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jueves, 25 de julio de 2024

ENTRE FANTASMAS (Capítulo II)

 

ENTRE FANTASMAS

Pedro Fuentes

Capítulo II

               Cuarenta y cinco días después, estaba sentado delante del televisor cuando en la habitación del fondo de la casa, la de Rosa Mary y mía, se abrió la ventana de golpe, miré por el balcón y no noté que hubiese aire como para hacer corrientes.

               ¡Rosa Mary!, ¿Qué ha pasado? Nadie me respondió, entonces recordé que había salido con Lucía de compras. Llegué a la habitación y la ventana estaba abierta de par en par, pero la persiana se encontraba bajada, solamente se veían las rendijas entre las lamas separadas.

               No puede ser la corriente, no pasa ningún aire por esas rendijas. Sin saber por qué razón miré el reloj despertador de la mesilla de noche, eran las siete y cuarenta y ocho minutos. Cerré la ventana y me fui de nuevo al salón.

               Al momento entró mi mujer y Lucía, venían pálidas como la cera, les pregunté:

               ¿Qué os pasa? Parecéis asustadas.

               ¿No has oído nada? Me dijo Rosa Mary.

               Sí, he oído algo, pero no ha sido ruido, la ventana de la habitación, que estaba cerrada y con la persiana semi bajada, se ha abierto de golpe.

               Aquí delante, tres casas más abajo ha habido una explosión, no se sabe de qué, parece que ha sido una bombona de gas, pero ha sido aquí delante, no detrás. Dijo Lucía.

               No, aquí delante no he oído nada, tenia la televisión puesta, pero el volumen no estaba tan alto. De todas formas, no he oído nada, solamente he notado como una onda expansiva, pero imposible que abriese la ventana por detrás y sin embargo ésta, que está más cerca no se hubiese enterado.

               Voy a bajar a la calle, pare ver qué ha pasado, Dije

               Espera, bebemos agua y bajamos contigo, dijo Lucía.

               A los tres minutos llegamos a la calle, la policía había acordonado la zona, una casa, el último piso de una casa de cinco alturas, estaba reventado, de la cocina solamente quedaba la mitad de dentro, lo que era la fachada y ventana estaban en la calle derruidas, la mujer que vivía allí, por la explosión, había muerto, había sido arrojada por el derrumbe producido y yacía en la calle, entre cascotes tapada con una especie de manta dorada, estaban esperando al juez, mientras tanto, los expertos casi aseguraban que era una bombona de gas que había explotado.

Se oían comentarios de todo tipo, los que más hablaban y hacían conjeturas eran los recién llegados.

               Uno de los habitantes de la casa, de un piso inferior, que había corrido al oír el ruido, como lo conocía de haber hablado con él alguna vez le pregunté:

               ¿Se sabe que ha pasado?

               Oficialmente no, pero a las siete cuarenta y cinco, lo sé porque estaba sonando el reloj carillón que tengo en el salón, se ha oído un estruendo, luego el ruido de los cascotes y demás que llegaban a la calle, me asomé a la ventana y vi a la muerta en la calle, parecía chamuscada por todo el cuerpo, salí corriendo y aquí estoy, que no podemos entrar hasta que vengan los técnico por si hay peligro de derrumbe.

               Lo que pasó en casa, le dije a Rosa Mary y Lucía, ocurrió justo a la misma hora, debió ser un efecto extraño de la onda expansiva, le preguntaremos a los vecinos de aquí y de casa a ver si alguien más lo sintió.

               Nosotras estábamos en la tienda que hay cinco casas más abajo y nos enteramos porque una clienta entró corriendo y gritando, estaba un poco más cerca y lo vio todo, incluso cómo salía despedida la mujer, pero no sentimos sino un ruido, no muy fuerte, pero nos pareció cualquier otra cosa, como cuando descargan el contenedor de vidrio. Comentó Rosa Mary mientras Lucía asentía.

               El día siguientes, por la mañana, llamaron a mi puerta, un policía preguntaba por mí.

               ¿Don Federico Fernández?

               Sí, yo soy, ¿qué desea?

               Traigo una citación judicial para que me acompañe, tiene que identificar el cadáver de la vecina suya que ayer falleció en la explosión.

               ¿Yo? ¿Por qué?, si yo no la conocía, me parece que solamente la he visto una vez y por la calle.

               Bueno, eso se lo tendrá que decir al secretario del juzgado cuando vea el cadáver. Ahora, ruego me acompañe, un coche nos espera en la calle, luego le devolveremos a su casa, es un puro formulismo, al parecer no se ha encontrado documentación que pueda demostrar quién era ella.

               Permítame que le deje una nota a mi esposa que ha ido a comprar, para que no se asuste cuando llegue. Dicho esto, tomé un bloc de notas de una mesita del recibidor y le dejé una nota.

               “Cariño, he salido a hacer una gestión, ahora vuelvo”.

               Cogimos el ascensor y bajamos a la calle, donde nos esperaba un coche. Subimos y nos fuimos al Anatómico Forense.

               Dos veces he estado en ese sitio y si volviese mil veces, siempre me impresionaría.

               Cuando llegamos, un forense y el secretario del juzgado me acompañaron a la sala donde estaba, encima de una mesa de mármol el cadáver boca arriba y tapado con una sábana.

               El secretario me dijo:

               Le hemos llamado, porque en el bolso de la mujer muerta hemos encontrado un diario en el que en la última página le nombran a usted.

               ¿A mí?

               Si, ¿Es usted don Federico Fernández?

               Si, yo soy, pero hay muchas personas con el mismo nombre.

               ¿Vive usted en el paseo Marítimo nº 46 – 5º - D?

               Si, efectivamente.

               Acérquese, me dijo e hizo una seña al forense que destapó la cara de la difunta.

               Mírela atentamente, al parecer hace años que no se ven.

               La miré fijamente, me fijé en sus facciones, barbilla, orejas, nariz, pelo y de pronto dije:

               ¡Dios mío!, si es María del Pilar hace por lo menos 20 años que no la veía.

               ¿Entonces la ha identificado?

               Sí, creo que sí, fue una novia que tuve en mis años jóvenes.

               Eso es lo que pone en el diario, lea, me dijo el secretario:

               “Hoy le he visto, menuda sorpresa, resulta que me traslado y tengo por vecino a Federico Fernández, después de 23 años que me dejó, mi corazón ha dado un vuelco, creo que todavía le quiero. He pasado por su lado, casi nos hemos rozado y no me ha conocido, tengo que hablar con él, me abandonó pero yo le sigo queriendo. Hablaré con él e intentaré reconquistarlo”.

               Me quedé de piedra, qué pequeño es el mundo y qué grandes las casualidades, otra vez alguien parece anunciarme su muerte. Pensé mientras el secretario rellenó un informe y me preguntó todo lo que supiese de María del Pilar. Le di todos los que recordaba y luego me acompañó a la salida donde me esperaba el guardia con el coche, montamos y me llevó de nuevo a casa.

               Cuando llegué, mi mujer me esperaba nerviosa, alguien le había dicho que iba acompañado de un policía.

               Le conté todo lo sucedido y encima me puso mala cara al saber que había tenido relaciones con otra mujer y que encima vivía a nuestro lado.

jueves, 18 de julio de 2024

ENTRE FANTASMAS (Capítulo I)

 

ENTRE FANTASMAS

Pedro Fuentes

Capítulo I

 

               Era una noche sofocante de un dieciséis de agosto.

