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jueves, 10 de abril de 2025

EL AFILADOR (Capítulo X)

 

EL AFILADOR



Pedro Fuentes



CAPITULO X



               Salieron los tres de la comisaría y marcharon con el coche de Ricardo, que luego tenía que hacer un recado y además el policía quería llegar sin ser vistos, entraron en el aparcamiento de delante del Hamilton pero no llegaron hasta la puerta, lo dejaron a un lateral sin que se viese por el gran ventanal.

               Entraron en el local y buscaron con la mirada por toda la barra, era la hora del medio día, todavía no habían llegado los que iban a comer y ya se habían ido los del desayuno, por lo que el local estaba semi vacío. Detrás de la barra estaban dos chicas que no podían esconder que venían del este de Europa.

               Se sentaron en tres taburetes y José Miguel le dijo a la camarera que se acercó:

               ¿No está Anselmo?

               No, hoy no ha venido.

               ¿Es su día libre?

               No, no ha venido, ¿No quieren que les atienda yo?

               El comisario sacó la placa y le dijo:

               ¡Policía! Queremos hablar con Anselmo Fernández, el camarero de aquí.

               No, no está, no ha venido hoy, no sé qué ha pasado, pero llamaré al jefe que está de mal humor porque no ha avisado.

               Salió deprisa la muchacha y subió por una escalera lateral. Al momento bajó y dijo:

               Ahora mismo viene el jefe.

               Bajó el hombre que la vez anterior se había cruzado con ellos en la puerta y se presentó.

               Buenos, días, si buscan a Anselmo, no ha aparecido, tenía que abrir él pero no ha venido ni avisado, lo he llamado por el móvil y está apagado, hemos ido a su casa y no está, la vecina nos ha dicho que anoche no lo vio ni ha oído ruido, y eso que en cuanto llega a su casa se dedica a oír discos de Sarita Montiel, a la que imita haciendo de travesti.

               ¿No dijo nada ayer antes de irse ni dejó nota? ¿Suele hacer eso?

               No, será todo lo que sea, pero es serio y cumplidor en el trabajo, anoche salió con la moto a la misma hora de siempre, cerramos entre los dos, él salió hacia el norte, por la carretera del interior y yo me fui a mi casa.

               Ricardo dijo:

               Desde aquí hasta la carretera del la costa hay una buena tirada, ¿Cómo sabe que fue por allí?

               Porque yo para ir a mi casa tengo que tirar hasta cerca y él iba delante de mí.

               Tendrá que venir por la comisaría a firmar la declaración de todo esto.

               Una pregunta, dijo Pedro:

               ¿De donde es usted?

               Español, soy de Barcelona.

               Pero el acento que tiene no es de catalán y Dominic tampoco es catalán.

               Me llamo Domingo, como usted ya sabe. He estado por todo el mundo, he sido marino mercante, pero ya hace unos años que me establecí aquí.

               Hace diecisiete días, cuando apareció la mujer muerta en el pueblo de al lado, la tarde anterior estuvo aquí el afilador, le había afilado los cuchillos y además había quedado aquí con ella, luego, como cosa de hora y media después dice que vinieron los dos, tomaron unas cervezas y ella recogió la moto y se fueron cada uno para un lado, ¿Los vio entonces? Piénselo bien, la moto estaba aquí delante de la puerta principal y es de vital importancia saberlo.

               No recuerdo, yo diría que no, además, salvo que haya problemas estoy arriba en mi despacho.

               ¿Podemos ver el despacho?

               Bueno, está algo desordenado, pero si quieren subir pueden hacerlo, acompáñenme.

               Subieron los tres, efectivamente estaba bastante desordenado, había una mesa pegada a la ventana por el lado izquierdo, Ricardo se acercó, se sentó en el sillón giratorio y dijo:

               Si estaba sentado aquí, solamente con levantar la vista se ve todo el aparcamiento, si llegaron sobre las ocho y medía a nueve, con las luces encendidas porque era de noche los tuvo que ver.

               A lo mejor bajé a la barra para algo, contestó.

               Desde la barra los vería mejor al entrar, piénseselo bien porque esta tarde, cuando pase por la comisaría tendrá que confirmarlo por escrito.

               Salieron a la calle y antes de entrar en el coche vieron como el jefe no perdía detalle desde la ventana.

               ¡Jo! Yo me retiro y os dejo el puesto a vosotros. Dijo José Miguel, Lleváis el caso como si lo hubieseis hecho toda la vida, espero que no os dé por dedicaros al crimen porque lo íbamos a tener mal para cogeros.

               Dejaron a José Miguel en la comisaría y marcharon, después de quedar por la tarde.           

              Pedro cogió su coche y se fue a su casa,

               Ricardo había quedado a comer con los gerentes de una agencia de viajes que querían organizar para el verano una serie de charter a Ibiza y a las Columbretes.

jueves, 3 de abril de 2025

EL AFILADOR (Capítulo IX)

 

EL AFILADOR



Pedro Fuentes

CAPITULO IX



               Ya en la comisaría se encontraron con José Miguel, el cual les tenía preparadas un montón de fotografías y los dosier de las tres víctimas.

               Id mirando esto mientras viene el afilador.

               ¿Se hicieron pruebas de ADN de las mujeres primera y segunda?

               No, no se hicieron, quisieron hacer todas las averiguaciones a nivel local y están faltos de medios y no tienen la experiencia que tenemos nosotros que hacemos eso cada día.

¿              Podríamos descubrir restos de sangre en los casos anteriores con la lámpara de ultravioleta?

