Mi lista de blogs

miércoles, 29 de mayo de 2013

IDENTIFICAN A LA TERCERA VICTIMA (El Afilador capítulo VIII)

Hoy no es día de publicar, pero el resto de la semana me pilla de travesía, así que tendréis el adelanto del capítulo.

La cosa se complica, los tres amigos se empiezan a enfrentar a los sospechosos.

Y ahora..........

EL AFILADOR

Pedro Fuentes

CAPITULO  VIII

Cuando llegaron nuevamente a la comisaría se encontraron con uno de los agentes que el comisario había enviado a interrogar al ex marido de la tercera víctima. Este había contado que en las fechas señaladas había ido al pueblo de su actual mujer por enfermedad grave de su madre, habían estado a quinientos cincuenta kilómetros durante tres días, luego había vuelto,  había regresado la tarde que encontraron el cadáver. Su mujer se quedó cuidando a la enferma. Nada sospechoso, estaba muy compungido ya que mantenía una relación cordial con su ex.
Ricardo le dijo a José Miguel:
Mañana saldré a pasear a Trouvé como cada día, me haré el encontradizo con Rodolfo para ver si le saco algo de la víctima. Después, si no te importa, me gustaría volver a leer los informes y ver todas las fotos con Pedro.
Yo estaré aquí toda la mañana, a las diez estaré en la oficina, tiene que venir el afilador para volver a interrogarlo y quisiera que estuvieseis presentes.
Salieron de allí Ricardo y Pedro con Trouvé y decidieron pasear un rato con el perro, que había estado todo el día entre despachos y restaurante, suerte que el dueño de éste le puso una bandeja con un poco de arroz sobrante con un poco de carne que salió de unas sobras a las que el animal no les hizo ascos.
¿Te fijaste, Pedro que el camarero del Hamilton sabía mucho de todo el mundo? Estoy seguro de que conocía a la segunda víctima. Creo que el Hamilton esconde algo, parece que es un sitio que se frecuenta por más gente de la que aparenta.
Y Rodolfo, qué extraña su actitud, esconde algo y no sé qué es, creo que sí, que efectivamente conocía a la tercera mujer.
¿Será conocido el que mantuvo relaciones sexuales con la mujer X? Es raro que no se haya podido identificar, quizás no sea francesa, el afilador nos podrá decir que tipo de acento tenía. ¿Habrán podido coger muestras para el ADN del amante?
Ambos amigos se intercambiaban las preguntas y Pedro tomaba notas.
Trouvé vagabundeaba todo lo que la correa extensible le permitía, yendo de farolas a árboles, de vez en cuando marcaba alguno y seguía su marcha, si se cruzaba con algún macho se ponía en guardia, en cambio si era hembra, fuese del tamaño que fuese, se estiraba y andaba con más garbo, estiraba la poca cola que tenía y saludaba moviéndola de un lado para otro, viéndolo ni Ricardo se acordaba de lo mal que lo pasó por su culpa y todo el mal que hizo. El animalito tampoco era consciente de lo que sucedió en su vida anterior hasta que Ricardo y el padre Lázaro lo salvaron.
Llegaron los amigos a la puerta del apartamento de Ricardo, donde estaba la moto de Pedro, quedaron para el día siguiente y Pedro cogió la moto para ir a su casa, tenía dos opciones, una un camino secundario muy poco transitado en esas fechas o la carretera nacional con muchísimo tránsito, aquella tarde noche cogió la carretera para hacer los siete kilómetros que le faltaban para su casa, le dio un poco de miedo el camino, tan oscuro y solitario, no era miedoso, pero no le seducía la idea del camino con lo que estaba pasando.
Al fin llegó a su casa, estaba solo, su mujer había tenido que marchar unos días por asuntos familiares.
Se duchó, luego se preparó un bocadillo y una cerveza y mientras comía se puso a repasar sus notas, luego escribió un rato con el PC y a eso de las diez, llamó a su mujer, le deseó buenas noches y se metió en la cama a leer una novela.
Ricardo cuando llegó a su casa hizo más o menos lo mismo, le puso pienso al perro, se duchó y luego, como no tenía pereza si era en cuestión de comida, se preparó unos huevos fritos con chorizo y patatas y abrió una botella de Rioja, encendió la tele y vio los telediarios.
A la mañana siguiente, a la misma hora de siempre salió a pasear a Trouvé camino del puerto, no llevaba ni diez minutos cuando se encontró con Rodolfo y Pibe, se saludaron como cada día y siguieron paseando juntos mientras hablaban de cualquier cosa menos futbol, Ricardo es enemigo acérrimo del futbol y no le gusta perder ni un segundo en la vida hablando de éste.
En un momento que se produjo el silencio, Ricardo le dijo a Rodolfo ¿Sabes que ya han identificado a la víctima?
Si, ya me he enterado, resulta que es amiga íntima de un compañero de trabajo mío.
Si la conocías, yo creo que debes comentárselo al comisario, si hay algo que no le gusta es que le escondan algo, yo lo conozco porque nos vimos complicados en un problema donde había unos terroristas y es una persona muy seria y buen policía pese a su juventud, mi amigo Pedro, él y yo, desde entonces mantenemos la amistad y como además le ayudamos en alguna investigación, nos aprecia y nos escucha las sugerencias que le hacemos.
Siguieron el paseo y al final de éste, Rodolfo dejó a su perro en casa y se fue a comunicarle a José Miguel lo que me había dicho.
Después de desayunar dejé a Trouvé en casa y me fui a esperar a Pedro, yo tenía que hacer unos recados y me interesaba coger el coche para ir después de la comisaría.
Llegó Pedro y le dije:
Aparca el coche que vamos con el mío.
Así lo hizo y cuando subió al mío me dijo:
He pasado la noche dándole vueltas a alguna cosa y creo que tendríamos que hablar con el camarero y saber qué hizo aquella noche y con el afilador. Hay un par de cosas que no veo claras y además creo que es de vital importancia quien tuvo relaciones con la mujer X y de qué nacionalidad era.