               De pronto sentí un chorro de aire frío sobre mi nuca, hombros y parte superior de la espalda, noté una tenue caricia sobre el brazo derecho, algo tan suave como una pluma se deslizó en contacto con mi piel, rápidamente me volví, ante mí, había algo plano, traslúcido y etéreo.

               Dado mi escepticismo pronto empecé a dar una explicación lógica a lo vivido. Entre sueños, con el calor que hacía, me había echado sobre la cama, al lado de la ventana y con el torso desnudo, me quedé dormido envuelto en sudor, a eso de las tres se empezó a desencadenar una típica tormenta de verano, cambió el viento y una racha de aire frio, acompañada de la brisa húmeda del mar entró por la ventana abierta del piso en el paseo Marítimo, con la fuerza de la racha, la cortina, de diseño, de translúcidos colores se desplazó sobre mi espalda, rozándome suavemente. Abrí los ojos y las luces del paseo, a través de la transparente cortina color crema y pintada a mano con círculos dispersos e irregulares, me hicieron ver lo que no había.

               Tengo por costumbre cuando me despierto por la noche, mirar el reloj despertador y ver a qué hora me despierto, eran las tres y trece minutos, ajusté un poco la ventana para evitar el aire frío de la tormenta y un poco destemplado, me envolví en la sábana y me quedé dormido.

               A las ocho de la mañana sonó insistentemente el teléfono, lo cogí y conocí la voz de Lucía, la mujer de Fermín, mis mejores amigos.

               ¡Federico! Me dijo, Fermín ha muerto esta noche.

               ¡Cómo! ¿Qué dices? No puede ser, ¿Cómo ha sido?

               Anoche, después de cenar, cuando estábamos viendo la tele, empezó a sentirse mal, como no se le pasaba y sabes que tenemos aquí, al lado el hospital, fuimos a urgencias porque decía que no quería meterse en la cama así.

               Resultó ser un ataque de miocardio, le volvió a repetir y a eso de las tres y diez falleció. Intentaron todo, pero fue imposible.

               No te he llamado antes porque ya no se podía hacer nada, pero ahora no sé ni qué hacer ni a quién recurrir y como sabes que no tenemos familia en la ciudad, te quiero pedir que me eches una mano.

               Ahora mismo voy, Lucía, mientras tanto siéntate en algún sillón y mira de relajarte.

               Mi mujer, que también se había despertado con el teléfono, al oírme, se sentó en la cama y estaba tapándose la cara con ambas manos y llorando. Cuando me oyó colgar, me dijo:

               Me voy contigo, mientras te vistes preparo café y nos vamos.

               Así hicimos y en menos de diez minutos salimos a la calle, no tuvimos ni que coger el coche, somos vecinos y en hospital queda entre el piso de ellos y el nuestro, en cinco minutos entramos, preguntamos en recepción y nos enviaron a una habitación habilitada para estos casos antes de que lleguen los servicios funerarios para enviar el cuerpo al tanatorio, ya que en este caso, los médicos habían pensado que no era necesaria la autopsia.

               Subimos a la primera planta y enseguida vimos a Lucía, estaba en un sillón, al principio del pasillo, sentada sujetaba su cabeza con las manos y apoyados los codos en las rodillas, su aspecto era lamentable, cuando Rosa Mary la vio, corrió hacia ella y sin dejarla ni levantarse la estrechó entre sus brazos y le acarició la cara y le meció los cabellos. Cuando yo llegué ya estaban levantadas y me uní a las dos en un abrazo.

               Fue muy duro, avisamos a su familia y amigos, a los que venían de fuera tuvimos que buscarles alojamiento, salvo a los padres de Fermín y Lucía que se quedaron en su casa, los dos hermanos de ella se vinieron a casa. Arreglamos todos los papeles y preparamos la incineración que se hizo al día siguiente.

               Tal como Fermín había dicho siempre, a los dos días, en la embarcación de un amigo fuimos a depositar las cenizas a alta mar.

               Mi mujer no se separó de Lucía en ningún momento y la amistad que nos unía se hizo aún mayor.

               A los cuatro días, estando en casa, después de cenar le dije a mi mujer:

               ¿Sabes que la noche que murió Fermín, justo a la misma hora algo me despertó?

               Tu sabes que yo no creo en esas cosas, que soy totalmente escéptico en cuestión de apariciones y de fantasmas, pero aquella noche me despertó una corriente de aire frío y me tocó la espalda y el hombro, le eché la culpa al viento y a la cortina, pero cada vez que recuerdo eso y a Fermín, un escalofrío me recorre la espalda y me pone los pelos de punta.

               Rosa Mary, mi esposa me contestó:

               Yo he leído muchas cosas de eso y ni creo ni dejo de creer, supongo que hay algo después de la muerte, mucha gente dice que han recibido mensajes cuando un ser querido ha muerto, quizás Fermín antes de irse te quiso avisar.

               Eso son casualidades de la vida, a veces las casualidades son más numerosas que los hechos, pero preferimos creer cosas más irreales y etéreas, mis sentimientos hacen que al recordar a mi amigo me emocione y quiera creer que lo que fue casualidad fuese el último adiós de Fermín. Además, ¿Por qué iba a despedirse de mí y no de Lucía o de su madre por ejemplo?

jueves, 11 de julio de 2024

PLAN 2 (Capítulo III)

 

PLAN 2

Pedro Fuentes

 

Capítulo III



              La cena, después del vino de honor, llegó como estaba prevista, en Altozano del Monte hay muy buena carne, tanto de cordero como de ternera, así que después de una opípara cena regada con buenos caldos, empezó el baile.

              D. Cesar, que se las sabía todas, contrató a un presentador de renombre al que también representaba, como animador de la fiesta, éste, con una habilidad pasmosa hizo que todo el mundo participara, en concursos de belleza, bailes de la escoba, de farolillos, presentó a los mozos uno por uno y les fue buscando pareja, a los más votados en “míster” les asignó varias parejas e hizo que la noche se alargara y a nadie se le hiciese pesada, todo el mundo se divirtió y muchísimas personas entablaron una amistad de toda la vida.

              Las cámaras desplazadas para el evento, filmaron todo lo que quisieron, se supone que luego lo darían en pequeños resúmenes.

              Ya de madrugada las gentes se fueron a dormir y así estuvieron hasta casi las doce del día siguiente.

              A la una tenían que reunirse en la plaza.

               El cura, D. Jonás dijo la misa a las doce, como siempre, pero la concurrencia fue la habitual solamente.

              Después de comer, las muchachas fueron a sus habitaciones y prepararon las maletas para a continuación partir, mientras la media banda tocaba “Y viva España”.



EPILOGO



              Cuando los autobuses salieron, el Tío Paco llamó a su hija y a Pepita para empezar a recoger, no aparecieron.

              Algunos mozos aprovecharon para poner alguna teja en la casa que empezaron por el tejado.

              Otros mozos se hartaron de carne de cordero y vacuno pero nada más.

              Genaro conoció no sabe si bíblicamente o no porque no ha contado nada, a una caribeña de ochenta y cinco quilos de redondeces.

