Mi lista de blogs

viernes, 28 de septiembre de 2012

LA MEJOR DEFENSA UN BUEN ATAQUE

Viernes 28 de Septiembre. La de vueltas que he tenido que dar para poder publicar hoy, no había forma de encontrar una zona WIFI, pero al fin lo he hecho, estoy muy cerca de donde ocurrieron los hechos que estoy relatando y además este capítulo es muy interesante.
Espero que la proximidad al sitio no trastoque el texto o se meta alguna bruja en el portatil.
Y ahora..........


LA MUJER DEL CUADRO
(Pedro Fuentes)
Capítulo V


Rosendo entró en la casa, se preparó un bocadillo, una cerveza y se puso a escribir unos artículos que tenía bastante retrasados, supo la hora que era cuando empezó a sentir hambre nuevamente, eran las ocho y media, dejó el portátil, subió al lavabo, se lavó un poco, se peinó y salió a la calle cerrando la puerta, cosa que casi nunca hacía, se fue al bar del pueblo, un poco más abajo y entró, allí encontró a los parroquianos de siempre y a la Sra. María que atendía la barra y la cocina.

Buenas tardes, a todo el mundo.

Buenas, le contestaron los parroquianos en general, uno le dijo: ¿Ya ha marchado la señora?

Si, tiene que trabajar, pero volverá pronto, cuando tenga fiesta de nuevo.

Gervasio que estaba por allí le dijo: ¿Ha ocurrido algo nuevo en la casa?

No, nada anormal, de vez en cuando parece oírse a las brujas del pueblo con sus risotadas, pero nada nuevo, como las escobas las tengo guardadas bajo llave y el aspirador no lo saben conducir pues bueno, aquí paz y después gloria.

Por cierto, estoy pensando buscarme un perro que me haga compañía, ¿Alguien sabe de alguien que tenga cachorros y quiera vender alguno?

En el Rincón del Vero hay un refugio de animales y hay recogidos perros de todo tipo y edades, son muchos los turistas que abandonan por los contornos.

Vale, gracias, ya me acercaré por allí.

Sra. María, ¿Me podría preparar unos huevos fritos con longaniza de Graus?

Sí, señor Rosendo, enseguida los hago. ¿Quiere vino?

Sí, claro, tinto de la tierra.

Se sentó en una mesa y se puso a leer el periódico.

Cuando terminó de tomarse los huevos, pidió un café, se lo tomó, pagó, se despidió de los paisanos y se marchó para casa.

Cuando llegó fue directamente al cuarto de baño, cogió un bote de polvos de talco y bajó a la planta baja, entró en la habitación y abrió el armario, que siempre estuvo semi vació, esparció polvos regularmente por todo el suelo, luego fue haciendo lo mismo hasta la  puerta de la calle. Cada estancia por la que pasaba la cerraba y si tenía llave se la ponía en el bolsillo.

Subió las escaleras, quitó la bombilla que había a mitad de esta, llegó a la puerta superior y la cerró por dentro y retiró la llave también, esparció polvos de talco en la sala y se metió en su habitación, también cerró la puerta y se metió en la cama a dormir, estaba bastante cansado y esperaba que si había jaleo, ya habría dormido y descansado algo. Leyó un rato y al momento le entró el sueño, apagó la luz y metió debajo de la almohada una linterna, el llavero con todas las llaves recogidas y un cuchillo de grandes dimensiones.

No sabía cuánto había dormido cuando oyó un susurro y algo así como un aliento que le llamaba: ¡Rosendo, Rosendo, despierta!

Rosendo al oír aquella voz que repetía su nombre, fue despertándose muy suavemente. La voz venía como de muy lejos, pero a la vez sentía un aliento en su oído ¡Rosendo, Rosendo, despierta!

Cuando por fin se despertó, sintió que un escalofrío recorría su cuerpo, la muchacha del cuadro estaba allí, en su cama, sobre él, pero no le pesaba, solamente sentía como si una corriente de aire frío le entraba por todos los poros de su cuerpo. Rosendo quiso sujetarla por los hombros pero sus manos de hundieron en una especie de sustancia viscosa fría y repugnante.

