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jueves, 26 de diciembre de 2013

EL ULTIMO VIAJE DEL "DESTINO" Capítulo V

Capítulo  V del Ultimo viaje del "Destino" Ricardo y Gracia siguen navegando por las maravillosas aguas de Menorca. ¿Qué les deparará el destino?

Y ahora.............................

EL ULTIMO VIAJE DEL “DESTINO”

Pedro Fuentes

Capítulo  V
No sé cómo pasó pero sí cómo empezó todo, yo acababa de ducharme, luego se duchó Gracia y salió envuelta en una toalla, con el pelo negro brillante, mojado, cayéndole sobre los hombros desnudos, el bronceado de su piel y aquellos ojos turquesa.
Se acercó a mí que estaba mirando por detrás de la ventana aquella preciosa cala llena de llaüts y entre ellos mi Furia 25 “Destino” como dice el refrán “El hombre es fuego, la mujer estopa, llega el diablo y sopla” y antes de que me diese cuenta caí en sus brazos, nos besamos apasionadamente y terminamos en su habitación.
Ya al atardecer nos levantamos y nos fuimos a dar un paseo por la urbanización, Gracia conocía a todo el mundo y fue saludando a unos y otros, llegamos a una torre de vigilancia al borde del mar, donde se separan las dos calas, la de cala en Pitt y la que entra hacia el puerto de Addaia. Nos sentamos en el pequeño muro de piedra que bordea a la pequeña plaza que rodea la torre y que separa a la plaza de las rocas y el mar.
Gracia, dije, lo que ha pasado entre nosotros no me lo esperaba ni lo buscaba, ha sido fabuloso, no me arrepiento en absoluto, pero creo que tanto tú como yo estamos en un momento en el que quizás la necesidad de afecto nos haga confundir una atracción con algo más importante, no obstante, somos lo suficientemente adultos como para saber todo lo que puede pasar o no pasar entre nosotros.
Estoy completamente de acuerdo contigo, me he sentido muy bien, ha sido algo que ha venido sin buscarlo, bueno, salvo la encerrona que te preparó Carmen, dijo Gracia riendo, pero también sé como tú que es algo que puede durar mucho tiempo o  ser un suspiro, así que si te parece, siendo como somos dos personas maduras podemos seguir mientras los dos queramos, pero con la sinceridad de que si uno de los dos decide pararse, ha de decirlo lo antes posible.
Nos acercamos el uno al otro y sellamos nuestro pacto con un beso.
Ya empezaba a oscurecer cuando no dirigimos al chalet. Cuando llegamos allí, vimos luces, en principio pensamos que las habíamos dejado encendidas, luego vimos que no y al llegar vimos a Biel, el hermano de Gracia sentado en el porche con dos mujeres a su lado, una, algo mayor y la otra joven, María Cinta, la madre de Gracia y Teresa, la cuñada, esposa de su hermano.
Pese a que me considero persona de mundo y que he vivido bastante, creo que me puse colorado y pensé que mejor me tragaba la tierra.
Gracia, con todo el desparpajo del mundo y como si fuese un político profesional cogido en renuncio dijo:
Mamá, hermanos, os presento a Ricardo, acaba de llegar de la península en el velero que está en nuestro amarre, hacía muchísimo tiempo que no nos veíamos y hemos decidido venir hasta aquí sin que nadie nos molestase.
Vaya, dijo Biel riendo ¿Quieres decir que nos tenemos que ir?
No, hermano, vosotros sois de la familia y la familia nunca molesta aunque te meta el dedo en el ojo. Bueno, sigo, Ella es mamá, María Cinta y mi cuñada Teresa, y él Biel, mi hermano de Ciudadela.
Saludé a todos correctísimamente  y Biel, sin decir nada, se levantó, me hizo una seña a la que yo asentí y me trajo una cerveza.
Nosotros nos iremos mañana temprano para Maó porque tengo el coche allí y el lunes trabajo, por cierto, como Ricardo estará por S. Joan en Ciudadela, ¿por qué no nos haces el favor de llamar al club para que le reserven un amarre?
No, haré algo mejor, yo tengo fiesta esta semana, hemos venido a traer a mamá, pero mañana voy a por el barco, así que cuando tú llegues, te das a conocer y te pondrán en mi sitio, pero con una condición, el domingo, después de  S. Joan, os tenéis que venir a comer una caldereta de langosta que nos va a hacer mamá, que ya sabéis que es la mejor caldereta de Menorca.
 Por cierto, ¿tú tienes que volver a la península,  Ricardo?
Si, voy a estar por aquí hasta que Gracia coja las vacaciones  y luego nos iremos los dos a navegar, dije mirando de reojo a Gracia, ésta primero puso cara de sorpresa, luego sonrió, se acercó algo más a mí, me apretó el brazo, me atrajo hacia ella y me besó, luego dijo:
Ricardo está buscando un barco de dos palos, un ketch para dedicarse a vivir el resto de los días en el mar, así que este verano lo dedicaremos a ir de puerto en puerto buscando la ocasión.
¡Jo! El sueño de la mitad del mundo, dijo Biel. ¿Cómo lo has conseguido?
Bueno, ha habido muchas circunstancias, pero la última fue que la empresa donde trabajaba quería hacer una reestructuración y me ofrecieron una buena indemnización y algo que había ahorrado, además de que el Furia lo tengo apalabrado para el mes que viene. Precisamente salí de Blanes para Menorca porque fui con el futuro dueño a probarlo, pero normalmente vivo en Benicarló. Y en cuanto a lo de la caldereta acepto encantado, bueno, si Gracia da su consentimiento.
Al momento las tres mujeres se fueron a hacer la cena y nos quedamos solos Biel y yo, que congeniamos rápidamente.
Biel, tengo en el barco unas botellas de vino del Somontano, ¿Me acompañas a coger alguna para la cena?
Encantado, así de camino chafardeo tu barco.
¿Has dejado el timón a Gracia? Cuando asentí  se echó a reír y me dijo:
Entonces te habrá acongojado pasando por dentro de les illes d´Addaia.
Pasó, pero estaba tranquilo, con tu hermana de patrón me siento seguro, soy capaz de dormir, cosa que no hago fácilmente cuando lleva mi barco otra persona.
Me gusta este barco, para el tamaño que tiene es muy amplio y muy marinero, dijo Biel.
Bueno, con mucho viento o lo rizas o no tocas el agua. ¿Qué barco tienes tú?
Un Beneteau 35s5. No está mal, es muy marinero y amplio y con mucha luz, mi mujer no es muy marinera, es una “tripusol”.
Las tres mujeres hicieron un gran trabajo en la cocina, María Cinta era una gran cocinera y tanto su hija como su nuera no le iban a la zaga, pese al poco rato que pasaron en la cocina como la sencillez de la cena.
Buen vino, apostilló Biel, ¿Lo llevas en el barco y no se pica?
Bueno, hasta ahora no ha pasado nada malo, ocurrió que una vez me olvidé una botella en un tambucho durante un año, no era un gran vino, era un vino corriente de mesa, cuando me di cuenta lo abrí, al ver que había ganado, se lo di a probar a un vecino de barco, dueño de un restaurant bastante exclusivo, sin decirle  de qué vino se trataba, lo alabó muchísimo, cuando le enseñé la botella, un rioja de precio bajo, no se lo creía. Lo malo es que a las pocas horas de  abrirlo, se convirtió en un vinagre excelente, así que o acabamos con la botella que queda o lo dejamos en la cocina como vinagre puro de vino. Dicho esto, escancié el resto de la botella en los vasos y Biel fue a la cocina a por la tercera botella que  quedaba entre las quejas  de María Cinta que no quería que quedase vinagre sino que no terminásemos demasiado alegres.
El resto de la cena transcurrió entre charlas y anécdotas sobre todo de navegación, cosa habitual entre gentes de la mar. Luego fui al barco a por la guitarra que entonces siempre llevaba conmigo y terminamos en la terraza de la casa cantando habaneras, algunos vecinos, pero suficientes aparecieron por allí y la juerga  terminó a las tres de la madrugada.