              Desde entonces a la salida de la misa de doce pide una limosna para irse a Cuba y con el cachondeo lo conseguirá pronto.

              Muchas de las mozas volvieron al pueblo y se casaron, Con los hijos que venían con ellas y los que nacerán para la próxima primavera se podrá abrir de nuevo la escuela que será multirrracista.

              Carmela y Pepita se metieron de polizón en el autobús de Madrid. Se casaron con Jorge y Alejandro, los conductores y viven en Madrid muy felices. Vuelven al pueblo en vacaciones.



FIN


jueves, 4 de julio de 2024

PLAN 2 (Capitulo II)

 

PLAN 2

Pedro Fuentes

Capítulo II



              Por fin llegó la semana de la caravana, era el final del invierno, unas tres semanas antes de subir al ganado a los pastos para pasar la primavera y el verano.

              Todo hervía de emoción, habían salido en todos programas de cotilleo de las televisiones, varias veces se entrevistó al alcalde y a los mozos, tanto en el pueblo como en los platós de televisión.

              D. César sabía lo que hacía, no perdía detalle de nada, todo lo llevaba él, todo pasaba por sus manos.

              Lo único que no consiguió fue vestir con el traje regional de fiesta a Carmela y a Pepita, éstas se negaron en redondo diciéndole que si los mozos no se habían fijado nunca en ellas, no iban a colaborar ahora en “su fiesta”.

              Yo, trabajaba en colaboración directa con D. Cesar, era un hombre que no paraba para nada, yo me preguntaba cómo podía estar gordo, pesaba unos cien kilos y no era excesivamente alto, comía como un pajarito y mientras iba de un lado para otro.

              Se le había habilitado un despacho en el ayuntamiento, al lado del mío.

              Las tres administrativas, el alguacil y yo mismo, no parábamos.

              Ya se empezaban a recibir cartas y telegramas pidiendo plaza en los autobuses que saldrían de Madrid y Barcelona desde donde vendrían las candidatas, luego había otro grupo de las que irían en transporte propio, se calculaba que llegarían unas doscientas mujeres de todas las edades, aquello se podría desbordar si no hubiese sido por el buen hacer de D. Cesar y la colaboración de todos los vecinos del pueblo.

              Y amaneció el día señalado, era un día caluroso para las fechas en que se estaba, y las predicciones eran muy buenas, sería así durante todo el fin de semana, por la noche refrescaría pero con la carpa instalada en la plaza mayor, no habría problemas.

              Los primeros en llegar fueron los instaladores del sonido y luces de los conjuntos, dos grupos de mediana calidad pero que sonaban durante el verano, tocaban música de todo tipo y llevaban entre los dos cuatro señoritas que además de cantar lucían su palmito bailando en el escenario.

              La banda de música del Ayuntamiento tocaría algunos pasacalles de bienvenida y de despedida, pero estaban algo diezmados porque unos cuantos músicos estaban en el grupo de los solteros y no querían vestir el uniforme porque decían que eso le daría ventaja a los que vestían de fiesta, aunque don César no paraba de decirles y asegurarles que los uniformes les ayudarían a ligar.

              El director de la banda, sesentón y casado, también les quiso convencer de lo que le gustaban a las mujeres los hombres con uniforme, pero no convenció a nadie salvo a Genaro, que aunque no toca en la banda ni viste uniforme, siempre ha sido el mayor fan de la banda y la acompaña a todos lados.

              Los solteros paseaban por la plaza hablando unos con otros, era por la mañana y todavía andaban vestidos de trabajo, entraron en el bar, volvían a salir, el Tío Paco les preguntaba qué querían tomar pero decían que nada, si acaso algún cortado y otros, los más pacíficos una tila, hasta que algún entendido les comentaban que la tila les apaciguaría demasiado y a la noche no tendría fuerza para nada.

              A la hora del vermut nadie tomó nada, solamente los casados siguieron los rituales habituales, los solteros querían sentirse serenos, que la noche sería muy larga.

              A las cinco de la tarde ya habían llegado los músicos y estaban haciendo pruebas de sonido en la carpa, todo estaba dispuesto, lo que quedaba de la banda ya estaba dispuesta a rendir honores a las quizás dispuestas sabinas, los mozos, vestidos con sus mejores galas llegaban a la plaza, parecían niños de primera comunión pero con perversas intenciones.

              El alcalde ya se estaba poniendo la banda del Ayuntamiento y el bastón de mando lo tenía preparado en la mesita del recibidor de su casa, su esposa se repintaba dispuesta a superar la posible competencia venida de allende la montaña.

              No había en el pueblo ninguna mujer dispuesta a quedar por debajo de las advenedizas.

              Bueno, si, había dos que decidieron que no se rebajarían a competir con extrañas venidas de no se sabe dónde. Eran Carmela y Pepita.

              Ya empezaba a llegar algún coche, las cámaras de televisión, porque al final fueron varias cadenas a las que dirigía D. Cesar como si fuese el Alfred Hitchock. Iban de un lado para otro filmando, entrevistando.

              Varios taxi del pueblo de al lado, 23 Km. Traían a mozas que llegaron en tren.

              A las seis y cuarto llegó el autobús de Barcelona, habían quedado que llegarían al pueblo anterior y se esperarían para llegar juntos.

              Llegó primero el de Barcelona y las chicas de éste convencieron al conducto para llegar antes a Altozano del Monte.

              Cuando llegó el de Madrid habían pasado diez minutos, la banda emprendió el segundo pasodoble y bajaron las mozas.

              Total de mozas 235, rubias, morenas castañas, de piel caribeña, blancas de piel transparente de los países del este, aquello parecía la O.N.U. pero con mejores intenciones.

              Todo fue como la seda, D. Cesar lo había previsto todo, el recibimiento del alcalde desde el balcón municipal, después el discurso breve pero intenso de D. Jonás en el que después de saludar a las llegadas les habló de un sacramento de entrega y sacrificios pero desbordante de alegría por el fruto de los hijos.

              Luego, D. Cesar se erigió en maestro de ceremonias y dio por comenzado el vino de honor, previamente le habían entregado al alcalde y compañeros en el balcón unas copas de vino y brindaron por el éxito de la fiesta.

              A todo esto, mientras tanto, los tres conductores, uno del autobús de Barcelona y dos del de Madrid entraron al bar del Tío Paco en el que no había nadie, solamente Carmela, Pepita y yo.

              A los conductores los tuve que atender yo, porque la comisión de la caravana había decidido que no querían más hombres que los del pueblo, así que invité a los conductores a cerveza y unas tapas, mientras llegaba la hora de cenar.

              Carmela les llevó a la mesa los vasos y las cervezas y Pepita les traía las tapas.

Jorge, uno de los conductores de Madrid les dijo: ¿Y vosotras qué? ¿Sois casadas? ¿No sois del pueblo?

              Solteritas y sin compromiso, dijo Carmela.

              ¿Los hombres de este pueblo son tontos?

 

jueves, 27 de junio de 2024

PLAN 2 (Capitulo I)

 

PLAN 2

Pedro Fuentes

Capítulo l



              Mi  nombre es Alfredo y voy a contaros una historia como todas, medio verdad, medio fantasía y donde lo real parece un sueño y los sueños, sueños son, como dijo Calderón.

