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miércoles, 28 de mayo de 2025

EL AFILADOR (Capítulo XVII)

 

EL AFILADOR



Pedro Fuentes

CAPÍTULO XVII



               Ricardo aquella tarde le preguntó al comisario una vez en el despacho:

               ¿Podríamos revisar el apartamento del camarero?

               ¿Qué esperas encontrar?

               No lo sé, pero hay algo extraño, no veo por qué la moto estaba en la playa, parece como si fuese algún mensaje, no creo que desde allí se llevaran al camarero salvo que fuese a la fuerza y no había ninguna señal de violencia, la moto estaba en la carretera muy bien aparcada y la tiraron a la playa o la tiraron a la playa muy bien cerrada para indicarnos algo.

               ¿En qué te fundas? Preguntó José Miguel.

               ¿Te has dado cuenta de que la puerta del jardín donde vive el camarero está a 250 metros de donde estaba la moto?

               Si alguien lo hubiese recogido allí era porque lo conocía bien. Entonces le hubiese indicado que iba a dejar la moto guardada.

               Si hubiese desconfiado de él, no aceptaría y habría habido violencia.

               Si hubiese sido un desconocido tampoco abandonaría la moto tan cerca de su casa y a punto para ser robada o algo por el estilo, recuerda que es cuidadoso en grado sumo.

               Posiblemente deja la moto allí para indicar que desaparece e indica a la policía algo, por ejemplo que desaparece con urgencia, luego alguien o algo le amenaza.

               La moto aparece en la playa por varias razones:

               La primera, la tira él para indicar algo. No creo, ya lo hace dejando la moto allí cerrada, además, no tiene sentido con lo cuidadoso que es.

               La segunda, quien lo persigue, viendo que lo ha perdido, cabreado tira la moto, posible, pero no creo que se arriesgue a que alguien lo vea tirar la moto y lo identifique.

               Tercero, deja la moto, fuera del jardín, cerrada y con sumo cuidado para decirnos que no le ha pasado nada. A lo largo de la tarde noche y la mañana siguiente pasa uno o varios gamberros, como no la pueden robar la tiran a la playa.

               En su casa está el coche, lo podría coger, pero su vecina se enteraría y lo veía salir de nuevo.

               Nos está diciendo que ha desaparecido voluntariamente y que alguien lo recogió.

               ¿Recordáis la colilla que había en el cenicero del balcón?

               Si, dijo Pedro, era de Ducados. Se recogió para hacerle pruebas de ADN.

               Vale, no era de él, no fumaba.

               ¿Cómo lo sabes? Dijo el policía.

               Una de las veces que entró en la comisaría nosotros habíamos ido al balcón a fumar, aunque no lo quieras algo de humo entraría en el despacho. Cuando él entró, puso la cara desagradable que ponen los ex fumadores. Aborrecen el olor a tabaco. ¿Verdad, Pedro?

               Pero si Pedro fuma, dijo José Miguel.

               Si, dijo Pedro, pero mi mujer dejó de fumar y pone la misma cara cuando yo llego con olor a tabaco.

               Hay que saber quien estuvo en el apartamento aquella tarde y luego lo esperó o lo recogió de la carretera, la vecina seguro que lo vio y lo conoce de vista.

               Necesitamos saber el resultado del ADN del cigarrillo, no creo que diga nada pero puede corroborar una sospecha o al contrario, decirnos que es falsa.

               La vecina nos puede decir algo del acompañante o amigo del camarero. Pero no nos olvidemos del afilador, es el sospechoso número uno, también está tu amigo argentino. Si descubrimos la identidad del dueño del bar, es posible que lo podamos incluir o excluir, mientras tanto habrá que dejarlo en el purgatorio. Y bueno, en principio el camarero es el que ha desaparecido creando pruebas falsas.

               ¿Y el hombre de anoche? Dijo Pedro.

               Es posible que fuese alguien desconocido hasta ahora y quisiese crear pruebas falsas para inculpar a alguien.

               Tal vez, dijo el policía, el aviso no vino a la mujer ni a todos nosotros, tú, Ricardo, has hecho preguntas muy incisivas a todos los sospechosos, lo mismo la actuación iba para ti, te pudo ver paseando con el perro y adelantarte con la moto y esperarte en el bosque, luego llega la mujer y la asusta, sale corriendo con la moto y esperará a otra ocasión. Lo cual quiere decir que estás señalado y corres un serio peligro, una persona que ha matado a por lo menos tres personas, no se va a quedar ahí si se siente acorralado. No olvidemos tampoco que el camarero puede estar muerto y lo de la moto ha sido un montaje.

               Un agente pidió permiso y entró en el despacho.

               Con su permiso, señor comisario, han llegado los resultados del ADN de la colilla, no coincide con ninguno de los conocidos.

               ¿Se sabe algo de Dominic alias Domingo o al revés?

               No, en principio no embarcó en ningún barco español como tripulante legalmente.

               Solicitó un pasaporte hace cuatro años, anteriormente no se sabe todavía porque no estaba informatizado, se están consultando archivos en Barcelona y en la Comunidad Valenciana que es donde ha residido desde hace unos seis años, según el padrón municipal. Por cierto, ha residido en Barcelona, pero tampoco es de allí, en de un pueblo pequeñísimo del norte de Huesca.

