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jueves, 17 de octubre de 2013

y no estaba muerta (Capítulo II)

¡NUEVO CAPITULO!
Hoy publico el segundo capítulo de este relato que quizás encoja el corazón a más de uno.
Espero que os guste y tenga tanta o más aceptación que el primero.

Y Ahora................

Y NO ESTABA MUERTA

Pedro Fuentes

Capítulo  II

¿Qué ha pasado? No recuerdo nada, de pronto he sentido como un gran golpe que me nubla la vista, estoy como flotando, no me duele nada, pero pienso que no debo moverme, solamente siento que estoy inmóvil, boca abajo, del lateral derecho de mi cabeza noto como un líquido viscoso y caliente me inunda un ojo.
Me quedo totalmente inmóvil, quiero analizar qué me pasa, todo es una nube negra que no me deja ni ver ni sentir, pero allá, en algún lado de la lejanía veo un pequeño punto blanco, como a veces se ve en el centro de la pantalla del televisor cuando lo apagas, pero éste al contrario, va creciendo, se acerca a mí, lo inunda todo, no es un punto, es como un tubo que se ensancha, es como un túnel que me absorbe, que me atrae hacia el fondo, donde hay un  gran resplandor blanco, voy flotando hacia él, pero ya no siento sino una paz, una tranquilidad, me viene a la memoria cuando me operaron, al principio tenía frío e incluso pedí una manta, luego notaba como no podía decir nada e incluso los números que iba contando como me dijeron, se alejaban de mí y cada vez me costaba más decirlos, pero entonces no ví ni la luz ni el túnel, ahora flotaba, era como una nube que La Luz aspiraba.
De pronto me encontré parada por algo, noté que alguien me sujetaba por la mano derecha, más bien por la muñeca, el resplandor pereció un poco más sombrío.
Algo me sujetó con más fuerza, noté que me abrían un ojo, me pincharon unas cuantas veces, mi cuerpo empezaba a dolerme terriblemente, el hombro, la cabeza, la cadera, sin embargo las piernas no las sentía, me pusieron algo en la cara de lo que salía un aire fresco que me entraba por la boca y la nariz y hacía fuerza para llegar hasta mis pulmones.
Otra vez empezaba a sentir calma, poco a poco notaba que me dormía en un agradable sueño reparador, caí en un sopor  en el que ya no recordaba nada, me dormí como cuando era niña y mi madre me contaba cuentos, quería oírlos pero la voz desaparecía.
No recuerdo nada de lo que pasó, al cabo de un rato, para mí un suspiro, empecé a oír voces a mi alrededor, eran voces extrañas que hablaban de vendas, gasas, goteros, todo palabras de hospital y de médicos, una vez oí a una mujer que decía:
Pobrecilla, ¿Qué le ha pasado?
Ha tenido un accidente doméstico o su marido que la ha querido matar.
Por favor, no digas esas cosas, que te puede oír.
No, qué va, está en coma, suerte tendrá si se salva.
Aquellas frases me martilleaban en la cabeza, de pronto empecé a tener un vago recuerdo de lo pasado, estaba arreglando una habitación cuando sonó el teléfono, le grité a mi marido:
¡Ramón! ¡El teléfono!
 Pero nadie contestó, salí de la habitación para bajar hasta el recibidor y coger la llamada.
Tropecé con algo, quizás una alfombra, caí de bruces sobre la barandilla, reboté y caí sobre el hombro contra el primer escalón, intenté agarrarme a la barandilla y rodé de espaldas con la cabeza para abajo, fue un golpe seco y muy fuerte, giré sobre mi cabeza y di una vuelta de campana, y otra, y otra y llegué al suelo del recibidor.
Ahora me encontraba inmóvil en una cama, no veía nada, intenté abrir los ojos y no pude, quise mover un dedo, tampoco lo logré.
Noté como alguien acariciaba mis dedos, era la misma voz que me había retenido cuando marchaba hacia La Luz. Me decía que me curaría, quise sonreírle, pero tampoco pude. Noté el roce de algo sobre mi mejilla y después nuevamente el silencio salvo aquellas voces lejanas que a veces se acercaban y tocaban algo a mí alrededor.
En medio de esos recuerdos y hechos, dormía o no sentía nada en absoluto.
De vez en cuando venía la voz del hombre que me acariciaba la mano y me decía cosas bonitas.
Quería agradecerlas abriendo un ojo, o una sonrisa, o simplemente mover un dedo, pero no podía.
A veces sentía cómo los médicos se acercaban y decían cosas que no entendía. Venían y me cogían los brazos y las piernas uno a uno, levantaban mis miembros y los dejaban caer, otros me pinchaban en la planta de los pies, también golpeaban suavemente codos y rodillas, yo quería moverme, decirles que sí sentía, pero no podía, luego, a veces, cerca de mí comentaban que no tenía movilidad, que no había ningún síntoma de nada, otras veces hablaban cuando se alejaban, alguna vez me abrían el ojo, enfocaban con una linterna y me hablaban:
 ¡Gertrudis!, ¡Gertrudis!, ¿Nos oyes? ¡Abre un ojo!, ¡Mueve un dedo!, ¡Respira más fuerte!, ¿Puedes llorar?
Yo intentaba todo, les hubiese dicho que sí sentía, que les oía, que lloraría aunque fuese porque no sabía qué me pasaba.
Cuando sentía algún comentario de ellos, todos eran del mismo estilo:
No siente nada, no oye, no responde a los estímulos.
Y yo quería gritar, llorar, patalear, cualquier cosa que dijese que solamente dormía. En mi interior habitaba la locura, notaba como si a veces mi boca se llenase de un líquido salado, luego me parecía que lloraba, pero ellos no sentían.
De vez en cuando venía la voz que me acariciaba, empezó a contarme cosas que yo recordaba vagamente, me hablaba de sitios que yo creía haber visto, de barcos, de aviones, de bodas, de él y de mí, pero no podía responder.
Después de varias visitas comprendí que era Ramón, mi marido, pero una vez alguien a mi lado había dicho que quizás intentó matarme, eso me machacaba en el cerebro, pero Ramón no haría eso, él me quería y yo a él.
No sé cómo pasaba el tiempo, de pronto no oía nada o me notaba con gente a mi alrededor hablaba, pero era incapaz de saber qué pasaba entre ruidos y conversación y otros, el tiempo parecía no existir, todo parecía suceder en el mismo espacio y cada cosa encadenada a lo anterior, no parecía dormir, no soñaba, solamente me agolpaban en la cabeza palabras, recuerdos de los que me hablaba Ramón, pero todo sin sentido ni orden.
Una vez oí que me trasladarían a planta y ver si evolucionaba, que las heridas cicatrizaban bien.
Me habían operado de todo lo operable y no había ninguna causa para que siguiese sin responder a los estímulos.

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