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jueves, 27 de abril de 2023

EL AFILADOR (Capítulo XVIII)

 

EL  AFILADOR 

 

Pedro  Fuentes 

 

CAPITULO XVIII

 

 

Aquella tarde, los tres amigos, junto con el equipo de huellas, en dos coches se dirigieron al apartamento del camarero, antes de abrir la puerta que conducía al jardín, ya estaba la vecina en la pequeña terraza de su casa. A instancias del comisario bajó.

Perdone que le molestemos de nuevo, ¿Podría decirnos si la tarde noche que desapareció Anselmo, alguien vino a visitarlo o preguntó por él? Preguntó José Miguel.

No que yo sepa, no vi a nadie.

¿Está segura? Mire que si nos miente puede ser acusada de entorpecer las investigaciones de la policía.

¿No estuvo en el balcón de la casa alguien aquella tarde? Hay testigos que vieron a alguien al pasar por la carretera.

Bueno, es que no recordaba si fue aquel día, estuvo un amigo de Anselmo, su amigo, viene de vez en cuando, ese día estuvo, si va a quedarse mete el coche en el parquin, pero aquel día vino con una moto de gran cilindrada, la dejó en la puerta, al lado de la valla y entró, no había nadie en la casa y abrió él, tiene llave, y estuvo esperando en el balcón, fumó un cigarrillo y se marchó. Ya no vino nadie más.

¿Sabe cómo se llama el amigo y de donde es o vive?

Se llama Adolfo y creo que es de Sitges. Pero los dos son gentes muy correctas, no se meten con nadie ni hacen mal a nadie, además, son educadísimos.

Tendrá que pasar mañana por comisaría, en el ayuntamiento, a firmar una declaración y piense si hay algo más que deba contarnos, terminó el policía.

Ahora vamos a pasar a la casa a revisar unas cosas. Se supone que usted no conoce la dirección de Adolfo en Sitges.

No, señor, a mi no me gusta meterme en la vida de los demás.

Una vez dentro del apartamento dijo el comisario:

Adelante, muchachos, lo quiero todo, hasta el último cabello, colillas, basuras, todo lo que encontréis susceptible de contener ADN, manchas de sangre, lo que sea.

Nosotros, dijo a sus amigos, agendas sobres, teléfonos, direcciones hay que averiguar todo lo que sea del amigo de Sitges.

Al cabo de cuatro horas salieron del apartamento con muestras de todo tipo y la dirección y afiliación completa de Adolfo, por lo visto eran una pareja estable desde hacía mucho tiempo.

José Miguel mandó a los policías a la comisaría para preparar los envíos al laboratorio y los tres amigos se dirigieron al Hamilton.

Al atardecer, el Hamilton se anima bastante, pero cuando empieza a funcionar es cuando termina el día, como hay restaurante y hostal.

Al lado el Hamilton propiamente dicho, que funciona como bar de copas, cuando va terminando el día, además de los clientes asiduos se llena de camioneros que han cubierto el cupo de kilómetros y se quedan a dormir.

A esas horas, cuando llegaron los tres amigos, había algunos clientes, pero más bien moscones que van del trabajo a casa y paran allí un rato para ver a las niñas y retrasar el regreso a casa con la rutina de la mujer y los niños, así que cuando entraron los tres amigos, alguna de las chicas del turno de noche que no saben que es la policía, se alegran porque piensan que sacarán alguna “chapa”.

Hola, dice José Miguel a la primera que se acerca, queremos ver a Dominic, soy policía.

No está, todavía no ha llegado, nos avisó de que hoy se retrasaría.

¿Y Anselmo? El camarero, ¿Ya ha venido?

No, de Anselmo no ha aparecido, menudo mosqueo tiene el jefe, nadie sabe donde está. El jefe creo que ha ido a hablar con un conocido de su amigo para traerlo aquí una temporada.

Ponnos tres cervezas mientras esperamos.

Ricardo que estaba apoyado de espaldas a la barra, le dijo a los dos ¡Mirad quién se acerca!

Los tres miraron hacia el cristal de al lado de la puerta y vieron como se aproximaba entre dos coches la furgoneta del afilador, cuando éste miró hacia dentro, una vez parado vio a los tres hombres de la barra, entonces, disimuladamente, metió la marcha atrás y salió, entonces encendió las luces de nuevo y se marchó.

Bueno, bueno, alguien no nos quiere ver, dijo Pedro.

¿Por qué será? Dijo Ricardo.