Rosendo, Rosendo, repetía la voz de ultratumba, ¡Sígueme! La figura se levantó y cruzó la habitación flotando un palmo por encima del suelo.

Rosendo metió la mano debajo del armario, sacó el cuchillo  y lo lanzó hacia la figura, éste se clavó en la puerta y la figura desapareció a través de ella.
Cogió la linterna y las llaves y abriendo la puerta siguió a la figura que parecía esperarle y seguía llamándole: ¡Rosendo, Rosendo, sígueme!

El corazón de Rosendo parecía explotarle dentro de su pecho, le parecía oír todos los huesos de su cuerpo rozando unos contra otros y no sabía si sus rodillas le iban a resistir o bajaría las escaleras rodando, un sudor frío le inundaba la espalda. Cuando llegó al recibidor, enfocó el suelo con la linterna, los polvos de talco estaban impolutos sobre el suelo y ni siquiera se movían al paso de la corriente de aire frío que él sentía y que salía de la figura de la mujer del cuadro... Esta traspasó la puerta del apartamento y entró, Rosendo abrió de prisa con la llave y también pasó. La figura se dirigió a la habitación y también traspasó la entrada, se dirigió al armario y desapreció junto con la corriente de aire. Abrió Rosenda y no vio nada, solamente oía: ¡Rosendo, Rosendo, Búscame, estoy aquí dentro!

Rosendo sacó toda la ropa, dejó el armario completamente vacío, pero allí no había nada. Se dio la vuelta y entonces se dio cuenta de dos cosas, en el marco del cuadro solamente había un lienzo en blanco y sobre el buró había un libro que antes no estaba, en él, en la ajada portada podía leerse en letras doradas mate ya por el paso del tiempo “Diario”. Abajo, a la derecha, escrito a mano y con tinta un nombre “Leonor”.

viernes, 21 de septiembre de 2012

NOCHE DE TERROR

Otro viernes, otro capítulo, "La mujer del cuadro capítulo IV", la cosa se complica, nuestros protagonistas se encuentran ante situaciones que a nadie le gustarían, parece que sus vidas corren pelígro, pero bueno, creo que nadie mejor que vosotros, lectores para intentar averiguar qué está pasando.
Hasta la semana que viene, os dejo con:


LA MUJER DEL CUADRO
(Pedro Fuentes)
Capítulo IV

Rendidos por la fiesta y el alcohol Rosendo y Adela se fueron a la cama y se durmieron apaciblemente hasta casi la una del medio día, cuando despertaron encontraron toda la ropa del armario e incluso la de la maleta de Adela esparcida por el suelo, revuelta y arrugada.

No supieron a qué achacarla, ¿Quizás a unos gamberros que vieran la puerta abierta? ¿Tal vez bebieron más de la cuenta y sin  enterarse armaron semejante revuelo? Quedaron de acuerdo en olvidar el suceso.

El día transcurrió normal, después de arreglar de nuevo la ropa salieron a dar una vuelta, fueron al pueblo de al lado a comer, hicieron turismo y ya, entrada la tarde volvieron a casa, todo estaba tranquilo y en orden, prepararon embutido y pan para cenar y luego salieron a la plaza a tomar la fresca hasta cosa de las once y media, luego entraron en casa y se fueron a la habitación entre arrumacos, cuando ya estaban acostados y abrazados el uno al otro, de pronto sintieron un frio intenso, la ventana se abrió de golpe y un viento frio les hizo apretarse contra la sábana, única ropa que tenían a mano. Rosendo se levantó ya cerrar la ventana cuando se oyó un estropicio en la sala de estar. Salieron corriendo para ver qué había pasado, abrieron la puerta y en ese mismo momento se cerró la que llevaba a las escaleras. Rosendo la abrió y salió corriendo hacia abajo sin pensar que estaba desnudo y persiguiendo a un posible ladrón. Llegó abajo y vio que la puerta de la calles estaba cerrada por dentro, entró en el apartamento después de coger una “troza” de al lado de la chimenea y no vio nada anormal, todo estaba correcto, miró al buró que había bajado de la buhardilla y luego al cuadro de la dama que encontró y por un momento creyó ver una sonrisa socarrona en la dama representada.

