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jueves, 27 de febrero de 2025

EL AFILADOR (Capítulo IV)

 

EL AFILADOR

Pedro Fuentes

CAPITULO IV



               He leído en el informe y las declaraciones que tú encontraste el cadáver juntamente con un ciudadano argentino.

               Bueno, en realidad fue Trouvé y su perro, un mastín enorme de setenta kilo, de mi amigo y que se llama Pibe.

               ¿Conoces mucho a Rodolfo?

               Hombre, pues no, lo justo desde hace unos meses de pasear con los perros, se llevan bien y juegan bastante y Rodolfo es una persona con la que se puede hablar de cualquier tema y nosotros lo hacemos, hablamos de perros, de lo divino y de lo humano, pero sabes que me gusta y me precio de conocer a las personas, tanto él como su mujer son una pareja agradables.

               ¿Pudieron los perros acercarse a la víctima? Es decir, lamer sangre o algo por el estilo, lo digo pos las pruebas de ADN, que no vayamos a encontrar algo que nos despiste.

               No, ladraron de miedo, los perros a veces se asustan por el mero hecho de ver a una persona totalmente inmóvil, quien no tiene perros se piensan que los animalitos siempre ladran igual y no es así, por eso, porque los entendimos corrimos hacia allí, comprendimos que algo los había espantado, cuando llegamos estaba a más de tres metros del cadáver, además la tierra estaba húmeda y se hubiesen visto las pisadas por lo menos de Pibe, que pesa unos setenta kilos. Nosotros, como ya habrás visto las declaraciones y por separado, yo, por cierto no sé lo que declaró Rodolfo, Vi de lejos que aquella mujer estaba muerta y bien muerta, es más, me fui para atrás y os llamé, luego me fui a un rincón un poco alejado y estuve vomitando.

               ¿Qué hizo Rodolfo mientras tanto?

               No lo sé, no lo vi, cuando llegó la policía estaba a unos cinco metros a mi derecha, no lo veía bien por las ramas pero estaba pálido como la cera y acariciaba a Pibe que estaba muy nervioso.

               ¿Es verdad lo que dice la prensa de que ha habido tres casos más? Le pregunté.

               No, dos, muy similares pero hay que esperar a la autopsia, en los dos anteriores fue con un cuchillo de picar muy afilado, recién afilado, pero solamente una puñalada fue mortal, la primera, el resto no eran mortales ni de ensañamiento, fueron como para despistar y no hubo avisos, la ropa les fue arrancada después de muerta y en los tres casos, ese mismo día había estado el afilador en el pueblo, ambas mujeres ha reconocido el afilador que fueron con cuchillos grandes a afilar y que incluso una de ellas estuvo coqueteando con él, pero no pasó nada.

               Hemos tenido al afilador veinticuatro horas retenido, interrogándolo porque ha dado la casualidad de que en los tres casos ha estado el mismo día en el pueblo donde se cometieron los asesinatos, además se sabe que va detrás de cualquier cosa que lleve faldas, su mujer le dejó hace tres años acusado entre otras cosas de maltratos. Pero no hay forma, lo único que reconoce es que las tres víctimas habían sido clientes suyas el día que murieron, la segunda estuvo coqueteando con él, le dijo cuatro cosas y quedó con ella aquella tarde en un bar de las afueras del pueblo, fue, pero ella no apareció, se tomó un café y al rato una cola y se marchó a su casa.

               ¿Crees que ha podido ser el asesino? Le dije a José Miguel.

               No, no creo, es un perfecto idiota, pero no creo que sea el culpable, aunque todas las evidencias le señalen a él. Lástima que en los asesinatos anteriores no nos encargamos nosotros y las pruebas que hay no son muy fiables, además no se rastreo bien el terreno y no se encontraron ni huellas ni el cuchillo.

               Mañana vamos a seguir rastreando el terreno y vamos a intentar reconstruir los hechos, ya hemos avisado al argentino y llevaremos también al afilador y por supuesto tú.

               ¿Puedo llamar a Pedro? Como sabes vive en una población cercana y es un tipo muy observador y saca unas conclusiones muy acertadas.