               Pero no en todos los casos, pese a lo que dicen los del CSI hay productos que las camuflan. Pero lo intentaremos en la medida de nuestras posibilidades.

               Al final, con diecisiete policías distintas los criminales nos van a pasar la mano por la cara, terminan estando mejor preparados que nosotros, el clásico “divide y vencerás”

               En este caso, los sospechosos no lo saben, así que si les pedimos el ADN para “comparar” a lo mejor le metemos el miedo en el cuerpo a alguno.

               Una pregunta, Ricardo, dijo José Miguel

               ¿Por qué parece que estés más centrado en el caso segundo que en el primero y tercero?

               Creo que ahí está la clave, parece un asesinato totalmente diferente a los otros.

               Sí, creo que tiene toda la razón del mundo, creo que han intentado copiar los otros dos, cuando identifiquemos la X estará todo resuelto. Dijo Pedro.

               ¿Y si mientras tanto hay un cuarto difunto o ya lo han cometido y no lo hemos encontrado?

               No, José Miguel, dijo Ricardo y continuó, no, estos asesinatos están cometidos en un escaparate, al asesino le interesa que se descubran los cadáveres.

               ¿Estas fotos son solamente del último asesinato? Me refiero a las de la gente que hay curioseando. Dijo Pedro

               Si, de los otros dos hay de las escenas del crimen y del cadáver en cada momento.

               Hay personas de las tres poblaciones en ellas, yo llevo bastante tiempo por esta zona y me resultan conocidas y supongo que a Ricardo también.

               Si, he tenido esa sensación al mirarlas. Contestó Ricardo.

               Creo que algunas sí, pero será más difícil ponerles nombres.

               Quizás eso sea más fácil cuando las señaléis, se las pasaremos a la guardia urbana de cada pueblo, ellos están en la calle todos los días y conocen a más gente.

               Entró un agente en la población y dijo:

               Señor comisario, está aquí el dueño del perro grande y el afilador.

               Haga pasar primero al del perro y al otro lo dejaremos esperar un poco, hasta que empiece a ponerse nervioso.

               A sus órdenes, señor comisario.

               Vosotros dos debíais pasar a la habitación de al lado, por esta otra puerta, podréis oír lo que diga. Dijo el comisario a sus amigos.

               Entró Rodolfo y José Miguel lo hizo sentarse. Usted dirá

               Mire, señor comisario, hoy he estado paseando el perro en compañía de Ricardo y hemos hablado un poco sobre el tema y él tiene razón, cometí una tontería el otro día cuando me acerqué al cadáver y encima borré las huellas, me asusté mucho, porque sí conocía a la víctima, verá, era una mujer un poco bastante liberal, precisamente aquella tarde, cuando después de comer fui a pasear a Pibe, cerca del río, me encontré con ella, ya la conocía porque salía con un compatriota mío, pero el caso es que venía de correr, se paró conmigo y se estuvo insinuando, no sé lo que hubiese pasado si no estuviese el perro conmigo, me cogió del brazo y se pegó a mi y supongo que alguien nos habría visto, además, también estuvo a mi lado por la mañana cuando fui a afilar varios cuchillos de cocina y unas tijeras.

               Querríamos ver esos cuchillos con una linterna especial que indican si hay manchas de sangre, no podemos hacerlo sin orden judicial o permiso de usted, si pedimos permiso al juez, como hay evidencias, nos lo dará, pero si es tan inocente como dice, cosa que no dudamos, suponemos que no tendrá inconveniente en que dos agentes nuestros se acerquen con usted a su casa y hagan la prueba, no tardarán ni cinco minutos.

               Lo mismo pasa para poderle tomar una muestra para la prueba de ADN, en principio es totalmente voluntaria salvo que el juez lo considere oportuno, simplemente es cogerle un poco de saliva con un palillo con algodón.

               Si, señor comisario, pueden tomar la muestra y revisar los cuchillos, pero ¿Y si hemos cortado carne con alguno de ellos?

               No hay problema, las señales no son las mismas. Dicho esto, el policía descolgó el teléfono y apareció un agente en la puerta.

               Agente, avise a Gómez y García para acompañar a este seños a su casa con la lámpara de ultravioleta y que a la vez le tomen una muestra de saliva para el ADN.

               Señor Rodolfo, aunque tarde, ha sido usted inteligente al venir a confesar su error.

               Cuando se fue Rodolfo el policía llamó a sus amigos, salieron al balcón y se fumaron unos cigarrillos mientras comentaban la jugada.

               Creo que podemos descartar al amigo de Ricardo, si salimos bien de esta os voy a proponer como colaboradores de la policía.

               ¿Eso quiere decir confidentes? Dijo Pedro riendo.

               Cuando terminaron los cigarrillos dijo José Miguel:

               Bueno, vamos a ver si ya hemos puesto nervioso al afilador.

               Entraron en el despacho y esta vez se quedaron los tres. Llamaron por teléfono e hicieron pasar al afilador que se sentó en una silla frente a los tres amigos.

               Bueno, díganos ahora toda la verdad si no quiere meterse en problemas, si no lo está ya.

               ¿Eran clientes suyas las tres muertas?

               Si señor

               ¿Las había visto y hablado con ellas?

               Si, sobre todo con la segunda.

               ¿Cómo se llamaba?

               Se hacía llamar Michelle, pero no era francesa, ella decía que sí pero era rumana o checa.

               ¿Tuvo relaciones con ella? Díganos la verdad, tenemos medios para averiguarlo.

               Bueno, quedé con ella en un bar, ya se lo dije, pero no llegó.

               ¿Quiere decir que no tuvo relaciones con ella?

