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jueves, 30 de mayo de 2024

. ... Y NO ESTABA MUERTA (Capítulo IV)

 

.... Y no estaba muerta

 

Pedro  Fuentes



CAPITULO IV

 

               Otra vez han venido varios médicos, he notado que me movían, a veces me cogen brazos y piernas y me los doblan durante varias veces, también me dan como friegas, en las piernas no noto nada, pero en brazos y resto del cuerpo siento el líquido frio.

              Hay una mujer que ha venido varias veces, se acerca a mí y la oigo rezar, luego me hace la señal de la cruz y me dice cosas como que Dios está conmigo y no me abandonará, que ofrezca mis dolores por la salvación de las almas, pero yo no siento dolores.

No he sido una persona muy religiosa, pero aquí rezo y me acuerdo de toda mi vida, me arrepiento de muchas cosas, sobre todo cuando he tratado a las personas de alrededor con desprecio.

              Lo que oí de mi marido, no puede ser verdad, me da vueltas a la cabeza, pero él me ha querido siempre y no haría una cosa así, pero estando como estaba en el porche tenía el teléfono más cerca que yo y supongo que lo oiría mejor, tampoco sé con qué tropecé, los escalones son peligrosos, pero no había llegado ni siquiera al primer escalón.

              Ramón ha llegado, me coge la mano y me besa en la mejilla, me gustaría decirle o hacerle saber que si me entero y que se lo agradezco, no creo que me haya querido matar, eso son cosas de malas personas, es bueno y me trata con cariño, me habla, me cuenta qué día hace, hoy hay sol y una temperatura agradable, luego, cuando salga del hospital irá andando hacia casa, dando un paseo, ha venido en autobús porque por aquí no hay quien aparque.

              Quisiera decirle las pruebas que me han hecho, he oído a los médicos diciendo que no tengo nada para estar totalmente paralizada, yo no sé cómo decirles que no, que no puedo moverme pero que los oigo y siento, hasta alguna vez cuando me pinchan en los pies y siempre que me lo hacen en los dedos de las manos, incluso cuando me dan golpecitos con algo como un martillo en los codos, en las rodillas no, ni en los tobillos. Cuando estiran de los párpados para verme los ojos, quisiera moverlos para que me vean, pero no veo nada, todo es oscuridad.

              Ya no he vuelto a ver aquella luz dentro del túnel, ahora todo es negro, alguna vez, cuando están los doctores y me estiran de las pupilas, veo como un pequeño reflejo de luz, pero desaparece enseguida, luego oigo:

              Nada, no veo nada ni siento, entonces quisiera llorar, mover las pupilas, sonreír, cualquier cosa que les diga que oigo y siento, pero no puedo, entonces ellos se marchan y a veces no dicen nada agradable, oigo que dicen que soy un vegetal, que en cuanto me saquen la respiración asistida moriré y que es lo mejor que me podría pasar, ya sé que no les puedo hacer señales, pero son muy crueles y pienso que no son buenos médicos, que tratan a los pacientes como trozos de carne, solamente está la mujer que viene a rezar a mi lado, ella si cree que le escucho y que dentro de mi hay una vida que siente, que sufre, que padece.

              Ahora sé que hay alguien más allá que vela por mí, que me tiene así para que purgue mis pecados en la tierra para entrar más limpia en su casa.

             Ramón ya se ha ido, hoy le he oído llorar, ha disimulado, pero le he oído llorar, él también cree que le oigo.

              Como me han quitado la mascarilla y solamente tengo dos tubitos en la nariz, de vez en cuando me moja los labios resecos con agua.

              Como quisiera agradecérselo aunque me haya querido matar.

              Oigo continuamente como las enfermeras, supongo, pasan cerca de mi, hacen algo, alguna vez entre ellas dicen que hay que cambiarme un gotero, también me pinchan en el estómago, hay una enfermera que cuando me hace algo me lo dice, sé que el pinchazo en el estómago es para que la sangre circule mejor y no se coagule y me produzca un trombo, esta enfermera cuando llega a mi lado me roza la mano y me dice:

              Gertrudis, vengo a cambiarte el gotero para que comas por la vena, éste de hoy te va a gustar, es de cocido, pero no engorda, de camino te mediré la temperatura y luego vendré a darte crema para que no te salgan llagas, además hay que cambiarte los pañales, pero tú tranquila, ya lo haremos todo nosotras.

              Tiene una voz que parece de jovencita, es la única que me habla además de la que viene a rezar.