 


jueves, 23 de mayo de 2013

¿Quién miente a la policía? (El Afilador Capítulo VII)

Algún sospechoso no dice la verdad ¿Cual es el motivo? Todo se irá viendo, el comisario José Miguel y sus dos amigos, Ricardo y Pedro enpiezan a comprobar coartadas.
Si no has leido los capítulos anteriores, hazlo para no perder el hilo, y si quieres saber más de la amistad que los une, puedes leer El Viaje I, El Viaje II y El Viaje III en este mismo blog.

Y ahora.............

EL AFILADOR

Pedro Fuentes

CAPITULO  VII

Ricardo que había estado pensativo mientras hablaban Pedro y el policía dijo:
¿Podemos ir a interrogar al camarero del Hamilton?
Si, dijo José Miguel podemos ir, de hecho es de vital importancia comprobar la coartada del afilador, luego habría que presionar un poco a Rodolfo, sería además muy importante identificar a la segunda mujer, hemos pedido informes a la Interpol, pero todavía no nos han dicho nada, en cuanto a las dos mujeres, la primera y la tercera, eran una viuda joven que se dedicaba a correr por la zona donde fue encontrada y la otra separada, ambas con pocas amistades y con una vida bastante rutinaria y aburrida.
Antes de salir de la oficina, José Miguel se reunió con su equipo. Todo seguía igual, los datos de la tercera víctima eran similares a las dos anteriores, la misma puñalada mortal, degüello de oreja a oreja de izquierda a derecha, luego siete cuchilladas poco profundas.
 No tenía familia en la población, su ex marido vivía en un pueblo cercano, se contactó con él y dijo que se encargaría de todo, entierro, aviso a los familiares, no tenían hijos y hacía ya más de diez años que estaban separados, él se había vuelto a casar.
Desde el primer momento colaboró con la policía y parecía que tenía una coartada bastante aceptable. Dos agentes habían ido esa misma tarde a interrogarle y todavía no habían llegado. El comisario repartió instrucciones y marchó en su coche hacia el bar del pueblo cercano acompañado de los dos amigos y Trouvé que estaba encantado de estar con gente a la que conocía.
Salieron a la carretera y circularon por ésta durante ocho kilómetros con un tráfico muy espeso de camiones, a la salida de la población siguiente, al costado de la carretera vieron las luces de neón rojas que indicaban el Hamilton, era uno de esos sitios de carretera copia de los bares snack de carretera americana de camioneros a los que la gente va cuando no quieren ser vistos con según qué compañías. Eran las siete menos veinte y la tarde ya empezaba a oscurecer, faltaban unos días para el cambio de horario de verano y el día empezaba a alargarse.
Entraron, en la barra había un camarero de unos treinta y pico, casi cuarenta años, había tres clientes en la barra, en un par de mesas se encontraban una pareja y dos mujeres solas que parecían estar buscando compañía, en otra, más al rincón cuatro hombres jugaban a las cartas.
Buenas tardes, dijo José Miguel mientras sacaba disimuladamente una placa que le indicaba que era policía.
Buscamos a Anselmo Fernández, preguntó al camarero.
Si, yo soy, ¿Qué desean?
Hace quince días, estuvo en este local un hombre. A la vez que decía esto el policía le enseñaba una foto, ¿Se acuerda de él?
Si, es el afilador, viene por aquí a menudo, cuando está en pueblo para afilar, ya se lo he contado varias veces a la policía.
Si, pero quiero que me lo repita de nuevo.
Al medio día vino a comer y a afilar los cuchillos de la cocina, cada vez hace lo mismo. Pero ese día volvió por la tarde.
Entró a las siete menos cinco, antes de sentarse en la barra estuvo mirando por el bar como si buscase a alguien, luego se sentó y me preguntó la hora. Faltan tres minutos para las siete. Estuvo aquí hasta las siete y media, estaba esperando a alguien, me preguntó un par de veces la hora, por eso la sé tan exacta, a las siete y media se marchó, casi chocó con el jefe que llegaba en ese momento.
Ricardo preguntó:
¿Qué bebió?
Primero pidió un carajillo de coñac, a eso de las siete y veinte pidió un cuba libre, se lo puse y unos cacahuetes como es costumbre, se lo tomó poco a poco, hasta la mitad y a las siete y media, antes de irse lo apuró de dos tragos, pagó y se fue.
¿Está seguro de que bebió eso? Inquirió Ricardo, él dice que fue un café y una cola.
Iba en una furgoneta azul oscura, sería para que la policía no le dijese nada, si le hubiesen hecho soplar lo habrían pillado.
¿Cómo sabe tanto de él?
Si, ya le he dicho que viene como cada dos meses, nos afila los cuchillos, aquél día vino a primera hora de la tarde, después de comer, nos afiló los cuchillos como siempre, el jefe lo invitó a un carajillo, por eso sé que casi chocó con él por la tarde.
El jefe lo comentó, me dijo:
Va cargadillo, ni me ha conocido, iba de mala leche, ¿Cómo es que ha vuelto hoy?
No sé, me parece que alguna chica le ha dado plantón.
¿Por qué sabe que le habían dado plantón? Dijo Pedro
Los camareros somos un poco psicólogos, olía a colonia a dos metros, iba recién peinado y además me lo comentó. Dijo: la tía puta esa la próxima vez le va a afilar el cuchillo gratis su padre.
¿Vio en qué dirección se fue? Dijo José Miguel.
No, en ese momento me llamaron las dos chicas que había en la mesa para pedirme otra consumición y no lo vi.
Bueno, por ahora tenemos suficiente, si se acuerda de algo más, dijo el comisario dándole una tarjeta, llámeme.
Ya estaban levantados para salir cuando entró un hombre de unos sesenta años al que el camarero lo saludó con un ¡Hola,  jefe!
Salieron del bar y se metieron en el coche.
 