               Si, además me encantará saludarlo de nuevo, la vez anterior, si no llega a ser por sus fotos, quizás todavía estaríamos como el 11 de Marzo. Por cierto, llevaremos a Trouvé y a Pibe.

               Os pasaremos a buscar a las siete cuarenta y cinco para estar allí a las ocho, que es la hora aproximada a la que encontrasteis el cadáver. ¿Avisas tú a Pedro o lo hago yo?

               No, ya lo aviso yo porque si no le vais a dar un susto.

               José Miguel se levantó y se despidieron hasta el día siguiente.

               A continuación llamé a Pedro y le dije:

               ¿Pedro? ¡Hola! Soy Ricardo, ¿Te has enterado del crimen de mi pueblo? Bueno, no sé si sabes que yo encontré el cadáver. ¿Sabes que ha venido de Madrid un grupo tipo CSI y que el jefe es José Miguel?

               Después de contarle todo, le pedí que viniese y aceptó inmediatamente. Como no, Pedro siempre decía que había aprendido a leer con novelas de Agatha Christie.

 

jueves, 20 de febrero de 2025

EL AFILADOR (Capítulo III)

 

EL AFILADOR

Pedro Fuentes

CAPITULO III

               A la mañana siguientes, cuando salí a pasear al perro, de dirigí sin dudarlo hacia el puerto, allí me encontré con las personas de siempre, todos hablaban de lo mismo, decían los periódicos que la mujer asesinada, por lo visto era de la población. Al conocerse que era uno de los dos que se encontraron el cadáver, todo el mundo me preguntaba, al final, me marché de allí asqueado por lo macabro de las preguntas y el querer saber de los detalles.

               Nuevamente me encontré con Rodolfo y el mastín amigos de Trouvé y mío. Ninguno de los dos, Rodolfo y yo, queríamos volver al río.

               Recorrimos el camino comentando lo pasado, Rodolfo estaba un poco indignado, no le había gustado la actitud de la policía, habiendo querido colaborar con ellos, se había sentido acosado por la policía, como se fuese un sospechoso.

               ¡Che! ¡No querían que leyese la declaración! Me dijo en su acento porteño.

               No te preocupes, son formas de hablar, no pasa nada, a mí también me lo hicieron y le contesté y le dije que si no le gustaba que viniese su jefe.

               Ya a la vuelta, en el quiosco de periódicos de casa compre el periódico y me fui al apartamento a leerlo.

               La prensa no contaba gran cosa, habían identificado a la víctima, era una mujer de mediana edad, le estaban haciendo la autopsia pero no se sabían más detalles, solamente que parecía que había un sospechoso al que estaban interrogando.

               Al parecer se estaba esperando a un grupo de la policía científica que llegaría de Madrid, lo que daba veracidad a rumores de que había habido tres casos similares en la provincia pero que se habían acallado por no sembrar el terror entre la población.

               Aquella tarde, a eso de las cinco, recibí una llamada telefónica.

                ¡Sí! ¿Quién es? Contestó

               ¿Ricardo? Hola, soy José Miguel ¿Te acuerdas de mí? Del caso de “La misteriosa dama de negro”

               Estoy en la policía científica y he venido para investigar el caso del “Afilador” y al ver tu nombre relacionado, me gustaría hablar contigo ¿Puedo verte esta tarde? Nada oficial, ¿Puedo acercarme a tu apartamento?

               Desde luego, ¿A qué hora vendrás? Además estaré encantado de saludarte.

               Vale, te espero en una hora.

               A la hora en punto llegó José Miguel, Trouvé pareció conocerle y se lanzó hacia él.

               Le saludé como a un viejo camarada y después le ofrecí un café y un whisky que no despreció.

               Nos sentamos en sendos sillones, uno frente al otro, encendimos unos cigarrillos, nos contamos las últimas novedades sobre nuestras vidas y brindamos con el alcohol.

