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jueves, 26 de agosto de 2021

EL AFILADOR (Capítulo XVI)




EL AFILADOR


Pedro  Fuentes


CAPITULO XVI



Al día siguiente Ricardo fue a recoger a Pedro y se dirigieron a la comisaría, pero antes, mientras le contaba lo sucedido el día anterior.

Antes de ir a ver a José Miguel, vamos a ver en par de sitios donde sospecho que pudiese estar la moto.

Ricardo se dirigió por la carretera de la costa y fue parando por todos aquellos sitios en los que pasa justo por el borde del mar o hay playa como en la que apareció la moto del camarero, no dio resultado, así que se dirigió a un puente que pasa la carretera general por encima, siguiendo la riera hacia arriba, ahora sin agua, andando recorrieron como cosa de mil metros, allí era utilizado por la gente para deshacerse de cualquier cosa vieja y por donde ahora iban negros que se dedicaban a recoger chatarra para venderla.

Allí, debajo de unos cuantos hierros y un somier encontró la moto a la que previamente le habían prendido fuego.

Desde allí mismo llamó al policía y le dijo: José Miguel, he encontrado la moto, estoy en el sitio. Le indicó el lugar y a los diez minutos apareció con dos especialistas en huellas.

Efectivamente era la moto, o más bien lo que quedaba de ella.

Las muestras de barro pegado a las ruedas y radios coincidían con el barro del bosque y además encontraron los restos de los cables de las luces cortados, de huellas dactilares u otras huellas no había.

Si seguís buscando por aquí seguramente encontrareis restos de ropa y calzado quemados.

José Miguel no dejaba de sorprenderse y al fin le dijo a Ricardo: Voy a tenerte que poner en la lista de sospechosos, sabes demasiado, tanto casi como el asesino.

Pedro, que no dejaba de tomar notas le dijo: De aquí me va a salir una novela, lo malo es que nadie se va a creer las aventuras de éste y señaló a Ricardo.

Ya sabes lo que yo he dicho siempre, “la cabeza se ha hecho para pensar, no para separar las orejas” Como dijo Hércules Poirot “hay que usar la materia gris”

Bueno, bueno, son puras deducciones que han tenido suerte, dijo José Miguel riendo y dándole una palmada en la espalda a su amigo.

Cuando terminaron allí era ya casi el medio día, por lo que marcharon a comisaría para esperar a la mujer de la noche anterior y ver si se acordaba de algo más.

¿Cuál crees que debe ser el próximo paso? Dijo el comisario.

Yo esperaría los informes de la Interpol y trataría de encontrar al camarero, vivo o muerto. También hay que saber si el afilador estuvo en el pueblo.

Una vez en comisaría, encontraron que ya había llegado el informe de Interpol, negativo, por ese nombre no aparecía nada del tal Dominic o Domingo, lo cual podía ser por dos motivos, o no estuvo nunca en Francia o si estuvo sería con otra documentación, se seguían analizando las huellas dactilares y en principio, si no tenía antecedentes no se podría detectar nada, en cuanto a ADN, era una técnica muy moderna y no existían archivo todavía, salvo delitos muy graves y muy recientes.

El policía contrariado comentó a sus amigos:

Hay que averiguar más, o su identidad actual es falsa o entró en Francia con otra documentación.

Dijo que había sido marino mercante, quizás por ahí se podría buscar algo, tanto en Francia como en España, aquí, en el Ministerio de Fomento, que es a donde pertenece la Marina Mercante, estamos todos los marinos profesionales o deportivos inscritos, comentó Ricardo.

Entraremos por ese lado, dijo José Miguel.

Al poco rato llegó la mujer atacada el día anterior. Un policía le hizo pasar al despacho.

El comisario le indicó un asiento y le preguntó:

¿Señora o señorita?

Señorita, respondió Elisabeth, soy divorciada, mi marido era inglés también, vive en un pueblo de la provincia de Valencia, yo me establecí aquí cuando el divorcio, hace quince años, monté una pequeña tienda de ropa para niños, no me va mal y vivo tranquila.

