente grandes.
El sacerdote, que parecía rejuvenecido y poseído por una fuerza sobrehumana, abrió el libro y empezó a decirle, más que decirle, le lanzaba órdenes, Ricardo no entendía nada, de vez en cuando oía palabras como  Satanás,  espíritu maligno, va de retro, vuelve a las tinieblas, el resto eran palabras en latín que salían de su boca como flechas hacia el demonio, éste parecía enfurecerse cada vez más, estaba casi a punto de deshacerse de las cadenas cuando Ricardo recibió la señal del sacerdote.
Tiró de una palanca y la trampilla del pozo de abrió y el maligno cayó hacia dentro unos cinco metros como habían calculado, la respuesta fue que una nube y un rayo de fuego salieron por la boca del pozo, a continuación como una transformación de entre el fuego y el humo apareció una figura humanoide, de unos dos metros de alto, envuelta en una capa y quedó flotando encima del pozo con el humo tapándole los pies, la cara estaba desprovista de piel ,  era una faz totalmente muscular. Con una voz gutural, que más bien parecía sacada del pozo gritó:
¡Nos volvemos a ver!, mi estratagema ha sido buena, sabía que él te traería a mí, esta vez no te me escaparás, te llevaré al averno, cinco veces me dejaste en ridículo, pero ahora serás mío por toda la eternidad.
No  son cinco, serán seis porque el Señor es mi pastor y nada puedes contra El ni contra nuestra Fe le contestó el sacerdote e hizo una señal a Ricardo. Este encendió cuatro focos situados en cada uno de los cedros y el centro del pozo quedó convertido en una cruz luminosa y en el centro del haz luminoso, justo encima de la cabeza del monstruo apareció un holograma con la Santa Faz.
 Ricardo, con una cruz de tea ardiendo, apareció camino del pozo y Lázaro, abriendo el libro empezó a lanzarle exorcismos. Satán tapó su cara con la capa dijo: ¡No!, ¡más no!, ¡no puedo seguir!, ¡me marcho pero volveré!
 ¡No!, no volverás hasta que el Señor nuestro Dios te llame el día del Juicio Final para entregarte a aquellos que no tienen la señal del Padre como rezan los Libros Sagrados.
El diablo desapareció en el pozo y se hizo el silencio, en medio de aquel silencio de pronto se oyó el gemir delicado de Trouvé desde dentro, se acercaron a la boca del pozo, Ricardo cogió uno de los focos, iluminó y allí estaba el perrillo mirando angustiado como si no hubiese pasado nada, recogió Ricardo la cadena, cogió al animal con las dos manos y lo levantó hasta ponerlo delante de la luna llena y no pasó nada.
De dentro de la capilla salieron los siete frailes del convento y cogidos de la mano como si fueran unos chiquillos se pusieron  a dar vueltas al pozo riendo y cantando.
Ricardo, al lado del Padre Lázaro le dijo:
Lo del truco del holograma no lo sabía ¿Cómo lo hizo?
Yo no lo hice, pensé que lo habías hecho tú, era la Santa Faz que hay en el convento de las Franciscanas Clarisas que hay en Alicante.
FIN


viernes, 10 de febrero de 2012

EN BUSCA DE LA PUERTA DEL INFIERNO - CAPITULO V -

Un día más en el blog, cuando lo creé no pensé que me hiciese pasar el tiempo tan rápidamente, había escrito unos cuantos relatos y otros los tenía en boceto, pero a medida que pasa el tiempo, las historias tienen que ir aumentando porque de pronto puedes tener una crisis y pasas algunas semanas sin poder escribir.

Dicen que cuando llegan las Musas, te tienen que encontrar trabajando, bueno, vale, pero es que llega un momento que te pasas el día leyendo, escribiendo notas, escuchando música, oyendo historias y nada, las Musas de vacaciones, pero bueno, a veces, cuando llega esa hora de la noche que ya se te ha pasado el sueño y encima estás oyendo un tema musical que te inspira, empiezas a escribir y cuando te das cuenta te viene la perrita a buscar porque ha llegado la hora de sacarla a pasear, entonces de pronto te encuentras con una historia, un paseo recibiendo en la cara el aire fresco de la mañana y un amanecer en el mar. El resto del día vas como un fantasma, pero ha merecido la pena.

Y ahora el capítulo V.

