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jueves, 25 de julio de 2024

ENTRE FANTASMAS (Capítulo II)

 

ENTRE FANTASMAS

Pedro Fuentes

Capítulo II

               Cuarenta y cinco días después, estaba sentado delante del televisor cuando en la habitación del fondo de la casa, la de Rosa Mary y mía, se abrió la ventana de golpe, miré por el balcón y no noté que hubiese aire como para hacer corrientes.

               ¡Rosa Mary!, ¿Qué ha pasado? Nadie me respondió, entonces recordé que había salido con Lucía de compras. Llegué a la habitación y la ventana estaba abierta de par en par, pero la persiana se encontraba bajada, solamente se veían las rendijas entre las lamas separadas.

               No puede ser la corriente, no pasa ningún aire por esas rendijas. Sin saber por qué razón miré el reloj despertador de la mesilla de noche, eran las siete y cuarenta y ocho minutos. Cerré la ventana y me fui de nuevo al salón.

               Al momento entró mi mujer y Lucía, venían pálidas como la cera, les pregunté:

               ¿Qué os pasa? Parecéis asustadas.

               ¿No has oído nada? Me dijo Rosa Mary.

               Sí, he oído algo, pero no ha sido ruido, la ventana de la habitación, que estaba cerrada y con la persiana semi bajada, se ha abierto de golpe.

               Aquí delante, tres casas más abajo ha habido una explosión, no se sabe de qué, parece que ha sido una bombona de gas, pero ha sido aquí delante, no detrás. Dijo Lucía.

               No, aquí delante no he oído nada, tenia la televisión puesta, pero el volumen no estaba tan alto. De todas formas, no he oído nada, solamente he notado como una onda expansiva, pero imposible que abriese la ventana por detrás y sin embargo ésta, que está más cerca no se hubiese enterado.

               Voy a bajar a la calle, pare ver qué ha pasado, Dije

               Espera, bebemos agua y bajamos contigo, dijo Lucía.

               A los tres minutos llegamos a la calle, la policía había acordonado la zona, una casa, el último piso de una casa de cinco alturas, estaba reventado, de la cocina solamente quedaba la mitad de dentro, lo que era la fachada y ventana estaban en la calle derruidas, la mujer que vivía allí, por la explosión, había muerto, había sido arrojada por el derrumbe producido y yacía en la calle, entre cascotes tapada con una especie de manta dorada, estaban esperando al juez, mientras tanto, los expertos casi aseguraban que era una bombona de gas que había explotado.

Se oían comentarios de todo tipo, los que más hablaban y hacían conjeturas eran los recién llegados.

               Uno de los habitantes de la casa, de un piso inferior, que había corrido al oír el ruido, como lo conocía de haber hablado con él alguna vez le pregunté:

               ¿Se sabe que ha pasado?

               Oficialmente no, pero a las siete cuarenta y cinco, lo sé porque estaba sonando el reloj carillón que tengo en el salón, se ha oído un estruendo, luego el ruido de los cascotes y demás que llegaban a la calle, me asomé a la ventana y vi a la muerta en la calle, parecía chamuscada por todo el cuerpo, salí corriendo y aquí estoy, que no podemos entrar hasta que vengan los técnico por si hay peligro de derrumbe.

               Lo que pasó en casa, le dije a Rosa Mary y Lucía, ocurrió justo a la misma hora, debió ser un efecto extraño de la onda expansiva, le preguntaremos a los vecinos de aquí y de casa a ver si alguien más lo sintió.

               Nosotras estábamos en la tienda que hay cinco casas más abajo y nos enteramos porque una clienta entró corriendo y gritando, estaba un poco más cerca y lo vio todo, incluso cómo salía despedida la mujer, pero no sentimos sino un ruido, no muy fuerte, pero nos pareció cualquier otra cosa, como cuando descargan el contenedor de vidrio. Comentó Rosa Mary mientras Lucía asentía.

               El día siguientes, por la mañana, llamaron a mi puerta, un policía preguntaba por mí.

               ¿Don Raúl Fernández?

               Sí, yo soy, ¿qué desea?

               Traigo una citación judicial para que me acompañe, tiene que identificar el cadáver de la vecina suya que ayer falleció en la explosión.

               ¿Yo? ¿Por qué?, si yo no la conocía, me parece que solamente la he visto una vez y por la calle.