               No, yo me fui después de esperarle media hora,

               Si, y también nos dijo que bebió un café y una cola y salió del bar cargado de coñac y cubata.

               Le vamos a hacer una prueba de ADN, bien voluntariamente o lo que es peor por petición del juez, con lo cual tendrá que ser encausado, lo cual quiere decir que le podemos meter entre rejas, usted dirá si colabora o no.

               La tal Michel mantuvo relaciones sexuales tres horas antes de su muerte, a esas horas tenía que estar con usted, ¿Fue con usted? Y no me mienta que todo se sabrá.

              No, señor comisario, no la vi. Se lo juro, no la vi.

               Usted, cuando salió del Hamilton para irse a su casa, vio que llegaba la mujer, dejó su moto allí y se marchó con usted en la furgoneta, se fueron a las afueras, cerca de donde la encontraron y allí estuvieron relajándose.

               No es verdad, eso se lo ha tenido que decir el marica del camarero. Siempre que voy al Hamilton me tira los tejos.

              ¿Accede a hacerse las pruebas de ADN? ¿Quiere un abogado? ¿Conoce a alguno? Está metido en un gran problema y lo tiene difícil.

               Si, tiene razón, la vi, pero yo no la maté, estuvimos en la furgoneta, nos pasamos allí como una hora, luego la llevé al Hamilton, pero la moto no era suya, era de una amiga.

               Si, me pueden hacer las pruebas del ADN. Yo la dejé el bar a eso de las nueve menos algo, entramos y tomamos una cerveza, el camarero no estaba, nos atendió una chica, ellas se lo pueden confirmar.

               José Miguel avisó a un agente y le tomaron muestras de saliva para el ADN, a continuación le dijo: Todo será comprobado, la prueba tardará unos días, ni se le ocurra desaparecer porque lo encontraremos donde sea.

               Por cierto, con las otras dos mujeres ¿También tuvo lío?

               No señor comisario, le juro que no.

               No jure más que ya le hemos pillado en renuncio demasiadas veces y además con las pruebas que tenemos y su ADN como resulte culpable la cadena perpetua no se la quita nadie. Puede marcharse.

               Los tres amigos se miraron y dijo José Miguel: Vamos a tomar una cerveza al Hamilton.

jueves, 27 de marzo de 2025

EL AFILADOR (Capítulo VIII)

 

EL AFILADOR


Pedro Fuentes


CAPITULO VIII



               Cuando llegaron nuevamente a la comisaría se encontraron con uno de los agentes que el comisario había enviado a interrogar al ex marido de la tercera víctima. Este había contado que en las fechas señaladas había ido al pueblo de su actual mujer por enfermedad grave de su madre, habían estado a quinientos cincuenta kilómetros durante tres días, luego él había vuelto, él había regresado la tarde que encontraron el cadáver. Su mujer se quedó cuidando a la enferma. Nada sospechoso, estaba muy compungido ya que mantenía una relación cordial con su ex.

               Ricardo le dijo a José Miguel:

               Mañana saldré a pasear a Trouvé como cada día, me haré el encontradizo con Rodolfo para ver si le saco algo de la víctima. Después, si no te importa, me gustaría volver a leer los informes y ver todas las fotos con Pedro.

               Yo estaré aquí toda la mañana, a las diez estaré en la oficina, tiene que venir el afilador para volver a interrogarlo y quisiera que estuvieseis presentes.

               Salieron de allí Ricardo y Pedro con Trouvé y decidieron pasear un rato con el perro, que había estado todo el día entre despachos y restaurante, suerte que el dueño de éste le puso una bandeja con un poco de arroz sobrante con un poco de carne que salió de unas sobras a las que el animal no les hizo ascos.

               ¿Te fijaste, Pedro que el camarero del Hamilton sabía mucho de todo el mundo? Estoy seguro de que conocía a la segunda víctima. Creo que el Hamilton esconde algo, parece que es un sitio que se frecuenta por más gente de la que aparenta.

               Y Rodolfo, qué extraña su actitud, esconde algo y no sé qué es, creo que sí, que efectivamente conocía a la tercera mujer.

               ¿Será conocido el que mantuvo relaciones sexuales con la mujer X? Es raro que no se haya podido identificar, quizás no sea francesa, el afilador nos podrá decir que tipo de acento tenía. ¿Habrán podido coger muestras para el ADN del amante?

               Ambos amigos se intercambiaban las preguntas y Pedro tomaba notas.

               Trouvé vagabundeaba todo lo que la correa extensible le permitía, yendo de farolas a árboles, de vez en cuando marcaba alguno y seguía su marcha, si se cruzaba con algún macho se ponía en guardia, en cambio si era hembra, fuese del tamaño que fuese, se estiraba y andaba con más garbo, estiraba la poca cola que tenía y saludaba moviéndola de un lado para otro, viéndolo ni Ricardo se acordaba de lo mal que lo pasó por su culpa y todo el mal que hizo.

               El animalito tampoco era consciente de lo que sucedió en su vida anterior hasta que Ricardo y el padre Lázaro lo salvaron.

               Llegaron los amigos a la puerta del apartamento de Ricardo, donde estaba la moto de Pedro, quedaron para el día siguiente y Pedro cogió la moto para ir a su casa, tenía dos opciones, una un camino secundario muy poco transitado en esas fechas o la carretera nacional con muchísimo tránsito, aquella tarde noche cogió la carretera para hacer los siete kilómetros que le faltaban para su casa, le dio un poco de miedo el camino, tan oscuro y solitario, no era miedoso, pero no le seducía la idea del camino con lo que estaba pasando.