Cuando subió nuevamente, Adela, envuelta en la colcha de la cama lloraba y temblaba en un ataque de pánico. Rosendo le preparó una tila y una copita del pacharán que él mismo había preparado con aguardiente de Colungo.

A la mañana siguiente, sábado, todo estaba normal en Mieles del Peñón, las gentes se preparaban para ir a la población de al lado, unos a vender sus productos en el mercado semanal y otros a comprar, podía ser un gran día por la gran afluencia de turistas que había al ser sábado y puente.

Cuando Rosendo se encontró con Gervasio, uno de los vecinos, le preguntó por el golpe de viento frío que había ocurrido. Gervasio le comentó que no había habido el tal viento, que al contrario había sido una noche bochornosa y que incluso tuvo que dormir con la ventana abierta.

Al ver a Rosendo sorprendido le dijo: ¿has visto o ha ocurrido algo raro?

Rosendo le contó lo ocurrido, Gervasio sonrió y le dijo: ¿Es la primera vez que ocurre?

Tan fuerte no, habían ocurrido pequeñas cosas pero no tan fuertes ni tan duraderas.

Por eso internaron al abuelo, decía que veía cosas y que oía gritos, susurros, lamentos, puertas que se abren y cierran con grandes corrientes de aire frío, en el pueblo había quien decía que el abuelo estaba loco y otros que achacaban los hechos a que la casa estaba encantada, siempre hubo comentarios sobre eso, la casa es una buena casa, pero nadie la quería, al final la vendió por poco dinero porque nadie se atrevía a vivir en ella.

Adela salió de la casa y Rosendo le hizo un gesto a Gervasio para que callase y le dijo: Bueno, ya hablaremos, ahora nos vamos al mercado.

Adela perfectamente maquillada no dejaba ver en su rostro la noche de perros que pasó.

Cogieron el coche de Rosendo y se marcharon de compras, se quedaron a comer en un pueblo cercano y regresaron a media tarde. Para entonces medio pueblo sabía que la casa “encantada” daba señales de su existencia. La única persona que no sabía nada era Adela, pero ésta temblaba cada vez que pensaba en la noche.

Después de cenar salieron con sendas sillas a fumar y a tomar la fresca en la plaza.

Subieron a la casa cuando era la una de la noche. Nada parecía extraño, el silencio era absoluto, nada recordaba los dos días anteriores, se fueron a dormir, Adela estaba muy cansada, se había tomado una pastilla para dormir, Rosendo un whisky con hielo, se metieron en la cama, Adela le dio un beso a Rosendo y se desearon buenas noches mientras se cogían de la mano.

Dormían profundamente cuando Adela se despertó sobresaltada, soñaba que iba deslizándose sobre una pista de hielo y un viento  helado le daba en la cara, de pronto la pista se terminaba y no podía frenar, cayó al vacío y se despertó, no sabía dónde estaba, gritó, Rosendo se despertó y encendió la luz, Adela no estaba a su lado, había caído de la cama arrastrando la ropa.

La cara de Adela era de niña enrabiada y Rosendo se echó a reír, luego ella también al ver lo ridículo de la situación, pero sus risas se helaron de golpe. De la planta baja les llegó un grito desgarrador de mujer, luego un disparo y después un silencio sepulcral.

