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jueves, 28 de septiembre de 2023

LA BARBERIA (Capítulo IV)

 

 

La Barbería

 

Pedro  Fuentes 


Capítulo IV

 

Eran ya las seis y media de la tarde cuando salí del hotel y me dirigí a casa de Miguel, el sobrino del barbero.

Era una casa más moderna, unifamiliar también, pero más sobria, en ésta las plantas era menos floridas que las de Paquita.

Llamé a la puerta y me abrió una mujer de unos sesenta años vestida de negro y un delantal blanco, en las manos llevaba un paño de cocina, en el que se las secaba.

Buenas tardes, ¿Está don Miguel?

No, en estos momentos no está, pero está a punto de llegar. ¡Mire! Por la esquina de la calle viene, ya le he dicho que llegaría en un momento,

Por la calle venía un hombre de unos cincuenta y pico de años, algo encorvado y apoyándose en un bastón pese a que no parecía cojear.

Buenas tardes, don Miguel, soy Pedro Fuentes y me gustaría hablar un poco con usted sobre su tío Rafael.

Si, ya me ha comentado mi hermana que vendría, pero no tengo nada que decirle, este asunto de mi tío ya está zanjado, pasó hace muchos años y a nadie le gusta que remuevan a sus muertos, dicho esto también hizo la señal de la cruz.

Verá, yo no tengo ningún interés especial, en 1959 con nueve años, mi tía, que vivía aquí me contó una historia, a mí, el relato me impresionó, desde entonces he venido un par de veces a la ciudad y como la barbería sigue cerrada, me gustaría saber más del misterio.

No hay tal misterio, las gentes se han encargado de hablar e inventar historias, con lo cual lo único que ha pasado es que nos han perjudicado a mi hermana y a mí y encima, ahora que ya la gente parece olvidar, aparece usted a remover el asunto.

Mire, yo tengo una hipótesis, se la voy a contar para que se aclaren sus dudas y nos deje en paz.

Pase usted, en el patio estaremos más frescos, me franqueó la entrada y pasamos a un recibidor que nos conducía directamente al patio, ahora si era un verdadero patio andaluz, de las paredes colgaban montones de tiestos con flores, en el centro una fuente que manaba un agua que parecía ser la más fresca del mundo, en un lateral una mesa de hierro forjado y cerámica y encima, un botijo con el pitorro y la boca con unos pequeños paños confeccionados con punto de crochet. ¿Quiere usted algo? ¿Le apetece un fino fresquito?

De acuerdo, don Miguel.

¡Rosario! ¡Traiga una botella fresca de fino y dos copas!

Siéntese, por favor.

Me ofreció una silla, al lado de la mesa del botijo y de espaldas a la fuente. El se sentó enfrente de mí. Sacó un paquete de Ducados y me ofreció. De encima de la mesa cogí una caja de cerillas y le encendí su cigarrillo y luego el mío.

Apareció Rosario con la botella de vino y dos copas, Miguel las llenó, ofreció una y con la suya en la mano hizo ademán de brindar, repetí su gesto y ambos bebimos un sorbo.

A mi tío Rafael le llamaron a hacer el servicio militar, tenía entonces un familiar o amigo oficial de la Guardia de Asalto y se fue voluntario a su unidad, era 1932, allí le sorprendió la segunda república, también en Madrid, la Guerra Civil y luchó contra los rebeldes, cuando acabó la guerra, en la que pasó bastante desapercibido, volvió aquí y se presentó a los nacionales haciéndoles creer que había estado escondido en el pueblo por miedo a los republicanos. Le tocó hacer la mili de nuevo.

Al cabo de los años alguien le denunció y marchó, no se sabe dónde, organizó los bulos sobre la barbería y nunca más se supo de él.

Esa es mi teoría y lo que yo pude saber por los papeles que dejó y yo me encargué de destruir, la mancha de sangre es verdad, antes de desaparecer, cuando preparó la huida, él mismo se hizo un corte en el brazo izquierdo y manchó el suelo de sangre, intentamos sacarla cuando heredamos pero no se nos ocurrió sino echar sosa cáustica y fue peor el remedio que la enfermedad, se comió las baldosas de la sangre y alrededor y quedó una mancha parduzca que ya no ha desaparecido con nada.

En fin, por los papeles que dejó, son las conclusiones que yo saqué, todo lo que podía implicarle con la república y sus ideas políticas, un tanto comprometidas a favor de la FAI y las teorías anarquistas, las destruí, no era cosa de empeorar lo que pudiesen decir vecinos envidiosos, llenos de maldad y revanchismo. Mi tío no fue ni un asesino ni una mala persona, defendió una idea y ayudó a todo el que pudo.