               Al fin llegó a su casa, estaba solo, su mujer había tenido que marchar unos días por asuntos familiares.

               Se duchó, luego se preparó un bocadillo y una cerveza y mientras comía se puso a repasar sus notas, luego escribió un rato con el PC y a eso de las diez, llamó a su mujer, le deseó buenas noches y se metió en la cama a leer una novela.

               Ricardo cuando llegó a su casa hizo más o menos lo mismo, le puso pienso al perro, se duchó y luego, como no tenía pereza si era en cuestión de comida, se preparó unos huevos fritos con chorizo y patatas y abrió una botella de Rioja, encendió la tele y vio los telediarios.

               A la mañana siguiente, a la misma hora de siempre salió a pasear a Trouvé camino del puerto, no llevaba ni diez minutos cuando se encontró con Rodolfo y Pibe, se saludaron como cada día y siguieron paseando juntos mientras hablaban de cualquier cosa menos futbol, Ricardo es enemigo acérrimo del futbol y no le gusta perder ni un segundo en la vida hablando de éste.

               En un momento que se produjo el silencio, Ricardo le dijo a Rodolfo ¿Sabes que ya han identificado a la víctima?

               Si, ya me he enterado, resulta que es amiga íntima de un compañero de trabajo mío.

              Si la conocías, yo creo que debes comentárselo al comisario, si hay algo que no le gusta es que le escondan algo, yo lo conozco porque nos vimos complicados en un problema donde había unos terroristas y es una persona muy seria y buen policía pese a su juventud, mi amigo Pedro, él y yo, desde entonces mantenemos la amistad y como además le ayudamos en alguna investigación, nos aprecia y nos escucha las sugerencias que le hacemos.

               Siguieron el paseo y al final de éste, Rodolfo dejó a su perro en casa y se fue a comunicarle a José Miguel lo que me había dicho.

               Después de desayunar dejé a Trouvé en casa y me fui a esperar a Pedro, yo tenía que hacer unos recados y me interesaba coger el coche para ir después de la comisaría.

               Llegó Pedro y le dije:

               Aparca el coche que vamos con el mío.

               Así lo hizo y cuando subió al mío me dijo:

               He pasado la noche dándole vueltas a alguna cosa y creo que tendríamos que hablar con el camarero y saber qué hizo aquella noche y con el afilador. Hay un par de cosas que no veo claras y además creo que es de vital importancia quien tuvo relaciones con la mujer X y de qué nacionalidad era.

jueves, 20 de marzo de 2025

EL AFILADOR (Capítulo VII)

 

EL AFILADOR



Pedro Fuentes

CAPITULO VII

 

              Ricardo que había estado pensativo mientras hablaban Pedro y el policía dijo:

¿             Podemos ir a interrogar al camarero del Hamilton?

               Si, dijo José Luis podemos ir, de hecho es de vital importancia comprobar la coartada del afilador, luego habría que presionar un poco a Rodolfo, sería además muy importante identificar a la segunda mujer, hemos pedido informes a la Interpol, pero todavía no nos han dicho nada, en cuanto a las dos mujeres, la primera y la tercera, eran una viuda joven que se dedicaba a correr por la zona donde fue encontrada y la otra separada, ambas con pocas amistades y con una vida bastante rutinaria y aburrida.

               Antes de salir de la oficina, José Miguel se reunió con su equipo. Todo seguía igual, los datos de la tercera víctima eran similares a las dos anteriores, la misma puñalada mortal, degüello de oreja a oreja de izquierda a derecha, luego siete cuchilladas poco profundas.

               No tenía familia en la población, su ex marido vivía en un pueblo cercano, se contactó con él y dijo que se encargaría de todo, entierro, aviso a los familiares, no tenían hijos y hacía ya más de diez años que estaban separados, él se había vuelto a casar.

               Desde el primer momento colaboró con la policía y parecía que tenía una coartada bastante aceptable. Dos agentes habían ido esa misma tarde a interrogarle y todavía no habían llegado. El comisario repartió instrucciones y marchó en su coche hacia el bar del pueblo cercano acompañado de los dos amigos y Trouvé que estaba encantado de estar con gente a la que conocía.

               Salieron a la carretera y circularon por ésta durante ocho kilómetros con un tráfico muy espeso de camiones, a la salida de la población siguiente, al costado de la carretera vieron las luces de neón rojas que indicaban el Hamilton, era uno de esos sitios de carretera copia de los bares snack de carretera americana de camioneros a los que la gente va cuando no quieren ser vistos con según qué compañías. Eran las siete menos veinte y la tarde ya empezaba a oscurecer, faltaban unos días para el cambio de horario de verano y el día empezaba a alargarse.

               Entraron, en la barra había un camarero de unos treinta y pico, casi cuarenta años, había tres clientes en la barra, en un par de mesas se encontraban una pareja y dos mujeres solas que parecían estar buscando compañía, en otra, más al rincón cuatro hombres jugaban a las cartas.

               Buenas tardes, dijo José Miguel mientras sacaba disimuladamente una placa que le indicaba que era policía.

               Buscamos a Anselmo Fernández, preguntó al camarero.

               Si, yo soy, ¿Qué desean?

               Hace quince días, estuvo en este local un hombre. A la vez que decía esto el policía le enseñaba una foto, ¿Se acuerda de él?

               Si, es el afilador, viene por aquí a menudo, cuando está en pueblo para afilar, ya se lo he contado varias veces a la policía.

                Si, pero quiero que me lo repita de nuevo.

               Al medio día vino a comer y a afilar los cuchillos de la cocina, cada vez hace lo mismo. Pero ese día volvió por la tarde.

