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jueves, 10 de abril de 2025

EL AFILADOR (Capítulo X)

 

EL AFILADOR



Pedro Fuentes



CAPITULO X



               Salieron los tres de la comisaría y marcharon con el coche de Ricardo, que luego tenía que hacer un recado y además el policía quería llegar sin ser vistos, entraron en el aparcamiento de delante del Hamilton pero no llegaron hasta la puerta, lo dejaron a un lateral sin que se viese por el gran ventanal.

               Entraron en el local y buscaron con la mirada por toda la barra, era la hora del medio día, todavía no habían llegado los que iban a comer y ya se habían ido los del desayuno, por lo que el local estaba semi vacío. Detrás de la barra estaban dos chicas que no podían esconder que venían del este de Europa.

               Se sentaron en tres taburetes y José Miguel le dijo a la camarera que se acercó:

               ¿No está Anselmo?

               No, hoy no ha venido.

               ¿Es su día libre?

               No, no ha venido, ¿No quieren que les atienda yo?

               El comisario sacó la placa y le dijo:

               ¡Policía! Queremos hablar con Anselmo Fernández, el camarero de aquí.

               No, no está, no ha venido hoy, no sé qué ha pasado, pero llamaré al jefe que está de mal humor porque no ha avisado.

               Salió deprisa la muchacha y subió por una escalera lateral. Al momento bajó y dijo:

               Ahora mismo viene el jefe.

               Bajó el hombre que la vez anterior se había cruzado con ellos en la puerta y se presentó.

               Buenos, días, si buscan a Anselmo, no ha aparecido, tenía que abrir él pero no ha venido ni avisado, lo he llamado por el móvil y está apagado, hemos ido a su casa y no está, la vecina nos ha dicho que anoche no lo vio ni ha oído ruido, y eso que en cuanto llega a su casa se dedica a oír discos de Sarita Montiel, a la que imita haciendo de travesti.

               ¿No dijo nada ayer antes de irse ni dejó nota? ¿Suele hacer eso?

               No, será todo lo que sea, pero es serio y cumplidor en el trabajo, anoche salió con la moto a la misma hora de siempre, cerramos entre los dos, él salió hacia el norte, por la carretera del interior y yo me fui a mi casa.

               Ricardo dijo:

               Desde aquí hasta la carretera del la costa hay una buena tirada, ¿Cómo sabe que fue por allí?

               Porque yo para ir a mi casa tengo que tirar hasta cerca y él iba delante de mí.

               Tendrá que venir por la comisaría a firmar la declaración de todo esto.

               Una pregunta, dijo Pedro:

               ¿De donde es usted?

               Español, soy de Barcelona.

               Pero el acento que tiene no es de catalán y Dominic tampoco es catalán.

               Me llamo Domingo, como usted ya sabe. He estado por todo el mundo, he sido marino mercante, pero ya hace unos años que me establecí aquí.

               Hace diecisiete días, cuando apareció la mujer muerta en el pueblo de al lado, la tarde anterior estuvo aquí el afilador, le había afilado los cuchillos y además había quedado aquí con ella, luego, como cosa de hora y media después dice que vinieron los dos, tomaron unas cervezas y ella recogió la moto y se fueron cada uno para un lado, ¿Los vio entonces? Piénselo bien, la moto estaba aquí delante de la puerta principal y es de vital importancia saberlo.

               No recuerdo, yo diría que no, además, salvo que haya problemas estoy arriba en mi despacho.

               ¿Podemos ver el despacho?

               Bueno, está algo desordenado, pero si quieren subir pueden hacerlo, acompáñenme.

               Subieron los tres, efectivamente estaba bastante desordenado, había una mesa pegada a la ventana por el lado izquierdo, Ricardo se acercó, se sentó en el sillón giratorio y dijo:

               Si estaba sentado aquí, solamente con levantar la vista se ve todo el aparcamiento, si llegaron sobre las ocho y medía a nueve, con las luces encendidas porque era de noche los tuvo que ver.

               A lo mejor bajé a la barra para algo, contestó.

               Desde la barra los vería mejor al entrar, piénseselo bien porque esta tarde, cuando pase por la comisaría tendrá que confirmarlo por escrito.

               Salieron a la calle y antes de entrar en el coche vieron como el jefe no perdía detalle desde la ventana.

               ¡Jo! Yo me retiro y os dejo el puesto a vosotros. Dijo José Miguel, Lleváis el caso como si lo hubieseis hecho toda la vida, espero que no os dé por dedicaros al crimen porque lo íbamos a tener mal para cogeros.