               El caso es que ya estaba un poco arto de la antiterrorista y conseguí meterme en la científica, una especie de CSI pero con menos medios y más modesta, vamos a la española.

jueves, 13 de febrero de 2025

EL AFILADOR (Capítulo II)

 

EL AFILADOR

Pedro Fuentes

CAPITULO II

 

               Tal y como es costumbre, a eso de las siete y media, Trouvé suele saltar sobre la cama y me despierta para ir a pasear, así que me toca levantarme, arreglarme, tomar un café con leche y salir a la calle.

               Aquella mañana, como tantas otras nos fuimos hacia el río, por lo que llamamos familiarmente “la ruta del colesterol” a esas horas hay muchas personas corriendo, otros simplemente andando, muchos siendo paseados por sus perros, uno de ellos, un mastín gigantesco y amigo de Trouvé. Como seguíamos el mismo camino, Rodolfo, su dueño y yo decidimos seguir mientras charlábamos de todo como casi cada día que nos vemos.

               Cuando llegamos al río, soltamos a los perros y se dedicaron a perseguirse y jugar. Por lo general Trouvé sale revolcado varias veces, incluso a veces se mosquea y le gruñe a Pibe el mastín, el cual no le hace ni caso.

               Después de jugar un rato, Trouvé, seguido de Pibe, se adentró por entre la vegetación y a los dos o tres minutos nos sobresaltaron con los ladridos, cosa que no suelen hacer, corrimos hacia donde estaban pensando que no se hubiesen encontrado con alguna alimaña.

               Cuando llegamos a donde estaban, nos quedamos parados de golpe, lo que allí vimos era terrible, en el suelo, semi desnuda y cosida a puñaladas había una mujer, su cabeza parecía separada del cuello y un gran tajo corría de oreja a oreja.

               Cogimos rápidamente a nuestros perros y los separamos.

               Sin hablar cogí el teléfono móvil y llamé a la policía.

               Nos separamos del lugar sin mirar aquello.

               Yo había visto varios casos de accidentes, y muertes violentas pero aquello me dejó tan mal que me desplacé hacia el río y estuve vomitando hasta que llegó la policía,

               A partir de aquel momento empezó a aparecer gente, los que iban llegando al río y veían lo que allí pasaba se quedaron. Siempre me ha horrorizado lo macabra que es la gente cuando hay alguna cosa de estas.

               La policía local, rodeó la zona con una cinta de plástico, al poco rato llegó la policía científica, el juez para el levantamiento del cadáver, una ambulancia y varias docenas de personas a las que la policía local trataba de dispersar.

               Se hicieron mediciones, se buscaron restos o pistas.

               Rodolfo y yo tuvimos que contar lo ocurrido varias veces, nos hicieron fotos del calzado, ya que aquella noche había llovido algo y había huellas en el barro.

               Alguien, de los que miraban comentó:

               En mi pueblo dicen que cuando se oye el silbato del “afilaor”, anuncia una muerte.

               Otra dijo:

               Pues en el mío dicen que va a llover y anoche llovió.

               Sí, pero también hubo muerte, replicó otra.

               Se nos acercaron varias personas y nos preguntaron si conocíamos a la víctima.

               No, no podemos hablar, nos ha dicho la policía que no podemos hablar con nadie.

               Al fin, después de varias horas de interrogatorios, tanto “in situ” como en el ayuntamiento, donde habían habilitado un despacho para la policía judicial que había venido de la capital.

               Por la tarde, por separado, tuvimos que ratificar las declaraciones tanto Rodolfo como yo.

               Cuando llegué allí, otra vez me tomaron todos los datos referentes a nombre, domicilio, carné de identidad, etc. Luego me sacaron tres folios escritos a máquina y un policía me dijo:

               ¡Firme aquí!

                Con mucho gusto, pero antes permítame que lea el escrito. Le contesté.

               Ya empezamos mal si no se fía de nosotros. Me dijo.

               Oiga, perdone, yo me fio de todo el mundo, pero esto es una cosa muy seria y cualquiera se puede equivocar, así que si no le importa, leeré primero estas hojas, y si no le gusta, avise a su superior y se lo diré a él. Le contesté ya con un tono seco y serio.

               Bueno, bueno, ¡Léalo!