              Cuando se ha ido mi marido, ha venido y me ha dicho, tienes que ponerte buena, aunque sea por tu marido que lo está pasando mal, tendrás que decirle algo porque él siempre te habla y te pregunta cosas.

              Han dicho los médicos que mañana quizás me envíen a planta, cuando sepan los resultados de las últimas pruebas, hablaban entre ellos, pero yo no sé cuando es hoy o mañana, no tengo noción del tiempo, duermo mucho y cuando despierto desconozco cuanto tiempo he estado dormida, si no hay nadie cerca solamente se oye un pitido continuo, un pi, pi, pi, uniforme, es algo que tengo cerca, muchas veces me pongo a contarlos pero me duermo enseguida.

              Toda mi vida pasa continuamente por mi cabeza, es curioso, tengo recuerdos de los que nunca me había acordado, incluso de mi más tierna infancia, a veces me parece recordar que estoy en el cuco, de bebé y llegan a casa personas que me miran y me hacen tonterías, quieren que ría pero a veces me asustan porque hacen ruidos raros y con un dedo me tocan la barbilla y yo los veo feos y lloro, mientras ellos se ríen, así consigo que mi mamá me coja y arrulle, otros me gustan, porque me hablan con ternura y yo río.

              Recuerdo cómo voy creciendo, cómo me separan de mi mamá y me llevan al colegio, yo entonces no sabía que era un colegio, pensaba que era como una prisión de niños en la que había que estar sentada durante mucho rato, había otras niñas que me pegaban y arañaban, otras jugaban conmigo, y así me iba haciendo mayor, recuerdo mis primeras salidas sin mis padres y salíamos con chicos, y mi primer amor, mi primer beso entre bromas y juegos y luego conocí a Ramón y mi vida cambió él me trataba muy bien, me decía que me quería, yo también lo quiero a él.

              Nos casamos y creo que hemos sido felices, aunque quizás él no y por eso me ha querido matar. ¿Será porque no le he dado un hijo como él quería? Al principio fuimos a médicos e incluso pensamos en la adopción, luego nos fuimos acostumbrando y vimos que también el no tener hijos nos permitía entrar y salir cuando nos daba la gana, viajar, en fin gozábamos de toda la libertad del mundo, veíamos a nuestros amigos que muchas veces no podían salir ni viajar, siempre pendientes de que no enfermasen, siempre protegiéndolos se olvidaban de ellos mismos. Nosotros nos acostumbramos a viajar y salir solos los dos y la verdad es que lo pasábamos bien.

              Ya oigo a los médicos que vienen otra vez, ahora me harán todas las revisiones, me pincharán y darán con el martillo, me estirarán de los párpados.

              Hoy hay uno nuevo, se ha puesto a mi lado, me coge la mano y me dice:

              Bueno, Gertru, no tienes nada que te obligue a estar dormida y sin moverte, ya es hora de que dejes de hacer el vago, tenemos que hacerte mucha rehabilitación y así no podemos, además, en planta estarás mejor y tu marido podrá estar contigo más horas.

              Qué voz más bonita tiene, es una voz grave, muy grave y muy agradable, me recuerda aquella voz de los narradores de las novelas de la radio en los años sesenta, presiento que su físico tiene que estar de acorde con su voz, tengo que verlo.

              ¡Mirad! Dijo una voz femenina ¡Ha abierto los párpados ligeramente!

              ¡Veo! Algo borroso pero veo claros y oscuros.

              ¡Dios mío! ¡Lo veo! Es guapísimo y muy alto.

              El murmullo de los médicos se convirtió en voces excitadas, el doctor de la voz me ha dicho:

              ¡Gertru! Ya vemos que has despertado, ¿Puedes hablar?

              Intento responder le pero no puedo, él se da cuenta y me dice:

              No te preocupes, si me oyes, abre y cierra los ojos una vez.

              ¡Lo he hecho! ¡He podido!

              Muy bien, lo has conseguido, ahora si no puedes hablar abre y cierra los ojos dos veces.

              Es muy fácil responder le, es un juego entretenido.

              Me hace un montón de pruebas y yo le respondo si o no, pero a veces se equivoca y me hace preguntas que la respuesta no es ni si ni no, entonces abro y cierro los ojos varias veces y él se da cuenta y rectifica.


jueves, 23 de mayo de 2024

.... Y NO ESTABA MUERTA (Capítulo III)

 

... Y no estaba muerta


Pedro  Fuentes



CAPITULO III



              A la mañana siguiente del accidente, estaba en casa, recién levantado preparándome para ir al hospital cuando llamaron a la puerta, abrí y se presentaron dos hombres que me enseñaron unas placas y me dijeron que eran policías.