Quizás mañana lo debamos llamar de nuevo, será la forma de tenerlo lo más en tensión posible, porque me da la impresión de que sabe algo más de lo que nos cuenta. Comentó José Miguel.

Si, dijo Ricardo, mira disimuladamente hacia mi izquierda detrás de la barra. ¿No te da la impresión de que la niña que nos ha atendido habla de nosotros por el móvil?

Estará avisando al jefe.

¡Caray! Dijo Pedro, este bar está lleno de sorpresas, mira al fondo, tu amigo Rodolfo está sentado en una mesa. ¡Oh! Casualidad de la vida, con Elisabeth.

¡Vaya! ¡Vaya! Este bar parece el “Club social de Cheyenne” Y tu amigo parece que conoce no solo a las muertas sino a las vivas. Quizás se nos ha escapado algo al interrogarlo, ¡estos porteños!

Una vez oí a un argentino que decía: “Dios cuando hizo Argentina le salió tan bien y tan maravilloso que luego, para compensar un poco creó a los argentinos”. Dijo Pedro.

Mañana cuando coincidáis paseando a los perros no le digas nada, esperemos que ahora no nos vean, aunque parece que ven a poca gente. Vámonos a una mesa en el otro rincón a ver si pasamos desapercibidos. Aunque no creo que Domingo venga, ya está avisado de que estamos aquí.

He dado orden de que vigilen de lejos a Adolfo en Sitges, vamos a ver de qué pie cojea y si por casualidad están allí los dos palomos.

A las diez, cuando el Hamilton estaba llenándose de gente para cenar, José Miguel llamó a la camarera que los había atendido y le dijo:

¿Sabes si Dominic tardará más?

¡Huy!  Me había olvidado, ha llamado y me ha dicho que se le ha hecho tarde y que hoy no vendrá. Dijo la camarera con una cara de inocencia digna de una ursulina.

José Miguel dijo:

Voy a empezar a citar a unos cuantos personajes, aunque solamente sea para sacarlos de sus casillas a ver quién se equivoca primero en las declaraciones.

Los tres amigos marcharon del bar y cada uno se fue a su casa hasta el día siguiente que quedaron a las diez de la mañana.

 

jueves, 20 de abril de 2023

EL AFILADOR (Capítulo XVII)

 

 

 

 

EL  AFILADOR

 

Pedro  Fuentes

 

CAPÍTULO  XVII

 

Ricardo aquella tarde le preguntó al comisario una vez en el despacho:

¿Podríamos revisar el apartamento del camarero?

¿Qué esperas encontrar?

No lo sé, pero hay algo extraño, no veo por qué la moto estaba en la playa, parece como si fuese algún mensaje, no creo que desde allí se llevaran al camarero salvo que fuese a la fuerza y no había ninguna señal de violencia, la moto estaba en la carretera muy bien aparcada y la tiraron a la playa o la tiraron a la playa muy bien cerrada para indicarnos algo.

¿En qué te fundas? Preguntó José Miguel.

¿Te has dado cuenta de que la puerta del jardín donde vive el camarero está a 250 metros de donde estaba la moto?

Si alguien lo hubiese recogido allí era porque lo conocía bien. Entonces le hubiese indicado que iba a dejar la moto guardada.

Si hubiese desconfiado de él, no aceptaría y habría habido violencia.

Si hubiese sido un desconocido tampoco abandonaría la moto tan cerca de su casa y a punto para ser robada o algo por el estilo, recuerda que es cuidadoso en grado sumo.

Posiblemente deja la moto allí para indicar que desaparece e indica a la policía algo, por ejemplo que desaparece con urgencia, luego alguien o algo le amenaza.

La moto aparece en la playa por varias razones:

La primera, la tira él para indicar algo. No creo, ya lo hace dejando la moto allí cerrada, además, no tiene sentido con lo cuidadoso que es.

La segunda, quien lo persigue, viendo que lo ha perdido, cabreado tira la moto, posible, pero no creo que se arriesgue a que alguien lo vea tirar la moto y lo identifique.

Tercero, deja la moto, fuera del jardín, cerrada y con sumo cuidado para decirnos que no le ha pasado nada. A lo largo de la tarde noche y la mañana siguiente pasa uno o varios gamberros, como no la pueden robar la tiran a la playa.

En su casa está el coche, lo podría coger, pero su vecina se enteraría y lo veía salir de nuevo.

Nos está diciendo que ha desaparecido voluntariamente y que alguien lo recogió.

¿Recordáis la colilla que había en el cenicero del balcón?