Rosendo reaccionó al cabo de unos segundos que le parecieron horas, con el pijama corto de verano que llevaba bajó las escalera de cuatro en cuatro, la puerta de la calle estaba cerrada como él la dejó. Fue al pequeño apartamento y vio que estaba cerrada por dentro, cogió una llave que había encima de la chimenea y con ella empujó la de dentro y abrió, no había nada, fue hasta el buró y vio a los pies de éste un gran charco de sangre todavía fresca, no supo qué hacer, de pronto se volvió asustado, detrás de él algo se había movido, giró rápidamente y vio una figura de mujer envuelta en una sábana, gritó asustado, la figura también gritó, era Adela asustada por el grito de Rosendo. Se abrazaron y Rosendo le indicó donde había visto la sangre. El suelo estaba impoluto, no había ningún rastro de sangre.

Salieron a la calle por si alguien había oído el grito y el disparo, nadie parecía estar despierto, solamente un gato negro cruzó la plaza de derecha a izquierda, Adela recogió sus dedos corazón y anular bajo el pulgar y dejando el índice y meñique estirados tocó con las puntas de estos el marco de madera tres veces, luego estirando la mano de nuevo se santiguó tres veces, tiró del brazo de Rosendo que se quedó petrificado y lo hizo entrar, cerrando la puerta tras de él.

Se sentó en la cama, encima de la almohada, con las rodillas encogidas y rodeadas por sus brazos, mientras de su boca salían suspiros y gemidos, esta vez Rosendo preparó sendos whiskys bien cargados y con hielo hasta arriba del vaso largo, se fue a la habitación, se sentó al lado de Adela casi con la misma posición, brindó con un vaso en cada mano y luego pasó uno a su compañera. En la mesita de noche quedó la botella a la espera con una cubitera al lado, pocas palabras se dijeron hasta que casi al amanecer, con una botella y dos vasos vacíos cayeron rendidos, más borrachos que cansados.

Cuando despertaron a medio día, se ducharon, se dijeron pocas palabras y Adela le dijo para finalizar: Rosendo, me voy, vente conmigo, por favor.

No, no puedo ir contigo, quiero descubrir qué pasa y hacer lo que vine a hacer, escribir el libro.

No me pidas que vuelva, si quieres verme tendrá que ser muy lejos de esta casa.

Rosendo la acompañó hasta el coche, ella abrió el maletero, él puso la maleta dentro, se dieron un beso que a ambos les supo al último.


 

jueves, 13 de septiembre de 2012

UNA NOCHE DE BRUJAS

Un día más con vosotros, sigue el relato de "La mujer del cuadro" en su capítulo III, las tradiciones que se cuentan en este capítulo han llegado hasta hoy la mayor parte por vía oral y son como unos trescientos o cuatrocientos años anteriores al "halloween" actual de Noviembre.
Creo que os gustará esta historia, lástima que por lo larga que es se tenga que publicar por capítulos, pero os anticipo que todos los relatos que aquí se publican y otros, van a ser publicados en varios libros que ya iré anunciando en su momento. Y ahora......

