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miércoles, 21 de marzo de 2018

LUCÍA Capítulo XXII


Nuevo capítulo, éste, el XXII es el de unión entre "La muchacha de una sola....." ¿Qué pasará en estos capítulos que quedan para el final de la historia?

Sigan leyendo y lo sabrán. Conocerán lo que el destino le depara a nuestra protagonista.

Y ahora................




LUCÍA

Pedro Fuentes


Capítulo  XXII

Los cuatro días que quedaban hasta el  sábado, fueron un suspiro, todo pasó como un rayo, durante el día no se vieron, luego, a la salida del “Waiquiqui” alrededor de las doce de la noche, se refugiaban en los brazos de ambos hasta el amanecer, luego Lucía huía hasta su casa donde se acostaba un par de horas, luego le preparaba el desayuno a su madre, que al parecer no sospechaba nada, y a continuación se dedicaba a las labores del hogar como si nada pasase.

El viernes solicitó a Pepe salir a las doce, como los días de entre semana y ambos amantes se fueron a casa de Ricardo, que ya tenía todo recogido y el piso dispuesto para que la agencia encargada lo limpiara y alquilase.

“Fue un tanto cobarde con respecto a Mary Luz, nunca se atrevió a decirle que no, le tenía un miedo atroz, si alguna vez insinuó algo, ella entraba en cólera y le amenazaba incluso con sus hermanos, además, se encolerizaba y le chillaba y lloraba, así que pensó que la distancia es el olvido, como decía la canción y pensaba marcharse sin decirle nada, luego, a 700 kilómetros y por carta   sería más fácil.

Llegó el momento, arregló todo, alquiló el piso y estuvo unos cuantos días despidiéndose, de sus amigos, de verdad solo dos, sus compañeros de trabajo, su media familia el militar y su esposa, el grupo de teatro y en último lugar el bar donde  trabajaba  ”la muchacha de una sola pierna” aunque nadie la llamaba así ya, pero si con mucho respeto Lucia “la encargada”.

No creyó nunca Ricardo que en esa despedida, Pepe el Jefe, Lucía la Encargada, las tres chicas que allí trabajaban, Pepi, Sole y Rita y él mismo terminasen llorando. De Lucia se  había despedido el día anterior.

En aquella despedida Lucía le dijo:
Espero, Ricardo, que encuentres la felicidad, tú y yo sabíamos que lo nuestro tenía fecha de caducidad, fue bello mientras duró, ambos hemos sido felices, te recordaré siempre.

Al día siguiente, con el coche ya cargado, se despidió de Mary Luz y de sus dos hermanos, un beso y un hasta pronto.

Subió a su Renault Dauphine, fue por Sainz de Baranda, Doctor Ezquerdo, Joaquín Costa y salió a Avenida de América, buscando la Nacional II y cuando estuvo en ella, conectó un casete de Peter, Paul and Mary la primera pieza en sonar fue “500 millas”"

Cuando Lucía llegó a su casa, se metió en su cuarto y estuvo llorando durante horas, hasta que se durmió rendida por tanto llanto.

Era casi la hora de comer, cuando su madre abrió la puerta de la habitación preocupada, ya que Lucía, por poco que durmiese, no pasaba tantas horas en la cama
.
¡Lucía!, ¡Hija! ¿Te pasa algo? ¿Te encuentras bien?

No, madre, no pasa nada, dijo Lucía mientras se sentaba en la cama.

Su madre, al ver aquellos ojos hinchados de tanto lloro le dijo:

¿Ya se ha ido?

Si, madre, ya se ha ido, no pensé que me doliese tanto su partida, pero ha sido el tiempo más feliz de mi vida, por muchos años que pasen, no olvidaré a Ricardo, siempre seguirá ocupando mi corazón.

Su madre se acercó a ella, se sentó a su lado y la rodeó con su brazo. Siento mucho todo lo que te he dicho, verás como con el tiempo todo se arreglará.

Gracias, madre, me voy a duchar y luego prepararé en un momento la comida.

Se puso de pie y se dirigió al cuarto de baño.

Engracia se levantó y se fue al salón. Lucía no vio que a su madre se le escapaban unas lágrimas.

Bajo el agua caliente de la ducha, Lucía se sintió relajada, luego se arregló y se metió en la cocina a preparar la comida, comió con su madre y se echó un rato hasta la hora de ir al bar, se arregló y marchó.

Aquella tarde y noche, se le hizo eterna, cada vez que se abría la puerta del local, su corazón sufría un sobresalto, miraba rápidamente con la vana esperanza  de que fuese él, pero no, él ya no volatería esas horas ya estaría en Barcelona.

Cuando salió del trabajo, sin saber cómo ni por qué, se dirigió en dirección contraria a su casa, fue hacia la calle Galileo, llegó a la puerta del piso de Ricardo las ventanas estaban cerradas, la más oscura realidad lo invadía todo, pero de pronto se dio cuenta de que alguien conocido estaba casi a su lado haciendo lo mismo que ella, le resultó conocida, era una chica de unos cinco años mas joven que ella, le resultó conocida, si, claro había visto una foto de ella en  la cartera de Ricardo.

La miró fijamente a la cara y de su boca salieron unas palabras que nunca  debió decir,
Ricardo no volverá y si lo hace no será contigo.

¿Quien eres tú?

Lucia, su amante. Dicho esto, dio media vuelta y se marchó llorando.


miércoles, 7 de marzo de 2018

LUCÍA

Nuevo capítulo de Lucía, la historia de "La muchacha de...." relato recogido en este mismo blogg, los principios de su vida y la continuación de su historia.