Si, dijo Pedro, era de Ducados. Se recogió para hacerle pruebas de ADN.

Vale, no era de él, no fumaba.

¿Cómo lo sabes? Dijo el policía.

Una de las veces que entró en la comisaría nosotros habíamos ido al balcón a fumar, aunque no lo quieras algo de humo entraría en el despacho. Cuando él entró, puso la cara desagradable que ponen los ex fumadores. Aborrecen el olor a tabaco. ¿Verdad, Pedro?

Pero si Pedro fuma, dijo José Miguel.

Si, dijo Pedro, pero mi mujer dejó de fumar y pone la misma cara cuando yo llego con olor a tabaco.

Hay que saber quien estuvo en el apartamento aquella tarde y luego lo esperó o lo recogió de la carretera, la vecina seguro que lo vio y lo conoce de vista.

Necesitamos saber el resultado del ADN del cigarrillo, no creo que diga nada pero puede corroborar una sospecha o al contrario, decirnos que es falsa.

La vecina nos puede decir algo del acompañante o amigo del camarero. Pero no nos olvidemos del afilador, es el sospechoso número uno, también está tu amigo argentino. Si descubrimos la identidad del dueño del bar, es posible que lo podamos incluir o excluir, mientras tanto habrá que dejarlo en el purgatorio. Y bueno, en principio el camarero es el que ha desaparecido creando pruebas falsas.

¿Y el hombre de anoche? Dijo Pedro.

Es posible que fuese alguien desconocido hasta ahora y quisiese crear pruebas falsas para inculpar a alguien.

Tal vez, dijo el policía, el aviso no vino a la mujer ni a todos nosotros, tú, Ricardo, has hecho preguntas muy incisivas a todos los sospechosos, lo mismo la actuación iba para ti, te pudo ver paseando con el perro y adelantarte con la moto y esperarte en el bosque, luego llega la mujer y la asusta, sale corriendo con la moto y esperará a otra ocasión. Lo cual quiere decir que estás señalado y corres un serio peligro, una persona que ha matado a por lo menos tres personas, no se va a quedar ahí si se siente acorralado. No olvidemos tampoco que el camarero puede estar muerto y lo de la moto ha sido un montaje.

Un agente pidió permiso y entró en el despacho.

Con su permiso, señor comisario, han llegado los resultados del ADN de la colilla, no coincide con ninguno de los conocidos.

¿Se sabe algo de Dominic alias Domingo o al revés?

No, en principio no embarcó en ningún barco español como tripulante legalmente.

Solicitó un pasaporte hace cuatro años, anteriormente no se sabe todavía porque no estaba informatizado, se están consultando archivos en Barcelona y en la Comunidad Valenciana que es donde ha residido desde hace unos seis años, según el padrón municipal. Por cierto, ha residido en Barcelona, pero tampoco es de allí, en de un pueblo pequeñísimo del norte  de Huesca.

Seguramente dirá que es de Barcelona por darse importancia, ya he conocido gente así creen que eso les da algo de postín. Simplemente complejos de inferioridad, dijo Pedro con una sonrisa sarcástica.

Si, dijo Ricardo, lo mismo en lugar de Domingo se llama Lunes.

Los tres amigos rieron mientras el agente salió de la habitación.

Bueno, dijo José Miguel, ya tengo preparado todo para investigar en el apartamento del camarero, luego volveremos por el Hamilton.

 

jueves, 13 de abril de 2023

EL AFILADOR (Capítulo XVI)

 

 

 

 

 

EL  AFILADOR

 

Pedro  Fuentes

 

CAPITULO XVI

 

Al día siguiente Ricardo fue a recoger a Pedro y se dirigieron a la comisaría, pero antes, mientras le contaba lo sucedido el día anterior.

Antes de ir a ver a José Miguel, vamos a ver en par de sitios donde sospecho que pudiese estar la moto.

Ricardo se dirigió por la carretera de la costa y fue parando por todos aquellos sitios en los que pasa justo por el borde del mar o hay playa como en la que apareció la moto del camarero, no dio resultado, así que se dirigió a  un puente que pasa la carretera general por encima, siguiendo la riera hacia arriba, ahora sin agua, andando recorrieron como cosa de mil metros, allí era utilizado por la gente para deshacerse de cualquier cosa vieja y por donde ahora iban negros que se dedicaban a recoger chatarra para venderla.

Allí, debajo de unos cuantos hierros y un somier encontró la moto a la que previamente le habían prendido fuego.

