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lunes, 9 de junio de 2025

EL AFILADOR (Capítulo XX)

 

EL AFILADOR

Pedro Fuentes

CAPITULO XX

               A la mañana siguiente, cuando llegaron a la comisaría, José Miguel los estaba esperando, habían llegado informes de Dominic, no eran gran cosa, simplemente que un hombre que correspondía a los datos y con pasaporte español había embarcado en un viejo mercante que partió de Marsella rumbo a la India con un cargamento de cereales, una vez en el destino, se había marchado y no se sabía destino, se pidió información a India y se le había perdido la pista, pero era bastante corriente que un marino dejara un barco y se fuese de tripulante a otro sin ni siquiera salir del puerto, por lo que por lo general no se enterasen las autoridades.

               Además había informes de la sangre encontrada en el cuchillo, era humana pero con los sucesivos lavados y detergentes no se sabía el grupo sanguíneo.

               Las colillas recogidas en casa de la última víctima, no correspondían a ninguna persona conocida, ni siquiera a la muerta, además, había seis y las seis pertenecían a dos marcas pero ninguna a la misma persona.

               En ese momento llamaron al comisario y era un reporte de la policía de Sitges, el camarero no había aparecido por allí, al dueño del piso se le había visto la noche anterior en un club de bastante mala fama con una morena despampanante. Se habían ido luego a la casa de él pero ya no habían salido.

               Al oír esto, contado por su amigo le dijo:

               Rápido, no perdamos tiempo, vamos a Sitges antes de que vuelen del nido o alguien más se entere.

               Corrieron a un coche camuflado y partieron rumbo a Barcelona.

               Mientras llegaban, José Miguel avisó a los policías que vigilaban y les dijo que doblaran el control sobre el sospechoso y la morena.

               Llegaron a las señas indicadas, preguntaron a los policías y estos les comunicaron que la morena seguía en el piso pero que el dueño había salido con un carro de la compra, un compañero lo estaba siguiendo.

               ¿Saben si ha entrado alguien más?

               Hace tres minutos ha entrado un hombre que parecía no saber muy bien a dónde iba, pero no era ninguno de los sospechosos.

               Ricardo cogió a José Miguel por la manga y le dijo:

               ¡Corre!, sígueme.

               El comisario dudó unas décimas de segundo pero inmediatamente corrió tras él.

               Ricardo que tenía una buena forma física llegó al tercer piso unos segundos antes, la puerta estaba entreabierta, no se lo pensó dos veces, cargó con el hombro y entró al apartamento, había un pequeño salón, de pie en medio de él una mujer morena se encontraba pegada a la pared y su rostro era una mirada de terror, delante de ella, de espaldas a la puerta, un hombre de anchas espaldas le apuntaba con una pistola. Ricardo, siguiendo la inercias de abrir la puerta, se abalanzó sobre el hombre, que perdió el equilibrio y salió hacia delante. En ese preciso momento sonó un disparo, por la puerta apareció José Miguel y el instinto le hizo sacar la pistola reglamentaria. El hombre de las anchas espaldas cayó al suelo. La mujer morena se revolcaba de dolor, se sujetaba el hombro derecho con las dos manos que estaban manchadas de sangre.

               José Miguel desarmó al hombre y le puso las esposas, Ricardo fue a ayudar a la morena y le dijo:

               Tranquilo, Anselmo, solo ha sido un rasguño.

               Al momento llegaron los dos policías que estaban en misión de vigilancia, el amigo de Anselmo y el policía que lo seguía.

               Llamaron a una ambulancia y a un coche policial, José Miguel dio instrucciones para que acompañaran a la víctima al hospital y si le daban el alta después de curarlo que lo llevasen a la comisaría de su pueblo.

               La comitiva salió, el comisario pidió permiso a la policía para llevarse al detenido y volvieron.

               Pedro le dijo a Ricardo:

               ¿Cómo lo sospechaste?

               Anselmo hace de travesti y por lo visto bastante bien, al decirme que estaba aquí sospeché que lo mismo que lo habíamos encontrado nosotros, también lo podía encontrar Dominic, como así ha sido.

               Bueno, Ricardo, dijo José Miguel, caso resuelto, otra medalla para el dúo de sabueso.

               No, dijo Pedro, el sabueso es él, yo soy su biógrafo.

               No creas, muchas de las pistas me las das tú, claro que sin darte cuenta.

               Los tres rieron, pero Ricardo sentenció:

               No, el caso no está resuelto, llama a la comisaría y pide que nos reúnan a todos los encausados para cuando lleguemos, pero que no les digan nada.

               Al poco rato llamaron diciendo que lo de Anselmo era un ligero arañazo y que lo llevaban a comisaría junto con su amigo también.

               Cuando llegaron a la comisaría, todos los encausados estaban sentados en el despacho de José Miguel en semi círculo con la espalda hacia la pared. Cuando entraron con Dominic esposado, lo hicieron sentarse en un extremo, al rato llegó Anselmo y su amigo y los sentaron en el otro extremo, casi de frente a Dominic.

               Los dos amigos se sentaron al otro lado de la mesa, de espaldas a la luz que entraba por la ventana, en las dos puertas se apostaron sendos policías de uniforme.

               José Miguel dijo:

               Como sabéis, y si no lo sabéis, ahora os lo digo, Ricardo os hablará ahora de unas cuantas cosas que sabemos, ya que los dos son colaboradores de la policía.

               Voy a empezar por el principio, dijo Ricardo, Hace veinticinco días apareció degollada una mujer, tenía un corte de oreja a oreja en la garganta mortal de necesidad, luego le habían apuñalado repetidas veces pero meros pinchazos, heridas nada graves, una vez estirada en el suelo le arrancaron la blusa para hacer creer que era un maniaco sexual y efectivamente fue algo similar.