EL VIAJE II

EN BUSCA DE LA PUERTA DEL INFIERNO

CAPITULO V
Ya en el apartamento, se dedicó a buscar la dirección del convento donde estaba el p. Lázaro, era un antiguo monasterio, en el que había una pequeña representación de monjes de clausura, no se encontraba lejos de allí, así que decidió, al día siguiente marchar hasta allí para localizar al sacerdote y ver qué se podría hacer el caso que le ocupaba.
Quedaban diez días para la luna llena, cogió el coche y se dirigió al convento. Llegó a él y llamó a la puerta. Salió a recibirle un hermano de unos sesenta años, de baja estatura, pelo blanco, abundante y bien cortado.
Buenos días, vengo buscando al padre Lázaro, traigo esta carta para él y otra para el superior, mire, son éstas, tenga y por favor, se las entrega al superior.
Mientras me dan contestación, le esperaré aquí, si no le importa, dijo Ricardo.
El hermano cogió las dos cartas y sin mediar palabra cerró la puerta dejando fuera al visitante y se le oyó como sus pasos se perdían en el interior. Al cabo de media hora apareció de nuevo y le dijo que pasase al día siguiente, ya que el superior tendría que preparar al sacerdote para la visita.
Ricardo, contrariado marchó hacia el coche, el miedo se apoderó de él al pensar que ya solamente quedarían nueve días.
Al día siguiente, a primera hora de la mañana volvió al convento, el hermano le franqueó la puerta y lo llevó a presencia del superior.
Buenos días, ya he leído la carta y también la del p. Lázaro, he hablado con él y le ha reconocido por el nombre, le ha alegrado la visita, así que le está esperando, creo que un buen sitio para que puedan charlar tranquilamente es el claustro, así que lo llamaré y lo llevaré allí, antes le acompañaré a usted allí para que lo espere.
Ricardo pasó al claustro, éste era muy amplio, rodeado de arcos apuntados, gótico, del siglo XIV, con un pozo de extraordinaria belleza en el centro y rodeado por cuatro cipreses que indicaban los puntos cardinales y unos cuidados jardines con césped, parterres de flores  y un seto de boj alrededor, haciendo cuatro círculos entre los cedros y equidistantes entre el seto principal y la línea imaginaria que unía los cedros. El día era claro y caluroso pero allí dentro estaba fresco y se respiraba esa paz que se siente solamente en los cementerios y los conventos.
El padre Lázaro apareció por la puerta que conducía al refectorio acompañado por el superior, se acercaron y se dieron la mano con fuerza y cariño. El p. Lázaro, pese a sus ochenta y tantos años, seguía siendo una persona fuerte, algo más delgado pero erguido y en su cara no se veían arrugas fuertes, era una faz relajada, ojos grandes y nariz puntiaguda.
Se fue el superior y al quedarse solos los dos, se sonrieron y el sacerdote dijo:
Bien, hijo, ya he leído la carta del padre Hidalgo, lo que tú sientes en esas pesadillas, ¿No será que te has alejado de Dios y ves el gran peligro que corres?
No, padre, he tenido que decir alguna pequeña mentira para poder venir, el problema es más grave que todo eso, es una larga historia. Ricardo le contó con pelos y señales todo lo ocurrido desde que Lara llegó al barco.
El cura cambió la expresión de su cara, ya no era ni relajada ni sonriente, parecía que le hubiesen echado diez años encima.
Cuando Ricardo terminó la historia el padre le dijo: ¿Sabes qué es todo esto? El maléfico te ha elegido para conducirle a mí, Satán es más listo de lo que parece, tiene unos poderes extraordinarios, no me ha podido localizar porque no he vuelto a pensar en él, y mi estado ha sido de gracia desde que vine aquí, pero la última vez que lo eché de un ser humano, juró vengarse y llevarme con él, ahora sabe donde estoy y para librarme de él, tengo que acabar enviándolo al infierno, así que necesito unos días para prepararme, además, no puedo hacer un exorcismo sin permiso de mis superiores y no sé si me lo van a dar porque en el fondo piensan que estoy loco, dame tu teléfono y te llamaré, tú también tienes que colaborar. Tenemos que aprovechar la luna llena, tiene que actuar a través del perro y será en la primera luna llena. Mientras tanto, tú tienes que estar también en estado de gracia, así que tendrás que volver al redil y arrepentirte de todos tus actos antes del día.
Si, padre, así será, pero hay una cosa, solamente quedan ocho días y doce horas para la luna llena.

viernes, 3 de febrero de 2012

EN BUSCA DE LA PUERTA DEL INFIERNO

Bueno, bueno, bueno, otra vez viernes y con la nieve a cuestas, hoy aquí no hacía ni frio ni calor, 0 grados, y la gente por la calle, cuando salí a pasear a la caniche "Linda" iba tapada hasta las orejas, las personas con las que me he parado a hablar, se quejaban del frio tan atroz y yo me he acordado de Georgina, nuetra amiga de "elviajedeltortuga" que ahora estará con su gato aproximadamente a unos -14º
¡Animo Georgina! que la marmota ha dicho que quedan "solamente" unas seis semanas de invierno.