              Les dije que pasaran y me dijo uno de ellos:

              Hemos recibido una denuncia del Servicio Social referente al accidente de su esposa que dice que no quiso responder a sus preguntas.

              ¡Eso no es cierto! Esa señora, justo cuando estaba esperando que saliese un médico de atender a mi esposa, me hizo pasar a un despacho y poco menos que me acusó de violencia de género e intento de asesinato de mi mujer.

              El trámite, dijo otra vez el policía, es que hay que analizar los hechos para localizar posibles delitos.

              Repito, esa señora me empezó a interrogar como si yo fuese culpable y no tuvo ninguna consideración conmigo, como pese a mis contestaciones quiso empezar hasta con preguntas personales, le dije que no admitía que nadie me interrogase sin ser policía o un profesional serio.

              Esa señora está capacitada y titulada para hacer las preguntas que crea pertinentes si sospecha que se ha cometido un delito, pero bueno, nosotros hemos venido a investigar el lugar de los hechos e interrogarle ya que existe una denuncia por parte de los Servicios Sociales.

              Mire usted, estamos en un estado de derecho, les he dejado pasar para dialogar y responderles a las preguntas que buenamente me quieran hacer, pero como también ustedes actúan con animadversión contra mí, quiero hacerles saber que si lo que quieren es interrogarme, primero, tengo derecho a solicitar a mi abogado y la orden correspondiente para entrar en mi casa.

              Ahora bien, si lo que quieren es que les cuenten lo que pasó, con mucho gusto, pero no crean que no conozco mis derechos y que me voy a dejar intimidar ni por esa…señora ni por un par de policías dispuestos a creer que están juntamente con la señora o señorita en posesión de la verdad, así que harían ustedes muy bien en pedirme las cosas con otras palabras y pensando en lo que yo estoy pasando por tener a mi esposa tan mal que los médicos dicen que lo mejor que puede pasar es que quede casi como un vegetal.

              Y tal como dije en el hospital, estaba en el porche arreglando unas plantas, que por cierto las dejé a medias y allí están todavía. No sé si algún vecino me vio, yo si vi personas que pasaron por la calle pero absorto en lo que hacía, no vi ni quienes eran.

              De pronto sentí un gran golpe dentro de la casa, fue un golpe largo, tardó varios segundos, dejé lo que hacía y entré corriendo, de hecho en el porche está todo todavía en medio salvo una pala pequeña que se quedó allí y cuando llegué ayer del hospital le di una patada porque tropecé con ella y por poco me caigo, pero como ya he dicho, corrí a dentro y al principio no la vi porque la puerta de la calle la tapaba.

              ¿Cuándo usted entró estaba la puerta abierta o la tuvo que abrir?

              Normalmente, cuando estamos los dos en casa o estamos haciendo algo en el jardín, incluso hay una pieza para sujetarla, ésta que ven allí, dije señalando detrás de la puerta, para evitar que con la corriente se cierre. Ayer estaba abierta y sujeta, y la de la cocina también, ya que allí tengo un lugar para guardar las cosas de jardinería y estuve entrando y saliendo.

              Pero como les digo, entré y me la encontré allí tendida, no la moví para nada, solamente le cogí el pulso y llamé pidiendo ayuda.

              ¿Por qué llamó a la policía?

              De pronto me vinieron a la cabeza un montón de teléfonos, que si bomberos, protección civil, policía local, maltratos….. El único que estaba seguro era el 091 de toda la vida, la cuestión era no perder tiempo. Luego le fuse un pequeño cojín debajo de la cabeza.

              ¿Llamó primero o le buscó el pulso?

              No lo sé, no puedo recordarlo, le miré el pulso y le miré el blanco del ojo, esto último no sé por qué lo hice, quizás porque lo he visto hacer.

              Cuando llegamos al hospital con la ambulancia, me enviaron a rellenar formularios y luego me dijeron que fuese a la sala de espera que me llamarían.

              Cuando me vinieron a buscar, me pareció que era muy pronto y me dio un vuelco el corazón, aquella mujer, por cierto muy desagradable se puso en plan inquisidor y sencillamente la mandé a paseo por no enviarla a otro sitio, me considero una persona agradable, educada y simpática, pero hay cosas por las que no paso, y una de ellas es esa falta de consideración con las personas y ese querer parecer que se está por encima de todo sin pensar entre otras cosas que la persona que tienen enfrente están sufriendo.