jueves, 16 de mayo de 2013

Tras las pistas (El Afilador Capítulo VI)

Los tres amigos empiezan a buscar pistas y a interrogar a los sospechosos.

Espero que podais seguir la trama sin perderos detalles, es interesante seguirla desde el principio, no os perdais ninguna pista, cualquier cosa puede ser importante para descubrir al asesino.

Y ahora.......

EL AFILADOR
Pedro Fuentes
CAPITULO VI

Cuando terminaron de la reconstrucción de los hechos, José Miguel recogió  a Ricardo y  a Pedro con su coche y a los demás les dijo a los agentes que los habían llevado por  la mañana que los devolviesen a sus lugares de origen.
Antes de entrar en el coche dio instrucciones para la tarde y les comunicó a sus compañeros que se verían en la comisaría a las cinco de la tarde.
Una vez en el coche dijo:
Bueno, ¿Dónde me lleváis a comer?
A un restaurante en el puerto donde está mi barco, tomaremos una buena paella y luego iremos al “Solitario” a tomar unos whiskys. Dijo Ricardo.
Bueno, bueno, no tantos que luego hay que trabajar.
¿Tienes los datos de las asesinadas? Edad, estado civil, donde y como las mataron, si se conoce alguna relación entre ellas, con quién se mezclaban, etc. Preguntó Pedro ensimismado y con una mirada ausente.
¡Huy! Te conozco y ya tienes algo entre ceja y ceja.
Si, Ricardo, hay algo que me da vueltas y quisiera confirmarlo lo antes posible, luego querría que fuésemos al bar donde estuvo el “Afilador”, Rodolfo me pareció un buen hombre pero me dio la impresión de que sí conocía a la víctima. Y el “Afilador” un cretino que se debe meter en un montón de líos por su afición a las faldas.
¡Jo! ¡Menudos sabuesos! Dijo José Miguel.
Llegaron al restaurante, al lado del puerto del barco de Ricardo, éste, cliente habitual, había llamado desde el coche por el móvil y ya tenían una mesa para los tres. Trouvé, perro bien educado y que sabe estar, se metió debajo de la mesa, un camarero le puso un cuenco de agua y allí se quedó el animalito.
El propietario y maître del restaurante dijo al verlo: Si por mí fuera prohibiría la entrada a niños mal educados y aceptaría a los perros.
¿Queréis una cervecita mientras hacemos la comanda?
Los tres asintieron y Rafael, el dueño llamó a un camarero y al momento éste apareció con tres cervezas y unas aceitunas.
Bueno, si os parece bien, os puedo traer de primero mientras se hace la paella unos mejillones al vapor y un plato de alcachofas al estilo de la casa, que ahora están en su mejor momento y para beber un buen vino blanco fresquito.
Los tres estaban de acuerdo.
¿Ninguna de las víctimas sufrió agresión sexual? Preguntó Pedro a José Miguel.
No, ninguna, bueno, de la última falta la autopsia, pero parece que tampoco. ¿A las otras también las desnudaron?
Efectivamente, míster Holmes. Pero ahora dejemos el tema que la mesa no es para hablar ni de estos temas ni de trabajo. Dijo José Miguel.
¡Ricardo! ¿Cómo tienes lo del barco? ¿Sigues haciendo charter?
Si, si sale algo lo hago, pero ahora no es el tiempo, mientras tanto me estoy preparando porque desde hace tiempo estoy con la idea de irme a dar la vuelta al mundo en solitario, bueno, con Trouvé.
Al oír su nombre, el animal salió de debajo de la mesa y miró a su amo. Luego, al ver que hablaban de él pero no lo llamaban, tomó un sorbo de agua y volvió a su sitio a los pies de su amo.
Pero eso es peligroso para uno solo, ¿verdad? Dijo el policía
Demasiado peligros y muy duro, yo le aconsejo que no lo haga. Dijo Pedro.
Después de comer se dirigieron al barco, eran las cuatro menos cuarto, siguieron charlando mientras se tomaron un café y un whisky en el barco que estaba impecable de pintura y barnices. A las cinco menos veinte salieron rumbo a la comisaría.
Cuando llegaron lo primero que vieron encima de la mesa fue el informe de la autopsia tres carpetas de informes de las víctimas y un sobre voluminoso lleno de fotografías.
Ricardo que hasta el momento había estado callado, como era por costumbre dijo:
¿Por qué una de las carpetas en lugar de nombre hay una X?
La segunda todavía no ha sido identificada y de eso hace ya quince días. Le contestó el policía.
¿Hay algo característico que asocie a las tres?  ¿Circunstancias de personales?
No, Ricardo, no hay nada que las asocie, solamente que son mujeres, todas de mediana edad, pero la primera y la última llevaban zapatillas de deportes  y ambas estaban haciendo footing, la segunda vestía de calle y la ropa no era de por aquí, parece que era francesa por las etiquetas, no era ropa “made in china”
Los tres pueblos en los que se cometieron los asesinatos están en un triangulo de unos ocho kilómetros de lado y en zona en invierno muy deshabitadas y al final de la zona a la que las personas van a correr o a pasear a los perros.
En ninguna había huellas sino de calzado deportivo, diferente en cada caso y marcas corrientes.
En el segundo caso cerca no había huellas, fue cometido en un tiempo muy seco.
Nunca se encontró el arma homicida, pero sí el tipo de muerte, degüello y luego siete puñaladas, con el mismo cuchillo pero no profundas y luego rasgada la ropa, ninguna sufrió abusos.
La segunda había tenido sexo, consentido, unas tres horas antes, pero no se le hicieron pruebas de ADN.
Ricardo seguía con su interrogatorio, mientras Pedro tomaba notas.
José Miguel le dijo a Pedro:
¿No preguntas nada, Pedro?
No, creo que Ricardo va por un camino por el que sabe andar, yo estoy un poco desconcertado, además, ¿Olvidas que Ricardo es el verdadero sabueso? Yo solamente soy el biógrafo y el que le guarda la relación de los hechos para cuando los necesita.
El es el hombre de acción y yo el intelectual.
Desde luego estáis muy compenetrados, ¿Desde cuándo os conocéis?
Bueno, desde aproximadamente los diez años, yo llegué a Madrid más o menos igual que él, teníamos entonces un amigo en común, luego, en la adolescencia este amigo en común digamos que nos acercó. Nos metimos en todos los líos y juergas de la juventud, al final nuestras vidas corrieron por caminos totalmente diferentes y nos volvimos a encontrar, por casualidad hace un poco más de un año, por dos veces, en un cruce de caminos, nos encontramos y no nos reconocimos, y al cabo de dos meses, cuando la aventura de los árabes nos volvimos a encontrar y esta vez ya sabes todo de nosotros, cuando salgamos de ésta, hemos decidido ir a Madrid a ver a Vicente, el amigo común, al que ya tenemos localizado.
Ahora, como vivimos cerca y compartimos la afición por la navegación, nos vamos a menudo a pescar o navegar, por cierto, cuando esto termine, antes de irte a Madrid, tienes que venir con nosotros a pescar algún atún.
 


