YO CONFIESO
La comida
Un día estábamos comiendo en un
restaurante de Huesca mi mujer, Azucena, y yo. Tres mesas más allá había dos
parejas que por las pintas y de lo que hablaban monté una historia, mi mujer me
decía:
Menuda película estás montando en un
momento.
En ningún momento sospeché el final, pero como había que
dar un final diferente y sorprendente lo hice.
LA COMIDA
Pedro Fuentes
974 22………..¿ Mariano? ¡Hola! ¿Eres tú,
Mariano?, ¡Soy Jorge! ¡Caray!, cuánto
tiempo sin hablar contigo, casi un año, mira, te llamo porque tengo muchas
ganas de verte.
El martes que viene tengo que ir a Huesca a un
juicio y he pensado que quizás pudieras reunirte con nosotros y por lo menos
comer juntos, yo voy en el AVE, porque tengo que estar a las once en el
juzgado, llamaré a mi madre para que venga y le diré que avise a tu madre y
comemos los cuatro juntos si te parece bien.
Bueno, vale, no le diremos nada a tu madre de
que vienes y así se llevará la sorpresa, vale, vale, nos veremos entonces a las
dos en “As campanas”, ya reservaré la mesa yo, ven puntual y así nosotros
estaremos un poco antes y le daremos la sorpresa a tu madre.
Vale pues, un abrazo y hasta el martes.
Jorge y Mariano se conocen de toda la vida,
son uña y carne, nacieron en la misma casa donde residen sus madres
respectivas, sus viviendas son pisos contiguos del mismo edificio, fueron a la
escuela juntos, salían juntos de jóvenes, luego Jorge se fue a Madrid a
estudiar, hizo derecho y allí mismo entró en un bufete muy afamado, pasando de
ser pasante a asociado, no le va mal la cosa.
Mariano, no tan buen estudiante y un poco
débil de espíritu se puso a trabajar, estudió empresariales, pero al final
trabaja como agente de seguros en una casa puntera en el ramo y tiene una buena cartera,
su labia, su simpatía y su don de gentes
le ha dado pingües resultados.
La madre de Jorge, Lola, tiene sesenta años,
no ha trabajado nunca fuera de casa, se dedica a las labores propias del hogar.
Se quedó viuda de un militar cuando Jorge
tenía cinco años y se dedicó en cuerpo y alma a su educación.
La de Mariano, Adelina, es madre soltera, tuvo
al niño casi al mismo tiempo que Lola, se llevan seis meses.
Adelina, es más joven, fue madre con
diecinueve años, fruto de un novio que desapareció.
La familia de Adelina no quiso saber nada, a
los primeros síntomas de embarazo, la enviaron a Huesca donde tenía un tío
lejano, le compraron el piso, le dieron algo de dinero y su tío le ayudó, sin
hacer mucho acto de presencia. El tío, Mariano, fue el padrino de la criatura y
le pagó los estudios en un buen colegio.
Adelina cuando el niño tenía dos años se puso
a trabajar en una fábrica y vivió dedicada también a su hijo, ayudada bastante
por su vecina, sobre todo cuando Lola se quedó viuda.
El martes
Jorge llegó a Huesca, fue al juicio donde defendió a un ex marido en un
caso de divorcio bastante liado, el hombre era agente comercial y un día que se
sintió mal, volvió a casa a media mañana, su mujer aprovechaba las salidas del
marido para dar entrada ella a un amigo que tenía, y así los pilló el marido
despechado.
La mujer no trabajaba, había dejado el trabajo
al casarse y en base a eso, quiso que el juez le asignara una pensión vitalicia
y el piso.
Al no tener hijos no pudo aprovecharse de la
circunstancia para que condenaran al marido.
Jorge, que era buen abogado, consiguió como un
buen trato darle seis meses de una pensión equivalente al sueldo base
interprofesional.
Nada pudo hacer la abogada de la ex por ella,
el juez no se dejó convencer por lloros y desesperos.
Cuando Jorge salió del Juzgado, fue a casa de
su madre, que estaba bastante cerca y allí, cuando terminaron de arreglarse las
mujeres, salieron a la calle.
Adelina,
que con el tiempo, y con la ayuda de su tío y de su hijo, había montado una
pequeña mercería, se defendía bien
económicamente.
Los tres se dirigieron a un restaurante que
estaba de moda, del casco viejo “As campanas”, un sitio acogedor y con buena
cocina típica aragonesa.
Llegaron a las dos menos diez y pidieron unos
vinos del Somontano y unas aceitunas mientras leían la carta, Jorge y su madre
iban hablando entre ellos para alargar el tiempo y que llegase Mariano, al fin llegó. Su madre, a la que habían sentado de espaldas a
la puerta, fue sorprendida, porque Mariano fue por detrás y le tapó los ojos,
pero no le engañó, ella notó rápidamente el olor a la colonia que usaba su hijo.
Todos se levantaron y se repartieron abrazos, se sentaron cada uno de ellos a
lado de su madre, las cuales quedaron en medio.
La comida fue una gran fiesta, Jorge, más alto
y grueso que Mariano, que era más bien pequeño y delgado, llevaba la voz
cantante, Mariano lo miraba fascinado como siempre había sido.
Comieron una buena ensalada ilustrada,
borrajas con salsa de almendras, pochas con almejas, y de segundo todos
coincidieron con el ternasco de Aragón al horno con patatas a lo pobre.
De postre les pusieron un carrito con pasteles
de la casa y acabaron con él, sobre todo por parte de los hombres a los que les
encantaban los dulces y no pensaban en guardar la línea.
La velada se alargó bastante y Adelina dijo
que tenía que marcharse a abrir la mercería.
Jorge y
Mariano decidieron ir andando a la
estación, así que salieron ellos hacia el sur y ellas hacia el centro ya que
Lola le dijo a Adelina que le acompañaría.
Los dos amigos se dirigieron hacia la estación
charlando. Jorge le dijo a Mariano, la próxima vez a ver si es en día de fiesta
y nos vemos con nuestras mujeres y los chicos, que no se van a conocer.
Adelina y Lola se cogieron del brazo y Lola le
dijo susurrando al oído: ¿Tú crees que sospecharán alguna vez que somos pareja
de hecho?
FIN
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