              Bueno, creo que ya está todo, ¿Nos dejaría que viésemos la escalera por donde cayó?

              ¿Ha tocado algo?

              No, solamente la señora de la limpieza que vino ayer, quitó la mancha de sangre, lo demás está igual. Miren, esta es la escalera y supongo que rodó desde arriba, no lo vi, he mirado si pudo tropezar con la alfombra que hay en el descansillo de arriba.

              ¿Tienen algún animal doméstico? ¿Perro o gato con el que pudiese tropezar?

              No, no tenemos, ni críos que pudiesen dejar juguetes por medio. Estamos los dos solos.

              Los dos policías subieron las escaleras, miraron y midieron todo y bajaron de nuevo.

              Bueno, no le molestamos más, creemos que todo está claro, cuando su esposa despierte le pediremos que nos explique qué le pasó, mientras tanto le deseamos que se cure cuanto antes y todo quede en un susto.

              No es eso lo que dicen los médicos, parece ser que ha perdido la movilidad por lo menos de cintura para abajo.

              Salieron los policías y a continuación lo hice yo para ir al hospital

              Cuando llegué al hospital, antes de entrar a ver a Gertrudis me llamó a una pequeña sala en neurólogo que atendía a mi esposa.

              Mire, señor Ramón, el estado de su esposa está estable, no parece haber mejoras ni tampoco mayor gravedad, le hemos hecho muchísimas pruebas y no responde a nada, pero sin embargo, la lesión de la columna vertebral, que es grave, porque ha perdido totalmente la movilidad de las piernas no es razón para otras muchas cosas, el golpe y rotura del cráneo no parece afectar ni a la vista ni al habla, todavía persiste la inflamación y hay que esperar a que remita, pero no hay derrames ni daños importantes, además la fisura es limpia y no ha habido desplazamiento del hueso ni pérdida de masa encefálica. Pero no responde a los estímulos, se le han hecho encefalogramas, TAC y demás pruebas. Seguiremos teniéndola en observación en la UVI mínimo unas setenta y dos horas más, pero si persiste la tendremos que enviar a planta para poderle hacer la mayor rehabilitación posible, aquí se le hace algo, todo a base de moverle las articulaciones, pero allí le podremos hacer más cosas. Pero lo interesante sería que recobrara el conocimiento.

              ¿Puede pasar mucho tiempo para eso?

              Es impredecible, porque es que no hay causa aparente. Primero le quitaremos el oxígeno y la respiración asistida para ver cómo reacciona. Luego veremos qué podemos hacer.



jueves, 16 de mayo de 2024

... Y NO ESTABA MUERTA (Capítulo II)

 

...Y no estaba muerta

 

Pedro  Fuentes

 

CAPITULO II

 

              ¿Qué ha pasado? No recuerdo nada, de pronto he sentido como un gran golpe que me nubla la vista, estoy como flotando, no me duele nada, pero pienso que no debo moverme, solamente siento que estoy inmóvil, boca abajo, del lateral derecho de mi cabeza noto como un líquido viscoso y caliente me inunda un ojo.

              Me quedo totalmente inmóvil, quiero analizar qué me pasa, todo es una nube negra que no me deja ni ver ni sentir, pero allá, en algún lado de la lejanía veo un pequeño punto blanco, como a veces se ve en el centro de la pantalla del televisor cuando lo apagas, pero éste al contrario, va creciendo, se acerca a mí, lo inunda todo, no es un punto, es como un tubo que se ensancha, es como un túnel que me absorbe, que me atrae hacia el fondo, donde hay un gran resplandor blanco, voy flotando hacia él, pero ya no siento sino una paz, una tranquilidad, me viene a la memoria cuando me operaron, al principio tenía frío e incluso pedí una manta, luego notaba como no podía decir nada e incluso los números que iba contando como me dijeron, se alejaban de mí y cada vez me costaba más decirlos, pero entonces no ví ni la luz ni el túnel, ahora flotaba, era como una nube que La Luz aspiraba.

              De pronto me encontré parada por algo, noté que alguien me sujetaba por la mano derecha, más bien por la muñeca, el resplandor pereció un poco más sombrío.

