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viernes, 5 de febrero de 2016

LA COMIDA


YO CONFIESO


La comida

Un día estábamos comiendo en un restaurante de Huesca mi mujer, Azucena, y yo. Tres mesas más allá había dos parejas que por las pintas y de lo que hablaban monté una historia, mi mujer me decía:
Menuda película estás montando en un momento.

En ningún momento sospeché el final, pero como había que dar un final diferente y sorprendente lo hice.


LA COMIDA   

Pedro Fuentes

974 22………..¿ Mariano? ¡Hola! ¿Eres tú, Mariano?, ¡Soy Jorge! ¡Caray!,  cuánto tiempo sin hablar contigo, casi un año, mira, te llamo porque tengo muchas ganas de verte.

El martes que viene tengo que ir a Huesca a un juicio y he pensado que quizás pudieras reunirte con nosotros y por lo menos comer juntos, yo voy en el AVE, porque tengo que estar a las once en el juzgado, llamaré a mi madre para que venga y le diré que avise a tu madre y comemos los cuatro juntos si te parece bien.

Bueno, vale, no le diremos nada a tu madre de que vienes y así se llevará la sorpresa, vale, vale, nos veremos entonces a las dos en “As campanas”, ya reservaré la mesa yo, ven puntual y así nosotros estaremos un poco antes y le daremos la sorpresa a tu madre.

Vale pues, un abrazo y hasta el martes.

Jorge y Mariano se conocen de toda la vida, son uña y carne, nacieron en la misma casa donde residen sus madres respectivas, sus viviendas son pisos contiguos del mismo edificio, fueron a la escuela juntos, salían juntos de jóvenes, luego Jorge se fue a Madrid a estudiar, hizo derecho y allí mismo entró en un bufete muy afamado, pasando de ser pasante a asociado, no le va mal la cosa.

Mariano, no tan buen estudiante y un poco débil de espíritu se puso a trabajar, estudió empresariales, pero al final trabaja como agente de seguros en una  casa  puntera en el ramo y tiene una buena cartera, su labia,  su simpatía y su don de gentes le ha dado pingües resultados.

La madre de Jorge, Lola, tiene sesenta años, no ha trabajado nunca fuera de casa, se dedica a las labores propias del hogar.

Se quedó viuda de un militar cuando Jorge tenía cinco años y se dedicó en cuerpo y alma a su educación.

La de Mariano, Adelina, es madre soltera, tuvo al niño casi al mismo tiempo que Lola, se llevan seis meses.

 Adelina, es más joven, fue madre con diecinueve años, fruto de un novio que desapareció.

La familia de Adelina no quiso saber nada, a los primeros síntomas de embarazo, la enviaron a Huesca donde tenía un tío lejano, le compraron el piso, le dieron algo de dinero y su tío le ayudó, sin hacer mucho acto de presencia. El tío, Mariano, fue el padrino de la criatura y le pagó los estudios en un buen colegio.

Adelina cuando el niño tenía dos años se puso a trabajar en una fábrica y vivió dedicada también a su hijo, ayudada bastante por su vecina, sobre todo cuando Lola se quedó viuda.

El martes  Jorge llegó a Huesca, fue al juicio donde defendió a un ex marido en un caso de divorcio bastante liado, el hombre era agente comercial y un día que se sintió mal, volvió a casa a media mañana, su mujer aprovechaba las salidas del marido para dar entrada ella a un amigo que tenía, y así los pilló el marido despechado.

La mujer no trabajaba, había dejado el trabajo al casarse y en base a eso, quiso que el juez le asignara una pensión vitalicia y el piso. 

Al no tener hijos no pudo aprovecharse de la circunstancia para que condenaran al marido.

Jorge, que era buen abogado, consiguió como un buen trato darle seis meses de una pensión equivalente al sueldo base interprofesional.

Nada pudo hacer la abogada de la ex por ella, el juez no se dejó convencer por lloros y desesperos.
Cuando Jorge salió del Juzgado, fue a casa de su madre, que estaba bastante cerca y allí, cuando terminaron de arreglarse las mujeres, salieron a la calle.

 Adelina, que con el tiempo, y con la ayuda de su tío y de su hijo, había montado una pequeña mercería,  se defendía bien económicamente.

Los tres se dirigieron a un restaurante que estaba de moda, del casco viejo “As campanas”, un sitio acogedor y con buena cocina típica aragonesa.

Llegaron a las dos menos diez y pidieron unos vinos del Somontano y unas aceitunas mientras leían la carta, Jorge y su madre iban hablando entre ellos para alargar el tiempo y que  llegase Mariano, al fin llegó. Su  madre, a la que habían sentado de espaldas a la puerta, fue sorprendida, porque Mariano fue por detrás y le tapó los ojos, pero no le engañó, ella notó rápidamente el olor a la colonia que usaba su hijo. Todos se levantaron y se repartieron abrazos, se sentaron cada uno de ellos a lado de su madre, las cuales quedaron en medio.

La comida fue una gran fiesta, Jorge, más alto y grueso que Mariano, que era más bien pequeño y delgado, llevaba la voz cantante, Mariano lo miraba fascinado como siempre había sido.

Comieron una buena ensalada ilustrada, borrajas con salsa de almendras, pochas con almejas, y de segundo todos coincidieron con el ternasco de Aragón al horno con patatas a lo pobre.

De postre les pusieron un carrito con pasteles de la casa y acabaron con él, sobre todo por parte de los hombres a los que les encantaban los dulces y no pensaban en guardar la línea.

La velada se alargó bastante y Adelina dijo que tenía que marcharse a abrir la mercería.

 Jorge y Mariano decidieron  ir andando a la estación, así que salieron ellos hacia el sur y ellas hacia el centro ya que Lola le dijo a Adelina que le acompañaría.

Los dos amigos se dirigieron hacia la estación charlando. Jorge le dijo a Mariano, la próxima vez a ver si es en día de fiesta y nos vemos con nuestras mujeres y los chicos, que  no se van a conocer.

Adelina y Lola se cogieron del brazo y Lola le dijo susurrando al oído: ¿Tú crees que sospecharán alguna vez que somos pareja de hecho?


                                                                                 FIN

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