Cuéntenos qué pasó anoche.

Cuando cerré la tienda, que se me había hecho más tarde de lo normal, me cambié, me puse el chándal y las zapatillas, como sabe, vivo al principio del paseo, cuando pasé por mi casa, dejé el bolso allí, porque llevaba algo de dinero, cogí un botellín de agua y salí a correr hasta el final del paseo, normalmente al llegar a los primeros árboles me doy la vuelta, pero ayer me encontraba con ganas de correr, porque no me había movido en todo el día y me adentré un poco más, me dio la impresión de que alguien se movía detrás del árbol más grande que hay allí, pero como no temía nada, pensé que serían cosas mías. Luego, dos pasos más adelante, fue cuando me salió el hombre aquél.

¿Cómo sabe que era un hombre? Dijo Ricardo.

No, no lo sé, lo supuse porque era alto y corpulento, más que las mujeres, por lo general.

¿Habló o dijo algo?

No, creo que no, sin embargo si hizo mucho ruido y al yo gritar, salió corriendo en dirección contraria.

¿Le vio la cara?

No, ya le he dicho que no, llevaba un pasamontañas y una especie de chándal oscuro, no lo pude ver muy bien porque no había casi luz.

¿Tuvo miedo?

No, en realidad me asustó al verlo de improviso delante de mí con el cuchillo.

Usted parece muy detallista, dijo Ricardo, ¿Se fijó como llevaba el cuchillo?

Por favor, póngase de pie y mire de hacer lo que hizo el atacante. Dijo José Miguel ofreciéndole una regla de unos cuarenta centímetros que había en la mesa.

La mujer cogió la regla con su mano izquierda y la empuñó a modo de cuchillo de arriba abajo.

¿Es usted zurda? Dijo Ricardo.

No señor, soy diestra.

¿Está segura de que cogió el cuchillo de arriba a abajo?

Si, lo vi al contraluz y si hubiese cogido el cuchillo de abajo para arriba no lo hubiese visto brillar con la luz de la luna.

¿Qué pasó luego?

Me sorprendí porque no esperaba aquella reacción, pareció asustarse él de mí. Dio media vuelta y salió corriendo, no vi ninguna moto, me encontré con usted y es cuando me derrumbé, hasta entonces, salvo el susto que me dio no tuve verdadero miedo, en realidad no creo que mi vida corriese peligro.

¿Cree que salió corriendo cuando me vio detrás de usted?

No porque yo lo vi a usted después de correr por lo menos quince pasos y él ya había desaparecido cuando yo empecé a correr.

Muy bien, señorita Elisabeth, nos ha sido de una gran ayuda, si no le importa tendrá que pasar en otro momento a firmar la declaración, ahora a la salida un compañero le tomará todos los datos y el teléfono, si se acordase de algo más, por favor avísenos.

Una vez se hubo marchado, los tres amigos se dirigieron a comer, mientras Ricardo decía:

Ya lo tengo claro.

¿Qué tienes claro? Dijo Pedro ¿Ya sabes quién es el asesino?

No, hombre, el asesino no sé quien es, pero ya se descubrirá él solo, lo que pasa es que si se mete la policía por medio (y tú perdona, dijo señalando a José Miguel) espantan la caza antes de que lleguemos los cazadores.

Ya te he dicho que a la hora de la acción nos dejes a nosotros, no te puedes poner en peligro ni interponerte a la labor de la policía.

Vale, pero como no sabéis qué hay que cazar, haré de perdiguero y os pondré la pieza a tiro.



 

jueves, 19 de agosto de 2021

EL AFILADOR (Capítulo XV)




EL AFILADOR



Pedro Fuentes



CAPITULO XV



Ricardo llegó a su casa, recogió a Trouvé y se fue a pasear por el conocido paseo “La ruta del colesterol” donde habían encontrado el tercer cadáver.