A media mañana del siguiente día, nos levantamos gracias a Dios sin resaca y bajamos a desayunar, la madre de Gracia nos estaba esperando, nos hizo unas tostadas y unos café con leche y nos preparó unos bocadillos para la travesía.
¡Venga, muchachos! Tenéis una pequeña brisa de norte, podéis llegar con buen viento a Maó si no va a más, aunque en este tiempo no suele soplar tramontana, nos dijo mientras nos hacía sentar a desayunar.
Biel y Teresa habían salido a pasear y cuando terminamos, recogimos nuestras cosas y fuimos al barco acompañados de María Cinta, que en realidad era solamente un poco mayor que yo, se puso a mi lado izquierdo, el brazo que tenía libre y lo rodeó con el suyo derecho, en el izquierdo llevaba la bolsa de los bocadillos.
No paséis por  dentro de las rocas, dijo mirando a Gracia, ya me dijo Biel que ayer vinisteis por allí, acuérdate que tu padre hundió un llaüt y no llevaba orza.
Sí, mamá, con esta brisa es mejor salir hacia el norte y luego llegaremos  con viento por la aleta. Además, ayer íbamos a motor y soy mejor patrón que Biel, dijo Gracia riendo.
Llegamos al barco, subimos y empezamos a soltar amarras. Os espero el domingo, y si queréis venir antes mejor, dijo María Cinta.
Coge el timón, Ricardo, quiero ver cómo navegas, dijo Gracia con una sonrisa.
Adiós, hijos, buena travesía.
Adiós, mamá besos a todos.
Adiós, María Cinta, gracias por todo.

jueves, 19 de diciembre de 2013

EL ULTIMO VIAJE DEL "DESTINO" Capítulo IV

Hoy publico el IV capítulo de este relato de un viaje realizado por Ricardo en su barco "Destino", un Furia 25. Este fue el último viaje que realizó con este barco antes de entregarlo a su nuevo propietario, luego de compró el ketch en el que ha vivido alguna de sus grandes aventuras.
Espero que os guste.
Alguna vez, salen en estos relatos palabras del argot marinero, os aconsejo que si alguna de esas palabras no la conoceis, consulteis alguno de los estupendos diccionarios náuticos que existen en internet.

Y ahora.....................

EL ULTIMO VIAJE DEL “DESTINO”

Pedro Fuentes

Capítulo  IV
El sábado amaneció despejado pero con una pequeña calima que anunciaba poco viento y estable, me dirigí al mercado municipal, al lado de la iglesia del Carmen y compré unos embutidos, pan, agua y unas cervezas, volví al “Destino” y lo estibé todo en su correspondiente sitio. Puse la nevera a tope para luego poderla apagar si navegábamos a vela, me acerqué a las oficinas y avisé que permanecería fuera hasta el domingo por la tarde que volvería.
Faltaban diez minutos para las once cuando Gracia apareció radiante, lucía unos pantalones tipo bermuda blanco y una blusa azul celeste, el pelo recogido y envuelto en un pañuelo pirata.  Lo primero que me fijé fue en el calzado, era el adecuado, unas bambas blancas con una suela antideslizante. Luego miré sus ojos, dos turquesas parecían rivalizar con el mar.
Nos besamos en la mejilla y subí al barco para alargarle la mano y ayudarle a subir. La sensación era buena, se movía por cubierta con toda seguridad.
Has pasado muchas horas en la mar ¿Verdad?
Si, desde niña, en Menorca pocas son las personas que no conviven con el mar, mi padre era un gran aficionado, tenía un llaut e incluso hice vela latina con él, además de vela ligera. Mis dos hermanos, que viven uno Ciudadela y el otro en Alicante, son unos apasionados de la vela.
¿Qué prefieres, norte o sur?
Norte, hoy hará un buen viento para disfrutar, además te llevaré a Addaia ¿Conoces esa parte?
Si, pero no entré nunca en el puerto, me han hablado muy mal de los bajos de “les illes d’Addaia”.
Pues hoy vamos a entrar hasta la cocina, además por dentro, mi padre me enseñó cómo y por donde hay que pasar  “por dentro” ellos vivían todo el verano en cala d´en Pitt, ahora viene mi madre y mi hermano, el de Ciudadela se trae el velero aquí, mi otro hermano viene en agosto para las vacaciones.
Pues entonces, rumbo a la mar, ¿Coges el timón? En cuanto salgamos del Náutico izaremos velas.
Pongo rumbo al viento e izaremos la mayor, luego el génova y empezaremos los bordos para salir del puerto, luego, pasada La Mola llevaremos rumbo directo a Faváritx.
A sus órdenes, patrona, creo que seremos buenos amigos, tenía ganas de encontrar una marinera con dos mares en sus ojos. Dije mientras cumplía las órdenes, una vez realizada la maniobra me senté a su lado en la bañera y le dije:
Me gusta como navegas, no te pondré el piloto automático.
Pasamos la isla del Rey por estribor justo cuando el Ferry de Barcelona pasó por nuestro babor. Los pasajeros al vernos allí abajo nos saludaron.
Cuando terminemos de pasar la isla, haremos un bordo a babor, que ganaremos velocidad. Dijo Gracia.
Perfecto, como tú digas, me siento feliz y seguro, ya era hora que empezarais las mujeres a navegar. Le contesté.
¿Sabes que un antepasado mío, según cuentan era un pirata de los que invadieron la isla? Como ya sabrás, Menorca es una mezcla de ingleses, franceses, piratas y españoles.
Una pregunta indiscreta, ¿Eres morena o rubia teñida de morena? Porque esos ojos turquesa no parecen ser de una morena.
Soy morena, como buena española y menorquina, por lo visto los ojos se los debo al pirata, nadie más en mi familia tiene los ojos turquesa.
Cada vez que te miro me acuerdo de cala Turquesa.
¿Te encargas del génova? Yo de la mayor, a tres, una, dos y tres.
Ricardo pasó el génova a babor y cazó, al mismo tiempo Gracia soltó la mayor y la ajustó, Un par de vueltas al winch por parte de Ricardo y empezaron a ganar velocidad.
Perfecto, patrona, maniobra perfecta. ¿Quieres beber algo? ¿Te apetece una cerveza y un poco de jamón?
Con mucho gusto, Ricardo.