               Bueno, eso se lo tendrá que decir al secretario del juzgado cuando vea el cadáver. Ahora, ruego me acompañe, un coche nos espera en la calle, luego le devolveremos a su casa, es un puro formulismo, al parecer no se ha encontrado documentación que pueda demostrar quién era ella.

               Permítame que le deje una nota a mi esposa que ha ido a comprar, para que no se asuste cuando llegue. Dicho esto, tomé un bloc de notas de una mesita del recibidor y le dejé una nota.

               “Cariño, he salido a hacer una gestión, ahora vuelvo”.

               Cogimos el ascensor y bajamos a la calle, donde nos esperaba un coche. Subimos y nos fuimos al Anatómico Forense.

               Dos veces he estado en ese sitio y si volviese mil veces, siempre me impresionaría.

               Cuando llegamos, un forense y el secretario del juzgado me acompañaron a la sala donde estaba, encima de una mesa de mármol el cadáver boca arriba y tapado con una sábana.

               El secretario me dijo:

               Le hemos llamado, porque en el bolso de la mujer muerta hemos encontrado un diario en el que en la última página le nombran a usted.

               ¿A mí?

               Si, ¿Es usted don Raúl Fernández?

               Si, yo soy, pero hay muchas personas con el mismo nombre.

               ¿Vive usted en el paseo Marítimo nº 46 – 5º - D?

               Si, efectivamente.

               Acérquese, me dijo e hizo una seña al forense que destapó la cara de la difunta.

               Mírela atentamente, al parecer hace años que no se ven.

               La miré fijamente, me fijé en sus facciones, barbilla, orejas, nariz, pelo y de pronto dije:

               ¡Dios mío!, si es María del Pilar hace por lo menos 20 años que no la veía.

               ¿Entonces la ha identificado?

               Sí, creo que sí, fue una novia que tuve en mis años jóvenes.

               Eso es lo que pone en el diario, lea, me dijo el secretario:

               “Hoy le he visto, menuda sorpresa, resulta que me traslado y tengo por vecino a Raúl Fernández, después de 23 años que me dejó, mi corazón ha dado un vuelco, creo que todavía le quiero. He pasado por su lado, casi nos hemos rozado y no me ha conocido, tengo que hablar con él, me abandonó pero yo le sigo queriendo. Hablaré con él e intentaré reconquistarlo”.

               Me quedé de piedra, qué pequeño es el mundo y qué grandes las casualidades, otra vez alguien parece anunciarme su muerte. Pensé mientras el secretario rellenó un informe y me preguntó todo lo que supiese de María del Pilar. Le di todos los que recordaba y luego me acompañó a la salida donde me esperaba el guardia con el coche, montamos y me llevó de nuevo a casa.

               Cuando llegué, mi mujer me esperaba nerviosa, alguien le había dicho que iba acompañado de un policía.

               Le conté todo lo sucedido y encima me puso mala cara al saber que había tenido relaciones con otra mujer y que encima vivía a nuestro lado.

jueves, 18 de julio de 2024

ENTRE FANTASMAS (Capítulo I)

 

ENTRE FANTASMAS

Pedro Fuentes

Capítulo I

 

               Era una noche sofocante de un dieciséis de agosto.

               De pronto sentí un chorro de aire frío sobre mi nuca, hombros y parte superior de la espalda, noté una tenue caricia sobre el brazo derecho, algo tan suave como una pluma se deslizó en contacto con mi piel, rápidamente me volví, ante mí, había algo plano, traslúcido y etéreo.

               Dado mi escepticismo pronto empecé a dar una explicación lógica a lo vivido. Entre sueños, con el calor que hacía, me había echado sobre la cama, al lado de la ventana y con el torso desnudo, me quedé dormido envuelto en sudor, a eso de las tres se empezó a desencadenar una típica tormenta de verano, cambió el viento y una racha de aire frio, acompañada de la brisa húmeda del mar entró por la ventana abierta del piso en el paseo Marítimo, con la fuerza de la racha, la cortina, de diseño, de translúcidos colores se desplazó sobre mi espalda, rozándome suavemente. Abrí los ojos y las luces del paseo, a través de la transparente cortina color crema y pintada a mano con círculos dispersos e irregulares, me hicieron ver lo que no había.