              En Altozano del Monte, en pleno Pirineo, entre Huesca y Navarra, se vive muy bien, hay bastante buen ambiente entre los vecinos, cosa muy necesaria porque los inviernos son crudísimos, de hecho por lo menos un mes al año nos quedamos incomunicados por culpa de la nieve y el hielo.

              Vivimos de la ganadería, vacas y corderos, tenemos muy buenos prados, en invierno bajamos el ganado al pueblo y cuando llega la primavera, con el deshielo los empezamos a subir a los pastos altos y van subiendo a medida que pasa el frío.

              Los inviernos, tan duros y sin el pastoreo, solamente darles de comer y mantenerlos en los establos.

              El mayor problema que tenemos es que no hay mujeres, éstas, en cuanto tienen edad, se suelen ir a las ciudades, ya que en el pueblo no hay mucho trabajo para ellas.

              En la actualidad hay solamente dos mozas casaderas, una es la hija del tío Paco, dueño del bar de la plaza, precisamente “El tío Paco”.

              La otra moza es la sobrina de Candela, la dueña del colmado que también está en la plaza.

              Estas son las dos únicas muchachas casaderas que quedan en el pueblo, luego, más pequeñas hay varias, pero los mozalbetes que vienen detrás, también son muchos más que las niñas.

              Los mozos solteros salidos de quintas y de menos de cincuenta años, son 43 contando a Genaro, joven de unos treinta años, pocos saben cuántos, y que tiene sus facultades mentales muy disminuidas.

              Una noche, viendo la tele en casa del Tío Paco, pusieron un reportaje de hacía no sé cuantos años, de Plan, un pueblecito de Huesca que había organizado unas “caravanas de mujeres” para atraer a mujeres dispuestas a conocer a mozos del pueblo y quedarse allí si llegaba la ocasión.

              Dejamos las partidas de dominó y de guiñote y se hizo un silencio sepulcral mientras veíamos la tele.

              Cuando terminó el reportaje empezamos a comentarlo y decidimos que se podría intentar con el ayuntamiento.

              Como soy el secretario decidimos que lo tantearía con el alcalde.

              Al día siguiente, en cuanto vi al alcalde le comenté la noticia y me dijo que también la había oído y que lo podrían comentar el próximo viernes en el pleno que tocaba.

              Los mozos del pueblo, cuando se enteraron que el viernes siguiente se incluiría en el pleno municipal, se empezaron a poner nerviosos, alguno ya soñaba con tener un harén en su casa, otros se veían con una despampanante rubia del brazo, entrando a casa del Tío Paco, ya no tomaría el tinto o la cerveza que tenía por costumbre, pediría un dry Martini, agitado, no mezclado.

              La hija del tío Paco, Carmela, moza de buen ver, con mucho desparpajo, estaba por las tardes , hasta las 12 de la noche, en verano, detrás de la barra y atendiendo a las mesas si así hacía falta, los hombres que entraban en el bar, tenían mucho cuidado con lo que decían, porque Carmela no se amedrentaba, sabía qué responderles y hasta se diría que le tenían miedo, la consideraban muy arriada para cortejarla y llevarla al altar, no se le conocía ningún acompañante ni pretendiente.

              Pepita, la sobrina de Candela, la dueña del colmado, era también buena moza, más modosita y callada que Carmela, pero ambas eran amigas, tenían la misma edad, 24 y cuando podían salían juntas, tampoco Pepita tenía pretendientes en el pueblo, aunque a ésta si se le había conocido un acompañante hacía unos años, era un mozo del pueblo de al lado, 23 kilómetros montaña abajo, pero cuando le tocó ir a hacer el servicio militar se marchó a la capital y ya no volvió, se colocó allí y le escribió que la iría a buscar cuando saliese adelante.

              Salió adelante pero en compañía de una paisana con la que se supo que también tonteaba.

              Después de esa experiencia, no se le volvió a ver con compañía masculina, los hombres del pueblo se comportaban con ellas como la zorra de la fábula “están verdes”, e incluso, algún envidioso y poco hombre se atrevió a decir de ella que él la había visto en el pueblo de al lado, en fiestas cuando festejaba con aquel mozo, en actitud demasiado cariñosa y que al romper él, ella se refugió en la amistad de Carmela.

              En el pleno del viernes, se aceptó por mayoría que se organizaría una “caravana de mujeres” al estilo de la de Plan, se haría en un fin de semana, se recibiría la caravana el sábado por la tarde, con una recepción en el ayuntamiento, luego se les asignaría a las invitadas una casa donde dormirían y desayunarían. Estas casas serían siempre de matrimonios mayores que se ofreciesen, irían de dos en dos y si faltaban casas, se le alojaría en casa del Tío Paco que tenía habitaciones para huéspedes.

              Luego se haría una cena para todo el pueblo, en la plaza y después baile mientras el personal aguantase, a la mañana siguiente, después del desayuno, se reunirían en la plaza, el párroco les hablaría, solamente cuatro palabras, sobre las bondades del matrimonio cristiano y se irían en el o los autobuses que vinieron, a sus lugares de residencia.

              Como secretario del ayuntamiento, me tocó informarme de los pasos a seguir, así que me puse en contacto con el secretario de Plan que me remitió a un agente que se encargaba de organizar todo tipo de actos y festejos.

              El agente, Don Cesar, no era barato, pero lo organizaba todo hasta el mínimo detalle, prepararía incluso alguna entrevista en radio y televisión a las que irían varios representantes de los mozos, los más presentables; además, unos días un par de días antes, una televisión enviaría a unos, un locutor y un cámara, para hacer un reportaje que entraría cada día en directo a nivel nacional y luego grabaría la llegada del grupo y entrevistaría a las mozas y mozos en el momento de la despedida.

              Fue un mes de preparativos, D. Cesar la verdad es que sabía hacer las cosas, nada más llegar al pueblo, se puso al mando de la operación, primero se reunió con el alcalde y conmigo, traía un guión de toda la operación, supervisó el terreno y eligió los sitios donde se celebrarían los actos, cómo sería el recibimiento, en fin, todo.

              Se seleccionaron a las personas que organizarían la cena, D. Cesar traería un par de conjuntos del que era representante, para la cena y el baile.

              Hizo un casting para elegir a los mozos que irían a la televisión, les organizó hasta la forma de vestir, buscó el mejor ganado para filmar y usarlo en el “anuncio” del evento que saldría en los canales de televisión, eligió un catering para el agasajo de la llegada y la cena, para el bar de la fiesta, fue el Tío Paco, que reforzaría con tres personas más además de su mujer, su hermano y su hija para atender la barra, parte de las consumiciones iban a sufragar los gastos de la fiesta.

              El área de Festejos y Juventud, correría con parte del gasto y los mozos que quisiesen participar en el evento, tenían que contribuir.

              El Tío Paco habló con Candela, su marido y Pepita la sobrina para ayudarles en el bar, cosa que ya hacían habitualmente los días de las Fiestas Patronales.

              El bar del Tío Paco recibió sillas y mesas nuevas con sombrillas, con la marca de una conocida cerveza, todo ello gracias a D. Cesar a cambio de la publicidad que le harían con las tomas de televisión en la terraza.