Ricardo se levantó y bajó a la cabina a preparar un par de bocadillos y la bebida, le parecía raro hacer las cosas con tanta tranquilidad sabiendo que el “Destino” estaba en buenas manos.
Cuando terminaron de comer, estaban frente a Villacarlos, a la altura del hotel Hamilton, prepararon otro bordo y pusieron rumbo a La Mola. Se sentaron los dos en la bañera uno frente a otro y sacaron unos cigarrillos y se pusieron a fumar.
¿Has estado casado? Preguntó Gracia.
No, he vivido en pareja algún tiempo pero no he tenido suerte en el amor, he conocidos a varias mujeres maravillosas pero siempre se ha truncado la historia, una murió y otras no pudo ser, la última, quizás porque me he quedado sin trabajo o por cualquier otra razón se marchó con otro y la verdad es que no lo sentí mucho, pero la herida siempre queda, por eso me decidí a salir a navegar y me vine aquí. No hay nada como una buena travesía para rehacer la vida.
¿Y tú? ¿También estás huyendo?
Si, después de tres años descubrí que era la segunda. Tres años y no fui capaz de enterarme, fue un palo, decía que estaba enamorado, iba a Barcelona a cada momento, por trabajo y allí tenía una y un hijo. Lo descubrió mi hermano, me lo contó pero antes le partió la cara. Lo quería mucho y todavía no he podido olvidarlo, entré en una depresión y anoche fue una de las primeras veces que salía con mis amigas, creo que organizaron lo de la echadora de cartas y luego, cuando Carmen te divisó dijo: Ya tenemos al pájaro y fue a por ti, luego, al ver que no hacías sino hablar conmigo desaparecieron.
Cuando vino Carmen a buscarme yo estaba pensando la estrategia para acercarme, aunque en el fondo sabía que tenía muy reciente la ruptura, pero quería hablar con alguien, he vivido solo la mayor parte de mi vida y no he sentido la soledad, pero ayer si un poco.
Mi vida ha sido bastante dura, pero pienso que todo pasa porque tiene que pasar y todo te hace madurar.
Mis padres murieron cuando yo era un crío, me cuidó mi hermana y su marido, pero estos murieron en un accidente cuando tenía 17 años, me he apañado solo, dicen por Aragón que el buey solo bien se lame. Y es verdad, a todo te acostumbras.
Entre lo que me dejaron mis padres y mi hermana, que no tenían hijos, he podido ir viviendo sin problemas económicos, trabajando pero sin problemas, ahora estoy pensando en cambiar de vida, tengo este barco vendido, estoy buscando algo más grande, un ketch, o algo así y me dedicaré a hacer charters y a vivir en él.
Hicimos la última bordada y salimos a mar abierta, pasamos la punta de s´Esperó y seguimos rumbo a Faváritx la mar estaba  en calma, un ligero viento del SE nos empujaba.
Entre charlas y silencios fue transcurriendo la mañana, pasado Faváritx empezaron a divisar les illes de Addaia.
Ahora, cuando lleguemos a las rocas, arriaremos velas y pasaremos a motor, el paso es muy estrecho y a vela podríamos tener algún contratiempo, aún así, habrá que vigilar la sonda ¿Tienes alarma?
Si, la tengo, dije.
Ponla a tres metros, por si acaso.
Cuando pasemos, entraremos en la pequeña bahía de Na Macaret a darnos un baño, si te parece.
Como tú digas, hoy eres el patrón, aprovéchate, yo soy el chino cocinero.
Pasamos sorteando las secas y rocas de les illes de Addaia, Gracia al timón no parecía titubear lo más mínimo, yo no sacaba el ojo de la sonda, pero ella sabía perfectamente lo que hacía, allí se habían hundido muchas embarcaciones de recreo.
Cuando llegamos a las balizas que marcan la entrada de la cala, éstas quedaron a estribor, habíamos pasado por medio de todo el peligro y adelantamos unos veinticinco minutos.
 Viramos a babor y empezamos la maniobra de aproximación a la pequeña cala de Na Macaret, preparé el ancla y a la voz de Gracia la dejé caer por proa, cuando tocó fondo y con cadenote suficiente, Gracia dio atrás ligeramente y el ancla se hundió en la arena, entonces paró el motor y me dijo:
¿Has pasado miedo?
No, estaba en buenas manos. Le contesté.
¿Sabes que mi padre hundió una menorquina de treinta y seis palmos aquí? Me dijo riendo.
Nos bañamos durante una media hora y tomamos el sol. Preparé un par de cervezas con unas patatas fritas y Gracia dijo;
Aquí, en cala en Pitt hay un restaurante que se come muy bien, ¿Quieres que llamemos? Tienen emisora.
Asentí con la cabeza y  Gracia cogió la emisora por el canal nueve y llamó, cuando dijo quien era le dijeron que se acercase al pantalán debajo del restaurant que le harían un sitio.
Gracia vio que el amarre de su hermano estaba vacío, ya que  todavía no había traído el barco desde Ciudadela, así que amarramos en el sitio de su hermano.
Una vez amarrado, bajamos a tierra. Gracia dijo:
 Ahora podemos hacer varias cosas. La casa de mi madre ahora está vacía,  ven, te  enseñaré la casa y luego iremos a comer, podemos pasar la noche en casa o en el barco aquí o entrar hasta el puerto.
Avisamos al restaurante de que iríamos en media hora a comer y nos dirigimos a la casa de Gracia, era un chalet de dos plantas a 50 metros de la orilla y mirando al mar, enfrente quedaba el pantalán y allí, en un mar totalmente en calma estaba el “Destino”. La casa la mandó construir el padre de Gracia y había pensado en el futuro, quería que cada uno de sus tres hijos tuviesen su habitación doble y un par más para invitados, todas ellas en el piso superior, en el inferior se había reservado una gran suite para él y su mujer, un gran salón mirando al mar, un comedor independiente y una cocina enorme. Arriba había dos cuartos de baño y abajo otro y otro más pequeño y sin ducha.
Comimos espléndidamente y luego subimos a la casa, Gracia decidió que nos quedásemos en el  chalet.