¿No tiene fotografías? Su hermana me enseñó una en su casa con el uniforme de Guardia de Asalto.

No, un par de ellas, las de la guerra y la República las destruí. Tengo varias de cuando hizo la milicia en Madrid y después de la guerra cuando lo incorporaron de nuevo al ejército, por cierto también en Madrid.

¿Puedo ver alguna? La verdad es que creo que su teoría es verdaderamente asumible y como además me dedico a escribir historias, algunas de ellas se empiezan a publicar, la historia de su tío con su teoría puede ser un relato muy interesante y si su tío desapareció voluntariamente y anda por algún rincón del mundo pudiese ser que terminara en sus manos. ¿No ha recibido nunca ninguna noticia o señal de que está vivo? Yo mismo, mi abuelo desapareció hace mucho más tiempo que su familiar y hace poco tuve noticias de dónde había estado hasta su muerte.

No, nunca supimos nada de él, no estaba muy apegado a su familia, de hecho sus únicos familiares vivos eran mi hermana y yo y la verdad, no tuvimos muchas relaciones.

¿Me enseñará las fotos?

Si, espere un momento, tengo un álbum en la biblioteca.

Se levantó y salió por una puerta lateral del patio, mientras tanto me dediqué a curiosear, era un jardín lleno de buen gusto y saber hacer. No vi la mano de Miguel en él.

Entró de nuevo Miguel con un álbum en las manos, iba buscando las fotos que me quería enseñar.

Tiene un patio muy hermoso, le dije.

Sí, pero no es obra mía, lo cuida Rosario, ella ha estado con mi familia toda la vida y es la que se encarga de la casa y de mí, yo soy soltero y si no fuese por ella no sé lo que haría.

Había unas diez fotos de Rafael en el álbum, o por lo menos esas me enseñó. La primera de ellas era la que vi en casa de doña Paquita, Había otra igual, en el mismo sitio, de las clásicas hechas en la puerta del Retiro con Rafael y un compañero de armas, otra de la misma época en lo que parecía una verbena con el mismo compañero y dos chicas jovencitas, bastante más que ellos, los cuatro delante de una especie de noria, una de las chicas me resultó como si la conociese de algo, cosa muy improbable.

El resto eran del otro periodo militar, el de las tropas de Franco y cosa curiosa, parecía rememorar las anteriores. Rafael y su amigo ambos con el mismo uniforme pero su amigo con los galones de cabo. En otra estaba Rafael con una de las dos chicas, ahora con unos años más me di cuenta de que sí la conocía.

¿Sabe el nombre del compañero de armas o el de las chicas?

No, en absoluto.

¿Me dejaría sacar unas copias?

No, desde luego que no.

Bueno, pues muchas gracias por todo, ha sido usted muy amable, no le molesto más, seguro que ha venido del trabajo y no le he dejado ni quitarse la chaqueta.

Bueno, no es un trabajo agotador, soy maestro y solamente trabajo en horario escolar.

Pues le repito, muy agradecido, si alguna vez escribo algo de esta historia lo haré con nombres supuestos y antes de publicarlo les enviaré una copia a usted y su hermana para que me den el consentimiento.

Nos levantamos ambos y me acompañó hasta la puerta, le di la mano y le dije:

Lo dicho, muy agradecido y encantado de conocerle.

Cuando salí de la casa ya empezaba a oscurecer y decidí andar por el centro de la ciudad, por lo que tuve que atravesar aquel parque que de niño recorrí con mi tía y su hermana, mi madre, ya casi en la salida, en un quiosco en el que había estado con mi padre me senté a tomar una cerveza y recordar momentos felices de la infancia, mientras en mi cuaderno recogía todos los datos de la historia de Rafael.



jueves, 21 de septiembre de 2023

LA BARBERIA (Capítulo III)

 

LA BARBERIA

Pedro Fuentes

Capítulo III

Por fin, en 1973, pude tomarme unos días, 20, y me fui, con todas mis notas a la bonita ciudad andaluza, no había descubierto nada verdaderamente importante, pero si lo suficiente para poder seguir algunos hechos, si su familia, aquellos sobrinos lejanos me quisiesen ayudar.

Me alojé en el mismo hotel que la vez anterior, parecía estar igual, sus flores, sus naranjos, todo era igual, en el mismo centro.