Ordenando sus ideas no se dio cuenta de que estaba casi en el bosquecillo al lado del río, cabizbajo y pensativo, iba intentando recordar todos los detalles del día del crimen y no se dio ni cuenta de que llegaba a la última farola, al lado del bosque y que la bombilla estaba fundida, ya empezaba a entrar la noche cuando de pronto oyó in grito y vio una figura que corría hacia él, era una mujer que lloraba y gritaba, se tiró en sus brazos y entre llantos e hipos le contó que le había salido de detrás de un árbol una figura de hombre, encapuchado y con un cuchillo en su mano.

Ricardo puso la correa de Trouvé en manos de la mujer, le dio el teléfono móvil y le dijo: ¡Llame a la policía! ¡No se mueva de aquí, no pasará nada!

Dicho esto se internó en el bosque corriendo en la dirección que le indicó la mujer.

La valentía de Ricardo se confunde con la imprudencia, y le hace ser más decidido de lo que en realidad es.

Después de una carreta de unos treinta metros en la que a cada momento sentía pánico cuando las ramas le golpeaban en la cara y el pecho, sintió el petardeo de una moto que arrancaba y desaparecía en dirección contraria con las luces apagadas.

Volvió sobre sus pasos y llegó a donde estaba la mujer, sentada en el suelo llorando y Trouvé la observaba inclinando la cabeza hacia el ladeo derecho como signo de curiosidad. A lo lejos, al otro extremo del paseo aparecieron dos luces azules que se aproximaban mientras sonaban las sirenas.

Cuando llegaron los dos coches, del primero bajó el comisario y tres policías, del otro cinco agentes más.

¿Qué ha pasado? Dijo José Miguel.

La mujer intentó hablar y no le salió sino un suspiro lastimero.

Cuando yo he llegado al bosque salió corriendo de él, lloraba y gritaba, decía que le había salido al paso un hombre encapuchado y con un cuchillo en la mano, salí corriendo hacia él pero fue demasiado tarde, una moto, sin ninguna luz salió a toda marcha en la otra dirección.

El policía se dirigió a los agentes y les dijo:

Llamad que venga todo el mundo de la comisaría y con linternas buscad cualquier huella o rastro que haya dejado el hombre y la moto.

Y tú, Ricardo, ¿Qué te ha pasado? ¿Te has peleado con un gato? Y dicho esto se acercó al maletero de uno de los coches y sacó una toalla y una botella con agua. Anda, lávate la cara que la llevas llena de arañazos.

Si, ha sido de correr por entre las ramas.

¿Viste la moto?

No, pero por el petardeo era una moto de trial o motocrós.

¿Y qué pensabas? ¿Pelearte con él? Si es lo que pienso ha matado por lo menos a tres personas, va armado con un cuchillo de grandes dimensiones, que además sabe utilizar y tú decides machacarlo con tu limpias manos.

De acuerdo que nos estás sirviendo de una gran ayuda, pero la acción nos la dejas a las fuerzas del orden, que para eso estamos.

Dicho esto, le dio a la mujer un vaso con agua de otra botella y le dijo:

Bueno, ¿Estás más tranquila?

Era una mujer de unos cuarenta años, rubia, alta y de aspecto extranjero.

Si, ya estoy mejor, dijo con un cierto acento inglés. Me llamo Elisabeth.

¿Qué hacía por aquí sola y a estas horas?

Vengo cada tarde a correr, hoy se me ha hecho un poco tarde.

¿No sabe que aquí mataron a una mujer el otro día?

¿Vio al hombre que le atacó?

No, al principio me pareció que alguien se movía detrás de un árbol, luego me salió al paso unos tres metros delante de mí y levantó el cuchillo amenazador, yo me di la vuelta y empecé a gritar y correr. Pero el hombre y no pareció seguirme.

¿Cómo sabe que era un hombre?

No lo sé, era alto y corpulento, llevaba un pasa montañas oscuro y no le vi la cara, supongo que era un hombre por el físico.

¿Podría indicarnos detrás de qué árbol estaba?

Sí, creo que sí.

Pues vamos. Se volvió a sus hombres y les dijo:

No os acerquéis que hay que estudiar las huellas.