               Seguramente dirá que es de Barcelona por darse importancia, ya he conocido gente así creen que eso les da algo de postín. Simplemente complejos de inferioridad, dijo Pedro con una sonrisa sarcástica.

               Si, dijo Ricardo, lo mismo en lugar de Domingo se llama Lunes.

               Los tres amigos rieron mientras el agente salió de la habitación.

               Bueno, dijo José Miguel, ya tengo preparado todo para investigar en el apartamento del camarero, luego volveremos por el Hamilton.

jueves, 22 de mayo de 2025

EL AFILADOQR (Capítulo XVI)

 

EL AFILADOR



Pedro Fuentes

CAPITULO XVI



               Al día siguiente Ricardo fue a recoger a Pedro y se dirigieron a la comisaría, pero antes, mientras le contaba lo sucedido el día anterior.

               Antes de ir a ver a José Miguel, vamos a ver en par de sitios donde sospecho que pudiese estar la moto.

               Ricardo se dirigió por la carretera de la costa y fue parando por todos aquellos sitios en los que pasa justo por el borde del mar o hay playa como en la que apareció la moto del camarero, no dio resultado, así que se dirigió a un puente que pasa la carretera general por encima, siguiendo la riera hacia arriba, ahora sin agua, andando recorrieron como cosa de mil metros, allí era utilizado por la gente para deshacerse de cualquier cosa vieja y por donde ahora iban negros que se dedicaban a recoger chatarra para venderla.

               Allí, debajo de unos cuantos hierros y un somier encontró la moto a la que previamente le habían prendido fuego.

               Desde allí mismo llamó al policía y le dijo: José Miguel, he encontrado la moto, estoy en el sitio. Le indicó el lugar y a los diez minutos apareció con dos especialistas en huellas.

               Efectivamente era la moto, o más bien lo que quedaba de ella.

               Las muestras de barro pegado a las ruedas y radios coincidían con el barro del bosque y además encontraron los restos de los cables de las luces cortados, de huellas dactilares u otras huellas no había.

               Si seguís buscando por aquí seguramente encontrareis restos de ropa y calzado quemados.

               José Miguel no dejaba de sorprenderse y al fin le dijo a Ricardo: Voy a tenerte que poner en la lista de sospechosos, sabes demasiado, tanto casi como el asesino.

               Pedro, que no dejaba de tomar notas le dijo: De aquí me va a salir una novela, lo malo es que nadie se va a creer las aventuras de éste y señaló a Ricardo.

               Ya sabes lo que yo he dicho siempre, “la cabeza se ha hecho para pensar, no para separar las orejas” Como dijo Hércules Poirot “hay que usar la materia gris”

               Bueno, bueno, son puras deducciones que han tenido suerte, dijo José Miguel riendo y dándole una palmada en la espalda a su amigo.

               Cuando terminaron allí era ya casi el medio día, por lo que marcharon a comisaría para esperar a la mujer de la noche anterior y ver si se acordaba de algo más.

               ¿Cuál crees que debe ser el próximo paso? Dijo el comisario.

               Yo esperaría los informes de la Interpol y trataría de encontrar al camarero, vivo o muerto. También hay que saber si el afilador estuvo en el pueblo.

               Una vez en comisaría, encontraron que ya había llegado el informe de Interpol, negativo, por ese nombre no aparecía nada del tal Dominic o Domingo, lo cual podía ser por dos motivos, o no estuvo nunca en Francia o si estuvo sería con otra documentación, se seguían analizando las huellas dactilares y en principio, si no tenía antecedentes no se podría detectar nada, en cuanto a ADN, era una técnica muy moderna y no existían archivo todavía, salvo delitos muy graves y muy recientes.

               El policía contrariado comentó a sus amigos:

               Hay que averiguar más, o su identidad actual es falsa o entró en Francia con otra documentación.

               Dijo que había sido marino mercante, quizás por ahí se podría buscar algo, tanto en Francia como en España, aquí, en el Ministerio de Fomento, que es a donde pertenece la Marina Mercante, estamos todos los marinos profesionales o deportivos inscritos, comentó Ricardo.

             Entraremos por ese lado, dijo José Miguel.

               Al poco rato llegó la mujer atacada el día anterior. Un policía le hizo pasar al despacho.

               El comisario le indicó un asiento y le preguntó:

               ¿Señora o señorita?

               Señorita, respondió Elisabeth, soy divorciada, mi marido era inglés también, vive en un pueblo de la provincia de Valencia, yo me establecí aquí cuando el divorcio, hace quince años, monté una pequeña tienda de ropa para niños, no me va mal y vivo tranquila.

               Cuéntenos qué pasó anoche.

               Cuando cerré la tienda, que se me había hecho más tarde de lo normal, me cambié, me puse el chándal y las zapatillas, como sabe, vivo al principio del paseo, cuando pasé por mi casa, dejé el bolso allí, porque llevaba algo de dinero, cogí un botellín de agua y salí a correr hasta el final del paseo, normalmente al llegar a los primeros árboles me doy la vuelta, pero ayer me encontraba con ganas de correr, porque no me había movido en todo el día y me adentré un poco más, me dio la impresión de que alguien se movía detrás del árbol más grande que hay allí, pero como no temía nada, pensé que serían cosas mías. Luego, dos pasos más adelante, fue cuando me salió el hombre aquél.