Lo primero que me planteé fue visitar a los dos sobrinos, a él lo había localizado pronto, ella fue algo más difícil, pero también lo había conseguido gracias a mi amigo el policía.

La primera visita fue al local de la barbería, allí todo seguía igual. Luego fui a ver a la sobrina, me pareció que era más accesible, quizás por ser mujer creía que sería más dialogante y además el interés por enterarse de algo sería mayor.

Vivía relativamente cerca de la barbería, en un piso heredado del peluquero, en realidad, fue la vivienda habitual de Rafael, el peluquero.

Era una vivienda unifamiliar, una puerta verde y a ambos lados dos ventanas con rejas adornadas con flores. Llamé a la puerta y me abrió una mujer morena, de unos cuarenta años, la clásica belleza andaluza, peinada con un moño y que parecía sacada de un cuadro de Julio Romero de Torres, entre abrió la puerta y asomó su cuerpo por la abertura, a su espalda se podía contemplar un zaguán y detrás una arcada que mostraba la entrada a un patio fresco y lleno de flores.

¿Doña Paquita González?

Sí, yo soy, ¿qué desea?

Verá, es una historia muy larga, tan larga que empezó en 1959, cuando yo era un crío. Vine a esta ciudad con mis padres en vacaciones, yo tenía entonces una tía aquí, bueno, pues pasando por la barbería de su tío, que ya estaba cerrada, no sé por qué, mi tía me contó una historia, bueno, nos la contó a todos, pero yo quedé impresionado. Allá por el año 1969, estuve de nuevo aquí y vi que el local seguía igual.

Como ya de crío, me gustaban los misterios y éste había quedado en mi cabeza, me puse a investigar, de hecho sigo en ello y me gustaría llegar al fondo del asunto.

Bueno, mi tío desapareció, lo dieron por muerto y ahí se acabó todo, por mi parte creo que no es bueno destapar el asunto ni levantar a los muertos, dijo mientras se santiguaba, estén donde estén, además, yo era entonces muy joven y no recuerdo gran cosa.

A mí me gustaría visitar la peluquería, saber algo de su tío, si dejó algo escrito, no sé, un poco de su vida, en fin, qué pudo pasar por su cabeza o qué ocurrió.

Ya le he dicho, yo no sé nada, además, fue mi hermano Miguel el que al ser mayor que yo se encargó de todo.

Su tío vivió en esta casa ¿Verdad? ¿No tienen fotos o algún recuerdo?

No, solamente hay una foto de él en el salón y otra de sus padres, mis bisabuelos, que eran los abuelos de mi tío, lo demás, los papeles de la barbería y las cosas personales se las llevó mi hermano.

¿Me deja ver las dos fotos?

Pase, se las enseñaré, pero no hay nada más.

Me franqueó el paso y me llevó al salón, era un espacio grande y amueblado con un aparador muy grande al frente, al otro lado un trinchante precioso, haciendo juego y en medio una gran mesa rodeada por ocho sillas, tres a cada lado y dos una en cada cabecera, en el otro rincón, dos grandes sillones, una mesita en medio y una biblioteca, todo ellos haciendo juego. Encima del trinchante colgadas en la pared, varias fotos, una de ellas donde se veía un matrimonio, ya mayor, él con unos grandes bigotes y ella con un peinado igual al que lucía la dueña de la casa, el parecido era mucho, la foto, como era costumbre en aquellos retratos estaba coloreada.

A los lados, varias fotos más, la propietaria con un hombre, su marido y tres criaturas, en un extremo había una con un hombre, también con bigotes y vestido de uniforme, creo que de guardia de asalto, hecha a las puertas de Retiro madrileño y de principios de los treinta. Al otro lado, una foto de un matrimonio mayor, ya de los años cincuenta, con una cría de unos doce años y un chico de unos veinte, que resultaron ser los padres con los sobrinos de Rafael.

Este salón era de mi tío, no se ha tocado nada, solamente alguna foto más moderna, en realidad aquí no entramos casi nunca.

¿Le importaría darme un vaso de agua? Le dije a la dueña de la casa.

Si, ahora se lo traigo.

Al salir Paquita, me di prisa y me dirigí a la biblioteca para ver los títulos de los libros, muchas veces se sabe algo de las personas por lo que leen.

