Mi lista de blogs

jueves, 5 de septiembre de 2013

HACE DOS AÑOS

Esta semana hace dos años que publiqué por primera vez en este blogg, el 7/9/2011 publiqué el primer relato, "El tiovivo", desde entonces, cada semana he publicado una historia o un capítulo de algún relato, eso son muchos relatos y muchas historias, algunos divertidos, otros tristes, de amor, de aventuras, de ciencia ficción, policiacos, etc.

Casi 3.900 páginas leidas por vosotros, de algunos conozco la identidad, porque han hecho algun comentario o me han escrito a lashistoriasdelbuho@hotmail.com .

Me gustaría que fuesen más los que me critiquen o me digan que le han gustado los relatos, o las dos cosas.

Hoy, por una temporada, voy a empezar a publicar historias enteras, de las ya publicadas por capítulos porque así me lo han pedido, aunque iré intercalando otras nuevas, de las que tengo por lo menos para un año más.

No me paso el día con el ordenador, aprovecho los ratos libres del día y los que otros se dedican a ver televisión.

Hoy voy a empezar esa nueva fase y este nuevo año con un relato de los que más han gustado, se trata del primer libro de la trilogía "El viaje".

Gracias a todos los que me han leido. Nunca pude sospechar que me sigan desde partes tan remotas del mundo y que además son bastante fieles y que cada vez que publico se conectan, supongo que tienen alarma en sus ordenadores para seguirme.

Y ahora..............

EL VIAJE
Pedro Fuentes

CAPITULO I
Cuando Ricardo se decidió a vivir en la mar y con la mar, se pasó mucho tiempo buscando lo que sería su hogar, al fin, después de varios años encontró el barco que le pareció ideal, un ketch* de 14 metros de eslora, dos palos, mayor* y mesana*. Un salón bastante espacioso, en el que hay una cocina, un comedor y un puesto de gobierno, además del existente en popa en la bañera. Equipado con velas mayor, mesana, génova y foque, bastante cómodo para navegar incluso en solitario.
La idea de Ricardo es vivir en el barco y ganarse la vida realizando algún que otro charter por el Mediterráneo, su puerto base está en la provincia de Castellón, un pequeño puerto, seguro y muy marinero.
El año no estaba siendo muy bueno, había hecho el mantenimiento y pintura de su barco, “El Solitario” en Mayo y ahora, a primeros de Junio y no tenía ninguna reserva hasta el día 20 que tenía que ir a Menorca.  Suponía que a Ciudadela a las fiestas de S. Juan y luego la vuelta a la isla. Sabía que traían un perro, un pinscher enano de unos 4 quilos. Al principio dijo que el perro no, que la travesía duraba más de 20 horas y el perro tendría que hacer sus necesidades. La persona que le llamó para alquilar el barco le dijo que no era problema, que el animalito estaba acostumbrado a una caja de gatos y que hacía sus cosas allí.
Hasta la fecha solamente salían alguna excursión de fin de semana, pero este año, que el tiempo tampoco era muy estable, no  tenía nada, por lo que había aceptado aquel viaje, de una mujer sola y su perro, claro que estaba bien pagado y por adelantado.
Mientras llegaba la fecha, dedicaba su tiempo en pequeñas mejoras, leer y pasear por los alrededores del puerto.
El día 19, por la tarde, a última hora, llegó al puerto en un taxi una chica muy joven, era Lara, llevaba el pelo, teñido de negro y suelto sobre los hombros y media espalda, muy liso le tapaba las orejas, además, el flequillo, muy largo le cubría las cejas y parte de los párpados, lucía un vestido negro, con falda tres cuartos y un cinturón, también negro y con una gran hebilla plateada.
El conductor del taxi bajó del maletero un gran baúl de cuero negro y cerrado con dos grandes bandas de cuero, también del mismo color y cerrados con un par de candados de unos ocho centímetros. En los brazos llevaba un pequeño perro, un pinscher enano negro, con la pechera roja color fuego. Ricardo, al que siempre le habían gustado los perros y durante su vida había tenido varios, lo encontró precioso, le acercó la mano y el animal, después de olerla, sacó la lengua y se le lamió, luego se dejó acariciar, levantando la cabeza, ofreciéndole el cuello para que le rascara, así sellaron una amistad duradera.
Ricardo se presentó y le dijo a Lara que el baúl era un inconveniente en las estrechuras de un barco, pero ésta le contestó que habían cambiado de planes y después de llegar a Menorca, no querían volver, sino trasladarse a Alicante, dentro del plazo de la reserva, y que le pagaría un suplemento por las molestias.
Con gran trabajo lograron embarcar el equipaje. Luego Ricardo le ofreció cenar algo, para luego ir a dormir.
Las previsiones del tiempo eran buenas y tendrían que salir a primera hora de la mañana para llegar a Ciudadela al amanecer del siguiente día.

CAPITULO II

Cervero, que así se llamaba el perrillo, no se separó de Ricardo en ningún momento. Cuando terminó de cenar, después de recogido todo, salió a la bañera, en popa a fumar un cigarrillo y tomar un culín de whisky como tenía por costumbre cuando las cosas iban bien. El animal salió con él y Lara se fue a dormir. Le había asignado el camarote posterior, éste se encontraba en popa. Para acceder a él, hay que bajar dos escalones, desde el salón comedor cocina, a donde se llega desde la bañera bajando un escalón y desde la bañera por popa*. En la banda de estribor*, está la cocina, nevera, horno, y microondas. La mesa está al otro lado y alrededor de ella, por la banda de babor* y proa* hay un sofá rinconera. La mesa se baja y se convierte en otra cama de matrimonio. En el salón hay dos escaleras, una por popa*, por donde se llega a un pasillo en el que  a ambos lados, hay dos puertas más que conducen a sendos camarotes, cada uno con dos literas, un armario y una pequeña mesa practicable que al abrirla deja el espacio justo para pasar una persona, en el mamparo* de popa* de estos camarotes hay una estantería que sirve de mesilla de noche y debajo se guardan dos sillas de madera plegables, a unos 30 centímetros sobre la litera superior hay un ojo de buey rectangular.  La cama superior es practicable y al abatirla, la inferior se convierte en un sofá.
Siguiendo por el pasillo, a la  derecha según se baja, babor*, se encuentra un armario, a la izquierda está la puerta de un baño completo, lavabo, debajo del cual hay otro armario, wáter y ducha.
Al final del pasillo, hay otra puerta que conduce al camarote grande, entrando en él, en el lado de estribo*r, pegada por un costado y la cabecera, está la cama doble, al otro costado, hay una mesita, también adosada al panel de popa*, es este lugar, debajo de la mesa Ricardo colocó el baúl. A una altura de un metro sesenta centímetros y en ambos costado, hay dos ventanillas alargadas que se pueden abrir, como los ojos de buey abatibles hacia arriba, por el interior de estas, hay unas cortinillas muy tupidas para evitar la claridad del amanecer.
A proa* del salón, está la otra puerta, en el centro del mamparo*, a la derecha, estribor*, está el puesto de gobierno, a la izquierda de la puerta, y de espaldas al sofá, la mesa de cartas*, donde se guardan las cartas* de navegación y los útiles necesarios. Esta puerta lleva, bajando otros dos escalones, a un armario a estribor*, un lavabo completo a babor* y dos literas en forma de uve y unidas por los pies, al frente, aquí, es donde se aloja Ricardo cuando lleva pasajeros.
Viendo que Cerbero no se separaba de él, decidió darle un pequeño paseo por el muelle, así lo cansaría un poco y estuviese más tranquilo durante las veinticuatro horas que tendrían de viaje al día siguiente.
Media hora después regresaron al barco, el animal se quedó en el salón, y Ricardo se fue a su camarote donde durmió de un tirón hasta las siete que le sonó el despertador.
Ricardo se levantó, preparó café para el desayuno y avisó a Lara con una voz, al rato apareció vestida más normal, llevaba un chándal azul marino y unas bambas, el pelo lo llevaba recogido y una gorra encima, Ricardo le había advertido contra las insolaciones, ya que ella no parecía tomar el sol con asiduidad y su piel era blanca en exceso.
A las ocho y media, soltaron amarras y salieron del puerto a motor, Lara no tenía ni idea de navegación, así que como Ricardo era experto y además lo llevaba todo bastante automático, ya fuera del puerto, puso rumbo al viento, una ligera brisa que soplaba, desenrolló la mayor, sacó el génova y con el piloto automático fijó el rumbo, el viento era poco pero favorable, si seguí así, en unas seis horas pasarían al norte de las  Islas Columbretes, pasadas éstas pondrían ya rumbo directo a Ciudadela, una vez fijado el rumbo, desenrolló también la mesana y el barco se estabilizó, la mar estaba casi plana y les cogía por el NW, casi por popa, con lo cual cabeceaba muy poco, lo malo era el calor que iban a pasar. Eran unas 156 millas marinas, con lo cual, tardarán una 26 horas si todo va bien.