            A medida que llegaba la fecha de la fiesta, el pueblo cambiaba, se pintaron casas, se arregló la fachada del ayuntamiento, la plaza mayor parecía otra, limpios los porches, ya no calzaban abarcas, se estaban acostumbrando a los zapatos de las fiestas muy importantes.

              Las madres que tenían hijos solteros y en edad de merecer, se habían hecho trajes nuevos e incluso sus maridos lucían el traje de los domingos.

              En fin, se diría que hasta lavaron y peinaron al ganado y en las calles ya no se veían “boñigas”.

              Los mozos en el bar hablaban más alto, todos decían como querían que fuesen las mozas, a Carmela ni se la miraban.

              El cura, D. Jonás, desde el primer domingo que se supo lo de la caravana, en la misa de doce todos los sermones iban dedicados a la castidad y al sagrado lazo del matrimonio.


jueves, 20 de junio de 2024

...Y NO ESTABA MUERTA (Capítulo VII)

 

 

 .... Y no estaba muerta


Pedro  Fuentes

 

CAPITULO VII



              Eran las diez de la mañana cuando a 500 kilómetros sonó el teléfono móvil de un viejo conocido.

              ¿Si, dígame?

              ¡Ricardo! ¡Hola!, ¿Me conoces?

              Si, claro, ahora si, José Miguel, ¿Has vuelto a la costa?

              No, no, estoy en Madrid, te llamo por dos razones, la primera es saber cómo estáis tú y Pedro, y la segunda es porque quería consultarte algo.

              Si, estamos bien, con Pedro de vez en cuando vamos a pescar y está bien ¿Y tú qué tal andas?

              Bien, con mucho trabajo pero bien, de eso quería hablarte, tengo un asunto sobre la mesa del despacho que no tiene mucha importancia, se trata de un posible accidente, pero es tan claro, tan perfecto, tan limpio que antes de darle carpetazo y cerrarlo quería comentártelo.

              José Miguel le explicó a su amigo el caso de Gertrudis y luego le dijo:

              ¿Por qué no te vienes a Madrid y vamos a hacer una última inspección del caso?

              Bueno, en realidad ahora no hago nada y no me vendría mal un paseo por la capital.

               Coméntaselo a Pedro y os venís los dos y así de camino nos vemos y pasamos unos días juntos.

              Bueno, te diré algo sobre Pedro y si dice que sí marchamos mañana mismo. Ahora con el AVE es un paseo.

              Ricardo habló con Pedro y asintió rápidamente, aquella misma tarde, después de avisar al comisario se fueron a Valencia y desde allí cogieron el tren hasta Madrid.

              Llegaron y José Miguel les estaba esperando para irse a cenar.

              Bueno, José Miguel, dijo Ricardo, dices que en la casa la mujer oyó una llamada de teléfonos y al correr tropezó y cayó por las escaleras, ¿Desde dónde llamaron?

              Desde un móvil de prepago, ya sabéis, estos teléfonos en principio tienen que estar identificados, pero hay varias trampas para ponerlos a nombre falso y éste es uno de ellos.

              Esa es una de las causas que hay para sospechar, ¿Se habían recibido más llamadas de este número? Preguntó Ricardo

              Si, algunas pero siempre sin ser contestadas, pudiese ser de esos teléfonos que últimamente todo el mundo recibe llamadas, no hay denuncias, pero a veces pasa.

              Después de cenar los tres amigos aprovecharon para irse al teatro y luego Ricardo y Pedro se fueron al hotel y quedaron en que a las 10 los recogería José Miguel con el coche e irían a visitar la casa del accidente.

              A las diez en punto de la mañana siguiente José Miguel entró en el hotel a recoger a sus amigos cuando estos estaban dejando las llaves en recepción.

              Buenos días, dijo el comisario, el coche nos espera.                 

              Subieron al coche y marcharon hacia Chamartin, al barrio de Ciudad Jardín-Prosperidad, localizaron el chalet, una casa ya antigua pero bien cuidada con un jardín muy arreglado. En el porche una mujer, en una silla de ruedas eléctrica tomaba el sol.

              Llamaron al timbre y del interior, cuya puerta estaba abierta salió una mujer de unos treinta y pocos años, alta y esbelta.

              ¿Qué desean? Dijo la mujer a dos metros de la puerta de hierro forjado donde estaban parados los tres amigos.

              José Miguel sacó su placa y se la enseñó mientras decía:

               Soy el comisario José Miguel Martínez y venimos a terminar un formulismo sobre el accidente que sufrió la señora Gertrudis.

              Fina miró a Gertrudis y ésta asintió con la mirada para que abriese la puerta.

              Una vez en el jardín se dirigió a Gertrudis y le preguntó si era ella, Fina intervino y le dijo:

              No habla, solamente le puede responder por señas, moviendo los párpados, una vez para decir si, dos para no, varias veces para decirle que no sabe o no comprende. Si conoce el alfabeto para sordos con las manos también le puede decir alguna cosa corta.

              Bien, gracias, intentaremos entendernos, suponemos que usted es la señorita de compañía, ¿Vivía en la casa cuando ocurrió el accidente?

              No, yo fui contratada después, cuando salió del hospital.

              ¿Está el marido de la señora?

              No, está trabajando, no vendrá hasta la tarde.

                            Bueno, puede retirarse, luego querremos hacerle unas preguntas a usted, ¿La señora nos entiende bien?

              Si, contestó Fina a la vez que Gertrudis parpadeó una vez.

              Fina se alejó hacia el interior y los tres amigos se sentaron en unas sillas que movieron hasta ponerlas enfrente de la silla de ruedas.

              ¿Se llama usted Gertrudis?

              Esta asintió

              Según el informe, usted se encontraba en el piso superior de la casa cuando sonó un teléfono en el recibidor, llamó a su marido que estaba aquí en el porche y no le oyó, quiso bajar por las escaleras y tropezó con algo y cayó por las escaleras.

              Gertrudis iba afirmando mientras José Miguel leía el informe.

              ¿Sonaba el teléfono más veces así?

              Si.

              ¿Cuándo contestaban decían algo?

              No.

              ¿Respondía también el teléfono su marido? Preguntó Ricardo.

Si.

              ¿A él le decían algo?

              La mujer parpadeó una vez, hizo una pausa y parpadeó dos veces mientras que abriendo la mano derecha movió los dedos pulgar y meñique arriba y abajo.

              ¿Quiere decir que a veces si y a veces no?

              Si.

              ¿Cuándo cogía el teléfono su marido se equivocaban?

              Parpadeó una sola vez mientras volvía a mover la mano.

              ¿Tiene usted teléfono móvil? Preguntó Pedro mientras iba anotando cosas en una libreta

              No.

              ¿Y su marido?

               Si.

              ¿Habla mucho por él?

              Si.

              ¿Más que por el fijo?

              Si.

              ¿Perdió el conocimiento cuando cayó?

              La mujer expresó duda.

              ¿Oía algo?

              Si.

              ¿Vio algo?

              Si.

              Empleando el abecedario para sordos dijo:

              L U Z - T U N E L.

              ¿Quiere decir que vio un túnel en el que al fondo se veía una luz blanca y cegadora? Preguntó Pedro.

              Si, si, si.

              ¿Cuándo dejó de verla?

              La mujer dudó, luego otra vez con las manos dijo:

              A M B U L A N C I A.

              ¿Le importaría que viésemos la escalera? Dijo José Miguel.