Se dirigieron al lugar y como allí estaba húmedo todavía se vieron las huellas, que fueron estudiadas, fotografiadas y hecho moldes de escayola además de las de la moto que había estado tumbada en el suelo tapada con ramas.

Bueno, dijo José Miguel, ahora la acompañaremos a su casa en coche ¿Vive sola?

Sí, vivo sola al otro lado del paseo.

Bueno, le pondremos una pareja de agentes que vigilen su domicilio.

Por favor, no lo comente con nadie, mañana tendrá que venir por la comisaría a firmar la declaración. ¿Trabaja?

Sí, tengo una tienda de ropa de niños.

Bueno, pues venga cuando cierre al medio día, ¿Le va bien?

Si, perfecto, allí estaré.

Dio las órdenes oportunas para que dos agentes la acompañasen y montaran la guardia hasta que más tarde los fuesen a sustituir.

Luego, después de patearse de nuevo, sin ningún resultado positivo salvo las huellas de zapatos y moto, volvieron a la comisaría, Ricardo y el comisario se fueron en otro coche.

La próxima vez, antes de actuar, esperas a que lleguemos nosotros, ¿Entendido?

Perfectamente, ha sido una imprudencia por mi parte, pero ya sabes que soy así.

Ya he dado orden de buscar la moto, lo extraño es lo de las luces, salen de fábrica para que se enciendan según se ponen en marcha.

Salvo que alguien corte dos cables, respondió Ricardo. Esas motos son muy características y ningún asesino va a utilizar la suya para cometer un crimen, y recuerda que en los anteriores no había moto, esto ha sido un simulacro, el autor sabía que iba a dejar una testigo.

Explícate, “Poirot” Dijo el policía.

Elemental, querido “Watson” Las veces anteriores no necesitaba moto porque no iba a dejar testigos, la moto es robada las tres veces anteriores atacó por detrás, esta le salió a la víctima tres metros por delante, cuando ésta huye, no le persigue. Está diciendo:

¡Eh! ¡Soy el asesino de mujeres! ¡Seguiré matando cuando quiera! ¡Huye y cuéntalo!

Seguro que el afilador ha estado hoy en el pueblo.

¿A qué te has dedicado en esta vida, Ricardo?

A muchas cosas, pero sobre todo a sentarme y observar a las gentes, he hecho de todo en esta vida, pero no hay nada como observar al género humano.



 

jueves, 12 de agosto de 2021

EL AFILADOR (Capítulo XIV)

 


EL AFILADOR



Pedro Fuentes



CAPITULO XIV



El apartamento estaba en un bloque bastante alto y a unos seiscientos metros del paseo por el que pasaba la carretera de la playa, por donde apareció la moto de Anselmo.

Era un pequeño apartamento de una habitación y una cocina americana con un saloncito y una terraza bastante grande para lo que era la vivienda.

El ex marido estaba esperando, guardaba unas llaves que su ex le había dejado por si ocurría algo.

Una vez en el apartamento, no encontraron nada de particular, éste estaba bastante desordenado, en el fregadero reposaban un par de platos y cubiertos sin lavar, en la cocina, se encontraba una cazuela con un guiso ya echado a perder. Todo lo demás estaba más o menos en orden. Los policías que los acompañaron, expertos en pruebas, examinaron todo y recogieron alguna cosa que pudiese indicarles ADN o pruebas de terceros.

Algo llamó la atención de Ricardo encima del mueble del comedor, se acercó, cogió una foto en la mano y llamó a los dos amigos.

¡Mirad! ¿Veis la foto bien?

Si, dijo José Miguel, es ella con un perro.

¿Sabe si este era su perro?

No, No ha tenido nunca perro, cuando vivía conmigo imposible, les tengo alergia.

Este perro es Pibe, dijo Ricardo.

¿Estás seguro?

Veo a Pibe cada día, es inconfundible, los que entendemos de perros sabemos que no hay dos iguales.

¿Sabe si vivía sola o tenía alguna relación? Preguntó el policía.

No, no lo sé, alguien me había comentado que a veces la habían visto acompañada pero no por una persona habitual.