               ¿Cómo sabe que era un hombre? Dijo Ricardo.

               No, no lo sé, lo supuse porque era alto y corpulento, más que las mujeres, por lo general.

               ¿Habló o dijo algo?

               No, creo que no, sin embargo si hizo mucho ruido y al yo gritar, salió corriendo en dirección contraria.

               ¿Le vio la cara?

               No, ya le he dicho que no, llevaba un pasamontañas y una especie de chándal oscuro, no lo pude ver muy bien porque no había casi luz.

               ¿Tuvo miedo?

               No, en realidad me asustó al verlo de improviso delante de mí con el cuchillo.

               Usted parece muy detallista, dijo Ricardo, ¿Se fijó como llevaba el cuchillo?

               Por favor, póngase de pie y mire de hacer lo que hizo el atacante. Dijo José Miguel ofreciéndole una regla de unos cuarenta centímetros que había en la mesa.

               La mujer cogió la regla con su mano izquierda y la empuñó a modo de cuchillo de arriba abajo.

               ¿Es usted zurda? Dijo Ricardo.

               No señor, soy diestra.

               ¿Está segura de que cogió el cuchillo de arriba a abajo?

               Si, lo vi al contraluz y si hubiese cogido el cuchillo de abajo para arriba no lo hubiese visto brillar con la luz de la luna.

               ¿Qué pasó luego?

               Me sorprendí porque no esperaba aquella reacción, pareció asustarse él de mí. Dio media vuelta y salió corriendo, no vi ninguna moto, me encontré con usted y es cuando me derrumbé, hasta entonces, salvo el susto que me dio no tuve verdadero miedo, en realidad no creo que mi vida corriese peligro.

               ¿Cree que salió corriendo cuando me vio detrás de usted?

               No porque yo lo vi a usted después de correr por lo menos quince pasos y él ya había desaparecido cuando yo empecé a correr.

               Muy bien, señorita Elisabeth, nos ha sido de una gran ayuda, si no le importa tendrá que pasar en otro momento a firmar la declaración, ahora a la salida un compañero le tomará todos los datos y el teléfono, si se acordase de algo más, por favor avísenos.

               Una vez se hubo marchado, los tres amigos se dirigieron a comer, mientras Ricardo decía:

               Ya lo tengo claro.

               ¿Qué tienes claro? Dijo Pedro ¿Ya sabes quién es el asesino?

               No, hombre, el asesino no sé quien es, pero ya se descubrirá él solo, lo que pasa es que si se mete la policía por medio (y tú perdona, dijo señalando a José Miguel) espantan la caza antes de que lleguemos los cazadores.

               Ya te he dicho que a la hora de la acción nos dejes a nosotros, no te puedes poner en peligro ni interponerte a la labor de la policía.

               Vale, pero como no sabéis qué hay que cazar, haré de perdiguero y os pondré la pieza a tiro.

jueves, 15 de mayo de 2025

EL AFILADOR (Capítulo XV)

 

EL AFILADOR



Pedro Fuentes

CAPITULO XV

 

               Ricardo llegó a su casa, recogió a Trouvé y se fue a pasear por el conocido paseo “La ruta del colesterol” donde habían encontrado el tercer cadáver.

               Ordenando sus ideas no se dio cuenta de que estaba casi en el bosquecillo al lado del río, cabizbajo y pensativo, iba intentando recordar todos los detalles del día del crimen y no se dio ni cuenta de que llegaba a la última farola, al lado del bosque y que la bombilla estaba fundida, ya empezaba a entrar la noche cuando de pronto oyó in grito y vio una figura que corría hacia él, era una mujer que lloraba y gritaba, se tiró en sus brazos y entre llantos e hipos le contó que le había salido de detrás de un árbol una figura de hombre, encapuchado y con un cuchillo en su mano.

                Ricardo puso la correa de Trouvé en manos de la mujer, le dio el teléfono móvil y le dijo: ¡Llame a la policía! ¡No se mueva de aquí, no pasará nada!

                Dicho esto se internó en el bosque corriendo en la dirección que le indicó la mujer.

               La valentía de Ricardo se confunde con la imprudencia, y le hace ser más decidido de lo que en realidad es.

               Después de una carreta de unos treinta metros en la que a cada momento sentía pánico cuando las ramas le golpeaban en la cara y el pecho, sintió el petardeo de una moto que arrancaba y desaparecía en dirección contraria con las luces apagadas.

               Volvió sobre sus pasos y llegó a donde estaba la mujer, sentada en el suelo llorando y Trouvé la observaba inclinando la cabeza hacia el ladeo derecho como signo de curiosidad. A lo lejos, al otro extremo del paseo aparecieron dos luces azules que se aproximaban mientras sonaban las sirenas.

               Cuando llegaron los dos coches, del primero bajó el comisario y tres policías, del otro cinco agentes más.

               ¿Qué ha pasado? Dijo José Miguel.

               La mujer intentó hablar y no le salió sino un suspiro lastimero.