CAPITULO III
El día 21, sobre las 12, llamaron  al canal del Náutico de Ciudadela, encontraron amarre de casualidad, en las fiestas de S. Juan en Ciudadela, no cabe ni un alfiler, tuvieron suerte porque llegaron dos días antes, aún así, les asignaron amarre en el dique sur, con lo cual hay que dar toda la vuelta para llegar a los lavabos, pero bueno, por lo menos hay más tranquilidad.
Lara esperaba a su novio para el día 22 a la hora de comer, dijo que estaba muy cansada del viaje y que no se movería del barco, solamente quería dormir. Ricardo se encontró libre para ir a visitar a unos amigos.
Volvería a la hora de cenar.
Para dejar a Lara libre de molestias le dijo que si quería se llevaría a Cerbero, cosa a la que accedió y se encontró libre de compromisos. En animalito pareció enterarse de todo y se puso a saltar de alegría. Ricardo, al que gustaban los animales, se dio cuenta de que el perro era un capricho de la niña.

Por la noche, a eso de las nueve, llegó Ricardo con Cerbero al barco, Lara estaba recostada en el sofá, comiéndose un bocadillo con una cerveza y viendo la televisión. No había salido del barco para nada. Ricardo le preguntó si quería cenar.
No, con este bocadillo tengo bastante, no soy de mucho comer. Dijo Lara y añadió luego, mañana, sobre el medio día vendrá mi novio, no queremos que se nos vea mucho, él es un poco conocido y pasaremos la mayor parte del día en el barco, tú puedes hacer lo que quieras, pero el día 23, si el tiempo lo permite, querríamos salir, como quedan siete días de alquiler, iremos a Túnez, allí desembarcaremos y tú quedarás libre, te pagaremos un suplemento por las molestias y el trayecto más largo.
Bueno, no era lo previsto pero tú pagas y tú eliges, yo ahora me voy a dormir, mañana, cuando venga la persona que esperas, si no hay ninguna novedad, yo estaré en casa de mis amigos y de fiesta, seguramente pasaré la noche en con ellos, si hubiese alguna novedad, ya tienes mi teléfono móvil.
Vendré por la mañana y zarparemos al medio día, las previsiones son buenas y el veintiséis podemos estar en vuestro destino. Lo que no puedo es llevarme a Cerbero conmigo este día y medio, os tendréis que hacer cargo de él, le respondió Ricardo.
Dicho esto, se preparó un bocadillo y una cerveza y se fue al exterior a cenar y fumar allí. Le desagradaba el perfume o colonia de la niñata, como él ya se había habituado a denominarla, era un olor dulzón, en exceso, a jazmín.
A media mañana del día siguiente, se marchó de nuevo con sus amigos, Ciudadela ya hervía con los viajeros que habían llegado para las fiestas, antes de nada, pasó por las oficinas del club y les dijo que le preparasen la cuenta para el día siguiente, que se tenían que ir. Lamentaba no quedarse a la fiesta pero no era la primera vez que estaba, de hecho, normalmente Ciudadela para S. Juan y Mahón para la Virgen de Gracia en Septiembre, eran charter casi seguro. Además, para él Menorca le traía recuerdos muy especiales.