              La mujer, con un movimiento de las manos hizo girar la silla sobre sí misma y recorrió el espacio hacia la puerta.

              Los tres amigos la siguieron. Una vez en el recibidor vieron el teléfono, la puerta como quedaba abierta, subieron por la escalera, en el descansillo de arriba, cubierto por moqueta, Ricardo recorrió el espacio entre la habitación de matrimonio y la escalera, comprobó que la moqueta estaba bien sujeta, pegada al suelo, luego recorrió todos los bordes de ésta.

              Ricardo le dijo algo a Pedro y éste bajó hasta el porche, sonó el teléfono fijo y Fina salió de la cocina a descolgarlo.

              ¡Diga! ¡Dígame! ¿Quién es? Nada, no responde nadie. Dijo Fina y colgó de nuevo.

              Pedro entró en la casa y cerrando la mano derecha, dejó el dedo pulgar hacia arriba, José Miguel sonrió y empezó a bajar por las escaleras seguido de Ricardo.

              Abajo les esperaba Gertrudis.

              Por la puerta de la calle apareció un hombre de estatura media, delgado, con gafas y una barba espesa pero arreglada.

              ¿Se puede pasar? Preguntó.

              Ricardo le preguntó:

              ¿Es usted el esposo de la señora Gertrudis?

              No, no, soy el psicólogo y vengo una o dos veces por semana, hoy no tocaba venir, pero he ido a un recado aquí cerca y me he acercado pero solamente de visita.

              Soy el comisario y hemos venido a hacer una visita rutinaria para poder cerrar el caso, pero ya que está usted aquí, me interesaría consultarle unas cosillas, ¿Le importa que salgamos al jardín y hablemos un momento?

               En absoluto, estoy a su disposición.

              Y salieron los dos. Ricardo le preguntó a Fina:

              ¿A qué hora suele venir el esposo?

              Depende, normalmente sobre las cuatro o cinco de la tarde, pero a veces viene más tarde pero suele avisar, cuando ha sonado el teléfono pensé que sería él.

              Entró José Miguel por la puerta de la calle y dirigiéndose a Gertrudis le dijo:

              Bueno, señora, por ahora hemos terminado, pero tenemos que hablar con su marido, así que esta tarde volveremos sobre las cinco y media, díganle que nos espere, que solamente nos falta hablar con él para cerrar el caso.

               Puso su mano sobre la mano derecha de Gertrudis y se despidió de ella:

              Encantado de conocerla, lamento que sea en estas circunstancias, pero veo que usted es muy fuerte y sabrá salir adelante.

              Los tres amigos se marcharon.

              Vamos a la comisaría, tenemos que hacer un poco de trabajo y luego nos vamos a comer ¿De acuerdo?

              Ricardo y Pedro asintieron.

              Pasaron el resto de la mañana haciendo averiguaciones y comentado varias cosas, Pedro cogió todo el expediente y lo leyó de arriba abajo, algunas veces preguntaba algo a José Miguel y otras recalcaba otras en las que no parecía haber caído Ricardo.

              Ricardo y Pedro, como ya sabemos todos por otros casos, habían sido nombrados colaboradores de la policía, bueno, Pedro siempre decía que Ricardo era el colaborador, que él era solamente su biógrafo.

              Cuando terminaron las averiguaciones que estaban haciendo, se marcharon a comer cerca de la comisaría, luego volvieron, dieron un nuevo repaso a los papeles y marcharon al chalet de Ramón y Gertrudis.

              Llegaron a las cinco y veinte, llamaron a la puerta y Fina les abrió, entraron en el salón y allí estaban Ramón y Gertrudis, Fina se marchaba cuando José Miguel le dijo que se quedase.

              Bueno, estamos aquí porque tenemos que charlar con ustedes para poder cerrar este caso, dijo José Miguel, a continuación mi compañero dará lectura al expediente, e hizo una seña a Pedro que comenzó la lectura. Cuando llegó a la llamada de teléfono paró.

              Ricardo le dijo a Ramón:

              Usted dice que no escuchó el timbre, sin embargo cuando declaró por primera vez dijo que estaba en el porche y con la puerta abierta, ¿Se ratifica en lo dicho entonces?

              Si, no oí nada, quizás estaba muy concentrado en lo que hacía o en la calle pasó alguna moto y no escuché nada.

              Sin embargo nosotros hemos hecho la prueba esta mañana y el timbre se oía perfectamente desde el porche, más que desde la habitación de matrimonio donde estaba su esposa, tampoco oyó la voz de su mujer llamándole desde arriba, pero bueno, quizás usted sea más duro de oído que todos nosotros, pero la verdad es que el teléfono suena una barbaridad. Usted, señorita Fina ¿Tiene aquí un móvil para llamar al teléfono fijo y probarlo?

              Fina sacó un móvil del bolsillo del vestido y marcó. El teléfono sonó fuerte. Vale, puede colgar, dijo José Miguel y preguntó a Ramón ¿Lo ha oído bien?

              Si, señor comisario, fuerte y claro.

              Y usted, Srta. Fina, ¿Tiene otro móvil?

              No, ninguno más.

              Pedro sacó un teléfono y marcó un número.

              Dentro de un bolso en la mesita de al lado del sofá cama sonó débilmente un teléfono.

              Nadie se movió, Fina miró extrañada, José Miguel preguntó ¿De quién es ese teléfono?

              Fina respondió, es de una amiga mía que me dijo que se lo guardase.

              Es curioso, dijo Ricardo, ese teléfono de tarjeta prepago está a nombre de un hombre que murió hace tres años y es desde ese mismo teléfono desde donde se realizó la llamada del día del accidente.

              Eso no prueba nada, dijo Ramón.

              Ya, ya lo sabemos, pero desde ese teléfono se llamaba muy a menudo a su casa y a su teléfono y al teléfono de su despacho.

               Sigue sin probar nada.

              Si, ya lo sabemos, pero si ese teléfono está en poder de la Srta. Fina y además recibe llamadas de su móvil algo pasa, si además el curriculum de la citada señorita Fina es totalmente falso, tampoco es auxiliar de geriatría, es más, trabajó de camarera hasta hace dos años que conoció a Ramón y desde entonces mantiene una relación con él. Esto tampoco prueba nada, pero las evidencias se van multiplicando.

              En ese momento llamaron a la puerta y Pedro fue a abrir, era Jesús, el psicólogo, entró, se sentó al lado de Gertrudis y le cogió la mano, de los ojos de ella brotaron dos lágrimas.

              Pedro siguió leyendo, ahora relataba cómo Gertrudis salió al descansillo superior y llamaba a Ramón.

              Gertrudis, en muy pocos momentos has perdido el conocimiento, por lo que hemos hablado contigo y con tu psicólogo, ¿Recuerdas haber tropezado con algo? Preguntó Ricardo.

              Gertrudis hizo señas a Jesús y éste dijo:

              Dice que no había nada en el suelo, sin embargo siempre tuvo la impresión de haber tropezado.

              Cuando volví a casa del hospital, revisé todo y no había nada en el suelo ni nada había rodado por la escalera con mi mujer.

              Ricardo le preguntó a boca de jarro: ¿Colocó bien la alfombra?

              Si, pero no tenía ninguna arruga.

              Ese si parece que le delata bastante, dijo José Miguel.