miércoles, 15 de mayo de 2013

15M de 2011 (Cita en el Retiro (R))

Rompiendo una norma mía, no escrita, hoy voy a publicar un relato que se presentó por primera vez en Noviembre de 2012.

Lo hago por una razón para mi suficiente importante, hoy es 15 de Mayo de 2013 y me recuerda la fecha aquella historía que terminó en su primera parte y dio comienzo a otra el 15 M de 2011.

De todas las formas, mañana tendremos el capítulo correspondiente de "El afilador" con una de las últimas aventuras de Ricardo.

CITA EN EL RETIRO
Pedro Fuentes
Capítulo I
Aquella tarde de domingo se parecía a casi todas las tardes de aquel otoño que ya declinaba, el frío  empezaba a arreciar en el Madrid del año 1967, o cine o guateque, no era tiempo ya para pasear por Rosales, sentarse en algún bar a charlar o salir con alguna chica a recorrer Madrid antes de sentarse en una cafetería y hablar de lo divino y lo humano o del existencialismo próximo al movimiento hippy del que ya se oía hablar a través de las noticias que llegaban sobre la guerra de Vietnam y el rechazo de la juventud a la violencia.
Aquella tarde nos reunimos en casa de Vicente, al final era el sitio ideal, allí celebrábamos la mayoría de los guateques, normalmente cada uno se encargaba de traer a alguna chica, además de las fijas, amigas y amigos de todos, allí nos reuníamos a charlar y bailar, eran los tiempos de Adriano Celentano, Fran Sinatra, Dean Martin, Pino Donaggio, Elvis Presley y tantos y tantos, aunque siempre salía, casi al final de la tarde el Only you de los Platers , aunque ya empezaban a despuntar Los Brincos y otros productos españoles.
No se quien de los nuestros trajo a Matilde y a su hermana, creo que fue uno de los amigos de Vicente que se llamaba Juan Carlos, había otro Juan Carlos, también larguirucho que imitaba a Dean Martin cantando  Everybody love Somebody, el que yo digo estaba enamorado de la hermana de Matilde, yo, desde el momento que vi a Matilde dije: Esta chica me gusta, es una cabecilla loca pero me gusta, tiene estilo.
Era una chiquilla alta, muy alta, delgada, con cara redonda, en la que destacaban unos preciosos ojos verdes casi transparentes, pelo corto muy claro con un tono claro entre rubio y pelirrojo, semi rizado, tez blanca con unas pecas ligeramente remarcadas, en aquellos tiempos estaba de moda pintarse pecas, ella las llevaba naturales. Era una campanilla.
Al poco tiempo de llegar me las apañé para estar bailando con ella. Siempre he sido la antítesis del “bailongo”, es más, siempre me he caracterizado como un fatal bailarín, pero en aquellos tiempos si no bailabas no ligabas, pero yo, con un par de pasos aprendidos de Juan Carlos, el imitador de Dean Martin, que era un gran bailarín, pasaba las tardes bailando si la muchacha merecía la pena.
Matilde tenía un gran estilo, además de su belleza y su gran figura, vestía con una gran elegancia, luego supe que su madre era una gran modista y a las niñas les hacía verdaderos modelos. Su hermana, más joven que ella, no era tan atractiva, pero Matilde, cuando llegó aquella primera tarde, con un maxi abrigo entallado, color burdeos, debajo del cual llevaba una mini falda marrón, un jersey fino de cuello de cisne color beige y unas medias calcetín a juego con el jersey hasta media pierna.
Aquel día no la dejé ni a sol ni a sombra, tenía dieciséis años y yo dieciocho. Quedé con ella para irla a recoger al colegio el miércoles por la tarde y a partir de entonces empezamos a salir.
Aficionado a la fotografía y viendo las posibilidades de ella, al domingo siguiente quedé  para ir al Retiro a hacerle fotos, era una maravilla, Matilde parecía nacida delante de una cámara, le hice cientos de fotografías, era mi modelo.
El parque del Retiro se convirtió en el paseo dominical, entonces, con sus dorados otoñales, sus hojas caídas y el sol que pasaba por entre las ramas de los árboles que perdían sus hojas amarillas y rojas, filtrando rayos de sol que llegaban débiles entre las ligeras neblinas al pelo corto y rizado de Matilde y remarcaban más aquella tez clara, casi transparente. Imaginaba yo que con mi cámara atrapaba a Diana Cazadora, con su túnica, su arco y su cervatillo al lado, eran escenas dignas de David Hamilton.
Por aquel entonces yo estaba metido ya en grupos de teatro de aficionados y empezaba a escribir alguna cosa, Matilde era mi musa, además, cuando tenía tiempo venía conmigo a ensayos y a ver teatro, en aquel entonces existía la claque e ir al teatro, para los aficionados era barato, además conocía a todos los jefes de claque de Madrid.
Bohemio como era, además de que en aquellos tiempos era un joven rebelde dispuesto a luchar por cualquier causa perdida, Matilde, que era una cría que empezaba a salir de casa, me seguía en todas las ocasiones, teniéndome como un héroe revolucionario.
Una mañana de invierno, en una de esas citas en El Retiro le confesé a Matilde mi amor, ella sentada en un banco de madera, con el cuello de su abrigo subido por el frío que hacía, yo con mi chaqueta de pana ancha y una bufanda de punto que me daba tres vueltas al cuello y colgaba todavía medio metro por cada lado, le cogí  su mano izquierda, puse mi rodilla derecha en tierra y mirando hacia ella le confesé mi amor:
Matilde, desde la primera vez que te vi, en casa de Vicente, justo cuando llegaste y te quitaste aquel abrigo burdeos maxi largo y entallado, me enamoré de ti, ha pasado medio otoño en este Retiro al que venimos cada domingo y cada vez que te veo a través del visor de mi cámara y luego, cuando revelo las fotos, sé que no puedo vivir sin ti. Le besé la mano suavemente, ella se puso de pie e hizo levantarme, luego se acercó a mí, me abrazó y me besó en la mejilla primero y luego nuestros labios se rozaron tímidamente. A diez o quince pasos un guardia forestal de El Retiro se ponía el silbato en la boca por si era menester llamarnos la atención. En aquel tiempo esos hechos eran motivo de una multa de 5 pesetas.

Capítulo II
Las clases ya habían empezado, yo aquel año había comenzado Filosofía y Letras en la Complutense de Madrid, en la Ciudad Universitaria, ya desde el primer día de clase se empezaba a rumorear que ese año habría muy pocas clases, el ambiente se estaba caldeando, empezábamos a tener noticias de la crisis económica que empezó en Francia a principios del 67, luego ocurrió que las colonias de los grandes estado, recientemente independientes, se negaban en algunos casos a aceptar el “proteccionismo” americano.
En Cuba había triunfado la revolución, Estados Unidos se comprometía de lleno en la guerra de Vietnam, el movimiento hippy empezaba sus campañas de “Haz el amor y no la guerra”.
Pero el disparo de salida de todo lo que se avecinaba fue el encierro de estudiantes en la Universidad de Nanterre en Francia y sobre todo el enfrentamiento verbal entre el <ministro de La Juventud y el Deporte François Missoffe y Coh-Bendit luego conocido como “Dani el Rojo” cabecilla y fundador del movimiento revolucionario “22 de Marzo”.
En España, en esas fechas de 1967 se vivía un gran momento económico, los Planes de Desarrollo estaban creando empresas y puestos de trabajo, La postguerra había terminado, el gobierno franquista había depositado mucha confianza en Cataluña y Vascongadas apoyando la creación de industria y por tanto puestos de trabajo cubiertos por españoles de Andalucía, Aragón y Extremadura sobre todo.
En el año 66 se aprobó la nueva Ley de Prensa conocida también como la “Ley de Fraga” y en la que se aparentaba una libertad mayor que la real, en el 67 se desarrolló la Ley de Libertad Religiosa, que no realizó Fraga, pero se le achacó por los más adictos al régimen, no siendo del agrado de Carrero Blanco, Fraga pagó los platos rotos y fue considerado un “liberal”.
Pese a la nombrada ley de prensa muchos periódicos y revistas fueron “secuestrados” en alguna ocasión como el ABC, La Codorniz. El diario Madrid que fue cerrado definitivamente.
Todo ello fue el caldo de cultivo para que el curso 67/68 en España y sobre todo en la universidad fuese un curso muy conflictivo.
Yo estaba a mis anchas en aquel ambiente revolucionario. Entre que Filosofía y Letras y Derecho llevaban la voz cantante de todo el follón en la “Universitaria” y además en el mundillo del teatro que empezaba con el teatro de protesta y luego en la música comenzaba la canción protesta, sobre todo en Barcelona.
Para Matilde, con sus dieciséis años recién cumplidos era todo un dios, era el héroe revolucionario, a cada momento me pedía que le contase qué pasaba en la Universidad.
Luego, cuando salíamos por ahí, le llevaba a los sitios más bohemios y progres de Madrid.
Las cuevas de Sésamo era cita obligada para tomar una copa después del teatro, o en la Cervecería Alemana en la plaza de Santa Ana.
Se maravillaba cuando en alguno de esos sitios nos encontrábamos con algún actor ya conocido y nos saludábamos. Alguna noche aparecíamos por Parnaso, en la calle Viriato, cerca de la glorieta de Iglesias.
 Muchas mañana de domingo le llevaba al Rastro, allí le hacía fotografías reflejando su belleza en aquel ambiente y cada vez que las miraba me recordaban a la actriz francesa Marlene Jobert en la película “El arte de vivir…pero bien” de Yves Robert.
 Yo vivía independiente en Madrid, con unos amigos compartíamos un piso y allí, en mi habitación había instalado mi pequeño estudio fotográfico. Ahora, en aquel pequeño espacio seguía haciendo fotografías a Matilde, le hice un gran book de fotografías.
Por aquel tiempo ya estaba lo bastante liado para estudiar, iba a la Universidad en función de los jaleos que se pudiesen liar, en el teatro hacía alguna cosilla, sin importancia, lo importante era estar en todos los sitios posibles, trabajaba esporádicamente en alguna cosa, pero seguía recibiendo de mi familia a final de mes la transferencia correspondiente, no sé si porque pensaban que seguía estudiando o porque así permanecía alejado de casa.
Gracias a mis fotografías y al book, Matilde empezó a pasar modelos para una casa de costura que la contrató, a partir de entonces nuestros encuentros eran cada vez más lejanos, ella fue conociendo otro mundo y yo empezaba a pasar un poco de ella ya que mi vida iba por otros derroteros y vivía en un mundo de bohemia y revolución.