CAPITULO IV
Despuntaba el sol cuando llegó al puerto, la luna llena no se distinguía en medio del cielo, el viaje a Túnez sería con luna llena, no había previstas nubes con lo cual la travesía sería más agradable.
Al subir a bordo, vio a Cerbero echado y con cara de estar aburrido, lo llamó y salió corriendo detrás de él, dieron una vuelta por el muelle y el animal pareció revivir.
Cuando subió de nuevo al barco, se fue a su camarote, no se oía nada, la noche anterior habría llegado el novio y ahora estarían descansando.
Se duchó, preparó el desayuno, luego cogió las cartas correspondientes y marcó el rumbo en ellas, pasarían por el sur de Menorca, por el canal que le separa de Mallorca y luego ya sería rumbo directo, si el tiempo acompañaba, llegarían a Túnez a media mañana del día veintiséis. Gravó los datos en el GPS, recogió todo lo que podía molestar durante la navegación, revisó las velas, comprobó la carga de la baterías, vio que las placas solares que llevaba estaban cargado y luego, desde la puerta que bajaba a los camarotes de popa dio una voz a la pareja para que despertasen y desayunasen mientras él iba a las oficinas, luego zarparían.
En la oficina, que había abierto hacía un momento, la gente, dos administrativas y un marinero, comentaban que en una cala, cerca de Ciudadela, había aparecido esta mañana, el cuerpo destrozado de unas personas, no se sabía ni si eran hombres o mujeres, los cuerpos estaban desperdigados por el suelo y la piel y la carne arrancada a trozos, según comentarios de las personas que llegaron a verlo, incluido el juez y el forense, había sido atacado por una jauría de perros salvajes, pensaban que eran dos por los dos cráneos pelados que aparecieron.
Ricardo, que era por lo natural, persona sensible, se le puso muy mal cuerpo pensando en aquello.
Llegó al barco y los chicos no se habían despertado, los llamó de nuevo y como viese que no se levantaban, bajó al camarote y llamó al marco de la puerta, ya que ésta estaba abierta, al no sentir respuesta, entró, la cama sin deshacer, todo estaba en orden, en realidad el único vestigio de la pareja era el baúl y un pequeño maletín de piel encima, que pensó que sería del novio. Lo cogió entre sus manos y comprobó que no estaba cerrado con llave, lo puso encima de la mesa y lo abrió, solamente había una muda de ropa interior, un par de camisas y un pequeño neceser con efectos personales, debajo de todo esto, había un Corán.
Eran las diez y media, cogió su móvil y vio el teléfono de Lara, llamó al número y le dio un mensaje de apagado o falto de cobertura.
A las once y medía bajó al camarote grande otra vez por si descubría algo, vio que los candados del baúl se encontraban abierto y miró dentro, estaba lleno de ropa,  parecía no haberse estrenado, toda ella era árabe chilabas de hombre y de mujer, algún caftan de gran calidad y vivos colores, babuchas, hiyab de diferentes colores para la cabeza y luego ropa interior de hombre y mujer. Siguió rebuscando y encontró dos pasaportes en una cartera de piel, los abrió y vio que eran nuevos, uno con la foto de Lara y el otro a nombre de un chico árabe, eran pasaportes marroquíes, pero le extrañó una cosa, las únicas anotación que tenían eran un sello de  salida de España el 23 de junio y el sello de entrada en Túnez con fecha 26 de junio, es decir, para pasado mañana. Siguió buscando y encontró tres sobres abiertos y con la solapa para dentro, entre los tres calculó que habrían unos quinientos mil € en billetes la mayoría de 500 y luego una parte de 200. Guardó todo como estaba y cuando fue a cerrar descubrió en una bolsa que había con una cremallera en la tapa un teléfono móvil apagado y otro Corán, pero éste traducido al español.
Ricardo ya no sabía qué pensar, se dirigió a la oficina, por ver si sabían algo, pero con la excusa de ver las previsiones del tiempo, además comentó que el nuevo destino, sería Cartagena.
Poca cosa se sabía más, que la chica vestía un traje negro, largo y que él parecía ser tan joven como ella y parecía haber vestido con vaqueros y un suéter. Cogió una copia de las previsiones y salió de la oficina hacia el barco, tendría vientos del sur, así que sobre la marcha cambió el rumbo, se dirigiría a Córcega.
Llegó al barco, soltó amarras y cuando llegó a la bocana del puerto, tomo rumbo S como si efectivamente fuese a Cartagena, navegaría unas cuantas millas hasta salir de la vista de Menorca, luego iría hacia el E y luego remontaría hacia el NE. Al salir de  la bocana del puerto, se dio cuenta de que Cerbero estaba a su lado. Era un animal muy bonito y cariñoso, pero seguramente tendría un problema, en muchas regiones de España, los perros tienen que llevar un chip identificativo, lo solían poner en una oreja y si no en un lateral del cuello, es del tamaño de un grano de arroz y como está en la epidermis, con tacto se puede localizar. Llamó al perro, que vino solícito, lo cogió en brazos y no localizó en las orejas, palpó por el cuello y después de varios intentos, lo encontró en el lado izquierdo. Cogió de un cofre al lado del timón un cúter que llevaba y con la punta de éste y con gran destreza, con una pequeñísima incisión le extrajo el chip, el animalito dio un pequeño gruñido, Ricardo puso un algodón con alcohol y le limpió la herida que no llegó ni a sangrar. Tiró el chip por la borda y se rió pensando si se lo tragaba un pez.
La navegación era tranquila, cuando a eso de las siete de la tarde ya había cogido rumbo NE  hacia Córcega, bajó al camarote grande, abrió el baúl, sacó el dinero y lo distribuyó envueltos en  tres bolsas de plástico, las selló con cinta aislante y las escondió pegándolas en el suelo, por debajo, de los tres camarotes de popa, cada una en uno, cogió el maletín pequeño y lo metió en el baúl, éste con gran esfuerzo, lo subió a cubierta, hizo un repaso por todo el camarote de cualquier resto del paso de la pareja e incluso limpió con un paño cualquier huella que hubiesen podido dejar. Una vez en cubierta, con un taladro de batería, buscó en el arcón de las herramientas una broca tipo corona, de unos 30 centímetros hizo varios agujeros por todos los lados del baúl, luego cortó unos treinta metros del cadenote del ancla de popa, es decir, unos cincuenta kilos de peso, y lo metió dentro. Luego lo tiró al agua en un sitio que las cartas marcan unos mil doscientos metros de profundidad, le pasó un cabo por las asas, por poderlo recuperar si no se hundía, entró el agua por los agujeros y con el peso de la ropa mojada y el cadenote, se sumergió por completo, soltó uno de los extremos del cabo y estiró del otro hasta recuperarlo.
El resto del día Ricardo lo pasó oyendo la radio por si decían algo de la pareja que él estaba seguro que eran Lara y su novio, lo que más le extrañaba, era las fechas de los pasaportes, parecía como si quisieran entrar en Túnez sin que nadie lo supiese, ¿Y por qué llevaban tanto dinero? ¿Serían delincuentes o traficantes? A Ricardo se le pusieron los bellos de punta, tembló pensando que si el dinero era de la droga, esa gente no se andaba con chiquitas y lo localizarían en el fin del mundo.
Ya había entrado la noche, conectó el radar al piloto automático y la alarma por si daba alguna cabezada, aunque cuando viajaba en solitario dormía en cubierta, al costado del timón.
Dio de comer a Cerbero y éste no quiso, incluso le gruñó, se acordaba quizás del corte para quitarle el chip.
A la media hora el perro empezó a gruñir a comportarse de una manera extraña, se fue al salón y se quedó allí, no había probado bocado ni bebido agua, seguía gruñendo, cada vez más fuerte.
 Al fin salió por el horizonte la luna llena y Ricardo entró al salón a buscar tabaco y a prepararse un whisky, no tuvo ni tiempo de entrar, lo que vio le hizo orinarse en los pantalones, una figura monstruosa saltó sobre él, tenía forma de perro, pero de más de un metro de alto, con tres cabezas con unos dientes de más de cuatro centímetros en unas encías rojas como la sangre, una espuma espesa le salía de entre los dientes, en el color del pelo y la pechera eran como Cerbero, las orejas iguales pero más grandes Ricardo saltó hacia atrás y esquivó el primer ataque, luego corrió hacia las escaletas laterales que subían al palo mayor, cuando ya subía, notó como una de las bocas había lanzado un mordisco sobre su pierna izquierda a la altura del gemelo, el traje de agua que se había puesto sobre los vaqueros para evitar la humedad de la noche le salvó de una dentellada y solamente le había clavado un colmillo, esto le hizo correr más y trepar varios metros, al fin se vio a salvo, la fiera gruñía por sus tres bocas, incluso hubo un momento que una cabeza atacó a la del otro costado.
Ricardo temblaba y sudaba a la vez, no había visto monstruo más raro en su vida, luego empezaron a pasar imágenes por su mente, de repente le vino una y ya no se borró, estampas de la mitología, un nombre se asoció a la imagen que vio de niño en un grabado y  que le había hecho tener pesadillas muchas noches, Cancerbero, el guardián de la puerta de los infiernos.
 Rezó y rezó para que no pudiese llegar hasta él, estaba ya más arriba de la mitad de mástil, buscó y encontró el cinturón del pantalón que llevaba debajo, con él se sujetó al mástil, los pies le reposaban sobre una cruceta de éste, esperaba que no soplase más viento que la pequeña brisa que había porque le podría poner en peligro.
Suerte que era la noche más corta del año y pronto amanecería.
Hombre, pensó, había oído hablar varias veces de la rueda de santa Catalina, un fenómeno que se veía al amanecer del día 24 de Junio. Si era verdad hoy tendría ocasión de verla y muy clarita, desde la primera fila.
Cuando iba llegando el amanecer, la bestia parecía calmarse, cuando salió el sol, en un amanecer que le pareció a Ricardo el más radiante, comprobó que la bestia iba disminuyendo de tamaño, al igual que sus tres cabezas.
Cuando el sol calentó la banda de babor del barco, el perro había recobrado su tamaño y estado natural y estaba llorando a los pies del mástil.
Ricardo había sacado sus conclusiones, la noche anterior, Lara y su novio habrían sacado a Cerbero a pasear, se encontraron en la cala al lado de Ciudadela con que salía la luna llena y la fiera se abalanzó sobre ellos y organizó la matanza de los dos chicos, luego se retiraría a cualquier rincón y por la mañana volvió al barco.
Ricardo pensó, había visto la luna llena esta noche por segunda vez, todavía quedaban noches con luna llena, bajó con sumo cuidado y vio que el animalito se le acercaba, lo cogió en brazos, no sabía si tenía culpa de nada, pero se fue a sotavento y sin que se diera cuenta lo tiró al agua lo más fuerte que pudo.
Vio como no hacía por nadar, se quedó estático a flor de agua y con la mirada de fuego que tenían las tres cabezas de la noche anterior, no hizo ningún movimiento, se diría que sabía que todo movimiento que hiciese terminaría agotándolo. En cinco minutos ya no se veía. Ricardo cambió de rumbo, ya no hacía falta esconderse tanto, sabía cómo había sido la desaparición y nadie podía relacionar a los chicos con él, viró al W, iría a la Costa Brava, allí decidiría el nuevo destino.
Cogió el botiquín y se desinfectó la pierna y la curó, luego le puso un vendaje y se dispuso a prepararse una abundante comida.
CAPITULO V

