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jueves, 26 de julio de 2012

PLAN 2 Capítulo II

Jueves 26 de Julio, Jueves.
No toca publicar, pero mañana viajo, así que ahí va el segundo capítulo de Plan 2, la cosa empieza a animarse.

PLAN 2
Pedro Fuentes
Capítulo  Il


Por fin llegó la semana de la caravana, era el final del invierno, unas tres semanas antes de subir al ganado a los pastos para pasar la primavera y el verano.
Todo hervía de emoción, habían salido en programas de cotilleo de las televisiones, varias veces se entrevistó al alcalde y a los mozos, tanto en el pueblo como en los platós, D. Cesar sabía lo que hacía, no perdía detalle de nada, todo lo llevaba él, todo pasaba por sus manos. Lo único que no consiguió fue vestir con el traje regional de fiesta a Carmela y a Pepita, éstas se negaron en redondo diciéndole que si los mozos no se habían fijado nunca en ellas, no iban a colaborar ahora en “su fiesta”.
Yo,  trabajaba en colaboración directa con D. Cesar,  era un hombre que no paraba para nada, me preguntaba cómo podía estar gordo, pesaba unos cien kilos y no era excesivamente alto,  comía como un pajarito y mientras iba de un lado para otro. Se le había habilitado un despacho en el ayuntamiento, al lado del mío. Las tres administrativas, el alguacil y yo mismo, no parábamos.
Ya se empezaban a recibir cartas y telegramas pidiendo plaza en los autobuses que saldrían de Madrid y Barcelona desde donde saldrían las candidatas, luego había otro grupo de las que irían en transporte propio, se calculaba que llegarían unas doscientas mujeres de todas las edades, aquello se podría desbordar si no hubiese sido por el buen hacer de D. Cesar y la colaboración de todos los vecinos del pueblo.
Y amaneció el día señalado, era un día caluroso para las fechas en que se estaba, y las predicciones eran muy buenas, sería así durante todo el fin de semana. Por la noche refrescaría pero con la carpa instalada en la plaza mayor, no habría problemas.
Los primeros en llegar fueron los instaladores del sonido y luces de los conjuntos, dos grupos  de mediana calidad pero que sonaban durante el verano, tocaban música de todo tipo y llevaban entre los dos cuatro señoritas que además de cantar lucían su palmito bailando en el escenario.
La banda de música del ayuntamiento tocaría algunos pasacalles de bienvenida y de despedida, pero estaban algo diezmados porque unos cuantos músicos estaban en el grupo de los solteros y no querían vestir el uniforme porque decían que eso le daría ventaja a los que vestían de fiesta.
El director de la banda, sesentón y casado les quiso convencer de lo que le gustaban a las mujeres los hombres con uniforme, pero no convenció a nadie salvo a Genaro, que aunque no toca en la banda ni viste uniforme, siempre ha sido el mayor fan de la banda y la acompaña a todos lados.
Los solteros paseaban por la plaza hablando unos con otros, era por la mañana y todavía andaban vestidos de  trabajo, entraron en el bar, volvían a salir, el Tío Paco les preguntaba qué querían tomar pero decían que nada, si acaso algún cortado y otros, los más pacíficos una tila, hasta que algún entendido les comentaban que la tila les apaciguaría demasiado y a la noche no tendría fuerza para nada.
A la hora del vermut nadie tomó nada, solamente los casados siguieron los rituales habituales, los solteros querían sentirse serenos, que la noche sería muy larga.
A las cinco de la tarde ya habían llegado los músicos y estaban haciendo pruebas de sonido en la carpa, todo estaba a punto, lo que quedaba de la banda ya estaba preparada a rendir honores a las quizás dispuestas sabinas, los mozos, vestidos con sus mejores galas llegaban a la plaza, parecían niños de primera comunión pero con perversas intenciones.
El alcalde ya se estaba poniendo la banda del ayuntamiento y el bastón de mando lo tenía preparado en la mesita del recibidor de su casa, su esposa se repintaba dispuesta a superar la posible competencia venida de allende la montaña. No había en el pueblo ninguna mujer dispuesta a quedar por debajo de las advenedizas. Bueno, si, había dos que decidieron que no se rebajarían a competir con extrañas venidas de no se sabe dónde. Eran Carmela y Pepita.
Ya empezaba a llegar algún coche, las cámaras de televisión, porque al final fueron varias cadenas a las que dirigía D. Cesar como si fuese el Alfred Hitchock.  Iban de un lado para otro filmando, entrevistando.
Varios taxi del pueblo de al lado, 23 Km. Traían a mozas que llegaron en tren.
A las seis y cuarto llegó el autobús de Barcelona, habían quedado que llegarían al pueblo anterior y se esperarían para llegar juntos. Llegó primero el de Barcelona y las chicas de éste convencieron al conducto para llegar antes a Altozano del Monte.
Cuando llegó el de Madrid habían pasado diez minutos, la banda emprendió el segundo pasodoble y bajaron las mozas.
Total de mozas 235, rubias, morenas castañas, de piel caribeña, blancas de piel transparente de los países del este, aquello parecía la O.N.U. pero con mejores intenciones.
Todo fue como la seda, D. Cesar lo había previsto todo, el recibimiento del alcalde desde el balcón municipal, después el discurso breve pero intenso de D. Jonás en el que después de saludar a las llegadas les habló de un sacramento de entrega y sacrificios pero desbordante de alegría por el fruto de los hijos. Luego, D. Cesar se erigió en maestro de ceremonias y dio por comenzado el vino de honor, previamente le habían entregado al alcalde y compañeros en el balcón unas copas de vino y brindaron por el éxito de la fiesta.
A todo esto, mientras tanto, los tres conductores, uno del autobús de Barcelona y dos del de Madrid entraron al bar del Tío Paco en el que no había nadie, solamente Carmela, Pepita y yo. A los conductores los tuve que atender yo, porque la comisión de la caravana había decidido que no querían más hombres que los del pueblo, así que invité a los conductores a cerveza y unas tapas, mientras llegaba la hora de cenar.
Carmela les llevó a la mesa los vasos y las cervezas y Pepita les traía las tapas.
Jorge, uno de los conductores de Madrid les dijo: ¿Y vosotras qué? ¿Sois casadas? ¿No sois del pueblo?
Solteritas y sin compromiso, dijo Carmela.
¿Los hombres de este pueblo son tontos?