               Cuando yo he llegado al bosque salió corriendo de él, lloraba y gritaba, decía que le había salido al paso un hombre encapuchado y con un cuchillo en la mano, salí corriendo hacia él pero fue demasiado tarde, una moto, sin ninguna luz salió a toda marcha en la otra dirección.

               El policía se dirigió a los agentes y les dijo:

               Llamad que venga todo el mundo de la comisaría y con linternas buscad cualquier huella o rastro que haya dejado el hombre y la moto.

               Y tú, Ricardo, ¿Qué te ha pasado? ¿Te has peleado con un gato? Y dicho esto se acercó al maletero de uno de los coches y sacó una toalla y una botella con agua. Anda, lávate la cara que la llevas llena de arañazos.

               Si, ha sido de correr por entre las ramas.

               ¿Viste la moto?

               No, pero por el petardeo era una moto de trial o motocrós.

               ¿Y qué pensabas? ¿Pelearte con él? Si es lo que pienso ha matado por lo menos a tres personas, va armado con un cuchillo de grandes dimensiones, que además sabe utilizar y tú decides machacarlo con tu limpias manos.

               De acuerdo que nos estás sirviendo de una gran ayuda, pero la acción nos la dejas a las fuerzas del orden, que para eso estamos.

               Dicho esto, le dio a la mujer un vaso con agua de otra botella y le dijo:

               Bueno, ¿Estás más tranquila?

               Era una mujer de unos cuarenta años, rubia, alta y de aspecto extranjero.

               Si, ya estoy mejor, dijo con un cierto acento inglés. Me llamo Elisabeth.

               ¿Qué hacía por aquí sola y a estas horas?

               Vengo cada tarde a correr, hoy se me ha hecho un poco tarde.

               ¿No sabe que aquí mataron a una mujer el otro día?

               ¿Vio al hombre que le atacó?

               No, al principio me pareció que alguien se movía detrás de un árbol, luego me salió al paso unos tres metros delante de mí y levantó el cuchillo amenazador, yo me di la vuelta y empecé a gritar y correr. Pero el hombre y no pareció seguirme.

               ¿Cómo sabe que era un hombre?

               No lo sé, era alto y corpulento, llevaba un pasa montañas oscuro y no le vi la cara, supongo que era un hombre por el físico.

               ¿Podría indicarnos detrás de qué árbol estaba?

               Sí, creo que sí.

               Pues vamos. Se volvió a sus hombres y les dijo:

               No os acerquéis que hay que estudiar las huellas.

               Se dirigieron al lugar y como allí estaba húmedo todavía se vieron las huellas, que fueron estudiadas, fotografiadas y hecho moldes de escayola además de las de la moto que había estado tumbada en el suelo tapada con ramas.

               Bueno, dijo José Miguel, ahora la acompañaremos a su casa en coche ¿Vive sola?

               Sí, vivo sola al otro lado del paseo.

               Bueno, le pondremos una pareja de agentes que vigilen su domicilio.

               Por favor, no lo comente con nadie, mañana tendrá que venir por la comisaría a firmar la declaración. ¿Trabaja?

               Sí, tengo una tienda de ropa de niños.

               Bueno, pues venga cuando cierre al medio día, ¿Le va bien?

               Si, perfecto, allí estaré.

               Dio las órdenes oportunas para que dos agentes la acompañasen y montaran la guardia hasta que más tarde los fuesen a sustituir.

               Luego, después de patearse de nuevo, sin ningún resultado positivo salvo las huellas de zapatos y moto, volvieron a la comisaría, Ricardo y el comisario se fueron en otro coche.

               La próxima vez, antes de actuar, esperas a que lleguemos nosotros, ¿Entendido?

               Perfectamente, ha sido una imprudencia por mi parte, pero ya sabes que soy así.

               Ya he dado orden de buscar la moto, lo extraño es lo de las luces, salen de fábrica para que se enciendan según se ponen en marcha.

               Salvo que alguien corte dos cables, respondió Ricardo. Esas motos son muy características y ningún asesino va a utilizar la suya para cometer un crimen, y recuerda que en los anteriores no había moto, esto ha sido un simulacro, el autor sabía que iba a dejar una testigo.

               Explícate, “Poirot” Dijo el policía.

               Elemental, querido “Watson” Las veces anteriores no necesitaba moto porque no iba a dejar testigos, la moto es robada las tres veces anteriores atacó por detrás, esta le salió a la víctima tres metros por delante, cuando ésta huye, no le persigue. Está diciendo:

               ¡Eh! ¡Soy el asesino de mujeres! ¡Seguiré matando cuando quiera! ¡Huye y cuéntalo!

               Seguro que el afilador ha estado hoy en el pueblo.

               ¿A qué te has dedicado en esta vida, Ricardo?

               A muchas cosas, pero sobre todo a sentarme y observar a las gentes, he hecho de todo en esta vida, pero no hay nada como observar al género humano.

 

jueves, 8 de mayo de 2025

EL AFILADOR (Capítulo XIV)

 

EL AFILADOR



Pedro Fuentes



CAPITULO XIV

               El apartamento estaba en un bloque bastante alto y a unos seiscientos metros del paseo por el que pasaba la carretera de la playa, por donde apareció la moto de Anselmo.

               Era un pequeño apartamento de una habitación y una cocina americana con un saloncito y una terraza bastante grande para lo que era la vivienda.