               Aquella mañana, como tantas otras, la víctima iba a afilar los cuchillos con usted, y señaló al afilador, usted, como siempre, intentaba enrollarse con ella, pero ella no solo no quería sino que además se reía y le tomaba el pelo delante de otras mujeres, tenemos testigos de ello, mientras más la acosaba, ella parecía disfrutar dándole calabazas, como sabía de la costumbre de ella de ir a correr hasta el río, una noche la esperó y la mató, no se deshizo del cuchillo, ¿Dónde iba a estar más escondido un árbol que en el bosque? Lo guardó con tantos como tiene siempre, e incluso es posible que se lo cambiase a cualquiera, incluso a alguna de las otras víctimas, como por ejemplo a la tercera. Como así fue. Luego puso a la víctima como si fuese una agresión sexual y se marchó.

               Pero de pronto aparece una segunda víctima, hace 18 días, y qué casualidad, poco antes de morir había mantenido relaciones con usted.

               Yo no la maté, gritó el afilador, ya le dije el otro día, estuve con ella, pero consintió, pero luego me marché, en el Hamilton la vieron con vida y yo me fui.

               Si, claro, “consintió” quizás eso le salvó la vida, de momento.

               Pero usted eligió mal y encima se dejó ver con ella después, claro, qué mérito podía tener si no podía presumir de ella. Por eso fue al Hamilton, deseaba que Anselmo el camarero lo supiese, siempre le estaba diciendo que los que tanto presumían, luego, a la hora de la verdad no se comían una rosca.

               Pero fue visto por alguien más, por Dominic, éste, cuando usted se fue, llegaba al bar, se acercó a la mujer y le dijo:

               De acuerdo, ven conmigo que te pagaré lo que has pedido, pero luego te marchas y no vuelves más.

               ¿Qué pasaba? Pues bien sencillo, ella conoció a Dominic en Francia, cuando él ejercía de macarra en un club de Marsella y ella de prostituta, en realidad los dos eran amantes. El, por una cuestión de faldas mató a un policía. Como estaba protegido por la mafia marsellesa le buscaron documentación falsa, se enroló en un barco hacia la India, allí, con su nueva documentación, embarcó en otro barco y desapareció. Con el tiempo llegó a Barcelona y luego, ayudado por la mafia marsellesa le pusieron el Hamilton.

               Existe en Francia una orden de busca y captura, cuando le enviemos nota a la Interpol le reclamarán, pero antes tendrá que cumplir pena en España por asesinato con premeditación e intento de asesinato de Anselmo, aquí presente.

               Al cabo de unos años apareció, de casualidad por aquí Michelle, Reconoció a Dominic y le pidió trabajo, éste se lo dio, pero ella quería más, le hizo chantaje, usted, en principio dijo que no, pero luego le dio una cantidad no muy grande, al cabo del tiempo fue más lo que pidió, así que Dominic/Domingo, el día que la vio llegar con el afilador se aprovechó de la oportunidad y la llevó al bosquecillo y la mató.

               Anselmo, que había estado cerca cuando se reconstruyó el primer crimen le había contado a su jefe cómo había sido y Dominic aprovechó y puso a la víctima como la primera, así, el primer sospechoso sería el primer asesino.

               Estuvo bastante cerca de conseguirlo, pero cometió un error, no se dio cuenta de que cuando se fue con ella, fue visto por Anselmo, que había salido del bar a un recado y volvía, cogió la moto y los siguió, no llegó hasta el sitio porque estaba todo bastante solitario, regresó al bar.

               Cuando al día siguiente se descubrió el crimen, Anselmo ató cabos. Vio que corría peligro y avisó a su amigo, éste lo esperó en casa vigilando desde el balcón, dejó todo bien recogido y dejó una pista para que la policía pudiese llegar hasta ustedes, Una colilla de Ducados.

               Anselmo aparcó la moto un poco antes en la carretera, la cerró y la tiró a la playa de piedras, con la idea de que la policía se daría cuenta y lo buscaría, cuando su amigo lo vio, bajó, cogió su moto que la tenía aparcada fuera y marcharon a Sitges.

               Dominic supo que su camarero se había ausentado del trabajo y tardado bastante, pensó que quizás Anselmo sabía algo y empezó a sonsacarle. Tenía la sospecha de que sabía demasiado, cuando Anselmo desapareció ya fue certeza, pero él ya había desaparecido, una de las camareras le dijo que quizás estaba con su amigo, lo localizó y ue a por él. Nosotros llegamos justo a tiempo, al entrar de golpe en el apartamento falló el tiro y lo hirió ligeramente.

               Ya tenemos dos crímenes iguales, pero un sádico se supone que sigue matando y entonces aparece el tercer cadáver, las mismas circunstancias y el mismo tipo de cuchillos, el afilador tiene los días contados, una lo despreció, otra tuvo relaciones con él ¿Y la tercera?

               La tercera también murió por culpa de un chantaje. Un buen día se le ocurre que ya está bien de mantener una relación ilícita, que quiere a su hombre para ella sola y para toda la vida.

               Su amante aprovecha la ocasión y como sabe las circunstancias de las otras dos muertes, repite la escena del crimen y las pistas y muere la tercera.

               El asesino, cuando llega a su casa descubre que ha perdido una gorra de de lana con el escudo del Atlético de Madrid y al día siguiente se dirige al lugar del crimen, pero por el camino se encuentra conmigo, cuando vemos el cadáver, ve él también la gorra y cuando yo me despisto, se acerca al cadáver, está limpia, la recoge y se la pone. No me doy cuenta hasta el día de después del intento del cuarto asesinato, él también se da cuenta de que sospecho, así que decide montarme el numerito, para lo cual se aprovecha de Elisabeth, a la que también conoce, y la vigila, lo mismo que a mi.

               En el momento que coincidimos ambos en el final del paseo, él que ya espera, hace su aparición para que yo lo vea, asusta a su amiga y hace ver que el asesino es zurdo, con lo cual piensa que yo, que sé que él es diestro, dejaré de sospechar.