Allí estaban los Episodios Nacionales de Don Benito Pérez Galdós, varias obras de Pío Baroja y libros de los autores de la generación del 27, otros de historia de la 2ª República y de la Guerra Civil. Cogí uno al azar y vi que sus hojas habían sido leídas e incluso algunas estaban con notas al margen. Los dejé rápidamente y en ese momento entró Paquita con un vaso vacío y una jarra con agua.

Son ustedes unos grandes lectores.

Sí, mi marido sí, pero todos estos libros eran de mi tío.

Bueno, pues no la molesto más, iré a ver a su hermano ¿Cree que me podrá ayudar?

No lo sé, no hablamos de mi tío, hace muchos años, quizás 5 que no tocamos el tema.

Bueno, muy agradecido por todo, ha sido usted muy amable, doña Paquita.

Adiós, no sé su nombre…..

Fuentes, Pedro Fuentes. Encantado de conocerla y gracias por su amabilidad.

Sabía que llamaría a su hermano y quería que hablara bien de mí.

Como ya era casi la hora de comer, entré en un mesón típico y me tomé un Moriles con unas aceitunas, luego me fui a un restaurant cerca del hotel, donde sabía que se comía bien y pedí un salmorejo con berenjenas empanadas fritas y un estofado de rabo de toro, todo ello regado con vino de la tierra, luego me fui al hotel y dormí una buena siesta.



jueves, 7 de septiembre de 2023

LA BARBERIA (Capítulo I)

 

LA BARBERIA

Pedro Fuentes

Capítulo I

Hace muchos años, sobre 1959, en un viaje que hice con mi familia hasta la península, como muchos de vosotros sabéis, soy canario, paseando por una ciudad de Andalucía, acompañado por mi padre, mi madre y mis hermanos además de una tía que residía en aquella ciudad, mi padre, viendo una barbería cerrada, dijo:

Mañana tendremos que buscar una, porque tanto Pedro como yo, y diciendo esto me cogió con la mano un mechón de cabellos, necesitamos un corte de pelo.

Mi tía le dijo:

Pues en ésta es imposible, porque un día no abrió y cuando la gente preguntó por el barbero, había desaparecido, nadie supo dar razón de él, era un hombre soltero, no tenía más familia y era hijo y nieto de barberos.

Mi interés iba en aumento, tenía en aquel entonces unos nueve años y además de una imaginación desbordante, cualquier posible misterio me hacía hervir la sangre. En mi descargo he de decir que al poco de aprender a leer, cayó en mis manos una novela de Agatha Christie a las que mi padre era aficionado y sin que se enterasen ni mis padres ni mis hermanos mayores, las devoraba.

Enseguida me acerqué a mi tía y le pregunté:

¿A dónde se fue?

No lo sé, nadie lo sabe, no se supo nunca más de él, sus herederos, unos sobrinos lejanos, cuando se hicieron cargo de la herencia, abrieron la peluquería y encontraron en el suelo una gran mancha de sangre que no lograron limpiar, y dicen que todavía está, han querido vender el local pero nadie lo quiere comprar y como el edificio es moderno, no lo van tirar para hacer uno nuevo.

¿Y no se supo de quien era la sangre?

Mi madre, protectora, como siempre, dijo a su hermana, mi tía:

¡No le cuentes esas cosas a los niños!

Si, tía, dímelo, ¿No se sabe?

No, no se supo nada ni nadie había desaparecido, hubo alguien que dijo que en el cubo de la basura había aparecido una oreja, pero no era verdad.

Angelita, por favor, deja de contarle tonterías a los niños.

En realidad mis dos hermanos mayores estaban por otras cosas y de mis hermanas una era muy pequeña y la otra jugaba con su muñeca como siempre. La verdad es que desde aquel momento mi tía Angelita se convirtió en mi preferida.

Como conocía a mi madre y sabía perfectamente cómo reaccionaba, cambié socarronamente de tema y le dije:

¿Me llevarás mañana al estanque de los patos en los jardines?

Si, Pedrito, ahora ve con tus hermanos.

No sabía mi madre que no se me escapaban las cosas de la cabeza, hace poco, hablando con ella que ronda los cien años me decía:

Es imposible que te acuerdes de todo eso y que hicieses lo que dices.

Pues sí, me acuerdo y toda la vida, cuando hacía falta, llevaba una doble vida que ninguno de vosotros conocíais, parecía que pasaba de todo pero era como un pozo sin fondo donde guardar los recuerdos.

Cuando ha leído alguno de mis relatos basados en la realidad me dice por norma:

Eso no pasó.

Y yo le contesto invariablemente:

Bueno, pues no, me lo acabo de inventar.