               El ex marido estaba esperando, guardaba unas llaves que su ex le había dejado por si ocurría algo.

               Una vez en el apartamento, no encontraron nada de particular, éste estaba bastante desordenado, en el fregadero reposaban un par de platos y cubiertos sin lavar, en la cocina, se encontraba una cazuela con un guiso ya echado a perder. Todo lo demás estaba más o menos en orden. Los policías que los acompañaron, expertos en pruebas, examinaron todo y recogieron alguna cosa que pudiese indicarles ADN o pruebas de terceros.

               Algo llamó la atención de Ricardo encima del mueble del comedor, se acercó, cogió una foto en la mano y llamó a los dos amigos.

               ¡Mirad! ¿Veis la foto bien?

               Si, dijo José Miguel, es ella con un perro.

               ¿Sabe si este era su perro?

               No, No ha tenido nunca perro, cuando vivía conmigo imposible, les tengo alergia.

               Este perro es Pibe, dijo Ricardo.

               ¿Estás seguro?

               Veo a Pibe cada día, es inconfundible, los que entendemos de perros sabemos que no hay dos iguales.

               ¿Sabe si vivía sola o tenía alguna relación? Preguntó el policía.

               No, no lo sé, alguien me había comentado que a veces la habían visto acompañada pero no por una persona habitual.

               Ya sabe cómo es la gente, cuando hay una separación te vienen con comentarios para ver si reaccionas de alguna forma rara.

               Si hubiese tenido una pareja estable, ella misma me lo habría comentado.

               Bueno, dijo el comisario, no parece que podamos encontrar nada, hablaré con el juez para informarle y seguramente le llamaré la semana que viene o la otra para que puedan vaciar el apartamento.

               ¿Sabe si hay testamento o algún seguro de vida?

               No, no hay nada de eso, de hecho yo era la única persona que tenía en el mundo.

               Hemos recogido varias cosas para pruebas de ADN, cabellos, colillas que había en los ceniceros, y nos llevamos también esta foto, esperamos devolverla lo antes posible.

               Se despidieron y los policías se metieron en un coche y los amigos en otro.

               ¿Dijo el forense a qué hora ocurrió el asesinato? Preguntó Ricardo.

               Si, entre las 21 y las 22.

               ¿Había cenado ya?

               No, no había cenado, no tenía más restos de digestión que una bebida isotónica que iba tomando mientras corría y que se encontró medio vacía cerca del cuerpo.

                ¿Y no hubo señales de lucha?

               Si, pero muy poca, el asesino debía estar agazapado por entre los matorrales y la sorprendió y rebanó el cuello sin ningún forcejeo, no le dio tiempo ni a gritar.

               O sea, fue una persona fuerte y alta, le debió salir por detrás, la levantó por la cintura y le cortó el cuello de izquierda a derecha. ¿Había huellas de él?

               Si, unas zapatillas de deporte corrientes de la talla 43.

               ¿Iguales en los tres casos?

               No lo sabemos seguro, los dos primeros asesinatos ocurrieron con el suelo muy seco.

               ¿A dónde quieres ir a parar? Dijo José Miguel.

               Bueno, en principio el asesino no era mujer, primero porque las mujeres no utilizan el cuchillo para matar.

               El asesino es alto, fuerte y sabe manejar el cuchillo, ya que lo empuñó de dentro a fuera, si hubiese sido al revés no la podría degollar como lo hizo, sería seguramente un cuchillo de unos treinta centímetros de hoja y muy afilado, cosa que ya habrán dicho el forense y los especialistas y al ser por detrás, seguramente no se manchó de sangre ni los zapatos. Pero si el brazo izquierdo, con el que tenía rodeado el cuerpo de la mujer.

               No me extrañaría que hubiese pertenecido a algún comando especial.

               ¿Y? Dijo el Pedro.

               Que podremos empezar a eliminar sospechosos, Ya que no hay pruebas, quizás sea más fácil eliminar sospechosos que buscar asesinos, por lo menos mientras no haya pruebas.

               No creo que tenga en su poder una prenda tipo anorak que por mucho que la lave siempre quedarán huellas de sangre y seguro que tampoco tendrá las zapatillas que se manchó de barro. Pero quizás sería bueno buscar por contenedores ropas de ese tipo o cenizas.

               Volveremos a los alrededores del tercer crimen pero ya hicimos una buena batida y no apareció nada.

               ¡José Miguel! ¿Podrías pedir informes de todos los sospechosos?

               Esta hecho, ninguno de los sospechosos tiene antecedentes, faltan de Domingo, alias Dominic, los hemos pedido a la Interpol.

               Más de las seis de la tarde cuando los amigos decidieron queda para el día siguiente.

               ¡Pedro! Me voy a pasear a Trouvé y a darle vueltas al asunto, ¿Te vienes? Dijo Ricardo.

               No, tengo los artículos atrasados y además quiero pasar a limpio todos los apuntes.