               Después de leer lo firmé, era mi declaración, igual desde el primer momento.

               Bueno, ya puede irse, pero no se marche de la población sin nuestro consentimiento.

               Buenas tardes, dije y me apresuré a salir de la habitación.

               Ya en la puerta principal, al salir me crucé con el afilador que entraba custodiado por dos agentes.

               Aquella noche ni siquiera cené, tenía el estómago bastante revuelto, me metí en la cama, pasé la noche en un duerme vela lleno de pesadillas y escenas del cuerpo cosido a puñaladas, me vinieron a la mente las muertes violentas ocurridas hacía algún tiempo en Menorca y Porto Pino. Trouvé notó mi nerviosismo, saltó sobre la cama y se puso a dormir a mi lado.

               Por la ventana, a través de los cristales apareció una luna llena esplendorosa, por mi columna vertebral corrió un escalofrío y empecé a temblar, alargué la mano hacia donde notaba a Trouvé y este me lamió la mano como muestra de cariño.

               Los recuerdo pasaron por mi cabeza, todo aquello quedaba atrás, cuanto tiempo parecía haber transcurrido y sin embargo y sin embargo solamente había pasado un año.


 

 

jueves, 6 de febrero de 2025

EL AFILADOR (Capítulo I)

 

EL AFILADOR



Pedro Fuentes



CAPITULO I



               Martes 18 de Marzo, estaba en mi apartamento, escribiendo unas notas para mi amigo Pedro, “mi biógrafo”, cuando oí en la calle, por un megáfono alguien que gritaba machaconamente:

¡              Ya está aquí el afilador, se afilan cuchillos, navajas, tijeras, hachas, todo tipo de utensilios de cocina, máquinas de embutidos! Y hacía sonar un característico silbato de varias notas.

               La retahíla duró unos 25 minutos hasta que se perdió en la lejanía, me trajo recuerdos de el Rastro de Madrid, en los años sesenta, cuando en algún puesto se anunciaban “¡Cuchillos, navajas, mecheros, mujeres en cueros!”. Los tres artículos primeros en voz alta y clara y lo último bajo y entre dientes, para burlar a la censura y a la vez hacerlo más misterioso y apetitoso, se refería entonces a calendarios de bolsillo en el que por delante había fotos de chicas muy ligeras de ropa.

               Seguí con mis notas y me olvidé del “afilaor”.

               El pueblo donde resido, es una población costera de unos veinticinco mil habitantes, con una larga playa y al fondo de ésta la desembocadura de un río en el que escasamente hay agua.

               Las edificaciones no llegan sino a la mitad del paseo que continúa unos dos kilómetros más a lo largo de la playa.

               Luego en verano, esa parte del pueblo se llena de turistas, ya que es en esa zona donde están los hoteles y apartamentos, pero eso solamente pasa a partir de mediados de junio, cuando los críos terminan el colegio.

               Ahora había perdido el hilo, la cancioncilla del “afilaor” seguía machacona en mi cabeza mezclándose con la del Rastro, así que decidí coger a mi perro, Trouvé y salir a pasear, Trouvé es un pincher enano, mi gran amigo desde que lo salvé de las garras de Satanás en una de mis aventuras, escrita por Pedro, mi amigo de toda la vida.

               Como hacía buen día salimos rumbo al río. Por las mañanas solemos ir en dirección al puerto, para de camino echarle una ojeada a mi barco y asegurarme de que todo estuviese bien. Pero ese paseo había sido por la mañana temprano.

               Al final de las últimas edificaciones me encontré de nuevo con la furgoneta y el megáfono del afilador, tenía las puertas traseras abiertas y con una piedra de afilar iba trabajando, mientras por el megáfono seguía el eslogan. Media docena de mujeres esperaban turno para afilar mientras el individuo les contaba chistes y anécdotas subidas de tono.

               Llegamos al río por donde solamente había un hilo de agua, allí solté a Trouvé y estuvo corriendo de un lado para el otro persiguiendo una pelota de tenis que yo le tiraba y con la que él soñaba que era el mejor de los conejos por cazar.