Desde allí mismo llamó al policía y le dijo: José Miguel, he encontrado la moto, estoy en el sitio. Le indicó el lugar y a los diez minutos apareció con dos especialistas en huellas.

Efectivamente era la moto, o más bien lo que quedaba de ella.

Las muestras de barro pegado a las ruedas y radios coincidían con el barro del bosque y  además  encontraron los restos de los cables de las luces cortados, de huellas dactilares u otras huellas no había.

Si seguís buscando por aquí seguramente encontrareis restos de ropa y calzado quemados.

José Miguel no dejaba de sorprenderse y al fin le dijo a Ricardo: Voy a tenerte que poner en la lista de sospechosos, sabes demasiado, tanto casi como el asesino.

Pedro, que no dejaba de tomar notas le dijo: De aquí me va a salir una novela, lo malo es que nadie se va a creer las aventuras de éste y señaló a Ricardo.

Ya sabes lo que yo he dicho siempre, “la cabeza se ha hecho para pensar, no para separar las orejas” Como dijo Hércules Poirot “hay que usar la materia gris”

Bueno, bueno, son puras deducciones que han tenido suerte, dijo José Miguel riendo y dándole una palmada en la espalda a su amigo.

Cuando terminaron allí era ya  casi el medio día, por  lo que marcharon a comisaría para esperar a la mujer de la noche anterior y ver si se acordaba de algo más.

¿Cuál crees que debe ser el próximo paso? Dijo el comisario.

Yo esperaría los informes de la Interpol y trataría de encontrar al  camarero, vivo o muerto. También hay que saber si el afilador estuvo en el pueblo.

Una vez en comisaría, encontraron que ya había llegado el informe de Interpol, negativo, por ese nombre no aparecía nada del tal Dominic o Domingo, lo cual podía ser por dos motivos, o no estuvo nunca en Francia o si estuvo sería con otra documentación, se seguían analizando las huellas dactilares y en principio, si no tenía antecedentes no se podría detectar nada, en cuanto a ADN, era una técnica muy moderna y no existían archivo todavía, salvo delitos muy graves y muy recientes.

El policía contrariado comentó a sus amigos:

Hay que averiguar más, o su identidad actual es falsa o entró en Francia con otra documentación.

Dijo que había sido marino mercante, quizás por ahí se podría buscar algo, tanto en Francia como en España, aquí, en el Ministerio de Fomento, que es a donde pertenece la Marina Mercante, estamos todos los marinos profesionales o deportivos inscritos, comentó Ricardo.

Entraremos por ese lado, dijo José Miguel.

Al poco rato llegó la mujer atacada el día anterior. Un policía le hizo pasar al despacho.

El comisario le indicó un asiento y le preguntó:

¿Señora o señorita?

Señorita, respondió Elisabeth, soy divorciada, mi marido era inglés también, vive en un pueblo de la provincia de Valencia, yo me establecí aquí cuando el divorcio, hace quince años, monté una pequeña tienda de ropa para niños, no me va mal y vivo tranquila.

Cuéntenos qué pasó anoche.

Cuando cerré la tienda, que se me había hecho más tarde de lo normal, me cambié, me puse el chándal y las zapatillas, como sabe, vivo al principio del paseo, cuando pasé por mi casa, dejé el bolso allí, porque llevaba algo de dinero, cogí un botellín de agua y salí a correr hasta el final del paseo, normalmente al llegar a los primeros árboles me doy la vuelta, pero ayer me encontraba con ganas de correr, porque no me había movido en todo el día y me adentré un poco más, me dio la impresión de que alguien se movía detrás del árbol más grande que hay allí, pero como no temía nada, pensé que serían cosas mías. Luego, dos pasos más adelante, fue cuando me salió el hombre aquél.

¿Cómo sabe que era un hombre? Dijo Ricardo.

No, no lo sé, lo supuse porque era alto y corpulento, más que las mujeres, por lo general.

¿Habló o dijo algo?

No, creo que no, sin embargo si hizo mucho ruido y al yo gritar, salió corriendo en dirección contraria.

¿Le vio la cara?

No, ya le he dicho que no, llevaba un pasamontañas y una especie de chándal oscuro, no lo pude ver muy bien porque no había casi luz.

¿Tuvo miedo?

No, en realidad me asustó al verlo de improviso delante de mí con el cuchillo.

Usted parece muy detallista, dijo Ricardo, ¿Se fijó como llevaba el cuchillo?