               Nos veremos mañana.

jueves, 1 de mayo de 2025

EL AFIILADOR (Capítilo XIII)

 

EL AFILADOR


Pedro Fuentes

 

CAPITULO XIII

              El apartamento de Anselmo, en la carretera de la costa, dentro de un recinto de seis casas adosadas, con un pequeño jardín, en los bajos, por delante está la puerta del garaje y por detrás, con unas escaleras para cada dos apartamento, el de Anselmo es el segundo de la derecha, tiene una cocina americana y una habitación doble y otra muy pequeña.

               El policía, junto con sus dos amigos y tres agentes más se desplazaron allí, primero llamaron a la puerta, al no contestar, llamaron a la vecina del lado derecho, ésta abrió la puerta, a las preguntas del policía, le comunicó que la noche en que desapareció el inquilino, no ha oído ni visto a nadie en la vivienda.

               José Miguel le comunicó que iban a entrar, que tenían una orden judicial y que el administrador de la finca tenía llaves por si ocurría cualquier emergencia y que se las había dejado para permitirles la entrada sin causar destrozos.

               Una vez dentro, no observaron nada raro, todo estaba en orden, la cama hecha y todo limpio y reluciente, en un cenicero en el balcón había una colilla de un cigarrillo negro, en el cubo de la basura, la bolsa estaba totalmente vacía, por lo que supusieron que se llevó la basura la última vez que salió.

               Ricardo se acercó a la casa de la vecina y le preguntó:

               ¿Dónde tiran ustedes la basura?

               A la salida del recinto, a mano derecha hay unos contenedores, en verano los vacían cada día y ahora cada tres días, precisamente han pasado esta mañana.

               De todas las formas, se acercó a los contenedores, estaban casi vacíos.

               En el resto de la casa no encontraron nada sospechoso salvo tres papelinas conteniendo coca debajo de la bandeja de los cubiertos en un cajón de la cocina.

               Bajaron al garaje, allí estaba un utilitario bastante nuevo, propiedad de Anselmo y en la pared del fondo unas estanterías metálicas en las que se depositaban cajas de trastos, libros y un equipo de submarinismo, traje de neopreno, aletas, gafas, tubo y un fusil.

               En el coche no había rastro de nada raro, estaba recién limpio y estaba como todo, sin una mota de polvo.

               A la hora de irse, Ricardo volvió a preguntarle a la vecina que merodeaba por el jardín:

               ¿ Sabe si Anselmo tiene una señora para la limpieza?

               No, ninguna, es muy cuidadoso y siempre, bueno, cuando está en casa, hace la limpieza y cocina.

               ¿Tiene muchas visitas?

               No, muy pocas, alguna vez viene algún amigo, pero son muy discretos, no se oyen ni voces. Cuando hace buen tiempo se sienta en el balcón y lee o escucha música, pero a un volumen que no molesta a nadie.

               Se marcharon todos y se llevaron en varias bolsas de plástico pequeñas la colilla encontrada en el balcón, varios cabellos encontrados en el cuarto de baño y las papelinas de la droga.

               Creo que no hay duda, no ha desaparecido por propia iniciativa, dijo Ricardo.

               ¿En qué te fundas? Dijo José Miguel.

               No parece que falte ropa ni nada, en moto no se fue y el coche lo tiene en el garaje, andando este lugar está lejos de cualquier sitio y si hubiese venido alguien a recogerlo, la vecina, con lo cotilla que es lo sabría.

               ¡Bravo! Menudo sabueso. Dijo su amigo Pedro.

               Pues yo no veo nada claro. Dijo José Miguel. Y pistas no hay ninguna, ni tan siquiera indicios razonables, le podríamos apretar las clavijas al afilador y ver si canta, pero creo que ese tiene muchas tablas y aunque parezca nervioso, domina la situación, y tampoco le podemos acusar de nada.

               ¿Ha llegado el ex marido de la tercera víctima? Preguntó Pedro.

               Si, ha llegado, vino por la comisaría en cuanto llegó, estaba muy apesadumbrado, mantenía una relación lejana pero aceptable con ella, nos ha dicho que ella no tiene familiares y que él se encargaría de todo cuando el forense y el juez den los permisos, la van a incinerar. Precisamente he quedado con él por si queremos hacer una inspección al apartamento que tenía alquilado antes de tocar nada y vaciarlo.

               Precisamente ahora lo voy a llamar para ir para allí. Dicho esto José Miguel cogió el móvil y llamó, se puso de acuerdo con el ex marido y salieron hacia allí, el apartamento quedaba bastante cerca, solamente había que cruzar tres calles, además era bastante cerca de donde apareció asesinada.

 


jueves, 24 de abril de 2025

EL AFILADOR (Capítulo XII)

 

EL AFILADOR

Pedro Fuentes

CAPITULO XII

               Al día siguiente, a las nueve ya estaban los dos amigos en la zona habilitada en el ayuntamiento como comisaría, cuando llegó José Miguel se reunieron los tres alrededor de la mesa del despacho.

               ¿Alguna novedad? Dijo Ricardo.

               No, ninguna, no ha aparecido el camarero y en la moto no hay más huellas que las suyas, es extraño que la moto estuviese bloqueada, quizás alguien lo recogió en un coche y pensaba volver pronto a buscarla. Dijo José Miguel.

               El primero de los citados a declarar fue Rodolfo, lo hicieron pasar una vez que los dos amigos habían pasado a la sala de al lado.

               Buenos días, señor comisario.