               Era la una del medio día cuando volvimos a casa.

               Después de comer y hacer diez minutos de siesta frente al televisor me metí en el despacho hasta las ocho que mi perro se puso a pasear nervioso ante mí. Era la forma de decirme que ya era hora de salir a pasear. La verdad es que aquel animalito gozaba sacándome a pasear.

 

jueves, 30 de enero de 2025

PREPARADO PARA MORIR (Capítulo IV)

 

PREPARADO PARA MORIR

 

Pedro  Fuentes

 

CAPITULO IV



               El miércoles a las dos de la tarde, de un día soleado de primavera, en la puerta del tanatorio se empezó a reunir la gente.

                 Jack organizaba todo, vestía de negro absoluto, con un bombín negro, gafas de sol, guantes blancos y una banda de tela negra con ribetes plateados y letras también color plata en la que se podía leer la ya famosa frase: “I was his friend best friend”.

               Al lado suyo a la derecha de la puerta, estaba el director de la Vieja Banda contratada para la ocasión, todos vestidos de negro, bombín, gafas de sol y guantes blancos. Llevaba el director una pequeña sombrilla negra y el borde exterior blanco. Detrás dos tubas, dos trombones de varas, cuatro trompetas, cuatro saxos y cuatro clarinetes. La percusión era portada por dos cajas, un tambor y un bombo en cuya piel se leía “Good save Federico”.

               Al otro lado de la puerta estaban los amigos de Federico vestidos de pantalón negro, camisa blanca, gorra de plato y guantes blancos con sus instrumentos de música. También estaban su ex viuda, sus cuatro sobrinos y primos lejanos, solamente faltaba Alfonso.

               Llegó a la puerta del tanatorio un coche fúnebre descubierto, con cuatro penachos negros en los vértices del techo que en el centro lucía una peana con una bola negra encima. Dos caballos negros, con herrajes negros y con un penacho negro encima de cada testa. Dos cocheros negros, vestidos de negro y con sombrero de copa guiaban el carruaje.

               La banda empezó a tocar un blues triste y melancólico, justo en ese momento aparecieron en la puerta del tanatorio ocho negros de gran altura, vestidos de negro y con camisa blanca portando el féretro, de color plata con ribetes dorados. A mitad de camino del coche, Jack sacó de dentro de su chaqueta un silbato que llevaba colgando de un cordón plateado y pitó dos veces, el director cerró y abrió la sombrilla dos veces, uno de los trompetas dio un toque de atención y empezó a sonar una marcha alegre y llena de ritmo. Los ocho portantes del féretro levantaron la caja con una mano todos lo que pudieron, luego fueron haciendo saltar el ataúd al ritmo de la banda.

               Así llegaron hasta el coche, depositaron al difunto en él y se pusieron cuatro a cada lado del carro.

               Jack, con el director al lado empezaron a andar delante, la banda les siguió y los caballos fueron a continuación.

               Después entraron en la formación dos rollizas negras, vestidas de negro, pero bastante escotadas y con faldas ligeramente cortas y marcadas, llevaba unos pañuelos blanquísimos en donde no paraban de echar sus lágrimas y suspiros.

               Cada una de ellas llevaba a su lado un fornido negro vestido a juego y con una sombrilla cada uno, iguales que la de Jack, con ellas daba sombra a las muchachas.

Justo detrás de las plañideras, marchaba la ex mujer de Federico de luto riguroso y unas gafas con las que intentaba taparse la cara.

               Llevaba una pancarta en la que se veía una foto de medio cuerpo de Federico y debajo decía en letras doradas “I love Federico”

               A continuación marchaban los familiares de luto riguroso, detrás los amigos que iban tocando piezas algo más alegres que las de la banda principal, luego iban amigos y conocidos, todos ellos bailando al son de la música cuando era animada y compungidos cuando la marcha era triste.

               Detrás de los amigos se arremolinaba una inmensa cantidad de gente que se habían unido al grupo y bailaban sin saber, que iban en un entierro.

De todos lados, en las aceras salían personas con cámaras y teléfonos móviles para grabar el acontecimiento, aquello fue seguido por la televisión local e incluso apareció por allí un equipo de televisión nacional.