               No siempre parecen las cosas lo que son. Si hay tres muertas ¿Por qué no puede haber tres asesinos?

               José Miguel se levantó, llamó a los policías que estaba fuera y dijo:

               Detengan a esos tres hombres por asesinato e intento de asesinato.

               En cuanto a los demás pueden marcharse, están libres de cargos, pero recuerden que serán citados a declarar cuando se celebren los juicios.

               Al día siguiente se reunieron los tres amigos para despedirse.

               Bueno, dijo José Miguel, os han nombrado agentes honorarios colaboradores con la policía, eso quiere decir que cuando se me tuerza alguna investigación puedo llamaros para que me ayudéis.

               En cuanto a la pesca, queda en pie, en cuanto consiga unos días de vacaciones me vendré a pescar con vosotros, mientras tanto, cuidaros y por favor, no os metáis en más líos.



FIN

miércoles, 28 de mayo de 2025

EL AFILADOR (Capítulo XVII)

 

EL AFILADOR



Pedro Fuentes

CAPÍTULO XVII



               Ricardo aquella tarde le preguntó al comisario una vez en el despacho:

               ¿Podríamos revisar el apartamento del camarero?

               ¿Qué esperas encontrar?

               No lo sé, pero hay algo extraño, no veo por qué la moto estaba en la playa, parece como si fuese algún mensaje, no creo que desde allí se llevaran al camarero salvo que fuese a la fuerza y no había ninguna señal de violencia, la moto estaba en la carretera muy bien aparcada y la tiraron a la playa o la tiraron a la playa muy bien cerrada para indicarnos algo.

               ¿En qué te fundas? Preguntó José Miguel.

               ¿Te has dado cuenta de que la puerta del jardín donde vive el camarero está a 250 metros de donde estaba la moto?

               Si alguien lo hubiese recogido allí era porque lo conocía bien. Entonces le hubiese indicado que iba a dejar la moto guardada.

               Si hubiese desconfiado de él, no aceptaría y habría habido violencia.

               Si hubiese sido un desconocido tampoco abandonaría la moto tan cerca de su casa y a punto para ser robada o algo por el estilo, recuerda que es cuidadoso en grado sumo.

               Posiblemente deja la moto allí para indicar que desaparece e indica a la policía algo, por ejemplo que desaparece con urgencia, luego alguien o algo le amenaza.

               La moto aparece en la playa por varias razones:

               La primera, la tira él para indicar algo. No creo, ya lo hace dejando la moto allí cerrada, además, no tiene sentido con lo cuidadoso que es.

               La segunda, quien lo persigue, viendo que lo ha perdido, cabreado tira la moto, posible, pero no creo que se arriesgue a que alguien lo vea tirar la moto y lo identifique.

               Tercero, deja la moto, fuera del jardín, cerrada y con sumo cuidado para decirnos que no le ha pasado nada. A lo largo de la tarde noche y la mañana siguiente pasa uno o varios gamberros, como no la pueden robar la tiran a la playa.

               En su casa está el coche, lo podría coger, pero su vecina se enteraría y lo veía salir de nuevo.

               Nos está diciendo que ha desaparecido voluntariamente y que alguien lo recogió.

               ¿Recordáis la colilla que había en el cenicero del balcón?

               Si, dijo Pedro, era de Ducados. Se recogió para hacerle pruebas de ADN.

               Vale, no era de él, no fumaba.

               ¿Cómo lo sabes? Dijo el policía.

               Una de las veces que entró en la comisaría nosotros habíamos ido al balcón a fumar, aunque no lo quieras algo de humo entraría en el despacho. Cuando él entró, puso la cara desagradable que ponen los ex fumadores. Aborrecen el olor a tabaco. ¿Verdad, Pedro?

               Pero si Pedro fuma, dijo José Miguel.

               Si, dijo Pedro, pero mi mujer dejó de fumar y pone la misma cara cuando yo llego con olor a tabaco.

               Hay que saber quien estuvo en el apartamento aquella tarde y luego lo esperó o lo recogió de la carretera, la vecina seguro que lo vio y lo conoce de vista.

               Necesitamos saber el resultado del ADN del cigarrillo, no creo que diga nada pero puede corroborar una sospecha o al contrario, decirnos que es falsa.

               La vecina nos puede decir algo del acompañante o amigo del camarero. Pero no nos olvidemos del afilador, es el sospechoso número uno, también está tu amigo argentino. Si descubrimos la identidad del dueño del bar, es posible que lo podamos incluir o excluir, mientras tanto habrá que dejarlo en el purgatorio. Y bueno, en principio el camarero es el que ha desaparecido creando pruebas falsas.

               ¿Y el hombre de anoche? Dijo Pedro.

               Es posible que fuese alguien desconocido hasta ahora y quisiese crear pruebas falsas para inculpar a alguien.

               Tal vez, dijo el policía, el aviso no vino a la mujer ni a todos nosotros, tú, Ricardo, has hecho preguntas muy incisivas a todos los sospechosos, lo mismo la actuación iba para ti, te pudo ver paseando con el perro y adelantarte con la moto y esperarte en el bosque, luego llega la mujer y la asusta, sale corriendo con la moto y esperará a otra ocasión. Lo cual quiere decir que estás señalado y corres un serio peligro, una persona que ha matado a por lo menos tres personas, no se va a quedar ahí si se siente acorralado. No olvidemos tampoco que el camarero puede estar muerto y lo de la moto ha sido un montaje.

               Un agente pidió permiso y entró en el despacho.

               Con su permiso, señor comisario, han llegado los resultados del ADN de la colilla, no coincide con ninguno de los conocidos.

               ¿Se sabe algo de Dominic alias Domingo o al revés?

               No, en principio no embarcó en ningún barco español como tripulante legalmente.