jueves, 12 de diciembre de 2013

EL ULTIMO VIAJE DEL "DESTINO" Capítulo III

Tercer capítulo de "El último viaje del Destino". Ya tenemos a Ricardo en la "Isla del viento", Menorca.
¿Qué deparará este viaje a Ricardo? Este fue el comienzo de las grandes aventuras del Ricardo que conocemos en relatos posteriores. Es imprescindible conocer las aventuras y desventuras del pasado para saber quien es Ricardo.

Y ahora................

EL ULTIMO VIAJE DEL “DESTINO”

Pedro Fuentes

Capítulo  III
Al atardecer  me desperté recuperado, me arreglé y marché andando, subí hacia el muelle de Ponent hasta llegar a las escaleras del carreró Costa de ses Voltes, inspiré profundamente, me di ánimos y empecé la subida por las escaleras centrales, las subí en una sola etapa, no hubo descanso, porque cuando llegué a los cruces, tuve la suerte de que no pasaban coches que me hiciesen parar. Cuando llegué arriba, respiré profundamente y me relajé.
Las luces empezaban a encenderse, los días eran ya bastante largos, nos acercábamos a la noche de San Juan.
Todavía quedaban algunas tiendas abiertas, aproveché para comprar un par de botellas de gin menorquín y las famosas hiervas, luego, pasé por la iglesia del Carmen, a aquellas horas ya estaba cerrada, bajé otra vez al puerto.
Me senté en la terraza del bar del Náutico y pedí una cerveza, a mi lado, alrededor de una mesa, varias mujeres hablaban y bebían.
Por un par o tres de veces mis ojos se cruzaron con los de una morena muy peinada, como si acabase de salir de la peluquería pero la cara limpia, solo una pequeña raya envolvía sus grandes ojos azul turquesa, pensé, es la primera rubia que veo teñida de morena, porque esos ojos pegan más con una rubia.
Tras coincidir un par de veces más, pensé, me acercaría a hablar con ella, pero con todas las demás alrededor me puedo llevar un gran corte, así que seguí observando, tenían una edad indefinida entre treinta y cuarenta años, la dueña de aquellos ojos permanecía como un poco al margen de las demás, parecía pertenecer a otro ambiente y además, cuando sus compañeras reían, ella solamente esbozaba una pequeña sonrisa forzada porque parecía estar en otro lado.
Por un momento me pareció que la que estaba a su derecha, más frente a mi, le hizo un comentario y comprendí que le hablaba de mi.
Al poco rato, la que estaba enfrente de mí, se levantó y me pidió un cigarrillo del paquete que tenía encima de la mesa, se lo ofrecí y le dije:
Coge, y si alguna de tus amigas quiere, puede cogerlo.
De acuerdo, pero vente a nuestra mesa y ofrécelo tú.
Me cogió del brazo e hizo que me levantase, fue por delante de mí y me hizo sitio al lado de la morena “ojos turquesa”
Me fue presentado a todas una por una yendo por su derecha, ella que se llamaba Carmen, Rosa, Elena, Isabel y Gracia.
Yo me llamo Ricardo y acabo de llegar a Menorca.
¿Has venido solo? Dijo una de las muchachas.
Si, acabo de llegar, bueno, esta mañana, pero estaba muerto de sueño y me he pasado la tarde recuperándome, he ido a comprar un par de botellas de gin y las consabidas hierbas menorquinas como hago siempre que vengo.
¿Cómo es que no has ido a Ciudadela?,  dentro de seis días comienzan las fiestas de S. Joan. Dijo Gracia.
Bueno, pensaba ir, pero siempre vengo antes a Mahón, me gusta más, es más típico, más recogido, más marinero y las mujeres más bonitas.
¿Has venido solo? Dijo Carmen.
Si, he venido completamente solo, ayer estaba dando una vuelta con mi velero y como no tenía nada que hacer y unos días libres, vi que el barco estaba enfilado a Faváritx y me dije:
¡Capitán! Nos esperan en Menorca, así que me vine.
¿De qué o quién huías? Dijo Gracia.
Del pasado, cuando quiero pasar página o llego a un cruce de caminos me embarco, la mar en solitario te ayuda a ponerte en paz contigo mismo. Es un encontrarse de nuevo para comenzar una nueva etapa. De todas las formas, ¿No estamos todos huyendo continuamente? De lo único que no se puede escapar es de los recuerdos, pero éstos solo son escalones que nos sirven para llegar más alto y perfeccionarnos.
¡Buena filosofía! Brindemos por el encuentro. Dijo Carmen levantando su copa. Todos la imitamos y brindamos.
Pasaron las horas sin pensar, la charla fue amena pero una a una se fueron marchando a sus casas, al final quedamos Gracia y yo que también nos levantamos pero nos fuimos paseando por la orilla del mar.
Al fondo se veían las luces de la Base Naval y de vez en cuando una barca salía rumbo a la Mola, a la salida del puerto.
Cuando salió el ferry de Barcelona, los dos, cogidos del brazo, sacamos nuestros pañuelos y saludando los despedimos mientras Gracia decía: ¡Adiós! , ¡Adiós! ¡Aprovechad el viaje para comenzar una nueva vida!
¿Es eso lo que deseas? ¿Huyes tú también del pasado? Le dije parado frente a ella y mirando aquellos preciosos ojos turquesa.
Si, hace muy poco he terminado una relación que resultó muy traumática, mis amigas me sacan de paseo para entretenerme y hoy nos han dejado solos porque esta tarde me llevaron a una echadora de cartas, cosa que no creo, y me dijo que un marino llegaría para llevarme con él. Carmen, que es una psicóloga tremenda, al verte, tan quemado por el sol, en la terraza del Náutico me dijo:
Ese es tu marino, voy a traértelo.
¿Sabes como se llama mi barco? “Destino” así, a secas. También acabo de salir de una tortuosa relación y además la empresa en la que trabajaba cerró.
Buen nombre, ¿Se lo pusiste tú? Dijo Gracia.
Si,  este es mi primer barco, ya llevo unos años con él y ya llega la hora de cambiarlo, ahora que me he quedado sin trabajo y sin ataduras, estoy buscando un velero más grande para dedicarme a hacer charters, tengo experiencia y todos los permisos suficientes, ahora solamente falta buscar un barco para ello. Por aquí se encuentran buenas oportunidades, cuando me salga alguna, el mío lo tengo  vendido. Y ¿Tú? ¿A qué te dedicas?
Soy maestra en una escuela pública en Alayor, me quedan ocho días para las vacaciones, no sé lo que haré todavía pero quisiera aprovechar el verano para salir de Menorca y cuando vuelva en septiembre ser una persona nueva.
Volvimos sobre nuestros pasos y cuando llegamos al Club Marítimo, Gracia preguntó: ¿Te apetece tomar una copa en Villacarlos? Tengo el coche aquí, además mañana es sábado y no hay que madrugar.
De acuerdo, me encanta Villacarlos por la noche.
Llegamos hasta un 205 aparcado en la orilla del mar y subimos. Marchamos hacia Villacarlos a unos tres kilómetros. Llegamos, pasamos por la plaza y en cuanto pudo Gracia  aparcó, estábamos frente al hotel Hamilton a unos trescientos metros del pequeño puerto.
Cuando pasamos la última curva, siempre bordeando el mar nos encontramos con el pequeño bullicio de las tiendas, bares y restaurantes. Fuimos hasta el fondo y allí, a la orilla del mar nos sentamos en una terraza.
Pedimos un gin y una coca cola y charlamos animadamente como si nos conociésemos de toda la vida, cuando empezaron a cerrar los chiringuitos nos dimos cuenta de la hora que era y marchamos nuevamente a Mahón. Una vez allí, Gracia paró el coche al lado del pantalán donde estaba mi barco.
Antes de bajar le dije:
¿Quieres que salgamos a navegar este fin de semana? Le dije.
Si, encantada. Me voy a casa en Alayor, cojo cuatro cosas y a las once puedo estar aquí de nuevo, ¿Te parece bien?
Perfecto, según el tiempo que haga, si es bueno iremos al norte y si hace mucho viento tiraremos al sur.
Nuestras mejillas se rozaron suavemente y bajé del coche.
Hasta dentro de un rato.

jueves, 5 de diciembre de 2013

EL ULTIMO VIAJE DEL "DESTINO" Capítulo II

Segundo capítulo de este viaje de Ricardo que le lleva en su velero "Destino" a la maravillosa isla de Menorca, meta de muchos cruceristas por la cantidad y belleza de sus calas y por lo acogedoras de sus gentes.
¿Qué deparará este viaje a Ricardo? Lo leeremos en los próximos capítulos.
Y ahora....................

EL ULTIMO VIAJE DEL “DESTINO”