               A medida que avanzaban, Jack abría paso andando y bailando a la vez, ahora avanzaba con el pie derecho hacia fuera, desplazando todo el cuerpo, al siguiente el izquierdo, de vez en cuando daba palmas y cuando quería cambiar el ritmo, tocaba el silbato tres veces para ir a lento y dos para rápido, entonces el director cerraba y abría la sombrilla dos o tres veces según fuese necesario, el trompeta primero hacía un toque de atención y uno de los tambores daba un redoble, el bombo golpeaba también dos o tres veces y cambiaba el ritmo, las plañideras con el ritmo lento lloraban y suspiraban a moco tendido, si cambiaba la música con más swing, cogían las sombrillas de sus acompañantes y bailaban con ellos.

               La ex daba varias vueltas en redondo como las muchachas que en los combates de boxeo anuncian el round.

               En fin, tardaron en llegar a la iglesia una hora cuando se tardan diez minutos andando.

               Llegaron a la iglesia y todo el mundo, en señal de respeto calló, salió el sacerdote con su roquete blanco y su estola negra, le acompañaba Alfonso con el isopo y el agua bendita.

               El sacerdote hizo una corta plegaria, bendijo el ataúd, Alfonso se santiguó cristianamente mientras un par de lágrimas rodaron por sus mejillas. Entraron a la iglesia, se cerraron las puertas y Jack, poniéndose al frente de la banda, sacó el silbato y pitó tres veces.

               Entonces todos los músicos empezaron “When the saint go marching in”, ya seguiría esta pieza hasta llegar al crematorio, mientras todo el mundo bailaba y algunos músicos hacían algún solo con alguna variación de la más pura jazz sección.

               A la llegada al crematorio, los ocho acompañantes del coche de caballos vuelven a coger el féretro y lo llevan dentro bailando y haciendo bailar el ataúd, lo depositan en una mesa que hay dispuesta al fondo y la gente ahora entra en silencio y se sienta en los bancos ordenadamente, de la cortina de detrás de la caja salen un grupo de hombres y mujeres ataviados con túnicas lilas y se ponen a los lados, el director da la señal y comienzan a cantar “Swing low sweet chariot”.

               Cuando terminan de cantar, la mesa va entrando lentamente por entre las cortinas mientras un bajo interpreta “Deep River”. Cuando termina, de entre las cortinas sale Jack. Se pone en el sitio donde antes había estado la mesa con el ataúd y dice:

               Hermanos, nos hemos reunido hoy aquí para rendir homenaje y despedir a nuestro gran amigo Federico, muchos son los que han venido porque lo querían, otros por el interés, alguno por curiosidad y uno, no ha venido porque no quería ver a su tío envuelto en semejante jolgorio el día de su funeral.

               Me dirán que faltaba otra persona, para ver lo que él había creado.

             Cuando organizó todo este sarao me dijo:

               Lástima, yo no lo podré ver. 

               Y yo le contesté:

               Yo soy tu mejor amigo, te doy mis ojos para que lo veas y mis oídos para que lo oigas, y mi nariz para que huelas y todos mis sentidos para que tengas i vivas un entierro como los de New Orleans.

               La idea fue de él, pero yo la hice posible, todo por mi mejor amigo, y diciendo esto, puso las dos manos sobre sus orejas y estiró.

               En la sala se oyó un grito aterrador, alguno se desmayó, Jack se sacó una careta y allí estaba Federico.

               No os asustéis, no he muerto, solamente quería ver mi funeral. Gracias a todos por venir, y ahora os espero en mi casa para comer frijoles rojos y arroz al más puro estilo de New Orleans y cerveza de barril Abita recién traída de Louisiana.

FIN

jueves, 23 de enero de 2025

PREPARADO PARA MORIR (Capítulo III)

 

PREPARADO PARA MORIR

 

Pedro  Fuentes

 

Capítulo III



               A los cuatro meses recibieron, todos sus amigos y parientes, una carta fechada en New Orleans con un membrete que decía en letras negras “JACK” y debajo “I am his best friend”.