               Solicitó un pasaporte hace cuatro años, anteriormente no se sabe todavía porque no estaba informatizado, se están consultando archivos en Barcelona y en la Comunidad Valenciana que es donde ha residido desde hace unos seis años, según el padrón municipal. Por cierto, ha residido en Barcelona, pero tampoco es de allí, en de un pueblo pequeñísimo del norte de Huesca.

               Seguramente dirá que es de Barcelona por darse importancia, ya he conocido gente así creen que eso les da algo de postín. Simplemente complejos de inferioridad, dijo Pedro con una sonrisa sarcástica.

               Si, dijo Ricardo, lo mismo en lugar de Domingo se llama Lunes.

               Los tres amigos rieron mientras el agente salió de la habitación.

               Bueno, dijo José Miguel, ya tengo preparado todo para investigar en el apartamento del camarero, luego volveremos por el Hamilton.

domingo, 25 de mayo de 2025

EL AFILADOR (Capítulo XIX)

 

EL AFILADOR

Pedro Fuentes

CAPITULO XIX



               El día siguiente, a las ocho de la mañana salía Ricardo con Trouvé a su paseo mañanero, no sabía bien hacia dónde se encontraría a Rodolfo con su mastín Pibe, decidió ir dirección al puerto y de camino echarle una ojeada al barco.

               A los doscientos metros del paseo se encontró con Rodolfo y Pibe.

               Hola, Ricardo, ¿Qué tal? ¿Cómo vamos?

               Bien, estamos bien, un poco liado, con mis dos amigos aquí, no paro, además, como me ha pedido el comisario que colabore con él, pues bueno, entretenido, es algo que me gusta.

               ¿Lo conoces desde hace mucho tiempo?

               Si, un poco, a Pedro desde casi la infancia, al policía de menos, pero no sé si te acordaras que hace algún tiempo hubo por aquí la detención de un comando terrorista que quería cometer un atentado en nombre de Al Qaeda, José Miguel y su equipo fueron los que descubrieron y detuvieron al comando, unos de los cabecillas alquilaron mi barco para un viaje y Pedro y yo nos vimos envueltos y a raíz de eso hicimos una buena amistad.

               Por cierto, dijo Rodolfo, ¿Es verdad que han intentado asesinar a otra mujer?

               ¿Quién te ha dicho eso? Respondió Ricardo.

               Resulta que la mujer, Elisabeth, inglesa es conocida de mi mujer y mía y ayer me llamó nerviosa para contárnoslo, como mi mujer había ido a Valencia a casa del hijo, que está con gripe yo quedé con ella y me lo contó, por lo visto fuiste tú el que la salvó.

               Bueno, yo estaba por allí paseando a Trouvé y al oír los gritos de ella corrí y el individuo salió huyendo.

               Es curioso, dijo Rodolfo, parece extraño que volviese al mismo cuando no lo había hecho nunca, y más al último, que se supone estás más vigilado.

               Ricardo no quiso seguir hablando del tema, ya que no le podía dar ninguna pista de lo que pensaba la policía, así que procuró el cambio de tema, pero no había forma, Rodolfo volvía al mismo tema, quería conocer cualquier detalle por insignificante que fuese, por lo que recurrió a que tenía mucha prisa porque le esperaban en el barco y adelantando el paso se distanció del argentino.

               Todo estaba bien en “El Solitario” su velero, Trouvé corría por cubierta contento, se debió imaginar que iban a salir a navegar, luego, cuando Ricardo puso el motor en marcha para cargar baterías y a la vez que circulase el aceite por el motor y el agua por los circuitos de refrigeración, se fue rápidamente a las amarras de popa porque sabía que eran las primeras en soltar, la verdad es que entre unas cosas y otras, últimamente no salían a navegar sino lo indispensable y en invierno no solían alquilar el barco muy a menudo, pero pronto vendría el buen tiempo y ya tenía comprometidos varios viajes a Columbretes de fin de semana, a Ibiza por lo menos cuatro de semana y dos pasando por Columbretes, Ibiza, Formentera, Mallorca, Menorca y luego vuelta directos. El que menos le gustaba era el de Ciudadela por San Juan, ese le traía los malos recuerdos de los sucesos ocurridos con los árabes.

               Una vez comprobado todo, se sentó un rato en cubierta a fumar un cigarrillo y esperar que los motores funcionaran un rato más. Trouvé se estiró a sus pies como en las largas travesías, parecía mentira que no recordase su terrible vida anterior.

               Cuando faltaba una hora para reunirse con sus amigos, recogió y salió para casa, allí dejó a Trouvé que se puso a dar saltos de alegría cuando vio que estaba allí Hortensia, la señora de la limpieza.

               ¡Hortensia! Por favor, cuando termines ¿Le podrías dar una vuelta a Trouvé y ponerle la comida? Tengo que salir y no sé a qué hora volveré.

               De acuerdo, y si ves que no llegas hasta tarde, avísame y vendré a sacarlo a las ocho, no hay ningún problema.

               No sé que haríamos Trouvé y yo sin ti.

               Ya sabes que el animalito es mi perro preferido.

               Ricardo salió de nuevo ahora ya con el tiempo justo para llegar a la hora fijada.

               En la entrada de la comisaría habilitada en el ayuntamiento se encontró con Pedro que iba con el tiempo justo también.

               José Miguel les estaba esperando.

               He hecho llamar al afilador, más que nada para ponerlo un poco nervioso, le he mandado el recado de venir a medio día para que no pierda trabajo.

               También le he puesto vigilancia a Dominic. ¿Tú has hablado con el porteño?

               Si, dijo Ricardo, dijo que se había visto con Elisabeth de “motu proprio” pero además ha intentado interrogarme, al final le he dicho que tenía prisa, pero no le he confirmado nada ni como sucedió todo, claro que la inglesa se lo habrá explicado. De todas formas me parece que está aprovechando que la mujer está fuera para echa una cana al aire. Quizás habría que hacerle un sutil chantaje para ver si canta algo nuevo o un tango.