              No tienen ninguna prueba, solamente suposiciones, ningún juez me condenaría por tener una aventura extramatrimonial.

               Pedro sacó de entre los papeles una fotografía y se la dio a Ricardo, éste se la enseñó a Ramón ¿Qué ve aquí?

              Una alfombra, la de arriba.

              ¿Y no ve nada?

              No

              Si se fija, hay una marca, es la marca que dejó la pata del mueble que hay pegado a la pared, usted levantó el mueble y atrapó la alfombra para que formase una arruga, ésta es la marca de la pata del mueble y esta otra raya es la que quedó en la alfombra al doblarse.

              No pueden probar nada.

              ¿Está seguro? Dijo José Miguel, ¡señorita Fina!, usted puede ser acusada de cómplice o solamente de engaño manifiesto al falsear los papeles y poco más, si colabora con la policía.

              Yo no hice nada, es más, siempre me dijo que conseguiría traerme a casa hasta que se solucionase lo de la petición de divorcio, solamente me pidió que llamase por teléfono el día señalado a la hora indicada, para eso me dio el teléfono de tarjeta, además lo usaba para llamarme, cuando yo llamaba a la casa si cogía su mujer el teléfono colgaba, si lo cogía él, se iba al despacho y lo llamaba al móvil. No me dijo nunca lo que iba a hacer, solamente que preparaba algo importante, incluso le había hecho un seguro de vida a su mujer. El curriculum y el resto de papeles me los dio él.

¡              Calla! No digas nada, ¿No ves que no tienen pruebas?

              ¡Ramón! Queda detenido por intento de asesinato de su mujer. Dijo José Miguel e hizo una seña por la ventana y entraron dos policías uniformados que esposaron a Ramón y a Fina y se los llevaron.

              Gertrudis lloraba a lágrima viva, hizo un esfuerzo y apretando la mano de Jesús abrió la boca y dijo:

              Algo sospechaba. Hacía un par de años que no era el mismo.

              Los tres amigos se despidieron de Gertrudis y de Jesús y salieron de la casa.



Epílogo

              Ramón fue juzgado por intento de asesinato en primer grado y al pago de una fuerte indemnización a su esposa, además fue condenado a 18 años de prisión.

              Fina consiguió un trato con la justicia por colaborar con la fiscalía, fue condenada a 4 años pero no llegó a entrar en prisión al no tener antecedentes.

              José Miguel, Ricardo y Pedro después de irse a cenar para celebrarlo, quedaron en verse más a menudo pero sin investigaciones por medio, cosa que duda el policía porque allá donde van parece que llaman al delito y terminan envueltos en algún caso, cosa que Pedro agradece porque así puede seguir escribiendo, que es lo que le gusta, ya lo dice él:

              Yo solo soy el biógrafo de Ricardo, que lleva toda la vida metiéndose en jaleos.

              Jesús se convirtió en inseparable de Gertrudis, que no volvió a andar pero recuperó la movilidad de los miembros superiores y puede hablar. Al cabo de un año se convirtieron en marido y mujer, cuando le fue conseguida la anulación a Gertrudis.

FIN



jueves, 13 de junio de 2024

.... Y NO ESTABA MUERTA (Capítulo VI)

 

 

 .... Y no estaba muerta


Pedro  Fuentes


CAPITULO VI



              Ya me siento mejor, por lo menos ahora ya saben que estoy viva, que oigo todo y puedo responder.

              La rehabilitación va muy bien, según los médicos, ya sé que no podré andar nunca más, pero eso no sería lo peor de todo, lo peor es no sentir, el sentirse como una planta, ahora ya puedo mover los brazos, bueno, de momento el que no tengo escayolado, pero dicen que cuando me quiten el yeso, podré y cada día mejor. El habla no lo he conseguido, pero por lo menos puedo comer y tragar por mi misma, además, lo más importante, puedo controlar los esfínteres.

              Tengo ganas de llegar a casa, me han dicho que será pronto, Ramón me ha explicado que van a hacer unas reformas para que pueda moverme con la silla por mi misma en la planta baja y que me arreglará la sala de estar como habitación, podré salir al jardín y al patio trasero, también me ha hablado de que sería interesante, mientras recupero la movilidad de los brazos y pueda valerme sola, ponerme una persona que me ayude y haga las labores de la casa, dice que pondrá un anuncio y miraremos quién viene por el empleo.

              Cada día en la rehabilitación descubro algo nuevo, hoy puedo mover mejor los dedos y los brazos, esto abre un montón de posibilidades, creo que podré utilizar un PC, esto me facilitará la comunicación y me abre la gran puerta de Internet, ya utilizaba el ordenador como uno de mis entretenimientos, además de que en mi trabajo era la primera herramienta, estoy acostumbrada a las hojas de cálculo y procesadores de texto, además comparto con mucha gente cadenas sociales y recibo informaciones de todo el mundo, dentro del mal que me ha pasado, no ha sido lo peor, Dios cuando te cierra una puerta, te abre otras.

              Va pasando el tiempo y ya pronto me quitarán la escayola de la clavícula y el brazo, la de la pelvis durará un poco más, pero debido a la inmovilidad de las piernas, dice el traumatólogo que no hay mucho peligro de movimientos bruscos, la verdad es que semejante comentario me ha parecido un poco de mal gusto en el fondo, pero me lo he tomado a risa.

               Está visto que el psicólogo que me trata está haciendo un buen trabajo, es un hombre de mi edad y me comenta que lo mejor que hago por mi bienestar es el tomarme la vida con ese ánimo, cualquier persona que haya pasado por algo similar a lo mío, estaría hundido en una fuerte depresión.

              Todas mis conversaciones son a base del si y el no de mis párpados y algún truco más que hemos inventado, guiñar el ojo derecho o izquierdo para respuestas no tan tajantes como afirmar o negar, tres cierres lentos de párpados cambiar la pregunta por tener dudas y lo más, desde que puedo mover las manos y los dedos, estoy aprendiendo un lenguaje de signos a base de las letras del abecedario. Cuando llega Ramón y nos oye reír, casi se enfada pensando cómo podemos hacerlo en mi estado.

              Ramón siempre ha sido una persona bastante inestable e incapaz de aceptar los golpes de la vida. Se ha pasado gran parte de su vida escondiendo sus alegrías y frustraciones en el fútbol, capaz de llorar por la pérdida de un partido pero incapaz de hacerlo por una película sensiblera.

              Es un hombre bueno, honesto y honrado, pero si no fuese porque yo le he empujado a hacer las cosas en esta vida, no sé a donde habría llegado, pero creo que no muy lejos, laboralmente está muy bien considerado, la prueba está en que ahora que hemos tenido este problema, le han dicho que se tome el tiempo que necesita y va a ratos a trabajar o lo hace por Internet desde casa, es Informático en una gran empresa y tiene un buen equipo humano al que sabe dirigir con mano izquierda pero con firmeza, la que no tiene para el resto de los mortales.

              La enfermera que rezaba a mi lado cuando estaba en coma, viene a visitarme siempre que puede, al ver mis progresos se ha alegrado muchísimo y me ha dicho que si quiero le puede decir al capellán que pasa por el hospital que me puede visitar, le he dicho que sí, que puede pasar cuando quiera.