               Entró a las siete menos cinco, antes de sentarse en la barra estuvo mirando por el bar como si buscase a alguien, luego se sentó y me preguntó la hora. Faltan tres minutos para las siete. Estuvo aquí hasta las siete y media, estaba esperando a alguien, me preguntó un par de veces la hora, por eso la sé tan exacta, a las siete y media se marchó, casi chocó con el jefe que llegaba en ese momento.

               Ricardo preguntó:

               ¿Qué bebió?

               Primero pidió un carajillo de coñac, a eso de las siete y veinte pidió un cuba libre, se lo puse y unos cacahuetes como es costumbre, se lo tomó poco a poco, hasta la mitad y a las siete y media, antes de irse lo apuró de dos tragos, pagó y se fue.

               ¿Está seguro de que bebió eso? Inquirió Ricardo, él dice que fue un café y una cola.

               Iba en una furgoneta azul oscura, sería para que la policía no le dijese nada, si le hubiesen hecho soplar lo habrían pillado.

               ¿Cómo sabe tanto de él?

               Si, ya le he dicho que viene como cada dos meses, nos afila los cuchillos, aquél día vino a primera hora de la tarde, después de comer, nos afiló los cuchillos como siempre, el jefe lo invitó a un carajillo, por eso sé que casi chocó con él por la tarde.

               El jefe lo comentó, me dijo:

               Va cargadillo, ni me ha conocido, iba de mala leche, ¿Cómo es que ha vuelto hoy?

               No sé, me parece que alguna chica le ha dado plantón.

               ¿Por qué sabe que le habían dado plantón? Dijo Pedro

               Los camareros somos un poco psicólogos, olía a colonia a dos metros, iba recién peinado y además me lo comentó. Dijo: La tía puta esa la próxima vez le va a afilar el cuchillo gratis su padre.

               ¿Vio en qué dirección se fue? Dijo José Miguel.

               No, en ese momento me llamaron las dos chicas que había en la mesa para pedirme otra consumición y no lo vi.

               Bueno, por ahora tenemos suficiente, si se acuerda de algo más, dijo el comisario dándole una tarjeta, llámeme.

               Ya estaban levantados para salir cuando entró un hombre de unos sesenta años al que el camarero lo saludó con un ¡Hola, jefe!

               Salieron del bar y se metieron en el coche.

 

jueves, 13 de marzo de 2025

ELL AFILADOR (Capítulo VI)

 

EL AFILADOR



Pedro Fuentes



CAPITULO VI



               Cuando terminaron de la reconstrucción de los hechos, José Miguel recogió a Ricardo y a Pedro con su coche y a los demás les dijo a los agentes que los habían llevado por la mañana que los devolviesen a sus lugares de origen.

               Antes de entrar en el coche dio instrucciones para la tarde y les comunicó a sus compañeros que se verían en la comisaría a las cinco de la tarde.

               Una vez en el coche dijo:

               Bueno, ¿Dónde me lleváis a comer?

               A un restaurante en el puerto donde está mi barco, tomaremos una buena paella y luego iremos al “Solitario” a tomar unos whiskys. Dijo Ricardo.

               Bueno, bueno, no tantos que luego hay que trabajar.

¿              Tienes los datos de las asesinadas? Edad, estado civil, donde y como las mataron, si se conoce alguna relación entre ellas, con quién se mezclaban, etc. Preguntó Pedro ensimismado y con una mirada ausente.

               ¡Huy! Te conozco y ya tienes algo entre ceja y ceja.

               Si, Ricardo, hay algo que me da vueltas y quisiera confirmarlo lo antes posible, luego querría que fuésemos al bar donde estuvo el “Afilador”, Rodolfo me pareció un buen hombre pero me dio la impresión de que sí conocía a la víctima. Y el “Afilador” un cretino que se debe meter en un montón de líos por su afición a las faldas.

               ¡Jo! ¡Menudos sabuesos! Dijo José Miguel.

               Llegaron al restaurante, al lado del puerto del barco de Ricardo, éste, cliente habitual, había llamado desde el coche por el móvil y ya tenían una mesa para los tres. Trouvé, perro bien educado y que sabe estar, se metió debajo de la mesa, un camarero le puso un cuenco de agua y allí se quedó el animalito.

               El propietario y maître del restaurante dijo al verlo: Si por mí fuera prohibiría la entrada a niños mal educados y aceptaría a los perros.

               ¿Queréis una cervecita mientras hacemos la comanda?

               Los tres asintieron y Rafael, el dueño llamó a un camarero y al momento éste apareció con tres cervezas y unas aceitunas.

               Bueno, si os parece bien, os puedo traer de primero mientras se hace la paella unos mejillones al vapor y un plato de alcachofas al estilo de la casa, que ahora están en su mejor momento y para beber un buen vino blanco fresquito.

               Los tres estaban de acuerdo.

               ¿Ninguna de las víctimas sufrió agresión sexual? Preguntó Pedro a José Miguel.

               No, ninguna, bueno, de la última falta la autopsia, pero parece que tampoco. ¿A las otras también las desnudaron?

               Efectivamente, míster Holmes. Pero ahora dejemos el tema que la mesa no es para hablar ni de estos temas ni de trabajo. Dijo José Miguel.

               ¡Ricardo! ¿Cómo tienes lo del barco? ¿Sigues haciendo charter?

               Si, si sale algo lo hago, pero ahora no es el tiempo, mientras tanto me estoy preparando porque desde hace tiempo estoy con la idea de irme a dar la vuelta al mundo en solitario, bueno, con Trouvé.