               Ya me han avisado de que en Sitges tienen localizado al amigo del camarero, todavía no hay nada, hace su vida normal y la casa está igual de cerrada que siempre, he pedido una orden judicial para pincharle el teléfono, también a Dominic, pero ahora con los móviles es más difícil.

               Bueno, y ahora nos vamos a ir al piso de la tercera víctima, ya tengo la orden judicial para inspeccionar aquello, quizás encontremos algo que nos sirva.

               Salieron los tres amigos y cuatro agentes. Llegaron hasta el piso, allí les esperaba el ex marido que había sido avisado por José Miguel para que estuviese presente.

               Todo parecía estar en su sitio, se de dedicaron a recoger alguna colilla de los ceniceros, revisaron la bolsa de basuras, ésta estaba vacía, parecía que a la hora de salir a correr se la había llevado para tirar, pero un par de ceniceros tenían colilla sin limpiar, se apreciaban dos marcas diferentes de tabaco, del cuarto de baño se recogieron varios cabellos, se buscaron direcciones, números de teléfono y no parecía que hubiese nada sospechoso, de todas formas, se recogió todo para investigar.

               Ricardo miraba una serie de fotos encima de una repisa y de pronto dijo:

               ¡Mirad! ¡Mirad lo que he encontrado! Mostró una foto enmarcada a los dos amigos y les dijo:

               ¿Qué veis?

               A la víctima con un perro. Contestó José Miguel.

               Buena vista, comentó Ricardo. ¿Nada más?

               Pues no, dijo Pedro

               Este perro es el de Rodolfo, Pibe.

               Todos los perros son iguales, dijo el policía.

               No, yo entiendo de perros y son diferentes, los chinos parecen todos iguales y no lo son.

               Esto quiere decir que Rodolfo conocía a la muerta y más de lo que él ha confesado, ahora me empieza a cuadrar todo, solamente necesito un par de cosas para poder acusar a alguien, necesito algo más que indicios razonables.

               Desde la cocina uno de los agentes llamó:

               Comisario, venga, por favor.

               Cuando llegó le enseñó un cuchillo de grandes proporciones. Lo enfocó con la linterna de rayos ultravioletas y estos delataron manchas de sangre en exceso.

               Pueden ser de animal, pero si el cuchillo se afiló aquel mismo día, como dijo el afilador, no creo que tuviese tanta sangre.

               Nos lo llevaremos para hacerle pruebas.

               Ricardo le dijo al agente:

               Supongo que no tiene huellas dactilares.

               No, no las tiene.

               Muy raro, por lo menos tendría que tener las del afilador y la muerta.

               Se supone que aunque lo hubiesen lavado, tendría los de la dueña.

               Bueno, ha aparecido el arma del crimen pero ¿Por qué aquí? Dijo Pedro

               Elemental, querido Watson. Fue la última víctima.

               ¿Y el intento de asesinato posterior?

               Eso fue puro teatro, me quisieron engañar y me montaron una escena de crimen sangriento. Pero ya lo tengo bastante claro, hay que encontrar al camarero, pero supongo que lo pillaremos pronto. Hay que saber también de dónde viene Dominic/Domingo.

jueves, 22 de mayo de 2025

EL AFILADOQR (Capítulo XVI)

 

EL AFILADOR



Pedro Fuentes

CAPITULO XVI



               Al día siguiente Ricardo fue a recoger a Pedro y se dirigieron a la comisaría, pero antes, mientras le contaba lo sucedido el día anterior.

               Antes de ir a ver a José Miguel, vamos a ver en par de sitios donde sospecho que pudiese estar la moto.

               Ricardo se dirigió por la carretera de la costa y fue parando por todos aquellos sitios en los que pasa justo por el borde del mar o hay playa como en la que apareció la moto del camarero, no dio resultado, así que se dirigió a un puente que pasa la carretera general por encima, siguiendo la riera hacia arriba, ahora sin agua, andando recorrieron como cosa de mil metros, allí era utilizado por la gente para deshacerse de cualquier cosa vieja y por donde ahora iban negros que se dedicaban a recoger chatarra para venderla.

               Allí, debajo de unos cuantos hierros y un somier encontró la moto a la que previamente le habían prendido fuego.

               Desde allí mismo llamó al policía y le dijo: José Miguel, he encontrado la moto, estoy en el sitio. Le indicó el lugar y a los diez minutos apareció con dos especialistas en huellas.

               Efectivamente era la moto, o más bien lo que quedaba de ella.

               Las muestras de barro pegado a las ruedas y radios coincidían con el barro del bosque y además encontraron los restos de los cables de las luces cortados, de huellas dactilares u otras huellas no había.

               Si seguís buscando por aquí seguramente encontrareis restos de ropa y calzado quemados.

               José Miguel no dejaba de sorprenderse y al fin le dijo a Ricardo: Voy a tenerte que poner en la lista de sospechosos, sabes demasiado, tanto casi como el asesino.

               Pedro, que no dejaba de tomar notas le dijo: De aquí me va a salir una novela, lo malo es que nadie se va a creer las aventuras de éste y señaló a Ricardo.

               Ya sabes lo que yo he dicho siempre, “la cabeza se ha hecho para pensar, no para separar las orejas” Como dijo Hércules Poirot “hay que usar la materia gris”

               Bueno, bueno, son puras deducciones que han tenido suerte, dijo José Miguel riendo y dándole una palmada en la espalda a su amigo.

               Cuando terminaron allí era ya casi el medio día, por lo que marcharon a comisaría para esperar a la mujer de la noche anterior y ver si se acordaba de algo más.

               ¿Cuál crees que debe ser el próximo paso? Dijo el comisario.