Bueno, y ahora el capítulo IV de "El viaje II"



EL VIAJE II
EN BUSCA DE LA PUERTA DEL INFIERNO

CAPITULO IV
A las ocho cincuenta y cinco de la mañana entró por la puerta principal del colegio donde pasó parte de su infancia y juventud.
Llegó hasta el portero y le dijo:
El padre Hidalgo me está esperando.
Sí, ya me lo ha dicho, sígame, por favor, le contestó.
Y lo llevó hasta el despacho del director, que era el mismo de siempre, ahora el colegio le parecía viejísimo, pero bien conservado, unos techos altísimos y arcos que acortaban visualmente el pasillo.
 Pasaron por la puerta de sala de profesores, sala de estudio, capilla, enfermería y al fondo, a la derecha el despacho, con el nombre en la puerta,  P.  Hidalgo  –DIRECTOR-.  El portero llamó dos veces con los nudillos y empezó a abrir mientras le decían desde dentro ¡Adelante!
Al tiempo que entraba Ricardo, el p. Hidalgo se levantó, le alargó la mano y con la mano izquierda le cogió el brazo derecho a Ricardo.
¡Muchacho, Ricardo! ¡Cuánto tiempo! Me alegro de verte.
Ricardo lo miró y vio que tenía la misma cara, alto, fuerte,  con aquellas gafas oscuras de concha que no se quitaba nunca y que los muchachos  habían imaginado miles de historias de porqué las llevaba, desde que eran para esconderse hasta que servían para vigilar sin ser visto en los exámenes.
Ricardo no sabía qué hacer, qué pretexto darle, al final decidió contarle parte de la realidad, que tenía un sueño que se repetía casi cada noche y era la aparición de Cancerbero que le atacaba y se despertaba asustado envuelto en sudor frío y a veces con fiebre, luego le venía a la mente la imagen del p. Lázaro y las conversaciones que tenía con él cuando era su confesor y pensaba que querría verlo y charlar con él.
Bueno, el p. Lázaro ya sabes que es un sacerdote que estuvo autorizado por el Obispado para hacer exorcismos y de hecho hizo varios y siempre con gran éxito, al final, creemos que por culpa de la tensión cayó en una profunda depresión, decía que Satán había jurado vengarse de él  por las veces que lo había ridiculizado, que tenía que esconderse de él, como no tenía más familia que nosotros y quería volver por su tierra, acepto de muy buen agrado retirarse a vivir sus últimos días en un convento en la parte de Valencia.
Y allí está con sus ochenta y cinco años, paseando, rezando y preparándose para cuando Dios lo llame.
Cuando recibí tu correo, lo consulté con el psiquiatra que lo llevó aquí y me dijo que no sabía, pero que si la persona que lo iba a ver era de su confianza, que lo mismo le hacía un bien, así que le consulté a él y me dijo  que te diera la dirección, pero antes, ¡cuéntame! ¿Qué es de tu vida? Según me explicaste en el correo vives en un barco y te dedicas a llevar turistas, bueno, si es lo que te gusta y disfrutas con ello, adelante. ¿Te casaste? ¿Tienes hijos?
No, padre, sigo soltero y sin compromiso, una vez estuve a punto de casarme pero ella murió,  además, acuérdese que cuando vine a este colegio me mandó mi hermana que era mi única familia y como no tenía hijos me trató como tal, pero yo ya era monaguillo en mi pueblo y mi vida ha ido bastante encarrilada al lado de la Iglesia, luego hubo un tiempo que sufrí una grave crisis cuando murió ni novia y ahora soy un católico poco practicante. Quizás ahora el padre Lázaro me arregle un poco.
La charla duró casi media mañana, luego el sacerdote le dio la dirección del convento y le escribió una nota de su puño y letra para el superior de la orden del convento y para el padre Lázaro.
Salió Ricardo del colegio y se dirigió la  estación del Ave, cerró el billete de vuelta, comió algo mientras esperaba la salida, llamó a Herminia que le dijo que todo iba bien y que Trouvé era un encanto, que se lo quedaría para siempre. Montó en el primer AVE  que salía para Valencia, se puso los cascos, eligió música clásica, puso el respaldo inclinado y durmió hasta casi su destino. Quedaban once días.