Ya sabe cómo es la gente, cuando hay una separación te vienen con comentarios para ver si reaccionas de alguna forma rara.

Si hubiese tenido una pareja estable, ella misma me lo habría comentado.

Bueno, dijo el comisario, no parece que podamos encontrar nada, hablaré con el juez para informarle y seguramente le llamaré la semana que viene o la otra para que puedan vaciar el apartamento.

¿Sabe si hay testamento o algún seguro de vida?

No, no hay nada de eso, de hecho yo era la única persona que tenía en el mundo.

Hemos recogido varias cosas para pruebas de ADN, cabellos, colillas que había en los ceniceros, y nos llevamos también esta foto, esperamos devolverla lo antes posible.

Se despidieron y los policías se metieron en un coche y los amigos en otro.

¿Dijo el forense a qué hora ocurrió el asesinato? Preguntó Ricardo.

Si, entre las 21 y las 22.

¿Había cenado ya?

No, no había cenado, no tenía más restos de digestión que una bebida isotónica que iba tomando mientras corría y que se encontró medio vacía cerca del cuerpo.

¿Y no hubo señales de lucha?

Si, pero muy poca, el asesino debía estar agazapado por entre los matorrales y la sorprendió y rebanó el cuello sin ningún forcejeo, no le dio tiempo ni a gritar.

O sea, fue una persona fuerte y alta, le debió salir por detrás, la levantó por la cintura y le cortó el cuello de izquierda a derecha. ¿Había huellas de él?

Si, unas zapatillas de deporte corrientes de la talla 43.

¿Iguales en los tres casos?

No lo sabemos seguro, los dos primeros asesinatos ocurrieron con el suelo muy seco.

¿A dónde quieres ir a parar? Dijo José Miguel.

Bueno, en principio el asesino no era mujer, primero porque las mujeres no utilizan el cuchillo para matar.

El asesino es alto, fuerte y sabe manejar el cuchillo, ya que lo empuñó de dentro a fuera, si hubiese sido al revés no la podría degollar como lo hizo, sería seguramente un cuchillo de unos treinta centímetros de hoja y muy afilado, cosa que ya habrán dicho el forense y los especialistas y al ser por detrás, seguramente no se manchó de sangre ni los zapatos. Pero si el brazo izquierdo, con el que tenía rodeado el cuerpo de la mujer.

No me extrañaría que hubiese pertenecido a algún comando especial.

¿Y? Dijo el Pedro.

Que podremos empezar a eliminar sospechosos, Ya que no hay pruebas, quizás sea más fácil eliminar sospechosos que buscar asesinos, por lo menos mientras no haya pruebas.

No creo que tenga en su poder una prenda tipo anorak que por mucho que la lave siempre quedarán huellas de sangre y seguro que tampoco tendrá las zapatillas que se manchó de barro. Pero quizás sería bueno buscar por contenedores ropas de ese tipo o cenizas.

Volveremos a los alrededores del tercer crimen pero ya hicimos una buena batida y no apareció nada.

¡José Miguel! ¿Podrías pedir informes de todos los sospechosos?

Esta hecho, ninguno de los sospechosos tiene antecedentes, faltan de Domingo, alias Dominic, los hemos pedido a la Interpol.

Más de las seis de la tarde cuando los amigos decidieron queda para el día siguiente.

¡Pedro! Me voy a pasear a Trouvé y a darle vueltas al asunto, ¿Te vienes? Dijo Ricardo.

No, tengo los artículos atrasados y además quiero pasar a limpio todos los apuntes.

Nos veremos mañana.

jueves, 5 de agosto de 2021

EL AFILADOR (Capítulo XIII)

 



EL AFILADOR



Pedro Fuentes



CAPITULO XIII



El apartamento de Anselmo, en la carretera de la costa, dentro de un recinto de seis casas adosadas, con un pequeño jardín, en los bajos, por delante está la puerta del garaje y por detrás, con unas escaleras para cada dos apartamento, el de Anselmo es el segundo de la derecha, tiene una cocina americana y una habitación doble y otra muy pequeña.