              Algo me sujetó con más fuerza, noté que me abrían un ojo, me pincharon unas cuantas veces, mi cuerpo empezaba a dolerme terriblemente, el hombro, la cabeza, la cadera, sin embargo las piernas no las sentía, me pusieron algo en la cara de lo que salía un aire fresco que me entraba por la boca y la nariz y hacía fuerza para llegar hasta mis pulmones.

              Otra vez empezaba a sentir calma, poco a poco notaba que me dormía en un agradable sueño reparador, caí en un sopor en el que ya no recordaba nada, me dormí como cuando era niña y mi madre me contaba cuentos, quería oírlos pero la voz desaparecía.

              No recuerdo nada de lo que pasó, al cabo de un rato, para mí un suspiro, empecé a oír voces a mi alrededor, eran voces extrañas que hablaban de vendas, gasas, goteros, todo palabras de hospital y de médicos, una vez oí a una mujer que decía:

              Pobrecilla, ¿Qué le ha pasado?

             Ha tenido un accidente doméstico o su marido que la ha querido matar.

              Por favor, no digas esas cosas, que te puede oír.

              No, qué va, está en coma, suerte tendrá si se salva.

              Aquellas frases me martilleaban en la cabeza, de pronto empecé a tener un vago recuerdo de lo pasado, estaba arreglando una habitación cuando sonó el teléfono, le grité a mi marido:

              ¡Ramón! ¡El teléfono!

               Pero nadie contestó, salí de la habitación para bajar hasta el recibidor y coger la llamada.

              Tropecé con algo, quizás una alfombra, caí de bruces sobre la barandilla, reboté y caí sobre el hombro contra el primer escalón, intenté agarrarme a la barandilla y rodé de espaldas con la cabeza para abajo, fue un golpe seco y muy fuerte, giré sobre mi cabeza y di una vuelta de campana, y otra, y otra y llegué al suelo del recibidor.

              Ahora me encontraba inmóvil en una cama, no veía nada, intenté abrir los ojos y no pude, quise mover un dedo, tampoco lo logré.

              Noté como alguien acariciaba mis dedos, era la misma voz que me había retenido cuando marchaba hacia La Luz. Me decía que me curaría, quise sonreírle, pero tampoco pude. Noté el roce de algo sobre mi mejilla y después nuevamente el silencio salvo aquellas voces lejanas que a veces se acercaban y tocaban algo a mí alrededor.

              En medio de esos recuerdos y hechos, dormía o no sentía nada en absoluto.

              De vez en cuando venía la voz del hombre que me acariciaba la mano y me decía cosas bonitas.

              Quería agradecerlas abriendo un ojo, o una sonrisa, o simplemente mover un dedo, pero no podía.

              A veces sentía cómo los médicos se acercaban y decían cosas que no entendía. Venían y me cogían los brazos y las piernas uno a uno, levantaban mis miembros y los dejaban caer, otros me pinchaban en la planta de los pies, también golpeaban suavemente codos y rodillas, yo quería moverme, decirles que sí sentía, pero no podía, luego, a veces, cerca de mí comentaban que no tenía movilidad, que no había ningún síntoma de nada, otras veces hablaban cuando se alejaban, alguna vez me abrían el ojo, enfocaban con una linterna y me hablaban:

               ¡Gertrudis!, ¡Gertrudis!, ¿Nos oyes? ¡Abre un ojo!, ¡Mueve un dedo!, ¡Respira más fuerte!, ¿Puedes llorar?

              Yo intentaba todo, les hubiese dicho que sí sentía, que les oía, que lloraría aunque fuese porque no sabía qué me pasaba.

              Cuando sentía algún comentario de ellos, todos eran del mismo estilo:

              No siente nada, no oye, no responde a los estímulos.

              Y yo quería gritar, llorar, patalear, cualquier cosa que dijese que solamente dormía. En mi interior habitaba la locura, notaba como si a veces mi boca se llenase de un líquido salado, luego me parecía que lloraba, pero ellos no sentían.

              De vez en cuando venía la voz que me acariciaba, empezó a contarme cosas que yo recordaba vagamente, me hablaba de sitios que yo creía haber visto, de barcos, de aviones, de bodas, de él y de mí, pero no podía responder.

              Después de varias visitas comprendí que era Ramón, mi marido, pero una vez alguien a mi lado había dicho que quizás intentó matarme, eso me machacaba en el cerebro, pero Ramón no haría eso, él me quería y yo a él.