               Yo esperaría los informes de la Interpol y trataría de encontrar al camarero, vivo o muerto. También hay que saber si el afilador estuvo en el pueblo.

               Una vez en comisaría, encontraron que ya había llegado el informe de Interpol, negativo, por ese nombre no aparecía nada del tal Dominic o Domingo, lo cual podía ser por dos motivos, o no estuvo nunca en Francia o si estuvo sería con otra documentación, se seguían analizando las huellas dactilares y en principio, si no tenía antecedentes no se podría detectar nada, en cuanto a ADN, era una técnica muy moderna y no existían archivo todavía, salvo delitos muy graves y muy recientes.

               El policía contrariado comentó a sus amigos:

               Hay que averiguar más, o su identidad actual es falsa o entró en Francia con otra documentación.

               Dijo que había sido marino mercante, quizás por ahí se podría buscar algo, tanto en Francia como en España, aquí, en el Ministerio de Fomento, que es a donde pertenece la Marina Mercante, estamos todos los marinos profesionales o deportivos inscritos, comentó Ricardo.

             Entraremos por ese lado, dijo José Miguel.

               Al poco rato llegó la mujer atacada el día anterior. Un policía le hizo pasar al despacho.

               El comisario le indicó un asiento y le preguntó:

               ¿Señora o señorita?

               Señorita, respondió Elisabeth, soy divorciada, mi marido era inglés también, vive en un pueblo de la provincia de Valencia, yo me establecí aquí cuando el divorcio, hace quince años, monté una pequeña tienda de ropa para niños, no me va mal y vivo tranquila.

               Cuéntenos qué pasó anoche.

               Cuando cerré la tienda, que se me había hecho más tarde de lo normal, me cambié, me puse el chándal y las zapatillas, como sabe, vivo al principio del paseo, cuando pasé por mi casa, dejé el bolso allí, porque llevaba algo de dinero, cogí un botellín de agua y salí a correr hasta el final del paseo, normalmente al llegar a los primeros árboles me doy la vuelta, pero ayer me encontraba con ganas de correr, porque no me había movido en todo el día y me adentré un poco más, me dio la impresión de que alguien se movía detrás del árbol más grande que hay allí, pero como no temía nada, pensé que serían cosas mías. Luego, dos pasos más adelante, fue cuando me salió el hombre aquél.

               ¿Cómo sabe que era un hombre? Dijo Ricardo.

               No, no lo sé, lo supuse porque era alto y corpulento, más que las mujeres, por lo general.

               ¿Habló o dijo algo?

               No, creo que no, sin embargo si hizo mucho ruido y al yo gritar, salió corriendo en dirección contraria.

               ¿Le vio la cara?

               No, ya le he dicho que no, llevaba un pasamontañas y una especie de chándal oscuro, no lo pude ver muy bien porque no había casi luz.

               ¿Tuvo miedo?

               No, en realidad me asustó al verlo de improviso delante de mí con el cuchillo.

               Usted parece muy detallista, dijo Ricardo, ¿Se fijó como llevaba el cuchillo?

               Por favor, póngase de pie y mire de hacer lo que hizo el atacante. Dijo José Miguel ofreciéndole una regla de unos cuarenta centímetros que había en la mesa.

               La mujer cogió la regla con su mano izquierda y la empuñó a modo de cuchillo de arriba abajo.

               ¿Es usted zurda? Dijo Ricardo.

               No señor, soy diestra.

               ¿Está segura de que cogió el cuchillo de arriba a abajo?

               Si, lo vi al contraluz y si hubiese cogido el cuchillo de abajo para arriba no lo hubiese visto brillar con la luz de la luna.

               ¿Qué pasó luego?

               Me sorprendí porque no esperaba aquella reacción, pareció asustarse él de mí. Dio media vuelta y salió corriendo, no vi ninguna moto, me encontré con usted y es cuando me derrumbé, hasta entonces, salvo el susto que me dio no tuve verdadero miedo, en realidad no creo que mi vida corriese peligro.

               ¿Cree que salió corriendo cuando me vio detrás de usted?

               No porque yo lo vi a usted después de correr por lo menos quince pasos y él ya había desaparecido cuando yo empecé a correr.

               Muy bien, señorita Elisabeth, nos ha sido de una gran ayuda, si no le importa tendrá que pasar en otro momento a firmar la declaración, ahora a la salida un compañero le tomará todos los datos y el teléfono, si se acordase de algo más, por favor avísenos.

               Una vez se hubo marchado, los tres amigos se dirigieron a comer, mientras Ricardo decía:

               Ya lo tengo claro.

               ¿Qué tienes claro? Dijo Pedro ¿Ya sabes quién es el asesino?

               No, hombre, el asesino no sé quien es, pero ya se descubrirá él solo, lo que pasa es que si se mete la policía por medio (y tú perdona, dijo señalando a José Miguel) espantan la caza antes de que lleguemos los cazadores.

               Ya te he dicho que a la hora de la acción nos dejes a nosotros, no te puedes poner en peligro ni interponerte a la labor de la policía.

               Vale, pero como no sabéis qué hay que cazar, haré de perdiguero y os pondré la pieza a tiro.

jueves, 15 de mayo de 2025

EL AFILADOR (Capítulo XV)

 

EL AFILADOR



Pedro Fuentes

CAPITULO XV

 

               Ricardo llegó a su casa, recogió a Trouvé y se fue a pasear por el conocido paseo “La ruta del colesterol” donde habían encontrado el tercer cadáver.

               Ordenando sus ideas no se dio cuenta de que estaba casi en el bosquecillo al lado del río, cabizbajo y pensativo, iba intentando recordar todos los detalles del día del crimen y no se dio ni cuenta de que llegaba a la última farola, al lado del bosque y que la bombilla estaba fundida, ya empezaba a entrar la noche cuando de pronto oyó in grito y vio una figura que corría hacia él, era una mujer que lloraba y gritaba, se tiró en sus brazos y entre llantos e hipos le contó que le había salido de detrás de un árbol una figura de hombre, encapuchado y con un cuchillo en su mano.