Desde aquel paseo con mi familia, cuando veía a mi tía aprovechaba para preguntarle, no era mucho lo que sabía pero conseguí las fechas y el nombre del peluquero, donde vivía, quienes eran sus sobrinos, todo ello era guardado en mi memoria y un cuaderno que decía que era mi diario pero eran notas de campo de mis vivencias.

Estuvimos en aquella ciudad unos quince días más y me las arreglé para pasar varias veces por la peluquería y gravarlo todo en mi memoria fotográfica.

Todos los datos que tenía bullían en mi cabeza, no sabía por donde cogerlos, además, dada mi edad y encima en una ciudad desconocida, no me dejaban solo en ningún momento, mi madre ejercía un verdadero control sobre sus hijos, para ella todo eran peligros, era eso quizás lo que me hizo crear un caparazón para huir de lo que yo llamaba tiranía de los mayores, ya que incluso mis hermanos mayores influenciados por la estricta educación, se sentían como pequeños perros guardianes para con su hermano “Pedrito”. Pese a tener dos hermanas y luego otra más, yo era el menor de los críos y objetivo de las disciplinas y desahogos de los mayores.

Con los años entendí que yo era la oveja negra y como tal intenté comportarme para no desairarles.

Al cabo de quince días de viaje por la península, llegamos a Alicante, donde teníamos que coger el barco de nuevo hacia las Canarias, era el Miguel Martínez de Pinillos, un mixto, pasaje y carga que acababa de ser botado.

En él cargaron el coche de mi padre, toda mi familia y un par de pasajeros más y aquella noche partimos hacia Melilla para luego salir para Tenerife y después La Palma, nuestro destino.

De esta compañía fue también el Valbanera, que se hundió el 10 de septiembre de 1919 frente a las costas de Cuba, siendo la mayor tragedia de la Marina Mercante Española. De este barco tendremos ocasión de leer un relato que está en preparación y que cuenta las aventuras y desventuras de un abuelo mío.

Como ya he contado, embarcamos y llegamos a La Palma, si desean, en este mismo blog pueden leer los “Relatos palmeros” de este mismo autor, recuerdos y vivencias mías.

Al cabo del tiempo y dada la distancia y la imposibilidad de seguir mis averiguaciones, todos los recuerdos de la peluquería y de aquella población andaluza pasaron al baúl de los recuerdo (Ese pequeño baúl sigue yendo conmigo), es más, uno de mis mejores amigos también tiene uno y cuando una noche, después de una juerga, cuando se desborda la amistad, ante una penúltima copa nos contamos lo de nuestros respectivos recuerdos, y no los de Karina, tuvimos que pedir una penúltima copa para celebrarlo. 

Este amigo es Ricardo, de cuyas aventuras también se cuentan en este blog.

Al poco tiempo, mi familia se trasladó a vivir a Madrid, tenía yo entonces diez años.


miércoles, 6 de septiembre de 2023

LA BARBERIA (Capítulo II)

 

LA BARBERIA

Pedro Fuentes

Capítulo II

En 1969, cuando ya tenía veintiún años, con un grupo de amigos hicimos una excursión de cuatro días a Andalucía, a varias capitales, mis recuerdos de hacía diez años, dormían el sueño de los justos, cuando paseando por aquella ciudad, de pronto algo me sorprendió, allí, frente a mí, había una reja que cerraba un local que parecía abandonado y en los laterales del escaparate se podían divisar todavía los restos inclinados de tres colores, blanco, rojo y azul, encima, donde en su día había unas letras pintadas, a duras penas y con mucha imaginación se podía leer “BARBERIA”.

Mi amigo y compañero de viaje, Antonio, me estiró del brazo y me dijo:

¿Qué te pasa? Parece que hayas visto un fantasma.

Si, lo he visto, delante de mí hay un recuerdo que me impresionó hace diez años, un misterio que aún creo está sin resolver, lástima que mis notas las tengo en Madrid, pero antes de irnos, quiero hacer unas averiguaciones, nos veremos en el hotel a la hora de comer.

Me dirigí a la acera de enfrente y entré en un bar que había, me acerqué a la barra y al camarero mayor que vi le dije después de pedirle un cortado:

¿Lleva usted mucho tiempo aquí, en este bar?

El camarero asintió con la cabeza.

¿Vio alguna vez esa peluquería de enfrente abierta?

No, cuando yo llegué llevaba unos tres años cerrada.

¿Sabe lo que pasó en ella?