               Dejaron a José Miguel en la comisaría y marcharon, después de quedar por la tarde.           

              Pedro cogió su coche y se fue a su casa,

               Ricardo había quedado a comer con los gerentes de una agencia de viajes que querían organizar para el verano una serie de charter a Ibiza y a las Columbretes.

jueves, 3 de abril de 2025

EL AFILADOR (Capítulo IX)

 

EL AFILADOR



Pedro Fuentes

CAPITULO IX



               Ya en la comisaría se encontraron con José Miguel, el cual les tenía preparadas un montón de fotografías y los dosier de las tres víctimas.

               Id mirando esto mientras viene el afilador.

               ¿Se hicieron pruebas de ADN de las mujeres primera y segunda?

               No, no se hicieron, quisieron hacer todas las averiguaciones a nivel local y están faltos de medios y no tienen la experiencia que tenemos nosotros que hacemos eso cada día.

¿              Podríamos descubrir restos de sangre en los casos anteriores con la lámpara de ultravioleta?

               Pero no en todos los casos, pese a lo que dicen los del CSI hay productos que las camuflan. Pero lo intentaremos en la medida de nuestras posibilidades.

               Al final, con diecisiete policías distintas los criminales nos van a pasar la mano por la cara, terminan estando mejor preparados que nosotros, el clásico “divide y vencerás”

               En este caso, los sospechosos no lo saben, así que si les pedimos el ADN para “comparar” a lo mejor le metemos el miedo en el cuerpo a alguno.

               Una pregunta, Ricardo, dijo José Miguel

               ¿Por qué parece que estés más centrado en el caso segundo que en el primero y tercero?

               Creo que ahí está la clave, parece un asesinato totalmente diferente a los otros.

               Sí, creo que tiene toda la razón del mundo, creo que han intentado copiar los otros dos, cuando identifiquemos la X estará todo resuelto. Dijo Pedro.

               ¿Y si mientras tanto hay un cuarto difunto o ya lo han cometido y no lo hemos encontrado?

               No, José Miguel, dijo Ricardo y continuó, no, estos asesinatos están cometidos en un escaparate, al asesino le interesa que se descubran los cadáveres.

               ¿Estas fotos son solamente del último asesinato? Me refiero a las de la gente que hay curioseando. Dijo Pedro

               Si, de los otros dos hay de las escenas del crimen y del cadáver en cada momento.

               Hay personas de las tres poblaciones en ellas, yo llevo bastante tiempo por esta zona y me resultan conocidas y supongo que a Ricardo también.

               Si, he tenido esa sensación al mirarlas. Contestó Ricardo.

               Creo que algunas sí, pero será más difícil ponerles nombres.

               Quizás eso sea más fácil cuando las señaléis, se las pasaremos a la guardia urbana de cada pueblo, ellos están en la calle todos los días y conocen a más gente.

               Entró un agente en la población y dijo:

               Señor comisario, está aquí el dueño del perro grande y el afilador.

               Haga pasar primero al del perro y al otro lo dejaremos esperar un poco, hasta que empiece a ponerse nervioso.

               A sus órdenes, señor comisario.

               Vosotros dos debíais pasar a la habitación de al lado, por esta otra puerta, podréis oír lo que diga. Dijo el comisario a sus amigos.

               Entró Rodolfo y José Miguel lo hizo sentarse. Usted dirá

               Mire, señor comisario, hoy he estado paseando el perro en compañía de Ricardo y hemos hablado un poco sobre el tema y él tiene razón, cometí una tontería el otro día cuando me acerqué al cadáver y encima borré las huellas, me asusté mucho, porque sí conocía a la víctima, verá, era una mujer un poco bastante liberal, precisamente aquella tarde, cuando después de comer fui a pasear a Pibe, cerca del río, me encontré con ella, ya la conocía porque salía con un compatriota mío, pero el caso es que venía de correr, se paró conmigo y se estuvo insinuando, no sé lo que hubiese pasado si no estuviese el perro conmigo, me cogió del brazo y se pegó a mi y supongo que alguien nos habría visto, además, también estuvo a mi lado por la mañana cuando fui a afilar varios cuchillos de cocina y unas tijeras.

               Querríamos ver esos cuchillos con una linterna especial que indican si hay manchas de sangre, no podemos hacerlo sin orden judicial o permiso de usted, si pedimos permiso al juez, como hay evidencias, nos lo dará, pero si es tan inocente como dice, cosa que no dudamos, suponemos que no tendrá inconveniente en que dos agentes nuestros se acerquen con usted a su casa y hagan la prueba, no tardarán ni cinco minutos.