La madrugada del día 26 avistó tierra, era Blanes, en la Costa Brava, allí era un buen sitio para fondear. Primero se acercó a la gasolinera del club, llenó los depósitos de agua y rellenó lo que le faltaba de gasoil, luego se dirigió a la bahía y fondeó, bajó la balsa auxiliar y se fue al pueblo a comprar comida y bebidas y sobre todo los periódicos.
Cuando volvió se tiró al agua, nadó un rato y luego preparó comida y se dispuso a leer los periódicos.
No habían identificado los cuerpos de Menorca todavía, estaban estudiando el ADN. Por lo demás, todo seguí igual, la economía no levantaba cabeza y los políticos habían desenterrado el hacha de guerra porque se aproximaban las elecciones.
A la mañana siguiente, volvió a bajar a tierra con la balsa auxiliar, hay por el lado sur de la bahía unos peñascos, a los que llaman “La puerta de la Costa Brava” en la playa del costado, hay barcas varadas en la playa, siempre encuentra algún pescador que le eche una ojeada a su balsa. Luego se adentra por las calles del centro del pueblo y compra lo que necesita.
Ese día, cuando compraba frutas y verduras en el paseo central del pueblo, allí ponen cada día sus paradas, vio que un hombre le miraba sin quitarle ojo, era aproximadamente de su misma edad pero algo más grueso, y el caso es que le resultaba conocido, el hombre se acercó a él y le dijo:
Perdone, ¿Vd. no es Ricardo?
Ricardo, con todo el estrés que llevaba encima le contestó:
No, no soy Ricardo, me llamo Francisco y he venido de vacaciones, Las últimas palabras no se le oyeron, asustado de que le hubiesen identificado por todo lo pasado, dio media vuelta y salió dando grandes y rápidos pasos, llegó a la playa, puso el fuera borda en marcha y se fue a su barco, una vez allí, izó la balsa, puso el motor en marcha, levantó el ancla y salió a motor rumbo al S. Cuando ya había hecho unas cuantas millas y no se le podía ver desde tierra, izó las velas y cambió el rumbo al N aprovechando que los vientos eran propicios, había decidido ir a algún pueblo cercano a la frontera de Francia, donde podría esconderse.
Llevaba ocho horas navegando cuando se serenó y empezó a leer los periódicos que había comprado, mientras tanto no se quitaba de la cabeza la cara del hombre barbudo.
De pronto se sobresaltó, en uno de los periódicos leyó:
“Corren rumores de que la hija de un político español, ha desaparecido, al parecer, por una indiscreción de uno de sus allegados, le había dejado una nota a su padre diciéndole que quería vivir tranquila con su novio donde nadie los conociera. Hasta la fecha no se sabía nada de ellos. Ricardo se cogió la cabeza con las manos, se estiró del cabello y dijo: ¡Dios! La que se ha liado o se va a liar”.
CAPITULO VI
Llegó al puerto de La Escala, casi al comienzo del golfo de León y bastante cerca de la frontera, y como es un puerto bastante grande, decidió pasar unos días allí, además, quería arreglar unos papeles, así que pagó el amarre para 15 días y dijo que tenía unos asuntos urgentes que arreglar, preguntó cómo podía ir a Barcelona, se lo indicaron y al día siguiente partió en un autobús de línea hasta Gerona, donde cogió el primer tren que salió para Barcelona, quiso alquilar un coche, para lo que se fue al aeropuerto del Prat, porque allí pasaría más desapercibido.
Cuando llegó a Barcelona, de pronto le vino a la memoria la imagen del barbudo, era Pedro, el amigo de Vicente y suyo, hacía años que no los veía, desde el asunto de los caracoles.
Cogió el coche de alquiler, y por la misma carretera de Tarragona, se dirigió a Benicarló, donde tenía el pequeño apartamento donde vivía, cuando llegó hizo lo que tenía por costumbre desde Menorca, comprar todos los periódicos de tirada nacional, recogió la correspondencia,  abrió la casa la casa y revisó por encima como estaba todo, la Sra. de la limpieza había pasado por allí, lo hacía una vez por semana cuando estaba fuera, a regar las plantas, echar una ojeada y limpiar si hacía falta. Tenía que ir al banco, a arreglar unos papeles, pero ya era tarde, iría mañana por la mañana.
Se preparó algo para cenar y se puso a escuchar la tv mientras revisaba el correo, nada, cuatro facturas, varios anuncios y el aviso de pasar a recoger la nueva tarjeta de crédito por el banco.
Revisó la prensa de arriba abajo, nada, no salía nada sobre los hechos, todo parecía tranquilo menos los políticos de España en periodo de elecciones, la crisis cada vez se veía más negra, pero nada más.
A la mañana siguiente fue al banco, arregló lo de la tarjeta y otras cosillas, luego consultó dónde se podría invertir un dinero que le tenían que pagar y prefería algo que aunque no le diese mucho, tampoco se viera demasiado.
Terminadas las gestiones, le dejó a  la Sra. Herminia un sobre con dinero para que se cobrara lo que le correspondía y por si salía algún imprevisto, le dio el número del  teléfono de tarjeta prepago y le dijo que estaría ausente seguramente un par de meses.
Cogió el coche y se dirigió al aeropuerto de Madrid, allí devolvió el coche y se fue a Madrid a la estación del AVE, sacó un billete para Barcelona en el primer tren, subió a él, se puso los auriculares para oír música y entornó los ojos, pero no durmió en todo el viaje, por entre los párpados medio abiertos tenía controlado todos los movimientos del vagón.
Ya en Barcelona, cogió un tren que le llevó muy cerca de La Escala y allí un autobús de línea que lo dejó en el centro de La Escala, desde allí, andando, fue hasta el puerto en el otro extremo, su barco estaba como lo había dejado, nadie parecía mirarle o vigilarlo, pasaba totalmente desapercibido. Pasó por las oficinas y preguntó si había algún recado para él, nada, negativo, ninguna noticia decía nada de los muertos en Menorca, en realidad la única persona que podía relacionar a Lara él era el taxista que la había llevado a la puerta de la marina de Benicarló y no vio el barco y a él, era de noche y bastante trabajo tenía con bajar el baúl del coche.
Pasó 15 días en el barco, no dejándose ver mucho, le llamaros un par o tres veces para alquilarle el barco, pero pensó que era mejor decir que estaba ocupado para el resto del verano, todas las veces comentó que estaba en diferentes puertos del Mediterráneo español.
Cuando pasaron los quince días que había pagado de amarre, se marchó, en el club dijo que iba a poblaciones del sur de Francia y puso rumbo hacia el norte, como hacía buena mar, decidió pasar el peligroso cabo de Creus y quedarse en LLansá, a muy poco tiempo de Francia, en un pueblo marinero que ahora,  estaba a rebosar y con constantes entradas y salida de embarcaciones de recreo.
Llevaba ya siete días comprando la prensa cada día, había llamado a la Sra. Herminia por si había novedad y nada, Ricardo se iba relajando, se comportaba como un turista, incluso conoció a una turista francesa, algo más joven que él y pasaron cuatro días, hasta que ella se fue a Paris incluso le dio sus señas por si se acercaba por allí.
El día 25 de Julio, por la mañana, hizo lo que cada día desde que marchó Michel, la francesa, desayunó y se fue a andar y a comprar los periódicos, luego se sentó en la terraza de una bar a tomar otro café y a leer la prensa, nada, todo tranquilo cuando en la última página, una pequeña nota, fechada el día 22 en Porto Pino, Cerdeña, en la playa habían aparecido dos cuerpos, al parecer una pareja, totalmente mutilados, parecía que los hubiese atacado unos lobos, animales que por allí no había.
Ricardo se puso pálido, se levantó, dio medio tumbo, no llegó a caer, pero el camarero se dio cuenta y le pregunto:
¿Se siente mal?
No, ha sido un pequeño mareo, pero ya se ha pasado, gracias.
Se alejó de allí y dijo para sí:
 ¡Dios mío! Si lo tiré a más de 100 millas de allí, no puede ser… salvo que sea el mismo… demonio.
FIN

jueves, 29 de agosto de 2013

RELATOS PALMEROS (La boda)

Hoy, terminado "El afilador", quiero publicar un relato corto, escrito hace bastante tiempo, pero que cambia un poco de estilo, para dejar el misterio policiaco por una temporada, pero os comunico que hay más aventuras y casos de los tres amigos, Ricardo, José Miguel el policía y yo mismo como el contador de la historia.