               Siéntese, dijo el policía sin levantar la vista de los papeles que estaba leyendo. ¿Tiene algo que declarar que no nos haya contado? Piénselo bien, no queremos que luego averigüemos algo, ya nos ha ocultado cosas de vital importancia y por su bien más vale que coopere en todo.               

              Aquí tiene la última declaración, léala tranquilamente y si tiene algo que comentar me lo dice.

               Rodolfo cogió los folios y los leyó detenidamente, luego dijo: Si, señor comisario, es todo correcto, tuve miedo al ver que conocía a la victima y actué sin pensar. ¿Dónde lo firmo?

               Una vez firmada la declaración, José Miguel le dijo:

               Puede marcharse, pero es posible que le tengamos que llamar de nuevo.

               Una vez fuera Rodolfo, entraron los amigos en el despacho. Un policía les indicó que había llegado el afilador, hicieron la misma táctica que la vez anterior. Salieron al balcón a fumar un cigarrillo, luego entraron de nuevo, se sentaron y llamaron para que pasase el afilador.

               Entró el afilador, los nervios los llevaba a flor de piel, como siempre, el despacho estaba iluminado por la luz que entraba por un gran ventanal y el sol entraba directamente e incidía sobre la silla donde lo hicieron sentarse, de espaldas al sol, al otro lado de la mesa, estaba José Miguel, al fondo de la habitación en un punto de semioscuridad, en un sillón se situaron Ricardo y Pedro, donde eran casi invisibles para el interrogado que solamente divisaba de ellos una mancha oscura en contraluz.

               El comisario. Con una carpeta en la mano le preguntó a bocajarro:

               El día que se descubrió el último cadáver, usted estaba entre los curiosos, ¿Qué hacía allí?

               Lo que usted dice, curiosear, vi un montón de gente y quise saber qué había pasado.

               Usted va a cada población un día y había estado el día anterior allí.

               Si, pero como me quedaron pendientes varias personas volví ese día y como fue al final del pueblo donde me faltó el tiempo, pero no me acerque por allí. Ese día no fui, se aventuró a decir el interrogado.

               José Miguel, lentamente, con mucha teatralidad, sacó de la carpeta dos fotos y se las colocó en la mesa al afilador acompañadas de una fuerte palmada al colocarlas.

               ¿Se encuentra o se lo digo yo?

               Si, tiene razón, me había equivocado, no me acordaba, cuando oí en el pueblo me acerqué por curiosidad.

               ¿Vio a alguien conocido alguno de los dos días?

               Si, a varias clientas, al dueño del bar Hamilton y a su camarero.

               ¿Conoce al camarero? ¿Tiene tratos con él?

               ¿Quién, yo? No gracias, a mi me gustan las mujeres.

               Si, quizás demasiado, tenemos una ficha suya en la que consta una acusación por malos tratos. Después tenemos que su ADN se encontró en la segunda víctima.

               Los malos tratos fue la denuncia de mi ex para separarse, siempre dije que era inocente, que me acusaron en falso y nadie me creyó, se autolesionó, yo no le pongo la mano encima a las mujeres para pegarles y con la segunda víctima ya les dije que sí, que estuvimos juntos, pero luego la dejé en el Hamilton con vida.

               ¿Qué relación tiene con Dominic, el dueño del bar?

               Solamente profesional, le afilo los cuchillos y cuando me pilla la hora de la comida cerca voy allí a comer algo, alguna tarde noche voy a tomar algo, de vez en cuando sale algún “planillo” y cuando cae algo, lo aprovecho.

               ¿En la furgoneta?

               Si, como cuando estoy lejos de casa trabajando o en vacaciones la tengo montada como auto caravana, no me gusta ir a las casas de ellas, no sabes nunca lo que te puedes encontrar allí.

Bueno, aquí tiene todas las declaraciones, ahora vendrá un agente y le acompañará hasta otro despacho para que las lea y firme si cree que son correctas.

               Entró un agente y acompañó al afilador.

               Después de otro cigarrillo en el balcón intercambiando pareceres, volvieron a sus puestos y un agente le avisó de la llegada de Dominic.

               Entró éste y el policía le indicó el asiento.

               Señor Dominic, usted estuvo como espectador la mañana que descubrieron el tercer cadáver y un testigo ha declarado que en el segundo también. ¿Es verdad?

               Si, en el segundo, alguien me lo dijo, creo que Anselmo, el camarero y nos acercamos los dos.

               ¿Reconoció entonces a la víctima?

               No, no la llegué a ver, luego dijeron que no sabían quién era, luego, con la tercera pasó algo semejante pero me acerqué temiendo que fuese alguna chica conocida.

               ¿Ha vuelto a saber algo de Anselmo?

               No, nada, sigo llamando por el móvil y está apagado.

               ¿Vive con alguien?

               No, tiene un pequeño apartamento en la carretera de la costa, me he acercado allí y está todo cerrado y la vecina no lo ha visto ni oído.

               Ricardo, desde la semi penumbra le preguntó:

               ¿Trabajo para usted Michelle alguna vez?

               Si, esporádicamente, en verano.

               ¿La conoció en España?

               Si, me vino a pedir trabajo de camarera.

               Bueno, dijo el comisario, le llamaremos de nuevo para firmar las declaraciones.