Capítulo III

El día 15 de Mayo de 2011, domingo, llegué a Madrid desde Alicante, me dediqué a recorrer la ciudad como siempre que llego allí después de un largo tiempo de estar ausente.
Paseando fui hacia Sol para recorrer todo el centro, bajé por Preciados y ya noté algo raro, mucha gente joven que iba hacia Sol con mochilas, alguna pancarta todavía enrollada, en sus voces se notaba nerviosismo, hablaban entre ellos muy alto, mientras otros susurraban, Sol estaba tomada en sus alrededores por coches anti disturbios.
Sin comerlo ni beberlo me encontré con el comienzo de la manifestación del 15M. Hice un cálculo de fechas, habían pasado 44 años y 54 días desde que se formalizó el movimiento “22 de Marzo” en la Universidad de Nanterre en Francia, yo, con 62 años me encontraba en otra revuelta que parecía sería de grandes proporciones, mi mente retrocedió ese periodo de tiempo, me pregunté qué sería de mis viejos camaradas, entre ellos uno que perdí de vista allá por 1970 en la Plaza de España, un domingo a las doce del medio día, él terminaba de salir de la Dirección General de Seguridad por revueltas estudiantiles. Nos despedimos entonces y ya no supe más de él, Salvador.
En plena Plaza del Sol, en el comienzo del jaleo tuve un recuerdo para Matilde y todos los amigos y camaradas perdidos. En un principio me alegré de que la juventud empezase a despertar del letargo del consumismo, pensé “El que no es revolucionario a los 17 no es conservador a los 40” No sé de quien era la frase pero me la apliqué, pensaba ya en mi jubilación, mi vida había sido bastante cómoda en lo laboral y me dije: “Esto no es para mí”. Y me marché por la calle Mayor dirección Postas para ir a la Plaza Mayor.
Fuera de la Plaza de Sol se notaba el ambiente de fiesta del día de S. Isidro, patrón de la Villa. Estuve paseando hasta las tantas, Madrid siempre está lleno de gente por las calles, ahora hacía 5 años que no recorría sus calles y todo parecía igual, aunque en el fondo se notaba la profunda crisis en la que andábamos metidos.
El lunes, cuando me desperté, recordé que había estado no sé si soñando o recordando aquel otoño y primavera de 1967/68, miles de escenas pasaron por mi mente, desayuné en el  hotel y como no tenía otra cosa que hacer hasta la tarde que había quedado con mi amigo Vicente, me fui andando tranquilamente al Retiro, ahora en pleno hervidero de la primavera. Paseé por todos aquellos sitios que tan bien conocía de mi juventud.
Encontré el banco en que me había declarado a Matilde y me senté, abrí el periódico que llevaba debajo de mi brazo y me puse a leer.
No habían pasado ni cinco minutos cuando alguien me preguntó:
 ¿Puedo sentarme?
Si, claro. Le contesté sin levantar la mirada de mi periódico.
Al cabo de unos minutos, mientras pasaba de página, levanté la vista, al lado se había sentado una elegante mujer, mayor ya pero con los rasgos de haber sido una gran belleza.
Disculpe, señora, ¿La conozco de algo?
Eso mismo estaba pensando yo, que le conocía pero no sabía de qué.
Yo, cuando tengo un rato o me quiero relajar de mi trabajo, que está muy cerca vengo y me siento aquí.
Pues cuando vengo a Madrid, suelo pasear por el Retiro y a veces me siento aquí, pero no hemos coincidido nunca.
La mujer sonrió y con picardía me miró y dijo: En el otoño de 1967 coincidimos muchas veces.
Le miré a los ojos y dije: Claro, tú…. ¡Tú eres Matilde!
¡Y tú Pedro!