Bueno, creo que nadie lo sabe, he oído muchas cosas en este tiempo, pero de verdad, no sé nada serio, la gente hablaba mucho entonces, se dijeron muchas barbaridades, el caso es que el dueño desapareció pareció tragárselo la tierra, pero eso ha pasado muchas veces y no ha tenido que ser un crimen, de pronto a uno se le cruzan las ideas y decide cambiar de vida y hacer lo que hasta entonces no ha hecho. ¿Quién en esta vida no ha querido nunca romper con todo y empezar de nuevo en otro lugar y de una forma distinta?

Sí, pero entre otras cosas, a mí me contaron una historia algo distinta a los dos o tres años de cerrarse la barbería, me hablaron incluso de una gran mancha de sangre y de que nadie quiso comprar el local, pese a que era un buen local y en un sitio inmejorable.

Yo no estuve nunca dentro, pero he conocido a gente que si estuvo y me han contado que la mancha, podía ser hasta una enfermedad del mosaico, lo que pasa es que en esta tierra la gente es muy supersticiosa y empezaron a hablar de un crimen horrendo, de una oreja en la papelera, trapos manchados de sangre, historias de crímenes pasionales, total, que a los herederos les hicieron la puñeta.

Decidí que hasta que no volviese a Madrid y recogiese mis notas, no podría seguir la investigación, pese a ello, entré en varios comercios de los alrededores en los que se notaba que no se habían hecho muchos cambios y en los que había personas algo mayores que yo. El resultado fue más o menos el mismo, así que volví al hotel con mis compañeros y de nuevo aparqué el asunto hasta una nueva y mejor ocasión, aun a sabiendas de que todo el tiempo que transcurriese, corría en mi contra para esclarecer los hechos.

Llegué al hotel y me reuní con mis compañeros, comimos y decidimos hacer la siesta una hora para luego salir de nuevo a ver la ciudad.

Me estiré en la cama y no pude dormir, así que cogí unas hojas de papel y bajé a la terraza del bar, un precioso patio andaluz que en el tiempo que estábamos parecía el vergel que pintaban los poetas andaluces.

Un penetrante olor a azahar, mezclado con el aroma embriagador de los claveles floridos, el color de los geranios rojos y blancos eran una lujuria de olores y colores, mi amigo Vicente se habría pasado horas enteras componiendo poesías sobre la belleza de aquel patio.

Pedí un café y me puse a escribir todo lo que había investigado por la mañana y los recuerdos de mi visita anterior.

Cuando llegaron mis amigos, yo ya había tomado una resolución, volvería a Madrid, reuniría todos mis apuntes y junto con un conocido, sub inspector de la policía, indagaríamos si era posible, sobre los desaparecidos en las fechas que se “ausentó” el barbero y qué se había conseguido, luego, aprovechando unas vacaciones, volvería a seguir sobre el terreno los datos que consiguiese.

Salimos a pasear por la ciudad, visitamos el barrio judío, un museo que nos quedaba por ver y luego estuvimos tomando los finos de la región, como en el hotel solamente teníamos media pensión, con unas cuantas tapas típicas nos dimos por cenados, más tarde nos dedicamos a recorrer la ciudad de noche.

Al día siguiente, domingo, nos levantamos tarde y nos marchamos para Madrid, pararíamos una vez en Despeaperros, para contemplar aunque fuese poco el extraordinario parque Natural y comer sobre la marcha para luego enfilar la carretera Nacional 4 y llegar a media tarde a casa.

Cuando llegué a mi casa, antes de deshacer la maleta, fui a por el baúl de los recuerdos y busqué el libro de notas, allí estaba, ligeramente ajado por el paso de unos 10 años, pero se podía leer con claridad, estaba escrito con una pluma Parker y se notaba en la letra el paso del tiempo, aquel cuaderno lo había terminado en 1959.

Todo estaba allí. Me preparé un bocadillo y una cerveza, me senté en la mesa y me dispuse a releer todo y hacer un esquema resumen de todos los hechos.

Al día siguiente llamé al policía y éste me dijo que intentaría hacer algo, yo, por la tarde, después del trabajo, me fui a la Hemeroteca Nacional a intentar leer los periódicos de aquellas fechas.

Pocos datos pudimos conseguir, efectivamente el barbero había desaparecido y después de las gestiones correspondientes, se le dio oficialmente por muerto, con lo cual sus herederos, dos hermanos, hombre y mujer, sobrinos en segundo grado hicieron las gestiones correspondientes para heredar.