              No sé cómo pasaba el tiempo, de pronto no oía nada o me notaba con gente a mi alrededor hablaba, pero era incapaz de saber qué pasaba entre ruidos y conversación y otros, el tiempo parecía no existir, todo parecía suceder en el mismo espacio y cada cosa encadenada a lo anterior, no parecía dormir, no soñaba, solamente me agolpaban en la cabeza palabras, recuerdos de los que me hablaba Ramón, pero todo sin sentido ni orden.

              Una vez oí que me trasladarían a planta y ver si evolucionaba, que las heridas cicatrizaban bien.

              Me habían operado de todo lo operable y no había ninguna causa para que siguiese sin responder a los estímulos.

jueves, 9 de mayo de 2024

....Y NO ESTABA MUERTA (Capítulo I)

 

 

 

.... Y NO ESTABA MUERTA



Pedro  Fuentes



CAPITULO I



              Cuando Gertrudis cayó por aquellas escaleras de casa, pensé que se había matado, rodó desde el piso por la escalera de caracol que tan poco le gustaba, siempre decía:

              Esta escalera tan retorcida y con medios escalones me va a matar, pánico me da cada vez que la tengo que bajar.

              Yo estaba en el porche de la casa, arreglando unas plantas, la puerta estaba abierta como casi siempre, oí un gran ruido y entré corriendo, la escalera está a la izquierda de la entrada y la puerta no te deja ver el resto del recibidor ni la entrada del salón cuya puerta queda a la izquierda de la escalera, por lo que tardé un momento en ver nada hasta que la cerré. Al ver a mi mujer en el suelo y con el cuerpo retorcido, el brazo derecho hacia atrás dislocado del hombro, el izquierdo le había quedado debajo del cuerpo y ambos pies mirando hacia el mismo lado igual que las rodillas. Un hilo de sangre manaba de la sien derecha y toda ella inmóvil.

              Corrí a su lado y le tomé el pulso, noté unos leves latidos en mis dedos índice y corazón, vi también que su labio inferior temblaba ligeramente, no me atreví a moverla, corrí al teléfono situado en el otro lado del recibidor y llamé al primer número que se me ocurrió, el 091, me contestó la policía y se hicieron cargo de todo, la verdad es que con lo largo que se me hizo el tiempo, solamente pasaros 5 minutos en los que yo me acerqué a Gertrudis, le levanté ligeramente la cabeza con mi palma derecha y le puse un pequeño cojín de la silla que hay enfrente de la mesita que hace de recibidor, me senté en el suelo a su lado y le cogí la mano mientras le decía:

              ¡Cariño! Ya he avisado, enseguida vendrán, tranquila, verás como no ha sido nada, te pondrás bien, ya verás.

              Por un momento me pareció que abría el ojo derecho y me miraba.

              Cuando llegó la ambulancia, el médico que venía con ellos, tomó el pulso de nuevo, midió la presión sanguínea, le miró la pupila, le pusieron una mascarilla, un par de inyecciones, no sé de qué, le inmovilizaron el cuello con una especie de collarín y la tendieron en la camilla con sumo cuidado, a la orden de tres, izaron la camilla, de la que salieron unas patas y delicadamente pero sin pausa, la trasladaron a la ambulancia, me invitaron a acompañarla y nos fuimos para el hospital con las sirenas a toda marcha.

              Mientras íbamos, el médico y la enfermera hacían pruebas a Gertrudis, yo observaba sus caras y no me daban buena impresión, además, hacían entre ellos algún comentario en voz baja y lo único que capté fue que no respondía a ningún estímulo. Por un par de veces le inyectaron algo en el gotero y en el monitor que llevaba parecía como si las pulsaciones y el ritmo cardiaco aumentara.

              Llegamos al hospital y lo único que me dijeron fue que me acercara al mostrador de recepción para hacer el ingreso.

              Estaba sentado en la sala de espera cuando me llamaron por el altavoz, acudí al mostrador y me indicaron un despacho para que entrase. Abrí la puerta y allí había, al frente una mesa en la que detrás, sentada había una mujer con una chaquetilla blanca y el anagrama del hospital en el lado superior izquierda de ésta. Me indicó con un gesto que me sentara y así lo hice, inmediatamente me dijo:

              Cuénteme detalladamente qué pasó.

              No lo sé, vivimos en una casa de dos plantas, yo estaba fuera, en el porche arreglando unos tiestos cuando oí un fuerte ruido, entré y me encontré a mi mujer tendida en el suelo. Como estaba arriba arreglando la habitación, supuse que se había caído por las escaleras. Corrí a atenderla, al ver en qué estado se encontraba, no quise tocar nada y llamé pidiendo ayuda.