               Tengo por costumbre cuando me despierto por la noche, mirar el reloj despertador y ver a qué hora me despierto, eran las tres y trece minutos, ajusté un poco la ventana para evitar el aire frío de la tormenta y un poco destemplado, me envolví en la sábana y me quedé dormido.

               A las ocho de la mañana sonó insistentemente el teléfono, lo cogí y conocí la voz de Lucía, la mujer de Fermín, mis mejores amigos.

               ¡Federico! Me dijo, Fermín ha muerto esta noche.

               ¡Cómo! ¿Qué dices? No puede ser, ¿Cómo ha sido?

               Anoche, después de cenar, cuando estábamos viendo la tele, empezó a sentirse mal, como no se le pasaba y sabes que tenemos aquí, al lado el hospital, fuimos a urgencias porque decía que no quería meterse en la cama así.

               Resultó ser un ataque de miocardio, le volvió a repetir y a eso de las tres y diez falleció. Intentaron todo, pero fue imposible.

               No te he llamado antes porque ya no se podía hacer nada, pero ahora no sé ni qué hacer ni a quién recurrir y como sabes que no tenemos familia en la ciudad, te quiero pedir que me eches una mano.

               Ahora mismo voy, Lucía, mientras tanto siéntate en algún sillón y mira de relajarte.

               Mi mujer, que también se había despertado con el teléfono, al oírme, se sentó en la cama y estaba tapándose la cara con ambas manos y llorando. Cuando me oyó colgar, me dijo:

               Me voy contigo, mientras te vistes preparo café y nos vamos.

               Así hicimos y en menos de diez minutos salimos a la calle, no tuvimos ni que coger el coche, somos vecinos y en hospital queda entre el piso de ellos y el nuestro, en cinco minutos entramos, preguntamos en recepción y nos enviaron a una habitación habilitada para estos casos antes de que lleguen los servicios funerarios para enviar el cuerpo al tanatorio, ya que en este caso, los médicos habían pensado que no era necesaria la autopsia.

               Subimos a la primera planta y enseguida vimos a Lucía, estaba en un sillón, al principio del pasillo, sentada sujetaba su cabeza con las manos y apoyados los codos en las rodillas, su aspecto era lamentable, cuando Rosa Mary la vio, corrió hacia ella y sin dejarla ni levantarse la estrechó entre sus brazos y le acarició la cara y le meció los cabellos. Cuando yo llegué ya estaban levantadas y me uní a las dos en un abrazo.

               Fue muy duro, avisamos a su familia y amigos, a los que venían de fuera tuvimos que buscarles alojamiento, salvo a los padres de Fermín y Lucía que se quedaron en su casa, los dos hermanos de ella se vinieron a casa. Arreglamos todos los papeles y preparamos la incineración que se hizo al día siguiente.

               Tal como Fermín había dicho siempre, a los dos días, en la embarcación de un amigo fuimos a depositar las cenizas a alta mar.

               Mi mujer no se separó de Lucía en ningún momento y la amistad que nos unía se hizo aún mayor.

               A los cuatro días, estando en casa, después de cenar le dije a mi mujer:

               ¿Sabes que la noche que murió Fermín, justo a la misma hora algo me despertó?

               Tu sabes que yo no creo en esas cosas, que soy totalmente escéptico en cuestión de apariciones y de fantasmas, pero aquella noche me despertó una corriente de aire frío y me tocó la espalda y el hombro, le eché la culpa al viento y a la cortina, pero cada vez que recuerdo eso y a Fermín, un escalofrío me recorre la espalda y me pone los pelos de punta.

               Rosa Mary, mi esposa me contestó:

               Yo he leído muchas cosas de eso y ni creo ni dejo de creer, supongo que hay algo después de la muerte, mucha gente dice que han recibido mensajes cuando un ser querido ha muerto, quizás Fermín antes de irse te quiso avisar.

               Eso son casualidades de la vida, a veces las casualidades son más numerosas que los hechos, pero preferimos creer cosas más irreales y etéreas, mis sentimientos hacen que al recordar a mi amigo me emocione y quiera creer que lo que fue casualidad fuese el último adiós de Fermín. Además, ¿Por qué iba a despedirse de mí y no de Lucía o de su madre por ejemplo?

jueves, 11 de julio de 2024

PLAN 2 (Capítulo III)

 

PLAN 2

Pedro Fuentes

 

Capítulo III



              La cena, después del vino de honor, llegó como estaba prevista, en Altozano del Monte hay muy buena carne, tanto de cordero como de ternera, así que después de una opípara cena regada con buenos caldos, empezó el baile.