               La carta, en una mala traducción del inglés venía a decir:

               ¡Hola¡ : Soy Jack. El mejor amigo de Federico en New Orleans, próximamente me trasladaré a   España    durante una larga temporada.

               Federico me ha pedido que sea su albacea y lleve a cabo las instrucciones que ha dictado como últimas voluntades en caso de que fallezca, cosa que deseo que sea muy tarde y que todos estemos presente.

               Como todos ustedes sabrán, Federico quiere un entierro muy especial y al estilo de aquí, así que cuando llegue iré citando a todos sus amigos y conocidos para explicarles el papel de cada uno.

               Atentamente,

               Al cabo de 15 días apareció en la pequeña localidad de provincias Jack.

               Jack era en negro más bien grueso, de pelo blanco y rizado, muy corto, lucía una barba que era continuación de su cuero cabelludo y con un bigote fino como un reguero de hormigas, todo ello también blancos y con unos labios carnosos como si se hubiese pasado la vida tocando la trompeta y cantando “only you”, tenía una voz ronca y hablaba bastante aceptable el español, con un ligero acento cubano, donde había residido algún tiempo.

               Llevaba Jack una carta escrita de puño y letra por Federico, éste había marchado a París por unos días para visitar a una íntima que allí tenía.

               Mientras tanto la dependienta que tenía en la tienda se encargaba de todo.

               En la carta pedía a todo el mundo la colaboración con Jack en lo que les iba a proponer.

               Los primeros en recibir al amigo de Federico fueron los compañeros del club, estos, aunque un poco bohemios y amigos de la juerga, pensaron que toda la población se iban a estar riendo de ellos por los siglos de los siglos, desde luego pensaban que Federico se iba a poner el mundo por montera, sería lo más sonado en aquella ciudad desde que una avioneta en un aterrizaje forzoso había aterrizado en la plaza Mayor y se había estrellado contra el Ayuntamiento.

               Lo único que les iba a salvar era que Federico viviese más que todos ellos.

               Posteriormente fue recibido Jack por los familiares lejanos y su ex mujer. Jack les hizo comprender que lo que quedará del testamento sería heredado por sus familiares y ex esposa, ésta, ambiciosa por naturaleza, pensó que sería como un trabajo de una mañana, pagado con dinero a espuertas pese a lo que se gastase en el entierro.

               Los papeles de la familia eran de aquí te espero, como ya hemos dicho, su ex fue la primera en aceptar, ya que Federico tenía entre otras cosas varias fincas heredadas de sus padres, ricos terratenientes, los sobrinos lejanos dijeron también que si, Solamente Alfonso, un primo hermano, el familiar más cercano dijo que no, que no estaba dispuesto a semejante mamarrachada organizada con una cosa tan seria como la muerte de un familiar, renunció inmediatamente a la parte que le hubiese correspondido a favor de los otros.

               Quería para su primo un funeral católico como Dios manda.

               Los amigos de Federico tuvieron que poner en contacto a Jack con un montón de personas incluidas en el entierro y de otras poblaciones, ya hemos dicho que la localidad era una pequeña ciudad de provincias donde no abundaba de casi nada de lo que pedía “El mejor amigo de Federico”.

               Mañana vuelve Federico de París dijo Jack, le explicaré cómo está todo, luego iremos a Madrid a localizar unas cosas y desde allí me marcharé a Louisiana, luego volveré, me encanta esta ciudad y España, dijo Jack y se marchó.

               Federico volvió al negocio, a sus compromisos y a sus actuaciones sobre todo con el saxo.

               La gente se fue olvidando de sus ideas sobre el funeral, había pasado un año y medio cuando se marchó a Francia, se fue a París, Jack le había escrito diciendo que iba con una dixieland band jazz y Federico no se quiso perder la ocasión, tanto de ver a su amigo como seguir a la dixieland band, una prestigiosa banda de New Orleans.