Pedro Fuentes

Capítulo  II
Ya por la aleta de estribor el sol comenzaba su ocaso, el brillo dorado sobre la mar, con su ligero rizado, me transportaba a la paz, todo eran recuerdos dentro de mi cabeza, preparé una caña con una rápala pequeña y me dediqué a la pesca del curry, esperaba que si picaba algo, no fuese muy grande, no era plan de sacar una pieza que no pudiese aprovechar ya que el congelador no era muy grande, quería lo justo para un par de comidas de pescado fresco.
Tras media hora, cuando el sol ya estaba a punto de ponerse, un ligero temblor de la punta de la caña hizo ponerme en tensión. Cuando el carrete empezó a girar violentamente mientras el nilón se desenrollaba y salía hacia la presa, cogí la caña, frené ligeramente el carrete y me dispuse a cobrar la línea con tirones hacia arriba y rápida recogida del sedal mientras bajaba la punta de la caña apuntando el agua, luego otra izada de caña y vuelta a la recogida, no era una pieza grande, de pronto la vi saltando a flor de agua, parecía un dorado de aproximadamente quilo y medio. Tras diez minutos de recogida, legré subir la pieza a bordo.
El dorado es un pez azul que nada tiene que ver con la dorada, cuando es fresco, se puede comer a la plancha, al horno con patatas y cebollas y despiezándolo en dos filetes, los lomos, a la plancha, con un poco de ajo y romero es un placer de dioses, ya tenía la cena, incluso a lo mejor encontraba una botella de vino blanco en algún tambucho.
El tiempo seguía perfecto, el viento era el correcto para una navegación tranquila y soplaba a favor, cosa rara cuando se navega a vela que nunca sopla a gusto del patrón, bien ajustadas las velas estaba haciendo puntas de seis nudos y medio, la deriva era mínima y el piloto automático no parecía trabajar, el rumbo era perfecto.
Había encontrado una botella de vino blanco que puse en la nevera, limpiado el dorado y preparado para cocinar tuve que poner el motor en marcha antes de lo previsto ya que había demasiadas cosas que consumían electricidad y se podrían descargar las baterías.
Cuando terminé de cenar, la luna llena apareció por levante, una luna grande y roja que iluminaría toda la travesía.
Siempre que veo la luna llena me inunda de presentimientos que hacen recorrer un escalofrío por mi espalda.
Ya entrada la noche, me abrigué con un saco de dormir y me dispuse a pasar la velada en un duerme vela en cubierta, ya sé que hay muchos patrones que se echan a dormir conectando la alarma del radar, yo no sabría hacerlo incluso cuando llevo a alguien que me sepa relevar, las guardias de noche siempre son para mí.
He tomado la lectura del GPS y la he anotado en la carta, son las doce y he navegado treinta y una millas, si sigo así, a las cinco habré conseguido la mitad de la distancia y habré logrado los 6,5 nudos de media gracias a la ayuda del motor al ralentí que he arrancado por recargar las baterías. Al amanecer, cuando salga el sol con la ayuda de la placa solar que llevo será suficiente y podré pararlo de nuevo.
Por el horizonte se divisan barcos que suben o bajan, ninguno lo suficientemente cerca para ser peligrosos, aunque a alguno, en medio de la noche, se alcanza a oír sus potentes motores.
La luna sigue alumbrando, y lo hace tan fuerte que por estribor veo la sombra de mi barco con sus velas.
En el agua que desplaza el Destino al cortar el mar a veces se ven las fluorescencias del plancton eso me recuerda cuando de crío iba con otros compañeros de juego a buscar luciérnagas en el campo.
Entre recuerdos, cigarrillos y cafés fueron pasando las horas, alguna vez me levanto y bajo a la cabina para desentumecer las piernas, compruebo los aparatos y cuadro de cargador de baterías, todo funciona correctamente, a las tres tomé otra lectura del GPS y la pasé a la carta, rumbo correcto, el motor al ralentí me hace alcanzar picos de casi 7 nudos, como siga así lograré bajar de las veinte horas, claro que no será lo mismo a partir del amanecer, cuando apague el motor.
El pitido insistente de la alarma del radar me hace despertar, compruebo el horizonte, un mercante lleva un rumbo coincidente con el mío, está a una milla y media por babor, todas las preferencias son mías, pero él es más grande y ya se sabe, el pez grande se come al chico, sería capaz de tragarme sin ni siquiera enterarse, decido hacer una maniobra y dejarme caer a estribor, tomo la lectura en el GPS y viro a estribor, el mercante pasará a más de una milla y yo volveré al rumbo.
Ya ha amanecido, son las cinco y catorce minutos, he dormido durante dos horas, ya he parado el motor, el mercante que parece llevar rumbo hacia Alcudia ya ha pasado, vuelvo a mi rumbo después de anotar en la carta la lectura de antes del desvío y el de ahora, no me he desviado gran cosa, llevo catorce horas de navegación y he conseguido hacer 80 millas, a una media de 5,7 nudos, incluido el desvío del mercante y las dos horas primeras que fueron de 3,5 nudos. Si todo sigue así, llegaré a La Mola en unas seis horas, no está mal, ahora hay que desayunar, pero primero bajaré a lavarme y afeitarme, cuando se navega solo e incluso cuando se vive solo, no se puede abandonar el aspecto físico, es primordial para sentirse a gusto con uno mismo y no caer en depresiones.
Ya he vuelto a cubierta,  he dejado todo ordenado y ahora a vigilar, dentro de unos momentos aparecerá por el horizonte el ferry de la Transmediterránea rumbo a Mahón y después empezarán a aparecer los pesqueros de Menorca.
Ahora hace algún tiempo que no venía a Mahón, quizás un par o tres de años.
Es una ciudad llena de encantos, sobre todo naturales, ya la entrada en el puerto, una inmensa ría con la isla del Rey en medio, el famoso penal militar de La Mola, el antiguo Lazareto, donde los barcos tenían que hacer cuarentena por el peligro a la peste, tuve ocasión de visitarlo gracias a una confusión.
Estaba en el pequeño puerto de Villacarlos, también dentro de la ría y enfrente del citado Lazareto, con unos amigos, cuando llegó una motora que hace el transporte de personas y bajó un señor mayor, la verdad es que no me enteré de nada, pero el señor dijo que si éramos los invitados de “no sé qué” y uno de los nuestros, con mucha cara le dijo que sí, nos hizo subir a la motora y nos llevo a El Lazareto, nos hizo de guía y nos lo enseñó todo, luego nos llevó a Villacarlos otra vez y todavía mi amigo le dio las gracias por todo y las hizo extensivas al señor  “no sé qué” por la invitación.
Sin ninguna incidencia llegué a la entrada de la ría y en una hora más me encontré pidiendo amarre en el Náutico de Mahón. Amarré, le di un manguerazo de agua dulce a mi “Destino”, pasé por la oficina y luego me fui a los baños para darme una buena ducha y quitarme la sal y el cansancio.
Después de una buena comida, volví al barco para recuperar el sueño perdido.

jueves, 28 de noviembre de 2013

EL ULTIMO VIAJE DEL "DESTINO" Capítulo I

Hoy comienzo un relato bastante largo, quizás nos dure hasta febrero o marzo de 2014, este relato es una historia de Ricardo con su anterior velero, un Furia 25 anterior al barco que se relata en "El Viaje I".
Gracias a las charlas con Ricardo en las largas tardes de invierno, el libro de Bitácoras y las cartas que guarda Ricardo, he podido reconstruir esta historia y otra más que seguramente se publicará a continuación, espero que os guste, os recomiendo, a los que no conocen la navegación que se hagan con uno de tantos diccionarios de náutica que hay en intrenet.

Y ahora......................

EL ULTIMO VIAJE DEL “DESTINO”