              D. Cesar, que se las sabía todas, contrató a un presentador de renombre al que también representaba, como animador de la fiesta, éste, con una habilidad pasmosa hizo que todo el mundo participara, en concursos de belleza, bailes de la escoba, de farolillos, presentó a los mozos uno por uno y les fue buscando pareja, a los más votados en “míster” les asignó varias parejas e hizo que la noche se alargara y a nadie se le hiciese pesada, todo el mundo se divirtió y muchísimas personas entablaron una amistad de toda la vida.

              Las cámaras desplazadas para el evento, filmaron todo lo que quisieron, se supone que luego lo darían en pequeños resúmenes.

              Ya de madrugada las gentes se fueron a dormir y así estuvieron hasta casi las doce del día siguiente.

              A la una tenían que reunirse en la plaza.

               El cura, D. Jonás dijo la misa a las doce, como siempre, pero la concurrencia fue la habitual solamente.

              Después de comer, las muchachas fueron a sus habitaciones y prepararon las maletas para a continuación partir, mientras la media banda tocaba “Y viva España”.



EPILOGO



              Cuando los autobuses salieron, el Tío Paco llamó a su hija y a Pepita para empezar a recoger, no aparecieron.

              Algunos mozos aprovecharon para poner alguna teja en la casa que empezaron por el tejado.

              Otros mozos se hartaron de carne de cordero y vacuno pero nada más.

              Genaro conoció no sabe si bíblicamente o no porque no ha contado nada, a una caribeña de ochenta y cinco quilos de redondeces.

              Desde entonces a la salida de la misa de doce pide una limosna para irse a Cuba y con el cachondeo lo conseguirá pronto.

              Muchas de las mozas volvieron al pueblo y se casaron, Con los hijos que venían con ellas y los que nacerán para la próxima primavera se podrá abrir de nuevo la escuela que será multirrracista.

              Carmela y Pepita se metieron de polizón en el autobús de Madrid. Se casaron con Jorge y Alejandro, los conductores y viven en Madrid muy felices. Vuelven al pueblo en vacaciones.



FIN


jueves, 4 de julio de 2024

PLAN 2 (Capitulo II)

 

PLAN 2

Pedro Fuentes

Capítulo II



              Por fin llegó la semana de la caravana, era el final del invierno, unas tres semanas antes de subir al ganado a los pastos para pasar la primavera y el verano.

              Todo hervía de emoción, habían salido en todos programas de cotilleo de las televisiones, varias veces se entrevistó al alcalde y a los mozos, tanto en el pueblo como en los platós de televisión.

              D. César sabía lo que hacía, no perdía detalle de nada, todo lo llevaba él, todo pasaba por sus manos.

              Lo único que no consiguió fue vestir con el traje regional de fiesta a Carmela y a Pepita, éstas se negaron en redondo diciéndole que si los mozos no se habían fijado nunca en ellas, no iban a colaborar ahora en “su fiesta”.

              Yo, trabajaba en colaboración directa con D. Cesar, era un hombre que no paraba para nada, yo me preguntaba cómo podía estar gordo, pesaba unos cien kilos y no era excesivamente alto, comía como un pajarito y mientras iba de un lado para otro.

              Se le había habilitado un despacho en el ayuntamiento, al lado del mío.

              Las tres administrativas, el alguacil y yo mismo, no parábamos.

              Ya se empezaban a recibir cartas y telegramas pidiendo plaza en los autobuses que saldrían de Madrid y Barcelona desde donde vendrían las candidatas, luego había otro grupo de las que irían en transporte propio, se calculaba que llegarían unas doscientas mujeres de todas las edades, aquello se podría desbordar si no hubiese sido por el buen hacer de D. Cesar y la colaboración de todos los vecinos del pueblo.

              Y amaneció el día señalado, era un día caluroso para las fechas en que se estaba, y las predicciones eran muy buenas, sería así durante todo el fin de semana, por la noche refrescaría pero con la carpa instalada en la plaza mayor, no habría problemas.

              Los primeros en llegar fueron los instaladores del sonido y luces de los conjuntos, dos grupos de mediana calidad pero que sonaban durante el verano, tocaban música de todo tipo y llevaban entre los dos cuatro señoritas que además de cantar lucían su palmito bailando en el escenario.