LA MUJER DEL CUADRO
(Pedro Fuentes)
Capítulo III

Al fin quedó toda la casa pintada, el único problema fue retirar el armario de la habitación de la planta baja, hubo que hacer venir al carpintero del pueblo de al lado, ya que su padre ya estaba jubilado y era el que lo había instalado a medida.
Rosendo al final mandó también arreglar la fachada y pintarla. La casa parecía otra.
Se acercaba la noche de San Juan, la noche de las brujas como se le conoce. Rosendo llamó a una amiga suya y la invitó a pasar el puente allí, San Juan era el viernes, con lo cual, desde la víspera hasta el domingo eran casi cuatro días.
Adela aceptó, era una mujer algo más joven que Rosendo y enamorada de él desde que lo conoció. Este, decía que había vivido tanto tiempo solo que ya no deseaba compartir su mundo con nadie y menos que le intentasen cambiar su vida, pero a Adela le tenía un cierto cariño fruto de tanto tiempo de amistad. Su relación era un mutuo acuerdo, se encontraban cuatro o cinco veces al año, a veces compartían vacaciones e incluso, estando solos los dos habían acordado que en Navidad se reunían para celebrar una gran fiesta en algún balneario de lujo.
Los muchachos corrían por todo el pueblo buscando muebles viejos para quemar en la gran hoguera que se hacía para todo el pueblo en la plaza de detrás de la iglesia, donde se había hecho siempre, a la altura de lo que había sido la pared posterior del antiguo cementerio y cerca de una fuente de la que nadie bebía salvo los forasteros.
La noche de las brujas todo el pueblo bebía para evitar los hechizos y encantamientos, luego llenaban cubos y con escobas viejas y rotas para que no se pudiesen montar las brujas y con ellas, a modo de hisopo rociaban todas las casas del pueblo. El que no lo hacía padecía todos los males durante el año siguiente hasta la nueva  “foguera” de S. Juan.
Siempre se había dicho que el año en que se fugó Leonor, la mujer de Matías con el francés, no habían bendecido la casa.
La rondalla formada por los mozos, ensayaba para la ronda de aquella noche, ya hemos dicho que eran pocos los habitantes, pero para aquellas fechas, venían muchos de los que habían marchado a la capital. Incluso siempre se rumoreaba que vendría una artista de cine y teatro hija del pueblo pero que nunca había vuelto.
Los adolecentes se  disfrazaban de “Dominica la Coja” famosa bruja de los contornos quemada por la Inquisición, luego, para rememorar la historia, se despojaban del disfraz y lo lanzaban a la “foguera”. Se danzaba alrededor de las lumbres, los chicos de ocho o nueve años llevaban calabazas vacías con cortes imitando calaveras y velas encendidas dentro. Era costumbre asar en ellas patatas y cebollas que se tomaban ya al amanecer rodeadas con los buenos vinos de la zona mezclado con la famosa miel del entorno.
Adela llegó al pueblo sobre las cinco de la tarde, en su coche, aparcó justo a la puerta para descargar la maleta. Iba como siempre, recién maquillada y elegantísima, era de esas mujeres que pese a sus cincuenta años hacía volverse a los hombres y al muchas mujeres envidiosas. Rosendo bajó a recibirla y ambos se besaron suavemente en los labios, descargaron la maleta que quedó en la casa y fueron a aparcar en un campo cercano que a tal fin estaba preparado sobre todo cuando en la plaza había fiesta. Luego volvieron andando y cogidos del brazo, ella con sus finos tacones, estaba tan habituada a ellos que le daba lo mismo andar por un sembrado que por la más elegante de las pasarelas. Cuando llegaron a la casa y entraron, medio pueblo los había visto y le contaba al otro medio. Al fin y al cabo era la primera vez que veían a Rosendo con compañía femenina y ¡qué compañía!
No hubo ni qué preguntar, Adela se instaló en la habitación de matrimonio, con Rosendo.
A las nueve Rosendo tenía ya preparada una cena para dos a base de coctel de aguacate con gambas y luego unos solomillos al jerez, la noche sería larga y había que estar bien alimentados.
Después de cenar, salieron de casa con una cesta con patatas y cebollas para asar y dejaron preparado el vino con miel en la planta baja de la casa, dejaron todo preparado y fueron a tomar café al bar del pueblo, Adela se había cambiado por un conjunto más deportivo y un calzado cómodo pero seguía igual de elegante y apetecible, Rosendo la llevaba del brazo y se la presentaba a sus convecinos que quedaban más maravillados que si hubiese venido este año la famosa actriz hija del pueblo.
A las 10 de la noche se encendió la hoguera, la noche era clara y en el horizonte se veía el resplandor de las hogueras de los pueblos cercanos, cada uno pugnaba por la más grande, ese tendría menos maleficios.
Muchas persona, después de estar un rato en la hoguera, con sus cubos llenos de agua de la fuente y puestos cerca para calentar, saltaban y reían bebiendo los buenos caldos de la zona, el Somontano en esa época empezaba a comercializar sus vinos, unas buenas campañas estaban haciendo que España primero y luego el resto del mundo los conociese como los habían conocido los paisanos durante cientos de años.
Mientras los mayores esperaban para “bendecir” las casas, las parejas jóvenes se perdían por los campos cercanos buscando tréboles.
Al pasar el trébole, el trébole, el trébole,
Al pasar el trébole
La noche de San Juan.
Al pasar el trébole, el trébole, el trébole,
Al pasar el trébole
Los mis amores van.