Os dejo ahora con un relato corto pero entretenido, recuerdo de mi infancia,

Y ahora.............

RELATO PALMERO
La boda

Pedro Fuentes

Corría el año 1.956 en Santa Cruz de la Palma, cuando la pareja formada por Iraya y Norberto, estaban preparando las cosas para casarse.
Iraya era de muy buena familia, su padre, D. Ramón, un rico terrateniente se dedicaba a la exportación de frutas, principalmente plátano, pero también tomate y empezaba a experimentar con aguacate, el abuelo, Eusebio, era el que había empezado a comprar fincas cuando la gente empezó a emigrar a Cuba y Venezuela.
Ramón se casó con su novia de toda la vida, Adelaida y al cabo de un año, tuvieron a Iraya, luego, a los 6 años nacieron los gemelos, Eusebio y Roque como los abuelos.
Norberto había terminado derecho y trabajaba en el bufete de su padre, D. Alonso, pero a la vez estaba  preparando oposiciones a Notaría, era bastante estudioso y estaba seguro de que las aprobaría, él hubiese esperado más para casarse, pero Iraya le apremiaba y pese a contar tan solo con veinte años, decía que quería ser la primera amiga en casarse y además por todo lo alto en la Basílica de Nuestra Señora de las Nieves.
D. Alonso, el padre de Norberto, no estaba muy de acuerdo en tan temprana boda, pero él lo veía con otros intereses, pensaba que cuando se casase, se olvidaría de las oposiciones o no tendría tantas ganas de estudiar, sobre todo si venían niños pronto; y así podría contar con él en el bufete, ya que cada vez iba a más y si aprobaba para notario, lo enviarían a cualquier sitio de España.
Doña Concha, la esposa de D. Alonso, no estaba tampoco muy de acuerdo, veía a Adelaida, su consuegra una nueva rica y una metomentodo, en cuanto a la niña, su futura nuera, una cursi de tomo y lomo y lo único que quería era un novio con una carrera y guapo como Norberto, su niño, hijo único y tan honrado y trabajador.
Iraya, era una jovencita guapa y con bastante buen gusto. Había hecho los estudios elementales en La Palma, en el colegio de las monjas Dominicas de la Sagrada Familia, más conocido por “La Palmita” donde adquirió una base cultural que amplió con clases de piano, bordados, cocina, etcétera.
Muy coqueta y presumida, solamente pensaba en casarse con Norberto, chico de buen ver y también bastante estirado y lucirlo en las fiestas del Casino y de la alta sociedad palmera, así como pasear los domingos después de la misa de doce en S. Salvador por la calle O´Daly más conocida por calle Real.
La boda, prevista para el 15 de Mayo, iba a ser un gran acontecimiento en La Palma, Adelaida e Iraya lo estaban preparando todo, sería por la tarde, a las seis, tenían ya contratada una rondalla canaria y una soprano, ésta cantaría durante la boda el Ave María de Schubert, la marcha nupcial estaría tocada al órgano por la profesora de piano de Iraya y también acompañaría a la soprano, luego, saliendo de la Basílica tocaría la rondalla y se serviría un vino de honor a los asistentes y curiosos, que se acercasen por Las Nieves. Luego bajarían al Santa Cruz donde se serviría un coctel de bienvenida en el Parador de Turismo y luego la gran cena con baile a continuación.
Norberto, tuvo que dejar en su casa su Fiat Balilla verde y con guardabarros negro recién comprado porque tenía solo dos puertas y tenía que llevar a Iraya y a su mamá a hacer recados para la boda, y coger el de su padre, el flamante Fort Taunus tipo familiar del 55.
Ya sabes, le decía Iraya a Norberto, cuando nos casemos, te compras otro coche más grande, además, si tenemos niños pronto, necesitaremos uno como el de tu padre por lo menos.
Cariño, si el coche que tenemos, para nosotros dos es lo mejor, además, está nuevo, me lo acabo de comprar, no tiene ni tres mil kilómetros.
No, cielo, fíjate, no podemos ni llevar a mamá.
Y así quedó zanjada la cuestión del coche.
La tensión iba en aumento a medida que llegaba la fecha de la boda, primero las invitaciones que ya llevaban varios días de retraso, el vestido que no terminaba de quedarle bien, al final habían decidido ir a Tenerife a buscarlo, pero entre pruebas y que a Adelaida también le había gustado uno allí, ya llevaban cuatro viajes a Tenerife  en el “crucerillo” La Palma para pruebas y demás.
Norberto, cariño, tienes que acompañarnos a los Llanos  a encargar unas flores para decorar la iglesia.
¡Norberto!, cielo, vamos a Fuencaliente para busca vino para después de la boda en Las Nieves.
¡¡Norberto!!, que hay que escribir los sobres de las invitaciones y ponerles los sellos.
¡¡¡Norberto !!!, ¡¡¡Norberto !!!,  ¡¡¡ Norberto !!!.
 ¡¡Cariño!! Ya he vendido el Fiat, se lo he vendido a mi amigo Raúl, lo estrenará el día de la boda para ir a Las Nieves.
¡¡¡Cariño!!! No te puedo acompañar porque tengo que ir a Tazacorte por un problema de una herencia.
Bueno, pues cuando vengas pasarás por El Paso que tengo encargada una seda para hacer unos pañuelos.
Y al fin llegó el catorce de Mayo; y entre todos fueron a Las Nieves para arreglar la Basílica con las flores, Doña Adelaida parecía un comandante en jefe dando órdenes, hasta D. Antonio, el párroco iba de un lado para otro preparando cosas, Norberto iba y venía a Los Llanos a buscar flores con el Taunus de su padre.
La Virgen de Las Nieves relucía, toda la plata del altar fue limpiada, había flores por todos los lados, hasta las maderas del artesonado del techo parecían recién barnizadas, los blusones blancos de los monaguillos habían sido lavados y almidonados, iba a ser seis, Pedrito, el titular y cinco chiquillos más  y dos sacristanes, el fijo y el hijo mayor del fijo.
A las cuatro de la tarde hicieron que se marchara Norberto por aquello de no ver a la novia 24 horas antes de la boda.
¡Amorcito! Vete ya a casa que no me puedes ver hasta mañana y no te olvides, tienes que estar mañana a las seis menos cuarto en la Basílica esperándome. ¿Quién te va a traer?
Me traerá Raúl con el Balilla.
¿Con ese coche vas a venir?
Si, así me despido de él, además mi padre vendrá con el grande con mi madre y los abuelos, llegaremos juntos y aquí mi madre me acompañará al altar como está previsto.
Y llegó el día y la hora, tal como estaba dispuesto, Norberto llegó con su amigo y detrás D Alonso con el resto de la familia. Antes de entrar Norberto y Raúl se fumaron un cigarrillo y luego, del brazo de su madre entró hasta los asientos que a tal fin se habían colocado delante del altar, la iglesia estaba rebosante de luz y los invitados, con sus grandes galas llenaban todos los bancos esperando a la novia.
A las seis y diez, Pedrito hizo una seña a D. Antonio y se preparó, que junto con otro monaguillo para abrir paso al cortejo de la novia, que iría acompañada de su padre, dos primos de la novia delante, después dos crías de más o menos la misma edad, una con las alianzas y otra con las arras, a continuación la novia y su padre, ella con un traje elegantísimo, con un pequeño escote que dejaba lucir en su cuello una gargantilla con brillantes y zafiros y luego una especie de corona adornada con pedrería y flores de azahar con un pequeño velo por delante que no dejaba sino ver la boca. Llevaba una larga cola que sujetaban cuatro niñas dirigidas por Anita y Eloísa, las dos amigas de Iraya.
Al entrar por entre las filas de bancos se oyó un murmullo que D. Antonio intentó acallar con un dedo llevado a sus labios por respeto al sitio donde se encontraban.
Llegó al altar, miró a Norberto y comenzó la ceremonia.
Don Antonio empezó con el clásico: Nos hemos reunido aquí para celebrar este santo matrimonio…..
Llegó D. Antonio a la parte de: “Si alguien tiene algo que objetar, que hable ahora o calle para siempre” y guardó uno segundos de silencio mientras los presentes se miraban unos a otros por el rabillo del ojo, sin atreverse a moverse por si alguien sospechaba algo. Un estremecimiento corrió por la espalda de los novios.
Raúl, el amigo del novio, que estaba sentado en los últimos bancos, viendo que perdía a su mejor amigo, salió a la puerta a fumar.
Luego, D, Antonio pidió las arras y las alianzas, y ya con los anillos en la mano, los bendijo y dijo: ¿Iraya, quieres a Norberto como esposo en la salud y en la enfermedad, en las alegrías y en las tristezas hasta que la muerte os separe?
Si quiero, dijo Iraya a punto de empezar a llorar por la emoción.
Luego dijo: Y tú, Norberto, quieres a Iraya como esposa en la salud y en la enfermedad, en las alegrías y las penas hasta que la muerte os separe?
Norberto dijo en voz baja que solamente lo oyó D. Antonio :”NO”
Y salió corriendo hacia la puerta lateral que le quedaba más cerca y que Raúl había abierto antes de la boda.
Allí lo esperaba su amigo con su Fiat Balilla con el motor en marcha, subió y salieron disparados hacia Santa Cruz.
Los más rápidos que salieron vieron como el Fiat Balilla verde reluciente con los guarda barros negros se perdía detrás de la curva de la Dehesa.
Dicen que lo vieron embarcar en “el crucerillo” La Palma. Otros dicen que se fue con la goleta “Evelia” que zarpó aquella tarde noche hacia Tetuán con un cargamento de plátanos.
Se supo que al cabo de un año aprobó “notarías” y se fue a Galicia destinado.