Por favor, póngase de pie y mire de hacer lo que hizo el atacante. Dijo José Miguel ofreciéndole una regla de unos cuarenta centímetros que había en la mesa.

La mujer cogió la regla con su mano izquierda y la empuñó a modo de cuchillo de arriba abajo.

¿Es usted zurda? Dijo Ricardo.

No señor, soy diestra.

¿Está segura de que cogió el cuchillo de arriba a abajo?

Si, lo vi al contraluz y si hubiese cogido el cuchillo de abajo para arriba no lo hubiese visto brillar con la luz de la luna.

¿Qué pasó luego?

Me sorprendí porque no esperaba aquella reacción, pareció asustarse él de mí. Dio media vuelta y salió corriendo, no vi ninguna moto, me encontré con usted y es cuando me derrumbé, hasta entonces, salvo el susto que me dio no tuve verdadero miedo, en realidad no creo que mi vida corriese peligro.

¿Cree  que salió corriendo cuando me vio detrás de usted?

No porque yo lo vi a usted después de correr por lo menos quince pasos y él ya había desaparecido cuando yo empecé a correr.

Muy bien, señorita Elisabeth, nos ha sido de una gran ayuda, si no le importa tendrá que pasar en otro momento a firmar la declaración, ahora a la salida un compañero le tomará todos los datos y el teléfono, si se acordase de algo más, por favor avísenos.

Una vez se hubo marchado, los tres amigos se dirigieron a comer, mientras Ricardo decía:

Ya lo tengo claro.

¿Qué tienes claro? Dijo Pedro ¿Ya sabes quién es el asesino?

No, hombre, el asesino no sé quien es, pero ya se descubrirá él solo, lo que pasa es que si se mete la policía por medio (y tú perdona, dijo señalando a José Miguel) espantan la caza antes de que lleguemos los cazadores.

Ya te he dicho que a la hora de la acción nos dejes a nosotros, no te puedes poner en peligro ni interponerte a la labor de la policía.

Vale, pero como no sabéis qué hay que cazar, haré de perdiguero y os pondré la pieza a tiro.

 

jueves, 6 de abril de 2023

EL AFILADOR (Capítulo XV)

 

 

EL  AFILADOR

 

Pedro  Fuentes




CAPITULO XV

 

Ricardo llegó a su casa, recogió a Trouvé y se fue a pasear por el conocido paseo “La ruta del colesterol” donde habían encontrado el tercer cadáver.

Ordenando sus ideas no se dio cuenta de que estaba casi en el bosquecillo al lado del río, cabizbajo y pensativo, iba intentando recordar todos los detalles del día del crimen y no se dio ni cuenta de que llegaba a la última farola, al lado del bosque y que la bombilla estaba fundida, ya empezaba a entrar la noche cuando de pronto oyó in grito y vio una figura que corría hacia él, era una mujer que lloraba y gritaba, se tiró en sus brazos y entre llantos e hipos le contó que le había salido de detrás de un árbol una figura de hombre, encapuchado y con un cuchillo en su mano.

Ricardo puso la correa de Trouvé en manos de la mujer, le dio el teléfono móvil y le dijo: ¡Llame a la policía! ¡No se mueva de aquí, no pasará nada!

Dicho esto se internó en el bosque corriendo en la dirección que le indicó la mujer.

La valentía de Ricardo se confunde con la imprudencia, y le hace ser más decidido de lo que en realidad es.

Después de una carreta de unos treinta metros en la que a cada momento sentía pánico cuando las ramas le golpeaban en la cara y el pecho, sintió el petardeo de una moto que arrancaba y desaparecía en dirección contraria con las luces apagadas.

Volvió sobre sus pasos y llegó a donde estaba la mujer, sentada en el suelo llorando y Trouvé la observaba inclinando la cabeza hacia el ladeo derecho como signo de curiosidad. A lo lejos, al otro extremo del paseo aparecieron dos luces azules que se aproximaban mientras sonaban las sirenas.

Cuando llegaron los dos coches, del primero bajó el comisario y tres policías, del otro cinco agentes más.

¿Qué ha pasado? Dijo José Miguel.

La mujer intentó hablar y no le salió sino un suspiro lastimero.

Cuando yo he llegado al bosque salió corriendo de él, lloraba y gritaba, decía que le había salido al paso un hombre encapuchado y con un cuchillo en la mano, salí corriendo hacia él pero fue demasiado tarde, una moto, sin ninguna luz salió a toda marcha en la otra dirección.

