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viernes, 13 de julio de 2012

Angers. La vuelta

Todos tenemos un baul de recuerdos, unos físicamente, otros mentales.
De vez en cuando nos gusta bucear en esos baules, siempre encontramos algo.
Me gusta abrir enl baul y ver aquel tiempo pasado que pudo ser o fue.
Muchas veces interrogo a amigos y amigas para que me cuenten aquellos recuerdos que guardan en sus baules y luego escribo sobre ellos.
Normalmente son personajes anónimos, otros son reales como la vida misma, a veces terminan bien y otras mal, como la vida, pero todo lo que ocurre es porque tiene que ocurrir y casi siempre los hechos son la base de otros tiempos mejores.

Y ahora el capítulo de hoy de "La primera vez que vi Paris", es el último, el desenlace, pero todo desenlace siempre puede ser el comienzo de otra historia.


LA PRIMERA VEZ QUE VI PARIS
(Pedro Fuentes)
CAPITULO  III

Pasaron veintiún años, un día, haciendo limpieza de un baúl que tenía de recuerdos, al abrir la tapa, pegado en ésta por dentro vio un papel amarillo, lo cogió y leyó medio borroso:
Jeanette, Rué de……. Teléf. …………… Angers…. Je t´aime
Corrió al teléfono, buscó el prefijo de Francia y marcó, la señal de llamada sonó seis veces que parecieron seis siglos, de pronto alguien le respondió en francés.
¡¡¡Jeanette!!!!! ¿Eres tú? Dijo Alejandro en un perfecto francés. No, Soy Annet, su hija, ella no volverá hasta dentro de una hora.
Dime, por favor, tu madre ¿Está casada?
¿Quién es usted?
Soy Alejandro.
¿De España?
Si, de España, me he vuelto loco buscando a tu madre, he ido a Angers cientos de veces, había perdido el papel con la dirección, ahora lo he encontrado en una caja vieja.
Mamá también te buscó, no se ha querido cambiar de casa porque dice que tú vendrías.
No le digas nada, ahora mismo salgo para ahí, quiero darle la sorpresa, llegaré mañana por la mañana.
Te esperamos, yo también quiero verte, estaba preparándome para irme a París pero me iré pasado mañana.
Cuando Alejandro colgó, cogió la nota y la copió treinta veces y la colgó en todos los muebles de la casa, miró un plano de Angers y buscó la calle, había pasado por ella cientos de veces, era en el barrio antiguo. Luego llamó a su trabajo y pidió diez días a cuenta de las vacaciones por asunto familiar, sacó el pasaporte de un cajón, se preparó media docena de sándwich y un termo de café cargado, fue al cajero, reunió dinero y marchó dirección a Angers, le quedaban unos 1.000 kms por delante y todos de noche.
A partir de la frontera empezó a llover el ruido del limpia parabrisas era cansino, a veces se mezclaba con la música de jazz que sonaba en el CD, no había casi circulación, conocía bastante bien la carretera y además le gustaba conducir.
Seguía lloviendo, chip-chop, chip-chop, el agua saltaba por efecto del limpia, pero caía más que la que salía, Ricardo empezó a sentir cansancio en sus ojos, pero quería seguir, notaba como a veces no veía las rayas de la carretera, notó que se desplazaba lateralmente, oyó como pisaba la banda rugosa del arcén.
Frenó, al lado de la carretera había un poco de campo, paró allí, apagó las luces y, se preparó un sándwich y un tazón de café, comió lentamente, luego bajó del coche, seguía lloviendo, agradeció las gotas de lluvia en la cara, subió al coche y siguió la marcha.
Llevaba ya cuatrocientos kilómetros, vio el cartel de una gasolinera a mil metros. Quinientos y flecha indicadora de derecha a los doscientos, entró en las instalaciones, era autoservicio, llenó el depósito, cerró el coche y fue al lavabo, cuando salió parecía que no llovía tanto. A lo lejos se veía una pequeña población. Subió al coche y arrancó, antes de incorporarse a la carretera vio como un coche de la gendarmería entraba a la estación de servicio.
Ahora, más desvelado intentaba mantener una velocidad no alta pero si constante, paró de llover pero la carretera estaba muy mojada, por el espejo retrovisor se acercaban unas luces, se acercó un coche, encendió el intermitente y lo adelantó con holgura, era el coche de los gendarmes.
La carretera era bastante recta, de vez en cuando se encontraba con las luces traseras de un camión, los adelantamientos era  fáciles gracias a la visibilidad de las señales.
Al cabo de dos horas encontró un área de servicio, entró, cerró el coche por dentro, sacó una pequeña manta de viaje y se puso el teléfono móvil para que le avisase a la hora y media.
Si hace 21 años hubiese habido móviles Jeanette y yo no habríamos perdido este tiempo. ¿Cómo será ahora? Tenía 20 años cuando nos conocimos, ahora 40 y yo 60 ¿Y su hija Annet? No parecía ser una cría; y sabía de su existencia, ¿Sería mayor? No me dijo nada de que tuviese una hija, Quizás sea una jovencita y la tuvo después de lo nuestro. ¿Me olvido? La cabeza de Alejandro daba vueltas en medio de la noche, en el CD ahora sonaban unos blues, cuantas noches había pasado estos últimos tiempos ahogándose en whisky, llorando, oyendo blues y pensando en Jeanette. Durmió intensamente, cuando sonó la alarma se encontró descansado, fue la lavabo, se duchó, se afeitó y salió para el coche, eran las tres de la madrugada, le faltaban unas cuatro horas.
A las siete y media localizó la calle, pudo aparcar en la misma puerta, al lado había una panadería, compró dos baguettes y media docena de croissant. Llamó al timbre insistentemente, respondió Jeanette y Alejandro le dijo:
Jeanette, j'apporte un cadeau pour vous afin que je prends à nouveau à Paris.
¡¡¡¡¡Alejandro!!!!!! Le respondióo y abrió la puerta, era una casa antigua, de tres pisos, sin ascensor. Alejandro empezó a subir lo más aprisa que pudo, Jeanette, en camisón saltó sobre sus brazos en el rellano del primer piso. La bolsa de la panadería voló por los aires, sus rostros se fundieron en un beso empapado en lágrimas.
¡¡Jeanette!!!!! Estás preciosa, ¿Sabes que perdí la nota? La encontré ayer, pero he pasado por aquí debajo cientos de veces buscándote. No me acordaba del nombre de la calle, ayer encontré la nota y llamé, se puso tu hija y le dije que no te dijera nada para darte la sorpresa.
Jeanette, entre risas, llantos y la fatiga de las carreras, mientras subían le dijo: Tu hija no me dijo nada, ya la encontré nerviosa anoche, pero no me dijo nada.
¿Qué quieres decir? ¿Te quedaste embarazada aquellos días y lo has pasado todo sola? ¿No me buscaste?
¿Sabes lo grande que es Barcelona? Solamente sabía que te llamabas Alejandro y hablabas muy mal el francés. Hemos ido unas cuantas veces, pero es tan difícil.
Subieron hasta el pequeño piso donde les esperaba Annet, allí se fundieron los tres en un abrazo de alegrías y lágrimas.
FIN




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