              ¿Por qué llamó a la policía?

              Porque fue el primer número que me vino a la cabeza, con tanto, que hay, me hice un lío, que si policía local, que si bomberos, que si 112, que si para el maltrato, etc, el primero que me vino fue el 091.

              ¿No sería el subconsciente que le hizo creer que era un delito?

              No, señora, la cosa estaba clarísima.

              ¿En la casa hay más puertas, por detrás?

              Si, en la cocina hay una que da al jardín trasero y al garaje.

              ¿Estaba usted solo en la casa?

              Si, además de mi esposa.

              ¿Pudo salir alguien por detrás?

              Un momento, señora, dije algo enfadado, ¿Quién es usted para someterme a este interrogatorio?

              Soy la responsable de discernir en este hospital si hay o ha habido maltratos a la mujer o a los niños.

              Pues miré, señora, estoy aturdido por lo que le ha pasado a mi mujer y esperando a que me digan algo, así que déjeme en paz, coño, y si quieren interrogarme, llamen a la policía, que usted no es nadie para machacar a la gente por el mero hecho de tener un familiar herido.

              Me levanté y salí de la habitación.

              Una hora después me volvieron a llamar, pero esta vez era el doctor que había atendido a la mujer.

              Sr. Ramón, su mujer ha sufrido un muy grave accidente, la tenemos en coma inducido hasta que podamos determinar el verdadero estado de todo, tiene dos vértebras lumbares rotas y afectada la médula, además con no tanta importancia tiene la clavícula y la pelvis rota, el húmero del brazo izquierdo, un poco más arriba del codo también está roto y una fisura de cráneo que estamos evaluando.

               No sabemos todavía qué secuelas pueden acarrear estas lesiones, en principio, una vez la saquemos del coma inducido, puede que no llegue a despertar y siga en un coma que puede ser irreversible, pero eso son suposiciones, lo que si creemos es que quedará inválida, la lesión de la médula es muy grave, es posible que pierda la movilidad de uno o dos brazos, en cuanto a la fractura de cráneo, es limpia y no ha perdido masa encefálica, quizás haya perdido la visión de un ojo, pero todavía no se puede asegurar nada, hasta que no pasen 48 horas no podemos hacer ni asegurar nada, dentro de una media hora le avisaremos para que pueda entrar un momento a verla en la Unidad de Vigilancia Intensiva, luego tendrá que salir y no podrá verla hasta mañana otro momento, así que después de la visita de hoy puede marcharse a casa, que si hubiese alguna evolución, tanto positiva como negativa, le llamaremos a su móvil.

              Aquello me dejó anonadado, no sabía qué hacer ni qué pensar. Al poco rato aparecieron por la sala de espera dos vecinos que se habían enterado y venían a saber algo.

              Al cabo de una hora me avisaron para poder pasar a ver a Gertrudis, me llevaron a un cuarto anterior a la UVI, allí me hicieron descalzar, ponerme una funda en los pies, una bata verde un gorro del mismo color y una mascarilla, me hicieron lavar las manos con un desinfectante y me acompañaron por entre varias camas en las que había pacientes acostados, inmóviles y conectados a diferentes aparatos, así llegamos a la que estaba mi mujer, la pude reconocer porque me lo dijo la enfermera, además de llevar casi toda la cabeza vendada, tenía puesta una mascarilla de oxígeno y un color amoratado cubría casi toda su cara.

              Acaricié sus dedos de la mano derecha con sumo cuidado ya que del dorso de ésta le salía un catéter.

              Gertrudis, estoy aquí contigo, me han dicho que no me oyes, pero yo creo que sí, solamente puedo estar un ratito contigo, luego tengo que salir, pero ellos te cuidarán, no te preocupes por nada, verás cómo te curarás pronto y todo pasará.

              Cuando vino la enfermera a avisarme que tenía que marchar, le di un beso a través de la mascarilla en su mejilla y le dije: Te quiero.

jueves, 2 de mayo de 2024

LA MUJER DEL CUADRO (Capítulo VI)

 

 

La mujer del cuadro


Pedro  Fuentes


Capítulo VI


Cuando Rosendo vio aquello, ya no tuvo dudas, pensó que algo nuevo y extraño le estaba pasando, algo que cambiaría el curso de su vida, su corazón empezó a entrar en un estado de excitación contenida, ya no era miedo ni siquiera a lo desconocido, subió a la planta superior con el diario entre la manos, cogió una botella de whisky, una cubitera y un vaso largo, se fue a su sillón favorito, el que iba consigo a todas las casas en las que había vivido desde hacía treinta años, puso una lámpara de pie a su lado y se sentó, bebió un buen trago que degustó a lo largo y ancho de su boca antes de tragarlo, encendió un Romeo y Julieta, sopló el polvo que había en el libro, lo abrió por la primera página y leyó:


23 de Junio de 1.963.- Me llamo Leonor, tengo 15 años y me han regalado este diario que voy a escribir durante toda mi vida.