FIN

jueves, 22 de agosto de 2013

EL DESENLACE (Capítulo XX de "El afilador")

Al fin el capítulo XX de "El afilador", el último, aqué se aclara el misterio de los asesinatos múltiples, nuestro amigo Ricardo y sus compañeros por fin descubren el misterio y al asesino.

Terminado "El afilador" otros misterios vendrán de la mano de nuestro amigo, pero antes habrá otras historias interesantes y divertidas, aunque hay otras que no son tan divertidas, pero en las que la realidad supera muchas veces a la ficción.

Y ahora...............

EL AFILADOR

Pedro Fuentes

CAPITULO  XX

A la mañana siguiente, cuando llegaron a la comisaría, José Miguel los estaba esperando, habían llegado informes de Dominic, no eran gran cosa, simplemente que un hombre que correspondía a los datos y con pasaporte español había embarcado en un viejo mercante que partió de Marsella rumbo a la India con un cargamento de cereales, una vez en el destino, se había marchado y no se sabía destino, se pidió información a India y se le había perdido la pista, pero era bastante corriente que un marino dejara un barco y se fuese de tripulante a otro sin ni siquiera salir del puerto, por lo que por lo general no se enterasen las autoridades.
Además había informes de la sangre encontrada en el cuchillo, era humana pero con los sucesivos lavados y detergentes no se sabía el grupo sanguíneo.
Las colillas recogidas en casa de la última víctima, no correspondían a ninguna persona conocida, ni siquiera a la muerta, además, había seis y las seis pertenecían a dos marcas pero ninguna a la misma persona.
En ese momento llamaron al comisario y era un reporte de la policía de Sitges, el camarero no había aparecido por allí, al dueño del piso se le había visto la noche anterior en un club de bastante mala fama con una morena despampanante. Se habían ido luego a la casa de él pero ya no habían salido.
Al oír esto, contado por su amigo le dijo:
Rápido, no perdamos tiempo, vamos a Sitges antes de que vuelen del nido o alguien más se entere.
Corrieron a un coche camuflado y partieron rumbo a Barcelona.
Mientras llegaban, José Miguel avisó a los policías que vigilaban y les dijo que doblaran el control sobre el sospechoso y la morena.
Llegaron a las señas indicadas, preguntaron a los policías y estos les comunicaron que la morena seguía en el piso pero que el dueño había salido con un carro de la compra, un compañero lo estaba siguiendo.
¿Saben si ha entrado alguien más?
Hace tres minutos ha entrado un hombre que parecía no saber muy bien a dónde iba, pero no era ninguno de los sospechosos.
Ricardo cogió a José Miguel por la manga y le dijo:
¡Corre!, sígueme.
El comisario dudó unas décimas de segundo pero inmediatamente corrió tras él.
Ricardo que tenía una buena forma física llegó al tercer piso unos segundos antes, la puerta estaba entreabierta, no se lo pensó dos veces, cargó con el hombro y entró al apartamento, había un pequeño salón, de pie en medio de él una mujer morena se encontraba pegada a la pared y su rostro era una mirada de terror, delante de ella, de espaldas a la puerta, un hombre de anchas espaldas le apuntaba con una pistola. Ricardo, siguiendo la inercia de abrir la puerta, se abalanzó sobre el hombre, que perdió el equilibrio y salió hacia delante. En ese preciso momento sonó un disparo. Por la puerta apareció José Miguel y el instinto le hizo sacar la pistola reglamentaria. El hombre de las anchas espaldas cayó al suelo. La mujer morena se revolcaba de dolor, se sujetaba el hombro derecho con las dos manos que estaban manchadas de sangre.
José Miguel desarmó al hombre y le puso las esposas, Ricardo fue a ayudar a la morena y le dijo:
Tranquilo, Anselmo, solo ha sido un rasguño.
Al momento llegaron los dos policías que estaban en misión de vigilancia, el amigo de Anselmo y el policía que lo seguía.
Llamaron a una ambulancia y a un coche policial, José Miguel dio instrucciones para que acompañaran a la víctima al hospital y si le daban el alta después de curarlo que lo llevasen a la comisaría de su pueblo.
La comitiva salió, el comisario pidió permiso a la policía para llevarse al detenido y volvieron.
Pedro le dijo a Ricardo:
¿Cómo lo sospechaste?
Anselmo hace de travesti y por lo visto bastante bien, al decirme que estaba aquí sospeché que lo mismo que lo habíamos encontrado nosotros, también lo podía encontrar Dominic, como así ha sido.
Bueno, Ricardo, dijo José Miguel, caso resuelto, otra medalla para el dúo de sabueso.
No, dijo Pedro, el sabueso es él, yo soy su biógrafo.
No creas, muchas de las pistas me las das tú, claro que sin darte cuenta.
Los tres rieron, pero Ricardo sentenció:
No, el caso no está resuelto, llama a la comisaría y pide que nos reúnan  a todos los encausados para cuando lleguemos, pero que no les digan nada.
Al poco rato llamaron diciendo que lo de Anselmo era un ligero arañazo y que lo llevaban a comisaría junto con su amigo también.
Cuando llegaron a la comisaría, todos los encausados estaban sentados en el despacho de José Miguel en semi círculo con la espalda hacia la pared. Cuando entraron con Dominic esposado, lo hicieron sentarse en un extremo, al rato llegó Anselmo y su amigo y los sentaron en el otro extremo, casi de frente a Dominic.
Los dos amigos se sentaron al otro lado de la mesa, de espaldas a la luz que entraba por la ventana, en las dos puertas se apostaron sendos policías de uniforme.
José Miguel dijo:
Como sabéis, y si no lo sabéis, ahora os lo digo, Ricardo os hablará ahora de unas cuantas cosas que sabemos, ya que los dos son colaboradores de la policía.
Voy a empezar por el principio, dijo Ricardo, Hace veinticinco días apareció degollada una mujer, tenía un corte de oreja a oreja en la garganta mortal de necesidad, luego le habían apuñalado repetidas veces pero meros pinchazos, heridas  nada graves, una vez estirada en el suelo le arrancaron la blusa para hacer creer que era un maniaco sexual y efectivamente fue algo similar.
Aquella mañana, como tantas otras, la víctima iba a afilar los cuchillos con usted, y señaló al afilador, usted, como siempre, intentaba enrollarse con ella, pero ella no solo no quería sino que además se reía y le tomaba el pelo delante de otras mujeres, tenemos testigos de ello, mientras más la acosaba, ella parecía disfrutar dándole calabazas, como sabía de la costumbre de ella de ir a correr hasta el río, una noche la esperó y la mató, no se deshizo del cuchillo, ¿Dónde iba a estar más escondido un árbol que en el bosque? Lo guardó con tantos como tiene siempre, e incluso es posible que se lo cambiase a cualquiera, incluso a alguna de las otras víctimas, como por ejemplo a la tercera. Como así fue. Luego puso a la víctima como si fuese una agresión sexual y se marchó.