jueves, 19 de julio de 2012

PLAN 2

Hoy voy a publicar el capítulo I del relato "Plan 2". Se compone de tres capítulos y un epílogo y es una historia de "pueblo" y se la dedico a mi gran admirado Luis García Berlanga allá donde esté.

Esta historia de pueblo es de las que más me he divertido cuando la escribía, está hecha de un tirón. A veces las historias tardan en llegar al papel, otras parecen venir como un soplo, esta es una de ellas, llegó como la brisa marina que me acompaña cuando las noches sin luna subo a la cubierta del "Little Home" y me siento ante el portátil a escribir.

PLAN 2
Pedro Fuentes
Capítulo  l

Mi nombre es Alfredo y voy a contaros una historia como todas, medio verdad, medio fantasía y donde lo real parece un sueño y los sueños, sueños son como dijo Calderón.
En Altozano del Monte, en pleno Pirineo, entre Huesca y Navarra, se vive muy bien, hay bastante buen ambiente entre los vecinos, cosa muy necesaria porque los inviernos son crudísimos, de hecho por lo menos un mes al año nos quedamos incomunicados por culpa de la nieve y el hielo.
Vivimos de la ganadería, vacas y corderos, tenemos muy buenos prados, en invierno bajamos el ganado al pueblo y cuando llega la primavera, con el deshielo los empezamos a subir a los pastos altos y van subiendo a medida que pasa el frío.
Los inviernos, tan duros y sin el pastoreo, solamente darles de comer y mantenerlos en los establos.
El mayor problema que tenemos es que no hay mujeres, éstas, en cuanto tienen edad, se suelen ir a las ciudades, ya que en el pueblo no hay mucho trabajo para ellas.
En la actualidad hay solamente dos mozas casaderas, una es la hija del tío Paco, dueño del bar de la plaza, precisamente “El tío Paco”. La otra moza es la sobrina de Candela, la dueña del colmado que también está en la plaza. Estas son las dos únicas muchachas casaderas que quedan en el pueblo, luego, más pequeñas hay varias, pero los mozalbetes que vienen detrás, también son muchos más que las niñas.
Los mozos solteros salidos de quintas y de menos de cincuenta años, son 43 contando a Genaro, joven de unos treinta años, pocos saben cuántos y que tiene sus facultades mentales muy disminuidas.
Una noche, viendo la tele en casa del Tío Paco, pusieron un reportaje de hacía no sé cuantos años, de Plan, un pueblecito de Huesca  que había organizado unas “caravanas de mujeres” para atraer a mujeres dispuestas a conocer a mozos del pueblo y quedarse allí si llegaba la ocasión. Dejamos las partidas de dominó y de guiñote y se hizo un silencio sepulcral mientras veíamos la tele.
Cuando terminó el reportaje empezamos a comentarlo  y decidimos que se podría intentar con el ayuntamiento. Como  soy el secretario decidimos que lo tantearía con el alcalde.
Al día siguiente, en cuanto vi al alcalde le comenté la noticia y me dijo que también la había oído y que lo podrían comentar el próximo viernes en el pleno que tocaba.
Los mozos del pueblo, cuando se enteraron que el viernes siguiente se incluiría en el pleno municipal, se empezaron a poner nerviosos, alguno ya soñaba con tener un harén en su casa, otros se veían con una despampanante rubia del brazo, entrando a casa del Tío Paco, ya no tomaría el tinto o la cerveza que tenía por costumbre, pediría un dry Martini, agitado, no mezclado.
La hija del tío Paco, Carmela, moza de buen ver, con mucho desparpajo, estaba por las tardes , hasta las 12 de la noche, en verano, detrás de la barra y atendiendo a las mesas si así hacía falta, los hombres que entraban en el bar, tenían mucho cuidado con lo que decían, porque Carmela no se amedrentaba, sabía qué responderles y hasta se diría que le tenían miedo, la consideraban muy arriada para cortejarla y llevarla al altar, no se le conocía ningún acompañante ni pretendiente.
Pepita, la sobrina de Candela, la dueña del colmado, era también buena moza, más modosita y callada que Carmela, pero ambas eran amigas, tenían la misma edad, 24 y cuando podían salían juntas, tampoco Pepita tenía pretendientes en el pueblo, aunque a ésta si se le había conocido un acompañante hacía unos años, era un mozo del pueblo de al lado, 23 kilómetros montaña abajo, pero cuando le tocó ir a hacer el servicio militar se marchó a la capital y ya no volvió, se colocó allí y le escribió que la iría a buscar cuando saliese adelante. Salió adelante pero en compañía de una paisana con la que se supo que también tonteaba.