               Al oír su nombre, el animal salió de debajo de la mesa y miró a su amo. Luego, al ver que hablaban de él pero no lo llamaban, tomó un sorbo de agua y volvió a su sitio a los pies de su amo.

               Pero eso es peligroso para uno solo, ¿verdad? Dijo el policía

               Demasiado peligros y muy duro, yo le aconsejo que no lo haga. Dijo Pedro.

               Después de comer se dirigieron al barco, eran las cuatro menos cuarto, siguieron charlando mientras se tomaron un café y un whisky en el barco que estaba impecable de pintura y barnices. A las cinco menos veinte salieron rumbo a la comisaría.

               Cuando llegaron lo primero que vieron encima de la mesa fue el informe de la autopsia tres carpetas de informes de las víctimas y un sobre voluminoso lleno de fotografías.

               Ricardo que hasta el momento había estado callado, como era por costumbre dijo:

               ¿Por qué una de las carpetas en lugar de nombre hay una X?

               La segunda todavía no ha sido identificada y de eso hace ya quince días. Le contestó el policía.

               ¿Hay algo característico que asocie a las tres? ¿Circunstancias personales?

               No, Ricardo, no hay nada que las asocie, solamente que son mujeres, todas de mediana edad, pero la primera y la última llevaban zapatillas de deportes y ambas estaban haciendo footing, la segunda vestía de calle y la ropa no era de por aquí, parece que era francesa por las etiquetas, no era ropa “made in china”

               Los tres pueblos en los que se cometieron los asesinatos están en un triangulo de unos ocho kilómetros de lado y en zona en invierno muy deshabitadas y al final de la zona a la que las personas van a correr o a pasear a los perros.

               En ninguna había huellas sino de calzado deportivo, diferente en cada caso y marcas corrientes.

               En el segundo caso cerca no había huellas, fue cometido en un tiempo muy seco.

               Nunca se encontró el arma homicida, pero sí el tipo de muerte, degüello y luego siete puñaladas, con el mismo cuchillo pero no profundas y luego rasgada la ropa, ninguna sufrió abusos.

               La segunda había tenido sexo, consentido, unas tres horas antes, pero no se le hicieron pruebas de ADN.

               Ricardo seguía con su interrogatorio, mientras Pedro tomaba notas.

                 José Miguel le dijo a Pedro:

¿              No preguntas nada, Pedro?

               No, creo que Ricardo va por un camino por el que sabe andar, yo estoy un poco desconcertado, además, ¿Olvidas que Ricardo es el verdadero sabueso? Yo solamente soy el biógrafo y el que le guarda la relación de los hechos para cuando los necesita.

               El es el hombre de acción y yo el intelectual.

               Desde luego estáis muy compenetrados, ¿Desde cuándo os conocéis?

               Bueno, desde aproximadamente los diez años, yo llegué a Madrid más o menos igual que él, teníamos entonces un amigo en común, luego, en la adolescencia este amigo en común digamos que nos acercó. Nos metimos en todos los líos y juergas de la juventud, al final nuestras vidas corrieron por caminos totalmente diferentes y nos volvimos a encontrar, por casualidad hace un poco más de un año, por dos veces, en un cruce de caminos, nos encontramos y no nos reconocimos, y al cabo de dos meses, cuando la aventura de los árabes nos volvimos a encontrar y esta vez ya sabes todo de nosotros, cuando salgamos de ésta, hemos decidido ir a Madrid a ver a Vicente, el amigo común, al que ya tenemos localizado.

               Ahora, como vivimos cerca y compartimos la afición por la navegación, nos vamos a menudo a pescar o navegar, por cierto, cuando esto termine, antes de irte a Madrid, tienes que venir con nosotros a pescar algún atún.

 

jueves, 6 de marzo de 2025

EL AFILADOR (Capítulo V)

 

EL AFILADOR

Pedro Fuentes

CAPITULO V

 

               A las siete cuarenta llegó Pedro. Cinco minutos más tarde apareció un Land Rover conducido por el policía que me había dado la declaración para firmar, al verme puso cara de “por poco me meto en un lío”.

               Guardaron silencio hasta llegar al lugar de los hechos, Pedro y José Miguel se saludaron efusivamente. Hubo presentaciones e instrucciones de lo que iba a hacer. La zona estaba acordonada y vigilada desde que se descubrió el cadáver para evitar que se pudiesen contaminar las posibles pruebas.

               José Miguel dirigía la operación, de vez en cuando hacía parar y preguntaba alguna cosa. Además había ordenado que un policía de su equipo hiciese fotografías e incluso disimuladamente a las personas que curioseaban al otro lado de la cinta de “no pasar policía”

               Pedro, al lado de Ricardo tomaba notas de vez en cuando.

               Cuando se repetía por segunda vez hizo parar y le dijo a Ricardo:

               Por favor, quiere repetir qué hizo usted.

               Ricardo volvió a explicar al pie de la letra lo que había hecho en los siete minutos que tardó en llegar la policía.

¿              Qué hizo con el perro ese rato?

               El animalito sabía que pasaba algo raro y estaba no sé si por el frío o porque veía que yo estaba nervioso, temblando, lo cogí en brazos y ya no lo solté hasta que nos fuimos.

               ¿Y usted? Dijo señalando al Rodolfo. ¿También cogió a su perro en brazos?

               Hubo un conato de risotadas y Rodolfo dijo:

               No señor, como ya lo tenía cogido de la cadena jalé de él y nos alejamos, yo estaba muy aturdido y no sabía lo que hacía.

               Perdone, señor comisario, dijo Pedro:

               ¿Puedo hacerle una pregunta al señor?