Pero de pronto aparece una segunda víctima, hace 18 días, y qué casualidad, poco antes de morir había mantenido relaciones con usted.
Yo no la maté, gritó el afilador, ya le dije el otro día, estuve con ella, pero consintió, pero luego me marché, en el Hamilton la vieron con vida y yo me fui.
Si, claro, “consintió” quizás eso le salvó la vida, de momento.
Pero usted eligió mal y encima se dejó ver con ella después, claro, qué mérito podía tener si no podía presumir de ella. Por eso fue al Hamilton, deseaba que Anselmo el camarero lo supiese, siempre le estaba diciendo que los que tanto presumían, luego, a la hora de la verdad no se comían una rosca.
Pero fue visto por alguien más, por Dominic, éste, cuando usted se fue, llegaba al bar, se acercó a la mujer y le dijo:
De acuerdo, ven conmigo que te pagaré lo que has pedido, pero luego te marchas y no vuelves más.
¿Qué pasaba? Pues bien sencillo, ella conoció a Dominic en Francia, cuando él ejercía de macarra en un club de Marsella y ella de prostituta, en realidad los dos eran amantes. El, por una cuestión de faldas mató a un policía. Como estaba protegido por la mafia marsellesa le buscaron documentación falsa, se enroló en un barco hacia la India, allí, con su nueva documentación, embarcó en otro barco y desapareció. Con el tiempo llegó a Barcelona y luego, ayudado por la mafia marsellesa le pusieron el Hamilton.
Existe en Francia una orden de busca y captura, cuando le enviemos nota a la Interpol le reclamarán, pero antes tendrá que cumplir pena en España por asesinato con premeditación e intento de asesinato de Anselmo, aquí presente.
Al cabo de unos años apareció, de casualidad por aquí Michelle, Reconoció a Dominic y le pidió trabajo, éste se lo dio, pero ella quería más, le hizo chantaje, usted, en principio dijo que no, pero luego le dio una cantidad no muy grande, al cabo del tiempo fue más lo que pidió, así que Dominic/Domingo, el día que la vio llegar con el afilador se aprovechó de la oportunidad y la llevó al bosquecillo y la mató.
Anselmo, que había estado cerca cuando se reconstruyó el primer crimen le había contado a su jefe cómo había sido y Dominic aprovechó y puso a la víctima como la primera, así, el primer sospechoso sería el primer asesino.
Estuvo bastante cerca de conseguirlo, pero cometió un error, no se dio cuenta de que cuando se fue con ella, fue visto por Anselmo, que había salido del bar a un recado y volvía, cogió la moto y los siguió, no llegó hasta el sitio porque estaba todo bastante solitario, regresó al bar.
Cuando al día siguiente se descubrió el crimen, Anselmo ató cabos. Vio que corría peligro y avisó a su amigo, éste lo esperó en casa vigilando desde el balcón, dejó todo bien recogido y dejó una pista para que la policía pudiese llegar hasta ustedes, Una colilla de Ducados.
Anselmo aparcó la moto un poco antes en la carretera, la cerró y la tiró a la playa de piedras, con la idea de que la policía se daría cuenta y lo buscaría, cuando su amigo lo vio, bajó, cogió su moto que la tenía aparcada fuera y marcharon a Sitges.
Dominic supo que su camarero se había ausentado del trabajo y tardado bastante, pensó que quizás Anselmo sabía algo y empezó a sonsacarle. Tenía la sospecha de que sabía demasiado, cuando Anselmo desapareció ya fue certeza, pero él ya había desaparecido, una de las camareras le dijo que quizás estaba con su amigo, lo localizó y fue a por él. Nosotros llegamos justo a tiempo, al entrar de golpe en el apartamento falló el tiro y lo hirió ligeramente.
Ya tenemos dos crímenes iguales, pero un sádico se supone que sigue matando y entonces aparece el tercer cadáver, las mismas circunstancias y el mismo tipo de cuchillos, el afilador tiene los días contados, una lo despreció, otra tuvo relaciones con él ¿Y la tercera?
La tercera también murió por culpa de un chantaje. Un buen día se le ocurre que ya está bien de mantener una relación ilícita, que quiere a su hombre para ella sola y para toda la vida.
Su amante aprovecha la ocasión y como sabe las circunstancias de las otras dos muertes, repite la escena del crimen y las pistas y muere la tercera.
El asesino, cuando llega a su casa descubre que ha perdido una gorra de de lana con el escudo del Atlético de Madrid y al día siguiente se dirige al lugar del crimen, pero por el camino se encuentra conmigo, cuando vemos el cadáver, ve él también la gorra y cuando yo me despisto, se acerca al cadáver, está limpia, la recoge y se la pone. No me doy cuenta hasta el día de después del intento del cuarto asesinato, él también se da cuenta de que sospecho, así que decide montarme el numerito, para lo cual se aprovecha de Elisabeth, a la que también conoce, y la vigila, lo mismo que a mi.
En el momento que coincidimos ambos en el final del paseo, él que ya espera, hace su aparición para que yo lo vea, asusta a su amiga y hace ver que el asesino es zurdo, con lo cual piensa que yo, que sé que él es diestro, dejaré de sospechar.
No siempre parecen las cosas lo que son. Si hay tres muertas ¿Por qué no puede haber tres asesinos?
José Miguel se levantó, llamó a los policías que estaba fuera y dijo:
Detengan a esos tres hombres por asesinato e intento de asesinato.
En cuanto a los demás pueden marcharse, están libres de cargos, pero recuerden que serán citados a declarar cuando se celebren los juicios.
Al día siguiente se reunieron los tres amigos para despedirse.
Bueno, dijo José Miguel, os han nombrado agentes honorarios colaboradores con la policía, eso quiere decir que cuando se me tuerza alguna investigación puedo llamaros para que me ayudéis.
En cuanto a la pesca, queda en pie, en cuanto consiga unos días de vacaciones me vendré a pescar con vosotros, mientras tanto, cuidaros y por favor, no os metáis en más líos.

FIN

viernes, 16 de agosto de 2013

EL CIRCULO SE CIERRA ("El afilador" Capítulo XIX)

El circulo se estrecha sobre los sospechosos, se van aclarando las cosas, apearece el amigo del camarero y no todos los perros son iguales.
Ricardo es el único que lo tiene todo claro, yo, el autor, hasta este capítulo tampoco lo tengo claro, Ricardo es muy reservado en sus conjeturas.

Y ahora............