FIN

jueves, 9 de mayo de 2013

LA RECONSTRUCCION DEL CRIMEN (El afilador Capítulo V)

Ha empezado la reconstrucción de los hechos, ¿aparecen sospechosos? José Miguel, con la inestimable ayuda de Ricardo y Pedro se adentra en la investigación, pero a veces ésta se convierte en una árdua labor.

Y ahora.............

EL AFILADOR

Pedro Fuentes

CAPITULO  V

A las siete cuarenta llegó Pedro. Cinco minutos más tarde apareció un Land Rover conducido por el policía que me había dado la declaración para firmar, al verme puso cara de “por poco me meto en un lío”.
Guardaron silencio hasta llegar al lugar de los hechos, Pedro y José Miguel se saludaron efusivamente. Hubo presentaciones e instrucciones de lo que iba a hacer. La zona estaba acordonada y vigilada desde que se descubrió el cadáver para evitar que se pudiesen contaminar las posibles pruebas.
José Miguel dirigía la operación, de vez en cuando hacía parar y preguntaba alguna cosa. Además había ordenado que un policía de su equipo hiciese fotografías e incluso disimuladamente a las personas que curioseaban al otro lado de la cinta de “no pasar policía”
Pedro, al lado de Ricardo tomaba notas de vez en cuando.
Cuando se repetía por segunda vez hizo parar y le dijo a Ricardo:
Por favor, quiere repetir qué hizo usted.
Ricardo volvió a explicar al pie de la letra lo que había hecho en los siete minutos que tardó en llegar la policía.
¿Qué hizo con el perro ese rato?
El animalito sabía que pasaba algo raro y estaba no sé si por el frío o porque veía que yo estaba nervioso, temblando, lo cogí en brazos y ya no lo solté hasta que nos fuimos.
¿Y usted? Dijo señalando al Rodolfo. ¿También cogió a su perro en brazos?
Hubo un conato de risotadas y Rodolfo dijo:
No señor, como ya lo tenía cogido de la cadena jalé de él y nos alejamos, yo estaba muy aturdido y no sabía lo que hacía.
Perdone, señor comisario, dijo Pedro:
¿Puedo hacerle una pregunta al señor?
Proceda, dijo José Miguel que durante el acto oficial trataba a sus amigos de usted.
¿No se acercó en ningún momento a la víctima?
Rodolfo pareció dudar pero luego dijo:
 No, no sé…… estaba muy aturdido.
Según las fotos del calzado que llevaban cuando encontraron a la muerta, en los zapatos de Ricardo, que confiesa que se acercó al río, había mucho menos barros del que tenía usted, cuando habían andado lo mismo más o menos. Dijo Pedro.
José Miguel miró a Pedro y éste apreció una ligera sonrisa, luego miró a  Rodolfo, se acercó a él, con cuidado de no estar en el terreno de Pibe y le preguntó a boca jarro:
¿No se acercó en ningún momento al cadáver?
¡No!, estaba aguantando a Pibe, además me aturdí mucho, tuve miedo, aunque llevo muchos años en España, con los papeles en regla y trabajo, soy extranjero y a veces, sin quererlo, se mira de otro modo a los sudamericanos.
No, no miramos de otro modo a los extranjeros, nadie es culpable hasta que se demuestre lo contrario. Dijo el comisario y luego le soltó de golpe:
Usted se acercó al cadáver y luego, con esta rama que encontramos detrás de esos matorrales, donde estaba cuando llegó la policía, trató de borrar las huellas, mientras tanto el perro estuvo atado a ese árbol de allí, fíjese en las huellas de la cadena en el tronco y las pisadas inquietas de animal.
Rodolfo, totalmente fuera de sí le contesto:
¡Sí! Me acerqué, ¡pero yo no la maté!, cuando la vi, me pareció conocerla, me acerqué,  no, no era quien yo pensaba, la había visto alguna vez por el pueblo pero no la conocía. Luego me di cuenta de lo que había hecho, me entró el pánico y borré las huellas con unas ramas.
El afilador, que hasta el momento estaba callado, tratando de no llamar la atención dijo:
¡Señor comisario! Ese hombre, el día del asesinato, por la mañana estuvo afilando cuchillos y unas tejeras, uno de los cuchillos era grande, de picar, me dijo que se lo dejara bien afilado, que lo usaba mucho.
Rodolfo, medio llorando dijo:
Sr. Policía, los cuchillos están todos en casa y puede revisarlos.
No se preocupe que lo haré, dijo José Miguel. Y a continuación llamó a un agente que llevaba una carpeta, El comisario abrió la carpeta y sacó una foto, se la enseñó al afilador y le preguntó:
¿Es esta la mujer con la que quedó usted en la cafetería?
Sí, creo que sí, pero no vino, le esperé media hora, el camarero se lo puede confirmar, fue en la cafetería Hamilton, que  está al salir del pueblo por la nacional. Estuve allí desde las siete a las siete y media, primero tomé un café y luego una coca porque me iba a marchar y tenía que conducir.
No se preocupe que también lo comprobaré.
El resto de la mañana estuvieron en la escena del crimen, luego, cuando terminaron, José Miguel dijo:
No pueden marchar de su residencia habitual. Los iremos llamando a todos a comisaría para más interrogatorios.

jueves, 2 de mayo de 2013

COMIENZA LA INVESTIGACION......(El afilador Capítulo IV)

Esto se anima, comenzamos a conocer los hechos, hay algún sospechoso pero no evidencias, José Miguel, el comisario, y Ricardo, su amigo, comienzan a investigar. Veremos cómo se desarrollan los hechos, ¿Quien es el asesino?.