               Lo mismo pasa para poderle tomar una muestra para la prueba de ADN, en principio es totalmente voluntaria salvo que el juez lo considere oportuno, simplemente es cogerle un poco de saliva con un palillo con algodón.

               Si, señor comisario, pueden tomar la muestra y revisar los cuchillos, pero ¿Y si hemos cortado carne con alguno de ellos?

               No hay problema, las señales no son las mismas. Dicho esto, el policía descolgó el teléfono y apareció un agente en la puerta.

               Agente, avise a Gómez y García para acompañar a este seños a su casa con la lámpara de ultravioleta y que a la vez le tomen una muestra de saliva para el ADN.

               Señor Rodolfo, aunque tarde, ha sido usted inteligente al venir a confesar su error.

               Cuando se fue Rodolfo el policía llamó a sus amigos, salieron al balcón y se fumaron unos cigarrillos mientras comentaban la jugada.

               Creo que podemos descartar al amigo de Ricardo, si salimos bien de esta os voy a proponer como colaboradores de la policía.

               ¿Eso quiere decir confidentes? Dijo Pedro riendo.

               Cuando terminaron los cigarrillos dijo José Miguel:

               Bueno, vamos a ver si ya hemos puesto nervioso al afilador.

               Entraron en el despacho y esta vez se quedaron los tres. Llamaron por teléfono e hicieron pasar al afilador que se sentó en una silla frente a los tres amigos.

               Bueno, díganos ahora toda la verdad si no quiere meterse en problemas, si no lo está ya.

               ¿Eran clientes suyas las tres muertas?

               Si señor

               ¿Las había visto y hablado con ellas?

               Si, sobre todo con la segunda.

               ¿Cómo se llamaba?

               Se hacía llamar Michelle, pero no era francesa, ella decía que sí pero era rumana o checa.

               ¿Tuvo relaciones con ella? Díganos la verdad, tenemos medios para averiguarlo.

               Bueno, quedé con ella en un bar, ya se lo dije, pero no llegó.

               ¿Quiere decir que no tuvo relaciones con ella?

               No, yo me fui después de esperarle media hora,

               Si, y también nos dijo que bebió un café y una cola y salió del bar cargado de coñac y cubata.

               Le vamos a hacer una prueba de ADN, bien voluntariamente o lo que es peor por petición del juez, con lo cual tendrá que ser encausado, lo cual quiere decir que le podemos meter entre rejas, usted dirá si colabora o no.

               La tal Michel mantuvo relaciones sexuales tres horas antes de su muerte, a esas horas tenía que estar con usted, ¿Fue con usted? Y no me mienta que todo se sabrá.

              No, señor comisario, no la vi. Se lo juro, no la vi.

               Usted, cuando salió del Hamilton para irse a su casa, vio que llegaba la mujer, dejó su moto allí y se marchó con usted en la furgoneta, se fueron a las afueras, cerca de donde la encontraron y allí estuvieron relajándose.

               No es verdad, eso se lo ha tenido que decir el marica del camarero. Siempre que voy al Hamilton me tira los tejos.

              ¿Accede a hacerse las pruebas de ADN? ¿Quiere un abogado? ¿Conoce a alguno? Está metido en un gran problema y lo tiene difícil.

               Si, tiene razón, la vi, pero yo no la maté, estuvimos en la furgoneta, nos pasamos allí como una hora, luego la llevé al Hamilton, pero la moto no era suya, era de una amiga.

               Si, me pueden hacer las pruebas del ADN. Yo la dejé el bar a eso de las nueve menos algo, entramos y tomamos una cerveza, el camarero no estaba, nos atendió una chica, ellas se lo pueden confirmar.

               José Miguel avisó a un agente y le tomaron muestras de saliva para el ADN, a continuación le dijo: Todo será comprobado, la prueba tardará unos días, ni se le ocurra desaparecer porque lo encontraremos donde sea.

               Por cierto, con las otras dos mujeres ¿También tuvo lío?

               No señor comisario, le juro que no.

               No jure más que ya le hemos pillado en renuncio demasiadas veces y además con las pruebas que tenemos y su ADN como resulte culpable la cadena perpetua no se la quita nadie. Puede marcharse.

               Los tres amigos se miraron y dijo José Miguel: Vamos a tomar una cerveza al Hamilton.