El policía se dirigió a los agentes y les dijo:

Llamad que venga todo el mundo de la comisaría y con linternas buscad cualquier huella o rastro que haya dejado el hombre y la moto.

Y tú, Ricardo, ¿Qué te ha pasado? ¿Te has peleado con un gato? Y dicho esto se acercó al maletero de uno de los coches y sacó una toalla y una botella con agua. Anda, lávate la cara que la llevas llena de arañazos.

Si, ha sido de correr por entre las ramas.

¿Viste la moto?

No, pero por el petardeo era una moto de trial o motocrós.

¿Y qué pensabas? ¿Pelearte con él? Si es lo que pienso ha matado por lo menos a tres personas, va armado con un cuchillo de grandes dimensiones, que además sabe utilizar y tú decides machacarlo con tu limpias manos.

De acuerdo que nos estás sirviendo de una gran ayuda, pero la acción nos la dejas a las fuerzas del orden, que para eso estamos.

Dicho esto, le dio a la mujer un vaso con agua de otra botella y le dijo:

Bueno, ¿Estás más tranquila?

Era una mujer de unos cuarenta años, rubia, alta y de aspecto extranjero.

Si, ya estoy mejor, dijo con un cierto acento inglés. Me llamo Elisabeth.

¿Qué hacía por aquí sola y a estas horas?

Vengo cada tarde a correr, hoy se me ha hecho un poco tarde.

¿No sabe que aquí mataron a una mujer el otro día?

¿Vio al hombre que le atacó?

No, al principio me pareció que alguien se movía detrás de un árbol, luego me salió al paso unos tres metros delante de mí y levantó el cuchillo amenazador, yo me di la vuelta y empecé a gritar y correr. Pero el hombre y no pareció seguirme.

¿Cómo sabe que era un hombre?

No lo sé, era alto y corpulento, llevaba un pasa montañas oscuro y no le vi la cara, supongo que era un hombre por el físico.

¿Podría indicarnos detrás de qué árbol estaba?

Sí, creo que sí.

Pues vamos. Se volvió a sus hombres y les dijo:

No os acerquéis que hay que estudiar las huellas.

Se dirigieron al lugar y como allí estaba húmedo todavía se vieron las huellas, que fueron estudiadas, fotografiadas y hecho moldes de escayola además de las de la moto que había estado tumbada en el suelo tapada con ramas.

Bueno, dijo José Miguel, ahora la acompañaremos a su casa en coche ¿Vive sola?

Sí, vivo sola, al otro lado del paseo.

Bueno, le pondremos una pareja de agentes que vigilen su domicilio.

Por favor, no lo comente con nadie, mañana tendrá que venir por la comisaría a firmar la declaración. ¿Trabaja?

Sí, tengo una tienda de ropa de niños.

Bueno, pues venga cuando cierre al medio día, ¿Le va bien?

Si, perfecto, allí estaré.

Dio las órdenes oportunas para que dos agentes la acompañasen y montaran la guardia hasta que más tarde los fuesen a sustituir.

Luego, después de patearse de nuevo, sin ningún resultado positivo salvo las huellas de zapatos y moto, volvieron a la comisaría, Ricardo y el comisario se fueron en otro coche.

La próxima vez, antes de actuar, esperas a que lleguemos nosotros, ¿Entendido?

Perfectamente, ha sido una imprudencia por mi parte, pero ya sabes que soy así.

Ya he dado orden de buscar la moto, lo extraño es lo de las luces, salen de fábrica para que se enciendan según se ponen en marcha.

Salvo que alguien corte dos cables, respondió Ricardo. Esas motos son muy características y ningún asesino va a utilizar la suya para cometer un crimen, y recuerda que en los anteriores no había moto, esto ha sido un simulacro, el autor sabía  que iba a dejar una testigo.

Explícate, “Poirot” Dijo el policía.

Elemental, querido “Watson” Las veces anteriores no necesitaba moto porque no iba a dejar testigos, la moto es robada las tres veces anteriores atacó por detrás, esta le salió a la  víctima tres metros por delante, cuando ésta huye, no le persigue. Está diciendo:

 ¡Eh! ¡Soy el asesino de mujeres! ¡Seguiré matando cuando quiera! ¡Huye y cuéntalo!

Seguro que el afilador ha estado hoy en el pueblo.

¿A qué te has dedicado en esta vida, Ricardo?

A muchas cosas, pero sobre todo a sentarme y observar a las gentes, he hecho de todo en esta vida, pero no hay nada como observar al género humano.