                Proceda, dijo José Miguel que durante el acto oficial trataba a sus amigos de usted.

               ¿No se acercó en ningún momento a la víctima?

               Rodolfo pareció dudar pero luego dijo:

               No, no sé…… estaba muy aturdido.

               Según las fotos del calzado que llevaban cuando encontraron a la muerta, en los zapatos de Ricardo, que confiesa que se acercó al río, había mucho menos barros del que tenía usted, cuando habían andado lo mismo más o menos. Dijo Pedro.

               José Miguel miró a Pedro y éste apreció una ligera sonrisa, luego miró a Rodolfo, se acercó a él, con cuidado de no estar en el terreno de Pibe y le preguntó a boca jarro:

               ¿No se acercó en ningún momento al cadáver?

               ¡No!, estaba aguantando a Pibe, además me aturdí mucho, tuve miedo, aunque llevo muchos años en España, con los papeles en regla y trabajo, soy extranjero y a veces, sin quererlo, se mira de otro modo a los sudamericanos.

               No, no miramos de otro modo a los extranjeros, nadie es culpable hasta que se demuestre lo contrario. Dijo el comisario y luego le soltó de golpe:

                Usted se acercó al cadáver y luego, con esta rama que encontramos detrás de esos matorrales, donde estaba cuando llegó la policía, trató de borrar las huellas, mientras tanto el perro estuvo atado a ese árbol de allí, fíjese en las huellas de la cadena en el tronco y las pisadas inquietas de animal.

               Rodolfo, totalmente fuera de sí le contesto:

               ¡Sí! Me acerqué, ¡pero yo no la maté!, cuando la vi, me pareció conocerla, me acerqué, no, no era quien yo pensaba, la había visto alguna vez por el pueblo pero no la conocía. Luego me di cuenta de lo que había hecho, me entró el pánico y borré las huellas con unas ramas.

               El afilador, que hasta el momento estaba callado, tratando de no llamar la atención dijo:

¡              Señor comisario! Ese hombre, el día del asesinato, por la mañana estuvo afilando cuchillos y unas tejeras, uno de los cuchillos era grande, de picar, me dijo que se lo dejara bien afilado, que lo usaba mucho.

               Rodolfo, medio llorando dijo:

               Sr. Policía, los cuchillos están todos en casa y puede revisarlos.

               No se preocupe que lo haré, dijo José Miguel. Y a continuación llamó a un agente que llevaba una carpeta, El comisario abrió la carpeta y sacó una foto, se la enseñó al afilador y le preguntó:

               ¿Es esta la mujer con la que quedó usted en la cafetería?

               Sí, creo que sí, pero no vino, le esperé media hora, el camarero se lo puede confirmar, fue en la cafetería Hamilton, que está al salir del pueblo por la nacional. Estuve allí desde las siete a las siete y media, primero tomé un café y luego una coca porque me iba a marchar y tenía que conducir.

               No se preocupe que también lo comprobaré.

               El resto de la mañana estuvieron en la escena del crimen, luego, cuando terminaron, José Miguel dijo:

               No pueden marchar de su residencia habitual. Los iremos llamando a todos a comisaría para más interrogatorios.

jueves, 27 de febrero de 2025

EL AFILADOR (Capítulo IV)

 

EL AFILADOR

Pedro Fuentes

CAPITULO IV



               He leído en el informe y las declaraciones que tú encontraste el cadáver juntamente con un ciudadano argentino.

               Bueno, en realidad fue Trouvé y su perro, un mastín enorme de setenta kilo, de mi amigo y que se llama Pibe.

               ¿Conoces mucho a Rodolfo?

               Hombre, pues no, lo justo desde hace unos meses de pasear con los perros, se llevan bien y juegan bastante y Rodolfo es una persona con la que se puede hablar de cualquier tema y nosotros lo hacemos, hablamos de perros, de lo divino y de lo humano, pero sabes que me gusta y me precio de conocer a las personas, tanto él como su mujer son una pareja agradables.

               ¿Pudieron los perros acercarse a la víctima? Es decir, lamer sangre o algo por el estilo, lo digo pos las pruebas de ADN, que no vayamos a encontrar algo que nos despiste.

               No, ladraron de miedo, los perros a veces se asustan por el mero hecho de ver a una persona totalmente inmóvil, quien no tiene perros se piensan que los animalitos siempre ladran igual y no es así, por eso, porque los entendimos corrimos hacia allí, comprendimos que algo los había espantado, cuando llegamos estaba a más de tres metros del cadáver, además la tierra estaba húmeda y se hubiesen visto las pisadas por lo menos de Pibe, que pesa unos setenta kilos. Nosotros, como ya habrás visto las declaraciones y por separado, yo, por cierto no sé lo que declaró Rodolfo, Vi de lejos que aquella mujer estaba muerta y bien muerta, es más, me fui para atrás y os llamé, luego me fui a un rincón un poco alejado y estuve vomitando.

               ¿Qué hizo Rodolfo mientras tanto?

               No lo sé, no lo vi, cuando llegó la policía estaba a unos cinco metros a mi derecha, no lo veía bien por las ramas pero estaba pálido como la cera y acariciaba a Pibe que estaba muy nervioso.

               ¿Es verdad lo que dice la prensa de que ha habido tres casos más? Le pregunté.

               No, dos, muy similares pero hay que esperar a la autopsia, en los dos anteriores fue con un cuchillo de picar muy afilado, recién afilado, pero solamente una puñalada fue mortal, la primera, el resto no eran mortales ni de ensañamiento, fueron como para despistar y no hubo avisos, la ropa les fue arrancada después de muerta y en los tres casos, ese mismo día había estado el afilador en el pueblo, ambas mujeres ha reconocido el afilador que fueron con cuchillos grandes a afilar y que incluso una de ellas estuvo coqueteando con él, pero no pasó nada.