Muchas mujeres salían buscando la verbena que recogida en la noche de San Juan las leyendas decían:

La verbena, recogida en la noche de S. Juan era febrífugo, sedante, expectorante, antiespasmódico, antirreumático, anti neurálgico, útil en cefaleas y migrañas, digestivo, estomacal, útil en dolores gástricos, depurativo, anti anémico, excelente estimulante de los intercambios metabólicos, diurético, empleado en afecciones renales o hepáticas, usos externos en gargarismos y afecciones dérmicas, astringente, aperitivo, estimulante de las contracciones uterinas en el parto. Ninguna mujer de más de cuarenta años dejaba de tener verbena en casa.

Rosendo y Adela disfrutaban del ambiente de fiesta y bailaban cuando la ronda pasaba cerca, habían sacado dos sillas de casa y junto con los demás vecinos celebraban la fiesta charlando y contado historias de la noche más famosa del año después de la Nochebuena.

Ya eran las dos de la madrugada cuando todo el pueblo en procesión recorrió casa por casa con sus escobas rotas y su agua caliente de la fuente y “bendijeron” casa por casa, luego volvieron a la plaza y se dedicaron a poner en la lumbre las patatas y cebollas.

Empezaba a refrescar y Adela se acurrucaba en el pecho de Rosendo mientras éste la envolvía con su brazo y ambos brindaban nuevamente con un vaso de vino.

Al amanecer todos esperaron para ver la Rueda de Santa Catalina, pero el horizonte estaba cubierto por nubes y no lograron verla. Se terminaron las últimas patatas y cebollas asadas, se tomaron el último vaso de vino con miel y cada cual se retiró a su casa.

 

viernes, 7 de septiembre de 2012

MISTERIO EN EL SOMONTANO

Hoy publico el segundo cápítulo de "La mujer del cuadro", en  el capítulo de hoy ya se empiezaa a vislumbrar por dónde va la historia y por qué el título del capítulo. Espero que os guste.