El policía, junto con sus dos amigos y tres agentes más se desplazaron allí, primero llamaron a la puerta, al no contestar, llamaron a la vecina del lado derecho, ésta abrió la puerta, a las preguntas del policía, le comunicó que la noche en que desapareció el inquilino, no ha oído ni visto a nadie en la vivienda.

José Miguel le comunicó que iban a entrar, que tenían una orden judicial y que el administrador de la finca tenía llaves por si ocurría cualquier emergencia y que se las había dejado para permitirles la entrada sin causar destrozos.

Una vez dentro, no observaron nada raro, todo estaba en orden, la cama hecha y todo limpio y reluciente, en un cenicero en el balcón había una colilla de un cigarrillo negro, en el cubo de la basura, la bolsa estaba totalmente vacía, por lo que supusieron que se llevó la basura la última vez que salió.

Ricardo se acercó a la casa de la vecina y le preguntó:

¿Dónde tiran ustedes la basura?

A la salida del recinto, a mano derecha hay unos contenedores, en verano los vacían cada día y ahora cada tres días, precisamente han pasado esta mañana.

De todas las formas, se acercó a los contenedores, estaban casi vacíos.

En el resto de la casa no encontraron nada sospechoso salvo tres papelinas conteniendo coca debajo de la bandeja de los cubiertos en un cajón de la cocina.

Bajaron al garaje, allí estaba un utilitario bastante nuevo, propiedad de Anselmo y en la pared del fondo unas estanterías metálicas en las que se depositaban cajas de trastos, libros y un equipo de submarinismo, traje de neopreno, aletas, gafas, tubo y un fusil.

En el coche no había rastro de nada raro, estaba recién limpio y estaba como todo, sin una mota de polvo.

A la hora de irse, Ricardo volvió a preguntarle a la vecina que merodeaba por el jardín:

¿Sabe si Anselmo tiene una señora para la limpieza?

No, ninguna, es muy cuidadoso y siempre, bueno, cuando está en casa, hace la limpieza y cocina.

¿Tiene muchas visitas?

No, muy pocas, alguna vez viene algún amigo, pero son muy discretos, no se oyen ni voces. Cuando hace buen tiempo se sienta en el balcón y lee o escucha música, pero a un volumen que no molesta a nadie.

Se marcharon todos y se llevaron en varias bolsas de plástico pequeñas la colilla encontrada en el balcón, varios cabellos encontrados en el cuarto de baño y las papelinas de la droga.

Creo que no hay duda, no ha desaparecido por propia iniciativa, dijo Ricardo.

¿En qué te fundas? Dijo José Miguel.

No parece que falte ropa ni nada, en moto no se fue y el coche lo tiene en el garaje, andando este lugar está lejos de cualquier sitio y si hubiese venido alguien a recogerlo, la vecina, con lo cotilla que es lo sabría.

¡Bravo! Menudo sabueso. Dijo su amigo Pedro.

Pues yo no veo nada claro. Dijo José Miguel. Y pistas no hay ninguna, ni tan siquiera indicios razonables, le podríamos apretar las clavijas al afilador y ver si canta, pero creo que ese tiene muchas tablas y aunque parezca nervioso, domina la situación, y tampoco le podemos acusar de nada.

¿Ha llegado el ex marido de la tercera víctima? Preguntó Pedro.

Si, ha llegado, vino por la comisaría en cuanto llegó, estaba muy apesadumbrado, mantenía una relación lejana pero aceptable con ella, nos ha dicho que ella no tiene familiares y que él se encargaría de todo cuando el forense y el juez den los permisos, la van a incinerar. Precisamente he quedado con él por si queremos hacer una inspección al apartamento que tenía alquilado antes de tocar nada y vaciarlo.

Precisamente ahora lo voy a llamar para ir para allí. Dicho esto José Miguel cogió el móvil y llamó, se puso de acuerdo con el ex marido y salieron hacia allí, el apartamento quedaba bastante cerca, solamente había que cruzar tres calles, además era bastante cerca de donde apareció asesinada.