Pedro Fuentes

Capítulo  I
Salí de Blanes a donde había ido porque me salió un comprador para el barco, una vez apalabrado faltaba la firma que sería a primeros de Julio. La idea era ir hasta Benicarló, mi puerto base, antes de firmar, para descargar todos los efectos personales y entregar el barco limpio, pero todavía faltaban más de dos semanas y mientras tanto, como no tenía nada que hacer, me dediqué a hacer las últimas navegadas por la Costa Brava.
Aquella tarde salí sin rumbo, deseaba despejar mi mente, había tenido un mal invierno, todo había pasado muy rápidamente, de pronto un día descubrí que nada me quedaba, el trabajo se fue al garete. No sé si como consecuencia o ya venía de antes, me encontré con una carta en la que la persona a la que estaba unido me abandonaba, todo se quedó en un vacío a mí alrededor.
Me fui al puerto, preparé  mi velero, un Furia 25, largué amarras y salí por la bocana del puerto sin rumbo a ninguna parte.
Llevaba 2 horas navegando entre través y ceñida. Dejándome llevar por la suave ventolina   que me llevaba a una velocidad de tres nudos y medio. Cuando me fijé en el rumbo de compás, 147 grados, el piloto automático parecía parado, la mar plana, la mar era un pequeño rizo que no llegaba a romper, el cielo estaba despejado y eran las cinco de la tarde, había salido a dar una vuelta, a olvidarme del mundo durante unas horas, solamente la gente de la mar sabe lo que es navegar en solitario, el cielo, el mar y tú, título de por lo menos un libro de navegación, pero es verdad, si no eres capaz de encontrarte a ti mismo en esas circunstancias, déjate de buscarte o búscate en otro lugar, no pierdas el tiempo.
Llevaba el GPS apagado, lo encendí y éste me dio un plano general de la carta, miré el compás, seguía en el 147º miré de nuevo el GPS y allá, al fondo del 147º apareció u destino:
 Faro de Faváritx en Menorca. Llevaba pertrechos como siempre a bordo del “Destino”, nombre de mi barco, y pensé:
Nadie me espera, soy un espíritu libre, tengo para veinte días antes de entregar el barco a su nuevo dueño cuando vuelva,  luego me encontraré igual de solo y rodeado de recuerdos, yo soy el  “chino cocinero” del “Destino” y de mi destino. No es la primera vez que vuelvo a empezar de nuevo, mi rumbo es 147º y allá vamos, Menorca.
No parecía que fuese a cambiar el tiempo pero de todas formas, entré en la cabina y fui preparando todo, el traje de agua cerca, encendí la emisora, canal 16 por si había algún mensaje sobre el tiempo o alguna incidencia, coloqué en la mesa de cartas la correspondiente a la zona de navegación, calculé el rumbo y la velocidad, si el viento se mantenía así o arreciaba un poco más, podría conseguir los cuatro y medio o cinco, por la hora que era y la dirección del viento era muy posible que no cambiase por la noche, además, cuando ésta llegase los terrales ya no me alcanzarían.
Fui preparando las cosas, incluida la comida para tenerlo todo más al alcance de la mano si se terciaba el tiempo.
Preparé el termo grande de café y metí unas cervezas en la nevera, comprobé la carga de baterías y las luces de navegación.
Todo esto muy pendiente de los pesqueros que a esas horas regresan a Blanes después de un día de faena y que van a toda máquina, todo era correcto, a partir de las doce pondría el motor en marcha para cargar baterías.
Por la banda de babor, a una media milla apareció un pesquero conocido. Me acerqué a la emisora, puse el canal de los pescadores y llamé:
Mar Blava, Mar Blava, Mar Blava, aquí Destino, ¿Me escuchas? Cambio.
La inconfundible voz de mi amigo Pitu LLauradó, mas conocido por “Bicicleta” me contestó:
Hola, Destino, hola, Ricardo, ¿Dónde andas? cambio.
Te tengo por proa, me voy a dar una vuelta por Menorca, ¿Te vienes? Cambio
Me c… en dena, ahora mismo me iría, si vas por Mahón tráeme un par de gorras como la mía, las encontrarás en la tienda de efectos navales del puerto de Mahón.  Cambio
De acuerdo, nos veremos a la vuelta, cambio
Buena travesía y cuidado con el gin y las hierbas. Cambio y corto.
Cuando nos cruzamos, Pitu salió de la cabina y me saludó.
Le devolví el saludo y recordé cuantas veces había ido a pescar con él y cuantas había venido a navegar conmigo, había empezado a navegar y pescar con doce años con su padre pero no se cansaba nunca de salir a la mar.
De vuelta en la cabina, en la mesa de cartas la correspondiente, busqué en el GPS la demarcación y la hora, luego, sobre la carta anoté hora, velocidad, longitud y latitud. Había un pequeño abatimiento a sotavento, pero ya lo corregiría en la siguiente lectura si aumentaba. Dentro de dos horas anotaríamos la siguiente. La verdad es que habría que tomarla con sextante, pero me parece que eso no lo hace nadie.
Una vez visitando el Juan Sebastián Elcano, un guardiamarina me enseñaba los sextantes y  le había preguntado de broma por el GPS. Me contestó muy serio que ellos solo usaban el sextante, después me dijo:
Bueno, luego lo compruebo con el GPS por si acaso.
Subí a cubierta, preparé una línea de vida y me puse el chaleco auto hinchable, hay normas que no se pueden saltar a la torera si se navega en solitario, me preparé del termo una taza de café y me fumé el primer cigarrillo, luego cacé la mayor y el génova y el barco pareció ganar velocidad. Una gaviota seguía solitaria la estela del barco ¿Sería Juan Salvador Gaviota? No, Juan Salvador era yo, ya empezaba a sentirme libre.
Ya han pasado todos los pesqueros que vuelven, han pasado tres horas de navegación, tierra empieza a desaparecer, ya no se divisan los pueblos, el ruido de las olas al romper contra la proa del barco es el único sonido que se escucha, las velas van bien cazadas y en ningún momento flamean, los catavientos parecen flotar en el espacio.
Es extraño, no afloran recuerdos recientes, mi mente se va a la infancia, cuando vivía en un pequeño pueblo con mis padres y era monaguillo y por mi cabeza de crio de ocho años rondaba la idea de hacerme sacerdote cuando fuese mayor.
Las travesuras de crío me rondaban, solamente tenía una hermana mayor, veintidós años, se había ido a estudiar a Madrid. Allí tenía un novio con el que pensaba casarse cuando terminase los estudios de enfermera, su novio algo mayor que ella era militar.
Mis padres eran bastante mayores, Paco, mi padre, agricultor murió cuando yo tenía nueve años.
Una sonrisa vino rodeada del recuerdo de cuando intentaron poner un tiovivo en el pueblo y  terminó con uno de los hechos que marcaron a aquel pueblo para siempre, fue el hazme reír entre los pueblos de la comarca, decían: Si vas a …… ten cuidado con la corriente eléctrica.
Al poco tiempo de aquello, mi madre quedó con mi hermana que me fuese a Madrid con ella, a estudiar, decía que así tendría más futuro, luego, cuando a los seis meses murió mi madre, mi hermana supo que mi madre estaba muy enferma y no quería que yo tuviese el  recuerdo de verla morir poco a poco.
Llegué a Madrid y me encontré con el mejor de los mundos, mi hermana estaba recién casada entonces, tanto ella como su marido me trataron como un hijo, me matricularon en un colegio religioso, allí había conocido al padre Lázaro, su profesor de latín y consejero espiritual, habían hecho una buena amistad.
Cuando  mi madre murió nos acompañó a mi hermana, su marido y a mí al pueblo y nos ayudó todo lo que pudo.
Dicen que las grandes ciudades cuando llegas de un pequeño pueblo, te devoran, yo me integré perfectamente en Madrid, creo que aproveché las oportunidades que te ofrecen las ciudades sobre todo de diversidad cultural, teatros, universidades, allí hice mis mejores amigos y pasé grandes aventuras, allí conocí a mi primer amor, Enriqueta.
Un par de años antes había abandonado la idea del sacerdocio. Lo de Enriqueta fue lo más grande que me pudo pasar y el comienzo de mi peor etapa, después de Enriqueta, que duró diez meses entré en una etapa oscura en la que pasé por una crisis personal que me mal llevó por la vida y que culminó con la muerte de mi hermana y su marido en un accidente cuando iban al pueblo.
Me quedé solo en el mundo con diecisiete años, un tío de mi cuñado, militar de alta graduación asumió mi tutoría, seguí viviendo en el piso de mi hermana, que heredé y el militar, excelente persona, en todo momento se ocupó de mí, supervisó mis estudios, controló mi administración y se preocupó de todo lo que me concernía.
Me viene a la memoria el recuerdo del  padre Lázaro, al que veía de vez en cuando y se preocupaba por mis crisis de fe.
Recuerdo ahora las buenas horas pasadas con mis amigos Vicente y Pedro cuando me llevaron a la sanadora de cerca de Morata de Tajuña  para que me curase de la úlcera de estómago y tantas personas a las que conocí en aquella época.
Varias mujeres hubo en aquellos tiempos, algunas las recuerdo con cariño, otras me hirieron, pero como siempre digo, en esta vida todo te enseña y todo te hace madurar y siempre, siempre estás madurando.

jueves, 21 de noviembre de 2013

Y NO ESTABA MUERTA Capítulo VII y Epílogo

Hoy se termina, con el Capítulo VII y un Epílogo Y NO ESTABA MUERTA, espero que sea de vuetro agrado.

La semana que viene comenzamos con un nuevo relato.

Y ahora................