CAPITULO XIX

El día siguiente, a las ocho de la mañana salía Ricardo con Trouvé a su paseo mañanero, no sabía bien hacia dónde se encontraría a Rodolfo con su mastín Pibe, decidió ir dirección al puerto y de camino echarle una ojeada al barco.
A los doscientos metros del paseo se encontró con Rodolfo y Pibe.
Hola, Ricardo, ¿Qué tal? ¿Cómo vamos?
Bien, estamos bien, un poco liado, con mis dos amigos aquí, no paro, además, como me ha pedido el comisario que colabore con él, pues bueno, entretenido, es algo que me gusta.
¿Lo conoces desde hace mucho tiempo?
Si, un poco, a Pedro desde casi la infancia, al policía de menos, pero no sé si te acordaras que hace algún tiempo hubo por aquí la detención de un comando terrorista que quería cometer un atentado en nombre de Al Qaeda, José Miguel y su equipo fueron los que descubrieron y detuvieron al comando, unos de los cabecillas alquilaron mi barco para un viaje y Pedro y yo nos vimos envueltos  y a raíz de eso hicimos una buena amistad.
Por cierto, dijo Rodolfo, ¿Es verdad que han intentado asesinar a otra mujer?
¿Quién te ha dicho eso? Respondió Ricardo.
Resulta que la mujer, Elisabeth, inglesa es conocida de mi mujer y mía y ayer me llamó nerviosa para contárnoslo, como mi mujer había ido a Valencia a casa del hijo, que está con gripe yo quedé con ella y me lo contó, por lo visto fuiste tú el que la salvó.
Bueno, yo estaba por allí paseando a Trouvé y al oír los gritos de ella corrí y el individuo salió huyendo.
Es curioso, dijo Rodolfo, parece extraño que volviese al lugar del crimen cuando no lo había hecho nunca, y más al último, que se supone estás más vigilado.
Ricardo no quiso seguir hablando del tema, ya que no le podía dar ninguna pista de lo que pensaba la policía, así que procuró el cambio de tema, pero no había forma, Rodolfo volvía al mismo tema, quería conocer cualquier detalle por insignificante que fuese, por lo que recurrió a que tenía mucha prisa porque le esperaban en el barco y adelantando el paso se distanció del argentino.
Todo estaba bien en “El Solitario” su velero, Trouvé corría por cubierta contento, se debió imaginar que iban a salir a navegar, luego, cuando Ricardo puso el motor en marcha para cargar baterías y a la vez que circulase el aceite por el motor y el agua por los circuitos de refrigeración, se fue rápidamente a las amarras de popa porque sabía que eran las primeras en soltar, la verdad es que entre unas cosas y otras, últimamente no salían a navegar sino lo indispensable y en invierno no solían alquilar el barco muy a menudo, pero pronto vendría el buen tiempo y ya tenía comprometidos varios viajes a Columbretes de fin de semana, a Ibiza por lo menos cuatro de semana y dos pasando por Columbretes, Ibiza, Formentera, Mallorca, Menorca y luego vuelta directos. El que menos le gustaba era el de Ciudadela por San Juan, ese le traía los malos recuerdos de los sucesos ocurridos con los árabes.
Una vez comprobado todo, se sentó un rato en cubierta a fumar un cigarrillo y esperar que los motores funcionaran un rato más. Trouvé se estiró a sus pies como en las largas travesías, parecía mentira que no recordase su terrible vida anterior.
Cuando faltaba una hora para reunirse con sus amigos, recogió y salió para casa, allí dejó a Trouvé que se puso a dar saltos de alegría cuando vio que estaba allí Hortensia, la señora de la limpieza.
¡Hortensia! Por favor, cuando termines ¿Le podrías dar una vuelta a Trouvé y ponerle la comida? Tengo que salir y no sé a qué hora volveré.
De acuerdo, y si ves que no llegas hasta tarde, avísame y vendré a sacarlo a las ocho, no hay ningún problema.
No sé que haríamos Trouvé y yo sin ti.
Ya sabes que el animalito es mi perro preferido.
Ricardo salió de nuevo ahora ya con el tiempo justo para llegar a la hora fijada.
En la entrada de la comisaría habilitada en el ayuntamiento se encontró con Pedro que iba con el tiempo justo también.
José Miguel les estaba esperando.
He hecho llamar al afilador, más que nada para ponerlo un poco nervioso, le he mandado el recado de venir a medio día para que no pierda trabajo.
También le he puesto vigilancia a Dominic. ¿Tú has hablado con el porteño?
Si, dijo Ricardo, dijo que se había visto con Elisabeth de “motu proprio” pero además ha intentado interrogarme, al final le he dicho que tenía prisa, pero no le he confirmado nada ni como sucedió todo, claro que la inglesa se lo habrá explicado. De todas formas me parece que está aprovechando que la mujer está fuera para echa una cana al aire. Quizás habría que hacerle un sutil chantaje para ver si canta algo nuevo o un tango.
Ya me han avisado de que en Sitges tienen localizado al amigo del camarero, todavía no hay nada, hace su vida normal y la casa está igual de cerrada que siempre, he pedido una orden judicial para pincharle el teléfono, también a Dominic, pero ahora con los móviles es más difícil.
Bueno, y ahora nos vamos a ir al piso de la tercera víctima, ya tengo la orden judicial para inspeccionar aquello, quizás encontremos algo que nos sirva.
Salieron los tres amigos y cuatro agentes.  Llegaron hasta el piso, allí les esperaba el ex marido que había sido avisado por José Miguel para que estuviese presente.
Todo parecía estar en su sitio, se de dedicaron a recoger alguna colilla de los ceniceros, revisaron la bolsa de basuras, ésta estaba vacía, parecía que a la hora de salir a correr se la había llevado para tirar, pero un par de ceniceros tenían colilla sin limpiar, se apreciaban dos marcas diferentes de tabaco, del cuarto de baño se recogieron varios cabellos, se buscaron direcciones, números de teléfono y no parecía que hubiese nada sospechoso, de todas formas, se recogió todo para investigar.
Ricardo miraba una serie de fotos encima de una repisa y de pronto dijo:
¡Mirad! ¡Mirad lo que he encontrado! Mostró una foto enmarcada a los dos amigos y les dijo:
¿Qué veis?
A la víctima con un perro. Contestó José Miguel.
Buena vista, comentó Ricardo. ¿Nada más?
Pues no, dijo Pedro
Este perro es el de Rodolfo, Pibe.
Todos los perros son iguales, dijo el policía.
No, yo entiendo de perros y son diferentes, los chinos parecen todos iguales y no lo son.
Esto quiere decir que Rodolfo conocía a la muerta y más de lo que él ha confesado, ahora me empieza a cuadrar todo, solamente necesito un par de cosas para poder acusar a alguien, necesito algo más que indicios razonables.
Desde la cocina uno de los agentes llamó:
Comisario, venga, por favor.
Cuando llegó le enseñó un cuchillo de grandes proporciones. Lo enfocó con la linterna de rayos ultravioletas y estos delataron manchas de sangre en exceso.
Pueden ser de animal, pero si el cuchillo se afiló aquel mismo día, como dijo el afilador, no creo que tuviese tanta sangre.
Nos lo llevaremos para hacerle pruebas.
Ricardo le dijo al agente:
Supongo que no tiene huellas dactilares.
No, no las tiene.
Muy raro, por lo menos tendría que tener las del afilador y la muerta.
Se supone que aunque lo hubiesen lavado, tendría los de la dueña.
Bueno, ha aparecido el arma del crimen pero ¿Por qué aquí? Dijo Pedro
Elemental, querido Watson. Fue la última víctima.
¿Y el intento de asesinato posterior?
Eso fue puro teatro, me quisieron engañar y me montaron una escena de crimen sangriento. Pero ya lo tengo bastante claro, hay que encontrar al camarero, pero supongo que lo pillaremos pronto. Hay que saber también de dónde viene Dominic/Domingo.