LA MUJER DEL CUADRO
(Pedro Fuentes)
Capítulo II

Una vez comprada la casa, en quince días Rosendo se instaló allí. A partir de entonces, cuando se dedicó a charlar con los vecinos, se enteró en parte de la historia de la familia de la casa comprada.
Un vecino, de unos noventa y tantos años, que cada día, al atardecer, salía de una casa cercana a “La Castañera” que así tenía por nombre la casa que había comprado Rosendo y se sentaba en un banco de tronco que estaba adosado a la pared.
Rosendo  se presentó al anciano y éste le contaba historias.
Esta plaza, le dijo un día, era un carrascal, estaba detrás de la iglesia, último edificio del pueblo. Según decía mi bisabuelo, aquí, justo pegado a la iglesia estaba el antiguo cementerio, y toda esta fila de casas, las nuestras, eran el comienzo del carrascal.
Justo donde estaba su casa, había una encina centenaria, daba unas bellotas tan dulces que todo el mundo la llamaba “La Castañera”, esto me lo contaba mí bisabuelo, que decía que su padre lo había visto.
Terminaron cortándola porque como usted sabe, y si no ya lo sabrá, este pueblo tiene tradición de las brujas más famosas del contorno que se escondían y aun hoy dicen que se esconden en las cuevas de los barrancos.
Pues bien, en la carrasca donde hoy está su casa, que quedaba por fuera de la pared del cementerio, se reunían las brujas de los contornos y con sus hechizos, en las noches de luna y sobre todo en la de San Juan en Junio y la de San Fabián en Febrero, en las hogueras de las ánimas, a los difuntos del cementerio, alguno de los cuales habían aparecido a la mañana siguiente con las tumbas profanadas y los lobos, que entonces había muchos, despedazando los restos.
Muchos eran los que decían que en las “fogueras” que hacían, saltaban machos cabríos a dos patas poseídos por los demonios y entre estos y las brujas y brujos procreaban íncubos y súcubos.
Muchas noches, se escuchan las campanas en toque de “alerta” dicen que guiadas por un sacristán que murió hace trescientos años en olor de santidad. Aunque yo no las he oído nunca, pero yo duermo como un tronco.
Otros vecinos le contaron que a veces, al pasar por delante de su casa habían oído lamentos, pero lo achacaban a la gran cantidad de gatos que corrían por el pueblo en los días de celo.
Al principio a Rosendo le hizo gracia que su casa fuese una casa de leyenda y esto le hacía concentrarse más en su trabajo, los artículos que mandaba vía internet a los periódicos y revistas en los que colaboraba.
Cuando flaqueaba o el trabajo, o las ganas de trabajar, buscaba por todos lados información sobre las leyendas del pueblo, cosa ardua y difícil, ya que normalmente no eran escritas y las gentes cada vez, con tanta televisión y tanta “modernidad”, no se reunían por las noches al lado de la chimenea o a la puerta de las casas a contar cosas de “brujas”, encima, cuando alguien empezaba, siempre había una madre o un padre “progre” que decía que los niños se iban a traumatizar. Sin embargo, cuando se hablaba de aquellos temas “ocultos” alguna persona mayor decía: ¡ojo! ¡Qué hay ropa tendida! Ya nadie conocía esa frase o no importaba que los niños supiesen antes de tiempo lo que no debían de saber.
Cuando la mujer de Matías se fugó con “el francés”, le contó un vecino, las campanas tocaron a “arrebato”. Matías se volvió huraño y al poco tiempo marchó del pueblo, no podía soportar las sonrisas que provocaba al pasar en algunos hombres, sin embargo, alguna mujer que otra lo quiso consolar.
Con el buen tiempo Rosendo decidió pintar la casa, para lo cual avisó a un joven que había en el pueblo que se dedicaba a estos menesteres y a chapuzas de albañilería. Decidieron empezar por la vivienda superior y según cómo, seguir por el apartamento del bajo.
Al mover todos los muebles y trastos de la casa, para retirar algunos y apartar otros, Rosendo cogió una escalera que había en la planta baja y la subió para alcanzar la trampilla de la buhardilla. Subió a ésta y allí encontró algún que otro mueble, entre ellos un buró antiquísimo y precioso que necesitaba restaurar y decidió que lo bajaría la planta baja para dedicarse en los largos días de invierno. También encontró un precioso cuadro al oleo de un rostro de mujer de unos treinta años, una mujer elegante y con una tez blanquísima. Lo apartó para bajarlo.
Con la ayuda de una mujer del pueblo, se dedicó a sacar todos los libros para poder retirar la librería y a la vez sacarle el polvo a estos.
La mayoría de los libros eran novelas y se notaba que eran típicos de mujer, por contenido romántico. Otros, los que menos, eran de historia reciente de España y el resto relatos policiacos y de misterios.
A partir de aquel trasiego, Rosendo empezó a oír sobre todo por las noches, ruidos extraños en la casa, al principio lo achacó a que al mover los muebles y pasarlos todos a la sala de estar superior, hasta pintar las habitaciones, el suelo y las vigas se quejaban. A la tercera noche, el ruido ya fue mucho mayor, salió de su habitación, la primera en ser pintada y notó que los ruidos venían de la planta inferior, se dispuso a descender y cuando iba por la mitad de la escalera notó como una corriente fría le pasaba rozando el cuello y le erizaba el vello de su cuerpo, pensó que se había abierto la puerta de la calle, pero no era así. No vio nada extraño y al subir tuvo la misma impresión pero en sentido contrario. Cuando llegó arriba, encontró la puerta de la buhardilla abierta. Pensó que había sido el aire.
No le dio importancia a los hechos y tampoco los comentó a los vecinos.