Y NO ESTABA MUERTA
                                                                                                                  
Pedro Fuentes

Capítulo  VII

Eran las diez de la mañana cuando a 500 kilómetros sonó el teléfono móvil de un viejo conocido.
¿Si, dígame?
¡Ricardo! ¡Hola!, ¿Me conoces?
Si, claro, ahora si, José Miguel, ¿Has vuelto a la costa?
No, no, estoy en Madrid, te llamo por dos razones, la primera es saber cómo estáis tú y Pedro, y la segunda es porque quería consultarte algo.
Si, estamos bien, con Pedro de vez en cuando vamos a pescar y está bien ¿Y tú qué tal andas?
Bien, con mucho trabajo pero bien, de eso quería hablarte, tengo un asunto sobre la mesa del despacho que no tiene mucha importancia, se trata de un posible accidente, pero es tan claro, tan perfecto, tan limpio que antes de darle carpetazo y cerrarlo quería comentártelo.
José Miguel le explicó a su amigo el caso de Gertrudis y luego le dijo:
¿Por qué no te vienes a Madrid y vamos a hacer una última inspección del caso?
Bueno, en realidad ahora no hago nada y no me vendría mal un paseo por la capital.
Coméntaselo a Pedro y os venís los dos y así de camino nos vemos y pasamos unos días juntos.
Bueno, te diré algo sobre Pedro y si dice que sí marchamos mañana mismo. Ahora con el AVE es un paseo.
Ricardo habló con Pedro y asintió rápidamente, aquella misma tarde, después de avisar al comisario se fueron a Valencia y desde allí cogieron el tren hasta Madrid.
Llegaron y José Miguel les estaba esperando para irse a cenar.
Bueno, José Miguel, dijo Ricardo, dices que en la casa la mujer oyó una llamada de teléfonos y al correr tropezó y cayó por las escaleras, ¿Desde dónde llamaron?
Desde un móvil de prepago, ya sabéis, estos teléfonos en principio tienen que estar identificados, pero hay varias trampas para ponerlos a nombre falso y éste es uno de ellos.
Esa es una de las causas que hay para sospechar, ¿Se habían recibido más llamadas de este número? Preguntó Ricardo
Si, algunas pero siempre sin ser contestadas, pudiese ser de esos teléfonos que últimamente todo el mundo recibe llamadas, no hay denuncias, pero a veces pasa.
Después de cenar los tres amigos aprovecharon para irse al teatro y luego Ricardo y Pedro se fueron al hotel y quedaron en que a las 10 los recogería José Miguel con el coche e irían a visitar la casa del accidente.
A las diez en punto de la mañana siguiente José Miguel entró en el hotel a recoger a sus amigos cuando estos estaban dejando las llaves en recepción.
Buenos días, dijo el comisario, el coche nos espera.
Subieron al coche y marcharon hacia Chamartin, al barrio de Ciudad Jardín-Prosperidad, localizaron el chalet, una casa ya antigua pero bien cuidada con un jardín muy arreglado. En el porche una mujer, en una silla de ruedas eléctrica tomaba el sol.
Llamaron al timbre y del interior, cuya puerta estaba abierta salió una mujer de unos treinta y pocos años, alta y esbelta.
¿Qué desean? Dijo la mujer a dos metros de la puerta de hierro forjado donde estaban parados los tres amigos.
José Miguel sacó su placa y se la enseñó mientras decía:
Soy el comisario José Miguel Martínez y venimos a terminar un formulismo sobre el accidente que sufrió la señora Gertrudis.
Fina miró a Gertrudis y ésta asintió con la mirada para que abriese la puerta.
Una vez en el jardín se dirigió a Gertrudis y le preguntó si era ella, Fina intervino y le dijo:
No habla, solamente le puede responder por señas, moviendo los párpados, una vez para decir si, dos para no, varias veces para decirle que no sabe o no comprende. Si conoce el alfabeto para sordos con las manos también le puede decir alguna cosa corta.
Bien, gracias, intentaremos entendernos, suponemos que usted es la señorita de compañía, ¿Vivía en la casa cuando ocurrió el accidente?
No, yo fui contratada después, cuando salió del hospital.
¿Está el marido de la señora?
No, está trabajando, no vendrá hasta la tarde.
Bueno, puede retirarse, luego querremos hacerle unas preguntas a usted, ¿La señora nos entiende bien?
Si, contestó Fina a la vez que Gertrudis parpadeó una vez.
Fina se alejó hacia el interior y los tres amigos se sentaron en unas sillas que movieron hasta ponerlas enfrente de la silla de ruedas.
¿Se llama usted Gertrudis?
Esta asintió
Según el informe, usted se encontraba en el piso superior de la casa cuando sonó un teléfono en el recibidor, llamó a su marido que estaba aquí en el porche y no le oyó, quiso bajar por las escaleras y tropezó con algo y cayó por las escaleras.
Gertrudis iba afirmando mientras José Miguel leía el informe.
¿Sonaba el teléfono más veces así?
Si.
¿Cuándo contestaban decían algo?
No.
¿Respondía también el teléfono su marido? Preguntó Ricardo.
Si.
¿A él le decían algo?
La mujer parpadeó una vez, hizo una pausa y parpadeó dos veces mientras que abriendo la mano derecha movió los dedos pulgar y meñique arriba y abajo.
¿Quiere decir que a veces si y a veces no?
Si.
¿Cuándo cogía el teléfono su marido se equivocaban?
Parpadeó una sola vez mientras volvía a mover la mano.
¿Tiene usted teléfono móvil? Preguntó Pedro mientras iba anotando cosas en una libreta
No.
¿Y su marido?
Si.
¿Habla mucho por él?
Si.
¿Más que por el fijo?
Si.
¿Perdió el conocimiento cuando cayó?
La mujer expresó duda.
¿Oía algo?
Si.
¿Vio algo?
Si.
Empleando el abecedario para sordos dijo:
L U Z - T U N E L.
¿Quiere decir que vio un túnel en el que al fondo se veía una luz blanca y cegadora? Preguntó Pedro.
Si, si, si.
¿Cuándo dejó de verla?
La mujer dudó, luego otra vez con las manos dijo:
A M B U L A N C I A.
¿Le importaría que viésemos la escalera? Dijo José Miguel.
La mujer, con un movimiento de las manos hizo girar la silla sobre sí misma y recorrió el espacio hacia la puerta.
Los tres amigos la siguieron. Una vez en el recibidor vieron el teléfono, la puerta como quedaba abierta, subieron por la escalera, en el descansillo de arriba, cubierto por moqueta, Ricardo recorrió el espacio entre la habitación de matrimonio y la escalera, comprobó que la moqueta estaba bien sujeta, pegada al suelo, luego recorrió todos los bordes de ésta.
Ricardo le dijo algo a Pedro y éste bajó hasta el porche, sonó el teléfono fijo y Fina salió de la cocina a descolgarlo.
¡Diga! ¡Dígame! ¿Quién es? Nada, no responde nadie. Dijo Fina y colgó de nuevo.
Pedro entró en la casa y cerrando la mano derecha, dejó el dedo pulgar hacia arriba, José Miguel sonrió y empezó a bajar por las escaleras seguido de Ricardo.
Abajo les esperaba Gertrudis.
Por la puerta de la calle apareció un hombre de estatura media, delgado, con gafas y una barba espesa pero arreglada.
¿Se puede pasar? Preguntó.
Ricardo le preguntó:
¿Es usted el esposo de la señora Gertrudis?
No, no, soy el psicólogo y vengo una o dos veces por semana, hoy no tocaba venir, pero he ido a un recado aquí cerca y me he acercado pero solamente de visita.
Soy el comisario y hemos venido a hacer una visita rutinaria para poder cerrar el caso, pero ya que está usted aquí, me interesaría consultarle unas cosillas, ¿Le importa que salgamos al jardín y hablemos un momento?
En absoluto, estoy a su disposición.
Y salieron los dos. Ricardo le preguntó a Fina:
¿A qué hora suele venir el esposo?
Depende, normalmente sobre las cuatro o cinco de la tarde, pero a veces viene más tarde pero suele avisar, cuando ha sonado el teléfono pensé que sería él.
Entró José Miguel por la puerta de la calle y dirigiéndose a Gertrudis le dijo:
Bueno, señora, por ahora hemos terminado, pero tenemos que hablar con su marido, así que esta tarde volveremos sobre las cinco y media, díganle que nos espere, que solamente nos falta hablar con él para cerrar el caso.
 Puso su mano sobre la mano derecha de Gertrudis y se despidió de ella:
Encantado de conocerla, lamento que sea en estas circunstancias, pero veo que usted es muy fuerte y sabrá salir adelante.
Los tres amigos se marcharon.
Vamos a la comisaría, tenemos que hacer un poco de trabajo y luego nos vamos a comer ¿De acuerdo?
Ricardo y Pedro asintieron.
Pasaron el resto de la mañana haciendo averiguaciones y comentado varias cosas, Pedro cogió todo el expediente y lo leyó de arriba abajo, algunas veces preguntaba algo a José Miguel y otras recalcaba otras en las que no parecía haber caído Ricardo.
Ricardo y Pedro, como ya sabemos todos por otros casos, habían sido nombrados colaboradores de la policía, bueno, Pedro siempre decía que Ricardo era el colaborador, que él era solamente su biógrafo.
Cuando terminaron las averiguaciones que estaban haciendo, se marcharon a comer cerca de la comisaría, luego volvieron, dieron un nuevo repaso a los papeles y marcharon al chalet de Ramón y Gertrudis.
Llegaron a las cinco y veinte, llamaron a la puerta y Fina les abrió, entraron en el salón y allí estaban Ramón y Gertrudis, Fina se marchaba cuando José Miguel le dijo que se quedase.
Bueno, estamos aquí porque tenemos que charlar con ustedes para poder cerrar este caso, dijo José Miguel, a continuación mi compañero dará lectura al expediente, e hizo una seña a Pedro que comenzó la lectura. Cuando llegó a la llamada de teléfono paró.
Ricardo le dijo a Ramón:
Usted dice que no escuchó el timbre, sin embargo cuando declaró por primera vez dijo que estaba en el porche y con la puerta abierta, ¿Se ratifica en lo dicho entonces?
Si, no oí nada, quizás estaba muy concentrado en lo que hacía o en la calle pasó alguna moto y no escuché nada.
Sin embargo nosotros hemos hecho la prueba esta mañana y el timbre se oía perfectamente desde el porche, más que desde la habitación de matrimonio donde estaba su esposa, tampoco oyó la voz de su mujer llamándole desde arriba, pero bueno, quizás usted sea más duro de oído que todos nosotros, pero la verdad es que el teléfono suena una barbaridad. Usted, señorita Fina ¿Tiene aquí un móvil para llamar al teléfono fijo y probarlo?
Fina sacó un móvil del bolsillo del vestido y marcó. El teléfono sonó fuerte. Vale, puede colgar, dijo José Miguel y preguntó a Ramón ¿Lo ha oído bien?
Si, señor comisario, fuerte y claro.
Y usted, Srta. Fina, ¿Tiene otro móvil?
No, ninguno más.
Pedro sacó un teléfono y marcó un número.
Dentro de un bolso en la mesita de al lado del sofá cama sonó débilmente un teléfono.
Nadie se movió, Fina miró extrañada, José Miguel  preguntó ¿De quién es ese teléfono?
Fina respondió, es de una amiga mía que me  dijo que se lo guardase.
Es curioso, dijo Ricardo, ese teléfono de tarjeta prepago está a nombre de un hombre que murió hace tres años y es desde ese mismo teléfono desde donde se realizó la llamada del día del accidente.
Eso no prueba nada, dijo Ramón.
Ya, ya lo sabemos, pero desde ese teléfono se llamaba muy a menudo a su casa y a su teléfono y al teléfono de su despacho.
Sigue sin probar nada.
Si, ya lo sabemos, pero si ese teléfono está en poder de la Srta. Fina y además recibe llamadas de su móvil algo pasa, si además el curriculum de la citada señorita Fina es totalmente falso, tampoco es auxiliar de geriatría, es más trabajó de camarera hasta hace dos años que conoció a Ramón y desde entonces mantiene una relación con él. Esto tampoco prueba nada, pero las evidencias se van multiplicando.
En ese momento llamaron a la puerta y Pedro fue a abrir, era Jesús, el psicólogo, entró, se sentó al lado de Gertrudis y le cogió la mano, de los ojos de ella brotaron dos lágrimas.
Pedro siguió leyendo, ahora relataba cómo Gertrudis salió al descansillo superior y llamaba a Ramón.
Gertrudis, en muy pocos momentos has perdido el conocimiento, por lo que hemos hablado contigo y con tu psicólogo, ¿Recuerdas haber tropezado con algo? Preguntó Ricardo.
Gertrudis hizo señas a Jesús y éste dijo:
Dice que no había nada en el suelo, sin embargo siempre tuvo la impresión de haber tropezado.
Cuando volví a casa del hospital, revisé todo y no había nada en el suelo ni nada había rodado por la escalera con mi mujer.
Ricardo le preguntó a boca de jarro: ¿Colocó bien la alfombra?
Si, pero no tenía ninguna arruga.
Ese si parece que le delata bastante, dijo José Miguel.
No tienen ninguna prueba, solamente suposiciones, ningún juez me condenaría por tener una aventura extramatrimonial.
Pedro sacó de entre los papeles una fotografía y se la dio a Ricardo, éste se la enseñó a Ramón ¿Qué ve aquí?
Una alfombra, la de arriba.
¿Y no ve nada?
No
Si se fija, hay una marca, es la marca que dejó la pata del mueble que hay pegado a la pared, usted levantó el mueble y atrapó la alfombra para que formase una arruga, ésta es la marca de la pata del mueble y esta otra raya es la que quedó en la alfombra al doblarse.
No pueden probar nada.
¿Está seguro? Dijo José Miguel, ¡señorita Fina!, usted puede ser acusada de cómplice o solamente de engaño manifiesto al falsear los papeles y poco más, si colabora con la policía.
Yo no hice nada, es más, siempre me dijo que conseguiría traerme a casa hasta que se solucionase lo de la petición de divorcio, solamente me pidió que llamase por teléfono el día señalado a la hora indicada, para eso me dio el teléfono de tarjeta, además lo usaba para llamarme, cuando yo llamaba a la casa si cogía su mujer el teléfono colgaba, si lo cogía él, se iba al despacho y lo llamaba al móvil. No me dijo nunca lo que iba a hacer, solamente que preparaba algo importante, incluso le había hecho un seguro de vida a su mujer. El curriculum y el resto de papeles me los dio él.
¡Calla! No digas nada, ¿No ves que no tienen pruebas?
¡Ramón! Queda detenido por intento de asesinato de su mujer. Dijo José Miguel  e hizo una seña por la ventana y entraron dos policías uniformados que esposaron a Ramón y a Fina y se los llevaron.
Gertrudis lloraba a lágrima viva, hizo un esfuerzo y apretando la mano de Jesús abrió la boca y dijo:
Algo sospechaba. Hacía un par de años que no era el mismo.
Los tres amigos se despidieron de Gertrudis y de Jesús y salieron de la casa.

Epílogo
Ramón fue juzgado por intento de asesinato en primer grado y al pago de una fuerte indemnización a su esposa, además fue condenado a 18 años de prisión.
Fina consiguió un trato con la justicia por colaborar con la fiscalía, fue condenada a 4 años pero no llegó a entrar en prisión al no tener antecedentes.
José Miguel, Ricardo y Pedro después de irse a cenar para celebrarlo, quedaron en verse más a menudo pero sin investigaciones por medio, cosa que duda el policía porque allá donde van parece que llaman al delito y terminan envueltos en algún caso, cosa que Pedro agradece porque así puede seguir escribiendo, que es lo que le gusta, ya lo dice él:
Yo solo soy el biógrafo de Ricardo, que lleva toda la vida metiéndose en jaleos.
Jesús se convirtió en inseparable de Gertrudis, que no volvió a andar pero recuperó la movilidad de los miembros superiores y puede  hablar. Al cabo de un año se convirtieron en marido y mujer, cuando le fue conseguida la anulación a Gertrudis.
 FIN