Después de esa experiencia, no se le volvió a ver con compañía masculina, los hombres del pueblo se comportaban con ellas como la zorra de la fábula “están verdes”, e incluso, algún envidioso y poco hombre se atrevió a decir de ella que él la había visto en el pueblo de al lado, en fiestas cuando festejaba con aquel mozo, en actitud demasiado cariñosa y que al romper él, ella se refugió en la amistad de Carmela.
En el pleno del viernes, se aceptó por mayoría que se organizaría una “caravana de mujeres” al estilo de la de Plan, se haría en un fin de semana, se recibiría la caravana el sábado por la tarde, con una recepción en el ayuntamiento, luego se les asignaría a las invitadas una casa donde dormirían y desayunarían. Estas casas serían siempre de matrimonios mayores que se ofreciesen, irían de dos en dos y si faltaban casas, se le alojaría en casa del Tío Paco que tenía habitaciones para huéspedes. Luego se haría una cena para todo el pueblo, en la plaza y después baile mientras el personal aguantase, a la mañana siguiente, después del desayuno, se reunirían en la plaza, el párroco les hablaría, solamente cuatro palabras, sobre las bondades del matrimonio cristiano y se irían en el o los autobuses que vinieron, a sus lugares de residencia.
Como secretario del ayuntamiento, me tocó informarme de los pasos a seguir, así que me puse en contacto con el secretario de Plan que me remitió a un agente que se encargaba de organizar todo tipo de actos y festejos.
El agente, Don Cesar, no era barato, pero lo organizaba todo hasta el mínimo detalle, prepararía incluso alguna entrevista en radio y televisión a las que irían varios representantes de los mozos, los más presentables; además, unos días un par de días antes, una televisión enviaría a unos un locutor y un cámara para hacer un reportaje que entraría cada día en directo a nivel nacional y luego grabaría la llegada del grupo y entrevistaría a las mozas y mozos en el momento de la despedida.
Fue un mes de preparativos, D. Cesar la verdad es que sabía hacer las cosas, nada más llegar al pueblo, se puso al mando de la operación, primero se reunió con el alcalde y conmigo, traía un guión de toda la operación, supervisó el terreno y eligió los sitios donde se celebrarían los actos, cómo sería el recibimiento, en fin, todo.
Se seleccionaron a las personas que organizarían la cena, D.  Cesar traería un par de conjuntos del que era representante, para la cena y el baile.  
Hizo un casting para elegir a los mozos que irían a la televisión, les organizó hasta la forma de vestir, buscó el mejor ganado para filmar y usarlo en el “anuncio” del evento que saldría en los canales de televisión, eligió un catering para el agasajo de la llegada y la cena, para el bar de la fiesta, fue el Tío Paco, que reforzaría con tres personas más además de su mujer, su hermano y su hija para atender la barra, parte de las consumiciones iban a sufragar los gastos de la fiesta.
El área de Festejos y Juventud, correría con parte del gasto y los mozos que quisiesen participar en el evento, tenían que contribuir.
El Tío Paco habló con Candela, su marido y Pepita la sobrina para ayudarles en el bar, cosa que ya  hacían habitualmente los días de las Fiestas Patronales.
El bar del Tío Paco recibió sillas y mesas nuevas con sombrillas, con la marca de una conocida cerveza, todo ello gracias a D. Cesar a cambio de la publicidad que le harían con las tomas de televisión en la terraza.
A medida que llegaba la fecha de la fiesta, el pueblo cambiaba, se pintaron casas, se arregló la fachada del ayuntamiento, la plaza mayor parecía otra, limpios los porches, ya no calzaban abarcas, se estaban acostumbrando a los zapatos de las fiestas muy importantes.
Las madres que tenían hijos solteros y en edad de merecer, se habían hecho trajes nuevos e incluso sus maridos lucían el traje de los domingos.
En fin, se diría que hasta lavaron y peinaron al ganado y en las calles ya no se veían “boñigas”.
Los mozos en el bar hablaban más alto, todos decían como querían que fuesen las mozas, a Carmela ni se la miraban.
El cura, D. Jonás, desde el primer domingo que se supo lo de la caravana, en la misa de doce todos los sermones iban dedicados a la castidad y al sagrado lazo del matrimonio.