                Ricardo puso la correa de Trouvé en manos de la mujer, le dio el teléfono móvil y le dijo: ¡Llame a la policía! ¡No se mueva de aquí, no pasará nada!

                Dicho esto se internó en el bosque corriendo en la dirección que le indicó la mujer.

               La valentía de Ricardo se confunde con la imprudencia, y le hace ser más decidido de lo que en realidad es.

               Después de una carreta de unos treinta metros en la que a cada momento sentía pánico cuando las ramas le golpeaban en la cara y el pecho, sintió el petardeo de una moto que arrancaba y desaparecía en dirección contraria con las luces apagadas.

               Volvió sobre sus pasos y llegó a donde estaba la mujer, sentada en el suelo llorando y Trouvé la observaba inclinando la cabeza hacia el ladeo derecho como signo de curiosidad. A lo lejos, al otro extremo del paseo aparecieron dos luces azules que se aproximaban mientras sonaban las sirenas.

               Cuando llegaron los dos coches, del primero bajó el comisario y tres policías, del otro cinco agentes más.

               ¿Qué ha pasado? Dijo José Miguel.

               La mujer intentó hablar y no le salió sino un suspiro lastimero.

               Cuando yo he llegado al bosque salió corriendo de él, lloraba y gritaba, decía que le había salido al paso un hombre encapuchado y con un cuchillo en la mano, salí corriendo hacia él pero fue demasiado tarde, una moto, sin ninguna luz salió a toda marcha en la otra dirección.

               El policía se dirigió a los agentes y les dijo:

               Llamad que venga todo el mundo de la comisaría y con linternas buscad cualquier huella o rastro que haya dejado el hombre y la moto.

               Y tú, Ricardo, ¿Qué te ha pasado? ¿Te has peleado con un gato? Y dicho esto se acercó al maletero de uno de los coches y sacó una toalla y una botella con agua. Anda, lávate la cara que la llevas llena de arañazos.

               Si, ha sido de correr por entre las ramas.

               ¿Viste la moto?

               No, pero por el petardeo era una moto de trial o motocrós.

               ¿Y qué pensabas? ¿Pelearte con él? Si es lo que pienso ha matado por lo menos a tres personas, va armado con un cuchillo de grandes dimensiones, que además sabe utilizar y tú decides machacarlo con tu limpias manos.

               De acuerdo que nos estás sirviendo de una gran ayuda, pero la acción nos la dejas a las fuerzas del orden, que para eso estamos.

               Dicho esto, le dio a la mujer un vaso con agua de otra botella y le dijo:

               Bueno, ¿Estás más tranquila?

               Era una mujer de unos cuarenta años, rubia, alta y de aspecto extranjero.

               Si, ya estoy mejor, dijo con un cierto acento inglés. Me llamo Elisabeth.

               ¿Qué hacía por aquí sola y a estas horas?

               Vengo cada tarde a correr, hoy se me ha hecho un poco tarde.

               ¿No sabe que aquí mataron a una mujer el otro día?

               ¿Vio al hombre que le atacó?

               No, al principio me pareció que alguien se movía detrás de un árbol, luego me salió al paso unos tres metros delante de mí y levantó el cuchillo amenazador, yo me di la vuelta y empecé a gritar y correr. Pero el hombre y no pareció seguirme.

               ¿Cómo sabe que era un hombre?

               No lo sé, era alto y corpulento, llevaba un pasa montañas oscuro y no le vi la cara, supongo que era un hombre por el físico.

               ¿Podría indicarnos detrás de qué árbol estaba?

               Sí, creo que sí.

               Pues vamos. Se volvió a sus hombres y les dijo:

               No os acerquéis que hay que estudiar las huellas.

               Se dirigieron al lugar y como allí estaba húmedo todavía se vieron las huellas, que fueron estudiadas, fotografiadas y hecho moldes de escayola además de las de la moto que había estado tumbada en el suelo tapada con ramas.

               Bueno, dijo José Miguel, ahora la acompañaremos a su casa en coche ¿Vive sola?

               Sí, vivo sola al otro lado del paseo.

               Bueno, le pondremos una pareja de agentes que vigilen su domicilio.

               Por favor, no lo comente con nadie, mañana tendrá que venir por la comisaría a firmar la declaración. ¿Trabaja?

               Sí, tengo una tienda de ropa de niños.

               Bueno, pues venga cuando cierre al medio día, ¿Le va bien?

               Si, perfecto, allí estaré.

               Dio las órdenes oportunas para que dos agentes la acompañasen y montaran la guardia hasta que más tarde los fuesen a sustituir.

               Luego, después de patearse de nuevo, sin ningún resultado positivo salvo las huellas de zapatos y moto, volvieron a la comisaría, Ricardo y el comisario se fueron en otro coche.

               La próxima vez, antes de actuar, esperas a que lleguemos nosotros, ¿Entendido?

               Perfectamente, ha sido una imprudencia por mi parte, pero ya sabes que soy así.

               Ya he dado orden de buscar la moto, lo extraño es lo de las luces, salen de fábrica para que se enciendan según se ponen en marcha.

               Salvo que alguien corte dos cables, respondió Ricardo. Esas motos son muy características y ningún asesino va a utilizar la suya para cometer un crimen, y recuerda que en los anteriores no había moto, esto ha sido un simulacro, el autor sabía que iba a dejar una testigo.

               Explícate, “Poirot” Dijo el policía.

               Elemental, querido “Watson” Las veces anteriores no necesitaba moto porque no iba a dejar testigos, la moto es robada las tres veces anteriores atacó por detrás, esta le salió a la víctima tres metros por delante, cuando ésta huye, no le persigue. Está diciendo:

               ¡Eh! ¡Soy el asesino de mujeres! ¡Seguiré matando cuando quiera! ¡Huye y cuéntalo!