               ¡Oiga!, yo tengo un negocio que atender y no puedo estar de aquí para allá.

               Pues piense que si le encauso por sospechoso va a perder más tiempo detenido.

               Puede marcharse hasta que le avisemos.

               Salió Domingo y José Miguel dijo:

               Vámonos al apartamento de Anselmo, ya he pedido una orden judicial.

jueves, 10 de abril de 2025

EL AFILADOR (Capítulo X)

 

EL AFILADOR



Pedro Fuentes



CAPITULO X



               Salieron los tres de la comisaría y marcharon con el coche de Ricardo, que luego tenía que hacer un recado y además el policía quería llegar sin ser vistos, entraron en el aparcamiento de delante del Hamilton pero no llegaron hasta la puerta, lo dejaron a un lateral sin que se viese por el gran ventanal.

               Entraron en el local y buscaron con la mirada por toda la barra, era la hora del medio día, todavía no habían llegado los que iban a comer y ya se habían ido los del desayuno, por lo que el local estaba semi vacío. Detrás de la barra estaban dos chicas que no podían esconder que venían del este de Europa.

               Se sentaron en tres taburetes y José Miguel le dijo a la camarera que se acercó:

               ¿No está Anselmo?

               No, hoy no ha venido.

               ¿Es su día libre?

               No, no ha venido, ¿No quieren que les atienda yo?

               El comisario sacó la placa y le dijo:

               ¡Policía! Queremos hablar con Anselmo Fernández, el camarero de aquí.

               No, no está, no ha venido hoy, no sé qué ha pasado, pero llamaré al jefe que está de mal humor porque no ha avisado.

               Salió deprisa la muchacha y subió por una escalera lateral. Al momento bajó y dijo:

               Ahora mismo viene el jefe.

               Bajó el hombre que la vez anterior se había cruzado con ellos en la puerta y se presentó.

               Buenos, días, si buscan a Anselmo, no ha aparecido, tenía que abrir él pero no ha venido ni avisado, lo he llamado por el móvil y está apagado, hemos ido a su casa y no está, la vecina nos ha dicho que anoche no lo vio ni ha oído ruido, y eso que en cuanto llega a su casa se dedica a oír discos de Sarita Montiel, a la que imita haciendo de travesti.

               ¿No dijo nada ayer antes de irse ni dejó nota? ¿Suele hacer eso?

               No, será todo lo que sea, pero es serio y cumplidor en el trabajo, anoche salió con la moto a la misma hora de siempre, cerramos entre los dos, él salió hacia el norte, por la carretera del interior y yo me fui a mi casa.

               Ricardo dijo:

               Desde aquí hasta la carretera del la costa hay una buena tirada, ¿Cómo sabe que fue por allí?

               Porque yo para ir a mi casa tengo que tirar hasta cerca y él iba delante de mí.

               Tendrá que venir por la comisaría a firmar la declaración de todo esto.

               Una pregunta, dijo Pedro:

               ¿De donde es usted?

               Español, soy de Barcelona.

               Pero el acento que tiene no es de catalán y Dominic tampoco es catalán.

               Me llamo Domingo, como usted ya sabe. He estado por todo el mundo, he sido marino mercante, pero ya hace unos años que me establecí aquí.

               Hace diecisiete días, cuando apareció la mujer muerta en el pueblo de al lado, la tarde anterior estuvo aquí el afilador, le había afilado los cuchillos y además había quedado aquí con ella, luego, como cosa de hora y media después dice que vinieron los dos, tomaron unas cervezas y ella recogió la moto y se fueron cada uno para un lado, ¿Los vio entonces? Piénselo bien, la moto estaba aquí delante de la puerta principal y es de vital importancia saberlo.

               No recuerdo, yo diría que no, además, salvo que haya problemas estoy arriba en mi despacho.

               ¿Podemos ver el despacho?

               Bueno, está algo desordenado, pero si quieren subir pueden hacerlo, acompáñenme.

               Subieron los tres, efectivamente estaba bastante desordenado, había una mesa pegada a la ventana por el lado izquierdo, Ricardo se acercó, se sentó en el sillón giratorio y dijo:

               Si estaba sentado aquí, solamente con levantar la vista se ve todo el aparcamiento, si llegaron sobre las ocho y medía a nueve, con las luces encendidas porque era de noche los tuvo que ver.

               A lo mejor bajé a la barra para algo, contestó.

               Desde la barra los vería mejor al entrar, piénseselo bien porque esta tarde, cuando pase por la comisaría tendrá que confirmarlo por escrito.

               Salieron a la calle y antes de entrar en el coche vieron como el jefe no perdía detalle desde la ventana.

               ¡Jo! Yo me retiro y os dejo el puesto a vosotros. Dijo José Miguel, Lleváis el caso como si lo hubieseis hecho toda la vida, espero que no os dé por dedicaros al crimen porque lo íbamos a tener mal para cogeros.

               Dejaron a José Miguel en la comisaría y marcharon, después de quedar por la tarde.           

              Pedro cogió su coche y se fue a su casa,

               Ricardo había quedado a comer con los gerentes de una agencia de viajes que querían organizar para el verano una serie de charter a Ibiza y a las Columbretes.