              La tarde siguiente ha pasado el sacerdote, cuando he oído su voz la he reconocido, él también estuvo a mi lado cuando estaba en coma, me cogió la mano derecha, me la apretó y me dijo algo así como:

               Valor, hija, Dios no te abandonará.

              Me ha preguntado si era Católica, le he contestado que sí, pero que últimamente me encontraba un poco alejada de la Iglesia. Entonces me ha ofrecido la Sagrada Comunión, le he dicho que sí.

              Después de una breve charla me ha dado la absolución y sacando una cajita que llevaba en el maletín que le acompañaba, me ha dado la Comunión.

              Cuando ha llegado Ramón me ha comunicado que ya han empezado las obras para adaptar el cuarto de baño, así como la sala de estar, ha retirado todos los muebles, salvo un par de sillones, va a poner una cama regulable eléctricamente, la pequeña grúa es eléctrica y en principio, si mejora algo mi movilidad, la podré usar yo sola, ya que además se puede desplazar en recorridos cortos, en el despacho ha sacado todo su equipo informático, mesa, sillones articulados, ha mandado hacer otra instalación en una de las habitaciones de la planta superior y allí montará su despacho, en el de abajo pondrá una mesa a la medida de una silla de ruedas y todos los archivadores y una pequeña biblioteca a baja altura, que se pueda utilizar desde la silla.

              Dice Ramón que va a poner el anuncio de que necesitamos una persona para hacerme compañía y trabajos de casa, que en principio cree que la necesitaremos las veinticuatro horas del día, luego, según mi recuperación podríamos reducir el tiempo y dejarla solamente para mañana y tarde, ya que él tiene que empezar a ir al trabajo.

              Me parece bien, le he hecho saber que le preguntaremos a la enfermera que viene a rezar y quizás sepa de alguien.

              Ha dicho Beatriz, la enfermera, que abajo, en recepción hay una lista de personas que cuidan enfermos y disminuidos físicos, que tienen mucho cuidado de a quién incluyen en la lista y piden muchas referencias.

              Hoy la rehabilitación ha sido muy dura, a veces termino llorando de dolor y frustración, pero hoy ha sido demasiado, los estiramientos que tengo que hacer me cuestan mucho, además ya he empezado a hacer pesas para fortalecer las manos y los brazos, incluso el escayolado, según el fisio, estos tienen que ser mis brazos y mis pies para el futuro, luego me hace estiramientos y masajes en las piernas, dice que hay que seguir haciéndolos para que la sangre corra por ellas y que no se queden en tejido muerto, que siempre queda la esperanza de que con el tiempo se descubra algo que pudiese solucionarme la movilidad, que hoy por hoy no existe, pero la medicina es una ciencia que cada día está avanzando.

              Jesús, el psicólogo, ha venido, viene dos veces por semana y a partir de hoy pasará a una vez. Cuando me manden a casa tendrán que llevarme a su consulta hasta que estime necesario, lo mismo que la rehabilitación, que será diaria y me tienen que traer.

              Le he dicho a Jesús que no quiero que me lleven a casa todavía, que aquí estoy acompañada y allí lo mismo se me cae la casa encima. Decirle todo esto, por señas y con el alfabeto para sordos de las manos, es un gran trabajo, pero Jesús me hace que cada vez mis frases sean lo más largas posibles, además, muchas veces me dice que no me entiende, yo creo que lo hace a propósito para obligarme a trabajar.

              Hoy, entre el fisio y Jesús, he terminado llorando, este último, que no demuestra lástima en ningún momento me dice que es que va a cambiar el tiempo y que además quiero la vida cómoda del hospital, que ya va siendo hora de enfrentarme a la rudeza de la vida y que veré cuando esté en casa que me podré valer por mi misma para hacer muchas cosas, que podré salir y entrar cuando sepa moverme con la silla de ruedas y que seré libre.

              Esta mañana han venido a buscarme a primera hora, para levantarme tengo un artilugio, como una pequeña grúa que me colocan y luego giran para sentarme en la silla de ruedas, dice Ramón que en casa me van a poner una más pequeña y eléctrica, que con el tiempo esa operación la podré hacer yo sola.

              Me han hecho unas radiografías e inmediatamente ha venido el trauma y me ha dicho que me quita la escayola del húmero y la clavícula, que la de la pelvis me la dejará algún tiempo más.

              Ha venido Ramón y me ha comunicado que los arreglos de casa ya están hechos, hemos comprado una furgoneta adaptada, pero todavía no se la han entregado, mientras tanto los desplazamientos hasta el hospital, cuando nos vayamos a casa, como no está muy lejos los haremos con la silla de ruedas o en ambulancia.

              Dice Ramón que cree que ya tenemos cuidadora, que vendrá esta tarde para conocerme y que yo dé el visto bueno.

              Después de comer, a primera hora de la tarde, ha venido la aspirante a cuidadora, ha llamado y Ramón le ha abierto la puerta, ha entrado y mi marido me la ha presentado, es una mujer de unos treinta y tantos años, alta y elegante, no parece que sea una cuidadora.

              Ha presentado un curriculum muy bueno, hasta hace unas semanas estaba en una casa de un matrimonio de ancianos, él estaba muy mal, ella, algo más joven y se conservaba mejor, el anciano murió y ella se fue al extranjero a vivir con una hija, antes de irse le escribió unas referencias muy buenas a Fina, que así se llama.

              Ramón le hizo saber cuales serían sus obligaciones, eran aproximadamente lo que hacía con los ancianos, a mi me pareció bien salvo que parecía más la señora de una casa que la cuidadora.

              El sueldo le pareció correcto pero quería estar asegurada,

              Le tomamos el número de teléfono y le comunicamos que le diríamos algo en un par de días.

              Cuando marchó, Ramón me preguntó qué me parecía.

              Como pude le dije que las manos las tenía muy arregladas para estar tanto tiempo en la casa de los ancianos.

              Ramón me contestó que según había hablado con ella, con el anciano no tenía mucho trabajo, porque en la casa además tenían una asistenta y ella lo único que hacía era leerle el periódico, hacerle compañía y sacarlo a pasear. Además la candidata era auxiliar de geriatría y enfermería con un curso de quiromasaje, había trabajado también, antes de con el anciano en un geriátrico, pero le daba más el trabajar en una casa, lo único que quería eran dos tardes libres a la semana que ya verían cómo lo combinaría, aunque al principio comprendía que no podría ser ya que mi movilidad era muy reducida y dependía de alguien, aunque él, Ramón también se podría hacer cargo.

              A los dos días Ramón la llamó y le dijo que quedaba contratada, entonces estuvo viniendo al hospital para aprender los cuidados que me tenía que hacer, tanto de rehabilitación como de enfermería.

              La verdad es que Fina parecía muy competente y aprendía rápido. Es muy agradable en el trato y perece tener una buena cultura.

              Al fin ya estamos en casa, Gertrudis parece estar contenta de haber salido del hospital, aunque ahora le esperan mayores sacrificios para salir adelante.

              Bueno, ya estoy aquí, la rampa y la habitación ha quedado bien, el despacho ha quedado solamente con mi PC y el resto del equipo informático, el cuarto de baño ha quedado bien y en el salón al lado del sofá Ramón ha hecho poner un sofá-cama bastante cómodo para que duerma Fina.