               Hemos tenido al afilador veinticuatro horas retenido, interrogándolo porque ha dado la casualidad de que en los tres casos ha estado el mismo día en el pueblo donde se cometieron los asesinatos, además se sabe que va detrás de cualquier cosa que lleve faldas, su mujer le dejó hace tres años acusado entre otras cosas de maltratos. Pero no hay forma, lo único que reconoce es que las tres víctimas habían sido clientes suyas el día que murieron, la segunda estuvo coqueteando con él, le dijo cuatro cosas y quedó con ella aquella tarde en un bar de las afueras del pueblo, fue, pero ella no apareció, se tomó un café y al rato una cola y se marchó a su casa.

               ¿Crees que ha podido ser el asesino? Le dije a José Miguel.

               No, no creo, es un perfecto idiota, pero no creo que sea el culpable, aunque todas las evidencias le señalen a él. Lástima que en los asesinatos anteriores no nos encargamos nosotros y las pruebas que hay no son muy fiables, además no se rastreo bien el terreno y no se encontraron ni huellas ni el cuchillo.

               Mañana vamos a seguir rastreando el terreno y vamos a intentar reconstruir los hechos, ya hemos avisado al argentino y llevaremos también al afilador y por supuesto tú.

               ¿Puedo llamar a Pedro? Como sabes vive en una población cercana y es un tipo muy observador y saca unas conclusiones muy acertadas.

               Si, además me encantará saludarlo de nuevo, la vez anterior, si no llega a ser por sus fotos, quizás todavía estaríamos como el 11 de Marzo. Por cierto, llevaremos a Trouvé y a Pibe.

               Os pasaremos a buscar a las siete cuarenta y cinco para estar allí a las ocho, que es la hora aproximada a la que encontrasteis el cadáver. ¿Avisas tú a Pedro o lo hago yo?

               No, ya lo aviso yo porque si no le vais a dar un susto.

               José Miguel se levantó y se despidieron hasta el día siguiente.

               A continuación llamé a Pedro y le dije:

               ¿Pedro? ¡Hola! Soy Ricardo, ¿Te has enterado del crimen de mi pueblo? Bueno, no sé si sabes que yo encontré el cadáver. ¿Sabes que ha venido de Madrid un grupo tipo CSI y que el jefe es José Miguel?

               Después de contarle todo, le pedí que viniese y aceptó inmediatamente. Como no, Pedro siempre decía que había aprendido a leer con novelas de Agatha Christie.

 

jueves, 20 de febrero de 2025

EL AFILADOR (Capítulo III)

 

EL AFILADOR

Pedro Fuentes

CAPITULO III

               A la mañana siguientes, cuando salí a pasear al perro, de dirigí sin dudarlo hacia el puerto, allí me encontré con las personas de siempre, todos hablaban de lo mismo, decían los periódicos que la mujer asesinada, por lo visto era de la población. Al conocerse que era uno de los dos que se encontraron el cadáver, todo el mundo me preguntaba, al final, me marché de allí asqueado por lo macabro de las preguntas y el querer saber de los detalles.

               Nuevamente me encontré con Rodolfo y el mastín amigos de Trouvé y mío. Ninguno de los dos, Rodolfo y yo, queríamos volver al río.

               Recorrimos el camino comentando lo pasado, Rodolfo estaba un poco indignado, no le había gustado la actitud de la policía, habiendo querido colaborar con ellos, se había sentido acosado por la policía, como se fuese un sospechoso.

               ¡Che! ¡No querían que leyese la declaración! Me dijo en su acento porteño.

               No te preocupes, son formas de hablar, no pasa nada, a mí también me lo hicieron y le contesté y le dije que si no le gustaba que viniese su jefe.

               Ya a la vuelta, en el quiosco de periódicos de casa compre el periódico y me fui al apartamento a leerlo.

               La prensa no contaba gran cosa, habían identificado a la víctima, era una mujer de mediana edad, le estaban haciendo la autopsia pero no se sabían más detalles, solamente que parecía que había un sospechoso al que estaban interrogando.

               Al parecer se estaba esperando a un grupo de la policía científica que llegaría de Madrid, lo que daba veracidad a rumores de que había habido tres casos similares en la provincia pero que se habían acallado por no sembrar el terror entre la población.

               Aquella tarde, a eso de las cinco, recibí una llamada telefónica.

                ¡Sí! ¿Quién es? Contestó

               ¿Ricardo? Hola, soy José Miguel ¿Te acuerdas de mí? Del caso de “La misteriosa dama de negro”

               Estoy en la policía científica y he venido para investigar el caso del “Afilador” y al ver tu nombre relacionado, me gustaría hablar contigo ¿Puedo verte esta tarde? Nada oficial, ¿Puedo acercarme a tu apartamento?

               Desde luego, ¿A qué hora vendrás? Además estaré encantado de saludarte.

               Vale, te espero en una hora.

               A la hora en punto llegó José Miguel, Trouvé pareció conocerle y se lanzó hacia él.

               Le saludé como a un viejo camarada y después le ofrecí un café y un whisky que no despreció.

               Nos sentamos en sendos sillones, uno frente al otro, encendimos unos cigarrillos, nos contamos las últimas novedades sobre nuestras vidas y brindamos con el alcohol.

               El caso es que ya estaba un poco arto de la antiterrorista y conseguí meterme en la científica, una especie de CSI pero con menos medios y más modesta, vamos a la española.