 

 

jueves, 16 de enero de 2025

PREPARADO PARA MORIR (Capítulo II)

 

 

PREPARADO PARA MORIR

 

Pedro  Fuentes

 

Capítulo II


 

               A los cuatro meses recibieron, todos sus amigos y parientes, una carta fechada en New Orleans con un membrete que decía en letras negras “JACK” y debajo “I am his best friend”.

               La carta, en una mala traducción del inglés venía a decir:

               ¡Hola¡ : Soy Jack. El mejor amigo de Federico en New Orleans, próximamente me trasladaré a España durante una larga temporada.

               Federico me ha pedido que sea su albacea y lleve a cabo las instrucciones que ha dictado como últimas voluntades en caso de que fallezca, cosa que deseo que sea muy tarde y que todos estemos presente.

               Como todos ustedes sabrán, Federico quiere un entierro muy especial y al estilo de aquí, así que cuando llegue iré citando a todos sus amigos y conocidos para explicarles el papel de cada uno.

               Atentamente,

               Al cabo de 15 días apareció en la pequeña localidad de provincias Jack.

               Jack era en negro más bien grueso, de pelo blanco y rizado, muy corto, lucía una barba que era continuación de su cuero cabelludo y con un bigote fino como un reguero de hormigas, todo ello también blancos y con unos labios carnosos como si se hubiese pasado la vida tocando la trompeta y cantando “only you”, tenía una voz ronca y hablaba bastante aceptable el español, con un ligero acento cubano, donde había residido algún tiempo.

               Llevaba Jack una carta escrita de puño y letra por Federico, éste había marchado a París por unos días para visitar a una íntima que allí tenía.

               Mientras tanto la dependienta que tenía en la tienda se encargaba de todo.

               En la carta pedía a todo el mundo la colaboración con Jack en lo que les iba a proponer.

               Los primeros en recibir al amigo de Federico fueron los compañeros del club, estos, aunque un poco bohemios y amigos de la juerga, pensaron que toda la población se iban a estar riendo de ellos por los siglos de los siglos, desde luego pensaban que Federico se iba a poner el mundo por montera, sería lo más sonado en aquella ciudad desde que una avioneta en un aterrizaje forzoso había aterrizado en la plaza Mayor y se había estrellado contra el Ayuntamiento.

               Lo único que les iba a salvar era que Federico viviese más que todos ellos.

               Posteriormente fue recibido Jack por los familiares lejanos y su ex mujer. Jack les hizo comprender que lo que quedará del testamento sería heredado por sus familiares y ex esposa, ésta, ambiciosa por naturaleza, pensó que sería como un trabajo de una mañana, pagado con dinero a espuertas pese a lo que se gastase en el entierro.

               Los papeles de la familia eran de aquí te espero, como ya hemos dicho, su ex fue la primera en aceptar, ya que Federico tenía entre otras cosas varias fincas heredadas de sus padres, ricos terratenientes, los sobrinos lejanos dijeron también que si, Solamente Alfonso, un primo hermano, el familiar más cercano dijo que no, que no estaba dispuesto a semejante mamarrachada organizada con una cosa tan seria como la muerte de un familiar, renunció inmediatamente a la parte que le hubiese correspondido a favor de los otros.

               Quería para su primo un funeral católico como Dios manda.

               Los amigos de Federico tuvieron que poner en contacto a Jack con un montón de personas incluidas en el entierro y de otras poblaciones, ya hemos dicho que la localidad era una pequeña ciudad de provincias donde no abundaba de casi nada de lo que pedía “El mejor amigo de Federico”.

               Mañana vuelve Federico de París dijo Jack, le explicaré cómo está todo, luego iremos a Madrid a localizar unas cosas y desde allí me marcharé a Louisiana, luego volveré, me encanta esta ciudad y España, dijo Jack y se marchó.

               Federico volvió al negocio, a sus compromisos y a sus actuaciones sobre todo con el saxo.

               La gente se fue olvidando de sus ideas sobre el funeral, había pasado un año y medio cuando se marchó a Francia, se fue a París, Jack le había escrito diciendo que iba con una dixieland band jazz y Federico no se quiso perder la ocasión, tanto de ver a su amigo como seguir a la dixieland band, una prestigiosa banda de New Orleans.