viernes, 13 de julio de 2012

Angers. La vuelta

Todos tenemos un baul de recuerdos, unos físicamente, otros mentales.
De vez en cuando nos gusta bucear en esos baules, siempre encontramos algo.
Me gusta abrir enl baul y ver aquel tiempo pasado que pudo ser o fue.
Muchas veces interrogo a amigos y amigas para que me cuenten aquellos recuerdos que guardan en sus baules y luego escribo sobre ellos.
Normalmente son personajes anónimos, otros son reales como la vida misma, a veces terminan bien y otras mal, como la vida, pero todo lo que ocurre es porque tiene que ocurrir y casi siempre los hechos son la base de otros tiempos mejores.

Y ahora el capítulo de hoy de "La primera vez que vi Paris", es el último, el desenlace, pero todo desenlace siempre puede ser el comienzo de otra historia.


LA PRIMERA VEZ QUE VI PARIS
(Pedro Fuentes)
CAPITULO  III

Pasaron veintiún años, un día, haciendo limpieza de un baúl que tenía de recuerdos, al abrir la tapa, pegado en ésta por dentro vio un papel amarillo, lo cogió y leyó medio borroso:
Jeanette, Rué de……. Teléf. …………… Angers…. Je t´aime
Corrió al teléfono, buscó el prefijo de Francia y marcó, la señal de llamada sonó seis veces que parecieron seis siglos, de pronto alguien le respondió en francés.
¡¡¡Jeanette!!!!! ¿Eres tú? Dijo Alejandro en un perfecto francés. No, Soy Annet, su hija, ella no volverá hasta dentro de una hora.
Dime, por favor, tu madre ¿Está casada?
¿Quién es usted?
Soy Alejandro.
¿De España?
Si, de España, me he vuelto loco buscando a tu madre, he ido a Angers cientos de veces, había perdido el papel con la dirección, ahora lo he encontrado en una caja vieja.
Mamá también te buscó, no se ha querido cambiar de casa porque dice que tú vendrías.
No le digas nada, ahora mismo salgo para ahí, quiero darle la sorpresa, llegaré mañana por la mañana.
Te esperamos, yo también quiero verte, estaba preparándome para irme a París pero me iré pasado mañana.
Cuando Alejandro colgó, cogió la nota y la copió treinta veces y la colgó en todos los muebles de la casa, miró un plano de Angers y buscó la calle, había pasado por ella cientos de veces, era en el barrio antiguo. Luego llamó a su trabajo y pidió diez días a cuenta de las vacaciones por asunto familiar, sacó el pasaporte de un cajón, se preparó media docena de sándwich y un termo de café cargado, fue al cajero, reunió dinero y marchó dirección a Angers, le quedaban unos 1.000 kms por delante y todos de noche.
A partir de la frontera empezó a llover el ruido del limpia parabrisas era cansino, a veces se mezclaba con la música de jazz que sonaba en el CD, no había casi circulación, conocía bastante bien la carretera y además le gustaba conducir.
Seguía lloviendo, chip-chop, chip-chop, el agua saltaba por efecto del limpia, pero caía más que la que salía, Ricardo empezó a sentir cansancio en sus ojos, pero quería seguir, notaba como a veces no veía las rayas de la carretera, notó que se desplazaba lateralmente, oyó como pisaba la banda rugosa del arcén.
Frenó, al lado de la carretera había un poco de campo, paró allí, apagó las luces y, se preparó un sándwich y un tazón de café, comió lentamente, luego bajó del coche, seguía lloviendo, agradeció las gotas de lluvia en la cara, subió al coche y siguió la marcha.