Hoy es la noche de S. Juan y esta será la primera vez que saldré por la noche con mis amigos y amigas……


Rosendo leyó y leyó el resto de la noche, cuando empezaba a amanecer preparó una cafetera grande, había terminado con un cuarto de la botella de whisky y fumado tres Romeo y Julieta, entonces se dio cuenta de la tremenda humareda que había en la sala de estar, así que cuando volvió con un termo lleno de café, abrió una ventana delante y otra detrás y creó una corriente de aire que nada tenía que ver al de las apariciones.


Cuando ya el sol de junio empezó a calentar, Rosendo cerró el diario después de leer el final.


23 de Junio de 1.985.- Hoy mi diario cumple veintidós años, le he sido tan fiel como a mi marido, mi diario me cree y mi marido no, sigue con sus tremendos celos, ha llegado un momento que me da mucho miedo, los últimos tiempos sospecha y cree que le engaño con Jean Pierre. No sé cómo decirle que no es verdad, que lo único que pasa es que Jean Pierre y yo nos conocemos desde críos, desde que empezó a venir al pueblo con sus padres a veranear, pero no hay ni ha habido jamás algo más que esa amistad, además, él volverá hoy a París para casarse con la novia de toda la vida.


Le tengo tanto miedo a mi marido que le he pedido a Jean Pierre que me lleve con él por lo menos hasta San Sebastián, porque no puedo más, no soporto los malos tratos de mi marido y ese infierno de los celos, al principio pensé que era porque me quería, pero ahora sé que no, está enfermo y no quiere curarse.


Mañana, cuando amanezca le he dicho a Jean Pierre que si decido ir con él estaré al lado de su coche para irnos, si no, que no me espere.


Hoy será el último día que te escriba, diario mío y tú, Matías, si alguna vez lees esto, quiero que sepas que te quiero y te he querido siempre desde hace veintidós años cuando salimos juntos la primera vez y cuando encontraste aquel trébol, en la noche de S. Juan me lo ofreciste y te declaraste, yo tenía quince años como en la canción y jamás ha habido otro hombre que no fueses tú.


Rosendo se duchó, se arregló y cogió el coche, se fue a Barbastro, aparcó y se fue a la comisaría, allí pidió ver al comisario, éste le recibió, luego salieron juntos, pidió su coche y un Land Rover con una dotación de cuatro hombres.


Llevaron a Rosendo hasta el aparcamiento, cogió su coche y los otros dos le siguieron hasta Mieles del Peñón, allí aparcaron delante de la casa de Rosendo y entraron, el pueblo ya se había reunido a la puerta, un policía guardaba la puerta, los demás entraron en el apartamento de la planta baja, allí retiraron el armario de la habitación, luego con dos picos y una pala empezaron a tirar la pared, era una falsa pared, cuando tuvieron un agujero de aproximadamente un metro, a la señas del comisario pararon y éste con una linterna miró en el interior. Luego, volviéndose sacó el teléfono móvil de su bolsillo e hizo una llamada.


Soy el comisario Alfredo Martínez, cursen una orden de detención contra Matías Requejo, sospechoso de asesinato de su esposa Leonor. En la mesa de mi despacho están sus señas en Zaragoza.


EPILOGO


Rosendo siguió viviendo en su casa de Mieles del Peñón, donde escribió su libro “La mujer del cuadro” que obtuvo un rotundo éxito, luego siguió con otros de gran éxito.


Cuando se celebraron las exequias por Leonor, Jean Pierre llegó desde París con su mujer.


Adela volvió al pueblo y se instaló con Rosendo en la casa, después de pasar por la iglesia donde los casó un cura campechano, párroco y amigo del pueblo.


Rosendo y Adela cada 22 de Junio se marchan y vuelven el 26 como muy pronto. Los vecinos dicen que no se han oído ruidos la noche de San Juan, en la casa que ya no llaman “la carrasca” sino la casa de Leonor.


FIN