               Seguro que el afilador ha estado hoy en el pueblo.

               ¿A qué te has dedicado en esta vida, Ricardo?

               A muchas cosas, pero sobre todo a sentarme y observar a las gentes, he hecho de todo en esta vida, pero no hay nada como observar al género humano.

 

jueves, 8 de mayo de 2025

EL AFILADOR (Capítulo XIV)

 

EL AFILADOR



Pedro Fuentes



CAPITULO XIV

               El apartamento estaba en un bloque bastante alto y a unos seiscientos metros del paseo por el que pasaba la carretera de la playa, por donde apareció la moto de Anselmo.

               Era un pequeño apartamento de una habitación y una cocina americana con un saloncito y una terraza bastante grande para lo que era la vivienda.

               El ex marido estaba esperando, guardaba unas llaves que su ex le había dejado por si ocurría algo.

               Una vez en el apartamento, no encontraron nada de particular, éste estaba bastante desordenado, en el fregadero reposaban un par de platos y cubiertos sin lavar, en la cocina, se encontraba una cazuela con un guiso ya echado a perder. Todo lo demás estaba más o menos en orden. Los policías que los acompañaron, expertos en pruebas, examinaron todo y recogieron alguna cosa que pudiese indicarles ADN o pruebas de terceros.

               Algo llamó la atención de Ricardo encima del mueble del comedor, se acercó, cogió una foto en la mano y llamó a los dos amigos.

               ¡Mirad! ¿Veis la foto bien?

               Si, dijo José Miguel, es ella con un perro.

               ¿Sabe si este era su perro?

               No, No ha tenido nunca perro, cuando vivía conmigo imposible, les tengo alergia.

               Este perro es Pibe, dijo Ricardo.

               ¿Estás seguro?

               Veo a Pibe cada día, es inconfundible, los que entendemos de perros sabemos que no hay dos iguales.

               ¿Sabe si vivía sola o tenía alguna relación? Preguntó el policía.

               No, no lo sé, alguien me había comentado que a veces la habían visto acompañada pero no por una persona habitual.

               Ya sabe cómo es la gente, cuando hay una separación te vienen con comentarios para ver si reaccionas de alguna forma rara.

               Si hubiese tenido una pareja estable, ella misma me lo habría comentado.

               Bueno, dijo el comisario, no parece que podamos encontrar nada, hablaré con el juez para informarle y seguramente le llamaré la semana que viene o la otra para que puedan vaciar el apartamento.

               ¿Sabe si hay testamento o algún seguro de vida?

               No, no hay nada de eso, de hecho yo era la única persona que tenía en el mundo.

               Hemos recogido varias cosas para pruebas de ADN, cabellos, colillas que había en los ceniceros, y nos llevamos también esta foto, esperamos devolverla lo antes posible.

               Se despidieron y los policías se metieron en un coche y los amigos en otro.

               ¿Dijo el forense a qué hora ocurrió el asesinato? Preguntó Ricardo.

               Si, entre las 21 y las 22.

               ¿Había cenado ya?

               No, no había cenado, no tenía más restos de digestión que una bebida isotónica que iba tomando mientras corría y que se encontró medio vacía cerca del cuerpo.

                ¿Y no hubo señales de lucha?

               Si, pero muy poca, el asesino debía estar agazapado por entre los matorrales y la sorprendió y rebanó el cuello sin ningún forcejeo, no le dio tiempo ni a gritar.

               O sea, fue una persona fuerte y alta, le debió salir por detrás, la levantó por la cintura y le cortó el cuello de izquierda a derecha. ¿Había huellas de él?

               Si, unas zapatillas de deporte corrientes de la talla 43.

               ¿Iguales en los tres casos?

               No lo sabemos seguro, los dos primeros asesinatos ocurrieron con el suelo muy seco.

               ¿A dónde quieres ir a parar? Dijo José Miguel.

               Bueno, en principio el asesino no era mujer, primero porque las mujeres no utilizan el cuchillo para matar.

               El asesino es alto, fuerte y sabe manejar el cuchillo, ya que lo empuñó de dentro a fuera, si hubiese sido al revés no la podría degollar como lo hizo, sería seguramente un cuchillo de unos treinta centímetros de hoja y muy afilado, cosa que ya habrán dicho el forense y los especialistas y al ser por detrás, seguramente no se manchó de sangre ni los zapatos. Pero si el brazo izquierdo, con el que tenía rodeado el cuerpo de la mujer.

               No me extrañaría que hubiese pertenecido a algún comando especial.

               ¿Y? Dijo el Pedro.

               Que podremos empezar a eliminar sospechosos, Ya que no hay pruebas, quizás sea más fácil eliminar sospechosos que buscar asesinos, por lo menos mientras no haya pruebas.

               No creo que tenga en su poder una prenda tipo anorak que por mucho que la lave siempre quedarán huellas de sangre y seguro que tampoco tendrá las zapatillas que se manchó de barro. Pero quizás sería bueno buscar por contenedores ropas de ese tipo o cenizas.

               Volveremos a los alrededores del tercer crimen pero ya hicimos una buena batida y no apareció nada.

               ¡José Miguel! ¿Podrías pedir informes de todos los sospechosos?

               Esta hecho, ninguno de los sospechosos tiene antecedentes, faltan de Domingo, alias Dominic, los hemos pedido a la Interpol.

               Más de las seis de la tarde cuando los amigos decidieron queda para el día siguiente.

               ¡Pedro! Me voy a pasear a Trouvé y a darle vueltas al asunto, ¿Te vienes? Dijo Ricardo.

               No, tengo los artículos atrasados y además quiero pasar a limpio todos los apuntes.

               Nos veremos mañana.