Llevaba ya cuatrocientos kilómetros, vio el cartel de una gasolinera a mil metros. Quinientos y flecha indicadora de derecha a los doscientos, entró en las instalaciones, era autoservicio, llenó el depósito, cerró el coche y fue al lavabo, cuando salió parecía que no llovía tanto. A lo lejos se veía una pequeña población. Subió al coche y arrancó, antes de incorporarse a la carretera vio como un coche de la gendarmería entraba a la estación de servicio.
Ahora, más desvelado intentaba mantener una velocidad no alta pero si constante, paró de llover pero la carretera estaba muy mojada, por el espejo retrovisor se acercaban unas luces, se acercó un coche, encendió el intermitente y lo adelantó con holgura, era el coche de los gendarmes.
La carretera era bastante recta, de vez en cuando se encontraba con las luces traseras de un camión, los adelantamientos era  fáciles gracias a la visibilidad de las señales.
Al cabo de dos horas encontró un área de servicio, entró, cerró el coche por dentro, sacó una pequeña manta de viaje y se puso el teléfono móvil para que le avisase a la hora y media.
Si hace 21 años hubiese habido móviles Jeanette y yo no habríamos perdido este tiempo. ¿Cómo será ahora? Tenía 20 años cuando nos conocimos, ahora 40 y yo 60 ¿Y su hija Annet? No parecía ser una cría; y sabía de su existencia, ¿Sería mayor? No me dijo nada de que tuviese una hija, Quizás sea una jovencita y la tuvo después de lo nuestro. ¿Me olvido? La cabeza de Alejandro daba vueltas en medio de la noche, en el CD ahora sonaban unos blues, cuantas noches había pasado estos últimos tiempos ahogándose en whisky, llorando, oyendo blues y pensando en Jeanette. Durmió intensamente, cuando sonó la alarma se encontró descansado, fue la lavabo, se duchó, se afeitó y salió para el coche, eran las tres de la madrugada, le faltaban unas cuatro horas.
A las siete y media localizó la calle, pudo aparcar en la misma puerta, al lado había una panadería, compró dos baguettes y media docena de croissant. Llamó al timbre insistentemente, respondió Jeanette y Alejandro le dijo:
Jeanette, j'apporte un cadeau pour vous afin que je prends à nouveau à Paris.
¡¡¡¡¡Alejandro!!!!!! Le respondióo y abrió la puerta, era una casa antigua, de tres pisos, sin ascensor. Alejandro empezó a subir lo más aprisa que pudo, Jeanette, en camisón saltó sobre sus brazos en el rellano del primer piso. La bolsa de la panadería voló por los aires, sus rostros se fundieron en un beso empapado en lágrimas.
¡¡Jeanette!!!!! Estás preciosa, ¿Sabes que perdí la nota? La encontré ayer, pero he pasado por aquí debajo cientos de veces buscándote. No me acordaba del nombre de la calle, ayer encontré la nota y llamé, se puso tu hija y le dije que no te dijera nada para darte la sorpresa.
Jeanette, entre risas, llantos y la fatiga de las carreras, mientras subían le dijo: Tu hija no me dijo nada, ya la encontré nerviosa anoche, pero no me dijo nada.
¿Qué quieres decir? ¿Te quedaste embarazada aquellos días y lo has pasado todo sola? ¿No me buscaste?
¿Sabes lo grande que es Barcelona? Solamente sabía que te llamabas Alejandro y hablabas muy mal el francés. Hemos ido unas cuantas veces, pero es tan difícil.
Subieron hasta el pequeño piso donde les esperaba Annet, allí se fundieron los tres en un abrazo de alegrías y lágrimas.
FIN




viernes, 6 de julio de 2012

¡¡¡OH PARIS, PARIS!!!