LUCÍA  

Pedro Fuentes

Capítulo  XXI





Lucía pasó el resto de la tarde arreglando y preparando cosas, ya que era el domingo el día que aprovechaba para hacer y recoger lo que no había hecho durante los días anteriores al tener a su madre en el hospital.

A media tarde su madre se despertó de la siesta y ya no pudo hacer nada más, ya que su madre acaparaba toda su atención, incluso quiso salir a la calle a dar un pequeño paseo, cosa no muy recomendable, ya que la tarde era fría, pero al fin, Lucía accedió a dar una vuelta a la manzana, cosa que hicieron  casi a paso rápido.

Mientras estaban cenando, sonó el teléfono, era Ricardo.

¡Hola! Lucía, ya estoy libre, ¿Quieres que nos veamos?

¡Hola!, Ricardo, va a ser muy difícil, porque mi madre está aquí y estamos cenando, no tengo ninguna excusa, nos veremos mañana en el bar y luego podremos estar un rato juntos, pero hoy me temo que es imposible.

Bueno, de acuerdo, mañana por la noche me pasaré por el bar.

Vale, pero que sea casi a la hora de cerrar, no sea que haya trabajo y no pueda estar por ti.

Nos veremos entonces mañana.

Lucía colgó y una lágrima corrió por su mejilla derecha, hubiese podido dar cualquier excusa para salir, pero no quería tampoco que Ricardo pensase que ella estaba allí para satisfacer sus caprichos, y más sabiendo que habría pasado toda la tarde con su novia.
Todo el día siguiente Lucía lo pasó pensando en qué se pondría para ir al bar. Cuando llegó la hora, fue a casa de la vecina y le comentó que le dejaba a su madre todo preparado y que ella se iba a trabajar y que quizás tardaría un poco más de lo habitual.
Le dijo a su madre que en caso de cualquier necesidad, que llamase a la vecina, la dejó viendo la televisión y salió de casa, hacía un frío atroz, con un día así, habría pocos clientes, quizás así cerrarían un poco antes.

Ya en el bar, sus compañeras y Pepe celebraron volverla a ver, antes de abrir se tomaron unos cafés y charlaron un rato, luego entraron los primeros clientes, los de cada día, los cuatro compañeros de la imprenta de al lado, saludaron a Lucía y se alegraron de verla allí de nuevo.

Eran cerca d las diez cuando se abrió la puerta y entró Ricardo, cuando Lucía lo vio, estuvo a punto de salir de la barra a abrazarlo, pero luego, viendo que había muchos clientes, se contuvo y cuando llegó a su altura, le besó suavemente en los labios y se saludaron como si acabasen de verse.

¡Hola!, cariño, ¿Qué quieres tomar?

Ponme un Dic con hielo, y tómate tú lo que quieras.

Lucía le puso el whisky y luego le añadió el hielo, tal como a él le gustaba.

Ricardo le pagó la consumición, para que nadie pudiese decir nada y dijo:

Voy a jugar un rato a la máquina para hacer tiempo, no quiero que Pepe crea que te estoy entreteniendo. Se fue hacia una de las máquinas y echó unas monedas, encendió un cigarrillo,  tomó un trago y se puso a jugar a la máquina. La bola saltaba impulsada por los mandos y sonaba, Ricardo se movía a compasadamente, haciendo que la bola fuese lo más cerca posible de lo que él quería.

Cuando se cansó de jugar, habían pasado tres cuartos de hora y aprovechando que Pepe estaba sentado al lado de la caja y no había nadie a su alrededor, se fue a hablar con él.

Hola, Pepe, ya ves, todo se acaba, ya he terminado la mili, parecía que no terminaría nunca.

Si, desde luego, se hace muy larga, pero tú no parece que lo hayas pasado del todo mal.
No, lo único que he estado toda la mili en el campamento, pero por lo demás no ha estado mal.

¿Qué planes tienes ahora?

Bueno, la semana que viene me tengo que incorporar a la empresa, pero en Barcelona, así que el domingo me voy y no sé por cuanto tiempo, porque me han propuesto para un cargo y la verdad, en estos casos, tienes que estar a disposición de la empresa las veinticuatro horas del día.

Eran casi las doce y el bar estaba vacío, los lunes no venían clientes hasta altas horas, así que Pepe dio la orden de cerrar, Lucía entonces salió deprisa a cambiarse y en cinco minutos estaba ya en la puerta, Se volvió y dijo:

Adiós a todos, hasta mañana.

Salió a la calle, cogió a Ricardo del brazo y se dirigieron a la calle Galileo, la noche era fría pero ninguno de los dos sintió que estaba empezando a helar.

Llegaron al piso de Ricardo y en segundo estaban tumbados encima de la cama desnudándose el uno al otro apasionadamente, tanto que algún botón saltó descosido por resistirse a los nerviosos y ansiosos dedos, sabían que ya no quedaban sino cinco días para decirse adiós.

Cuando sonaron las cuatro en un reloj de alguna casa cercana, Lucía se levantó, fue al baño, se vistió y luego, ya una vez arreglada, se acercó a la cama y despertó a Ricardo con un beso.

Adiós, amor, hasta mañana que nos volveremos a ver.

Salió procurando no hacer ruido y bajó hasta la calle, el frío era tremendo, levantó el cuello de su abrigo, se tapó la cara con la bufanda y marchó hasta su casa. Cuando llegó allí se descalzó al llegar a su piso y entró sin hacer ruido, se metió en la cama y se arropó embriagada con el olor que todavía perduraba en su cuerpo de la unión del sudor de los dos amantes.