              La banda de música del Ayuntamiento tocaría algunos pasacalles de bienvenida y de despedida, pero estaban algo diezmados porque unos cuantos músicos estaban en el grupo de los solteros y no querían vestir el uniforme porque decían que eso le daría ventaja a los que vestían de fiesta, aunque don César no paraba de decirles y asegurarles que los uniformes les ayudarían a ligar.

              El director de la banda, sesentón y casado, también les quiso convencer de lo que le gustaban a las mujeres los hombres con uniforme, pero no convenció a nadie salvo a Genaro, que aunque no toca en la banda ni viste uniforme, siempre ha sido el mayor fan de la banda y la acompaña a todos lados.

              Los solteros paseaban por la plaza hablando unos con otros, era por la mañana y todavía andaban vestidos de trabajo, entraron en el bar, volvían a salir, el Tío Paco les preguntaba qué querían tomar pero decían que nada, si acaso algún cortado y otros, los más pacíficos una tila, hasta que algún entendido les comentaban que la tila les apaciguaría demasiado y a la noche no tendría fuerza para nada.

              A la hora del vermut nadie tomó nada, solamente los casados siguieron los rituales habituales, los solteros querían sentirse serenos, que la noche sería muy larga.

              A las cinco de la tarde ya habían llegado los músicos y estaban haciendo pruebas de sonido en la carpa, todo estaba dispuesto, lo que quedaba de la banda ya estaba dispuesta a rendir honores a las quizás dispuestas sabinas, los mozos, vestidos con sus mejores galas llegaban a la plaza, parecían niños de primera comunión pero con perversas intenciones.

              El alcalde ya se estaba poniendo la banda del Ayuntamiento y el bastón de mando lo tenía preparado en la mesita del recibidor de su casa, su esposa se repintaba dispuesta a superar la posible competencia venida de allende la montaña.

              No había en el pueblo ninguna mujer dispuesta a quedar por debajo de las advenedizas.

              Bueno, si, había dos que decidieron que no se rebajarían a competir con extrañas venidas de no se sabe dónde. Eran Carmela y Pepita.

              Ya empezaba a llegar algún coche, las cámaras de televisión, porque al final fueron varias cadenas a las que dirigía D. Cesar como si fuese el Alfred Hitchock. Iban de un lado para otro filmando, entrevistando.

              Varios taxi del pueblo de al lado, 23 Km. Traían a mozas que llegaron en tren.

              A las seis y cuarto llegó el autobús de Barcelona, habían quedado que llegarían al pueblo anterior y se esperarían para llegar juntos.

              Llegó primero el de Barcelona y las chicas de éste convencieron al conducto para llegar antes a Altozano del Monte.

              Cuando llegó el de Madrid habían pasado diez minutos, la banda emprendió el segundo pasodoble y bajaron las mozas.

              Total de mozas 235, rubias, morenas castañas, de piel caribeña, blancas de piel transparente de los países del este, aquello parecía la O.N.U. pero con mejores intenciones.

              Todo fue como la seda, D. Cesar lo había previsto todo, el recibimiento del alcalde desde el balcón municipal, después el discurso breve pero intenso de D. Jonás en el que después de saludar a las llegadas les habló de un sacramento de entrega y sacrificios pero desbordante de alegría por el fruto de los hijos.

              Luego, D. Cesar se erigió en maestro de ceremonias y dio por comenzado el vino de honor, previamente le habían entregado al alcalde y compañeros en el balcón unas copas de vino y brindaron por el éxito de la fiesta.

              A todo esto, mientras tanto, los tres conductores, uno del autobús de Barcelona y dos del de Madrid entraron al bar del Tío Paco en el que no había nadie, solamente Carmela, Pepita y yo.

              A los conductores los tuve que atender yo, porque la comisión de la caravana había decidido que no querían más hombres que los del pueblo, así que invité a los conductores a cerveza y unas tapas, mientras llegaba la hora de cenar.

              Carmela les llevó a la mesa los vasos y las cervezas y Pepita les traía las tapas.

Jorge, uno de los conductores de Madrid les dijo: ¿Y vosotras qué? ¿Sois casadas? ¿No sois del pueblo?

              Solteritas y sin compromiso, dijo Carmela.

              ¿Los hombres de este pueblo son tontos?