Viernes, otro viernes otro capítulo, creo que os gustará.
Yo sigo embarcado y por eso no puedo publicar cuando quiero sino cuando puedo.
Un saludo a mtodos los lectores y ahora:

LA PRIMERA VEZ QUE VI PARIS
CAPITULO  II

(Pedro Fuentes)

La gran sorpresa fue que hizo entrar a Alejandro en el 2 caballos  y le dijo: Alexander. Vous le saves Paris?
No, París no lo conozco.
Eh bien, ce soir nous allons à Paris. La nuit est belle.
Parfait, avec vous à la fin du monde. Dijo Alejandro que ya empezaba a defenderse con el francés.
Cuando sales de Chartres por la A11, ya empiezas a ver por qué a Paris la llaman la ciudad de la luz, a medida que vas haciendo los 91 km que hay de distancia, entre las ciudades  ves  como crece la iluminación.
Dejaron a la derecha Versalles y entraron en París. Era todavía temprano, las diez y media de la noche de primeros de Julio. Entraron por el sur oeste y se encontraron con el Sena, siguieron por la Av. De Versalles y fueron a salir directamente a les Champ du Mars y la torre Eiffel, la bordearon de izquierda a derecha y al momento se encontraron en Montparnasse.
Dieron la vuelta y fueron hacia Montmartre, allí buscaron un parquin y dejaron el coche, vieron el Sacré Cour y luego se dedicaron a callejear  por Pigalle. Entraron a algún que otro local cantaron, se rieron y ya de madrugada, cansados, pero felices y contentos fueron a coger el coche, antes de entrar en él, Alejandro cogió a Jeanette por la cintura, la atrajo hacia él y la besó apasionadamente.
Llegaron a Chartres cuando empezaba a amanecer, tuvieron el tiempo justo de ducharse y Alejandro empezó a despertar a su grupo porque tenían que ir a ensayar.
El día trascurrió con normalidad, Jeanette y Alejandro seguían aprovechando los ratos libre para estar juntos, durante la actuación del día se sentaron en el teatro, en una de las últimas filas y durmieron un par de horas.
Al día siguiente salieron rumbo a Chátelguyon, un pequeño pueblecito al norte de Clermont Ferran, pasaron por Orleans y Bourges, Jeanette dejó el coche en Chartres, lo recogería a la vuelta, ya que el grupo de danza se despediría después de dos actuaciones en Chátelguyon y otro pueblecito.
Los alojaron en un colegio de alta montaña también con habitaciones tipo celdas, pero en éste las mujeres estaban en el primer piso y los hombres en el segundo, en la planta baja estaban todos los servicios de comedores, cocinas, aulas y despachos. Aquella tarde, cuando los grupos estaban ensayando en el teatro, al aire libre, Alejandro bajó de su habitación a buscar a Jeanette para salir a pasear, cuando llegó a su habitación, ella estiró de él y allí, sin ni siquiera pensárselo, se entregaron el uno en los brazos del otro.
El día siguiente, aprovechando la actuación, todo fue más calculado y relajante.
A la mañana siguiente se despidieron, Alejandro volvía a España, Jeanette a Angers.
Alejandro le hizo apuntarle la dirección y teléfono en un papel y le prometió que arreglaría del todo lo de su divorcio y volvería a buscarla.
Cuando llegó a su casa, guardó el papel con sus cosas, arregló todo el papeleo y se buscó un piso para empezar una nueva vida.
Pasó un mes cuando ya estaba todo solucionado y por más que buscó no encontró el papel de los datos de Jeanette. Solamente tenía el nombre, la dirección y el teléfono.
Cogió una semana que le debían de vacaciones en el trabajo y se fue a Angers, es una ciudad de unos ciento cuarenta mil habitantes. Se la recorrió toda, de arriba abajo, paseó por las calles principales y por las que había pasado con Jeanette, bares, teatros, sabía que era profesora, preguntó por ella en todos los colegios y escuelas, nadie supo darle razón.
Regresó, pero cada vez que reunía más de dos días libres, marchaba a Angers, nada, parecía habérsela tragado la tierra, al final la buscó por Chartres, por París, por Chátelguyon, por todos los sitios por donde pasó con ella él la buscaba, nada, nadie le sabía dar razón.