Y ahora..............

EL AFILADOR

Pedro Fuentes

CAPITULO  IV

He leído en el informe y las declaraciones que tú encontraste el cadáver juntamente con un ciudadano argentino.
Bueno, en realidad fue Trouvé y su perro, un mastín enorme de setenta kilo, de mi amigo y que se llama Pibe.
¿Conoces mucho a Rodolfo?
Hombre, pues no, lo justo desde hace unos meses de pasear con los perros, se llevan bien y juegan bastante y Rodolfo es una persona con la que se puede hablar de cualquier tema y nosotros lo hacemos, hablamos de perros, de lo divino y  de lo humano, pero sabes que me gusta y me precio de conocer a las personas, tanto él como su mujer son una pareja agradables.
¿Pudieron los perros acercarse a la víctima? Es decir, lamer sangre o algo por el estilo, lo digo pos las pruebas de ADN, que no vayamos a encontrar algo que nos despiste.
No, ladraron de miedo, los perros a veces se asustan por el mero hecho de ver a una persona totalmente inmóvil, quien no tiene perros se piensan que los animalitos siempre ladran igual y no es así, por eso, porque los entendimos corrimos hacia allí, comprendimos que algo los había espantado, cuando llegamos estaba a más de tres metros del cadáver, además la tierra estaba húmeda y se hubiesen visto las pisadas por lo menos de Pibe, que pesa unos setenta kilos. Nosotros, como ya habrás visto las declaraciones y por separado, yo, por cierto no sé lo que declaró Rodolfo, vi de lejos que aquella mujer estaba muerta y bien muerta, es más, me fui para atrás y os llamé, luego me fui a un rincón un poco alejado y estuve vomitando.
¿Qué hizo Rodolfo mientras tanto?
No lo sé, no lo vi, cuando llegó la policía estaba a unos cinco metros a mi derecha, no lo veía bien por las ramas pero estaba pálido como la cera y acariciaba a Pibe que estaba muy nervioso.
¿Es verdad lo que dice la prensa de que ha habido tres casos más? Le pregunté.
No,  dos, muy similares pero hay que esperar a la autopsia, en los dos anteriores fue con un cuchillo de picar muy afilado, recién afilado, pero solamente una puñalada fue mortal, la primera, el resto no eran mortales ni de ensañamiento, fueron como para despistar y no hubo avisos, la ropa les fue arrancada después de muerta y en los tres casos, ese mismo día había estado el afilador en el pueblo, ambas mujeres ha reconocido el afilador que fueron con cuchillos grandes a afilar y que incluso una de ellas estuvo coqueteando con él, pero no pasó nada.
Hemos tenido al afilador veinticuatro horas retenido, interrogándolo porque ha dado la casualidad de que en los tres casos ha estado el mismo día en el pueblo donde se cometieron los asesinatos, además se sabe que va detrás de cualquier cosa que lleve faldas, su mujer le dejó hace tres años acusado entre otras cosas de maltratos. Pero no hay forma, lo único que reconoce es que las tres víctimas habían sido clientes suyas el día que murieron, la segunda estuvo coqueteando con él, le dijo cuatro cosas y quedó con ella aquella tarde en un bar de las afueras del pueblo, fue, pero ella no apareció, se tomó un café y al rato una cola y se marchó a su casa.
¿Crees que ha podido ser el asesino? Le dije a José Miguel.
No, no creo, es un perfecto idiota, pero no creo que sea el culpable, aunque todas las evidencias le señalen a él. Lástima que en los asesinatos anteriores no nos encargamos nosotros y las pruebas que hay no son muy fiables, además no se rastreo bien el terreno y no se encontraron ni huellas ni el cuchillo.
Mañana vamos a seguir rastreando el terreno y vamos a intentar reconstruir los hechos, ya hemos avisado al argentino y llevaremos también al afilador y por supuesto tú.
¿Puedo llamar a Pedro? Como sabes vive en una población cercana y es un tipo muy observador y saca unas conclusiones muy acertadas.
Si, además me encantará saludarlo de nuevo, la vez anterior, si no llega a ser por sus fotos, quizás todavía estaríamos como el 11 de Marzo. Por cierto, llevaremos a Trouvé y a Pibe.
Os pasaremos a buscar a las siete cuarenta y cinco para estar allí a las ocho, que es la hora aproximada a la que encontrasteis el cadáver. ¿Avisas tú a Pedro o lo hago yo?
No, ya lo aviso yo porque si no le vais a dar un susto.
José Miguel se levantó y se despidieron hasta el día siguiente.
A continuación llamé a Pedro y le dije:
¿Pedro? ¡Hola! Soy Ricardo, ¿Te has enterado del crimen de mi pueblo? Bueno, no sé si sabes que yo encontré el cadáver. ¿Sabes que ha venido de Madrid un grupo tipo CSI y que el jefe es José Miguel?
Después de contarle todo, le pedí que viniese y aceptó inmediatamente. Como no, Pedro siempre decía que había aprendido a leer con novelas de Agatha Christie.